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31

Su corazón late a tope, sus músculos se tensan y su bilis comienza a subir por su garganta. Está totalmente alterado para ese momento, ni siquiera puede procesar correctamente lo que hará a continuación.

No puede creer lo que acaba de leer, o tal vez, se negaba a creerlo hasta ahora. Incluso si en el juicio ya sabía, se había atrevido a compartir sus penas y crisis con su primo, creyendo ilusamente qué tal vez Quackity había cometido una equivocación.

Qué idiota.

¿Por qué pensaba que iba a ser diferente? ¿Por qué decidió darle otra oportunidad a Quackity?

Tal vez él lo había visto en un momento tan vulnerable luego de su divorcio y lo había ayudado un poco. Pero no se puso a pensar dos veces sobre lo que había pasado en el juicio, había olvidado todo lo que su primo hizo con su vida y con todo lo demás.

Se sentía tan estúpido en ese momento.

—¿Roier?—el pelinegro le vuelve a llamar con tranquilidad.

Se siente sumamente expuesto por aún tener aquella carpeta escondida.

—Quería hablar contigo sobre Cellbit.—habló por fin, fingiendo toda la calma posible.

—¿Qué pasa con él?

—Creo que reconsideré las cosas.

Hubo un breve silencio. Simplemente se aferró más a su chamarra.

—Sé que hablé de muchas cosas contigo en mi crisis, pero creo que tal vez cometí un error muy grande al divorciarme.

—¿Eso crees?

—Si, creo que si.

—Yo no lo creo.

Enmudeció.

—Escucha.—le ordenó mientras se acercaba con lentitud.— Ustedes dos están mejor separados, se hacen daño mutuamente y me preocupa porque tu salud mental empeoró.

—¿Mi salud mental?

—Si, te visité en tu crisis, justo antes de que Luzu fuera y... Bueno, oí un par de cosas.

El pelinegro se acercó lo suficiente para tomarlo de los hombros, deteniendo cualquier movimiento suyo.

—¿Te pareció bien?

—¿Qué?—murmuró incrédulo.

—¿Te pareció bien aliarte con Cellbit para matar a Spreen, Roier?

Abrió los ojos con sorpresa, viendo detenidamente al ajeno. Ni siquiera pudo responder.

—¿De qué mierda me hablas?

—No te hagas idiota.—el agarre sobre los hombros de Roier se intensificó.— Sé que Cellbit te dijo que yo estaba ahí... Y si, es verdad, yo estaba ahí.

Se quedó en total silencio, sorprendido de escuchar esas palabras saliendo de la boca de su primo, anonadado de escuchar una confesión qué muy en el fondo esperaba confirmar de él.

—¿Sabes? Tuve demasiada piedad con Cellbit.—murmuró Quackity con tranquilidad.— Pero tú vienes aquí, buscando, checando documentos privados de investigación y queriendo discutir donde menos te conviene.

No pudo soportarlo más, empujó con fuerza a Quackity lejos de él.

—Es que no lo puedo creer.—habló el castaño sin ninguna emoción.— Eres un hijo de perra.

—¡¿Yo?!—el pelinegro estalló en risas.— ¡TÚ TE METISTE CON MI PROMETIDO!

Quería decir algo, inclusive abrió la boca, pero no salió nada más que un breve jadeo.

—¿Sabes por qué te detesto tanto?—le cuestionó el abogado con ironía.— ¿La razón del por qué te odio tanto?

No respondió.

—Antes de que tú volvieras del extranjero luego de terminar tu carrera, yo me comprometí con Spreen.—Quackity frunció el ceño.— Y tú simplemente te metiste con Spreen.

—¡Él nunca me dijo que estaba comprometido contigo!—le reclamó.

—¡¿Y nunca se te ocurrió preguntar?!—enojado Quackity volvió a acercarse a él.— ¡¿Jamás te diste cuenta?!

—¡¿ENTONCES POR QUE NUNCA MIERDA ME DIJISTE NADA?!—le gritó.

—¡ROIER!—el pelinegro apuntó a su pecho, picando con fuerza con su dedo índice, haciéndolo retroceder.— ¡Claro que lo hice! ¡HIJO DE PERRA!

Un fuerte golpe se instaló en su mejilla.

—¡¿Y QUÉ HICISTE?!—Quackity volvió a golpear su mejilla.— ¡NADA!

Sus ojos permanecieron en el suelo, en completo silencio.

¿De qué mierda estaba hablando?

—Me fui un tiempo del maldito pueblo a atender casos, y cuando llego, me entero que te estabas metiendo con Spreen.—explicó.— Le reclamé a él y me dijo que todo era tu culpa, entonces te busqué en la fiesta de la cabaña, te confronté.

Su mirada volvió a la ajena. Se perdió en la furia de aquellos ojos.

—No tengo idea de que carajos me estás hablando.

Aquello no pareció ayudar en absoluto en la situación, al contrario. Pronto sintió como el pelinegro lo volvía a golpear, incluso con más fuerza.

Pero esta vez no se dejó, respondió a los golpes.

—¡No eres más que un maldito ofrece culos!—el abogado intentó sacarle el aire.— ¡¿Estabas tan borracho qué ni siquiera te acuerdas?!

Fue más hábil qué él contrario, tomó sus muñecas y forcejeó con él.

—¡QUACKITY, YA BASTA!

—¡NO! ¡ENFRENTA LO QUE HICISTE!

—¡NI SIQUIERA ME ACUERDO DE UN CARAJO DE ESA NOCHE!

El pelinegro no dudó en levantar su rodilla y clavarla justo en su estómago, haciéndolo agacharse ligeramente. Esa desventaja fue aprovechada por el abogado, quien no dudó en tirarlo al suelo y comenzar a patear su estómago con fuerza.

Con todas sus fuerzas se aferró a esa maldita carpeta. No le importaba qué comenzó a escupir sangre.

—¡TE ODIO, ROIER!

El intenso ruido no tardó en ser escuchado por el dueño de la casa, Wilbur. Para su fortuna, se escucharon sus pasos apresurados entrando por la entrada.

—¡¿Qué mierda haces, Quackity?!

—¡Lo que debí de hacer en un inicio!—siguió pateando.— ¡Agárralo en lo que yo busco un cuchillo!

—¡¿Qué?!

Cerró sus ojos debido al intenso dolor, reposando su cuerpo unos segundos en el suelo. Respiraba irregularmente, tratando de aclarar su mente y pararse.

Pero no podía.

Escuchó los ajetreados pasos de aquí por allá, los golpes en los muebles y como Quackity buscaba tan desesperado en la cocina mientras Wilbur trataba de hacerlo entrar en razón.

"Levántate" escuchó una voz muy bien conocida hablarle desde el marco de la puerta.

Tal vez era su lógica fallando o el estado mental tan crítico en este momento, pero en el momento en que abrió los ojos y observó a Spreen hablándole, supo que había algo terriblemente mal.

"¿Qué esperas? Te van a matar" volvió a hablarle.

—¿Qué carajos?—susurró con incredulidad.

"Ah, eres más tonto de lo que recordaba... Párate sin hacer ruido, Roier" le ordenó antes de voltear a sus espaldas y observar por unos segundos todo el caos fuera de la habitación.

Había algo en su interior qué le alentaba a seguir las instrucciones dadas. Algo que le decía que de lo contrario, no viviría.

Decidió seguir ese instinto y confiar en lo que sea que esa... Cosa fuera.

Con dificultad se levantó del suelo, tratando de hacer el menor ruido posible.

"Tienes que quemar este lugar hasta las cenizas, es la única forma que podrás irte" le indicó Spreen mientras selañaba la cocina "Incluso si te cuesta la vida, ¿me entiendes?"

Sus ojos se detuvieron en la cocina, inseguro.

—Tú me arruinaste, ¿y ahora me quieres ayudar?—rió sin gracia. Sentía sus sus ojos llorosos y su nariz escurriendo con sangre.

"¿Yo? Oh, no. Yo solo soy esa parte más jodida dentro de ti, tu subconsciente, el que tiene todos tus traumas, recuerdos olvidados y hasta tus padecimientos psiquiátricos" mencionó Spreen con indiferencia "Me veo de esta manera porque tu cerebro sabe que esta es la única manera en que reacciones".

Escuchaba pero no terminaba de entender. Se sentía enfermo.

Todo ese tiempo de crisis, problemas y cosas que arrastraba consigo estaba frente a él, pidiéndole incendiar la casa y a todos dentro de ella.

Quería vomitar.

Tal vez estaba exagerando su reacción. Pero no pensó dos veces en patear con fuerza a Quackity al verlo acercarse con un cuchillo y correr directamente a la cocina.

—¡ROIER!—lo llamaba Wilbur persiguiéndolo.

Ambos se adentraron a la cocina. Wilbur con la intención de detenerlo y él con la intención de hacer arder ese desagradable lugar.

—¡Todo este tiempo tú lo sabias!—le reclamó mientras tomaba el primer encendedor qué encontró.

—¡¿De qué hablas?!

—¡Ese maldito loco desapareció un niño y tú no hiciste nada!—encendió fuego y amenazó en quemar cualquier cosa inflamable que pudiera encontrar.

—¡Estás loco!

—¡NO! ¡Ustedes dos lo están!

Wilbur trataba de acercarse para quitarle el encendedor. Pero no pudo detenerlo en el momento que el fuego se extendió a una cajonera de madera.

La presencia de Quackity no tardó en volver a hacerse presente. Sostenía el cuchillo en su palma con tanta fuerza que su mano pareció enrojecer.

Ninguno dijo nada. No hubo siquiera un tiempo de reacción cuando la cocina comenzó a incendiarse y lo único que le importaba al pelinegro era apuñalarlo hasta la muerte.

Nada más importó.

Si todo se quemaba o se moría ahí mismo, no tenía más relevancia.

Pelearía hasta quemar ese lugar hasta las cenizas. Y con el, moriría una parte importante de su vida.

—Estoy cansado de esto.—murmuró mientras extendía los brazos frente al abogado.— Termina con esto.

Quackity apretó la mandíbula. Su respiración era irregular, y sus ojos brillaban con una mezcla de odio y satisfacción anticipada. Detrás de ellos, la figura de Wilbur permanecía inmóvil, observando la escena con una calma perturbadora, como un juez esperando el veredicto final.

—¿Tienes unas últimas palabras?—preguntó Quackity, con un tono cargado de ansias por culminar lo que había empezado.

Roier inhaló profundamente, pero el humo llenó sus pulmones, arrancándole un acceso de tos. Su mente se nublaba, las palabras se le escapaban. Sin embargo, en medio del caos, un pensamiento se aferró con fuerza.

—¿Qué hiciste con los cuerpos?—preguntó, su voz temblando pero clara.—¿Con Forever y Richarlysson?

Por un instante, el rostro de Quackity se endureció, pero pronto fue reemplazado por una sonrisa torcida. Una risa fría, casi mecánica, escapó de sus labios, reverberando en el cuarto como un eco siniestro.

—Forever está enterrado debajo de esta casa—reveló, cada palabra cayendo como un golpe en el pecho de Roier.—¿El niño?—continuó con indiferencia, haciendo un ademán despectivo con la mano que no sostenía el cuchillo.—La verdad, no sé si sigue vivo. Lo abandoné en un orfanato, en Nuevo México.

El corazón de Roier se detuvo por un instante. La ira y la desesperación se entremezclaron en su pecho, formando un nudo que lo dejó sin aliento. Por un momento, sintió que podría morir ahí mismo, dejar que todo terminara. Pero entonces, un pensamiento cruzó como un relámpago: Cellbit.

Si él moría, ¿quién le diría la verdad? ¿Quién le contaría lo que realmente había sucedido con Forever, con Richarlysson, con todo?

Una determinación renovada lo invadió, pero fue demasiado tarde. Quackity ya había decidido actuar.

Con un grito gutural, cargado de rabia y desesperación, Quackity corrió hacia él, su cuchillo brillando a la luz del fuego. Roier apenas tuvo tiempo de reaccionar; su cuerpo se movió por instinto, intentando esquivar, pero la velocidad de Quackity fue implacable.

El cuchillo se hundió en su costado, la hoja penetrando profundamente con un sonido húmedo y desgarrador. Roier gritó, el dolor ardiente extendiéndose por su cuerpo como un veneno. Sus piernas fallaron, y cayó de rodillas al suelo.

Quackity lo sujetó por el cabello, obligándolo a mirarlo a los ojos.

—¿Sabes qué es lo mejor de esto?—dijo con una sonrisa cruel, inclinándose para hablarle al oído.— Que todo esto fue tu culpa. Si hubieras aceptado lo que eras desde el principio, nada de esto habría pasado.

Roier jadeaba, su visión nublándose mientras el suelo bajo él se teñía de rojo con su sangre.

—¡Quackity, basta!—grita Wilbur, su voz perforando el rugido de las llamas. Da un paso adelante, pero se detiene al ver cómo Quackity presiona la hoja contra el costado de Roier.

—¡Tú no entiendes, Wilbur! ¡Esto tiene que acabar aquí!—responde Quackity, temblando, su rostro un cuadro de ira y desesperación.

Roier gime débilmente, su respiración entrecortada mientras la sangre fluye de su abdomen. Sus ojos encuentran los de Wilbur, llenos de algo que podría ser miedo... o resignación.

—¿Acabar? ¿Con esto? ¿Con él?—Wilbur sonríe, pero su sonrisa no es cálida ni reconfortante. Es fría, calculadora. Da un paso más, y el reflejo del fuego hace que sus ojos brillen como los de un depredador.— Sabes, Quackity... tienes razón.

Quackity parpadea, confundido. Su agarre sobre el cuchillo vacila.

—¿Qué... qué estás diciendo?

Wilbur avanza lentamente, sus movimientos medidos. Levanta las manos como si estuviera calmando a una bestia, pero sus palabras son afiladas como dagas.

—Estoy diciendo que tienes razón, pero también eres un idiota. ¿Creíste que podías hacer esto y salir limpio?—su voz se vuelve más fría con cada palabra, y cuando está lo suficientemente cerca, se inclina hacia Quackity, su rostro a solo unos centímetros.— Lo único peor que un traidor... es un testigo.

Antes de que Quackity pueda reaccionar, Wilbur lo empuja con fuerza. La sorpresa en el rostro de Quackity es casi cómica mientras pierde el equilibrio y cae hacia atrás... directo al fuego. Un grito desgarrador llena la habitación cuando las llamas lo envuelven, su silueta retorciéndose mientras el olor a carne quemada llena el aire.

Roier, jadeando, intenta moverse, pero el dolor lo mantiene clavado al suelo.

—Wilbur...—murmura con un hilo de voz, su rostro una mezcla de incredulidad y miedo.

Wilbur se acerca, sus pasos tranquilos, casi relajados, como si acabara de cumplir con un simple trámite. Se agacha junto a Roier, ignorando las llamas que ahora rodean la habitación.

—Shh... no hables. No tienes energía para eso.—dice con una suavidad escalofriante. Toma el cuchillo que Quackity dejó caer, aún manchado de sangre. Lo levanta, admirándolo por un momento como si fuera una obra de arte.— Sabes, siempre supe que esto terminaría así. Tú y yo, en este momento.

Roier intenta moverse, su cuerpo temblando de dolor, pero Wilbur lo detiene colocando una mano firme en su pecho.

—No luches, Roier. Hazlo fácil para los dos.

Las llamas rugen más alto, como si el fuego mismo estuviera ansioso por consumir todo lo que quedaba en la habitación. Wilbur levanta otro cuchillo, sus ojos clavados en los de Roier, disfrutando del momento.

—Adiós, Roier.

Oigan, la neta ya tenía esto escrito desde hace mucho, pero me quedé pensando sí sería bueno ya darle el final a la historia a raíz de este capítulo. Lo cierto es que originalmente todavía más capítulos planeados, pero creo que este es un clímax digno, para no alargar la historia tanto. 

Y sólo les diré que no puedo creer todo lo que desarrollé aquí, es bien macabro wey. 

La idea de las alucinaciones de Spreen y que al final resultara que Spreen fuera una parte más de él, una voz más, se me ocurrió gracias a que en esas fechas que escribí este capítulo estaba terminando de ver la serie de "You", donde pasa un plot twist bien cabrón con uno de los personajes y una doble personalidad que al final era él todo el tiempo. 

Entonces quise recrearlo, ¿cool, no?

pd: Si le traigo ganas de matar a Roier en alguno de mis fanfics, ¿ustedes creen qué es en este?

pd2: ¿a qué no se veían venir lo de Quackity y Spreen comprometidos? Ahí agregué unos detalles extras en este capítulo. 

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