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OO.1 𝑶𝒏𝒆: 𝐼 𝐿𝑖𝑘𝑒 𝑇ℎ𝑒 𝑊𝑎𝑦 𝑌𝑜𝑢 𝑇𝑎𝑙𝑘

𑁍*༄ CADA VEZ QUE ME DOY LA VUELTA, DESAPARECES

𑁍🏵️𑁍

— ¿Lista para el gran cambio, querida? — la voz de su madre que estaba a su lado la llamó. 

Centrada en su libro, le sorprendió que le dirigieran la voz. — Eh... Nope, la verdad no... Voy a extrañar a papá Rob... 

Su madre la abrazó por los hombros antes de dejar un cariñoso beso sobre su sien.  — Es difícil, pero vendrá a visitarte...

— Él murió, mamá, no vendrá — respondió secamente. El tema de la muerte le hacía pasar escalofríos. 

— Los sueños a veces presentan a personas que vienen a visitarte, Fer — le dijo acariciando su hombro con cariño.

Suspiró pesadamente. Odiaba que fuera tan optimista, ¡Claro! como no era su padre. Como no era la única persona que había estado con ella cuando todo parecía alejarse, juzgarla... Odiarla...
Volvió a su libro en cuestión de minutos, intentando hacer divagar su mente, pues había comenzado a crear pequeñas chispas con sus dedos. 

Cambiar de ciudad no era sencillo, mucho menos cuando dejabas atrás toda una vida de personas amadas. Mucho menos cuando te alejabas de alguien que te había enseñado lo dulce que podía ser la miel.

— ¿Tú sabes qué fue lo que pasó con mamá Elba y Don Eugenio? — le preguntó a su madre de pronto. Había sido una duda que jamás se había resuelto en sus quince años de vida. 

La mujer, Tésira, suspiró con pesar. — Tu bisabuelo cambió la vida de la primera mujer de su descendencia por tierras fértiles y abundancia, dones mágicos como el tuyo, como el que tienen tus primos, como el que tienen Don Chuy y Don Roberto... — explicó en un murmullo adolorido, como si fuera algo que le afectara, ni siquiera era su familia, pero entendía su cariño hacia ellos, los Navarro eran conocidos no solo por sus dones, sino también por el cariño y amor con las que recibían a cualquiera, así no fueran parte de su sangre. — Tu bisabuela, Doña Elba, cuando se enteró de lo que él había hecho, lo sacó de la casa, y le dijo que jamás volviera, porque justo la noche en la que Don Eugenio hizo el trato, ella iba a decirle que estaba embarazada...

La muchacha hizo conexiones en su cabeza por minutos que corrieron en silencio. — Mi tía Águeda... — musitó delicadamente cuando logró entender. — Entonces... ¿Estamos libres de esa maldición? — inquirió nerviosamente. 

Su madre la observó con detenimiento, sus ojos gritaban dolor. Pero asintió. — Llegamos, despierta a tu hermana y a tu papá, tenemos que bajar — le dijo la mujer de cabellos rizados, intentando cambiar el tema. Mientras Tésira intentaba bajar algunos equipajes, la muchacha despertó con delicadeza a su hermana Paula. — Ya llegamos, Pau, despiértate... Y dile a mi papá que también se despierte...

Ayudó a su madre a bajar el equipaje, y después de unos minutos, la familia Navarro Ramos se encontraba a las puertas de un pueblito colombiano.

— Bueno... Siempre quise venir a Colombia — intentó, como su madre, encontrar un lado bueno en aquello. Pero simplemente le parecía inútil. Su otro padre había muerto, le acababan de explicar porqué su tía favorita había fallecido, ¡y de pronto se encontraba en un lugar donde no conocía a nadie ni nada! ¿En dónde se suponía que debía ver lo "positivo"?

— ¡Bienvenidos a Encanto! — una mujer que llevaba un vestido mostaza se acercó a ellos, una nube se extendía sobre su cabeza, pero solo una nube. — Mi nombre es Pepa Madrigal, y La Abuela quiere que los dirija a su nueva casa

Encantadora pero nerviosamente, les ayudó con unas maletas. La mujer hablaba incluso por los codos, pero era sumamente educada, y  no resultaba incómodo. Subieron y subieron por el pueblo, cada casa que veía era más pintoresca, pero aún así, casa que le gustaba, casa en la que se imaginaba viviendo. A fueras del pueblo, justo donde no había más casas, recién Fer se atrevía a hablar.

— Eh... Disculpe, aquí ya no hay más casas — le dijo tímidamente a la mujer, que le sonrió con extrema dulzura.

— Ustedes tienen dones también, ¿no es cierto? — preguntó acariciando el cabello de Fernanda que se mantenía amarrado con una pañoleta roja. Todos asintieron menos Tésira, quien bajó la vista únicamente. — Entonces vivirán al lado nuestro, con los Madrigal, somos los únicos que tienen dones, pero como ustedes llegaron, tendrán que mantenerse junto a nosotros — les dijo con una sonrisa, pero causó una nueva nube. — Shu, shu, que salga el sol... Que salga el sol — murmuró agitando la nube, que se deshizo en cuestión de segundos. — ¡AHHHHHY CAMILO, TE DIJE QUE TE NECESITABA ABAJO ANTES DE QUE LLEGÁRAMOS! — la mujer, exasperada, creó una nueva nube que comenzó a soltar rayos.

Paula se escondió detrás de ella, los rayos le daban miedo, pero de pronto se hizo más pequeña, desapareciendo para convertirse en un pequeño honguito. Fer se agachó para acariciarlo, y el hongo volvió a tomar forma de su hermana.

— Ay, lo siento... — se disculpó Pepa causando que la nube comenzara a lloviznar.  — Que salga el sol, que salga el sol... — tras algunas frases de estas, la nube desapareció. 



─━━━━━━⊱𑁍⊰━━━━━━─

El grito de su madre se hizo escuchar por toda la aldea. «Pobre Dolores»  pensó en su hermana, quien podía escuchar todo. Pero no hizo esperar a la mujer que le había dado la vida, así que, cambió de forma para verse lo más parecido a José, quien era el hombre más alto que conocía. Con ayuda de sus ahora largas piernas, corrió tan velozmente como pudo. Sin embargo, cuando llegó a la casa Madrigal, lo recordó. ¡Ese día llegaban los Navarro! 

Deshizo su forma volviendo a su original cuerpo de cabellos rizados y una media estatura. Había algunas maletas y cajas fuera de la casa, así que supuso que eran propiedad de la familia que recién se mudaba al lado de la casita Madrigal. Tomó una nueva forma, esta vez la de Luisa Madrigal, quien poseía una fuerza sobrenatural. Sin embargo, parecía no recordar que así cambiara de forma, los dones no eran los mismos. Cuando intentó levantar la pila de cajas que había hecho para apresurar la mudanza, el peso fue demasiado. 

Su forma involuntariamente se deshizo, haciéndolo volver al cuerpo de un muchacho de dieciséis años algo delgado. 

— Buen trabajo, musculitos — se burló una voz femenina detrás de la pila de grandes cajas, levantando la primera caja que les impedía verse frente a frente. La chica que llevaba un peinado parecido al de su hermana Dolores, incluso con la pañoleta roja, se dio media vuelta llevándose una caja. 

Igual de involuntario que la primera forma se había deshecho, su cuerpo replicó exactamente el rostro de la chica desconocida. Ojos verdes, cabello castaño tan desordenado pero peinado en una coleta con un listón rojo, y tez morena clara. Volvió a deshacer su forma, y mejor cargó de una por una. 

Se cruzaba continuamente con la chica nueva, y cada vez que pasaba a su lado, ella soltaba una risita burlona, logrando hacer sonrojar su rostro. Su vestimenta tan extraña pues no era parecida a la de Mirabel o Dolores, le llamaba la atención, pues normalmente las figuras femeninas llevaban una falda o un vestido, sin embargo, ella usaba un pantalón azul, casi negro, y una camisa abotonada de manta pero adornada con detalles azules. Le pareció incluso divertido su comentario. Pero cada vez que se daba vuelta para preguntarle su nombre, ella simplemente se encontraba o muy lejos de él, o iba desapareciendo de su vista. Había algo en ella, algo que le obligaba  y ordenaba el conocer su nombre, tenía una necesidad ridículamente exagerada de saber sobre ella, o volver a pasar por su costado.

Terminaron unos veinte minutos más tarde, cuando la última caja que subió al segundo piso reposaba a sus pies, se dio media vuelta, y ahí estaba ella otra vez, a punto de entrar a su cuarto, así que volvió a tomar la forma de José para dar los pasos más apresurados de su vida. Jamás había demostrado tanto interés por alguien, pero ella... Algo en ella le gritaba que preguntara, que hablara, que dijera cualquier estupidez, pero que lo dijera. 

— ¿Cómo te...? — ni bien había pronunciado la última letra, cuando la puerta de su habitación se había cerrado frente a su nariz. —  Demonios...

Volvió a bajar decepcionado las escaleras. Cada vez que se daba la vuelta, ella no estaba. Ni siquiera él entendía porqué su obsesión por saber su nombre, pero lo necesitaba, quería que aquella chica tan desconocida para él le hablara, porque había algo en ella que hacía que le gustara la manera en la que hablaba, ese acento que definitivamente no era colombiano, le gustaba como se vestía. Había algo en ella. 

Pasó el resto del día en su habitación, su cabeza colgaba del borde de su cama, contemplando su rostro en los espejos que adornaban este. Recordaba el rostro de la chica nueva, así que usó su don para deformar su rostro, y que este se viera como una réplica exacta de las facciones de la castaña.

Suspiró una vez más regresando su rostro a su forma original, dispuesto a salir de su habitación. Se dirigió a la salida de la casita, y la fortuna le sonrió. Ahí estaba ella, sentada en los escalones de su casa, su palma estaba extendida mientras una flama rebotaba sobre esta, sobre sus piernas se descansaba un pesado libro. La luz del fuego de su palma resplandecía sobre su rostro. Suponía que era para intensificar la iluminación. 

— Bien, Camilo, aquí vamos — se dijo a sí mismo llenándose de valentía  para acercarse a ella, esperando que esta vez, no desapareciera. Pero, ¿Cómo se acercaba? Necesitaba una manera original para que ella no saliera corriendo. Observó entonces una vela que adornaba la casa, así que tomó un ramillete de hojas de un árbol, le dio forma de libro, sacó la vela, y  usando su don, se deformó para ser idéntico a ella. Se acercó para sentarse justo al lado de la chica nueva. 

La flama de su mano desapareció, cerró su libro y se dirigió hacia él. — ¿Qué haces aquí, musculitos? — le preguntó riéndose para voltear su cuerpo hacia él.

— ¿Qué haces aquí, musculitos? — repitió agudizando la voz para que se pareciera a la de ella. Logró hacerla reír, y pareció que mil ángeles rieron, aunque, para muchos su risa era incluso algo masculina, pues su voz no era precisamente delicada. Volvió a su forma normal, dejando de lado la vela y las hojas, dedicándole una sonrisa una vez que la chica se hubo tranquilizado. Quería iniciar una conversación, pero no se le ocurrió nada, ni siquiera se le pasó por la mente preguntarle cuál era su nombre, porque él ya la había apodado Ángel. — La bienvenida, eres nueva en el pueblo, y Encanto está escondido, ¿Cómo lo encontraron?

— Mi abuelo, hace muchos años él vino aquí, conoció a tu abuela, creo que es tu abuela... Y eh... Recordaba este lugar, antes de morir nos dio indicaciones exactas de cómo y donde encontrar este lugar, nos dijo que tu abuela nos recibiría por un favor que le había hecho en su venida — respondió, sus ojos brillaban, pero aquel brillo opaco hacía resplandecer su tristeza. Camilo sintió cierta culpa por preguntar, así que tomó su mano para darle algo de apoyo, acarició su dorso delicadamente. Aunque no conoció a su abuelo, si a él le dolía la pérdida de un hombre que nunca conoció, entendió a ella debía dolerle quizá cinco veces más, al poder conocerlo y tratarlo.

Se quedaron en silencio unos segundos que fueron eternos por la incomodidad, entonces, se le ocurrió la mejor idea que hubiera pasado por años en su cabeza. Se levantó de su lugar y le extendió una mano  mientras ella seguía quieta en su lugar.

— Ven, tómala — alentó el castaño con una sonrisa dulce. Los dos compartieron una mirada. — Vamos, te mostraré el encanto de Encanto — añadió extendiendo su sonrisa. Inmediatamente una del mismo tamaño se presentó en los labios de la muchacha, tomó su mano para levantarse, y ambos fueron colina abajo hacia el pueblo. — Mira, aquí Don Eugenio hace los jugos más buenos que he probado en quince años — le dijo cuando estuvieron frente a la tienda que era parte de un mercadito. 

Notó como su mano se tensó, pero creyendo que eran los nervios de un pueblo nuevo, la guio hasta el mostrador. Dos jugos de naranja más tarde, ya habían cruzado el pueblo, las casas habían desaparecido, y un lago cristalino se extendía frente a ellos. 

— Ay por... Madres... — murmuró la castaña anonadada. 

— No, no, tu mamá no está aquí — le dijo confundido ante lo que dijo, ¿Qué tenía que ver su madre ahí?

Una sonora carcajada hizo que los pájaros que se escondían entre las ramas de los árboles volaran por todo el lugar. Les hizo falta un par de segundos, y una doblada de espalda que la carcajada cesara. — Lo siento, es que... No, no, es como un "Demonios" o "Carajo", pero es más común en México, lo siento — le explicó entre más risas. 

Camilo aún tardó unos segundos en entender, pero cuando lo hizo, se echó a reír junto a la chica. Cuando menos se dio cuenta, estaban tirados sobre el piso, intentando calmar sus risas, pero lo ridículo que resultaba el sonido de ambos intentar acallar sus carcajadas solo les hizo reír el doble. 

Por fin, tras largos minutos en los que ninguno podía dejar de reír, cuando sus estómagos dolían, pararon. Pararon quedando ambos recostados frente a frente sobre el verde pasto, mientras el viento les murmuraba una canción. 

La tarde se convirtió en noche cuando dejaron de prestarle atención a su alrededor.

— ¿Cómo sabías de este lugar? — le preguntó la chica volviendo a acomodarse para quedar frente a frente. 

El chico intentó no tensarse pero fue en vano. Se acomodó sentándose sobre el pasto, y de reojo pudo ver como la aún desconocida, imitó sus movimientos. 

— Mi abuelo también murió, justo aquí en este lago. Nadie viene desde entonces, solo yo — respondió en un murmuro, no sabía porqué le contaba intimidades como aquellas, pero sentía la suficiente confianza como para hablarlo, con ella, solo con ella, porque había algo en la manera en la que hablaba y lo que usaba, que hacía sentir al colombiano en plena confianza. — Entonces cuando no quiero que alguien me vea, o cuando me siento mal, vengo aquí y es como si hablara con él — continuó. Era quizá una idiotez que le contara todo aquello, pero, de alguna manera, la confianza y la esencia de la chica sin nombre, se había internado hasta su último glóbulo rojo de su sangre. — Es tonto, quizá, porque ni siquiera lo conocí...

Entonces, la mano de la muchacha comenzó a acariciar su espalda, después viajó por su brazo hasta llegar a su mano, pero antes de que se tocaran, retiró esta solo para ponerla justo al lado de la mano de Camilo, únicamente para entrelazar sus meñiques.

La manera más sencilla de entrar en confianza con alguien, era precisamente compartiendo un pequeño dato íntimo que dejaba ver, de alguna manera, tu lado más sensible. Así que sentían confianza, la suficiente para contarse esos datos, sin embargo, sabían sin saber sus nombres.

— ¿Y cuál es tu...? — justo antes de que lograra preguntar, los verdes ojos de la chica se abrieron como un par de platos.

— Ay, puta madre... No, no... Mi mamá va a matarme, adiós, lo siento, chinitos — se disculpó apresuradamente dándose media vuelta antes de comenzar a correr hacia el pueblo de nuevo, con una flama en su mano iluminando su camino.

— ¿¡CUÁL ES TU NOMBRE!? — le gritó persiguiéndola, pues no solo temía ir por el bosque sin luz alguna, sino también, sentía impotencia, necesitaba saber su nombre. 

— ¡FERNANDA! — escuchó que a pesar del grito tan fuerte como el de él, la respuesta parecía un murmuro. Escuchó por último un estruendo, la tierra parecía haberse levantado ante él, como una pequeña rampa, que se movía con ella, haciéndola avanzar mucho más rápido.

— Woah... Un placer conocerte, Fernanda — fue el único sonido que salió de su boca. Quería esas ocho letras tatuadas en su brazo, o por lo menos dibujadas con algún tipo de tinta, solo sabía que necesitaba esas ocho letras, no quería olvidar el nombre de aquella chica nueva. De Fernanda, la chica nueva.





Woliiiis... Primer capítulo... Creo que es un poquito obvio en que me inspiré, pero, en fin... Espero que les haya gustado mucho, y nos vemos después :3

Casi olvido que hoy tenía que subir capítulo porque estaba viendo un video, y me levanté como loca a corregir cuando sonó la alarma.

Oigan, btw, yo sé que la exclamación que hace Pepa cuando le grita a Camilo que lo necesitaba abajo antes de que ellos llegaran, no se escribe así Ahy... Peeeeero, es como esa exclamación con la que juntas un Ahhhh y un Ay... Cuando el ahh gradualmente desaparece, así como un Agh, y no supe como describirlo... No sé si me doy a entender xd. En fin, bays, el lunes, sino me e

FÁTIMA FUERA.

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