One: "Locura de luz de luna" 🌙
Aprovechando que esa noche se encontraba a solas y libre de responsabilidades pues su hija Mina se encontraba en la casa de su hermana Jihyo esa noche, decide mimarse un poco y liberar el estrés del día de trabajo, tomando un baño de agua caliente.
Nayeon abrió la puerta de cristal del sótano y salió al patio donde se encontraba el jacuzzi, si, porque este estaba fuera de casa.
Trece grados podría ser una buena temperatura para una noche de noviembre en Busan, pero no era lo ideal para que una mujer paseara a la intemperie, vestida sólo con una toalla. Era una pena que la gente a la que siete años antes le había comprado la casa no hubiera construido el jacuzzi en la terraza del patio o dentro de ella, pero en fin, salió corriendo la escasa distancia que la separaba del jacuzzi y dio una ojeada a ambos lados, convencida de que nadie la había visto.
Los árboles y la valla alta que cerraban su pequeño patio la protegían de las miradas de los vecinos. Bueno, excepto de su vecina más cercana, Yoo Jeongyeon. ¡No Nayeon! se regañó. ¡No pienses en esa alfa, nunca!
Al apartar la cubierta del jacuzzi, dejó escapar unos chorros de vapor que se elevaron en el aire helado de la noche, luego dejó la toalla sobre una silla y subió los escalones de madera que llevaban dentro del agua. Probó la temperatura con el pie antes de meterse allí, no estaba demasiado caliente pues el termómetro marcaba una temperatura que no le complacía.
No, aún no estaba demasiado caliente.
Se obligó a sentarse, sin hacer caso de los interruptores que iluminaban el baño y hacían que el agua burbujeara, le gustaba sentarse allí en la oscuridad y soñar.
Algún instante después, el agua estaba perfecta.
Suspiró y se recostó un poco más sobre el banco sintiendo que las tensiones de la escuela desaparecen con cada minuto que pasa, pero no podía escapar de sus otras preocupaciones con tanta facilidad. Si al menos pudiera ocurrírsele una manera de ganar el dinero suficiente para mantener la casa, pagar los gastos que generan los adolescentes, como su hija Mina y pagar el tratamiento médico de su madre, si la clínica no fuera sumamente costosa, si los profesores estuvieran mejor pagados.
Acéptalo Im Nayeon, se dijo, vas a tener que buscar un segundo trabajo.
No era una idea demasiado atractiva dar clase en un aula llena de alumnos de cuarto curso, aquello era agotador por mucho que le gustara. La sola idea de tener que buscar otro trabajo para las tardes no le antojaba absolutamente. Y, además, ¿qué clase de trabajo podía conseguir? Su especialidad era la enseñanza, las clases particulares eran una posibilidad, pero no era la época más adecuada.
Se imaginaba que podía buscar empleo en alguno de los almacenes locales para trabajar como dependienta por las tardes y los fines de semana. Quizá hasta pudiera conseguir empleo de cajera en algún banco, o quizá...
Un fuerte aroma se interpuso entre sus sentidos y se tensó pues conocía perfectamente ese delicioso aroma a menta y eucalipto, era fresco, imponente y siempre le refrescaba los sentidos.
—Seguro que el agua está estupenda. —Musitó consciente de que ya la había percibido allí cerca.
Nayeon estuvo a punto de gritar, pero se contuvo en el último momento al reconocer la voz profunda y etérea de su vecina, Yoo Jeongyeon, quien ya estaba allí. Sabía que le había reconocido conscientemente, pero también era su loba quien habría sabido quién era en cualquier momento y en cualquier lugar.
Su corazón recuperó el ritmo normal, pero tuvo que hacer un esfuerzo para ignorar la sensación de delicia en la boca del estómago.
—Jeongyeon, eres imperceptible. ¡Vaya susto! Me has quitado tres años de vida, por lo menos. —Estaba sin aliento y no enteramente por el susto. Sin embargo, esperaba que la alfa no se diera cuenta. —¿Qué haces fisgoneando por ahí? —Intentó que los nervios que sentía no se reflejaran en su voz y se hundió un poco más en el agua.
Tenía la esperanza de que no pudiera ver su desnudez en la oscuridad. ¿Por qué no había conectado las malditas turbinas?
—Quería hablar contigo. —Musitó Jeongyeon sin molestarse en defenderse. —Llamé antes pero no contestabas. Luego vi tu coche y supe que estabas en casa. Chaeyoung dijo que sueles meterte y relajarte en el jacuzzi por las noches y aquí me tienes.
—¿Las niñas ya están en la cama? —preguntó la omega, entrecerrando los ojos para poder verle a través del vapor.
Jeongyeon tenía un pie en el escalón y el brazo apoyado en la rodilla, llevaba jeans oscuros, una chaqueta negra que ocultaba todo su torso. Como era una costumbre, con solo verla la omega sintió una reacción tórrida en sus entrañas.
"Deja de babear, Nayeon, ella no es para ti", se dijo a sí misma la omega.
No, definitivamente no podría ser suya. No obstante, el recuerdo de un beso apasionado en un portal a oscuras, hace varios años, avivó las brasas de su cuerpo. Apartó el recuerdo sin miramientos pues, aquel beso había sido un error del que llevaba cuatro años arrepintiéndose.
Pero ya no había podido controlar sus reacciones ante la alfa desde que le había conocido ocho años antes, cuando todavía estaba casada con su amiga Hirai Momo.
Todavía recordaba cuando le había dado la mano por primera vez. La sensación y el asombro habían sido tan fuertes que tuvo que encoger los dedos de los pies dentro de los zapatos al descubrir que hallaba a su predestinada en brazos de otra omega, en una vida en la que no creía que aquello fuera realmente posible, pues no era muy creyente en leyendas fantasiosas. Repleta de sensaciones nuevas y abrumadoras se dijo que no era buen momento para comenzar a creer.
Nunca había dejado de preguntarse qué tenía ella para colapsar de aquella manera sus circuitos, más su loba en su interior se ocupaba de recordárselo específicamente: predestinadas.
Su vecina era estrictamente guapa, por muchas excusas con las que quisiera disimular. Sus facciones firmes y elegantes estaban marcadas tan delicadamente como las líneas imaginarias que separan el cielo de la tierra y se alineaban en ella, pero su innegable aura sexual que acompañaba a su aroma, la había atraído como un imán desde el primer instante en que la vió. Su sonrisa y su mirada eran una combinación letal con la que cualquier omega caería a sus pies, sus ojos resplandecían como la luna sobre el mar cuando estaba contenta, pero las ocasiones en que se había relajado lo bastante como para sonreír, sus rasgos se convertían en una mezcla asombrosa de encanto de alfa y de atractivo inocente que ningún omega podía soñar con resistirse.
Por suerte para ella, después de la muerte de su omega, Jeongyeon no sonreía muy a menudo. Su esposa, muerta de cáncer tres años antes, había acabado con sus escasas sonrisas. Nayeon deseaba que su atractivo sexual también hubiera desaparecido.
—Sí. Dahyunnie y Chaeng están en la cama ya. —La respuesta dispersó sus pensamientos y la obligó a volver a la conversación.
—¿No has dicho que querías hablar conmigo?
—Dahyunnie dijo que no tenías dinero para arreglar el coche. —Aquellas palabras la sobresaltaron, supo Jeongyeon cuando la miraba a través del vapor como si pudiera leer sus pensamientos más escondidos.
—Dahyunnie habla demasiado... —La omega se prometió llevar más cuidado con lo que decía delante de la cachorra menor de Jeongyeon, ya no se podía confiar en la discreción de una niña de seis años.
—No creo que mis finanzas sean asunto tuyo, Jeongyeon-ah. Pero puedes decirle a Dahyunnie que lo he arreglado, veras, la tapa del radiador estaba agrietada. —Expresó la omega alzando los hombros como muestra despectiva.
—¿Por qué le dijiste a la niña que no tenías bastante dinero? —Consultó confundida.
Nayeon suspiró, sabía que era imposible detener a Yoo, una vez que había decidido llegar al fondo de un asunto, después de todo era parte de su increíble oficio.
—No se lo dije. De seguro me oyó cuando hablaba por teléfono. Además, ya he encontrado el dinero. ¿A qué has venido? —Decidió insistir la omega.
—Para proponerte un trabajo. —Respondió la alfa, igual de serena.
Nayeon pensó que habría podido sorprenderla más si le hubiera dicho que se trasladaba a vivir al Caribe.
Desde la muerte de Momori, Jeongyeon había rechazado su ayuda de un modo casi vergonzoso. Había rechazado el consuelo y la necesidad de compartir la pérdida de una persona a la que ambas amaban.
Nayeon no había sido capaz de romper su silencio. Al final solo se había dado por vencida, contentándose con ser una amiga para las hijas de Jeongyeon. Todavía recordaba la promesa que le había hecho a aquella omega, sentada junto a su cama uno de sus últimos días.
*Flash
—Nayeon-ah... ¿me prometes una cosa? —Momo casi no había podido hablar, hacía varios días que el dolor había empezado a aumentar y la mayor parte de sus energías las empleaba en luchar contra esa maldita enfermedad.
—Tu sabes que haré por ti todo lo que esté en mi mano. ¿Qué necesitas Momori? —La omega se había acercado a la cama y sostenía la mano de su amiga con dolor en su inquieto corazón.
—Por favor, ayuda a Jeongyeon a cuidar de Chaeyoung y Dahyun. Va a... necesitar mucha ayuda.
Nayeon se lo había prometido sin problema, aunque la emoción atenazaba su garganta.
Momo había sido una omega comprensiva y cariñosa, la amiga más querida que había tenido nunca y se merecía más lealtad de la que Im le había brindado. ¡Qué no hubiera dado ella por borrar aquel beso de su pasado!
Apenas una semana después de esa conversación, Momo había perdido su batalla contra el cáncer, pero Jeongyeon no había querido su ayuda o el consuelo de una simple omega por vecina, por el contrario, la había mantenido a distancia con una determinación que la había herido y entristecido al mismo tiempo.
Back*
—¿No quieres oír lo que tengo que proponerte? —Cuestionó la alfa, interrumpiendo el curso de sus recuerdos.
—Ya tengo un trabajo, Jeongyeon —dijo ella con precaución. —¿Sugieres que deje la enseñanza? —Bromeó.
—No. Por el contrario, pensaba en algo que no interfiriera en tu trabajo.
—¿Como por ejemplo?
—La señora Park se ha despedido hoy, será definitivo a fin de mes.
No era una respuesta directa pero Nayeon sabía que la señora era la niñera que se ocupaba de las cachorras de Yoo antes y después de la escuela desde que su omega había muerto. Ya tenía una pista de lo que se proponía.
—Es una lástima. Sé que a las niñas les gustaba.
—Sí, es verdad —Aceptó la alfa cambiando su peso hacia la otra cadera.
El cambio de postura acercó a Jeongyeon al borde del baño y Nayeon se deslizó un poco más abajo en el agua.
Momo había sido una mujer japonesa esbelta y delgada y bien proporcionada, nada comparada a ella que era algo más baja de estatura y de abundantes curvas. Nayeon no tenía la más mínima intención de que Jeongyeon pudiera comparar sus demasiado generosas medidas, con las de su esposa perfecta.
—Me preguntaba si te plantearías la posibilidad de cuidar de Dubu y Chaeng —Admitió sin rodeos, con voz profunda y tranquila. —Te quieren mucho. Yo te pagaría lo mismo que a la señora Park. En total, sólo serían unas tres horas al día.
La omega sabía que podía confiar en su palabra pues, Yoo Jeongyeon era una abogada muy solicitada. A menudo decía que se encargaba del lado feo de la vida, testamentos y propiedades, aunque Nayeon nunca había pensado que hubiera algo en ella que pudiera ser feo. No obstante, podía contar con que regresara a casa a las cinco de la tarde.
—Tendré que pensarlo, Jeongyeon —le informó en voz segura.
—¿Qué tienes que pensar? Ya conoces a mis niñas. Podrían pasar a recogerte por tu clase cuando el horario termine y venir las tres juntas a casa. —Concluyó tan imponente como todo en su naturaleza. Nayeon alzó una ceja ante su osadía.
—¿No crees que Chaeng ya es demasiado mayorcita para tener niñera? ¿Por qué no se encarga ella de su hermana? Tiene trece años, Jeongyeon, muchas chicas empiezan a trabajar de niñera para otras personas a esa misma edad.
Pero por supuesto, Jeongyeon no parecía muy convencida con esa idea.
—Me sentiría más cómoda sabiendo que alguien adulto se ocupa de ellas una hora y media antes y después de la escuela, Nayeon. Le gustas a Dahyun, te ve como a una madre y de Chaeyoung bueno, tu sabes que te adora, no creo que le dé una rabieta por tener que venir contigo desde la escuela.
Nayeon arqueó las cejas. No podía imaginarse a la alegre y vivaz Chaeyoung cogiendo una rabieta por nada. Sin embargo, asintió.
—Sería una buena solución para tu problema, me gustaría considerarlo, pero necesito tiempo para pensarlo.
Jeongyeon rezongó por lo bajo, era evidente que había esperado que la omega aceptara sin discusiones.
—¿Tendrás tiempo suficiente hasta el sábado? —consultó la alfa, con verdadera ansiedad.
—Creo que sí. —Nayeon se encogió de hombros. Al instante se maldijo, el agua danzaba vigorosamente en torno a sus hombros.
La alfa se retiró del borde del baño y Nayeon reprimió un suspiro de alivio.
—Bien ¿Por qué no vienes a cenar a casa y lo hablamos? Las niñas han estado intentando persuadirme para que las invite a ti y a Mina. Podremos discutirlo después de que se hayan ido a la cama.
—¿Qué quieres que lleve? —Cuestionó la omega, haciendo un esfuerzo para que el entusiasmo no se notara en su voz.
—No te preocupes —Respondió la alfa, retrocediendo otro paso. —Yo me encargaré de la cena. Vengan a las cinco. —Musitó antes de darse la media vuelta e irse.
Aquello le recordó vivamente una noche de hace cuatro años, poco después de que se hubiera descubierto la enfermedad de Momo.
*Flash
Momo y Jeongyeon se habían peleado a principios de aquella semana.
Dahyun estaba cerca de cumplir el primer año y Chaeyoung estaba en segundo grado de primaria. No sabía con exactitud cuál había sido el problema entre ellas, pero recordaba que Momo le había pedido a Nayeon que se quedara con las niñas el sábado por la noche.
—Necesitábamos algún tiempo para hablar sin las niñas... —Le había dicho la nipona, muy seria a Nayeon.
Im se había quedado con la bebé Dahyun y Chaeyoung mientras ellas salían a cenar y a ver una película.
A Dubu le estaban saliendo los dientes, de modo que no había dejado de pasear por la casa con la bebé en brazos en un intento de calmarla y alrededor de las once, la inquietud había dado paso a una rabieta de llanto y gritos.
Cuando Momo y Jeongyeon llegaron, la omega se había deshecho de su alfa antes de ir al cuarto de la bebé.
—Lo único que la calma cuando se pone así, es su madre, ¿verdad pequeña? —dijo con una sonrisa amarga.
Nayeon había protestado cuando Jeongyeon insistió en acompañarla a su casa pues, solo vivía a unos cuantos metros de allí, pero la alfa se mostró inflexible. Cuando llegaron al pequeño portón cerrado, Jeongyeon no dio muestras de querer irse.
—¿Qué tal la cena? —preguntó Nayeon, honestamente interesada.
Jeongyeon se encogió de hombros con indiferencia.
—No demasiado bien, ya que quieres saberlo.
La omega se quedó en silencio, pues no deseaba enterarse de los problemas matrimoniales de ambas, pero la alfa parecía tener necesidad de hablar y descargarse.
—Tenemos... opiniones muy distintas sobre cómo deberíamos proceder con su tratamiento.
Jeongyeon se apartó de ella y metió las manos en los bolsillos de sus pantalones. Los hombros anchos estaban tensos, Nayeon oyó que el suspiro que exhaló acababa en un gemido.
—¡Dios! Estoy muy asustada, Nayeon. ¿Qué haré sin ella? Si muere...
—¡Ssst! —Actuando por impulso, impelida por la necesidad de reconfortarla, la omega le puso una mano en la cintura mientras que con la otra le cerraba los labios.
—No adelantes los problemas. Estoy segura de que el médico hablará con ella.
Nayeon no pudo seguir consolándola, pues la alfa le había puesto las manos sobre los hombros. Lentamente, le retiró la mano de los labios y se la colocó sobre el pecho.
—Nayeonnie... —Apretando las manos sobre los hombros, la atrajo hacia ella.
A la omega se le detuvo el corazón para luego empezar a latir al doble de su velocidad normal, sobre todo al percibir lo que flotaba en el aire, miedo. Nayeon podía sentir su temor con tanta facilidad.
Se dijo que la alfa sólo necesitaba consuelo, un abrazo de contención y ella podía ofrecérselo porque era su amiga, entonces permitió que la abrazara mientras le rodeaba el cuello con sus brazos.
—Lo sé, Jeongyeon-ah. Lo sé. —Musitó golpeando suavemente su hombro.
Entonces Jeongyeon la besó. Una explosión de calor arrasó su cuerpo, era como tocar una cerca electrificada, pero sin dolor. Intentó retirarse pero la alfa la sujetaba firmemente por los hombros. Volvió a besarla, sacudiendo los cimientos de su mundo.
¿Cómo podía sentirse tan bien cuando sabía que estaba haciendo algo tan reprochable?
No protestó, no pudo, mientras ella seguía besándola con delicadeza, empujando con la lengua la línea cerrada de sus labios.
Nayeon cerró las manos sobre su fino cabello claro y abrió la boca. Del fondo de la garganta de Jeongyeon surgió un gruñido y avanzó la lengua al interior entre sus labios en una búsqueda ansiosa, sus manos se deslizaron por la espalda para apretarla contra su cuerpo anhelante.
¿Cuánto duró aquel beso salvaje, ardiente y devorador?
Nunca lo supo, no lo suficiente. Pero había sido el tiempo justo para tatuarse en su mente, en sus labios y en su corazón y lo bastante para que el cosquilleo de la culpa se convirtiera en una avalancha de lodo dentro de su cerebro. ¡Aquella era la alfa de su mejor amiga!
Nayeon quería acceder a todas sus demandas que parecían emerger de su animal interior y que despertaba con tanta facilidad en su omega, pero una hebra de cordura la forzó a apartarse de esos adictivos labios.
—¿Qué estás haciendo? —Fue casi un jadeo pero consiguió llegar hasta ella. Al instante las manos se quedaron inmóviles sobre su cuerpo, aunque no la soltó de inmediato. La omega volvió a intentarlo.
—Jeongyeon me pareces muy atractiva, pero las dos queremos a Momo y esto le haría un daño terrible, ¿no crees?
—Tienes razón. —admitió apoyando su frente contra la de ella. —Rayos, no sé qué me pasó, lo siento.
—"Locura de luz de luna llena, consuelo que se desboca". Ahora, deja que entre a casa y las dos nos olvidaremos de que esto ha sucedido, ¿de acuerdo?
Jeongyeon asintió, pero tampoco se movió ni la soltó, entonces, al cabo de un momento, Nayeon empujó suavemente su mano contra su pecho. La alfa la soltó y dio un paso atrás mientras dejaba escapar un suspiro largo y quejumbroso.
—¡Ah, Nayeon! Eres una joya. Una amiga leal de Momo y mía. Gracias por salvarme de mí misma en esta ocasión, jamás lo olvidaré. —Levantó una mano y le acarició la mejilla con ternura, después se dio la vuelta y cruzó el césped hasta su casa.
Nunca volvieron a comentar lo sucedido aquella noche y Nayeon nunca dudó del amor de Jeongyeon para con Momo. Conforme la enfermedad avanzó, su devoción se hizo evidente en las horas que permanecía a la cabecera de su lecho, cuidándola dulcemente.
Back*
Nayeon intentó relajarse sumergida en el agua caliente, pero no pudo disfrutarla.
Rezongando entre dientes se envolvió en la toalla, bajó los escalones del jacuzzi, atravesó descalza el cemento hasta la terraza de su casa y contempló con ojo crítico el montón de ropa para lavar y las cajas de adornos de navidad, herramientas y otros objetos ordenados perfectamente. Aquello hubiera provocado una de las célebres rabietas de Taehyung, su ex marido.
El alfa le hubiera echado un sermón, enumerando sus defectos uno por uno sin compasión.
La omega se obligó a parar esos pensamientos por el bien de su autoestima, era una persona suficientemente ordenada, sabía dónde estaba exactamente cada cosa y sabía que no estaba sucio porque no hacía ni una semana que había limpiado toda el área de almacenaje.
No, definitivamente no iba a permitir que las expectativas de otra persona volvieran a arruinarle la vida.
Como en incontables ocasiones, volvió a pensar en los días llenos de ilusión y amor de juventud. Había querido mucho a Tae, quizás por eso excusaba su ira fría y su manera de ver las tareas domésticas, sus denigraciones constantes y sus exigencias de que mantuviera la casa como un espejo.
Nayeon se había destrozado tratando de cumplir sus exigencias, sólo para descubrir que nunca lo hacía lo suficientemente bien, que para aquel alfa siempre encontraba algún fallo en sus desesperados intentos de complacerle. Prefería morir antes que permitirle a un alfa volver a destrozar su autoestima.
El jueves por la noche, Jeongyeon estaba de pie, a oscuras en medio de la sala mientras Chaeyoung y Dahyun estaban en sus habitaciones, e intentaba relajarse después de una jornada de trabajo intenso. ¡Vaya! Los días parecían interminables desde que se había convertido en una madre viuda.
La alfa se levantaba al rayar el alba para hacer el quehacer y mantener el orden básico, después realizaba una hora de ejercicio físico en su gimnasio personal ubicada en su sótano, antes de darse una ducha, levantar a las cachorras y preparar el desayuno.
La mayor parte de esos días las niñas desayunaban de camino a la casa de la señora Park, ya luego Jeongyeon se dirigía a su oficina.
Definitivamente, habría una ventaja evidente en que Nayeon aceptara cuidar a sus hijas, sólo tendrían que ir caminando a la casa de su vecina para que ella las llevara a la escuela.
Jeongyeon había podido ver en la omega la felicidad que asomó a sus ojos cuando la había invitado a cenar la otra noche y se había sentido culpable. Demonios, debía sentirse culpable.
Chaeng y Dubu la echaban de menos y siempre iban detrás de ella para que les dejara ir a su casa.
Ese era uno más de los numerosos roces que había entre Chae y su madre, no permitirle visitar más seguido a su unnie.
Cada vez que Nayeon asomaba en el jardín, sus hijas ya estaban fuera de casa. Sabía que ella les tenía mucho cariño y también que era culpa suya mantenerlas alejadas, más sin embargo, cuando la tristeza de haber perdido a su omega había remitido, la culpa ocupaba su lugar.
Desde que Nayeon se había mudado a la casa de al lado y habían descubierto que eran predestinadas, se había sentido atraída por ella inminentemente. Todavía recordaba la primera vez que se habían encontrado.
*Flash
Momo la conocía desde hacía una semana y ya la había invitado a cenar para darle la bienvenida al vecindario, pero Jeongyeon la había visto desde lejos y, como cualquier alfa de instintos vivos, se había fijado en las curvas de su cuerpo, pero nada la había preparado para conocer a la castaña de ojos chocolatosos, cuyo labio inferior sólo pedía que la alfa lo arrancará con sus dientes y ese aroma incesante a rosas y cítricos la encandilaron a un viaje de ida.
Cuando le había dado la mano para corresponder el saludo, la fuerza de su lazo le había golpeado en la ingle hasta casi hacerla jadear. Le había costado un gran esfuerzo ocultar su asombro y mantener a su loba a raya, pero lo había conseguido, así como también había conseguido ignorarla hasta aquella noche, aunque deseara más que solo tomarle la mano.
La Diosa Luna nunca podría castigarla tanto como ella mismo se había castigado por su falta de control. Aunque, pensándolo mejor, había perdido a Momo y quizá fuera ése su peor castigo.
Back*
Un movimiento en el patio de la casa vecina atrajo su atención y de inmediato, todo su cuerpo se tensó expectante, cuando la omega apareció envuelta en una toalla grande, se sermoneó a sí misma: "Esto es algo rastrero, Yoo, muy rastrero. Despreciable, desagradable. La pobre omega piensa que nadie la está viendo."
Nayeon dejó caer la toalla y subió los escalones que llevaban al jacuzzi.
Los dedos de Jeongyeon se aferraron a la cortina. ¡Luna, qué hermosa era! La cintura era pequeña, resaltando las redondeces de caderas y nalgas, pero eran sus pechos lo que más la atraían. Su tamaño y forma perfectos, se adelantaron orgullosamente, los pezones rosados delicadamente erectos por la fresca y breve brisa que soplaba en la noche. Cuando ella se inclinó para meter un pie en el agua, sus pechos se balanceaban suavemente y Jeongyeon gimió en voz alta.
El sonido agónico despertó ecos en la oscuridad y se apartó de las cortinas para apretarse contra la pared, obligándose a dejar de mirarla. Aquello era una locura, tenía que poder dejar de hacerlo.
Se llevó una mano al pantalón del pijama, pero la retiró de mala gana. Podía aliviar su necesidad de la manera más fácil, sin embargo sabía por experiencia que no conseguiría desear menos a Im Nayeon. Se recordó fieramente que sólo se trataba de sexo.
Jeongyeon le había hecho el amor a Momo durante sus diez años de matrimonio, en su mente podía entender que su compañera había desaparecido, pero su alfa reaccionaba como siempre, quería a su omega. Y para acabar de empeorar las cosas, había saboreado a Im Nayeon y sabía que era muy capaz de saciar su sed, sólo se trataba de eso, simple química sexual, intentaba justificar mientras oía a su loba aullar de anhelo.
Había querido mucho a Momo y había disfrutado del sexo con ella, pues eran muy jóvenes cuando se casaron por arreglo entre sus familias y, aunque al principio había sido difícil de aceptar, habían aprendido a disfrutar de cooperar en sus celos y explorar el sexo juntas. Pero su hermosa Momoring se había ido y ella seguía siendo una alfa.
Hacía poco menos de un mes que había descubierto que Nayeon tomaba baños calientes desnuda y desde entonces se había convertido en una mirona de la peor clase, observándola todas las noches con las luces apagadas. La estaba volviendo loca.
Se preguntó si no se habría dado cuenta de que podía verla debajo del agua la otra noche cuando conversaban. No, no lo creía. Había tenido que recurrir a toda su fuerza de voluntad para ceñirse a la conversación, mantener su erección en línea y detener todas sus intensas feromonas que intensificaban su aroma, aunque estar al intemperie había sido de gran ayuda, en un lugar cerrado se hubiera sentido al instante cuan excitada estaba por ella.
Cuando aquellos hermosos pechos habían flotado justo por debajo de la superficie, prácticamente suplicándole que los tomara entre sus manos, había preferido huír a cometer cualquier locura.
Anduvo tambaleándose hasta el sofá, donde se dejó caer pesadamente. No podía volver a mirar por aquella ventana o, de lo contrario, tendría que correr hacia ella. La sola idea bastó para que su sangre se rebelara en una dolorosa excitación, no podía hacer otra cosa que admitirlo, deseaba tener sexo con Nayeon.
A la defensiva, pensó que eso no significaba nada, aunque estaba demasiado oscuro para ver su cara.
En su posición contempló la foto de Momo que estaba sobre la chimenea y casi que podía oír su voz que le decía que siguiera su vida en paz, pero Jeongyeon estaba segura que si ella viviera, no estaría allí, consumiéndose por otra omega, lo más probable era que la estuviera llevando en brazos a la cama.
Estaba aprendiendo a vivir con su ausencia aún, pero de vez en cuando, el dolor desnudo de su pérdida la tomaba con la guardia baja.
Y había rabia mezclada con aquel dolor. Recordaba las discusiones, la negativa testaruda de Momo a seguir el consejo del médico, las consultas inútiles con curanderos y naturistas, no podía dejar de preguntarse por qué no había intentado vivir. Por mucho que quisiera ser noble, no podía evitar sentirse resentida por el hecho de que Momo no hubiera querido vivir por sus cachorras. Si hubiera aceptado los tratamientos que el médico había prescrito, la radiación y la quimioterapia, seguiría viva, estaba segura.
Y si Momo estuviera viva, ella no se hubiera dado un mínimo espacio para sentir aquel deseo insaciable por Nayeon.
Pero Momo ya no estaba, ya había pasado mucho tiempo desde su partida y Nayeon estaba tan cerca, que podía percibir su dulce aroma a rosas blancas y cítricos limones que le complementarían tan bien. Ella era perfecta para la alfa, porque así debía de ser.
¡Hola, hola buenas tardes! ¿Cómo te va en tu inicio de semana? Espero que muy bien.
Déjame tu opinión de este primer capítulo y algunas dudas que hayan podido surgir, aquí ———>
Gracias por comenzar esta nueva aventura conmigo, te dejo un beso ruidoso, tu JazUnnie 🌻
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