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↠Parte Diez↞

Estaba demasiado agotada de pelear contra su amor, por supuesto que lo estaba, no quería decepcionarla, pero tampoco podía dejar todo de lado, no era tan sencillo. No cabía duda de que si así fuera, el camino más sencillo hubiera sido su primera opción, uno en el que tuviera a todos felices y orgullosos, y así ella podría regresar a sentir paz.

Solo quería sentarse a diseñar por horas, vivir a base de café, de hacer el amor con Nayeon y soñar... como cuando apenas era una una aprendiz y ella una empleada.

Entonces, no era consciente que, lo que para ella parecía ser normal, terminarían siendo los mejores años de su vida. Aquellos en donde su padre no faltaba, y no debía pensar en que la jodida bolsa de comercio no caiga, ni sobre estrategias para amortiguar una posible crisis financiera. Sólo quería regresar a casa y abrazarse a esa tonta alfa que solo sabía reclamar y reclamar, y descansar unas horas de corrido. Si tan solo hubiera sabido lo que le esperaba, no se hubiera expuesto…

¿El amor se podía ver de ese color tan oscuro y desesperanzador? La furia con la que su castaña daba cada paso más lejano a ella, la desesperaba. Siquiera sabía que el pulso se pudiera alterar ante la angustia, pero le oprimía de un modo que no sabía explicar.

La detuvo, desesperada, tomándola de un brazo, pidiéndole que no se fuera aún, no sin hablar, y la alfa se apartó con una brusquedad, como si su toque le hiciera daño. Mentiría si dijera que no le dolió, porque le dolió tanto que creyó que le atravesaba el pecho y le arrancaba el corazón con su afilada mirada.

—¡Suéltame! —Exclamó Nayeon, soltándose de su agarre. 

—¡Ya basta! —Advirtió la omega, una vez más como si estuviera regañando a su cachorro.

Después de notar los ojos de las secretarias del piso sobre ambas, sintió la incomodidad. Cuando la rubia puso sus ojos sobre el par de betas, las mismas supieron que debían dejar el piso y agradeció aquello, porque no estaba para pensar en chismeríos que aquello pudiera provocar y opiniones innecesarias. Siempre deseaba correr a todas las personas que se atrevían a opinar sobre su vida personal, pero sabía que no funcionaba de ese modo tan sencillo. Nada era tan sencillo como le gustaría verlo, como Nayeon lo veía...

—¡Basta tu! ¡Esa maldita idiota! ¿Porqué la defiendes? ¿Tanto te importa? —Le regresó la mayor, en el mismo tono de hastío. —¿Cuándo haz dejado de confiar en mi Jeongyeon? ¿Cuando rayos acabó todo de este maldito modo entre tu y yo? —Cuestionó con la voz rocosa. Quería poder ignorar lo que sentía, quería dejar de sentirse tan acabada, después de todo siempre había creído que era su pero enemiga. ¿Cómo le podría explicar eso?

—No puedo soportarlo... —Jadeó la rubia, removiendo los puños como muestra de su impotencia ante la lluvia de reproches de su alfa. Sabía que sucedería, solo lo había estado ignorando, quiso creer que sería más sencillo. Pero no, nada lo era.

—¡No puedo creerlo! ¿Como he sido tan estúpida de venir hasta aquí, otra vez, para buscar hablar contigo? —Su aroma seco acompañaba la escabrosa expresión de su rostro, Jeongyeon ya no podía enfrentar su expresión de decepción. Su loba lloraba, lo había estado haciendo mucho más que ella y sabía que era su culpa, todo lo era —Y acabo por descubrir que mi omega es muy capaz de hablar abiertamente con  cualquiera, menos conmigo...

—Estoy tan cansada de esto... —Maldijo Jeongyeon, su mala suerte y el instante en el que creyó que necesitaba hablar con su asistente. Rayos, al final solo la necesitaba a ella...

—¿Qué es lo que hice mal? ¿En qué te fallé para que no puedas hablar conmigo, Jeongyeon? ¿Qué es... —Las palabras se detuvieron cuando se agolparon en su garganta.

—¡Pero si no he sido capaz de ser humana, para que nadie note que moría por regresar a ti, Nayeon! —Expresó Jeongyeon, como si aquello fuera lo más obvio. 

—Eres una verdadera egoísta Yoo Jeongyeon, ¿Siempre haz sido así? ¿Cuanto tiempo estuve ignorando lo que eres capaz de ser, omega? No puedo creerlo...

—¿Cómo te atreves? —Gruñó la omega en su dirección. Nayeon le señaló con su mentón.

—¡Cómo te atreves tú! ¡A dejar de confiar en mí! ¡A dejar de lado la confianza que existía entre nosotras, nuestra conexión! ¡A decidir que debía ignorar como te sientes y alejarte de mi! ¡Maldición! ¡Yo confiaba en ti como en nadie más Jeongyeon! ¿Porqué rayos creí que era del mismo modo para ti? —Lamentó la alfa.

—Estás malinterpretando todo, Nayeon —Susurró la omega, meciendo la cabeza —¿Porque me equivoqué, no tengo derecho a ser escuchada una sola vez? Es la primera vez que mi asistente y yo hablamos de algo más que no sea sobre trabajo... y tu llegaste... —Musitó con la voz mermada, sus ojos colmaron una vez más. Estaba comenzando a perder la calma ante aquel suceso que parecía interminable.

—¡Ella te marcó con su asqueroso olor! —Gruñó la alfa volteándose para no verla. No podía soportarlo.

—¡Pero tengo tu marca en mi cuello Nayeon! ¡Tu marca! ¿Puedes sentirlo? Porque yo puedo sentirte. Aunque te veas molesta, aunque te sientas decepcionada, aunque digas que deseas enviarme al demonio, sé que mientes, aunque estés celosa de Momo, tu me amas... 

—¿Momo? ¡¿Ahora es Momo?! —Agudizó la castaña, con los ojos demasiado abiertos. Sus feromonas de ira casi la ahogaron y Jeongyeon no supo como detenerla, su loba se sentía herida con cada mirada de condena de su parte.

—Debes detenerte, y tranquilizarte Nayeon… —Musitó con la garganta comprimida, alzando sus manos indicándole que se calmara.

Después de un momento en el que el silencio parecía estar a punto de deshacerse de todo lo que habían construido, Jeongyeon se volteó, tomándose los codos y acariciándose los brazos, resintiendo la fría distancia que su esposa parecía desear que fuera más y más grande, y la contrastante sensación que calaba en su marca. Le dolía, le dolía mucho más de lo que deseaba admitir.

—No sabía que tuvieras tanta confianza con tu sobresaliente asistente... —Señaló Nayeon, sin intenciones de ocultar el mordaz sarcasmo en el tono de su voz.

Jeongyeon le dirigió su mirada, extenuada por su inquebrantable postura. Su alfa estaba en posición de guerra y no parecía notar que ella había abandonado el campo de batalla desde hace un rato largo.

—Por favor… —Había estado pensando en ella cada maldito instante, repleta de culpas y de preocupaciones, buscándola, llamándola.

Las palabras de Hirai habían estado demás, y quizás los celos de su alfa también tuviesen razón de ser, estaba segura de que tendría una conversación muy larga con la nipona al respecto, pero aún así, se negó a aceptar sus reproches sobre ese asunto. Ella no había tenido otras intenciones, ¡Vaya! Siquiera sabía que la japonesa tuviera alguna "intención" para con ella, jamás, también se acababa de enterar.

—¿Vas a defenderla? Es lo que le falta a tu larga lista de "como cagar nuestra relación" Jeongyeon… —Masculló Nayeon, evidemente dolida. Jeongyeon meció la cabeza.

—No vas a detenerte con eso, ¿verdad? Es claro que ella no me interesa del modo que tu quieres creer. —Prefirió suspirar y mirar en dirección contraria, las lágrimas regresaron y en ese preciso instante, sabía que si no se detenían pronto, habrían más palabras de las que arrepentirse, que una solución.

—Claro que sí… —La siguió con la mirada, podía sentir la molestia, pero detallar el estado de su omega, la debilitaba por completo. Odiaba reconocer sus ojeras, hallar en su rostro pálido y descolorido, su aroma levemente agrio, a causa de los supresores, sabía que no podría evitarlo, no solo era su amor, era su destinada. Se acercó a ella, la omega huyó una vez más de su acusadora mirada oscura —No soporto que no seas capaz de sostenerme la mirada, omega... —Masculló entre dientes.

—Basta, deja de acusarme, de-deja de acusarme todo el tiempo… —Se permitió verla, ante su reclamo. Entrecerró los ojos ante su frustración, deseosa a arrancarse los pensamientos de la cabeza, si pudiera. —Ya no puedo echarme para atrás Nayeon, esta se ha vuelto mi responsabilidad y tengo que cumplir, ya no tengo opción. Esto es un pilar y si yo me salgo, todo caerá y este es el sostén de mis hermanas y mi madre, ya no encuentro el modo de explicártelo, esto... e-esto escapa de mi, alfa... ¿Porqué te niegas a comprender? —La miró nuevamente a los ojos, se le veían cansados.

Nayeon admiró su hermoso cabello brillando con reverencia ante el sol de los ventanales, extrañaba tomarlo entre sus manos cuando besaba esos labios dulces, extrañaba su cariño y su calor. Instantes como ese en el que se veía tan frágil, era cuando caía en cuenta de lo débil que se volvía ante ella.

—Y haces un excelente trabajo, pero también nuestro lazo se necesita cuidar. Créeme que no vas a defraudar a nadie si dejas que los demás te ayuden... —Se acercó solo para poder verla a los ojos. Le dolía saber que estaba sufriendo. Rayos, todo parecía doler desde hace un corto tiempo hacia ese instante. —Solo tenías que delegar omega, no todo lo tenías que hacer tu…

—No lo entiendes, Nayeon…—Lamentó la rubia, apartándose de su acercamiento. 

—Estás obsesionada con esa tonta idea de no defraudar a los demás y no te das cuenta que me defraudas a mi Jeongyeon, y si sigues por este camino, será lo único con lo que termines quedándote, este jodido edficio y será tu decisión. —Sollozó la alfa, incapaz de quebrarse ante la idea de perderla.

Jeongyeon presionó el agarre contra sus antebrazos, intentando descargarse un poco de esa tensión. La maldita luna sabía lo agotada que estaba de llorar por esa situación. Siquiera sabía cuantas veces y cuantas lágrimas había botado, al respecto. Pero no era una niña, no podía solo dejarlo y ya.

—Todo necesita de mi supervison, Nayeon…

—¡También necesito de ti, Jeongyeon! —Le interrumpió mediante su sollozo. Las lágrimas la abandonaron y la omega creyó que moriría ante su insoportable sentir y se negó a enfrentarla, una vez más —Y no te pedía mucha, omega. Solo esperaba que pasando la puerta de nuestra casa se acaben los llamados y los emails, o que no acabes por dejarme a mitad del desayuno sola, porque tu secretaria olvidó comunicarte el horario correcto de una cita —La tomó de la barbilla para que la viera a los ojos. Sus tiernos ojos color ámbar llovían igual que los suyos —Que solo seamos tu y yo, ¿Acaso eso es demasiado pedir? ¿Huh? —Removió su mejilla con sus dedos —Respóndeme, Jeongyeon…

—¿Cómo quieres que logre eso Nayeon? ¿Quieres que me abra en dos para estar ambas partes a la vez? —Expresó con demasiada indignación. —Todo lo que está en este lugar, cada decisión, cada movimiento, cada acción depende de mi ¿Sabes lo aterrador que es eso para mi? —Jadeó, eufórica. Nayeon la miró atentamente —Si algo sale mal, sería mi única responsabilidad ¿Comprendes siquiera lo que eso significa? Estoy segura que no cariño, porque sino no estuvieras diciéndome todo esto. Realmente no me ayuda mucho, si tu no me apoyas... —Respiró en un bufido. 

—¿Apoyo? ¿Más apoyo Jeongyeon? Te he apoyado desde que tomaste esta decisión, cualquier alfa en mi lugar ya habría dejado este barco a sabiendas de la actitud que tomarías unos pocos meses después... ¿Porque sólo no puedes relajarte y confiar en las personas de tu equipo de trabajo? Ellos son capaces de hacerlo bien, por algo tu padre los eligió y están ahí ¿No lo crees? —Esto último se oyó como lo que era, un reproche, uno más, que crespó todos los cabellos de la omega.

—¿Así de fácil? —Rió Jeongyeon, claramente agobiada —Enfréntate a la Señora Yoo cada mes. —Comentó, fastidiada de su deducción. De pronto, todo parecía ser demasiado fácil en la cabeza de su alfa. —¡Hazlo Nayeon! Te aseguro que no eres capaz de soportar esta responsabilidad uno solo de tus afables días. 

—¿Afables?

—Ir de cuando en cuando a visitar tus cocinas, no es lo mismo, te lo aseguro. —Rebatió.

Silencio. Silencio otra vez durante segundos, quizás minutos u horas que se miraron con desafío. Pero había una verdad, la omega no quería vencer, solo la quería a ella, como antes, como siempre.

—Mina me lo dijo... 

—¿Y porqué rayos hablaste con Mina? Tu podrás confiar muy rápido en sus palabras, pero yo sigo creyendo que es una maldita bruja. —Señaló con la voz demasiado cruda y la castaña abrió demasiado los ojos, sorprendida por sus palabras. 

—Omega, eres tú quien te abres con cualquiera, menos conmigo... —Expresó, reticente. Jeongyeon entornó los ojos.

—Nayeon ella no ha dejado de ser una perra que no disimula al admitir que quiere contigo, aléjate de ella. —Le señaló con su índice acusador. 

—¿Ah? —Su expresión fue de desconcierto, esta vez —¡Yo no soy quien mantiene una cuestionable relación con Mina, Jeongyeon!

—¡Ay, Momo solo es mi asistente, Nayeon! —Desestimó, la omega en su verdad.

—¡Ella quiere coger contigo, Jeongyeon! 

—Por supuesto que no… —Jadeó, agotada —Y aún, si así fuera, no es lo que yo deseo ¿Acaso no puedes sentir lo que yo? —Preguntó entonces, y Nayeon supo que cuando no sabía que responder, era mejor quedarse en silencio. —¿No haz sentido como te llama mi loba? ¿Qué rayos sucede contigo? 

—Tu no haz oído nunca como te llama la mía… —Más reproches.

—¡No es lo mismo!

Jeongyeon se apoyó sobre la alfa, dejándola acorralada entre su cuerpo y el muro. La omega hubiera querido detener todo lo que sentía y que veía en sus ojos, con sus besos, pero distaba tanto de aquello cuando la veía con todo ese rencor. 

—Tu y yo podremos diferir todo lo que quieras, pero mi loba te pertenece y tu a la mía Nayeon. ¿Y sabes que? ¡Lo cagué! —Admitió contra ella, con furor —¡Lo jodí como nunca! Pero lo admito porque es verdad, porque fui torpe y egoísta, pero... Cielos… —Lloriqueó, tomando una bocanada de aire, antes de volver a dirigirse a ella —Lo hice porque creí que podría manejarlo ¿Entiendes? —Terminó sin correr la mirada de la suya.

Nayeon la veía del mismo modo, fijo, sin irrupción, con temor de perderla de vista por un inútil parpadeo. 

—Eso no quita que la imbécil de Hirai te hubiera besado si no hubiera estado ahí… 

Jeongyeon cerró los ojos con frustración cuando se apartó de su  agarre y largó un suspiro largo, cuando se halló sin salida, una vez más.

—Pero ella no me importa, me importas tu, Nayeon. Por favor, detente con eso... 

—Oh, ¿Yo debo detenerme? De acuerdo. —Asintió con esa expresión arrogante —Pero atente a las consecuencias, porque a partir de ahora esa alfa estará justo aquí —Señaló frente a ellas —En medio nuestro. —Musitó con la voz implacable. Jeongyeon tragó. 

—¡Por supuesto que no Nayeon, no exageres! —Expresó Jeongyeon caminando detrás de ella, una vez la alfa se dispuso a huír, otra vez.

—Me decepciona que no entiendas lo malo que puede ser para nuestra relación, pues esperaba que fueras más inteligente al poder reconocerlo. —Escupió molesta. Jeongyeon abrió mucho los ojos ante esa respuesta.

—Luego te preguntas porque me cuesta hablar contigo, eres tan testaruda que a veces creo que no eres capaz de entender nada que no sea tu opinión...

—Oh vaya... —Jadeó llevando una temblorosa mano entre sus cabellos. —Te habías tardado demasiado en recordarlo, sabía que lo harías alguna vez... 

—¿Cómo vamos a hablar si atiendes a cosas que no tienen sentido, Nayeon?

—Eso sucede cuando evitamos hablar del asunto, ¿sabes? Lo almacenas y se pudre dentro de ti —Le informó con bastante serenidad.

Jeongyeon cerró los ojos y dió un largo suspiro. 

—Oh Luna, eres tan terca, alfa... 

—¿Y tu no? 

—¡No más que tu, de eso estoy segura! Nadie es más terca que tu. 

—Yo pensé que era así, hasta que me saliste con tus estupideces, entonces las evidencias señalan otra cosa. ¿No crees?

—Ahg, me rindo contigo, no puedes manejar tu maldita lengua Im... —Espetó Jeongyeon ahora, entre dientes.

—Al menos no decido por el futuro de todos a mi antojo y no me comporto como una perra insensible... 

Lanzó las palabras tan pronto, que  siquiera pudo digerirlas. Sabía que era una verdad, pero, ¿acaso era realmente necesario?

—Oh, claro... —Aceptó la omega, deteniendo sus pasos detrás de ella.

Nayeon ya aguardaba frente al ascensor, esperando por su llegada. No se atrevió a verla, no esa vez.

—Lo-lo siento. —Habló la mayor, sin poder enfrentarla. Una vez más se había dejado llevar por sus palabras. 

—No lo hagas, la verdad no debe doler... ¿Hay algo más que desees decir? Intenta no guardarte nada, no sigas mi ejemplo... —Musitó ronca y se corrió algunas lágrimas que se le escaparon sin poder detenerlas. 

—No quise decir que tu eras... 

—¿Ah no? —Cuestionó con escepticismo.

—Lo siento. —Insistió. Dando un largo respiro.

—No lo hagas, ya entendí, no podrás perdonarme fácilmente, ¿verdad? —Susurró buscando su mirada y solo tenía la vista de su cabello desalineado y su chaqueta de mezclilla negra. Por primera vez, no respondió de inmediato y la omega lo aceptó —Lo entiendo. 

—Yo, no sé como... no sé que debo decir, estoy muy molesta... 

—Lo sé, lo entiendo. 

—Quizás si nos tomáramos un tiempo... 

—Quizás... —Aceptó Jeongyeon sin poder verla a los ojos.

¿Qué debía decir? ¿Que era lo que debía hacer para que no fuera tan difícil para ambas? Habían pasado tres días lejos de la otra y ya parecían una mierda, pero aún así no dejaban de hacerse más daño con unas cuantas palabras tontas y algunas excusas. Quizás dejar el tiempo pasar fuera la mejor opción.

Todo eso pasaba por la cabeza de Jeongyeon mientras Nayeon se subía al ascensor. La alfa se volteó para verla y el encuentro de sus ojos fue mínimo mientras las puertas se cerraban para apartarlas por un nuevo lapso de tiempo y espacio indefinido.

Jeongyeon se tomó el estómago cuando sollozó, inconsolable. Nayeon también. Dolía... dolía y tan siquiera era físico como para automedicarse, era tan intenso que podría cesar, pero que no tendría fin, no hasta que pudieran hallar algo más que un fármaco. Consuelo, quizás.

Sana detuvo el girar de las puertas del edificio para su omega. Jihyo sonrió de lado cuando ingresó delante de ella. La alfa pelimiel se acercó dejó un beso junto a la comisura de sus suaves labios, los cuales añoraba demasiado y la buscó con sus ojos.

—¿Te veo esta tarde? —Consultó casi que en un susurro, solo para que ella pudiera oírla. 

—Esta tarde. —Concordó con un asentimiento. Sana soltó su mano, dispuesta a dirigirse a su oficina y tomar su puesto. 

Jihyo sabía que debía buscar al Arquitecto Kim, para confirmar con él sus días y horarios de examen. Las recepcionistas se rieron cuando pasó junto, siempre solían cuchichear a sus espaldas. Era normal, siempre lo oía cuando pasaba junto a los empleados de planta baja. Un murmullo la atrajo desde la oficina de descanso, dos betas y una omega estaban ahuecadas en una conversación.

—La Arquitecta Yoo nos vió con esos ojos que solo le pone a Myoui... —Comentó la beta castaña.

—¡Nayeon unnie parecía a punto de matar a Hirai a golpes! -Exclamó la beta rubia y la omega pelinegra largó una risilla.

Jihyo se preocupó por lo que pudiera haber sucedido entre ese par. Había olvidado por completo que Nayeon venía en esta dirección.

—Escuché que la Señorita Yoo, y la Arquitecta Minatozaki tambien van a separarse pronto…—Dijo la omega de la cual solo veía su espalda.

—¿Yoo menor? —Preguntó la beta castaña. La omega que había hablado, respondió con un asentimiento de afirmación. Jihyo se apartó contra la puerta, pero no dejó de oír lo que decían, ahora con demasiado interés.

—Bah, era obvio que ese matrimonio no tendría futuro. Minatozaki es demasiado alfa para una omega tan… tan sin gracia como Yoo menor. —Señaló en respuesta la beta rubia número dos.

—Y tan amable, y tan guapa… —Ronroneó la omega, antes de compartir una risilla con la beta rubia.

—Ahrm, todo el piso de Minatozaki huele a tristeza desde hace días… —Insistieron con su alfa. Jihyo respiró con fuerza, sabía que era cierto.

—Es raro que una omega tan joven no haya podido concebir, aún después de haberlo deseado tanto, es obvio que tendrían problemas…

—Es verdad, los alfas que deciden casarse son los que siempre desean, ya sabes, trabajar en su descendencia… —Comentó la beta castaña. Las tres rieron con complicidad.

—No les doy demasiado tiempo.

—¿Cómo son las personas de dinero, no? Lo tienen todo y aún así no pueden ser felices...

Jihyo se contrajo, tragó y se decidió que era suficiente de malos comentarios para ella. No sucedería, Sana no la dejaría por eso, aunque fuera su peor temor, podía sentir el amor en su mirada, su marca no mentía. ¿Verdad? Parpadeó incontables veces, decidida a regresar su cabeza al trabajo, no era necesario que se mortificara de ese modo, debía dejar de hacerlo, por el bien de su pareja, se recordó.

¡Jeongyeon! Debía buscarla, saber que había sucedido entre Hirai y Nayeon. Sí, estaba segura que eso era lo más importante entonces, que un par de comentarios malintencionados de un par de empleadas chismosas.

Si, el piso en donde se ubicaba la oficina del difunto Yoo era un completo lujo, con sus habitaciones amplias, sus pisos de mármol, sus muebles de diseño exclusivo y el estilo minimalista. 

Su respiración agitada y turbulenta evidenciaba su estado, estaba indefensa en sus brazos como nunca se había sentido. Se sostuvo del escritorio cuando se hizo un lugar entre sus piernas y exclamó un gruñido, sollozante cuando se hundió en su cuello y respiró de su aroma. Lavandas. Era tan relajante que podría olvidar todos los problemas que obtendría si alguien las hallara entonces en esa comprometedora imagen, en la oficina de su jefa, después de haber admitido ante su alfa que le gustaba. Vaya, que mala situación.

—Bueno ya suéltame, idiota. —Exigió la menor, intentando en el empujón. Momo presionó el agarre llenando sus manos de sus muslos y hallándola con esos ojos tan oscuros. Mina tragó ante su respuesta.

—¿Quién es una idiota, omega? —Respondió, jadeante. Atendió a sus suaves labios entreabiertos con sus ojos y se los imaginó de muchos modos que no fueran hablando sin sentido, como entonces.

—Tu eres una idiota.

Su expresión debía de haber sido muy mala, pensó la alfa al notar que la menor enmudeció al instante de hacer contacto con su mirada. 

—Retractate. —Exigió, no reconociendo la seriedad en su voz —Retráctate o no respondo. —Advirtió. 

Pero por supuesto, la arrogancia de su menor la llevó a desenvolver esa sonrisa de lado con ese cinismo que la hacía tan atractiva, todo en ella era atractivo en sus ojos. Diablos, ella le atraía descomunalmente. 

—¡Tu no me dirás que demonios debo de hacer Hirai! —Se quejó dispuesta a apartarse de su agarre, al fin.

La alfa se remojó los labios al oír su insolencia y luego carcajeó con la misma desfachatez que le oyó utilizar minutos atrás. 

—Eres una perra indomable, ¿verdad Myoui? —Musitó sonriendo de lado, sin poder evitar detallar el modo en el que los trabajados músculos de sus muslos se endurecen por la tensión. Cielos, Momo quería pegar sus manos allí otra vez y hacer más que tocarla.

—¿Acabas de llamarme perra? ¿Eres idiota, Hirai? —Exclamó perdiendo la paciencia. 

Oírla alzar la voz, la desencajó un poco y pensó entonces, que lo que una omega como Mina estaba deseaba era un domador, y ella era una muy paciente. 

Fueron unos mínimos segundos que a Mina le bastó con parpadear, cuando estuvo muy cerca de su rostro otra vez. Su aroma mentolado incrementó a causa de las feromonas y golpearon a Myoui de inmediato, quien cerró los ojos mientras respiraba con fuerza y satisfacción. La estaba manipulando.

Histeriqueaban.

Momo notó que la menor retenía la respiración por aquella cercanía, que parecía colocarse con su aroma totalmente embriagante y estaba dispuesta a disfrutarlo en detalle. Así era Myoui Mina, no se arrepentía de un solo paso que daba, y la alfa había descubierto que esa actitud le encantaba.

—¿Q-qué esperas idiota...? —Analizó al tenerla muy de cerca. Su mirada curiosa recorrió los labios inflamados de la alfa y volvió a sus ojos, con deseo. ¿Qué clase de sentir era ese? Su cuerpo estaba deseoso y su loba estaba hiperactiva y eufórica ante ella.

—Te gusta jugar con fuego hace bastante tiempo Myoui, y luego pretendes que puedes consumir el infierno como si nada sucediera... Claro que no, cariño... —Murmuró rosando levemente su mandíbula tensionada con sus labios. 

Mina botó el aire que retenía en los pulmones involuntariamente y removió saliva, como muestra de ansiedad. La alfa admiró el modo en el que su respiración se dificultaba, sus hermosos labios rojos se habían convertido en un maldito polen que ella deseaba recolectar, con sus labios, con su lengua y con su humedad.

—Responde, no tengo todo el día para ti... ¿crees que puedes jugar siempre como te da la gana? ¿Porqué me desafías? —Ronroneó Momo, junto a su cuello, ella meció la cabeza torpemente.

La mayor admiró las delicadas líneas de su cuello y se preguntó que se sentiría pasar la punta de la lengua por esa piel. Diablos, todo en su cuerpo respondía ante la sola idea de perturbar la sensible monotonía de Myoui, y que amaneciera en su cama luego de que la jodió de todos los modos que conocía. 

Diablos, la humedad en sus manos le recordó que no era naturalmente sano, imaginar ese tipo de episodios con sus compañeras de trabajo. Y vaya que había sido perfectamente llevadero, si no se tratara de Mina, con ella nada era ni había sido normal desde un principio. Momo embarró sus labios contra su mejilla, al fin, y dejó un suave beso que le quitó un suspiro jadeante a su hermosa compañera. 

—N-no… —Meció la cabeza con tremulidad —N-no era lo que quería, tu no me importas, si-siquiera me gustas... —Murmuró y cerró los ojos para desintegrarse nuevamente al sentir como la pelinegra deslizaba la punta de su lengua por su mejilla y recorría una línea imaginaría hacia su cuello, probando el sabor de su piel, en fin, deseando descubrir más.

—¿Ah, no? —Cuestionó Momo en un murmullo junto a su cuello, pegando su aliento junto a la comesura de sus labios y Mina exhaló sin poder evitarlo. —Háblame. —Exije y no supo en que instante, pero estaban contra la pared junto a la puerta, siguió el camino de sus manos las cuales se posicionaron a cada lado de su cabeza y presionó su cadera contra la suya, cuando intentó huír de su agarre. Mina gimió con asombro cuando sintió su erección y la respuesta de su cuerpo al respecto.

—¿A dónde crees que vas, omega? —Preguntó con una sonrisa burlona. Mina presionó la mandíbula, iracunda, al oír el tono burlón de Hirai. 

—Será mejor que te apartes, Momo.

—Repite eso de nuevo.

—¿El qué? —Gruñó con debilidad al sentirla nuevamente contra su cuello, dando un suave roce con su nariz, que parecía enloquecer todo en su femineidad. Jadeó al notar sus bragas arruinadas. Nunca nadie le había hablado, ni le había tratado como aquella alfa. Diablos, ¿que significaba todo eso?

—Mi nombre... —Insistió al notar que hasta su nombre lo decía bonito. Gimió junto a la mejilla de la pelinegra, quien se derritió con su frustración. 

—No. Ahora de-dejame... por favor... —Intentó. ¿Acaso estaba retrocediendo?

—¿De enserio quieres que te deje? —Cuestionó mientras deslizaba suavemente el dorso de su mano por uno de sus brazos. Mina se removió electricamente y Momo se saboreaba su labio inferior como si fuera el suyo, deseando arrancarlo y saborear esas hermosas comesuras, morder su apetitosos labios hasta que deseara gritar.

—Mhm... —Retiene la respiración, confundida por su rendimiento —N-no me hagas nada por favor... —Súplicó meciendo la cabeza. Había algo en la alfa, que le atraía peligrosamente. Pero Momo no deseaba lastimarla, absolutamente. 

—Pero no quiero hacerte daño omega... —Admitió, deslizando una suave caricia sobre su mejilla, punteando un solitario dedo sobre su bajo cuello, acechando uno de sus pechos y rodeando su erizado pezón con el mismo. Mina gimió y se ruborizó por ello. —Cielos, eres tan permisiva a mis caricias, omega ¿Siempre eres así? ¿Con todos? —Consultó, sorprendida por su espontanea respuesta y sin abandonar el lento y torturador trazo.

—Y-yo... yo no... cállate —Tragó sin poder abrir los ojos para enfrentar la escena, de lo apenada que se sentía.

Ahora, la alfa trazó con la punta de sus dedos su muslo derecho y ella tensionó su cuerpo de nueva cuenta, pero no se apartó. Se quedó muy quieta, recibiendo las caricias de esas manos intrusas y amables, tanteando, descubriendo, incitando debajo de su falda y supo que no podría detenerla.

Solo una vez. Solo será una vez. Solo una vez y ya.

Se tentó la alfa cuando regresó la boca hacia aquellos deliciosos labios femeninos y alcanzó el roce contra su húmedo centro. Mina gimió contra sus labios y la puerta se agolpó contra ambas, al abrirse.

El corazón se le paralizó a ambas cuando pudieron percibir ese aroma.

—¿Jeongyeon? —Exigió en su aparición de inmediato.

La alfa pelinegra agradeció que la puerta las cubriera de algún modo y se apresuró a tomar la boca de una Mina en pánico, esperando que la omega mayor se rindiera, al no hallar a quien buscaba y abandonara la habitación. 

La Señora Yoo, había llegado al edificio.

Hola Tu. ¡Logré un nuevo capítulo!

Honestamente, he estado pensando demasiado mi objetivo con esta historia y cada vez las ideas me emocionan más.

¿Y a ti, que te pareció?

Ahora, quiero hacer una playlist para esta historia con sus sugerencias. La realidad es que, me di cuenta que hay canciones que tratan un tema similar y que me inspiran facilmente, asique, déjame aquí las canciones que creas que quedan muy bien con esta historia... ↬

La canción en multimedia inspiró este capítulo.

Bueno, gracias por seguir aquí, como veras estaré mejorando mi modalidad de escritura, asique no te sorprendas si se pierden los comentarios de los capítulos anteriores.

Tqm mucho, espérame que regreso pronto, gracias por votar, comentar y darle tanto amor a esta historia que es tan importante para mi, tu JazUnnie🌻

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