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Capítulo 8

Viernes, 19 de febrero

—Bien —Lisa se sentó justo enfrente del escritorio de su jefa sosteniendo unos cuantos periódicos en sus brazos— Veinticuatro días no es un mes.

Roseanne ni se molestó en levantarla vista, sólo suspiró y extendió la mano.

—¿Qué? —preguntó con una voz que se situaba en algún lugar entre la decepción y la sorpresa.

—Te —dejó caer una copia del Washington Post en el escritorio delante de Roseanne—Lo —lo siguiente que dejó caer fue el New York Times— Dije —a continuación Los Ángeles Times. Finalmente dejó caer de golpe el resto de periódicos que cargaba.

Roseanne buscó entre ellos hasta que encontró The Columbus Dispatch.

—Oh mira. Están intentando adivinar que causó la explosión en la fábrica de pólvora —soltó un profundo suspiro. Se mordió los labios mientras se rascaba la cabeza con un dedo en gesto pensativo— ¿Podría haber sido... Ohh, no lo sé... La pólvora?

—La mitad superior de la portada, Sra. Listilla —Lisa desplegó el periódico y apuntó con el dedo y con la barbilla.

Roseanne dio un pequeño recorrido por la página en cuestión.

—Ah, ¿Te refieres a esa pequeñita columna, de apenas dos centímetros de larga, que anuncia que ha sido contratada una biógrafa? —resopló— Pues qué bien.

—Esa columna es amable contigo porque es un periódico de tu ciudad y lo sabes. El New York Post te está comparando con Bill Clinton y quiere saber si tú y Jennie están jugando a las casitas en la Casa Blanca.

Ella sonrió pícaramente.

—No, pero podías llamar a la Asociación Médica Americana y hacerles saber que no me importaría jugar a los médicos con... —Roseanne se mordió la lengua y miró a la sorprendida Lisa, que prácticamente tenía los ojos fuera de las órbitas— No has oído nada —le dijo amenazándole con el dedo— ¡Yo no he dicho eso!

—¡Oh, sí que lo he oído! ¡Y... Sí que lo has dicho! —nerviosamente se ajustó el blazer. Esto no era bueno, de hecho, era muy malo— Roseanneeee —pronunció su nombre amenazadoramente.

—¿Qué pasó con Sra. Presidenta? Dios, incluso prefería Wonder Woman a ese Roseanneeee —Roseanne imitó su tono de preocupación perfectamente.

—¿Qué me estás diciendo con esto?

Su voz era tranquila, y Roseanne se sintió como una niña atrapada con las manos dentro de la caja de galletas...

—Nada, lo juro —en vez de cruzar los dedos cruzó su corazón— No está pasando nada; no va a pasar nada —Roseanne frunció el ceño, incapaz de controlar cómo se sentía ante esa posibilidad— Ella está escribiendo un libro, y yo soy la protagonista de ese libro. Final de la historia.

—Yo creo que no te quejas demasiado —Lisa apartó la taza de café que había delante de Roseanne y se inclinó sobre la Presidenta— Algo está pasando entre tú y Jennie Kim, ¿verdad?

—No —ella le miró firmemente.

Ella estudió su cara. Le estaba diciendo la verdad, más o menos.

—¿Quieres que pase algo entre tú y Jennie Kim? — Lisa preguntó, eligiendo cuidadosamente las palabras para que no se pudiera escapar.

Los ojos de Roseanne se abrieron como platos. Ella no esperaba esa pregunta. Maldita seas, Lisa.

—No —después sacudió la cabeza, sabiendo que eso era una mentira— Quiero decir, sí —pero eso tampoco era del todo cierto— Mierda, quiero decir... "tal vez " —dios hablo como una Demócrata— No lo sé, Lisa.

La mirada de Lisa se suavizó al observar la confusión y la angustia en la cara de su amiga. Se reclinó un poco, sentándose sobre el borde de la mesa mientras esperaba que Roseanne continuará.

—Sólo sé que cuando estoy en una habitación con ella, me siento como una tonta quinceañera. Pienso en ella todo el tiempo. Me pregunto qué estará haciendo, qué estará pensando —por qué siempre huele tan bien, qué lleva puesto añadió para sí misma. Roseanne se sentó, girando el sillón hacia la ventana para observar el cielo nublado— Creo que he estado sola tanto tiempo que había olvidado cómo era pasar el rato con alguien que te hiciera sentir a gusto... Confortable... Jennie no quiere nada de mí que no sea hablar sobre mí. Quiero decir que... Sé que sólo está haciendo su trabajo. Pero a veces parece algo más. Como si de verdad le importara lo que creo y siento. No es como si me estuviera observando y estudiando para el libro.

Lisa soltó un bufido de frustración: No quería ver a su amiga dolida, y Jennie, sin saberlo, podía acabar con su carrera y con su corazón. Pero, por otro lado, era hora de que Roseanne empezara a vivir otra vez. Hyeri había sido el amor de su vida, pero esa vida se había terminado. Roseanne había empezado una nueva en el momento en que su mujer murió. Lisa estaba de acuerdo con el hecho de que estaba bien volver a sentir de nuevo... Incluso aunque el momento y las circunstancias no fueran las mejores del mundo.

—¿Se siente uno bien... Eh?

Ella asintió sin girarse, pero Lisa pudo observar una frágil sonrisa reflejada en la ventana.

—Sí —admitió suavemente— Ya lo creo.

Lisa dio la conversación por terminada, lo que no era muy difícil cuando Roseanne estaba pensando en algo. Se mordió el borde del bigote durante un momento, y cuando iba a hablar de nuevo, tocaron a la puerta y Tzuyu entró en el despacho.

—Siento la interrupción, Sra. Presidenta —Tzuyu se miró el reloj por octava vez en los últimos cinco minutos— Es hora de la conferencia de prensa.

—No hagas que esa chica necesite un tranquilizante —dijo Miyeon desde algún lugar detrás de Tzuyu.

Tzuyu sonrió. Miyeon se atrevía a decirle cualquier cosa a su jefa, y, para Tzuyu, la secretaria de Park era como una diosa de primer orden.

Roseanne entornó los ojos.

—Claro. Por supuesto —se giró y cogió su chaqueta de la percha pasándosela a Lisa. Era como un ritual, Lisa la sostenía mientras ella se metía dentro. Acto seguido ella se la abotonaba mientras Lisa le arreglaba el cuello. Era un gesto simple que hablaba del afecto y la amistad que ambas compartían. Roseanne había hecho lo mismo para Lisa en incontables ocasiones.

La presidenta cogió unos folios de una carpeta negra.

—Manda un ejemplar de cada uno a Jennie —dijo refiriéndose a los periódicos— No quiero que esté ajena a esto. Y... ¿Podrías decirle que siento todo esto?

Lisa asintió.

—Ya lo he hecho. Y le he pedido que no asistiera a la conferencia de prensa hoy. Le dije que la llamarías en cuanto acabara...

—Buena chica. Sabía que había una razón para contratarte.

—Sí. Mi encantadora personalidad y mi buena presencia.

Roseanne estalló en carcajadas. Pellizcó a Lisa en la barriga, haciendo que esta se arrepintiera instantáneamente de desayunar todos los días en McDonald's.

—No, es porque eres la que mejor lleva todos los asuntos, y ambas lo sabemos —Roseanne salió y cogió las tarjetas de Tzuyu y se las metió al bolsillo.

—¿Me estás diciendo que no tengo buena presencia? —Lisa cuadró los hombros indignada y arrugó la nariz.

Roseanne sonrió

—Yo nunca diría eso. Jisoo me patearía el trasero si escucha que le dije eso a su esposa.

—Sra. Presidenta, nos tenemos que ir ya —le recordó Tzuyu.

[🗽]

Jennie abrió el papel doblado. Su boca todavía estaba abierta debido al último artículo que había leído. Aunque era imposible, su cara se volvió de un rojo más fuerte cuando divisó las siguientes palabras.

—¿Jugar a casitas? ¿El pequeño juguete de la Presidenta?

Hizo una bola con el papel y lo arrojó al suelo donde una cantidad de pelotas similares cubrían los pies de la cama.

—¡Aahhhhhhhh... babosos hijos de &%$! —acto seguido observó quién firmaba el artículo y resopló enfadada— ¡Eras una idiota en el instituto, Lee! ¡Y lo sigues siendo!

Kuma aulló y se escondió bajo la almohada de Jennie.

Una voz inexpresiva sonó por toda la habitación.

—Tiempo estimado para la conferencia de prensa, un minuto. Activar imagen.

—¡Activación autorizada... Ummmm... Mierda... 186... Emmm, 1868... Agh! Pausar activación.

Intentó recordar el número. Taehyung le había informado de que los cuatros últimos números de su seguridad social eran una contraseña inaceptable y había insistido en que eligiera otra. Jennie aceptó sólo para que se callara y se fuera de la habitación. Se había arrepentido desde entonces.

Cogiendo a Kuma por las piernas de atrás, lo sacó de debajo de la almohada.

—Sal... —acarició una temblorosa pierna mientras seguía intentando sacarlo de donde estaba— ¡Sal de ahí cobarde! ¡No estoy enfadada contigo!

Una vez que lo liberó, lo sujetó bien y le miró el collar. Las tachuelas brillantes se reflejaban en sus gafas. Levantó la voz y leyó su número de licencia. Activación autorizada 1868GH89ZDC

¡Que alguien intente adivinar ese código! Pensó desafiante.

La imagen de video tomó la forma de una impresionante Roseanne, la cual estaba justo al lado de la Secretaria de Prensa Kang, a unos cuantos metros del podio de la sala de prensa, y justo enfrente del escritorio de Jennie. La escritora pensó que la imagen que una vez le había parecido tan vívida e intensa, ahora se quedaba corta en comparación con la mujer real. Además, ella estaba drogada aquella vez.

Kuma empezó a ladrar a la mujer rubia. Incluso en la mejor de las circunstancias, no podía evitar mostrarse "feroz" con ella.

—¡Para! —Jennie colocó la mano alrededor del hocico del animal y lo puso sobre sus piernas—Y por última vez, tú no puedes morder eso... Es sólo una imagen.

Él le dirigió una esperanzada mirada mientras movía el rabo sin parar.

Jennie entornó los ojos.

—No puedes morder a la real tampoco. Ahora tranquilo que va a empezar —ausentemente besó la cabeza del animal y cruzó las piernas
al estilo indio— Roseanne se ocupará de esto — asintió Jennie— Ellos no saben lo que se les viene encima.

Roseanne se desplazaba hacia adelante y hacia atrás mientras esperaba que la Secretaria de Prensa la anunciara. No podía evitar preguntarse cómo se estaba tomando Jennie esta noticia. Jennie es una mujer razonable y madura. Entenderá que esto es inevitable y que realmente no podía ser solucionado.

—¡Despelléjalos a tiras, Roseanne! —coreó Jennie

—Damas y caballeros, la Presidenta Park responderá algunas preguntas sobre los temas que hemos tratado esta mañana... —la Secretaria de Prensa Kang, ajustó el micro al podio para que fuera más cómodo para la altura de Roseanne.

Roseanne salió, y las cámaras se fijaron en ella. Cuando tomó su lugar, su mirada inconscientemente se dirigió al lugar donde solía estar Jennie. Aguantando la respiración y esperando que la decepción no se mostrara en su cara, Roseanne saludó a la prensa.

—Buenos días.

Murmullos de "Sra. Presidenta" y "buenos días" le respondieron.

Roseanne colocó sus notas en el podio.

—Empecemos con el tema del Registro de ADN, ¿de acuerdo? —apuntó a un hombre de la sala y sonrió— Pregunta, Bill. Sé que estas deseando saber sobre esto.

El calvo reportero del Chicago Tribune se levantó y ajustó la grabadora, dudando durante unos segundos sobre hacer o no la pregunta.

—De hecho, Sra. Presidenta... ¿Qué nos puede decir sobre Jennie Kim?

Jennie gruñó fuertemente.

—Ponlo en su sitio, Roseanne.

La expresión de Roseanne se endureció un poco, pero contestó elegantemente.

—Es una muy talentosa biógrafa, y estoy encantada de que aceptara a escribir la mía.

—¿Qué? —exclamó Jennie a la imagen de Roseanne. Soltó a Kuma, el cual corrió a esconderse otra vez— ¿Eso es todo? —el tono de la escritora era incrédulo— ¿Eso es todo lo que vas a decir?

Roseanne hizo un gesto a una mujer que estaba en medio de la sala.

—Vamos, Kathleen. Estoy segura de que tú puedes hacerlo mejor.

La corresponsal de la CNN se levantó, apartando un pequeño mechón de sus ojos.

—No estoy segura de eso, Sra. Presidenta. Quizá usted podría darnos algunos detalles como... ¿Cuándo se mudó la Srta. Kim a la Casa Blanca? O... ¿Por qué fue instalada en las habitaciones VIP? ¿Por qué en la residencia? No hubo un comunicado a la prensa sobre eso. ¿Qué están escondiendo?

—¡Nada idiota! ¡No estamos escondiendo nada! —Jennie se quitó las gafas y las tiró a la cama.

Roseanne miró fríamente a la reportera de la CNN.

—Sólo porque no comunique cada detalle de mi vida privada a la prensa, no significa que esté escondiendo algo —añadió Roseanne.

—Oh, Dios mío —murmuró Jennie, tapándose la cara con las manos.

La Secretaria de Prensa Kang, que estaba esperando detrás, cerró los ojos mientras soltó una serie de improperios. Se giró hacia Lisa.

—Dime que no ha dicho la palabra "privada"

Lisa contestó.

—No creo que pretendiera decir lo que hemos entendido... —negó con la cabeza— Salimos de Guatemala y nos metemos en Guatepeor, amiga mía.

Roseanne supo inmediatamente que había metido la pata, y no fue sólo porque la sala estallara en preguntas.

—¿Dónde conoció a la Srta. Kim?

—¿Desde cuándo la conoce?

—¿Cómo es intentar tener una cita como Presidenta de los Estados Unidos?

—¿Es realmente castaña?

Dos ojos marrones desaparecieron en el pelo de Jennie.

—Nunca tendrán el placer de saberlo, amigos —contestó enfadada.

Roseanne silenciosamente soportó el aluvión de preguntas. Consideraba que lo que ocurriera en su residencia privada era privado, a pesar del hecho de que Jennie estuviera allí como profesional. Pero ¿Por qué no tengo la impresión de que la prensa piense de la misma manera? ¡Mierda!

—¿Le cae bien a sus hijos? ¿Cómo se sienten ellos ante el hecho de que viva con ustedes?

Con esa pregunta, las mejillas de Roseanne se encendieron a la vez que soltaba un profundo suspiro justo antes de contestar.

—Señoras y caballeros, sé que la Secretaria de Prensa Kang vino aquí y les dio un panfleto sobre cinco partes importantes de la legislación. Estoy trabajando en eso. Vine aquí para contestar preguntas sobre esos y otros asuntos importantes que atañen a nuestra nación

Los ojos de Jennie estaban clavados en Roseanne.

—No he venido para contestar preguntas sobre algo que no tiene interés...

—¿Que no tiene interés? —Jennie saltó tirando sus gafas contra el suelo— He sido crucificada en todos los periódicos del país, y ¿no tiene interés? —le gritó al holograma de Roseanne—¡Muchas gracias!

Un coro de voces protestó y Roseanne levantó sus manos para callarlos.

—Estoy muy segura, que el pueblo americano está mucho más interesado en cómo pretendo hacer posible que los niños tengan un buen servicio médico. O en si habrá o no un programa de seguridad social cuando acabe mi presidencia.

La Secretaria de Prensa y Lisa se miraron mutuamente, entornando los ojos simultáneamente.

—Y cuando estén dispuestos a hablar sobre esas cosas, háganselo saber a la Secretaria de Prensa Kang y volveré. Nuestra actual serie de preguntas es una pérdida de mi tiempo y de dinero público. Que tengan un buen día, damas y caballeros.

Y con eso, abandonó la sala. Necesito ver a Jennie.

Jennie estaba sentada en su cama con la cabeza entre sus manos. Su carrera se estaba desmoronando. ¿Qué era una historiadora y biógrafa en la que no se podía confiar para ser objetiva y honesta? Nada. Dios, voy a acabar escribiendo la vida de Ricky Martin. Lo sé.

La mujer castaña oyó como tocaban a la puerta.

—Vete.

Roseanne presionó la frente contra la puerta de Jennie. No le importaba si la veía alguien.

—Jennie, por favor, dame un momento.

—Has tenido tu momento. Y, si no recuerdo mal, decidiste no hacer ningún comentario —pero a pesar de ella misma, se sentía atraída hacia la puerta. Dio varios pasos hacia ella, pero decidió que aún no estaba preparada para ver a Roseanne. En lugar de eso, se cayó sobre la mesa de café, haciendo que esta se desplomara por su peso.

Roseanne golpeó la puerta varias veces más, la cual había acudido en su ayuda cuando oyó el estruendo. Cuando esta había vuelto a su posición, preguntó suavemente.

—¿Estas bien? —dios, es tonta—Venga, déjame pasar, por favor. Al menos deja que me disculpe cara a cara...

Jennie se levantó del suelo. Genial. Ahí van a ir a parar mis próximos diez cheques. Espero que a Kuma le guste la comida para perros sin marca. Su mirada viajó hasta la puerta. Roseanne parecía sincera. Cruzó la habitación y abrió la puerta sólo un poco.

—¿Sí?

Ahora que estaban cara a cara, Roseanne se encontró sin palabras. Pero al mirar esos brillantes ojos marrones la frase le salió rápidamente.

—Lo siento.

Jennie sintió una punzada en el pecho cuando vio el arrepentimiento dibujado en la cara de Roseanne, y luchó contra la urgencia de aceptar las disculpas de Roseanne inmediatamente. Pero las palabras de la conferencia de prensa estaban todavía en la mente de la escritora. Le dio la espalda a la escritora y caminó por la habitación.

—¿Por qué te disculpas por algo de tan poca importancia como la carrera que me he estado labrando durante toda mi vida, Presidenta Park?

Roseanne se estremeció ante el frío tono en el que Jennie pronunció su cargo. Por no mencionar el hecho de que no disfrutaba que sus propias palabras se volvieran contra ella. Paciencia.

—Sí —suspiró— Sé que eso sonó mal. Jennie, yo no quería decir, ni siquiera dar a entender, que tu carrera no fuera importante. Sólo que era un asunto en el cual el pueblo no tenía por qué inmiscuirse. Lo siento.

Jennie sacudió la cabeza. Las disculpas eran buenas, pero Roseanne parecía no comprender lo que esto significaba para ambas.

—Yo observo, escribo lo que veo. ¡No puedo ser un objeto de especulación! —¿Tan ciega estoy que no he visto esto venir?— Tenías una oportunidad para acabar con todo esto, y no lo hiciste. Me prometiste que me ibas a apoyar, y no lo has hecho. Si no soy creíble, soy inservible como tu biógrafa.

La Presidenta se mantuvo firme mientras las acusaciones de Jennie la golpeaban.

—¡Tú no eres inservible, y nunca lo serás! Jennie, si yo me tomo esto como algo importante e intento explicarlo, no desaparecerá. Lo mejor que se puede hacer es dejar que siga su curso, y que muera lentamente. Confía en mí, mañana... Bueno vale, quizás no mañana, pero la semana que viene o el mes que viene, esto sólo será un recuerdo, y el mundo se volcará en otros cotilleos...

Roseanne ignoró los hombros caídos de Jennie y siguió presionando, cuando lo que realmente quería hacer era darle un abrazo.

—¿No me has estado observado estos días? ¿No has visto como a veces saltaba de un tema a otro tan rápido que a veces me sentía como un canguro? Si no te has dado cuenta, quizás no eres la persona que buscaba para este trabajo...

La mujer de pelo castaño apretó su mandíbula durante unos segundos, después soltó un fuerte suspiro. No quería decir la siguiente frase, pero sabía que tenía que hacerlo.

—No estamos implicadas en nada y ... Bien... Por supuesto... No eres una prisionera. Eres libre de marcharte en cualquier momento con las más altas recomendaciones que te pueda ofrecer.

Los hombros de Jennie cayeron aún más, y Roseanne sintió como sus tripas se revolvían ante la certeza de lo que había causado.

—Sólo quiero que sepas que siento todo lo que ha pasado. Yo nunca te haría daño intencionadamente, Jennie. Por favor, créeme.

La escritora cerró los ojos ante las palabras de Roseanne. Nunca había culpado a Roseanne de lo sucedido, sólo de no solucionarlo de una manera distinta. ¿O sólo estaba decepcionada porque no lo solucionó a su manera?

—¿Marcharme? —susurró débilmente. ¿Quería irse? No. Lo que ella quería era que el día empezara de nuevo, y no tener una pila de periódicos y una sala llena de periodistas, preguntando sobre su moralidad y profesionalidad.

Su enfado empezó a disolverse, y cuando se giró y miró a unos afectados ojos chocolate, los suyos se llenaron de lágrimas.

—Pero no hemos hecho nada malo. ¡No es justo! —sabía lo infantil que sonaba, pero en ese momento no le importaba. Era la verdad.

Los labios de Roseanne se curvaron en una sonrisa triste.

—Sé que eso es la verdad, y tú también. Eso es todo lo que importa, porque mañana ya no seremos noticia... —se mordió el labio, pero no podía dejar de hacer la pregunta que le quemaba en la lengua— ¿Sería muy horrible para ti? Quiero decir... Que la gente pensara que hubiera algo entre nosotras. Dejando de lado lo del trabajo.

Jennie negó con la cabeza mientras se le escapaban unas cuantas lágrimas. Se las secó enfadada, odiaba que su primera reacción cuando se enfadaba fuera gritar. La segunda era llorar. Y, para colmo de males, Roseanne había presenciado ambas.

—Yo... Um... —¿Le estaba preguntando si le molestaba por el hecho de ser las dos mujeres? No estaba muy segura, pero lo supuso— No es eso.

La voz de Roseanne era ahora más suave. Recorrió los últimos pasos que la separaban de ella, no deteniéndose hasta que estaba lo suficientemente cerca como para observar las brillantes lágrimas que aún reposaban en sus pestañas...

— Es duro que todo lo que haces sea observado y estudiado bajo un microscopio. Confía en mí, lo sé. Sólo necesito que creas que lo siento de verdad...

Suspiró fuertemente.

—Si te quieres resignar, lo entenderé. Y me aseguraré de que Seulgi de un comunicado a la prensa explicando las cosas. Sólo hazme saber lo que quieres. En cualquier caso, si hay algo que pueda hacer, házmelo saber también.

Sus ojos se cerraron, y Jennie se sintió incapaz de romper la intensa mirada de Roseanne.

—¿Es eso... Quiero decir... Quieres que me resigne? —nunca había estado tan cerca de Roseanne y sintió un inexplicable deseo de acercarse incluso más.

Roseanne negó con la cabeza.

—No. Eso es la última cosa que quiero. Lo que deseo es que estés feliz y cómoda aquí.

Jennie asintió. No sabía si todavía era posible, pero estaba determinada a intentarlo. La escritora levantó la mirada.

—No me rindo fácilmente, Roseanne —se apartó las lágrimas que le quedaban.

Roseanne movió las manos cuidadosamente, y tan despacio que Jennie pudo notar su temblor.

—Ya lo sé. ¿Por qué crees que te quería a ti?

Jennie sonrió cuando unos suaves dedos acariciaron sus mejillas, secando gentilmente sus lágrimas. Se río nerviosa, inclinándose inconscientemente ante la caricia de Roseanne.

—¿Hemos discutido? Vale. Porque acabo de descubrir que odio discutir contigo —Roseanne sonrió, el alivio que sentía la hizo incluso marearse.

Permanecieron ahí, inmóviles durante un momento, y finalmente Roseanne apartó la mano de la mejilla de Jennie.

—A veces, después de discutir con una amiga, un abrazo se agradece mucho —Roseanne no estaba segura si se estaba adentrando en terrenos pantanosos con la escritora.

Jennie no necesitó ninguna invitación. Se inclinó rodeando con sus manos la sólida figura de Roseanne, suspirando aliviada cuando la presidenta la correspondió con un abrazo aún más fuerte. Su cara estaba contra la camiseta de Roseanne, y su corazón iba a mil. Pero también pudo notar como el pulso de Roseanne no era muy diferente al suyo. En esa posición tan agradable, respiró profundamente y percibió el delicado perfume de la Presidenta.

Oh, Dios. Roseanne presionó su cara contra el suave pelo de Jennie. Esperaba que la mujer no pudiera sentir su corazón, el cual estaba a punto de salirse del pecho. Apretó a Jennie un poco más y entonces se dio cuenta de que los dos o tres segundos que duraba un abrazo amistoso se habían acabado y tendría que soltar a Jennie. Roseanne estaba a punto de hablar cuando la puerta de Jennie se abrió. Cuando levantó la vista encontró a Félix y Soobin plantados mirándolas.

La mirada de Jennie voló hacia la puerta y se quedó sin saber que hacer mientras los niños seguían mirando, ignorantes de la tensión que había a su alrededor.

—El perro —susurró Roseanne a Jennie en el oído. Su cálido aliento causó un suave temblor en la escritora— Están aquí por él.

Jennie silbó de repente, y Kuma asomó la cabeza por debajo de la cama. Este vio a Roseanne y ladró.

—¡Kuma! —los niños gritaron felizmente.

El perro atravesó la habitación. Pero no sin parar antes enfrente de Roseanne y ladrarle de nuevo. Acto seguido, corrió hacia los niños, quienes inmediatamente empezaron a jugar con él, olvidándose del hecho de que su madre y Jennie estuvieran todavía envueltas en un holgado abrazo.

—¡Es increíble! ¡Kuma los hipnotiza!

—Es verdad. Mis hijos son esclavos del culto a Kuma.

Ambas estallaron en carcajadas y se soltaron mutuamente. Roseanne observó la mesa rota.

—La próxima vez que te enfades conmigo, deberías pegarme a mí. Dudo ser tan valiosa como esa mesa.

—Oh, Dios mío —Jennie exclamó marcando aún más su acento sureño— ¿En cuánto está valorada? No es que me interese. Pero seguro que Kim Taehyung me pasa una factura, por eso debo saberlo.

Los ojos de Jennie se abrieron de golpe.

—Era —dijo débilmente. Debería no haberse levantado esta mañana de la cama. Bueno excepto por ese abrazo. Se levantaría cualquier día a cambio de uno de esos.

—Sí. Era... —Roseanne prosiguió— Oí que le hicieron una tasación el año pasado. Era muy cara para asegurarla.

Jennie pudo percibir una sonrisa en el rostro de Roseanne.

—¿Tasación... eh? —su tono era escéptico.

Roseanne se río.

—De acuerdo, ¿te haría sentir mejor saber que la compré en un mercadillo cuando iba a la universidad, pagué por ella cuatro dólares y la pulí yo misma? Vino conmigo desde Ohio.

—¡Tramposa! ¿Significa eso que no voy a tener que vender un riñón?

—Nada de riñón. Pero me debes cuatro pavos.

***

—Vamos entra —Jennie abrió la puerta de su habitación. Una suave luz amarilla que había dejado encendida iluminaba la estancia— Te va a encantar esta foto. La saqué a la hora de comer. Estaba dando un discurso al Congreso.

Las cejas de Roseanne se arquearon a más no poder.

—¿Somi? Por favor dime que no es Republicana.

Las mujeres se detuvieron delante del escritorio de Jennie. La mujer más baja sonrió y le tendió a Roseanne la foto.

—Uhh Huh.

Roseanne sonrió y mantuvo la foto al nivel de sus ojos.

—Por eso lleva puesta mi chaqueta —la prenda llegaba prácticamente hasta el suelo en el cuerpo de esa niña de siete años. Las mangas le colgaban de modo que las manos eran invisibles— Es tan guapa.

—Es igual que tú.

Roseanne sintió como el rubor se subía por la cara.

—Supongo —admitió tímidamente, aunque Jennie pudo oír el orgullo que emanaba su voz— Hyeri siempre me decía lo mismo —Roseanne se detuvo de golpe como si hubiera dicho algo malo. Sintió un deje de culpa. Se dio cuenta de que no había pensado en Hyeri durante días... No había dicho su nombre en semanas. Las lágrimas llenaron sus ojos, saliendo tan rápido que apenas las pudo detener.

Jennie acarició suavemente el brazo de Roseanne.

—La echas mucho de menos, estoy segura —sonrió.

Cuando Jennie se divorció de su ex-marido, no hubo lágrimas. Ella estaba más decepcionada por haber fallado en el funcionamiento del matrimonio que por perder a su marido. Mirando a Roseanne, Jennie se sintió un poco avergonzada por no haber experimentado nunca la pérdida que evidenciaba la cara de la Presidenta.

Roseanne asintió.

—Era una persona muy especial. Pero el mundo sigue su curso —aunque le haya tomado mucho tiempo descubrirlo. Sus ojos se clavaron en los de Jennie— No creo que haya nacido para vivir sola —una esperanzadora sonrisa se dibujó en su cara— Es más divertido vivir con alguien.

—Depende de ese alguien —dijo seriamente Jennie.

La voz de Roseanne era igual de seria...

—Sí, depende.

Una educada voz femenina rompió el silencio de la habitación, y Jennie miró hacia la pantalla azul.

—Llamada entrante del (865) 555-9537. Llamada de papá desde un teléfono móvil. Causa: emergencia.

Jennie contuvo la respiración. Las llamadas de emergencia no sonaban en el teléfono. Una voz automatizada las respondía. Y había tenido el móvil apagado todo el día. Aunque ella llamaba a su casa una vez al mes, nunca había recibido una llamada de larga distancia de sus padres. No importándole la presencia de Roseanne en la habitación, aceptó la llamada.

—¿Jennie? —una voz de hombre con un acento mucho más pronunciado que el de la escritora irrumpió en la habitación.

—¿Qué pasa, Papá? ¿Es mamá?

Roseanne rodeó a Jennie por la cintura, uniéndose para recibir malas noticias. Por favor que no se haya muerto nadie. Pidió Roseanne.

Hubo una larga pausa, después un suspiro.

—Ha estado en cama toda la semana. Ya la conoces.

Jennie parecía preocupada, y Roseanne quería preguntarle sobre su madre, pero el padre de Jennie habló antes de que pudiera.

—¡Por todos los cielos, niña! He estado intentando comunicarme contigo desde esta mañana. ¿Sabes qué hora es?

—Sé que es tarde. Acabo de volver a mi habitación...

—¿Es que esa señorita Presidenta no te deja dormir?

Esto lo dice un hombre que se levantaba todos los días a las 4: 30 de la mañana para trabajar.

—No importa eso ahora, papá. ¿Qué sucede?

—Te diré lo que sucede —citó completamente la columna del The Revealer, y las dos mujeres sintieron vergüenza ajena. El periódico había usado la frase "gatita lista y deseosa de sexo"—¡Todo el mundo está hablando de eso! Nuestro teléfono ha estado sonando todo el día. He tenido que desconectar esa cosa. ¡Y ahora hay un grupo de periodistas aparcado en nuestro jardín y no se van!

—Oh, papá, lo siento mucho. Nosotras nunca quisimos que pasara esto. Y por milésima vez, dile a mamá que deje de leer esa basura —aunque no es que los periódicos "respetables" fueran mucho mejor...

—¿Nosotras? —esa pregunta fue formulada con tanto rencor como era posible. No era posible que esto fuera verdad— ¿A quién te refieres exactamente con ese "nosotras"?

—Ummm... —Jennie intentó decir algo, sintiéndose culpable a pesar de que ni ella ni Roseanne habían hecho nada malo.

—Niña, ¿estás viviendo ahí? ¿En la Casa Blanca?

—Sorpresa —añadió dudosa— Se los iba a decir el próximo fin de semana cuando llamara.

—¿No se lo habías dicho? —le susurró Roseanne en el oído

Jennie se encogió de hombros un poco a la defensiva y se alejó de Roseanne. Ella había estado fuera cerca de dos años, haciendo la biografía del Cardenal Kim y a ellos nunca les importó en qué lugar estaba exactamente. Nunca le preguntaron la dirección. Estaban contentos con el hecho de tener el número de teléfono, aunque nunca lo usaron. De modo que no se le había ocurrido hacerles saber nada de su exacta ubicación en Washington D. C.

Hubo una pausa mientras Alejandro Kim cubría el auricular con su mano.

—Te dije que te alejarás de esos arbustos, ¡maldita sea!

Jennie miró a Roseanne alarmada cuando oyó el inequívoco sonido de su padre cargando la escopeta.

—Sr. Kim, soy Roseanne Park —intervino Roseanne— Por favor, no dispare a la prensa. Me aseguraré de que la policía local los mantenga fuera de su propiedad.

—¡Sí, claro! Y yo soy el Rey de Francia.

Jennie se tapó la boca, conteniendo una sonora carcajada.

—Yo... Um... Pero yo sí soy Roseanne Park —Roseanne persistió indignada.

—Niña, esto no es cosa de risa. Y para de hacer esa voz tan profunda y grave como si fuera la de un hombre. Creía que eras demasiado mayor para esos
juegos.

Dos cejas se curvaron en señal de asombro. Roseanne se puso las manos en la cintura y susurró.

—¿Como un hombre? —preguntó a Jennie, la cual estaba contendiendo sin éxito la risa.

—Papá, es realmente la Presidenta Park —dijo finalmente Jennie cuando pudo recuperar el aliento. Se dirigió a Roseanne— Di algo mientras estoy hablando, así me creerá.

—Sr. Kim, de verdad que soy yo. Roseanne Park habló sobre la renovada risa de Jennie.

—¿No bromea?

—No bromeo —replicó educadamente, ahora era ella la que sonreía.

—Bien, entonces Sra. Presidenta, sólo tengo una pregunta que para usted.

—¡¿Qué demonios está haciendo en la habitación de mi hija a las 11:30 de la noche?!

Los ojos de Roseanne se abrieron ante el tono del hombre.

Oh, Dios.

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