𝑷𝒂𝒚𝒂𝒔𝒐
Advertencias: Ninguna (Giros en la trama por conveniencia del guión)
El nombre usado es de la protagonista de orgullo y prejuicio. Me encanta el Gogol, es mi gusto culposo, en fin, Jane lo va a terminar funando (?).
La juventud es feliz en lo que tiene de porvenir.
-Nikolai Gogol
~•~
La mujer de contextura delgada caminaba junto al gran palacio de Invierno pues una reunión entre los líderes mundiales se llevó a cabo en dicho museo.
Recién llevaba unos días en territorio ruso que para su sorpresa era mucho más frío de lo que esperaba.
"No pude darle un regalo, no pude abrazarlo y ahora tengo que estar en este maldito lugar con gente que no me importa. Mori, de verdad haré que pagues con sangre" pensó haciendo una mueca para después entrar al recinto. La revisión fué todo un reto, pues uso como excusa las llaves de su departamento tratando de cubrir que portaba un arma dentro de la mochila. Nadie sospechaba de un estudiante.
Su cuerpo era cubierto con una sudadera negra y pantalones del mismo color que hacían juego con una bufanda que procuraba tapar su rostro. En su espalda cargaba una mochila que a los ojos de cualquiera indicaba que se trataba de una estudiante, el disfraz perfecto junto a los pupilentes y una peluca rubia.
—Disculpa— la voz de un joven la interrumpió—. No había visto tu cara en nuestra escuela, eres hermosa.
Por unos segundos olvidó que logró entrar con un pequeño grupo estudiantil perteneciente a la universidad estatal de San Petersburgo, sólo así evitó la revisión de sus pertenencias.
—Soy de intercambio— mordió el interior de su labio—. No sé mucho ruso.
—No te preocupes— hablaba perfectamente bien el inglés—. ¿Quieres ir conmigo?.
—Muchas gracias— descaradamente tomó su mano—. Me perdería con facilidad.
—Me llamo Alek.
—Mucho gusto, me llamo Elizabeth, solo dime Lizzy.
—¿Aún no te acostumbrás al frío?— aquel joven de lindos ojos marrones y cabello azabache en realidad era bastante atento.
—No, me he resfriado dos veces en el último mes— vigilaba cada posible punto ciego, y contaba el número de elementos.
—¿Qué estudias Lizzy?— era más alto que ella, en realidad era amable, y eso era algo que Jane disfrutaba.
—Relaciones internacionales— logró ver entre la multitud cierta figura singular que anteriormente logró divisar.
—Yo estudió derecho— satisfecho giró en su dirección—. Espero que después de clases dejes que te invite un café.
—Eso sería maravilloso.
Estuvieron un rato viendo las obras expuestas, de momentos conversaban pero nunca lo suficiente para tener una plática fluida.
—¿Sabías que aquí se reunieron algunas figuras importantes?— aclaró su garganta torpemente.
—¿Fué hace poco?— sin duda su actuación era buena.
—Incluso vino un héroe de guerra— señaló las grandes escaleras —En el tercer piso pero no está abierto para el público, solo pusieron una placa conmemorativa.
—Eso es genial— apretó aún más su mano—. ¿Podemos verla?.
Alek asintió dando un último vistazo a su grupo estudiantil —No tardemos mucho, o se enojaran.
—Yo asumo la responsabilidad— de reojo pudo distinguir a ese hombre delgado escabullirse entre la multitud.
Jane aprovechó para divisar que en realidad no había muchos guardias como imaginaba, solo dos en el segundo piso, un de ellos en la entrada y el otro junto al elevador, seis en el primero y se planteó una cifra para los de arriba.
Tomó una fotografía de la placa conmemorativa, utilizó el flash a propósito para ser regañada por uno de los guardias. Al tenerlo tan cerca analizó su uniforme, y que solo portaban un radio. Bajaron las escaleras mientras Jane suspiraba cansada, no quería seguir persiguiendo rastros de los sabuesos.
—¿Quieres ir por un helado saliendo?— las mejillas rojas y los labios temblorosos mostraban una pulcra inocencia.
—Eso sería algo lindo— hizo un ademán—. Ups, olvidé mi credencial.
—¿En la banda?, te acompaño— Alek arqueó las cejas.
—Mejor espera en la entrada— dió una vuelta para subir las escaleras nuevamente.
Solo había una forma de subir al tercer piso y era usando el elevador, con plena confianza recorrió el pasillo evitando alzar la cara.
—Señorita, no puede subir, está prohibido— el tipo que los regaño se acercó a ella.
—¿Usted puede ayudarme?, Perdí mi credencial.
—Les avisaré a mis compañeros, por favor venga conmigo— sacó una radio.
—Muchas gracias, pero creo que la tiré al elevador mientras jugaba con mi compañero— junto ambas manos—. Le estaría muy agradecida si me ayuda a echar un vistazo.
—No puedo hacer tal cosa pero... será rápido ¿Verdad?— tragó en seco, pues aún con los pupilentes la más baja seguía siendo hermosa.
—No tardaré nada.
El hombre se acercó al elevador buscando su tarjeta la cual acercó al escáner.
—¿Con esa tarjeta puede abrir lo que sea?— apretó las tiras de su mochila.
—Es una llave para el personal del museo— asintió viendo cómo las puertas metálicas se abrían lentamente.
—Que útil— sacó de manera cautelosa la pistola con silenciador que llevaba en la mochila llena de papeles.
Aquel hombre asomó la cabeza pero no pudo visualizar nada —No está aquí, podríamos buscar en otro lado— rascó su nuca con incómodidad.
—Que pena, necesito que no se mueva— lo empujó y con muy poco esfuerzo lo hizo entrar junto a ella.
—¡¿Eres un terrorista?!— el sudor se hizo presente en su frente.
—No, soy un visitante, ¿Cuántas personas hay en el tercer piso?— cuestionó inspeccionando el elevador, encontrando que no tenía cámaras.
—Solo tres, y una de ellas es la secretaria— apretó la radio pero está fué arrebatada en cuestión de segundos.
—Tengo una cita, así que necesito su total cooperación si quiero llegar a tiempo, llevo meses de retraso— guardó el dispositivo dando un último vistazo al hombre.
—¿Qué demonios quiere?.
—Quiero que me deje leer los tratados recién firmados— salieron encontrando a dos guardias que al notar la presencia de la más baja le apuntaron.
—Bajen sus armas, esta bien— expresó horrorizado el ruso.
—Necesito sus radios en el suelo, también sus armas— dudosos hicieron lo que ordenó.
Mientras lo hacían Jane veía de reojo las cámaras, para ser el piso más importante tenía solo la mitad del segundo dejando puntos claves al descubierto. El museo sabía que nadie se atrevería a robar nada y mucho menos de a plena luz del día.
—Caminen hasta la oficina central— sentenció amagando al sujeto.
—¿Qué ocurre?— una mujer alta y de cabellos rubios trató de levantar el teléfono.
—No te lo recomiendo, junto a ellos ahora— cerró la puerta con su mano libre.
Así terminó con cuatro personas hincadas suplicando por sus vidas.
~Genéticamente modificados~ inclinó la cabeza.
—Esto es más como una teoría de conspiración...ni veo algo muy útil— Mostró una mueca cercana al disgusto—. ¿Cómo que hay uno ciego?.
—Por favor, tengo dos hijas, no nos mates— sollozo un hombre.
—No los mataré, por ahora— Toda la serenidad que podía quedar se esfumó al ver la puerta abrirse de par en par.
—El gran espectáculo comienza— uno de los visitantes apareció frente a ellos.
Jane dedujo rápidamente que se trataba de aquella persona extraña que parecía seguirla.
—No sé preocupen, ustedes serán liberados— de un momento a otro mostró la parte de su capa.
Sacó una pistola y la metió junto a su mano a dicha prenda, Jane analizaba sus movimientos y cuando creía que no pasaría nada la pistola termino frente a un escaso metro de los rehenes.
Disparó el arma dándole justo en la frente a la secretaria —Esto es ajeno a mí— susurró Jane.
—El pequeño canario es sádico ¿Eso era mentira?— sus cabellos blancos hicieron presencia cuando quitó el disfraz que llevaba.
—¿Me seguías desde hace rato para inculparme?.
—En realidad fué un golpe de suerte encontrarnos, ¿Será por el destino?— llevó ambas manos a su cuello haciendo una pose extraña. Dejó de lado su arma disfrutando de su discurso, era tétrico
—No— apretó sus puños.
—Pensé que está sala no estaría ocupada— en su primer descuido la más baja disparó a su cara logrando rozar su oreja —Al final si eres más letal de lo que parece, linda señorita— terminó por colocar una especie de máscara tapando su ojo sin cicatrices.
—¿Qué es lo que quieres?.
—Despedirme, dejar un recuerdo de nuestra efímera existencia antes de mi propia liberación. Pensé hacerlo en mi patria, pero tú causaste conmoción, no podría opacar el espectáculo del pequeño canario— su habla era exquisita, incluso logró cautivar a Jane —También era una buena oportunidad para conocer a una dama refinada, soy Nikolai Gogol.
—No tiene caso que me presente, ya me conoces.
—Esperaba un encuentro común, pero esto superó mis expectativas— suspiró aliviado.
Los presentes temblaban de miedo ante su conversación, uno de los sujetos se movió ligeramente, el payaso no tardó nada en apuntar dentro de su abrigo, apareció una mano junto a su sien y detonó.
—¿Un lindo encuentro ameritaba este escenario?— no le interesaban los rehenes, en realidad ya tenía pensado matarlos para inculpar al guardia que amagó.
—Esto no es solo por nuestra futura historia, es más por el placer de matar porque me resulta divertido— hizo una pausa cambiando a un semblante más serio —. Puede que todo lo que hice hoy me atormente mañana, porque mato siendo conciente como tú. ¿Qué parte fué mentira?.
La ojiverde de cara estoica bajo su mirada hasta su mano antes libre donde ya poseía una especie de control. Lo entendió todo rápidamente.
—Solo eres otro terrorista loco.
—Soy un ángel— mostró una sonrisa torcida —Formo parte de la decadencia de los angeles.
Al escuchar esas palabras la más baja tembló levemente, rápidamente corrió hasta la ventana.
—¿Ya te vas?, tenía un regalo para ti— hizo un puchero y señalo con el propio dispositivo a las víctimas—. Nos veremos después pequeño canario, yo mismo te haré una mujer libre.
Presionó el control haciendo estallar todo el lugar. Mientras el reía, por bajo esa máscara había algo más, quizá de haberse conocido en otras situaciones a Jane le hubiera agradado por su curiosa manera de expresar sus palabras.
El museo colapsó segundos después de su descenso, pero poco le importó a la mafiosa que activó su habilidad antes de caer. Corrió por las calles traseras dónde pudo divisar algunas patrullas, no pudo borrar la evidencia de su visita pero probablemente no haría falta pues todo eran trizas.
Cuando estuvo lo suficientemente lejos para dejar de ver humo recargó su cuerpo en la fría pared de un edificio. Respiró hondo pues corrió durante una hora sin descanso.
—No era un payaso— soltó con dificultad —Eso era un maestro de ceremonias como en los circos, o talvez un bufón, se comporta como uno— se incorporó quitando aquella bufanda que ahora era un obstáculo para respirar.
—Rusia es lindo pero no puedo quedarme— tocó su mochila revisando que todo estuviera en orden.
~Si no lo quiero encontrar nuevamente debo salir del país está misma noche~ Estaba arrepentida de no haberlo enfrentado desde Ucrania, se lamentó por ser tan descuidada, pensó aterrada que el mismo demonio ya conocía sus pasos, y los siguientes.
~•~
—Akutagawa— Chuuya apareció frente a el —¿Es cierto lo de ese idiota?.
—Chuuya-san— lo saludó formalmente—. El informe ha sido redactado, puedo hacer que Higuchi le de una copia.
Recordó que en su momento Jane le menciono la importancia de Dazai para el chico inexpresivo. Incluso si le molestaba no podía insultarlo frente a Ryunosuke.
—Claro, ¿Tú cómo estás?— puso ambas manos en su cintura.
—Ese tigre es escurridizo pero no tiene práctica, es un aficionado— tosió cubriendo su boca.
—Si necesitas de mi ayuda antes de que me vaya puedes pedirla— se dió la vuelta caminando hasta la puerta.
—Gracias Chuuya-san.
Salió de la bodega dejando solo al más alto.
Caminó por los pasillos hasta la oficina de Koyo, tomaría el té con ella antes de irse a casa. En unas semanas tendría que ir a occidente para controlar unos negocios.
—¿Puedo pasar Anne-san?— inclinó su cabeza por la puerta, encontrando a la mujer sentada en su pequeña mesa de centro disfrutando del olor de té.
—Hola, hoy el té está delicioso— la mujer sirvió una taza para su invitado.
—Huele bien— tomó asiento frente a ella.
—¿Has dormido algo?, Se te ve más cansado— estiró la taza indicándole que bebiera.
—He tenido mucho trabajo— respondió con simpleza evadiendo los detalles.
—Seguramente debe ser eso, y no tiene relación a ella— clavó su vista en la tetera con decoraciones extravagantes.
El más joven no dijo nada pero no hacía falta, todos sabían que tipo de cercanía tenían.
—La luz es digna de apreciar desde lejos, nosotros que fuimos rodeados por la oscuridad sufrimos si se nos expone a tal belleza. No estoy segura si Jane realmente brilla, o finge hacerlo— su palabras eran directas, pero jamás con la intención de lastimarlo.
—Ella volverá— apretó el asa de la taza por la frustración.
—Tengo entendido que dejó la organización, no lo esperaba de ella pero tampoco me resulta imposible.
El más bajo mordía el interior de su mejilla, no podía gritar que eso era mentira pues estaba en una investigación.
—Dazai-kun hizo lo mismo hace años, y su relación era muy estrecha, parecían hermanos.
El de ojiazul negó nuevamente —Ella no es ese maníaco.
La pelirosa dejó de insistir, no tenía intenciones de interferir en sus sentimientos pero la situación de su anterior discípulo la angustiaba. El ambiente se volvió pesado, pero Chuuya en ningún momento trató a su mentora con hostilidad, al contrario buscaba remediar la situación conversando de cosas triviales.
Al finalizar regresó a su oficina donde prendió un cigarrillo revisando algunos de sus archivos. Por mucho que quiera ignorar su ausencia era imposible, ya no había más halagos, ni besos en su nariz. No tenía aquellos hermosos ojos verdes viendo los suyos.
De camino a casa puso música pues no quería sentir la soledad. Esa amarga soledad que vivió dentro de ese lugar oscuro por más de siete años, que aún en las ovejas lo acechaba y de la cual Jane pudo liberarlo.
—¿Por qué a todo el mundo le resulta tan fácil dudar de ti?.
Fragmento perdido.
La azabache revisaba una y otra vez las noticias en busca de algún aviso por parte de las autoridades.
-No soy buena con el ruso- suspiró dando vuelta a su periódico -Una foto- la observó detenidamente y sobre los escombros del ataque había una flor.
Era peculiar pues su color era morada. Leyó el pie de la imagen "Adornó la escena del crimen con una Malva"
Jane tenía entendido que eran usadas para comunicar dos cosas; calma y tristeza.
Aún más confundida terminó su café para avanzar hasta su transporte que la sacaría de territorio ruso sin necesidad de revisión.
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