Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

9

Su corazón no dejaba de latir como un loco. 

—Roier, ¿seguro qué estás bien? Te noto muy raro.—murmuró su psiquiatra.— Pero si, dime que ocurre, ya sabes que te ayudaré en lo que sea. 

¿Así sea no meterlo al manicomio por decirle que su marido mató a Spreen? Lo dudaba. 

—Yo, eh...—titubeó inseguro.— Necesito que si llega a usted a un detective llamado Wilbur y éste le pregunta sobre si atendió de emergencia a mi padre de una taquicardia, le mienta diciéndole que si.

—Roier...—no muy convencido el castaño le dedicó una mirada dudosa.— No sé que clase de petición sea esa o para que necesitas que mienta en algo así, pero necesito que me digas la verdad.

—Luzu, usted estudió medicina general y más tarde se hizo psiquiatra, sí usted quisiera podría hacerme ese favor.

Luzu se quedó callado mientras lo observaba detenidamente. 

Sabía que se le acababa el tiempo. 

—No sería exactamente falsificar o mentir...—murmuró.— Yo en verdad necesito ese favor. 

—Si, si lo sería.—volvió a alegar el mayor.— Si no me dices para qué lo necesitas, menos te lo haré.

Suspiró decepcionado de la respuesta de su médico, desviando la mirada a los anequeles, pensativo. A sus ojos al mismo tiempo llegaron varios colores: azul marino, negro y blanco.

En especial el azul marino capturaba su atención.

¡Claro! ¡Por supuesto! Tantos años de ver ese color sin parar y apenas parecía que le servía de algo.

—Bueno, doctor Luzu, si usted lo dice...—frunció sus labios haciendo una mueca.— ¿Recuerda a mi primo, Quackity? Bueno, digamos que él me está ayudando a la investigación que me están haciendo y él necesita ese papel para corroborar mi coartada. 

—¿Investigación?—preguntó el doctor confundido.

—Por lo de Spreen.—aclaró.

Luzu no tardó en tallar el puente de su nariz. Sabía que había captado de inmediato de que estaba hablando.

—Ay Roier.—suspiró el mayor.— Me vas a meter en un enorme problema legal. 

Juntó ambas palmas de sus manos totalmente suplicante y patético. 

—Luzu, por favor.—desesperado le suplicó.— ¡Este será nuestro secreto! Ayúdeme, solo por esta vez. 

No obstante, no hubo respuesta. Sin embargo, Roier lo sabia, él conocía bien las expresiones de la gente para saber lo que deseaban internamente.

Leía bastante bien a aquel hombre porque lo conocía de casi toda una vida.

Presumía del conocerlo no solo por ser su médico de cabecera, también, porque él había estado presente en muchas de sus fiestas familiares y se convirtió en muy amigo de su padre.

Por supuesto que era natural darse cuenta de varias cosas por tantas interacciones. Así que usaría lo más bajo que podría hacer cualquiera en su situación.

—Luzu, usted sabe como era Spreen conmigo, él estaba más loco que yo.—comenzó a armar su teatro, provocando rápidamente lágrimas caer de sus propios ojos.— ¿Usted cree que yo podría hacer una locura así? 

—Roier, yo-

—Míreme a los ojos, doctor.—le retó Roier con lágrimas.— Y dígame que usted cree qué yo haría algo así. 

Hubo un nuevo silencio abismal entre los dos. 

—Usted no solo sería mi héroe, si no, también el de Quackity. 

Y así, había lanzado su bomba de tiempo. No le importaba usar a nada ni nadie si eso aseguraba su propio bienestar. Si tenía que vender a su propia familia a ese doctor, lo haría sin dudar. 

—¿De Quackity?—estupefacto Luzu le preguntó.— Roier, no lo sé...

—Luzu, ambos sabemos perfectamente que ha está enamorado de mi primo durante mucho tiempo.—siguió tocando el nervio.— Esta es su oportunidad para acercarse y quedar como el héroe que salvó a la familia del hombre qué le gusta. 

Aquel sucio truco parecía haber dado resultado. Lo suficiente como para poder apreciar ligeramente del mayor mordiendo el interior de su boca y mirándolo como todo un incrédulo.

Los ojos zafiros del mayor no dejaban de verlo, rebuscando en su interior, provocándole escalofríos. Era como sí Luzu supiera su secreto enterrado bajo seis metros. 

No obstante, pronto su negociación se vería interrumpida. 

Pasos. 

Pasos furiosos resonaban muy cerca de ellos.

Su corazón seguía palpitando muy rápido. 

—No hay nada que Quackity no haría por usted sí nos ayuda.—puso sobre la mesa.

Luzu desvió su mirada, buscando al emisor de aquellos furiosos y ruidosos pasos. 

—Ven a buscarme a mi oficina en estos días.—le pidió.— Lo platicaremos y veré que puedo hacer por ti, ¿okay? 

Por un momento sintió como su alma volvió a su cuerpo, solo por un momento, antes que esa sensación desapareciera por unas manos que aprisionaron sus hombros con fuerza. 

—Aquí estás.—murmuró Cellbit detrás de él.

Intentó lo más posible que su cuerpo no temblara ni un centímetro. Ni siquiera se atrevió a sacar el aire que contenían sus pulmones. 

—Parece que se le perdió su esposo por un momento.—comentó Luzu cortando la tensión del ambiente.— ¿No es así, señor Cellbit?

El agarre de su esposo se aligeró, escuchando de inmediato una risa casi natural. Y reitera el casi porque conoce a su esposo.

Estaba encabronado. 

—Si, así es.—le sonrió el ojiazul.— Lamento las molestias, doctor.

—No se preocupe.—Luzu le dedicó una sonrisa devuelta.— Todo está bien. 

—Bueno... Entonces nos retiramos. 

Su espalda terminó azotando contra el asiento del auto, forzado por las manos de Cellbit, quien lo inmovilizaba con una fuerza casi inhumana. Los ojos azules de su esposo lo perforaban con una mezcla de furia y algo más oscuro.

—¿Qué carajos pasó ahí? —espetó Cellbit, cerrando de un azote la puerta del carro de su lado. La intensidad de su voz hizo eco en el reducido espacio, cargada de rabia contenida.

Roier apretó los labios, luchando contra el temblor que se apoderaba de su cuerpo. No quería mirarlo, no podía. Cada fibra de su ser estaba gritando que huyera, pero sabía que no tenía a dónde correr.

—¡Te hice una pregunta!—reclamó Cellbit, inclinándose hacia él. Su aliento cálido rozó la mejilla de Roier, pero el tono gélido de su voz hizo que sintiera un escalofrío recorrerle la espalda.

Roier respiró hondo, intentando controlar las lágrimas que amenazaban con traicionarlo. 

El miedo era una constante con Cellbit, pero también sabía que jugar bien sus cartas era la única manera de salir vivo.

—No pasó nada... —murmuró, apenas audible.

—¿Nada? —Cellbit soltó una risa seca y amarga, llevándose una mano al cabello. Sus movimientos eran rápidos, casi erráticos, como si estuviera conteniéndose para no perder el control—. Entonces, ¿por qué sentí que estabas tramando algo con tu médico?

Roier sabía que cualquier titubeo lo condenaría, así que tomó aire y reunió todo su coraje.

 Levantó la mirada, encontrándose con los ojos de Cellbit. A pesar del miedo que lo embargaba, dejó que sus palabras salieran con un tono que combinaba vulnerabilidad y una leve insinuación.

—¿De verdad crees que puedo traicionarte?—dijo, con una voz que temblaba lo suficiente para sonar genuina.— ¿A ti, Cellbit? Si hago algo mal, sabes que no saldría vivo de esto.

El hombre pareció vacilar un segundo, lo suficiente para que Roier notara el cambio en su postura. Aprovechó esa fisura, inclinándose ligeramente hacia él, haciendo que sus cuerpos se acercaran más de lo que debería ser cómodo.

—Eres todo lo que tengo.—susurró, dejando caer sus párpados un instante. Sabía que debía manejarse con cuidado, caminar esa delgada línea entre el miedo y la seducción.— No tengo a dónde ir, ni a quién recurrir. Estoy atrapado contigo, y lo sabes.

Cellbit frunció el ceño, claramente desconcertado por el cambio en la actitud de Roier. El ojiazul estaba acostumbrado a su sumisión, pero esta mezcla de desafío y vulnerabilidad lo descolocaba.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó, su tono más bajo, aunque no menos tenso.

Roier permitió que una sonrisa nerviosa y pequeña cruzara su rostro. Era la sonrisa de alguien desesperado, alguien que estaba jugando su última carta.

—Intento demostrarte que no soy tu enemigo. Sé que piensas lo peor de mí, pero... ¿por qué haría algo en tu contra si sabes que siempre tienes el control?—su mano tembló al extenderla y tocar suavemente la de Cellbit, como si estuviera tanteando terreno peligroso.— Yo... yo te pertenezco, ¿no?

El silencio en el auto se volvió ensordecedor. Cellbit lo miraba fijamente, su mandíbula tensa, su mente claramente librando una batalla interna. Finalmente, retiró su mano de la de Roier, pero su agarre en el volante fue firme, los nudillos blancos.

—Más te vale que eso sea cierto.—gruñó, encendiendo el auto.

Roier se permitió un suspiro silencioso, sintiendo cómo la tensión en el ambiente disminuía apenas un poco. 

Había sobrevivido a otro enfrentamiento con Cellbit, pero sabía que cada vez estaba más cerca del borde.

Nota editada:

¡Lo siento! Este capítulo no es tan agradable como el original. Pero era necesario enfatizar que Roier le tiene pavor a Cellbit y que sigue planeando escapar aún si tiene que fingir frente a Cellbit que todo está normal.

La neta la escena del auto no hubiera sido posible sin chatgpt, te amo chat, tu siempre te la rifas. 

En fin, ¡nos vemos en la siguiente!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro