5
Capítulo centrado en el pasado de Roier.
Advertencia: Mención/aparición de abuso sexual y relación tóxica.
Siempre había tenido un cariño incondicional por Spreen.
Lo conocía desde que ambos estaban pequeños. Recordaba con cariño todas las veces que salían a jugar, platicar o a simplemente conversar mientras observaban el cielo.
Ese fue el comienzo de una bonita amistad.
Una qué más tarde se transformó en una relación que lo dejaba sumamente embobado. No tenía las fechas exactas de en que momento había comenzado a salir con Spreen, porque sucedió luego que regresó al pueblo, y uno de los primeros en recibirlo fue el pelinegro.
Fueron a celebrar qué se graduó de la universidad yendo a cenar.
Y todo se sintió como que nada había cambiado. A pesar de tener años sin ver al argentino, eso no afectó el flujo de la conversación y la innegable atracción entre ambos.
¿Dos amigos de la infancia juntos? ¡Dios! Muy confuso para su pobre mente.
Spreen era su amigo... Se suponía que lo era. Al menos eso quiso creer hasta el último segundo donde se besaron en aquella cena.
A partir de ese momento fue que comenzó una intensa y caótica relación.
Pasaron seis largos meses desde el comienzo de su relación. Y, aunque no se podía quejar del todo, existía algo que lo mantenía inconforme.
Spreen constantemente desaparecía sin avisar a donde iba.
Y no es que sea un metiche qué necesite saber todo el tiempo donde se encuentra su novio. Sin embargo, en estos últimos meses, él se empezaba a comportar extraño.
Cómo si estuviera metido en varios problemas.
No se equivocó.
Spreen estaba metido en algo sumamente peligroso.
Cayó al mundo de las drogas.
Supo por la propia boca del pelinegro qué se metió por mera diversión y curiosidad. Además de mencionarle qué no le afectaba tanto porque solo fumaba hierba con sus amigos.
Pero, a pesar de saber eso, no pudo evitar comenzar a preocuparse.
No obstante, no quiso meterse demasiado porque Spreen le prometió que solo era algo temporal y que no dejaría que afecte a su relación.
Decidió creerle.
Un par de meses habían pasado desde el descubrimiento de la nueva adicción de su novio.
A pesar de seguir preocupándole, Spreen había demostrado que las drogas no le estaban afectando.
Al menos, no frente a él.
"Ring, ring, ring" su celular comenzó a vibrar desde su pantalón. En un momento decidió ignorarlo debido a que estaba ocupado tratando de ganarle a su familia en Jenga, no obstante, las llamadas comenzaron a ser sumamente insistentes.
—Roierrrr...—murmuró su hermana volteando a verlo.— ¿Vas a contestar?
—No.—contestó mientras sacaba la lengua en una profunda concentración. Extraer un bloque del Jenga era una tarea sumamente complicada.
Para su infortunio, volvió a ser interrumpido por otra llamada.
Suspiró con irritación porque no le quedó más de otra que disculparse con sus papás y su hermana, teniendo qué salir de la habitación para ver quien demonios le estaba interrumpiendo la noche familiar.
"Spreen" marcaba el nombre desde la pantalla.
—¿Eh?—murmuró incrédulo.
Decidió volver a marcar el número que tan despegado le hablaba.
—¿Spreen?—fue lo primero que salió de sus labios una vez la línea del otro lado lo atendió.
—¡Roier!—preocupado contestó el ajeno en la otra línea.— ¡Por fin contestas!
—Estaba ocupado...—murmuró con un pequeño suspiro.— ¿Qué sucedió?
—Necesito ayuda, ¡urgente!
—Claro, dime, ¿para qué soy bueno?
—Bueno, ah...—tomó una pequeña pausa.— Me metí en un problema.
—¿Qué clase de problema?—cuestionó con curiosidad.
—Legales.
Cerró sus ojos levemente para guardar la calma.
—¿Roier?
Dio un largo suspiro.
—¿Qué hiciste?—respondió después de unos momentos.
—Algunos oficiales encontraron mi hierba.—contestó.
—Puta madre.—maldijo en voz baja mientras frotaba el puente de su nariz.— ¿Es en serio? Me agarras en un momento no muy oportuno.
—No sabía a quién más llamar...—se sinceró con el mexicano.— Eres el único que me puede ayudar.
Guardó silencio un poco más.
—Tienes suerte que mi primo está aquí.—mencionó.— Me debes un favor muy grande.
Ese fue el inicio de muchos problemas.
Un parpadeo y resultó que su novio se metió a un grupo no muy... Bueno, por así decirlo.
Al inicio trató de alejarse, sin embargo, no podía evitar seguir queriendo al pelinegro.
Y a pesar de que el contrario terminó en prisión, lo visitaba.
Sus padres lo cuestionaban y reprendían.
"Él no es bueno para ti", "solo te va a arrastrar a la miseria", "te está usando por tu dinero, hijo". Era lo que siempre oía de sus padres, pero elegía no creer y cerrar los ojos.
Spreen no era malo.
Él no era un malo novio, ni una mala persona. Estaba confundido y metido en un mal rumbo, eso era todo.
Porque a pesar de toda la mierda qué las personas podrían decir de él, Spreen lo amaba y eso era lo único que necesitaba saber.
Hoy era su primer aniversario.
No dudó en correr directo a la prisión para visitar a su adorado Spreen, ¡estaba sumamente emocionado! A pesar de que la cita no fuera donde siempre se imaginó, le bastaba con estar acompañado del argentino.
Elegía creer eso.
Porque su novio parecía que no le importó demasiado su aniversario como le había dicho.
Llevaba esperando un buen rato a que llegara a la mesa de visitas, sin éxito.
¿Dónde estaba su novio?
—Ptsss.—lo llamó un murmuro a la lejanía.
Curioso volteó ligeramente, esperanzado qué se tratará de su novio. No obstante, para su infortunio, le hablaba un tipo muy singular.
Ojos azules y cabello castaño.
Tentadoramente guapo...
"¡Ay, Roier! Tienes algo con los vagabundos" se dijo a sí mismo antes de suspirar ligeramente.
Estaba a punto de ignorar al ajeno y volver a lo suyo, pero aquel extraño individuo parecía no darse por vencido hasta captar su atención. Usaba aquel "ptsss" con tanta urgencia qué le ponía los pelos de punta.
—¡¿Qué, wey?!—le reclamó después de un rato que el contrario estuviera molestando.
El castaño hizo una mueca con sus labios y lo miró de mala gana.
—Veo que no quieres ayuda para saber donde está tu novio.
Aquello fue suficiente para captar su atención. Al menos lo suficiente para invitarlo a sentarse en la mesa.
—Perdón por eso.—se disculpó una vez el más alto tomó asiento frente a él.— ¿Quién eres?
Aquel hombre tomó algo de tiempo para observarlo detenidamente como si lo estuviera analizando profundamente.
—Cellbit.—respondió después de unos momentos.— Mi nombre es Cellbit.
"Es un poco rarito este wey, ¿no?", habló una de sus voces internas.
"Yo creo que es guapo" respondió la otra voz interna.
"¡Ay, Melissa! ¡A ti siempre te gustan los vagabundos!", le reclamó la primera voz "Por eso salimos con Spreen, es todo tu culpa".
"¡HEY!", le reclamó la segunda voz.
No pudo reprimir algunas risas.
—¿Qué?—le cuestionó el ajeno.
—Nada.—mencionó con una ligera sonrisa.— Recordé algo.
Suspiró un poco más relajado.
—Bueno, Cellbit, es un gusto. Yo soy Roier.—se presentó el mexicano.— ¿Cómo podrías ayudarme?
"Espera un minuto" habló la primera voz.
Hubo un pequeño silencio.
"¿Cómo sabe Cellbit qué buscamos a Spreen?", preguntó la voz "Para empezar, ¿cómo sabe qué buscamos a nuestro novio?"
Oh.
Oh... Mierda, era verdad.
"Tienes toda la razón" apoyó Melissa "Ese razonamiento por fin dice algo útil, Doier".
"Mimimimi, déjame en paz" alegó la segunda voz "No es mi culpa que Roier y tú estén bien pendejos como para entender lo que-"
"¡Shhh! Ya wey, deja oír el chisme" le interrumpió Melissa.
—Alto ahí, guapito.—dijo Cellbit cruzándose de brazos.— Esa información no te va a salir gratis.
Entrecerró ligeramente sus ojos con sospecha.
—¿Cómo?—ignoró el primer apodo.— Estás bien mal si crees que te voy a pagar un solo centavo.
Recibió otra mueca del ajeno.
—No quiero tu dinero.—le negó la idea.— Te cobraré con otra cosa.
—A ver, para empezar.—interrumpió al mayor.— ¿Cómo sabes que al que busco es a mi novio?
—Vienes cada semana sin falta.—le restó importancia el castaño.— Y siempre te veo con Spreen, es obvio que son novios.
Iba a protestar... Pero Cellbit tenía razón.
Frunció el labio con algo de frustración.
—Es un poco acosador de tu parte decirme eso...—se sinceró con el ajeno.
Cellbit lo miró de una mala forma.
—Stalker o cara com quem seu namorado costuma dormir.—refunfuñó.
—¿Ah?—confundido Roier frunció el ceño.— Háblame en español, wey.
El mayor puso los ojos en blanco antes de disponerse a repetir lo que sea que haya dicho.
—Tu novio está con un chico.—le informó sin más rodeos.
—¡Eso no fue lo qué dijiste!—le reclamó el mexicano.— Hubo un "dormir" en tu misma oración.
—¿Hablas portugués acaso?—le cuestionó Cellbit.
—No-
—Entonces no puedes saber si dormir es lo mismo en portugués qué en español.—le respondió como si estuviera hablando con alguien idiota.— En fin, el caso es que está hablando con un chico pelinegro allá dentro.
Imitó el cruzar los brazos como el castaño. Sin duda, la información obtenida le traía más preguntas que respuestas.
¿Quién podría ser? Hmmmm...
—¿Pelinegro dices?—repitió en pregunta, recibiendo un asentimiento.— ¡Ah! Debe ser mi primo Quackity, es como su asesor legal o algo así.
Después de aquello permanecieron en silencio.
Aunque fuera posible que Quackity estuviera ahí para hablar con Spreen de algún caso legal o similar, no le hallaba el sentido.
¿Por qué justamente hoy? ¿Y de qué hablaban?
Era la primera vez que se enteraba qué Quackity visitaba a Spreen sin su compañía.
—Qué extraño...—murmuró tras desviar su mirada de los ojos ajenos a la entrada al patio. Pasaron algunos segundos hasta que divisó a Quackity salir sumamente apresurado y cubriendo su cuello con ambas manos.— Muy extraño en verdad.
Levantó una ceja con sospecha antes de regresar la mirada a un muy curioso Cellbit.
—¿Puedo ser sincero?—le cuestionó el brasileño.
Asintió en silencio.
—Creo que hay algo más ahí.
A pesar de ser solo palabras, dolió escucharlo.
—Imposible.—le contestó tras dudar algunos segundos.
Observó una pequeña sonrisa asomarse en esos rosados labios.
—Está bien si no me crees.—mencionó el castaño mientras se levantaba de la mesa.— Pero esa información podría ser más cierta de lo que crees, Roier.
Desde que conoció a Cellbit no volvió a separarse de él. Por extraños azares del destino se volvieron buenos amigos luego de su primera conversación.
Y a partir de ese momento comenzaron a reunirse en el patio porque el castaño siempre estaba ahí. Convenientemente siempre estaba ahí cuando Spreen no estaba, y cuando su novio no estaba, siempre aparecía Quackity.
Por supuesto que sus sospechas se hicieron muy grandes. No obstante, nunca llevaban a nada porque Spreen siempre tenía una respuesta ingeniosa para no hacerlo dudar más.
Así que en algún momento sus conversaciones con el brasileño pasaron de hablar de teorías de su novio a simplemente tratarse de cosas casuales.
Verdaderamente le agradaba pasar tiempo con Cellbit, sin importar que tan ácido o sarcástico pudiera ser, encontraba una manera de divertirse con él y su extraño humor. Para ser sincero, llegaba un punto donde ya no sabía si estaba visitando a Spreen o a Cellbit.
Aunque decidía no pensar mucho en eso.
Si le daba demasiadas vueltas al asunto, las voces de su cabeza (Melissa y Doier) se ponían como locos a decirle que se estaba enamorando de otro vagabundo qué no era el suyo.
Qué ridículo.
¿Enamorarse de alguien más qué no fuera Spreen? No.
Spreen era tan... Tan... Bueno, no era malo.
Era olvidadizo, lo dejaba plantado y discutía constantemente con él. Pero cuando no era así, se la pasaba bastante bien con él.
—Guapito.—le llamó Cellbit mientras buscaba algo en el bolsillo de su pantalón.— ¿Recuerdas qué me hablaste de esas pulseras de protección? Ojo turco o algo así me dijiste.
—Si, si, me acuerdo.—su atención volvió rápidamente al brasileño.— ¿Por qué?
—Te hice una.—mencionó Cellbit tras colocar la pulsera roja en la mesa.— Dijiste hace tiempo que querías una.
"Él si tiene buena memoria" mencionó Melissa con interés.
Decidió ignorar aquel comentario.
—¡Oh, hombre!—sonrió y tomó aquella pulsera.— No tenías por qué.
"Me pregunto cuanto le habrá costado comprar el estambre rojo" dijo Doier "¿Sabías qué solo para conseguir estambre aquí tienes que pagar absurdas cuotas de dinero?"
—No hay de qué.—contestó Cellbit dedicándole una sonrisa.— Me da gusto verte contento por pequeños detalles.
Se perdió ligeramente dentro de aquellos ojos azules.
Tal vez Doier y Melissa tenían un punto.
Alrededor de ocho meses habían pasado desde que Spreen estaba en la prisión.
Hoy esperaba que fuera un día habitual como todos los demás; esperar a Spreen por horas y terminar hablando con Cellbit.
Eso esperaba.
Pero parecía que hoy su novio tenía otros planes.
Se vio arrastrado detrás de los teléfonos del patio.
—No Spreen, no tengo ganas...—murmuró ligeramente incómodo tras sentir aquellos besos en su cuello.
Colocó sus manos en el pecho del pelinegro para separarlo.
—Pero yo sí.—respondió el pelinegro como si no fuera imperante su opinión. Con rapidez capturó las manos del castaño y las colocó sobre su entrepierna.
—Spreen...—volvió a insistir el mexicano.
Sus palabras se fueron por la borda cuando el pelinegro simplemente lo tomó por las caderas y lo hizo voltear. Su mejilla terminó recargada sobre el frío metal del cubículo telefónico.
No tuvo oportunidad de replicar nada.
—¡No! ¡Espera!—chilló ligeramente cuando sintió sus pantalones y ropa interior ser desprendidos.
Volteó ligeramente solo para encontrarse con la no tan agradable escena de su novio restregando su miembro contra su trasero.
¿Por qué siempre se hacía lo que Spreen quería? ¿Por qué nunca lo escuchaba realmente?
—Dolerá un poco, pero pasará.—avisó el argentino.
No tuvo ni la decencia para prepararlo.
La intromisión del miembro contrario dentro de él dolió, y dolió bastante. Tuvo que morder sus labios mientras se aferraba al cubículo, rezando para que nadie los oyera o viera.
—Eso es, bebé.—susurró Spreen recargando su barbilla en el hombro ajeno.— Qué obediente.
Las embestidas comenzaron de manera lenta, apenas siendo audible como las pieles chocaban y se forzaba su entrada de una manera nada amable.
Lágrimas se formaron en las esquinas de sus ojos.
Dos semanas habían pasado desde el suceso ocurrido detrás de los teléfonos.
En esas dos semanas no se había dignado a visitar la prisión. No porque no quisiera, más bien, era porque se sentía asqueroso consigo mismo.
No entendía muy bien el motivo en realidad.
Simplemente desde que salió de la prisión esa vez hasta este día, se había sentido realmente mal consigo mismo. Y no había querido hablar con nadie del tema porque pensaba que estaba exagerando.
Aquella no era la primera vez que algo así sucedía.
Pero si era la primera vez que se sentía así de incómodo. Eso lo hacía pensar en demasiadas cosas... ¿Con quién podría hablar para aclarar sus dudas?
Dudó un poco en ello mientras observaba fijamente el techo de su habitación.
Y a él pronto vino la idea.
Tomó su teléfono móvil recargado en su mesita de noche. Entonces, ahí, volvió a dudar.
Miró la pantalla en negro por algunos momentos.
¿Qué tan malo podría ser? No le iba a contar todos los detalles, apenas unas cosas.
Decidió marcar y esperar, tardando un poco más de lo esperado.
—¿Quién habla?—escuchó aquella calmada voz detrás de la línea.
—¿Cellbit?—preguntó inseguro.
—¿Roier?—notó el cambio de voz de inmediato. El brasileño se notaba contento.— ¡Guapito, hey! ¿Dónde te metiste?
—Ahhh...—río ligeramente.— Por ahí, ya sabes.
—Bueno, si tú lo dices.—mencionó el mayor sin darle demasiada importancia.— ¿Estás bien? Me preocupé.
—¿Tú? ¿Preocupado de alguien?—le cuestionó divertido.— Eres el señor no me miren y no me hablen, es imposible que te preocupes por alguien más que no seas tú.
—¡Hey!—escuchó el reclamo del otro lado del teléfono seguido de una risa.— Aunque no lo creas estaba preocupado por ti, así que no me cambies la pregunta.
—Pues, hmmm.—pausó ligeramente la conversación.— He estado mejor.
—¿Qué pasó?—le cuestionó el brasileño.
—Pasaron algunas cosas con Spreen.
—Él no te hizo daño, ¿verdad?
Permaneció callado.
—¿Roier?—preguntó Cellbit sin la diversión en su voz.— No te hizo daño, ¿cierto?
Una opresión en su pecho se hizo presente.
—Depende de que tipo de daño hablemos...
—Oye.—le llamó nuevamente el brasileño.— No importa de que tipo de daño hablemos, si te hace sentir menos mal o más mal, sigue siendo un daño... Si no quieres decirme exactamente que pasó está bien, pero solo quiero saber si él te hizo daño y si yo puedo hacer algo para ayudarte.
Volvió a permanecer en silencio.
Sin poder evitarlo ya estaba derramando algunas lágrimas.
—Gracias por decirme eso.—mencionó mientras trataba de no sonar tan vulnerable.— No sabía a quién más recurrir.
Oficialmente se cumplía un año desde que Spreen estaba dentro de la prisión.
Y para este momento, su relación estaba en un declive para abajo.
Se hicieron más frecuentes los momentos incómodos como lo del teléfono, las peleas, los gritos e inclusive los golpes.
No obstante, para ese punto ya no le importaba tanto. Si, qué tal vez le dolían los golpes e incluso le temblaban las piernas, pero aún podía continuar.
Si podía continuar, ¿tenía un motivo real para enojarse con su novio?
Mientras esos golpes no afectarán su caminata para llegar a ver a su amigo, nada le importaba.
—¿Y bien? ¿Qué fue ahora?—preguntó Cellbit mientras recargaba su barbilla en las palmas de sus manos.
—Me caí.—contestó con una pequeña sonrisa nerviosa.
—Es la segunda vez esta semana, Roier.—recalcó el brasileño con seriedad.
—¡Soy muy torpe!—alegó sin darle más importancia.— En fin, cambiemos de tema.
Observó al mayor suspirar.
—Bien.
Agradeció en silencio no ser cuestionado por más tiempo.
—Sonará repentino.—admitió el mexicano.— Pero nunca me has dicho por qué estás aquí.
El humor del más alto pareció cambiar repentinamente. Recibió una mueca no muy amable.
Lucía disgustado.
—No necesitas saberlo.—cortó el nuevo tema.— Estoy aquí por cosas malas y ya.
Frunció ligeramente su labio tras aquella amarga respuesta.
—Bueno, si no me vas a decir por qué...—murmuró el mexicano muy convencido.— Por lo menos quiero saber cuantos años vas a estar aquí.
—Toda mi vida.—respondió tajante.— ¿Contento?
Permaneció callado, incrédulo tras escuchar las palabras ajenas.
El ambiente entre ambos había decaído notablemente y el silencio se hizo partícipe como un tercer miembro en la conversación.
La corta conversación con el brasileño lo había dejado pensando demasiado.
Cellbit no era una mala persona, lo sabía. Y a pesar de estar en prisión, no creía que hubiera hecho algo tan horrible como para recibir cadena perpetua.
Tenía la sensación de tener que hacer algo... Por ello es que volvió a visitar la prisión esa misma tarde.
No para buscar a Cellbit, más bien, a Spreen.
—¿Para qué me buscas, Roier?
—Necesito un favor.
—Oh...
No le gustó para nada la manera en como expresó algo sumamente corto como ese "oh".
—Depende qué sea.—murmuró Spreen con interés.— Prometo no cobrarte muy caro.
—Ayúdame a sacar a alguien de aquí.—pidió el mexicano.
El pelinegro permaneció callado por algunos momentos sin despegar la mirada de él.
—Si es para el imbécil de tu amiguito brasileño, olvídalo.
Suspiró con frustración.
—Spreen...
—¿Qué?
—Haré lo que sea.
Notó de inmediato una sonrisa burlona.
—Cuidado con lo que ofreces, bebé.
"Roier, no lo hagas" mencionó Melissa con preocupación.
—Hablo muy en serio.
"¡Roier!" fue esta vez Doier quien le llamaba la atención.
—¿Qué le puedo quitar a alguien qué lo tiene todo?—susurró el pelinegro.— Algo que te duela perder...
Sintió sus manos temblar.
¿Qué se imaginan qué pidió Spreen? No es algo de relevancia para la trama, por eso no puse que puso.
Pensé en muchaaas cosas, pero yo creo qué si lo escribía me iba a pasar de verga. De por si este capítulo está fuerte como para hacerlo todavía más fuerte.
Aunqueee, si quieren odiar más a Spreen, la neta la idea era que él le pidiera a Roier qué se dejara coger enfrente de Cellbit. ¿Por qué? Para humillarlo y así dejarle en claro a Cellbit qué Roier ya estaba ocupado por alguien más.
Y es por eso que no lo puse, porque hasta me sentí cuestionable de solo pensarlo. Así que por eso, les digo, piensen ustedes que pudo haber pedido.
En fin, como pueden ver en este capítulo, está clarisimo qué Spreen es un hdp y que todos lo odiamos. Y si se preguntan porque siguió en prisión a pesar de tener contactos, fue nada más porque le convenía estar ahí.
Sin embargo, Spreen salió de prisión después de que Cellbit saliera. Esto lo digo porque tal vez lo deje más en claro en unos capítulos más adelante, quien sabe.
Eso si, puse en unos caps anteriores qué Spreen estaba con Roier por sus contactos. Y es cierto, porque usó sus contactos en un inicio, y ya después Spreen comenzó a tener sus propios contactos hasta que ya no necesitó a Roier.
Y blah, blah, blah, blah, *inserten más texto aquí hablando sobre lo hdp de Spreen*. Todo es su culpa, por eso Roier está bien traumado y justifica todas las cosas cuestionables.
También, ¿qué piensan ahora de Cellbit? Vi que muchxs se confundieron en la última línea de texto del anterior cap.
El plan de Cellbit era acercarse a Roier para tener más oportunidad de acercarse a Spreen y matar a Spreen-
Tal vez edite eso más adelante para dejar bien en claro que no iba a matar a Roier, si no, lo iba a usar para matar al Sprite. Pero bueno, una cosa lo llevó a la otra y pasó de usar a Roier para sus cosas a casarse con él.
Porque en realidad en algún momento si se preocupó por él como un amigo, lo pueden confirmar en este capítulo.
BUENO, YA, MUCHO TEXTO AQUÍ. YA ESTAMOS A 3 CAPS DEL CLÍMAX, CUIDADO.
¡Nos vemos en la siguiente!
Pd: Ya por fin le puse nombres a las voces. Fue algo difícil decidir que personalidades quedaban mejor, pero bueno, ya no hay tanto pedo ahora.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro