Four: "Exagerada Fobia" 🌙
La casa de Yoo Jeongyeon estaba al final de una calle que acababa en una plazoleta circular y pocos eran los autos que transitaban por allí en la noche.
Ella se encontraba en el despacho de su casa, revisando el testamento de un cliente, una persona mayor que acababa de morir. Bueno, en realidad solo trataba de concentrarse, ya que había tenido problemas desde que había visto a Nayeon salir de su casa e irse en su coche.
Verla plegar su cuerpo espléndido para meterse en el auto le había hecho recordar con una claridad ardiente la sensación de aquel cuerpo apretado contra el suyo mientras la besaba y ella le había respondido. Sudaba con sólo pensarlo, tenía una erección cada vez que evocaba el modo en que ella le había ceñido la cintura con la pierna para responder con su lengua a la caricia íntima.
¿Qué no harían juntas sin ropas que les estorbaran? Se preguntó. Ya conocía la hermosura de su cuerpo. Demonios, si hasta le había puesto las manos encima, aunque sólo la había visto desnuda desde lejos.
A juzgar por el modo en que ella había reaccionado al beso, era probable que jamás consiguiera acercarse mucho más.
Chaeyoung conocería aquel cuerpo mucho mejor que ella, recordó el ofrecimiento generoso de la omega de enseñarle a depilarse y no había podido contestarle en aquel momento porque todo lo que podía pensar era en sus piernas y en el tacto que tendrían rodeando su cintura.
Debido a esos interminables pensamientos, hasta se le había ocurrido la estúpida idea de que Momo podía leer sus pensamientos y se sentía muy defraudada con las ideas lujuriosas de su alfa en donde quiera que esté. Obviamente era un reproche infundado por sí misma, ella había adorado a su omega desde que surgió el afecto entre ambas.
Una vez en su lecho de muerte, su hermosa Momo le dijo que aceptaba que encontrara otra omega con la que compartir su vida y que no dudaba en aprobarlo si aquella era cariñosa, comprensiva y un ejemplo para sus niñas. Pero para Jeongyeon comprometerse seriamente con alguien más era muy distinto de la fijación sexual que sentía por Nayeon, a quien su esposa había querido mucho. Lo que sentía por esa omega estaba fuera de sí, era una fijación capaz de desconcentrarla completamente. La verdad era que se estaba volviendo loca.
Quizá por eso se había enfurecido tanto cuando se había negado a aceptar su ayuda en el restaurante. Refrenó su ira e intentó reunir toda su paciencia. ¿Acaso no había entendido que no pretendía recompensarla por sus desvelos con Momo? Aunque todo mundo era testigo de lo mucho que se lo merecía, si fuera el caso, pero ese no había sido el motivo de su oferta, solo había pensado en ella, sinceramente preocupada por cómo iba a arreglárselas sin ayuda.
Pero esa omega orgullosa se la había tirado a la cara como si fuera nada. Nayeon, al igual que Momo, se había negado a escuchar sus sugerencias desesperadas y había acabado haciendo exactamente lo que le había dado la gana, y meses después Momo las había abandonado con tanta soltura, como si no hubieran habido más opciones.
Un coche pasó por la calle y la alfa levantó la cabeza, debido a que su escritorio miraba hacia la ventana y había dejado las persianas abiertas, pudo reconocer el auto de Nayeon por el sonido a chatarra de su motor y... ¡Ni siquiera conducía con las luces encendidas! ¿No tenía que estar trabajando a esas horas? ¿Y qué demonios hacía conduciendo con los faros apagados?
Ya hacía bastante tiempo que era de noche. Se levantó de la silla y fue hacia la ventana, observando cómo frenaba de golpe frente a su casa. Casi estaba decidida a bajar y echarle una buena reprimenda ¿Ya se había vuelto loca?
Mientras que estaba de pie mirando, Nayeon abrió la puerta del coche, salió y... cayó al suelo hecha un ovillo.
¡Diablos! ¿Había sufrido un accidente? Eso explicaría la falta de luces. Sus instintos se alertaron al instante y salió corriendo de la casa.
Bastaron pocos segundos, cuando ya estaba de rodillas junto a ella antes de poder darle la orden a su cuerpo. Su corazón latía apresuradamente, la sangre le rugía en los oídos. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué se había dejado caer, por qué no despertaba? Las enfermedades le aterrorizaban inmensamente desde la muerte de Momo, se obsesionaba con el menor estornudo de sus hijas y se apresuraba a llevarlas al médico de inmediato.
Sabía que no era una conducta demasiado racional, pero no le apetecía comportarse racionalmente con la salud de las niñas y ver a Nayeon desmayarse le había producido el mismo pánico, la misma sequedad de boca.
—¿Na-Nayeon? —preguntó y pudo oír la preocupación en su propia voz temblorosa.
Con suavidad, la alfa tanteó su muñeca para buscarle el pulso. Respiró con tranquilidad cuando lo encontró, pero ella no respondió a su llamado.
Nayeon respiraba con regularidad y no tenía señales de golpes o contusiones, pero cuando le levantó un párpado para mirarle la pupila, ella gimió y rodó hacia un lado para apretarse contra sus rodillas como una pequeña bola.
—Nayeon, soy Jeongyeon. Háblame, por favor ¿Qué sucede?
—No me siento bien, tengo un resfriado —Murmuró pero casi no se movió —Solo es un resfriado...
Jeongyeon se asombró al oír su voz, aunque se sentía aliviada de que pudiera responder, estuvo aún más preocupada al mismo tiempo. Nayeon estaba consciente, pero era obvio que padecía algo más que un simple resfriado.
—Deja que te meta a la casa, ya veremos que tan resfriado es...
La omega no respondió, pero cuando ella le pasó un brazo por la espalda y el otro bajo las rodillas, le puso el suyo alrededor del cuello y su cabeza se derrumbó sobre su hombro. Jeongyeon se vio invadida por una inmensa necesidad de protegerla ya que Nayeon no ofrecía resistencia alguna entre sus brazos y mantenía sus ojos cerrados. Ella se encargaría de cuidarla.
Cuando estaba junto a la puerta de la casa de Nayeon, se dio cuenta de que no tenía llaves.
—¿Dónde tienes la llave de tu casa? —Le preguntó inclinando la cabeza y le rozó la frente con los labios. Alarmada, se dio cuenta de que ardía de fiebre.
—En... la bolsa...
Jeongyeon empezó a sentirse asustada, tenía que llamar a un médico y conseguir que le bajara la fiebre lo más pronto posible. Se arrodilló, mientras la sujetaba con una mano y rebuscaba en el interior de su bolsa con la otra. En algún instante que no supo reconocer cuánto duró, la alzó en brazos nuevamente, metió la llave en la cerradura y suspiró de alivio cuando la puerta se abrió.
Con prisa, llevó a Nayeon al piso de arriba sin detenerse a encender las luces. Cuando abrió la puerta, lo hizo con el codo, ya que no le costó trabajo encontrar el dormitorio de la omega pues todo el lugar se impregnaba de ella, y con mucho cuidado para no moverla más de lo necesario, la depositó sobre la cama. Su piel seguía siendo suave y cálida, detalló, y su aroma le excitó, envolviéndole como una nube cuando se sentó a su lado.
Molesta por aquella excitación inoportuna, cogió el teléfono que había sobre la mesita de noche. La primera llamada fue para una estudiante de su misma calle, Kim Jisoo. La pequeña alfa estuvo de acuerdo en acercarse a cuidar a las niñas, y Jeongyeon le advirtió que se trajera con que entretenerse porque Chaeyoung y Dahyun ya estaban dormidas.
—¿Cómo se llama tu médico, Nayeonnie? —preguntó inclinándose sobre ella y sus párpados intentaron abrirse, sus labios se movieron, pero transcurrió un momento antes de que pudiera hablar.
—El doctor Ellis. De la clínica Family Health.
Jeongyeon no lo sabía, sin embargo era un golpe de suerte porque el doctor Ellis también era el médico de su familia, de hecho había sido él quien primero había sospechado de la enfermedad de Momo y no había vacilado en mandarla a un especialista.
Jeongyeon tuvo que hacer un esfuerzo para dejar de evocar aquellos recuerdos amargos pues era Nayeon la que necesitaba toda su atención.
—Vuelvo en un momento —Le dijo, aunque la omega no dio muestras de haberla oído.
Volvió corriendo a su casa para recoger las llaves y una chaqueta. Jisoo se presentó en ese momento y la dejó tras darle instrucciones para que cerrara la puerta con cerrojo y de que podía encontrarla en la casa de junto si la necesitaba.
Después regresó a casa de Nayeon, llamó al médico y dejó un mensaje urgente en su contestador. Entró en el cuarto de baño y abrió el botiquín preguntándose si se atrevía a administrarle alguna medicina y mientras se debatía con sus incertidumbres, el teléfono sonó. Corrió a cogerlo para que no molestara a la omega quien parecía quejarse del malestar.
—Sí, ¿diga?
—Soy el doctor Ellis. ¿Es la casa de Im Nayeon?
—¡Gracias al cielo doctor! Habla Yoo Jeongyeon, la vecina de Nayeon.
—Ah Jeongyeon, ¿Le ocurre algo malo a Nayeon?
—Ella dice que es un resfriado, pero arde de fiebre, gime al respirar y casi no puede hablar. Se ha desmayado en la puerta de su casa hace unos pocos minutos.
—¿Lleva mucho tiempo enferma?
—No lo sé. Salí a recogerla cuando la vi caer al suelo. ¿Qué debo hacer? —Jeongyeon se daba cuenta de la desesperación que había en su voz. Aparentemente, el médico también se percató.
—Mantenga la calma, Yoo. Parece que está bastante enferma, pero no creo que su vida corra peligro. Podría ir a su casa, pero preferiría examinarla aquí, donde dispongo de más recursos. ¿Cree que podrá trasladarla usted misma?
—Puedo estar en la clínica dentro de diez minutos.
—Yo no vivo lejos. Las veré allí.
Nayeon apenas se movió mientras la envolvía en una manta y la llevaba al coche. No se molestó con los cinturones de seguridad, dejó que se derrumbara contra su hombro durante el corto trayecto a la clínica. Una vez allí, paseó nerviosa, mientras el médico la examinaba.
La omega se despertó lo suficiente como para hablar un poco con el Doctor Ellis, pero en el momento en que él terminó, volvió a sumirse en un sueño inquieto.
—¿Qué le pasa? ¿Necesita ingresarla en el hospital? —Cuestionó la alfa más que horrorizada por el mal semblante de la omega.
—No quiero ir al hospital —Se quejó Nayeon entreabriendo los ojos.
—Tú harás lo que el médico te diga. —Advirtió en tono amenazante.
—¡No! —Rebatió —Por favor, no puedo perder tiempo. Por favor, doctor Ellis, no me hospitalice.
Jeongyeon dejó escapar un suspiro profundo al presenciar su inconsciencia.
—Ha intentado mantener dos trabajos para pagar los gastos de su madre, que está ingresada en un refugio especializado. Pero si cree que necesita hospitalización, yo me encargaré de que obedezca —Añadió la alfa entre dientes apretados, mirando al médico a los ojos.
El beta pudo notar la furia en la alfa, y comprendía de sobra los motivos, pues conocía muy bien la exagerada fobia de Yoo Jeongyeon, aunque no estaba seguro de que esta vez estuviera tan equivocada.
—La verdad es que está bastante enferma, Im —admitió con aspecto pensativo —¿Hay alguien que pueda quedarse con ella unos cuantos días?
—Yo puedo cuidarla sin problema —Respondió la alfa, ignorando los desesperados gestos negativos de la omega.
—Tiene lo que suele llamarse como una pulmonía, agravada por un estado de agotamiento. Asique no hay otro modo de hacerlo, Nayeon, tendrá que tomárselo con más calma durante una temporada. Sin embargo, con la medicación adecuada, una buena dieta y mucho descanso, se restablecerá muy pronto. —Se dirigió a Jeongyeon directamente —Voy a darle algo para bajar la temperatura y le extenderé una receta para que la recoja mañana a primera hora. Deberá acabar todo el medicamento, por mucho que se sienta mejor, e intente darle mucho líquido. Si al cabo de las veinticuatro horas está peor o no responde al tratamiento, llámame de inmediato, quizá entonces sí tengamos que ingresarla.
Llevarla de regreso a casa no supuso dificultad alguna pues, Nayeon cayó en un sueño profundo del que no despertó ni siquiera cuando la alfa la subió en brazos a su dormitorio, de regreso.
Antes de dejarla sobre la cama, Jeongyeon se las arregló para abrir las mantas y una vez la dejó lo más cómoda posible, se sentó a su lado y le quitó los zapatos. Se quedó observándola un momento, arropada en la manta en la que la había llevado a la clínica, y volvió a suspirar.
Cuando había escuchado que le decía a Chaeyoung que tenía que llevar más cuidado con lo que se ponía para no ser demasiado provocativa, había sentido una punzada de culpabilidad por el modo en que la había espiado cuando tomaba sus baños calientes y sentía lo mismo al pensar en desnudarla en ese momento.
Naturalmente, podía dejar que pasara la noche vestida, pero estaba segura de que se sentiría muy incómoda. ¡Demonios! Ya era hora de que lo admitiera. Iba a desnudarla, pero no sólo para que estuviera cómoda, sino porque era lo suficientemente rastrera como para disfrutar con su desnudez, aun cuando ella no estuviera consciente.
Rebuscó en los cajones de sus ropas hasta encontrar un pijama que ponerle. Después, con cuidado, le desabrochó la blusa y el uniforme y se los quitó. Cuando deslizó las medias de sus tobillos, sus dedos temblaban y el sudor le corría por la espalda.
Estuvo un momento admirando aquel cuerpo cubierto sólo por las braguitas y el sujetador, con ojo crítico, se dio cuenta de que había perdido más peso del que había creído. ¡Estaba muy enferma! El pánico y la ira lucharon en su interior, distrayéndola por un momento. Nayeon se había rehusado a que la ayudara con un préstamo y ese era el resultado. Ella sólo había querido facilitarle las cosas, pero al igual que había intentado con Momo, solo obtuvo una negativa absurda. ¿Por qué tenía que ser así? ¿Porque no se podía dejar ayudar y ya?
Sin embargo, había una diferencia. Nayeon no iba a morir, ya se encargaría ella misma de eso. Volvió a mirarla y sus ojos fueron atraídos hacia sus senos casi desnudos cubiertos por el delicado encaje. Se quedó sin aliento, pero también se dio cuenta de que no podía continuar así, no era justo para Nayeon y, además, estaba jugando a un juego bastante peligroso.
Hizo un bulto con el pijama y se lo metió por la cabeza, bajándoselo sobre el pecho antes de pasar las manos bajo su cuerpo y desabrocharle el sujetador. Sin pensarlo dos veces, sacó el sujetador y tiró del camisón para cubrirla rápidamente, con los ojos lo más apartados de ella que pudo. Con la misma rapidez, le colocó brazos y piernas en una postura más cómoda y la tapó con las mantas dejando una suave caricia por su mejilla, regañándola mentalmente sin poder evitarlo.
Nayeon se despertó a media noche, sedienta y completamente desorientada. Volvió la cabeza para mirar el reloj y de inmediato el cuarto empezó a girar de un modo alarmante, provocando que se le escape un gemido de entre los labios resecos. Pasó un breve instante hasta que la luz de la mesilla se encendió.
—Todo está bien, cariño... —Musitó una voz conocida para la omega quien apenas podía parpadear.
Nayeon se llevó una mano a los ojos para protegerlos de aquel súbito resplandor, sin embargo, habría reconocido perfectamente esa voz, era Jeongyeon en cualquier sitio.
—¿Qué haces en mi habitación a estas horas de la noche? —Preguntó en un suspiro. Hubiera querido sonar asombrada, pero su voz débil y ronca apenas le permitió hacerse oír.
—Cuidar de ti. ¿Quieres beber algo?
La castaña asintió y con cautela, se quitó la mano de los ojos y los guiñó ante la luz. Unos dedos largos le pusieron un vaso de agua delante, pero cuando intentó incorporarse, toda la habitación empezó a girar como una noria y una debilidad alarmante se apoderó de todos sus músculos.
Su mente pensó que entendía por primera vez la frase de "indefenso como un niño". Como si lo hubiera adivinado y sin necesidad de palabras, Jeongyeon le pasó un brazo por la espalda y la ayudó a incorporarse lentamente. Incluso enferma, Nayeon tuvo completa conciencia del intenso aroma de esa alfa, y del pecho en que apoyaba su espalda mientras le llevaba el vaso a los labios. Bebió con avidez, disfrutando del frescor del agua en su maltrecha garganta mientras apoyaba su cabeza contra su hombro. La alfa le acarició la frente y deslizó la caricia hacia su mejilla con el dorso de su mano fresca antes de apartarse.
Volvió a recostarla y entonces la omega cayó en la cuenta de que tenía un pijama puesto. Hacía años que no se ponía uno porque prefería las camisetas grandes o ropa más holgada y cómoda, a la lencería fina que tanto le gustaba a Taehyung.
—¿Qué...? ¿Dónde....? —Murmuró cubriéndose con la sábana. Por segunda vez, Jeongyeon entendió sin necesidad de palabras que debía responder.
—Después de traerte de la clínica, te puse ropa de dormir, creí que estarías más cómoda...
—¿De la clínica? —Cuestionó Nayeon en lo que trató de recordar, pero después de la escena del restaurante todo estaba en blanco en su mente.
Y Jeongyeon decía que... ¿eso significaba que la había desnudado ella misma? No podía soportar aquellos pensamientos y se aferro a algo más seguro.
—¿Me ha visto un médico?
—El doctor Ellis. ¿No te acuerdas de haber venido del trabajo hasta aquí? —Torció los labios con disconformidad al ver como Nayeon negó con la cabeza como respuesta y sintiéndose totalmente frustrada.
—¿Cómo?
—Llegaste en tu auto, Nayeon... —Le recordó apretando los labios —Y sin luces. Me asomé a la ventana justo a tiempo de verte llegar, salir del coche y caer por completo al suelo.
Nayeon no sabía sí dar gracias al cielo o maldecir su mala suerte. Podía ver en los ojos de Jeongyeon que todos los recuerdos de la enfermedad de Momo habían aflorado, en unos segundos. Extendiendo un brazo inseguro, puso la mano en la rodilla de la alfa.
—Lo siento, Jeongyeon-ah...
—Lo sé. —La mano suave de la alfa se cerró sobre la suya. Otro pensamiento que revoloteaba por su mente se centró poco a poco.
—Ya puedes ir a casa, me siento bien. —Musitó con aquel tono de voz que le desmentía grandemente.
Jeongyeon apretó los labios aún más, hasta que sólo fueron una línea recta y dura.
—En caso de que no te hayas dado cuenta, te informo de que estás muy enferma. El doctor Ellis te revisó en su clínica y voy a quedarme unos días porque tú no puedes valerte por ti misma. —Le informó, ignorando sus palabras y acomodándole las cobijas.
—Pero... —Acomodó la voz para que se oyera un poco más clara o eso intentó —Pero, ¿y Dahyunnie y Chae...?
—Nayeon, tranquila, ambas están en casa. Hay una chica cuidándolas.
—No tienes porqué quedarte conmigo... —Insistió ella en un susurro.
A Nayeon le dolía la garganta y mantener los ojos abiertos se estaba convirtiendo en un esfuerzo insoportable. Jeongyeon le cubrió el brazo bajo las mantas y se apresuró a apagar la luz.
—Duérmete, cariño. Has cogido una buena pulmonía y le prometí al doctor que me quedaría contigo. Si esto es un ejemplo de cómo te cuidas, prefiero no perderte de vista. —Añadió la alfa con tono sarcástico.
—Yo no... no te necesito —Murmuró la omega, adormecida.
Unas nubes oscuras se cerraron en torno a ella y no pudo recordar el resto de lo que intentaba hacerle comprender a aquella cabeza dura, porque se dejó caer en un nuevo sueño profundo.
Nayeon se despertó dos veces más durante aquella noche y Jeongyeon consiguió que bebiera un poco de agua para aliviar el dolor de garganta. Estaba tan tranquila que no creía que supiera quién era ella o dónde se encontraba.
Hola ¡Buenas noches para ti también!
Tenía que actualizar pues Moonlight Sunrise es una joyita que hay que festejar y el regreso de las chicas. ¿Ya lo viste?
Oye, descansa y mantente saludable. Un besito, tu JazUnnie 🌻
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