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Thirteen: "Celo P.2" 🌙

El resto de la tarde transcurrió con rapidez. Dahyunnie acabó sus tareas y le pidió permiso a Nayeon para salir a jugar. Chaeng ahora estaba tumbada en el sofá jugando con su celular. Al pasar por su lado, la pequeña la miró con curiosidad. 

—¡Oye mami Nayeon! ¿Qué le sucede a Chaeyoung? ¿Vomitó? —preguntó la pequeña curiosa y parecía tener tanto interés que Nayeon no tuvo más remedio que echarse a reír, antes de responder. 

—No cielo, es que no se siente bien, es todo. —Fue tal la cara de desilusión de Dahyun, que le provocó mucha ternura. 

—Pues, te apuesto a que mamá no la deja que vaya a la escuela mañana. Bueno, me voy a jugar con Sanari... —Exclamó y se fue dando saltitos sin esperar una respuesta. A los pocos segundos se oyó un portazo, Chaeng y Nayeon intercambiaron una mirada. 

—¡Dahyunnie ten cuidado con la puerta! —Dijo la omega mayor, con una mueca. Chaeyoung lanzó una risilla graciosa. 

Nayeon se fue a la cocina, rellenó un pollo y lo metió en el horno. Cuando se aproximaba la hora de la cena, hizo una ensalada de verduras y comenzó con una salsa de queso para condimentar el brócoli. Era curioso lo mucho que disfrutaba con el ritual de preparar la cena para su familia. Sus habilidades culinarias eran una de las escasísimas cosas que su exmarido no había criticado, sin embargo tras el divorcio había dejado de gustarle. 

Ya más animada y más recuperada, Chaeyoung ayudó a Nayeon a preparar la mesa para la cena. Hablando sin parar de las elecciones para líder de animadoras que se celebrarían la semana siguiente. Dahyun regresó de jugar justo a tiempo. 

—Mami Nayeon, ¡Qué bien huele! Me encanta el pollo —Dijo poco antes de ver las verduras —¡Oh no, vaya! No soporto el brócoli. —dijo haciendo una expresión de asco, haciendo reír a Nayeon. 

—Si no puedes decir algo que nos ayude cariño, será mejor que no digas nada. Ve a lavarte las manos, comeremos en cuanto llegue tu madre. 

En aquel mismo instante, se abrió la puerta de la casa. Jeongyeon se extrañó de sentir un aroma intenso y profundo a jalea de fresa. Era dulce como omega, ¿había visitas? 

—¡Mami! —Exclamó la niña, corriendo hacia ella quien extendió sus brazos para recibirla, al instante —Dos mariposas se posaron en mi mano y Chaeng le tomó fotos. —Señaló la niña con aquellas ansias de comentarle toda su jornada, en la que su madre estuvo ausente. 

—¿De verdad? Qué pena habérmelo perdido. —Respondió la rubia, dejándola nuevamente sobre sus pies. 

—Tengo que lavarme las manos porque la cena ya está lista. Chaeng se puso malita en la escuela. ¿Va a comer con nosotras de todos modos? —Habló aceleradamente antes de salir corriendo en dirección al baño, sin esperar una respuesta. 

—¿Chaeyoung se puso enferma? —Preguntó la alfa, extendiendo demasiado los ojos ante la inocente información que le había dado su pequeña hija.

Nayeon oyó unos pasos rápidos y urgentes acercarse por el pasillo. Un instante antes de que apareciera en la cocina, ya sabía de quién se trataba pues su intenso aroma ya la estaba visitando primero. Pero en vez de su sonrisa habitual, el rostro de la rubia estaba congestionado por la ira, como cielo que amenazaba con una tormenta. No hizo el menor gesto de besarla y eso desesperó a la omega de inmediato. 

—¿Dónde está Chaeyoung? ¿Qué le pasó? —Preguntó, interceptándola de inmediato. 

Nayeon dudó un momento, la pregunta correcta habría sido qué le pasaba a ella. Parecía furiosa, pero no podía imaginarse por qué. De pronto y como si la hubieran llamado, Chaeyoung apareció proveniente del comedor y Jeongyeon palideció al percibirla. 

—¡Hola, ma! Voy a lavarme las manos, ya vamos a comer, ¿verdad? —Habló en un tono animado, poniéndose de puntillas para darle un beso. Entonces, antes de que siquiera pudiera reaccionar, desapareció rápidamente de su vista. 

—Mi pequeña es una omega... —Musitó Jeongyeon viendo con los ojos aguados en dirección por donde Chaeyoung se había ido y respiró su aroma con tramulidad. 

—Seguramente tiene pena de decírtelo ella misma —Habló la omega, sonriente —Tu pequeña ha dejado de ser una niña. Se ha presentado esta tarde, mediante la luna llena. 

Jeongyeon se quedó con la boca abierta ante las palabras de la omega, pero sólo duró unos segundos hasta que ese gesto ceñudo volviera a aparecer en su rostro con más furor. 

—¿Se encuentra bien? ¿Qué dijo el médico que la revisó? —preguntó de pronto, tomándola de un brazo. Nayeon tragó cuando halló su mirada insistente y suplicó a su cerebro que respondiera a su pregunta sin demora —¡Nayeon! —Exclamó haciéndola estremecer. 

—Todavía no la llevé al médico. No es necesario que sea de inmediato, pensé que sería mejor esperar a que acabe su celo, para que la revisen así no se sentiría invadida con... —La omega tragó saliva perdiendo la voz de repente. A ella le parecía perfectamente normal, pero Jeongyeon distaba mucho de sentirse apaciguada. 

—¡¿Cómo que no es necesario?! —Gritó con la voz muy alta y Nayeon se removió ante la invasión. Su esposa no dejaba de ser una alfa y ella una omega, sus muestra de frustración eran igual de frustrantes para ella, como cuando lograba intimidarla fácilmente —¿Qué demonios significa eso Nayeon? ¡Responde omega! 

Nayeon se quedó asombrada ante su repentino estallido de ira. 

—Jeongyeon-ah, no me pareció que fuera el momento para... 

—¿No te pareció? ¿No te pareció, dijiste? —Replicó —Es evidente que pensaste lo suficiente como para decidir excluirme y tan siquiera informarme algo tan importante para la salud de mi hija y de su loba. ¿Acaso estás loca? —Gruñó con presión en su mandíbula y en la vena que se marcó en su garganta.

Nayeon se removió incómoda, su loba estaba totalmente abrumada e intimidada, ella se sentía muy avergonzada. En sus últimas palabras ya no chillaba. El tono helado de su voz afectó a la loba de Nayeon como una dosis de veneno letal. 

—Jeongyeon... —Musitó sin siquiera poder alzar su tono de voz, ni la vista y jadeó cuando el brazo le punzó cuando la alfa presionó nuevamente.

No le hacía daño físico, pero la detenía como si la estuviera regañando y su repentina furia hacía sentir a su loba en falta, tanto que sintió haber regresado al kinder. 

—Deja que te diga una cosa, Señora Yoo. Puede que lleves el mismo apellido que mis hijas, pero eso no te da derecho a tomar decisiones en lo que a ellas respecta ¡Son mías! Y soy yo la que toma las decisiones que tengan que ver con su salud y su bienestar ¿entendiste? —Pronuncia cada letra con un dejó de ira y de desprecio que hizo llorar al interior de Nayeon hasta que se evidenció en sus ojos húmedos. 

—Pe-pero Jeongyeon, Chaeyoung no está enferma —Murmuró Nayeon, destrozada por el dolor de sentir su reproche cuando no lo merecía —No creí que esto fuera tan... 

—No tienes ningún derecho, ¿me oyes? Ningún derecho. Jamás te atrevas a suponer lo que es mejor para ellas sin consultarme. ¿Está claro? —Señaló, dejando su brazo con un impulso brusco que la hizo tambalearse.

Nayeon ya estaba demasiado desorientada para poder sostenerse a sí misma. 

Naturalmente. La alfa había hablado y todo había quedado muy claro. Nayeon sentía que el corazón se le había helado dentro del pecho.

Al principio, se sintió culpable, como si por culpa suya la vida de Chaeyoung hubiera corrido peligro. Pero casi enseguida, rechazó aquella idea. Nunca más volvería a permitir que un alfa tirara su autoestima a la basura para sustituirla por una indecisión cobarde y un ego del tamaño de una cabeza de alfiler, aunque esta fuera una mujer maravillosa repleta de fobias irremediables, y fuera su predestinada. Una oleada de rabia le atenazó la garganta y le dio la valentía suficiente para alegar a sus palabras rudas. 

—¿Qué rayos sucede contigo Jeongyeon? ¿Acaso no te das cuenta de que hablas como una loca? —Gritó la omega el modo en el que su cuerpo se armó a la defensiva de inmediato —Cada vez que alguien de esta casa tiene la mala suerte de estornudar frente a ti, ya lo estás llevando a la fuerza a que lo examinen médicamente. ¿Sabes por qué no te he llamado? —Cuestionó avanzando y apuntándole con un dedo sobre su pecho —Porque Chaeyoung me suplicó que no lo hiciera. Sí, ¡tu propia hija! Así como me suplicó porque sabía exactamente cómo ibas a comportarte. ¿Cómo es que tus hijas pueden ver que te comportas irracionalmente y tú no? 

—¡Me importa lo más mínimo lo que pienses o lo loca que pueda parecerte! A ningún miembro de mi familia le volverán a faltar cuidados médicos si yo puedo evitarlo. Ni a Chaeyoung, ni a Dahyun, ¡ni siquiera a Mina o a ti! —Exclamó alzando los brazos en su monólogo e histeria. 

Nayeon se dio cuenta de que iban a arrepentirse toda la vida de aquellas odiosas palabras. Sabía que tenía que marcharse de allí, pero estaba demasiado acalorada expresando su enfado, como para preocuparse por lo que decía. 

—¿Sabes cuál es el verdadero problema aquí? Que todavía estás castigando a Momo. Deja que te cuente las últimas noticias alfa: Yo no soy Momo y ya estoy bastante harta de tratar de demostrártelo. Es con Momo con quien estás enfadada en realidad. ¿Y sabes por qué? Porque no hizo lo que tú pensabas que debía hacer. Enfréntate a la verdad de una vez, Jeongyeon, Momo no estaba dispuesta a terminar su vida de una manera horrible e indigna, porque no quería aferrarse a una existencia miserable hasta que todos nosotros rezáramos a Dios para que pusiera fin a tanto dolor y sufrimiento. 

¡Cierra la boca! —Gruñó con su voz de alfa, viéndola loca de furia —¡No sabes lo que dices! ¡Maldita sea! —Se apartó de ella en un impulso y descargó un puño contra la puerta del sótano. 

Hubo un sonido de astillas cuando el puño atravesó la madera y luego un silencio ominoso se adueñó de la cocina. La alfa se quedó inmóvil un instante y luego, lentamente, apartó los ojos del agujero que había hecho a la puerta, para mirar a Nayeon y extender una mano hacia ella. 

De inmediato y casi por inercia, Nayeon retrocedió un paso, alejándose de ella. Sabía que tenía ambas manos en la boca, pero no recordaba haberlas puesto allí y la rubia jadeó profundamente como respuesta, igual de impactada con lo que había hecho. Nayeon pudo ver cómo sus músculos se relajaban uno por uno mientras parecía analizar lo que estaba sucediendo. 

—Nayeon, tú sabes que jamás podría hacerte daño... —Su voz era suave y amable, sin rastro de la furia de su alfa, un momento antes. 

Por primera vez la omega le miró la mano, le sangraban los nudillos y tenía unos arañazos feos entre sus dedos, supuso que la había sacado del agujero sin pensar en lo que hacía. 

Casi como una autómata, Nayeon se dio media vuelta y buscó un limpiador antiséptico en el botiquín. Después sacó una bolsa de cubitos del congelador y la envolvió en un paño limpio y suave, todo con la mirada pesada y atenta de la alfa sobre ella. Al cabo de unos segundos lo dejó todo encima del mostrador. 

—Será mejor que te desinfectes las heridas y te apliques hielo. Deberías tomar u-un supresor, creo que tu celo... tu celo llegó —Dijo la castaña con una voz indiferente que a ella misma le parecía desconocida. 

Jeongyeon meció la cabeza con expresión de frustración al notar que tenía mucha razón e intentó acercarse y, otra vez ella retrocedió, entonces la alfa se detuvo en seco. 

—Nayeonnie, nunca te haría daño... —Musitó con una expresión muy parecida al dolor en el rostro —Te lo prometo. —Su tono suave estuvo a punto de fundir la capa protectora de hielo con la que la omega había aislado sus emociones, pues sabía que estaba al borde del llanto y tuvo que tragar saliva antes de hablar. 

—También prometiste amarme, cuidarme y respetarme y no lo has cumplido. 

Jeongyeon respiró profundamente y su pecho se hinchó antes de defenderse, pero Nayeon no se lo permitió. 

—Este matrimonio ha sido un error. Te amo, Jeongyeon y... —Su voz falló por un instante asique tuvo que dejar su mirada para poder hablar —... y creí que podría ayudarte a curar tus heridas e incluso llegué a convencerme de que lograría hacerte amar de nuevo. Pero no puedo soportar ver cómo te destrozas a ti misma y a tus hijas, con ese amor obsesivo que sientes. Lo siento. 

Las palabras cayeron en el silencio. Nayeon era incapaz de seguir mirando el rostro que tanto amaba, con miedo de acabar suplicándole que la quisiera un poquito, entonces giró sobre sus talones y rápidamente salió de aquella casa. 

¿Qué había hecho? Era el pensamiento que retumbaba en la cabeza de Jeongyeon. El sonido suave de la puerta al cerrarse se burló de ella y sacudió la cabeza lentamente, como quien intenta orientarse al despertar de una pesadilla particularmente horrible. La alfa se removió el flequillo como muestra de agobio, ¿Qué diablos había sucedido ahí? ¿Por qué se había comportado de ese modo tan irracional? El calor inundó su cuerpo y tembló por un instante. 

Con prisa se puso en pie, dejando la silla que no sabía cuando había ocupado, y buscó entre los estantes de la despensa, tenía que haber uno cerca, solía dejar alguno por allí por temor a perder el control como, precisamente, lo había hecho con su omega unos instantes atrás. Jadeó de alivio cuando halló uno encima de la nevera y lo tomó con un vaso de agua que tembló en su mano magullada. 

Una punzada de dolor le hizo inspeccionar su mano con más atención. ¡Vaya idiota! Flexionó los dedos y gruñó una maldición ante el dolor que le atravesó como una cuchillada. Los nudillos ya estaban adquiriendo un tono morado, tendría una suerte del demonio si no se había roto unos cuantos. 

Volvió a sacudir la cabeza con algo parecido a una sonrisa en los labios, sin embargo, no había el menor humor en ella. Jamás había sufrido un ataque de ira tan explosivo como el que acababa de experimentar, ni siquiera cuando Momo se había puesto enferma y se negaba a recibir su opinión. ¿Qué demonios le había pasado? 

En realidad, estaba enfadada con Momo ¡Cielos! ¿Y si Nayeon tenía razón? ¿Y si esa ira había estado acumulándose en su interior desde su muerte? Casi le daba miedo admitirlo. 

La alfa se dirigió al fregadero de la cocina y se apoyó en el borde, dejó correr un chorro de agua tan caliente como podía soportar y metió la mano bajo el grifo. Hizo una mueca de dolor y volvió a maldecir en voz alta, enjabonándose y aclarando las heridas, de la sangre que parecía no dejar de fluir. Tuvo que hacer un esfuerzo tremendo pues el dolor era muy agudo y hasta había sentido ganas de llorar. Se aplicó el líquido antiséptico antes de que tuviera tiempo de acobardarse y fue un verdadero alivio aplicar la compresa de hielo en torno a su carne lacerada. 

¿Adónde habría ido Nayeon? No le habría abandonado sin más, ¿o sí? Los primeros indicios helados de verdadero temor se clavaron en su pecho, pero sabía que no era posible, ni siquiera había recogido las llaves de su coche. Tenía que volver. Pero, ¿eso cambiaba algo entre ellas? Después de cómo la había tratado, tenía todo el derecho del mundo a echarla de su vida como si se tratara de un trozo de carne podrida y eso era lo que había estado haciendo todos aquellos años, pudrirse por dentro. 

Jeongyeon se sentía una completa estúpida y tan egoísta. No tenía sentido albergar resentimiento contra Momo porque no había querido aceptar sus deseos respecto al tratamiento médico, Nayeon tenía toda la razón. Momo merecía que ella la hubiera apoyado incondicionalmente en una decisión de aquel calibre, pero no había sabido hacerlo. Y, para acabar de empeorar las cosas, había tenido la suerte de casarse con otra omega que le amaba a pesar de todos sus defectos y tampoco había sabido brindarle su apoyo. 

Si, Nayeon no se había equivocado al juzgarla y tenía que reconocer que todo lo que le había dicho le iba como anillo al dedo, había transformado la furia hacia Momo en algo más aceptable, pero igual de destructivo, preocupándose histéricamente por la salud de su familia, como si con eso pudiera vengarse de ella, como si pudiera restregárselo por las narices. 

"¡Ha-ha! ¿lo ves? Me dejaste, pero no voy a consentir que nadie más haga lo mismo que tú." Y pensándolo bien, así era como se sentía, como si al desafiar a las enfermedades pudiera resarcirse de lo que Momo le había hecho. ¡Qué estúpida ha sido! 

No podía resarcirse de nada, no podía vengarse de Momo, ¡Diablos! ¡Ella ya se había ido para siempre! Si se atrevía a ser completamente sincera, se alegraba de que se hubiera ido rápidamente y sin demasiado sufrimiento una mañana de domingo, pocas semanas después de encontrarse tan enferma que no había podido levantarse de la cama nunca más. 

Y durante todos esos años, no había sabido apreciar la paz con la que ella se había despedido. Conforme había visto apagarse el brillo de sus ojos, la rabia había anidado en su corazón dispuesta a vengarse, era una venganza rastrera, incomprensible y absurda para todos, excepto para ella y para alguien que la amaba. 

Alguien como Nayeon. Se había enamorado de ella tal como era, con fobias y todo, y ahora descubrió que podía librarse de aquello ¡Luna! Tenía que poner el pasado en el sitio que le correspondía. 

De repente se sintió limpia y renovada. ¿Cómo no había sabido reconocer el tormento que la estaba consumiendo? Porque aquello no había sido otra cosa que una forma de sufrir por la muerte de Momo y hasta que no se enfrentara a esa pena y se liberara, no habría manera de que su nuevo matrimonio pudiera funcionar. ¿Acaso estaba dispuesta a perder a Nayeon por eso?

No podía. Tenía que convencer a Nayeon de que le diera otra oportunidad, otra más. Aquella puerta cerrándose suavemente tras ella era un presagio ominoso. Incluso aunque volviera en aquel preciso instante, no podría quedarse. A menos que... 

—¿Mami? —preguntó la joven, al parecer ingresando por la puerta. Jeongyeon abrió los ojos al hallar a sus pequeñas junto al umbral. Chaeyoung con aquel dulce aroma a omega logrando que todo su cuerpo se tense al instante. 

—¡Oh vaya, qué bien huele! ¿Mamá hizo pie de fresa? —Preguntó la joven llegando detrás de sus hijas y dejando un brazo alrededor de los hombros de Chaeng. Mina había regresado de clases. El agarre de la joven se hizo algo fuerte cuando vio el estado de la mano de su unnie. 

La alfa se giró en redondo. ¡Oh Luna! Se había olvidado por completo de las niñas. Estaban allí las tres, mirándola desde la puerta, sin atreverse a entrar en la cocina. Chaeyoung tenía un brazo sobre los hombros de su hermana pequeña en un gesto protector, pero podía leer el miedo en sus rostros. Mina se encontraba detrás de ellas también en un signo protector y supo que era porque aún su cuerpo se hallaba a la defensiva y las alertaba. Se esforzó por tranquilizar su lado animal, antes de hablar. 

—Hola, chicas —Tratando de sonreír. —Vamos, acérquese... —Pero como se temía, ninguna de las tres se movió de su lugar. 

—¿Dónde está mamá? —preguntó la joven, analizando el golpe en su mano antes de regresarle su atención y su expresión se puso tan dura, que llevó a la alfa a suspirar y cerrar los ojos. 

—Creo que salió a dar un paseo. Tuvimos una discusión de las grandes y creo que herí sus sentimientos, otra vez... —Admitió, apenada —Pero recibí lo que me merecía por ser la idiota del año —Añadió levantando la mano herida hacia la joven alfa. 

Dahyunnie se echó a reír y las dos chicas detrás de ella se acercaron para inspeccionar sus heridas. Mina abrió mucho los ojos y la boca cuando halló el agujero de la puerta. 

—Eso no fue nada inteligente de tu parte, unnie... —Musitó Mina resintiendo el fuerte aroma de la rubia que evidenciaba la llegada de su celo, y presionando los labios como una respuesta silenciosa. En ese instante solo sabía preguntarse, ¿que había sido de su madre? 

—Puedes estar segura de que no lo fue. Creo que hasta Dahyunnie podría darme lecciones sobre qué hay que hacer cuando te enfadas mucho y que no. —Murmuró la alfa con la voz dócil. Dahyun carcajeó nuevamente con su alegría infantil y Chaeyoung le dedicó una sonrisa cómplice. 

—Mi mamá me dice siempre que cuando tenga deseos de darle de puños a algo, es mejor pegarle a la almohada. De ese modo se nos quita el enojo y no nos hacemos daño. Creo que deberías intentarlo, unnie... —La chica sonrió apenada una vez su mayor sonrió a su par. 

—Gracias, Minari. Lo recordaré la próxima vez, aunque no creo que haya otra ocasión. 

—Eso espero, que no haya una próxima vez, Mami Nayeon no se lo merece, al contrario, ella no tiene la culpa de que no supieras de mi celo, yo se lo pedí. —admitió bajando la mirada al admitir su celo con Mina allí junto. 

—¿Qué? ¿¡Entraste en celo!? —Exclamó Mina con la voz muy aguda y se acercó a Chaeyoung para olerla por encima. 

—Unnie me dio supresores para aplacar mi aroma. —Murmuró la joven sintiéndose de varios colores ante la mirada insistente de Mina. 

—Omega... ¡Eres omega! —Exclamó la joven con una sonrisa en los labios, la cual detuvo cuando su mayor le miró con seriedad. 

—Me dió mucho miedo cuando comenzaron a discutir. Si quieres enfadarte con alguien, deberías hacerlo conmigo, ma... —dijo la joven buscando que su madre le pusiera atención. 

—Oh cielo, yo no quiero molestarme con nadie... —Musitó estirando su mano sana, la cual su hija no tardó en tomar para rodearle el cuello con sus brazos. —Mi pequeña y hermosa omega, estoy tan feliz de que estés bien. No te duele nada, ¿verdad? —Consultó recorriendo su cabello con la punta de su nariz, olisqueando y persiguiendo su dulce aroma frutal. 

—Estoy bien mamá. Mami Nayeon se ocupó de que estuviera descansando toda la tarde, hasta me ayudó a armar mi primer nido... —Musitó apenada de tener los ojos curiosos de Mina sobre ella. 

Ahí estaba nuevamente la buena voluntad y el compromiso íntegro para con ella y esa familia que habían decidido formar, de parte de su omega. Nayeon había cuidado a Chaeyoung con toda dulzura, dejando sus tan preciadas horas de trabajo por priorizar a su hija cuando acudió en su búsqueda, antes que a ella. Tragó al mecer la cabeza en su lamento silencioso. 

—Les prometo, a las tres, que no habrá una próxima vez. Si Nayeon me perdona, nunca volveré a gritarle y sí, es posible que discutamos de vez en cuando, pero jamás volveré a levantarle la voz. No estoy enfadada con nadie... con nadie... —Repitió, arrepentida. Estaba enfadada consigo misma y solo consigo misma. 

Chaeyoung tenía una mirada nerviosa, pero también desafiante, algo a lo que Jeongyeon todavía no se había acostumbrado. 

—Ma, nos avergüenzas cada vez que nos llevas a urgencias solo cuando nos hacemos un rasguño. ¿Por qué no podemos ser como los demás niños normales que van una vez al año si no están enfermos? 

La alfa se la quedó mirando un momento, reconociendo la agitación que había oído en su voz. 

—Nunca me habías dicho que te sentías así. —Murmuró sin poder evitar oírse como en un reclamo y la niña puso los ojos en blanco. 

—Porque sabía que no me pondrías atención. 

—Nunca más volveré a ignorar tus sentimientos, ¿de acuerdo? Creo que Nayeon y tú tienen razón, me preocupé excesivamente por la salud de todos. Prometo que de ahora en adelante, solo iremos en busca de atención médica para un chequeo anual. 

—A no ser que estemos enfermos o nos hagamos daño de verdad —añadió Chaeyoung encantada. 

—Así será mi pequeña omega. —Le sonrió su madre haciendo ruborizar a la jovencita. Luego le puso su atención a Dahyunnie, que tenía una expresión preocupada. —¿Qué sucede, princesa? —Al momento, se encontró tratando de no llorar de dolor, cuando la niña se arrojó a sus brazos, escaló a su regazo y la buscó con la mirada triste antes de hablar. 

—Mami, ¿es que Mami Nayeon va a dejarnos para siempre, igual que mami Momo? —Su voz repleta de una preocupación profunda que no debería de sentir una pequeñita de su edad, calaron profundo en el corazón de su madre. 

Jeongyeon sintió que un frío mortal le congelaba el estómago, pero estaba obligada a ser sincera con sus niñas. 

—No lo sé, cielo. Me he portado muy mal con ella. 

—¡Que no se vaya! ¡Yo la quiero mucho, mami! —Suplicó la niña armando un puchero y echándose a llorar contra su pecho. 

—Lo sé, Dahyunnie, lo sé... —Respondió la alfa, cuando se puso la cabeza contra su pecho y comenzó a acariciarle la espalda con el mismo gesto que había empleado cuando era una bebé.

"Yo la quiero", sus palabras le hicieron sentir un calor reconfortante en el pecho. "Yo también la quiero", ¿Cómo no se había dado cuenta antes? No pudo resistir la tentación de decirlo en voz alta. 

—Yo también la quiero... la amo tanto, que tampoco quiero que se vaya, cielo.

A Jeongyeon sus últimas palabras le sonaban muy bien, mejor que bien, le sonaban genial. Casi no podía esperar a que Nayeon regresara a casa para disculparse, para pedirle otra oportunidad y para decirle lo mucho que la amaba. Pero no. Era ella quien tenía que ir a buscarla, porque debía disculparse por su actitud irracional. 

De repente un aroma proveniente de la cocina le recordó el pollo que se cocinaba en el horno. Intentó que su voz sonara lo más normal posible. 

—Chicas ¿quieren acomodarse en la mesa mientras que yo voy a buscar a Mami Nayeon? Tengo que hablar con ella antes de cenar. 

Las niñas estuvieron de acuerdo con ella, aún con cierto desánimo. Creo que cuatro corazones estaban en vilo por la decisión que fuera tomar aquella omega. 

—Claro, unnie. Solo espero que no sea demasiado tarde, sabes que mamá es bastante terca a veces... —Dijo en forma de consejo y Jeongyeon presionó los labios ante esa posibilidad. 

—Si ma, tienes que hacer que Mami Nayeon regrese, dile que la quieres ¿Sí?

Jeongyeon pensó que sólo por aquel voto de confianza de parte de las tres, se merecían que ella hiciera todo lo posible por lograr el perdón de la omega que, había descubierto al fin, amaba con locura. 

La alfa salió de la casa y a lo lejos halló a la omega que hacía que su corazón saltara, la cual regresaba desde el lago que había al final de la urbanización, y fue en dirección a su encuentro, sin dudar.

Hola, ya casi termina esta historia así que disfrútala♡

Te quiero mucho, gracias por seguir leyendo aquí, tu JazUnnie🌻

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