Capítulo 13
—Vamos, dame un abrazo —Roseanne estaba de rodillas con los niños.
Las miradas de desilusión en sus caras desgarraron a Jennie de un modo que nunca creyó posible. Dios, ¿Es siempre así? ¡Yo nunca sería capaz de irme a ningún sitio!
—¿Vas a estar mucho tiempo? —preguntó Félix con su cara escondida en el largo pelo de Roseanne.
—Sólo estaré el tiempo estrictamente necesario, compañero. Ya lo sabes. Estaré de vuelta tan pronto como pueda.
—Te echaré de menos —Soobin le dio un beso en la mejilla y Roseanne lo envolvió con su otro brazo.
—Yo también los voy a echar de menos chicos. Y les prometo que cuando venga, tendremos pizza y películas de Disney todo el día el primer domingo, ¿vale?
—¿Pueden Jennie y Kuku ver las películas y comer pizza también? —preguntó Félix, colocándose las gafas y mirando a Jennie con una tímida sonrisa. Roseanne miró a la escritora, dirigiéndole una pequeña sonrisa. Así que has embrujado a mis hijos también, ¿eh?
—Si ella quiere —sus ojos se clavaron en los de Jennie con la misma adoración con la que la estaba mirando Félix— Pero se lo tendrás que preguntar tú mismo.
Antes de que Félix pudiera abrir la boca, Jennie contestó. Mantuvo la mirada penetrante de Roseanne mientras hablaba.
—No me lo perdería por nada del mundo. Me encanta pasar tiempo con ustedes chicos —se oyó a sí misma decir. Huh. Es verdad. Jongin moriría de un ataque al corazón si me oyera decir esto. Bajó la mirada hacia Félix y le dijo apuntando con el dedo en señal de advertencia— Pero pizza para Kuma no, que le hace eructar.
Roseanne hizo una mueca de dolor al oír el nombre del perro.
—Hablando de Kuma —esa odiosa pequeña bola de pelo— Jennie va a necesitar que alguien lo cuide mientras no estamos, y estamos de acuerdo en que sean ustedes quien lo haga, si están de acuerdo claro. ¿Qué dicen?
Los niños gritaron, pero Somi, que permanecía al lado de Jihyo, solo se encogió de hombros evasivamente. Roseanne se levantó y se dirigió hacia su hija.
—Venga, Moppet —se inclinó en gesto de súplica— Tú eres la mayor, tienes que estar de acuerdo también.
—Vale —Somi intentó sonreír, pero sin éxito.
Roseanne se inclinó y rozó la nariz con la de su hija.
—Tengo una sorpresa para ti.
Sin poderlos controlar, los ojos de Somi brillaron con un renacido interés.
—¿Sí?
—Síp —Roseanne silbó y la puerta se abrió. Kuma entró en la habitación seguido de cierta antigua miembro de la policía estatal de Ohio, que finalmente había sido aceptada para unirse al Servicio Secreto. Los ojos de Somi se abrieron como platos cuando vieron a su amiga.
—¡Joy! —corrió a través de Roseanne, sus hermanos y Jennie para abrazar a la mujer por la cintura, apretando tanto como podía. Roseanne dio gracias a Dios por haber hecho finalmente algo que hiciera sonreír a Somi. Sabía que había sido un invierno difícil para la niña.
Roseanne le preguntó a Jihyo.
—¿Estás segura de que quieres hacer de niñera de un perro también?
—Pss, ¿Por qué no? He estado cuidándote a ti durante cuatro años. El perro por lo menos me escuchará —la mujer mayor le dio una juguetona palmada a la Presidenta en las costillas.
—Te lo agradezco mucho, Jihyo —dijo Jennie, encantada por la relación maternal existente entre Jihyo y Roseanne— Creo que sería infeliz en una caseta después de toda la atención a la que está acostumbrado por los niños. Ellos lo aman.
La niñera sonrió.
—Es primavera —agitó la mano delante de ella— Está en el aire.
Roseanne sintió algo de aprecio por el feo perro de color café. Su cara parecía que hubiera sido aplastada por una gruesa sartén de acero. Ella sabía que ese perro era Republicano.
—Ehh tú, pequeña bestia.
Las orejas de Kuma se empinaron y su rabo empezó a moverse rápidamente. En ese momento vio quién lo llamaba y gruño, enseñando unos afilados y largos colmillos.
Roseanne buscó en su bolsillo y sacó una pequeña bolsa.
—Tengo algo para ti —le chinchó. Se agacho al suelo y, apoyada sobre sus talones, sacó una golosina de la bolsa. Ella gruño y murmuró "chico, comerse esto es una experiencia orgásmica"
Jennie inconscientemente se mojó los labios.
Kuma, nervioso, dio un paso hacia delante. Sus ojos hambrientos fijos en la mano de Roseanne.
Roseanne agitó la golosina en frente de su cara, mirando como olfateaba con interés.
—¿Ahora estás sobornando a mi perro? —Jennie colocó los brazos en jarras— Cielo santo ¿no te da vergüenza?
—Nop, nada —Roseanne negó suavemente— Pensé que si a ti se te podía comprar con una Oreo, a Kuku lo conseguiría con unas cuantas chocolatinas —será mejor que no me dejes mal delante de tu mami y se te ocurra morderme.
Roseanne era cuidadosa y sostenía el dulce con la punta de los dedos mientras el perro lo olfateaba.
—Oh, sí. Sabes que lo quieres —los ojos de Roseanne se entrecerraron en una mirada casi felina— Vamos... Cógelo.
Jennie miró fascinada como la Presidenta de los Estados Unidos y su perro se enfrentaban en una batalla de autocontrol. No puedo creer que esté viendo esto.
Pero Kuma se rindió primero, cogiendo la olorosa delicia de los dedos extendidos de la Presidenta y llevándosela detrás de las piernas de Jihyo. Roseanne sintió como se dibujaba una gran sonrisa en su cara.
—Ahhh, un progreso. Ojalá el Congreso fuera así de fácil —la mujer puso sus manos sobre las rodillas y se levantó. Le dio la bolsa de golosinas a Jihyo— Ten esto a mano por si se vuelve contra ti.
Jihyo asintió.
—Ten cuidado, Roseanne Park. Estos niños te necesitan —la niñera le dio un largo abrazo a la Presidenta.
—Lo tendré, Jihyo. Y estaremos de vuelta pronto —Roseanne se soltó del abrazo y abrió sus brazos a los niños una vez más— El último. Saben que uno nunca es suficiente para mí —suspiró— Tengo que irme antes de que a Tzuyu le dé algo y mande un ejército a por mí.
Todos los niños corrieron hacia ella y la abrazaron fuertemente. Somi la bajó hasta su nivel.
—Gracias mami. Joy es el mejor regalo que he tenido nunca.
—Me alegro, Moppet. Ten cuidado de ella. Acaba de terminar su entrenamiento como Servicio Secreto y creo que podría necesitar un poco de ayuda.
La niña se río.
—Lo tendré. Te lo prometo —después, sin pensarlo, se fue hacia Jennie y la rodeó con sus brazos.
Jennie se quedó sorprendida pero, aunque un poco avergonzada, rodeó también con sus manos y suavemente acarició la espalda de Somi. No estaba segura de qué decir y sintió un gran alivio al oír a Somi hablar primero.
—Te prometo que cuidaremos bien de Kuma, también.
Jennie se relajó y devolvió el abrazo a la niña con más fuerza.
—Sé que lo harán, Som. Pásenla bien mientras no estamos.
Jennie intentó que no se le notara lo nerviosa que estaba cuando la limusina llegó al avión. Es sólo un avión. Es sólo un avión. Ya has montado en avión antes. Sus ojos estaban clavados en el enorme monstruo de acero. Por dos chocolatinas y un asiento de ventanilla en esa cosa, le daría un hijo a Roseanne. Su cara se puso como un tomate por la dirección que habían tomado sus pensamientos.
—Lo he arreglado todo para que tengas tu propio despacho a bordo —comentó Roseanne como si nada, ausente totalmente a las ideas de su biógrafa. Se inclinó más sobre Jennie, preguntándose exactamente cuándo habían pasado de sentarse una enfrente de la otra a sentarse al lado. No era que se quejara, más bien todo lo contrario— Es la oficina que normalmente se reserva para... La Primera Dama. Espero que... Que te guste. Y el avión también. Es realmente bonito y... Mmm rápido —Roseanne balbuceaba, genial, ahora parezco un adolescente de 16 años tratando de impresionar a su chica con el coche de papá.
—Oh, de acuerdo, me las apañaré. No sé cómo, pero lo haré... —dijo de carrerilla Jennie haciendo su mejor imitación del acento sureño.
Roseanne se río.
—Sólo tienes que poner lo que has traído en el despacho de la Primera Dama del Air Force One. Como estas usando su habitación no te importará usar también su despacho... —Roseanne sacó la novela de Jennie de una bolsa y la puso sobre sus piernas— No voy a trabajar más de lo necesario durante este vuelo. Voy a leer.
El ego de Jennie engordó ante el gentil cumplido de Roseanne. Nunca había podido disfrutar en personas de la reacción de un fan ante su novela.
—¿Alguna sugerencia para el siguiente libro de Adrienne Nash? Como te los has leído todos...
Roseanne asintió inmediatamente.
—Oh, por supuesto. Necesita una novia...
Jennie se cruzó de brazos ante la respuesta de Roseanne.
—¿Eso crees? —podría ser interesante. ¿Una alta y guapa con unos penetrantes ojos chocolate quizás? Eso seguro que impresionaba a unos cuantos lectores.
—¡Sip! —sonrió Roseanne— Así estaría más en paz consigo misma, más contenta. Y completamente satisfecha.
Unas claras pestañas se arquearon.
—¿Todo eso por una novia?
—Uh huh.
Jennie miró a la Presidenta.
—¿Y qué te hace pensar que Adrienne Nash está interesada en las mujeres?
Antes de que Roseanne pudiera contestar, el coche paró y la puerta fue abierta desde fuera. Sonrió y bajó del coche, sonriendo en forma de leve saludo a la prensa. Acto seguido tendió su mano a Jennie. Con un delicado agarre, ayudó a la escritora a salir del coche.
—¿Qué te hace pensar que no? —preguntó Roseanne, situando la mano gentilmente sobre la parte baja de la espalda de Jennie, y dirigiéndola hacia el avión.
—Buena pregunta.
Las mujeres fueron asaltadas por una avalancha de preguntas que formulaba la prensa que las estaba esperando. Sus gritos casi no se oían debido al ruido de los motores de los coches y de los aviones. Roseanne ignoró completamente a los reporteros, pero notó que la espalda de Jennie se ponía rígida y que su pasó se ralentizó ante una pregunta personal e inapropiada dirigida hacia ella. La Presidenta se inclinó un poco y le dijo a Jennie.
—Tú sólo anda. Ignóralos.
La mujer torció la barbilla, y Roseanne percibió un gesto de preocupación. Podría asegurar que Jennie estaba considerando hacer o decir algo, y Roseanne podía figurarse qué era.
—Ahhh... Jennie, estoy segura que lo que sea que estés pensando hacer, sería extremadamente satisfactorio.
Jennie asintió tensa, dándole una patada a una piedra que había en el camino.
—Muy satisfactorio.
—Pero por favor, no lo hagas. Sólo añadiría leña al fuego.
Roseanne paró, permitiendo a Jennie empezar a subir las escaleras por delante de ella. Era muy consciente de las cámaras que no paraban de filmar su embarque. Arriba, Jennie se detuvo para esperar a Roseanne, pero entró enseguida cuando esta le presionó la espalda.
—Entra, así te dejarán en paz —la Presidenta le guiñó un ojo. Después se giró y saludó una vez más antes de entrar al avión.
Lisa las esperaba en la puerta, y también Tzuyu, la cual le pasó a Roseanne un archivo.
—Tenemos una llamada esperándola, Sra. Presidenta.
La cabeza de Roseanne cayó hacia adelanta y gruñó.
—Qué raro. Contestaré en mi despacho. Lisa, podrías enseñarle a Jennie su despacho y asegurarte de que su ordenador y el resto de sus cosas sean insta...
Lisa asintió y empujó a Roseanne hacia su despacho.
—Todo está preparado, y estaré encantada de enseñarle dónde se puede acomodar.
Roseanne le dirigió a Jennie una apenada mirada y se resignó a seguir a Tzuyu hacia su despacho. Antes de desaparecer en él, se giró y golpeó la novela de Jennie gritando.
—Es un consejo...
—Pensaré sobre ello —le respondió con una sonrisa.
—Pensar, ¿sobre qué? —Lisa cogió a Jennie del codo amablemente y la dirigió hacia el lado opuesto del pasillo.
—Sobre muchas cosas —la castaña tranquilamente.
Lisa abrió la puerta del despacho y le indicó a Jennie que entrara.
—Wow —se tomó un momento para observarlo todo— Esto es increíble. No puedo creer que esté en un avión.
—Bueno, no se le llama "el Despacho Oval Volante " por nada. Es realmente impresionante. ¿Sabías que tiene 238 millas de cable? Eso es más del doble de lo que tiene un 747. La red de cables protege al avión de rayos los electromagnéticos generados por un ataque termonuclear. Incluso en una guerra nuclear, todavía seríamos capaces de recibir señales electrónicas... —la informó.
Jennie se quedó totalmente blanca.
—¡Oh, Lo siento! No pretendía decir que hay sospechas de una guerra termonuclear —se disculpó rápidamente.
—Gracias por aclararlo.
Lisa se desabrochó la chaqueta y se pasó la mano por su pelo negro.
Respirando profundamente preguntó.
—¿Puedo entrar un momento? Me gustaría hablar contigo un momento...
Jennie la miró seriamente, mordiéndose el labio mientras se preguntaba si había hecho algo malo. Ella y Lisa se habían llevado bien estos meses. Jennie se situó detrás de su escritorio y se dejó caer sobre su sillón de cuero. Eso forzó a Lisa a hablar con ella con el escritorio de por medio, situándose ella en una posición de poder. Era una "trampa" que Jennie había aprendido inconscientemente de Roseanne.
—Claro. ¿Sucede algo?
—La verdad es —Lisa cerró la puerta y se sentó en el sofá mirando hacia el escritorio— Que no estoy segura.
—¿Qué quieres decir? ¿Hay algún problema con el libro? —Jennie había accedido a que Lisa leyera unas notas que posteriormente pasarían a formar parte del prólogo de la biografía de Roseanne. La mayor parte era información familiar y datos personales, cosas que no cambiarían en cuatro años. Nunca había compartido nada de su trabajo preliminar, pero, como mejor amiga de Roseanne y Jefa de Personal de la Presidenta, valoraba el punto de vista de Lisa.
—¡No! Todo lo del libro está genial. A Roseanne le va a encantar. Se llevará una gran sorpresa al descubrir que uno de sus ancestros era un ladrón de caballos convicto. Debe ser de ahí de dónde le viene su talento político...
—¿Entonces qué?
—Es Roseanne —ella la miró directamente a los ojos— Está... Mmm, muy abierta contigo, ¿sabes?
Jennie asintió, sintiéndose de repente muy incómoda por el rumbo que estaba tomando la conversación.
—Es verdad. Para que una biografía sea buena, el protagonista tiene que abrirse al escritor.
—No estoy hablando sobre el libro, Jennie. Estoy hablando a nivel personal. Ella se está arriesgando mucho con esto. De hecho, no la había visto conectar así con nadie desde... —sus palabras se detuvieron y Jennie entendió por qué.
—¿Hyeri? —su voz sonaba atónita.
Lisa asintió.
—Veo que lo entiendes... —se levantó y se abotonó la chaqueta— Confío en que no le hagas daño. Tú eres la primera persona en mucho tiempo que parece hacerla feliz... —se detuvo— Sólo te pido que no la engañes. Por favor —la mujer se giró tranquilamente y abandonó el despacho.
Totalmente perpleja, Jennie parpadeó varias veces. ¿Engañarla? Volviendo en sí, saltó de detrás de su escritorio.
—¡Lisa, espera!
La Jefa de Personal se detuvo a mitad del pasillo y se giró.
—¿Sí?
—Te has creído los rumores, ¿verdad? —Jennie bajó la voz, mirando a su alrededor un poco nerviosa— Los de Roseanne y míos.
—En este momento no sé lo que creer —puso su mano sobre la pared del avión y sintió como el gran aparato empezaba a despegar— Sólo te pido que tengas cuidado.
—Entonces, como Roseanne, vas a tener que confiar en mí —ella pudo ver indecisión en sus ojos— Debo admitir que esto probablemente no haya sido lo más profesional que haya hecho en mi vida. Pero en algún momento de los últimos dos meses, nos hemos hecho muy amigas, Lisa. Por favor, cree que yo no haría nada que creyera que le pudiera hacer daño. No estoy engañando a nadie...
Su voz era una súplica, y ella no tuvo más que creerla. Odiaba estar rodeada de gente honesta. Esto era el mundo de la política, ¡por todos los dioses!
—Confío en ti —sonrió levemente— Y estoy contenta de que te tenga como amiga. Ahora si me disculpas, tengo que hacer una llamada.
El cuaderno de notas de Jennie descansaba sobre sus piernas mientras ella estaba sentada cómodamente en el gran sofá que había en su despacho a bordo del "Despacho Oval Volante". Levantó la vista hacia la azafata, la cual acababa de depositar un vaso de leche en la mesa que había frente a ella. Después de tantas semanas con Roseanne, la escritora se había acostumbrado a esa bebida, pero descubrió que si se la servían muy fría realmente le encantaba. ¿Necesito preguntar quién ha ordenado esto?
—Gracias.
—Un placer, Srta. Kim ¿Hay algo más que pueda hacer por usted?
—No, estoy bien, gracias —se levantó las gafas, giró su cuello para desentumecerlo antes de coger el vaso. Estaba sorprendida de que la leche estuviera muy fría. ¿Me lee el pensamiento?
Jennie miró su reloj. Llevaban volando unas dos horas y todavía no había sabido nada de Roseanne desde que se separaron en el pasillo. Deja de gimotear. Eres una persona adulta, y sabes que está ocupada. Con un sonoro suspiro, volvió a su cuaderno de notas y a su leche.
Roseanne finalmente salió de su despacho casi una hora más tarde. La Presidenta tocó en la puerta de Jennie y la oyó decir.
—Adelante.
Unos ojos chocolate se entornaron entrando en el despacho. Roseanne estiró las manos hacia delante como si fuera Frankenstein. Se dirigió torpemente hacia el sofá, donde se dejó caer.
—Soy una mala madre... —murmuró contra un almohadón.
—¿Qué? —resopló Jennie— Ni hablar.
Roseanne rodó, apretando un pequeño almohadón contra su pecho.
—Me acabo de dar cuenta de que no voy a estar en casa para el cumpleaños de Félix la semana que viene... —colocó el almohadón bajo su barbilla, mientras miraba a Jennie— Quizá pueda enviarle un camello en un avión...
La escritora giró su cuerpo, levantando un brazo y dejándolo descansar sobre el respaldo del sofá.
—Nah, eso es exagerar. Además, si le llevas un camello, lo próximo que querrá será un elefante, y antes de que te des cuanta: ¡Poof! Tendrás rinocerontes en tus setos en el Jardín de las Rosas, y el sendero sur se convertirá en un zoo de mascotas... Vamos, Roseanne, sonríe.
La risa de Roseanne sonó tan alta que Jennie se preguntó si las ratas de la prensa, que estaban cerca de la cola del avión, la habrían oído. Acto seguido fue golpeada en la cabeza por la almohada que Roseanne había estado usando.
—¡Hey, se buena! —replicó Jennie mientras confiscaba el almohadón y hundía su cara sobre la suave tela.
—¡Yo siempre soy buena! —sonrió Roseanne, pero la feliz expresión desapareció rápidamente— Encontraré alguna manera de compensar a Félix —paró de hablar un momento y una mirada pensativa apareció en su cara. Los ojos de Roseanne se volvieron serios— Este es el tipo de cosas que nunca olvidará, ¿verdad?
Jennie sintió un pinchazo en lo más profundo de su pecho. Era sólo un cumpleaños, ¿verdad? Él entenderá que Roseanne haya tenido unos compromisos que eran de importancia mundial, cosas que no podían esperar por la fiesta de un niño. Jennie sonrió tristemente a la Presidenta.
—No, no es algo que vaya a olvidar.
Roseanne asintió despacio y se levantó del sofá para dirigirse hacia la puerta. Exhaló cansada.
—Más o menos lo que me había figurado.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro