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𝑺𝒆𝒏𝒔𝒆 𝒂𝒏𝒅 𝑺𝒆𝒏𝒔𝒊𝒃𝒊𝒍𝒊𝒕𝒚 (𝒑𝒓ó𝒍𝒐𝒈𝒐)

Advertencia: Maltrato.

~•~

     No recordaba nada de sus primeros años de vida, pero tenía la sensación de calidez cuando exploraba en sus memorias. Nunca supo quién era la mujer que la cuido, pero asumía que se trataba de su madre, una mujer joven, tal vez de veinticinco años como máximo. Estaban en un lugar medianamente grande, siempre entraban y salían hombres a todas horas del día.

Aquella mujer era una dama de compañía, con sus limitantes trataba de darle una comida al día, pero conforme crecía está la golpeaba más fuerte. Le daba palizas cada que podía, sin motivo aparente. Estas se detuvieron por arte de magia, estaba por asentarle otra bofetada cuando su mano se paró en seco justo unos centímetros antes de su mejilla. 

Jane era el nombre de la pequeña que apenas tenía cuatro años, y para su mala suerte era usuaria de una habilidad. Este poder le permitía generar un infinito en el espacio, algo confuso para una niña. No podía ser tocada por nada, más bien las cosas se movían más lento antes de tocarla. Había brechas naturales como cuando comía, pero eran involuntarios, simplemente su cuerpo sabía que no podía morir de hambre. Su cuidadora empezó a sentir incomodidad al quedarse junto a Jane, un día antes de hacer una atrocidad le dijo algo.

     —Tu apellido es Austen, eres hija de un maldito traficante repugnante que murió por su idiotez — lo dijo como si no fuera nada importante, y camino hasta su cama donde estaba otro cliente.

     La niña regresó a su faena escribiendo cosas en su cuaderno. "Los traficantes son idiotas".

     Apenas salió el sol le indico a la chica que fueran a comprar comida, Jane salió casi brincando, caminaron durante horas. Y ahí llegaron, a un barrio cutre cerca del mar. Jane estaba emocionada, quería caminar hasta el puerto y ver las olas impactar. Le gustaba el azul en todos los sentidos, no le asustaba el caer y morir ahogada. Se perdió en la espuma formada por la turbulencia mientras sus ojos expectantes trataban de no parpadear.

   Se dió la vuelta en busca de su madre pero no la veía, corrió por muchos minutos hasta que la encontró  —Mamá, por favor me pórtate bien— pedía entre llantos tratando de redimirse.

     —No me sirves, solo me has hecho sentir miserable— la mujer le contestó pateando su pequeño cuerpo—. ¡No soy tu madre! ¡¿No puedes entender que murió por tí?!

     —Dejare que me pegues, mamá por favor...cambiaré para no parecerme a ese hombre que odias— sus gritos desgarradores no conmovieron a la mujer en lo más mínimo—. Eres mi mamá.

"Si no puedes sufrir, no eres humana"

     Esas palabras se tatuaron en la mente de la ojiverde, a raíz de ese trauma su habilidad evoluciono. Vagó días por las calles, noches solitarias tratando de controlar su habilidad para poder comer los desechos de la basura.

     —¿No tienes frío?— unos ojos curiosos la vieron llorar —¿Tienes dónde dormir?— el niño básicamente la bombardeo de preguntas tratando de obtener respuestas.

     —No, estoy sola —dijo con un puchero en la cara que retenía más llanto del necesario.

     —Puedes quedarte en mi castillo— le indico el camino, trató de tomar su mano pero era inútil, la niña usaba su habilidad —Es bonito ¿verdad?— llegaron a una construcción semi destruida, en el suelo había una colchoneta y muchos trapos—. Puedes dormir en mi cama, yo me quedaré en el trono— señaló una silla cerca de la misma.

     La menor no tenía palabras para poder contestar, solo lágrimas. Cuando pudo hablar chilló suavemente—. Quise ser buena...pero soy horrible.

     —Serás la reina de aquí, podemos ser hermanos— el rubio gritó con entusiasmo para buscar entres sus cosas un pedazo de pan duro que le trato de dar. Y así fue como lo encontró, a un niño de unos siete años, su nombre era Keiko, un chico rubio de entusiasmo contagioso. El no tenía la obligación de ayudarla, pero aún así lo hizo. Jane recibió el regalo mas preciado que para algunos es un privilegio.

Ella vivió.

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