↠Parte Dos↞
Se suponía que sería perfecto, de hecho, Im Nayeon estaba muy segura que era la envidia de más de un alfa.
Su omega era perfecta. ¿En qué se basaba cuando creía aquello? Rayos, podría pasar horas enumerando sus muchas cualidades y encantos. Pero aún con toda la fortuna de tenerla y de que durmiera en su cama cada noche, no le era suficiente. La deseaba como la primera vez, cuando aún transitaban esa "temporada de cortejo", y soñaba con ella tan solo después de unos pocos besos tímidos y de sentir la suave muestra de su piel que le regalaban unas cuantas caricias de sus delicadas manos. Casi un año había luchado para ganarse la confianza de su omega, ella era verdaderamente lista y nada parecía haber cambiado desde entonces.
Su esposa, Yoo Jeongyeon, dos años menor que ella y una mente brillante, muy a su parecer, era una criatura sumamente simpática cuando estaba en confianza, tímida, dulce, amable y honesta, había mucho en ella que simplemente la hacía sentir tan complementada y a gusto, como ninguna otra le había provocado, jamás.
Por eso le había pedido que se case con ella, y el hecho de que su loba había enloquecida de solo percibir su dulce, elegante y sofisticado aroma a arándanos frescos lo hizo más interesante.
Ya habían pasado siete horas desde que la había dejado esa mañana. Un beso intenso, una omega agitada y ruborizada, fantaseando con enviar al demonio las obligaciones laborales y esa maldita erección que se sentía cada vez peor al recordar el aroma de sus bragas húmedas, las cuales tuvo que cambiar.
El resto del día, Nayeon había imaginado la idea de que ella la deseara de camino a la oficina, ¿acaso también la extrañaría tanto como ella? Todo aquello y una loba que no la dejaba estarse en paz, eran una interminable tortura, a la cual debía ponerle un fin.
Asique que lo decidió y ya estaba lista para el 'No' número once. Esta vez estaba segura de que iría por él pues, Jeongyeon era muy rigurosa con las pautas y normativas de trabajo de la empresa y estaba muy segura que se ganaría una patada en el trasero por intentar entretenerla, pero no perdía nada con intentarlo. Su loba dió un salto al inverso de solo imaginar que estaban cerca de allí.
La imaginación de esa mujer era muy sucia, traía fantaseando con la idea de llegar a su oficina y encontrar a su omega masturbándose con su recuerdo, sus suaves dedos acariciándose como ella lo hacía y temblando bajo su efecto. En otras, había estado imaginando en cual de todos los muebles sería más cómodo tomar su precioso cuerpo y sentirla vibrar entre sus brazos. Aquello no era bueno para su salud mental.
La oficina del difundo Yoo era bastante amplia, las paredes que daban a la ciudad eran de cristal, quitando las que daban al interior del edifico, e imaginar que algún curioso estuviera prestando su jodida atención en el preciso instante en el que se sumergía profundamente en su interior y pudiese sorprenderlas, le prendía más.
Nayeon presionó las manos en el volante, mientras daba una suave sonrisa a los trabajadores de seguridad quienes la reconocieron al instante y dejaron ingresar a su auto al parking. Una vez dejó su auto junto al de su omega, apoyó la mano junto a su mejilla y estiró su cuello. Su nuca tronó y ella gimió incómoda, sabía que estaba bastante estresada, pero ¿tanto así?
Cerró la puerta de su auto una vez lo abandonó, lo aseguró y se dirigió al elevador que la llevaría a todos esos pisos arriba en el rascacielos.
Sí, estaba lista. Podía con otro 'No', y si a su esposa se le ocurria ponerse de correcta en ese instante que se animaba a ir por ella al fin, aunque le doliera, sabía que también lo estaría para otros millones de 'No' adicionales, porque era su omega y la amaba.
Alzó la mirada cuando el elevador abrió su puerta en el piso que buscaba y dió unos pasos dentro. Al instante varios aromas destacaron, el de su cuñada, el de su amiga y el de...
—¡Nayeon unnie! —Musitó con entusiasmo —No sabía que vendrías, tienes tiempo sin aparecer por aquí... —Habló con ese suave y envolvente tono de voz calmo. La joven de cabello oscuro, ojos tiernos y ese labio inferior adornado con lunares sonrió y la lavanda se intensificó en el ambiente, opacando a los demás. Nayeon tragó.
—Yo tampoco sabía... —Pero su celo estaba tan cerca, que sencillamente no podía consigo misma. Quería a su omega y si Mahoma no iba a la montaña...
—¿Quieres beber algo? —Sacó a la alfa de sus pensamientos —Quizás...
—No Mina, gracias. —Le detuvo Nayeon. El aroma a almendra tostada se presintió alrededor y Mina bajó la mirada, dejando que la envolviera. Era un aroma tan seco cuando la alfa parecía entrar en tensión, mayormente satisfactorio y tan sensual.
Si bien, en un principio, Nayeon había disfrutado del interés de la nipona con su intensa mirada, su envolvente tono de voz y su sonrisa atractiva, todo acabó cuando esa omega, su omega, había ingresado al área de la cocina con su tierna vianda de comida, buscando un par de palillos extra y corrompiéndola con toda su belleza, casi que al instante. No caigas en los recuerdos Nayeon...
Con una sonrisa trémula y un asentimiento por mera educación, la alfa de cabello largo y castaño apresuró el paso para dirigirse a la oficina de su cuñada con prisa por huír de la insoportable mirada de la omega tras el escritorio.
Yoo Jihyo deseaba todo lo contrario que su hermana Jeongyeon. Hacía un tiempo, que no parecía ser mucho, había contraído matrimonio con la Arquitecta en jefe de la empresa, pero sus miedos e inseguridades no la dejaban ser felíz. La razón principal parece ser que Minatozaki Sana, unos años mayor que ella y la alfa con quien había contraido matrimonio, dieron mucho de que hablar pues, no faltaron los chismes de que su alfa sólo se casaba con ella por mero interés económico y no por amor.
Los empleados eran unos chismosos y se la pasaba murmurando por los pasillos, sin siquiera simular y no dejaban de comentar las tantas aventuras de la atractiva alfa Minatozaki, antes de elegirla como su omega. ¿Cómo una alfa tan hermosa y popular podría cambiar tanto de un día para el otro? Al parecer la respuesta estaba en la descendencia.
Desde entonces un deseo incorrecto absorbió a Jihyo de la mañana a la noche, deseaba tener un bebé con su alfa a costa de lo que fuera pues, se suponía que cuando un alfa se detenía a poner orden en su destino es porque deseaba una sola cosa, descendencia. Pero sus esperanzas cada vez eran menores y su gran miedo a perder a su esposa por aquel motivo, acrecentaba a cada día pues, sencillamente no sucedía.
—Sana, por favor... —Suplicó removiendo la cadera sobre su entrepierna. Esa omega había llevado a su esposa con engaños para interceptarla en su oficina. Tragó duro, cuando la alfa le miró con una expresión gélida.
—Omega por favor, déjame regresar a mi oficina, aún tengo mucho que hacer. —Señaló la mayor, con la expresión demasiado seria. Jihyo meció la cabeza sin apartarse de la posición.
—¿Ya no me deseas? ¿Es eso? —Musitó con la voz mermada y Sana respiró con fuerza para detener los impulsos de su instinto animal.
No solo la deseaba, la adoraba, diablos ella era su omega y su amor, por supuesto que la deseaba, pero estaba tan agotada de que los motivos no fueran amor y deseo, sino, temor y prejuicios estúpidos.
—Te amo Jihyo, tu lo sabes me he cansado de decírtelo y de demostrártelo. ¿Acaso no te soy suficiente? —Musitó con aquella mirada angustiada que oprimió el corazón de su omega.
—L-lo siento. Tu eres todo para mi alfa, so-solo creí que quizás... —Habló con la voz trémula.
Sana sintió hueco en su pecho al verla salirse de su regazo lentamente, con sus grandes ojos cargados de lágrimas. Mierda, no sabía cómo detenerla sin dañarla, pero esa omega estaba tan sensible en aquel último tiempo, que ya no sabía como controlar la maldita situación.
—No llores mi amor, por favor. —Musitó entonces bajando sus defensas y acercándose a ella para rodearla con sus brazos al fin. Jihyo hundió su nariz en la fuente de su abarcativo y ligeramente acido aroma a mora y suspiró largo. Adoraba su olor.
—Lo siento, no quería incomodarte, pensé que sería... divertido —Balbuceó apenada y la alfa buscó su mirada, tomándola de sus mejillas ruborizadas.
—Esta no es una película cariño, no puedes venir a... —Tragó —Rayos, no quiero que esto se haga peor en ti Hyo, tu sabes que... —Su voz se quebrajó y la omega sollozó escondiéndose contra su cuello. Sana presionó los ojos con fuerza y la cubrió con sus fuertes brazos, intentando detener un poco de su frustración, ella sabía exactamente como se sentía, pero no era el modo. ¿Lo era?
Cuando esa preciosa omega de tiernos y cortos cabellos oscuros la buscó, su corazón galopeó de ternura y de emoción. Su aroma a coco dulce, cremoso y tropical la envolvieron de inmediato y supo que jamás encontraría a alguien como ella. Buscó sus labios en un beso suave, nada comparado con aquel beso prácticamente lascivo con el que la había recibido.
La puerta se abrió bruscamente y la alfa gruñó hacia la irrupción.
—¡Oye! —Exclamó una interceptada Jihyo, dispuesta a arrancarle la cabeza a quien fuera que había interrumpido, más detuvo la queja, al notar quien había ingresado por la puerta y la había bloqueado con su cuerpo. —Nayeon unnie, ¿qué haces? Sabes que Jeongyeon-ah se molestará si te ve aquí desconcentrando a su simpática secretaria... —Desestimó Jihyo con ironía evidente
—Hola Hyo-ssi... Sanake —Tragó viéndoles con nerviosismo —¿Por qué no toma alguna de ustedes a Mina? —Habló sin más.
—¡¿Qué?! —Exclamó la pareja con los ojos muy abiertos
—Ha-hablo de que, sería mejor para Jeongyeon que ustedes tomen a Mina como su secretaria, o quizás la Arquitecta Son, o el Arquietecto Kim... —Señaló a una pequeña parte del cuerpo de trabajo de su esposa y meció la cabeza. El coco se intensificó en el aire con la sola idea y Sana sostuvo las manos de su omega.
—La luna nos libre, Nayeon-ah —La omega meció su cabeza de cabellos cortos —Mina es la secretaria de presidencia y no la quitarás de allí fácilmente... ya le dije a Jeongyeon que la corra, pero sabes como es respecto al equipo de trabajo de papá, ella cree que...
—¡Ya sé! —"La empresa puede sufrir una fractura muy grande si modifico su estructura y el patrimonio de mi familia se vería afectado, no puedo permitirlo" Pudo oír a su omega en su mente —Ya lo sé, no me lo recuerdes por favor. —La alfa gruñó tomándose del cuero cabelludo, deseando arrancarse los pelos de la impotencia, de solo recordar la pasión con la que su esposa le regañó y ante la sola idea, el estómago se le revolvía. Rayos, esa omega debía concentrar toda esa pasión en ella y no en esa maldita empresa.
—Apestas, ¿Estás en celo? —Consultó la alfa, tapándose la nariz brevemente, aunque con el sencillo deseo de molestar a su amiga. Nayeon meció la cabeza, bastante apenada, para desencanto de la alfa japonesa de cabellos color miel.
—Casi... —Rascó la garganta.
—Ah, vienes buscando otras cosas por aquí... —Comentó Jihyo formulando una sonrisa de lado. Todo aquello sin moverse de los brazos de su esposa. Nayeon volteó los ojos.
—¿Sana estás disponible para hablar? —Bramó de inmediato ante la sonrisilla traviesa de su cuñada.
—Si está, pero no en mejor práctica que tu, asique pierdes tu tiempo... —Soltó de inmediato con una sonrisilla ante la expresión molesta de su alfa.
—Lo dudo... —Arregló la voz por ser tan torpe. El modo en el que la omega ensombreció su semblante, le hizo sentir deseo de propiciarse un golpe en la espinilla.
Sana le fulminó con la mirada, el extenso repertorio que Minatozaki compartía con Im, decían lo contrario, pero por supuesto que sus omegas no necesitaban de esos detalles, se replanteó la japonesa viendo a su amiga con reproche.
—Mejor cierra la maldita boca, Im. —Sonrió de lado hacia su omega antes de dejarle un beso sobre la frente. Nayeon tragó con incomodidad.
—¿Irán a hablar de otras omegas verdad, alfa tonta? —Anticipó Jihyo juntando las manos sobre su pecho y pose de madre regañona. Sana suspiró al mecer la cabeza y besar su pronunciado puchero.
—Claro que no omega, tu eres mi único amor. Y esta alfa está demasiado loca por tu hermana, como para tener cabeza para alguien más que no sea ella...
—Mhm, hazte tonta... —Le regañó picoteando su mejilla que se pronunció mediante su sonrisa divertida.
—Eso es una verdad Hyo-ssi, tu sabes cuánto amo a mi omega... —Musitó Nayeon, intentando remendar sus torpes palabras.
—Ya mejor lárguense de mi oficina. Si Jeongyeonnie se molestará con alguien, que sea con ustedes. ¡Fuera! —Exclamó de un modo adorable.
Las alfas salieron de allí antes de que se vieran interceptadas por el mal humor de la menor de las Yoo.
Cuando estuvieron dentro de la oficina de en frente, Sana se apresuró a tomar su teléfono que, para su sorpresa, no paraba de sonar.
—Por supuesto que sí Arquitecta, estuve al tanto de todo ese asunto. Procuraré que no suceda algo como eso nuevamente... no, no es un problema, pásame los planos y me aseguraré de que se envíe la información correcta a la inmobiliaria principal. —Dejó el teléfono y sonrió de lado al evidenciar dos cosas: la primera era que Nayeon se veía con unas ojeras de la mierda, y la segunda, que si solapaba la presencia de esa alfa allí, su cuñada se molestaría mucho.
—Mejor regrésate por donde viniste Im, tengo mucho trabajo y solo tres horas más para acabarlo si no quiero tener que llevarlo a casa... —Señaló la alfa de cabello tan claro como miel fundida, y señaló hacia la puerta con una sonrisa divertida. Una gran mesa de superficie lisa, oscuros planos extendidos por todas partes y una clara luz blanca iluminaba los vidrios de sus lentes, bastante encantadora e intelectual.
—Sanake, ayúdame por favor... —Suplicó Nayeon, juntando las manos en un ruego.
—La última vez que estuviste aquí, tuve un regaño bastante largo sobre normativa de trabajo y responsabilidad laboral, y créeme, tu esposa puede ser muy intensa cuando se apasiona con algo... —Ironizó sin apartar sus ojos de donde trazaba una larga línea color lápiz. Nayeon quiso saber que rayos hacía, pero tampoco le puso demasiada atención, al final nunca entendía al respecto.
—Vamos Sana, como amigas que somos... —Insistió la coreana, ganándose un suspiro de su amiga.
—Ya te he dicho lo que opino, Nayeonnie, habla con ella. Dile lo que sientes, enfréntala ¿Cómo rayos no te siente? —Espetó no concibiendo la actitud de aquella omega.
—Ha estado utilizando demasiados supresores, además está muy cansada, las responsabilidades, la falta de tiempo, Mina...
—Ella debería de correr a esa omega, no solo dobla su trabajo sino que el de todo la administración. Eso es una mierda, mi omega y yo no llegamos a casa temprano hace tres días... —Meció la cabeza con desapruebo.
—¿Están bien?
—Podemos hablar luego Im...
—Que cobarde eres Minatozaki...
—Mira quien habla —Carcajeó la alfa y Nayeon arrugó la nariz ante su breve persistencia de alegría, la mora en su aroma se suavizó por un instante y sonrió de lado.
—De acuerdo, te llamaré luego. —Aceptó.
—Suerte con tu aparición, a ver si logras entretenerla un rato, así desea liberarnos temprano hoy... —Alzó un par de dedos cruzados sin despegar los ojos del futuro de sus trazos y Nayeon sonrió con pena antes de dejar la habitación.
Tragó al perseguir el gran pasillo de regreso al recibidor y suspiró, ¿estaba realmente lista? La lavanda se intensificó, atropellándola y volvió a arrugar la nariz, pero esta vez como muestra disconforme.
—¿Mi esposa, está? —Preguntó sin siquiera esperar una reacción de aquella omega quien asintió con una sonrisa atractiva. —Bien, ¿Puedo pasar? —Consultó. Mina asintió nuevamente, permitiéndole el paso. Oyó la risilla de las otra recepcionistas junto a ella y volteó los ojos, dispuesta a ignorarlas.
Nayeon se apartó de aquella área, por temor a verse abordada por su innecesario interés.
Una espesa hilera de pestañas adornaba ese par de ojos color ámbar, su delicada nariz redonda, sus mejillas rellenas, sus labios exóticos y perfectos. Oh mierda, como le gustaban los labios de su omega en su boca, en su piel, en donde fuera, los labios de Jeongyeon eran una verdadera bendición.
Tragó al verla mordisquear el dorso del bolígrafo, muy propio de su parte, lo había hecho toda la vida, por lo menos toda la vida que llevaba conociéndola, y estaba segura que jamás dejaría de hacerlo, ni aunque fuera la maldita CEO de la empresa, no dejaría de hacerlo y eso le gustaba tanto de ella. Su loba le decía que ahí estaba su omega, que jamás había dejado de ser suya, que solo era un desafortunado mal momento que juntas sabrían superar.
Nayeon se removió ansiosa, y todo en ella se tensión cuando busco su aroma y, por supuesto que no halló más que un breve rastro.
Jeongyeon usaba supresores allí, pues creía que una sola hebra de dulzura en ella le quitaría toda la seriedad a sus palabras. Su padre le había dicho que para ser la directora ejecutiva no necesitaba ser una alfa, más hacer uso de su porte como una.
La rubia se veía demasiado disgustada y eso la hizo tan atractiva en ojos de su alfa, cuando se apoyó contra el marco para admirarla con más atención.
La necesidad que tenía de ella era prácticamente insoportable, en ese mismísimo instante se sentía más lejos de ella que cuando estaban apartadas en lo restante del día. Analizó las horas que aún faltaban para que acabara su jornada, y sin contar las horas adicionales con las que le salía más tarde.
—Jeonnie... —Murmuró Nayeon allí, de pie junto a la puerta.
Jeongyeon alzó la mirada de inmediato hacia su llamado y se asombró de encontrarla allí.
—Yeonnie, cariño, ¿qué haces aquí? —Preguntó llamándola con la mano, para que se posicionará a su lado. Nayeon hubiera querido que la llame con más intenciones que fueran no solo para hablar.
—Bueno... —Acomodó la voz, más no pudo moverse de junto a la puerta.
—¿Precisas algo cariño? ¿Estás bien? —Consultó ella. Su dulce tono de voz, su mirada preocupada. Oh vaya, ella se veía preocupada. Nayeon se sintió como una mierda al llegar a su lugar de trabajo solo para molestarla.
—Y-yo... —Tragó dudosa —Omega, necesitaba verte. —Suspiró y bajó la mirada apenada. ¿Qué debía decir? ¿Qué la deseaba como nunca antes y que ya no podía soportar su maldita posición laboral interponiéndose en su relación? Jeongyeon frunció el entrecejo y se puso en pie, dejando todo lo que hacía por un instante para ir junto a ella.
—¿Es muy urgente? Tengo mil cosas que revisar antes de... —Tragó y su voz se perdió cuando la alfa se puso muy cerca de ella, pegándola junto a la puerta y había extendido una mínima caricia sobre el dorso de su mano, buscando entrelazar sus dedos con los suyos.
—¿Nunca cierras la puerta de tu oficina? —Consultó y su cuerpo hormigueó de tenerla frente a ella con sus luces encendidas, como hacía algunos días no la veía.
—¿Haz venido hasta aquí para hacer esa insólita pregunta? —Analizó con una sonrisa tierna al resentir como la alfa rodeaba su cadera con sus brazos, y alzó una mano para recorrer su mejilla y acomodar unas suaves hebras largas detrás de su oreja.
Nayeon meció la cabeza perturbada por su tacto, por su calor y la vaga dulzura de su aroma, ella la sentiría incluso cuando se suponía que no debía.
—He venido aquí por otro motivo aún más insólito, Jeonnie... —Murmuró ahora presionando el agarre para acercarla a ella, mientras que con la otra les daba un poco de privacidad, cerrando la puerta de la oficina, lentamente.
—¿Y se puede saber cual es ese motivo? Estás rara, alfa... —Consultó buscando su mirada. Se vió completamente embriagada por el fuerte aroma de su alfa y le miró con ojos entrecerrados. Nayeon disfrutó cada segundo desde que conectó con esa preciosa mirada que adoraba.
—No me... —Tensionó la mandíbula al tiempo que saboreaba como todo de ella se convertía en su maldito estímulo, incluso sus palabras burlonas en esa profunda voz femenina. —No me llames así, ahora... —Murmuró como respuesta y cuando abrió sus ojos, estos se veían tan oscuros que Jeongyeon se tomó el pecho, como si de ese modo pudiera detener el entusiasmo que creció en su loba.
—Nayeon... —Musitó con la voz demasiado afectada, para el gusto de la alfa.
—Si me llamas por mi nombre con ese tono de voz, me pones más Jeonnie, será mejor que hagas silencio, ahora... —Tragó empuñando sus manos, ahora contra su espalda, tironeando de la tela, deseándo arrancársela allí mismo para poder admirar su divino cuerpo.
—De acuerdo, no hablaré.
—Escúchame un instante, sin interrumpir por favor. —Suplicó y la omega asintió sin poder despegar sus ojos de aquellos tan oscuros y seductores. —Diablos, sí que eres hermosa omega... —Murmuró persiguiendo su espalda con sus manos. —Te extraño tanto, te lo he dicho varias veces en esta última semana pero tu solo haz estado algo ausente y yo ya-...
—Cariño, ¿estas aquí porque deseas sexo? ¿Es eso? Vaya Nayeon... —Carcajeó con humor. Nayeon frunció el entrecejo y su loba se sintió herida por el tono de burla.
—¿Qué? —Espetó Nayeon casi que al instante —¡No! No he venido buscando sexo, he venido a buscarte a ti Jeongyeon, eres mi esposa ¿si lo recuerdas, verdad? —Consultó de aquel mismo tono irónico que Jeongyeon detestaba. Podía ser una maldita malcriada cuando se lo proponía.
—No te molestes Yeonnie, solo estaba bromeando, ¿Cómo no iba a recordarlo, si duermo todas las noches junto a ti?
—Pues deberíamos de hacer mucho más que dormir, ¿no lo crees? —Comentó entre dientes, al rememorar su insoportable ausencia sin fin.
—Yeonnie... —Le regañó con su tono de voz, como si fuera su madre y Nayeon volteó los ojos.
—Jeongyeon tenemos que hablarlo y tiene que ser ahora. —Gruñó apartando sus manos de ella y volteándose para intentar recomponerse. Su loba gruñó cuando se apartó de su calor —¿Tu sabes hace cuanto me tienes a supresores? Tres meses. —Alzó la cantidad con sus dedos. —¡Tres meses omega!
—Nayeon cariño, sé que estoy un poco ocupada, pero es temporada de verano y en Busan estamos muy ocupados con...
—Mira cariño a mi me vale un soberano comino que la temporada sea buena. No haz estado "solo un poco ocupada" Jeongyeon, haz estado muy ocupada, como nunca antes, a tal punto que apenas te veo —Borboteó sin simular que estaba molesta, buscando su mirada pasmada. Por supuesto que ella jamás le hablaba así.
Im Nayeon era la alfa soñada, una altura perfecta, brazos y piernas largas, una picardía cautivadora, el cabello tan largo y oscuro, su atractivo aroma a almendra tostadas le recordaban a la calidez de la época navideña y toda esa audacia la habían puesto de rodillas. Y no solo la amaba, tambien la comprendía, la contenía y la cogía como nadie lo había hecho jamás. Sabía que ella le pertenecía con todo su cuerpo, su mente y corazón, pero al parecer algo estaba fallando y, se dice, que si hay fallas sin resolver en las relaciones, estas tienden a... desgastarse con el tiempo.
—Te extraño omega, mucho, a todas horas. Mientras duermes a mi lado, mientras te largas por la mañana, mientras me ocupo en mi trabajo, mientras desayuno sin ti, cariño te extraño... —Suplicó y ella la veía con gran incredulidad y labios entreabiertos. ¿Acaso tan grave era?
Jeongyeon deseó encogerse ante la mirada hambrienta de su alfa, sus ojos tan oscuros como la noche posados sobre ella como si estuviera divisado que degustar primero, la hizo temblar y el rubor se extendió por su rostro.
Nayeon no pudo detener el impulso y devoró los pocos pasos que la apartaban de ella, para reclamar su boca con la suya. Un gemido se escapó de los pronunciados labios enmarcados que la alfa sabía adorar con tanta destreza, y pronto presionó su cuello para profundizar el beso.
La omega rodeó su cintura con sus brazos, para adherirse contra su calor e irremediablemente ese aroma la absorbió y la aprisonó tanto como sus fuertes brazos. Ambas gimieron cuando sus dientes chocaron de la prisa que tenían por sentirse.
Un jadeo se escapó de la boca de la omega cuando los labios de la alfa iniciaban una hilera desde su comisura hacia la cincelada mandíbula de la menor, hasta la sobresaliente vena que se marcaba en su yugular. La alfa la deleitó con sus besos húmedos y sus piernas flaquearon. ¿Qué diablos?
Las manos de Nayeon se fundieron en la piel de su espalda y Jeongyeon quiso saber cuando apartó la prenda de adentro de su falda lápiz pues, no lo había notado. Un suave jadeo se escapó de sus labios entreabiertos y presionó los muslos cuando Nayeon la pegó contra su cuerpo y el deseo la abordó en una ola de calor insoportable.
—Oh cielos, Im Nayeon, ¿qué rayos sucede contigo? —Jadeó cuando reaccionó ante su avance, pero la alfa no se detuvo allí.
Unos pocos pasos dentro, Nayeon hundió los labios contra la base de su cuello y absorbió su impregnante sabor. Ella sabía a frutas frescas y la boca de alfa se hizo agua de solo imaginar todo lo que podría hallar si la despojada de algunas ropas, no importaban los supresores, ella era capaz de despertar a su omega cuando estaba cerca y aquello la aturdir.
—¿Como le haces para ser tan perfecta Jeonnie? —Ronroneó contra su boca y absorbió la comisura de sus labios, recorriendo cada tramo de su suave y húmeda piel sonrosada por esos besos nada pacientes.
Hizo posesión de sus largos cabellos claros entre sus manos, la acomodó para buscar sus mirada, y la omega le vió al fin. Todo lo que las enlazaba, profundo y mordáz, se anidaba allí en su infinita mirada. La alfa comenzó a tirar de algunos botones con torpeza, sin apartar los labios de su sedosa piel, deseando proveerse de todo lo que llevaba añorando desde hacía largo rato.
—Oh, espera... Nayeon, no... —Jeongyeon se removió contra sus caricias. Esos escalofríos debilitaban cada centímetro de su cuerpo, buscó de mucha fuerza de voluntad en su interior —Cariño, detente... —Se apartó de sus caricias, empujándola de su alcance, o intentando hacerlo, pues la castaña no se había movido un solo centímetro.
Nayeon alzó su cabeza del sendero que casi alcanzaba el escote de su sujetador y le miró con decepción. Sus pezones estaban tan ansiosos por su toque, ella no podía esperar, ¿Qué diablos la ayudaba a detenerse, para que le enseñara? Se preguntó, obligándose a atender su mirada.
—¿Por-por qué? —Musitó con la voz repleta de decepción y agonía.
—Estamos en mi oficina alfa. Regresa a casa, en un par de horas estaré allí ¿de acuerdo? —Musitó ella tapándose la boca aún bastante asombrada por haberse dejado llevar por esa alfa alborotadora e intentando recomponer su ropa. Había estado a punto de dejarse llevar por su pasión. Su mente aturdida no podía asimilar el poder que su alfa tenía sobre ella.
—No voy a caer en tus engaños otra vez omega, eso es una mentira. Yo te quiero ahora. —Determinó plantándose frente a ella. Jeongyeon le miró con ambas cejas alzadas y cruzó los brazos sobre su pecho, como si estuviera viendo a una pequeña cachorra haciendo su primer berrinche.
—Regresa a casa. Te prometo que terminaré mis pendientes y llegaré temprano. —Determinó, implacable y Nayeon gruñó antes de mecer la cabeza reiteradas veces. Su fascinante aroma almendrado se puso tan seco, que la rubia deseo tener un vaso de agua a la mano y muy a su pesar, el desplante de la mayor hizo retorcer a su loba aturdida.
—¿Cómo puedes hacerme promesas con tanta tranquilidad Jeongyeon? Luego estás aquí muchísimo después de que se oculta el sol y no te veo repuesta más que los treinta minutos en la mañana, cuando desayunamos, si es que tienes tiempo para ello... —El reproche resonó en cada una de sus palabras.
—Haz venido armada de reclamos, hoy ¿verdad? —Preguntó aún limpiándose los labios del sabor de su alfa.
—¿Eso es todo lo que haz notado en lo que llevo aquí? —Exclamó la alfa con disgusto. —Tambien te he dicho que te extraño, me aseguré de acentuar cuanto te deseo y cuanto te... —Un gruñido ronco de labios cerrados, la hizo detener las palabras dentro de su boca. —Tienes razón, te veré en casa luego, Jeongyeon. ¡Regresa cuando te de la gana! —Aceptó acomodando su cabello largo con un movimiento de fastido, dejando a la omega atónita por esa respuesta.
Nayeon abandonó la oficina con una opresión insoportable y el deseo punzando en cada área de su cuerpo. Ya no era solo su miembro el que sufría, ahora sus manos, sus labios, su alfa, todo de ella necesitaba de Jeongyeon, pero estaba tan condenadamente molesta otra vez.
Haberla tenido nuevamente entre sus manos, correspondiendo a sus besos con tanta pasión y entrega, y que de pronto se detuviera, era sumamente ilógico para ella. El modo tan sencillo en el que podía detener todo como si no la sintiera, como si no la necesitara, era hasta alarmante.
El solo pensamiento de que su omega hubiera dejado de amarla, hizo llorar su interior. Su loba se echó como un cachorro desvalido y ella tragó al pasar nuevamente con prisa junto al escritorio, huyendo de la insistente mirada de la japonesa, de las recepcionistas y de quien pudiera atender a su semblante derrotado.
No. Al parecer no estaba lista para el "No" número once, se dijo mientras se tomaba al elevador y esperaba que este se cerrase para poder dejar avanzar las lágrimas que inundaban sus ojos sin su permiso.
Algo estaba mal, algo faltaba, fallaba pues, al parecer ya no estaba lista para un solo "No" más, y eso la hizo sentir miedo y hasta frío.
Hey tu, buenas noches, ¿luego me avisas si hay faltas? Es que ando bien perdida y me dio flojera releerlo por cincuentécima vez...
¿Te gusta mi Sahyo? :)
¿Tu también crees que algo se rompió? Creo que hay que ver que es lo que piensa Jeongyeon al respecto...
Mañana es un día especial de desesperada suerte, asique descansa bien, tu JazUnnie🌻
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