Eight: "Un día más" 🌙
Sólo un día más, pensó nerviosamente, veinticuatro horas más tarde ya se encontraría casada otra vez. Aún no podía creerlo, se convertiría en la omega de Yoo Jeongyeon.
Nayeon ingresó a la escuela con el resto de los profesores mientras se iba el último autobús. Ella se dirigió a su salón de clases para recoger su bolsa y así finalizar su día de trabajo y de inmediato notó los restos del festejo que le habían preparado sus alumnos de salón.
Para su sorpresa, las madres de su clase habían organizado una celebración en honor del evento, y los niños habían hecho una colecta para hacerle un hermoso regalo. Algunas de las madres que ayudaron voluntariamente durante el curso, estaban allí con pasteles y enormes sonrisas en sus rostros con la que festejaron su nueva unión.
Invadida por la ternura, la omega cogió el álbum de bodas que le habían regalado sus alumnos y lo estudió una vez más. Había un espacio en blanco destinado para la foto de las recién casadas, otro para sus árboles genealógicos, para una descripción de la boda y para una lista de los invitados y los regalos recibidos. Detalló con su mano la textura de la tela que cubría el libro de un oscuro bordó y los bordes plateados, al final en la contratapa, unas pequeñas notas de buenos deseos le hicieron sonreír.
Aunque había sido una decisión apresurada, empezaba a albergar esperanzas con respecto al futuro.
Jeongyeon había hecho grandes esfuerzos por darle a su relación una apariencia de normalidad que hasta ella comenzaba a aceptar, además de que estaba decidida a ser la mejor esposa que hubiera existido nunca, pues había hecho de sus días de "cortejo" en momentos inolvidables, como la vez que la llevó a cenar y habían conversado más de lo que la omega hubiera esperado, descubriendo que la alfa podía ser tan culta, expresiva y divertida que le había tenido entretenida la mayor parte de la noche.
Jeongyeon le había ofrecido mucho más que un matrimonio de acuerdo, le había dado una estabilidad financiera, apoyo en la crianza de su hija Mina y la oportunidad de hacer realidad su sueño de tener una gran familia junto a sus hijas, se sentía en deuda con ella y sabía que nunca podría agradecérselo lo suficiente.
Mientras ordenaba su escritorio y guardaba los trabajos que debía calificar en su bolsa de apuntes y tareas, sintió aquel temblor familiar en la boca del estómago, un temblor que se había instalado allí hacía varios días, creciendo con fuerza e insistencia cada vez que pensaba en lo que ocurriría entre Jeongyeon y ella el sábado por la noche.
—¿Profesora Im? —Era Solar, la secretaria de la escuela, que la llamaba por el intercomunicador.
—¿Sí? —Respondió de inmediato.
—¿Puede venir al despacho del director para entrevistarse con el padre de un alumno?
—¿Una reunión con un padre? —A Nayeon le extrañó, pero recogió su libro de texto y su bolsa antes de dirigirse al despacho del director sin demora.
Mientras caminaba, repasaba mentalmente su lista de alumnos preguntándose cuál de ellos tenía unos problemas lo bastante serios como para que su padre fuera a hablar con ella y con el director, pero no se le ocurría ninguno. Bueno, quizás el hermano mayor de Park Chaeyoung, pero era mejor no especular sobre ello. Una vez cruzó la sala de profesores para luego entrar al despacho del director y el estruendo la tomó desprevenida.
—¡Sorpresa! —Corearon una vez Nayeon se quedó con la mano en el pomo de la puerta, incapaz de pronunciar palabra.
Sus compañeros se acercaban alrededor de la mesa que utilizaban en horario de almuerzo, sobre la que había una tarta gigante y alguna bebida para compartir, también había dos paquetes enormes envueltos en papel de regalo color rosa, plata y blanco y unos globos en forma de corazón de helio que se bamboleaban a poca distancia del suelo.
Los ojos de la omega se llenaron de lágrimas, aunque consiguió componer una amplia y bella sonrisa, para evitar que cayeran.
—Todos ustedes son una pandilla de traidores. No puedo creer que hayan hecho todo esto sin que yo sospechara nada. —Jadeó la omega fingiendo reproche con los ojos entrecerrados.
Solar y la mayoría de las profesoras cómplices soltaron unas carcajadas que aliviaron y convirtieron el ambiente en uno de festejo.
—Y yo que pensé que nunca te tragarías el cuento de una entrevista. —Señaló la secretaria con aquella sonrisa traviesa.
—Pues me he tragado el cuento con libro y todo. ¡Vaya sorpresa! Muchas gracias a todos. —Agradeció la omega con una asentimiento contínuo hacia sus compañeros y compañeras, con su mirada repleta de emoción.
—Todavía no nos agradezcas nada, aún falta que abras y veas los regalos... —Dijo la profesora Moonbyul mientras le acercaba una silla, para que los demás le pasara los regalos a Nayeon.
La primera caja era grande, plana y muy pesada. La tarjeta decía que era de todo el personal. Nayeon jugueteó haciendo como si se atascaba con el lazo hasta que sus compañeros la instaron a que dejara de jugar. Cuando quitó el papel y la tapa, descubrió una bandeja de plata en la que habían grabado inscritos las iniciales de ella y Jeongyeon y la fecha en la que se celebraría la ceremonia oficial. Nayeon estaba emocionada ante el gesto de sus compañeros de trabajo.
—Muchísimas gracias. Está preciosa y elegante, seguro que será un gran recuerdo de este día. —musitó Nayeon con los ojos repletos de alegría, aún no podía salir de su asombro pues no se había esperado esa atención y ese cariño por parte de todo su entorno laboral.
—Estas bodas rápidas son un problema... —Se quejó el profesor de literatura poniendo los ojos en blanco. —Tendrías que haberme visto explicarle al de la joyería el por qué fui un lunes por la tarde y necesitaba que estuviera listo para el viernes por la mañana. —Varios acompañaron el comentario con risas y Nayeon aprovechó la oportunidad para secarse las lágrimas al reír.
—Muy bien, ahora es momento de abrir el segundo regalo. —Señaló la profesora Moonbyul y Nayeon obedeció, antes de leer la tarjeta en voz alta.
—"En realidad, esto es para que compartas con tu alfa. De parte de tus desvergonzadas compañeras." —Nayeon les miró con pendiente.
¿Para Jeongyeon...? Sintió que se ruborizaba de modo monumental y entornó los párpados antes de mirar a sus mejores amigas entre el profesorado, sus compañeras de cuarto curso y la secretaria.
—No puedo ni imaginar lo que es... y lo peor es que no quiero saberlo. —Comentó la omega, insegura.
—Ábrelo y lo sabrás —Exclamó una divertida Solar, codeándose con Moonbyul antes de carcajear por lo bajo, haciéndola verles con los ojos entrecerrados.
Mientras Nayeon abría el paquete con cuidado, la cinta del lazo se rompió.
—¡Vaya, vaya! Ya sabes lo que dicen, un niño por cada lazo roto... —Bromeó Moonbyul con picardía y Solar le dio un empujón, divertida.
—¡Abre ya esa caja, Nayeon o lo haré por ti! —Le apuró la secretaria, haciéndola reír. —Tengo el presentimiento de que será algo escandaloso...
Nayeon quitó la tapa y nubes de gasa le impidieron ver su contenido, con una lentitud casi enervante, retiró capa tras capa hasta que todos los presentes se mordieron las uñas de expectación. Pero cuando la última capa cayó al suelo, las chicas dejaron escapar un suspiro colectivo mientras que los chicos silbaban con picardía.
Sus desvergonzadas compañeras, como se habían titulado correctamente, pensó la omega, le habían regalado un sexy conjunto de "dormir" color azul cielo, el mismo tenía el largo necesario para que las piernas de Nayeon quedaran completamente expuestas a partir de su muslo y contenía una bata igual transparente e inútil a juego, y piensa que sería inútil porque no servía para absolutamente nada de lo que debería de utilizarse una bata. El encaje requería de poca imaginación y claramente llevando ambas prendas, revelaría más de su anatomía de lo que podría esconder, se vería más como un adorno en su cuerpo.
Entonces la idea de ponérselo para Jeongyeon hizo que a Nayeon se le secara la boca y ni siquiera pudiera tragar saliva sin dificultad. El rubor teñía de un color encendido sus mejillas, pero le sonrió a sus compañeras de todos modos.
—Es muy hermoso... —Musitó pues, quitando que era inexistente, era suave como nube y delicado como ala de mariposa, estaba realmente precioso. Cuando los alfas comenzaron a molestar, Solar se compadeció de ella.
—Bueno, ya estuvo bien de sus chistes. No incomodemos a nuestra amiga, que vinimos a celebrar su unión matrimonial. Creo que será mejor que hagan la fila detrás de Nayeon si quieren probar la tarta... —Anunció la secretaria, organizando quien serviría qué y cómo, en menos de un segundo.
Una hora después, Nayeon recorría con dificultad la senda que llevaba a la casa de su futura alfa y esposa, cargando con su bolsa, la bolsa en donde traía los trabajos que corregir y los regalos recién recibidos, cuando oyó que la puerta principal se abría para recibirla.
Recordó que Jeongyeon se había tomado el día libre para encargarse de los detalles de última hora y se sonrió de verla apresurarse por ayudarla.
—¿Qué es todo esto, cariño? —Consultó Jeongyeon, sonriéndole con ternura al verla toda cargada e intentando aliviarle la carga.
—Mi clase me hizo un regalo, y los profesores organizaron una pequeña fiesta sorpresa para mí. Hay un pastel en esa caja blanca. —Señaló sin despegar la sonrisa de su rostro y Jeongyeon alzó ambas cejas ante la curiosidad de los regalos recibidos por su omega.
—Estarás contenta... ¿Vas a enseñarme los regalos? —Correspondió la sonrisa de la omega cuando le miró y sintió otra vez que le enrojecía el rostro de emoción.
—Ve adelante y ábrelos, curiosea tu... —Le guiñó un ojo logrando que la alfa se colmará de intrigas.
Jeongyeon le ayudó a quitarse el abrigo una vez estuvieron dentro de la casa y luego dejó la caja con el pastel sobre el mostrador, antes de lanzarse sobre los paquetes. La suerte quiso que primero encontrara el álbum y la bandeja.
—Esto es muy bonito Nayeon ¡Vaya! Tienen que quererte mucho para hacer esto por ti... —Señaló la rubia, totalmente enternecida con las notitas llenas de buenos deseos de sus niños.
—¿Y por qué no iban a quererme? Si soy fabulosa... Además soy bonita y siempre tengo buen ánimo... —Musitó vanidosa alzando los hombros. Pero su sonrisa se detuvo cuando su alfa alcanzó el último regalo por ver.
Jeongyeon cogió la tercera caja y quitó la tapa para ver su contenido. Nayeon sintió que las mariposas que revoloteaban en la boca de su estómago se convertían en grandes pájaros que se estrellaban contra las paredes de su vientre.
Jeongyeon no respondió a su frase jactanciosa, se limitó a sacar el sexy conjunto de dormir para sentir la textura entre sus dedos. La prenda semi transparente tenía un aspecto ridículamente diminuto entre sus manos y sonrió de lado mientras la omega le observaba con la boca seca y mirada insistente, ansiosa por su reacción.
La alfa se puso la prenda sobre el brazo de forma que Nayeon pudo ver perfectamente su tono de piel por debajo del fino tejido y luego la buscó con su mirada de fuego, entonces la omega supo cómo se sentía una gota de agua al caer sobre una sartén caliente y disolverse en un vapor tórrido.
Jeongyeon se levantó estrepitosamente y la caja con el conjunto color azul cielo quedaron olvidados sobre el sofá. Unos pocos pasos la llevaron a su lado, un movimiento de sus brazos la tuvieron ceñida contra su cuerpo y la omega se sintió invadida de su refrescante aroma intenso e incesante.
—Sólo un día más, omega... —Dijo junto a sus labios entreabiertos —Un día más y serás toda mía.
Nayeon jadeó y cerró los ojos al sentir que la besaba con ansias insoportables. Sólo un día más... Sintió escalofríos al pensar en la noche de bodas que la esperaba. La deseaba con locura, pero al mismo tiempo era muy consciente de la dominación física que ejercía sobre ella sin esfuerzo aparente.
Siempre era Jeongyeon la que ponía fin a sus frenéticos episodios de caricias y mantenía el control cuando Nayeon quedaba reducida a un cuerpo descerebrado que vibraba de anhelo. Dejó de pensar, seducida por la magia dulce de aquella lengua y el fuego de sus manos sobre su cuerpo, recorriéndola con posesión.
Unos pocos minutos más tarde, la puerta se abrió de golpe haciéndolas sobresaltarse y apartar los labios.
—¿Hola? ¿Mami? ¡Ya estoy aquí! —Se oyó la voz infantil de la pequeña Dahyun.
Jeongyeon puso toda su atención de inmediato al llamado y Nayeon quedó completamente quieta y rendida entre sus brazos. Sin la droga adictiva de sus besos, sus pensamientos volvieron a asaltarla con fluidez haciéndole analizar que, si Jeongyeon hubiera querido tomarla allí mismo sobre el sofá, ella no hubiera tenido el sentido común de protestar y eso le hizo sentir tan aturdida.
Pero la alfa se envolvía en aquel control de sí misma que era formidable, con toda prisa abotonó su blusa, dibujó una sonrisa en su labio inferior con sus dedos para quitar el resto de lipstick y la soltó un segundo antes de que Dahyun apareciera a la carrera por el salón, para enseñarles las felicitaciones que había obtenido ese día y su increíble dibujo de arco iris, repleta de su alegría natural.
Despertó el sábado por la mañana y oyó que la lluvia tamborileaba en su ritmo irregular contra el cristal de la ventana.
La omega paseó la vista por su habitación, las paredes desnudas le recordaron que aquél era el día de su boda y que era la última mañana que despertaba sola en la cama, la última mañana en la que no tenía a su lado otra persona que necesitara de ella, la última vez que su vida era solo de ella y Minari.
Cuando se había casado con el padre de su hija, su cabeza había estado llena de fantasías sobre una familia extensa y una vida compartida, pero a Tae le habían bastado menos de dos años para destruir su fe en sí misma y el amor que sentía por él. Al menos con Jeongyeon no habría de esos disgustos ni sorpresas, se recordó.
Volvió a contemplar su habitación por última vez. No quedaban muchas cosas en la casa pues, en una semana la alfa y las niñas la habían ayudado a deshacerse de todo lo que había acumulado a lo largo de casi década y media. Nayeon había conservado los libros y la ropa, pero muy pocos muebles. Aparte del escritorio de madera que había sido de su abuelo, el baúl de cedro de su abuela y el reloj que le habían regalado su madre en el día de su primera boda, todo lo demás había quedado en el pasado. También se habían quedado con el juego de comedor, porque Jeongyeon había insistido en que estaba en mejor estado que el suyo, que había tenido que sobrevivir a dos niñas revoltosas, pero sospechaba que su verdadera intención era que ella y Mina se sintieran más cómodas con la mudanza.
Entonces una duda repentina la asaltó. ¿Estaría loca por pensar que aquello podía funcionar? El montón de dudas y dificultades le parecieron más grandes que la perfección en los besos de Yoo Jeongyeon a la luz fría de aquella mañana.
Sacó el vestido de novia del armario, era sencillo, largo y no era del todo blanco, se veía más bien como marfil. Sintió un nudo en el estómago que era más producto del dolor que del deseo. ¿Y si Jeongyeon se equivocaba al creer que ella y Mina podían encajar en su familia?
—Minari, ¿ya estás lista? —preguntó llegando a la recamara casi vacía de su joven hija.
—Solo me falta tomar el lazo y ya. —Señaló detrás de su cintura. Su hermoso vestido rosa pálido y juvenil le sentaba tan bien, Nayeon sonrió al acercarse para ayudarle.
—Ven aquí, pequeña alfa bebé... —Musitó la omega con una sonrisa divertida.
—Mami, nunca te dije que me siento muy orgullosa de que tu seas mi mamá, por todos los esfuerzos que has tomado desde que papá se fue de aquí. Te amo y espero que seas muy feliz con unnie. Estoy muy segura de que vas a ser muy feliz, porque lo deseo mucho... —Murmuró la chica al ver los ojos llorosos de su madre.
—Oh mi amor, eres lo más hermoso y lo más importante que tengo Minari... —Musitó abrazando a su joven hija y besando el nacimiento de su cabello.
A Nayeon las lágrimas no tardaron en caerle, ella también se sentía muy orgullosa de su hija, el oír sus palabras le ensanchaba el pecho y su corazón quería escapar, aunque una gota de duda cruzó por su mente al recordar las verdaderas razones por la que se casaba con Jeongyeon y el amor no era una de ellas.
Unos minutos antes de que dieran las diez, Nayeon dio un suspiro al hallarse frente al espejo, su vestido era delicado, su maquillaje era suave y su peinado bueno, no había hecho demasiado con su cabello, el día estaba insoportable, por lo que decidió recogerlo para que se viera más prolijo. Segundos antes de terminar de ponerse los aretes, Jihyo llamó a su puerta. La omega estaba preparada y dispuesta, pero el corazón se le subió a la garganta pidiéndole un respiro, había llegado la hora de casarse y aún no se sentía del todo lista.
—¿Lista para convertirte en una mujer casada otra vez? —Musitó la chica de ojos grandes al detallar su bonito vestido de tirantes y acarició su hombro, ayudando a su hermana a ponerse su abrigo fino.
—Jihyo, no digas nada, que ya estoy lo suficiente nerviosa. Mejor ya vámonos. —Señaló con la expresión de todas formas, menos de alegría. Jihyo miró a su hermana con recelo antes de perder la sonrisa.
—Con calma... que genio. —Señaló alzando una ceja, nadie diría que estaba a punto de casarse cuando la vio tomar el pomo y abrir la puerta hacia una nueva vida con la persona que amaba. Supuestamente.
Nayeon hizo dos pasos dentro de la oficina del juez y la sola presencia de la alfa la golpeó con la fuerza de una ola de cinco metros, se sintió cómo un criatura marina atrapada entre las furiosas corrientes del cambio de marea. Se dijo a sí misma que no era la primera vez que la veía en un vestido, aunque el suyo era más formal y era de estampa a mínimos cuadros blanco y negro.
Demonios, iba a casarse con ella llevando ese vestido que se ajustaba a su cintura de ese modo tan perfecto y la hacía ver como modelo de pasarela de alta costura, esa idea hizo que su corazón latiera con tanta fuerza en su pecho, que temió que la alfa pudiera oírlo desde donde se encontraba.
Yoo Jeongyeon estaba muy rígida mientras sostenía un puñado de la falda campana de su vestido. Los mechones rebeldes de su cabello rubio brillaba ante la escasa luz de la mañana, el vestido en cuestión dejaba al descubierto su clavícula y sus hombros de un modo muy elegante y por eso había decidido llevar un pequeño colgante en forma de flor azul cielo que hizo a Nayeon jadear cuando lo halló con su mirada y ella pudo notar cuando la había descubierto.
El color azul cielo representaba un detalle privado entre ambas desde de el curioso regalo de las compañeras de la omega el día anterior, por eso hacía juego con el ramo de rosas blancas que Chaeyoung le entregó tan pronto como llegó junto a ellas, este era muy discreto, tan sólo decorado con helechos y una cascada de cintas de color celeste y marfil que caía de él.
Nayeon se llevó las flores al rostro para aspirar su aroma y sintió que esos ojos oscuros la devoraron sin disimulo. Halagada por el anhelo de esa mirada que la seguía en la distancia desde donde la esperaba, para concretar el trámite legal que las uniría para siempre y, al ritmo de una marcha nupcial imaginaria, caminó hacia ella con Mina a su lado.
Si la omega no la hubiera conocido mejor, habría pensado que la alfa estaba tan nerviosa como ella, pero era una tontería. ¿Por qué debería sentirse nerviosa? Era ella la que se había tragado el orgullo al permitirle a Jeongyeon que cargara con sus responsabilidades, la que ganaba una familia ya conformada que podía guardarle rencor por el hecho de pretender sustituir a su primera omega, ella se casaba con una alfa que nunca podría amarla como ella la...
¿Como ella qué? Nayeon apretó el ramo con fuerza, mientras el resto de la frase resonaba en su pensamiento. Como ella la amaba. ¡Oh no, luna! No se atrevió a mirarla después de llegar a esa conclusión. ¿Cuánto tiempo hacía que albergaba esos sentimientos por ella? ¿Durante cuánto tiempo lo había estado negando? ¿Había sido por lealtad hacia Momo y por fidelidad a su memoria que no lo había aceptado con claridad?
Jeongyeon no sabía lo que estaba pensando Nayeon mientras se dirigía a su par, pero la expresión de su rostro la estaba poniendo bastante nerviosa. ¿Acaso iba a echarse para atrás en el último momento? La mente de la alfa comenzó a rondar la idea de que quizá fuera lo mejor.
Cuando se había levantado aquella mañana, la locura que estaba a punto de cometer casi la había asfixiado a tal punto que, entendió que nunca podría reemplazar a Momori pues, la había querido demasiado. Y de pronto, contraer matrimonio de nuevo le parecía una traición a esa unión que había sido tan sagrada para ella y sobre todo con Nayeon. No quería casarse con cualquier omega, sino con aquella en particular.
Deseaba a Nayeon más de lo que nunca había deseado a ninguna omega antes, pero eso no quería decir que tuviera que casarse con ella. En realidad, era increíblemente egoísta de su parte extasiarse ante la idea de tenerla en su cama todas las noches, y cuando pensaba en tenerla quería decir poseerla. ¿Cómo tenía valor para hacerle eso a sus niñas y a Mina?
Si sus hijas jamás se adaptaran a otra omega, ni Mina a ella, todo podría acabar en un maldito caos detrás de esa fantasía que había creado a causa de su capricho, porque al final algo le reclamaba que ella misma nunca se adaptaría a otra omega que no fuera Momo.
Mientras Jeongyeon consideraba la posibilidad de decirle que se habían precipitado en su decisión, Nayeon sonrió débilmente sin poder mirarla a los ojos, una vez estuvo a su lado. Tragó una vez la recorrió con sus ojos, los colores claros le sentaban muy bien y realizaban el color de su hermosa piel. Respiró profundo intentando tranquilizar su controversia cuando persiguió las líneas de su hombro descubierto y recibió de su dulce y amable aroma cítrico/floral. Se veía jodidamente perfecta e irresistible.
—¿Estás lista?
—Por supuesto.
La voz de la omega era suave, tan suave como las curvas de su cuerpo. Jeongyeon se avergonzó de la facilidad con que las feromonas de la omega anularon a su sentido común casi por completo, eso le dió hasta deseos de temblar de horror, con ella cerca siempre se sentía fuera de control.
—Bien, te ves muy hermosa. —Admitió, detallando el rubor en sus mejillas y su mandíbula esponjosa, respiró su aroma una vez más, buscando la calma.
—Gracias alfa, tú también estás muy guapa. —Respondió con aquella dulzura y la alfa sintió aún más remordimientos al oírle llamarla de ese modo que algunos días atrás hubieran provocado que la tomara entre sus labios con un deseo absorbente.
Jeongyeon se casaba con aquella omega porque la deseaba tanto que no se le ocurría otro plan mejor para tenerla, menos aún cuando le llamaba por su alfa cuando tan siquiera habían comenzado. Y también porque sólo de pensar que otro alfa pudiera descubrir el fuego que había en ella, si no se adelantaba primero, le provocaba rechinar los dientes con desagrado.
El juez las recibió frente a su escritorio con una mirada analítica y algunas palabras de protocolo que ambas sabrían reconocer en el pasado, una vez los pocos invitados se encontraron en el interior de la sala. Hasta que el juez no empezó a recitar aquellas palabras tan familiares, la alfa no se dio cuenta de lo duro que iba a resultar aquello. En su corazón, Momo estaba a su lado. En su corazón, era la misma joven alfa dejándose llevar por sus deberes como hermana mayor, y que aguardaba un futuro rebosante de felicidad junto a su nueva pareja. Pero obviamente en el futuro que ella imaginaba el día de su primera boda, no había sitio para palabras escalofriantes como "cáncer", "terminal" o "viuda".
Cuando llegó el momento de confirmar su compromiso con la omega con la que se estaba casando, no pudo mirarle a los ojos. La pena que creía haber superado la amenazó con garra de acero y solo pudo mirar al frente y murmurar con los dientes apretados: "Sí, quiero" y luego escuchar en silencio cómo el funcionario público repetía los votos para su ahora nueva esposa.
Mina le entregó el anillo que había elegido para la omega en el que habían grabado su nombre y la fecha del enlace, y se lo puso a Nayeon en su dedo anular. Luego esperó prácticamente inmóvil mientras Chaeyoung le entregaba su anillo a Nayeon y se dio cuenta de que tenía las manos heladas cuando le puso el anillo, aunque todavía no había podido verla a los ojos.
La ceremonia terminó más pronto de lo que esperaban y Jeongyeon dio gracias al universo de que hubiera sido tan breve. Firmaron el acta de matrimonio, recibieron las felicitaciones del juez y salieron a la lluvia para meterse en el coche e ir al restaurante donde habían reservado una mesa para celebrar el evento.
A la alfa le costó verdaderos esfuerzos actuar con normalidad, pero le pareció que tenía éxito porque ni Mina, ni Chaeng y menos Dahyunnie dieron muestras de darse cuenta de nada, de hecho, las chicas estaban de muy buen humor y no les pidieron que entraran en su conversación, lo que le pareció perfecto pues se veía bombardeada por los recuerdos de su vida con Momo, que acribillaban su conciencia al ritmo de la lluvia que no había dejado de caer en todo el día. Había aprendido a amar tanto a esa omega, que sentía como si estuviera abriendo esa herida con ahínco.
Su único fallo imperdonable había sido aquel beso furtivo que la mortificó durante mucho tiempo y entonces, se descubrió odiando a la omega con la que acababa de casarse. Jeongyeon sabía que, en aquel entonces, acababa de tener una de sus primeras discusiones serias sobre el tratamiento que debía haber seguido en las primeras fases de su reciente diagnosticada enfermedad con Momo, sin embargo, no podía recordar las palabras que había pronunciado en su contra y de su estúpida decisión de dejarse consumir por esa maldita enfermedad.
Por otro lado, recordaba al detalle de haber acompañado a Nayeon a su casa, la excitación que había sentido al recorrer su cuerpo a la luz de la luna, la intimidad que habían compartido bajo su pequeña terraza cubierta. La omega le había parecido cálida y generosa cuando más había temido que Momo fuera a abandonarle. Se había odiado a sí misma inmediatamente después, pero durante los minutos en que se había permitido besarla, habría podido jurar que había reaccionado con la misma intensidad que ella. Todavía le mortificaba que hubiera sido ella la que le hubiera pedido que se detuviera y hasta le parecía escuchar sus palabras, sentir la presión de sus manos contra su pecho, el intenso rubor de su rostro, el dulce sabor de sus labios y el insoportable anhelo que la recorría sin cesar.
Regresaron a la casa después de comer. Las niñas ayudaron a Nayeon a trasladar unas pocas cosas que quedaban y a instalarse en el dormitorio principal. Después, a media tarde, Jihyo había pasado por Mina y Jeongyeon llevó a las niñas a casa de su madre, para que pasaran el fin de semana.
Aunque había sido idea suya pasar el fin de semana sin sus hijas para disponer de un poco de intimidad, en cuanto abrió la puerta a su regreso, odió aquel silencio que la aturdió al cruzar el umbral y se sorprendió cuando vio salir a Nayeon de la cocina con un cucharón en la mano.
—Regresaste alfa. Estoy preparando una sopa para no andar con prisas esta semana. Supongo que nos servirá para cenar cualquier noche de éstas en que...
—No tienes por qué cocinar. —Gruñó Jeongyeon sin pretenderlo —Ya te dije que no me casé contigo por tus habilidades como ama de casa, Nayeon ¿que parte no entendiste? —Consultó alzando una ceja. Rápidamente su estómago se contrajo, ¿Nayeon hizo una mueca de dolor o fue su imaginación?
—Pero si me gusta cocinar... —Musitó la omega, apartando la mirada de aquella alfa que parecía más molesta que al dejar la casa hacía ya largos minutos.
Jeongyeon se pasó una mano por el cabello ¿Y ahora qué? Había planeado llevarla a cenar a algún sitio agradable, para después volver a casa y hacerle el amor hasta la saciedad, pero la idea de seducirla ya no le parecía tan atractiva y tan siquiera sabía porque maldito motivo. Descubría de repente que necesitaba estar sola, no podía quedarse allí con su esposa ni un segundo más. No sabía el porque de ese repentino deseo de huir, su loba estuvo añorando ese momento durante días, quería a Nayeon y su cuerpo mismo la reclamaba a gritos, pero ella simplemente escapó.
—Tengo... unos documentos que necesito revisar... Estaré en mi escritorio si me necesitas. —Giró sobre sus talones antes de que ella pudiera responder y se encerró en la habitación cerrando de un portazo y apoyó las manos contra la puerta, como si la omega fuera a echar la puerta abajo por ella.
Jeongyeon se quedó allí el resto de la tarde e incluso consiguió concentrarse en el trabajo durante largo rato. De vez en cuando, oyó que Nayeon se movía por la casa y supo que, un poco antes de las seis, subió al piso de arriba y ya no la oyó bajar.
¡Diablos! Eran las ocho y media de la noche, ¿Qué demonios hacía esa omega allá arriba? Llevaba más de una hora oyendo sus pasos arriba y abajo, abriendo y cerrando puertas. ¿No se le había ocurrido ponerse a limpiar la casa, o algo así? ¿Verdad? Dispuesta a dejar de fingir que tenía algún interés por lo que estaba haciendo, se puso en pie.
De alguna recóndita parte surgió la imagen de su rostro mientras ella se inclinaba para besarla en la boca y sus labios dulces, generosos y amables la llenaron por completo. Nayeon no había tratado de poner a salvo su orgullo cuando, con aquel primer beso, le había confesado que la encontraba atractiva. Nadie podía ser tan buen actor y la culpa la asaltó mezclada con la sensualidad de su recuerdo.
Era el día de su boda y se había portado como una auténtica imbecil sin pena alguna. Sí, echaba de menos a Momo, pero quizás Nayeon tuviera que luchar contra sus propios fantasmas también. Era tiempo de dejar las niñerías, de olvidarse del pasado y mirar hacia la vida de frente. Esconderse tras su escritorio, negando a su omega el día de la boda no era una buena manera de comenzar. Tragó saliva. Le debía una disculpa muy grande a Nayeon y estaba segura de que no lo tendría tan fácil como deseaba, menos cuando ni siquiera ella misma se podía perdonar el haber sido tan irracional y torpe.
Tenía que actualizar ahora porque me tardé demasiado editando este capítulo, ni siquiera se porque.
Déjame tu comentario y un besito aquí, tu JazUnnie 🌻
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