↠Parte Cinco↞
Este capítulo está hoy aquí gracias a mi hermosa y fantástica 2Yeonista_
Mi escritora favorita quien estuvo de cumpleaños♡
¿Acaso no había pasado años desde esa etapa hormonal en la que no podían apartar las manos de la otra? La omega le buscó de reojo y la halló viéndola fijo, como si deseara atravesarla. Se removió en el asiento y disimuló que aquello no había sucedido, ¿Porqué rayos disimuló? Se negó a alzar la mirada otra vez, o volvería a caer, siempre volvía a caer de todos modos, ni siquiera sabía porque se resistía tanto.
Se veían a los ojos sigilosamente y de refilón mientras bebían el café de su taza, fingiendo que estaba todo normal, que no se habían desarmado hasta el cansancio físico/emocional lo que había durado el fin de semana. Jeongyeon atendían el horario de tanto en tanto y Nayeon bufaba en desacuerdo con su ansiedad por huír. Que tonta, de todos modos su aroma se había desprendido, provocándole un sonrojo involuntario y poniéndola en evidencia frente a la alfa.
Fueron tres intensos días, era inútil disfrazar que alguna tenía suficiente de la otra, siempre parecían quedar más pendientes entre ambas, que tiempo con el que contar.
La rubia detalló la belleza de su alfa. Aún con sus ojos sobre ella entendió que, si su comunicación fuese tan maravillosa como su atracción, serían inquebrantables, pero no existía algo tan perfecto en la vida, sino ya habrían solucionado todos los problemas que Jeongyeon sentía que aún resonaban en su mente, de otro modo que no fuera en la cama.
Tres días habían pasado, en los que Nayeon no reparó en apartar sus manos de ella y tres días en los que Jeongyeon no se estuvo quieta, pues su celo la había interceptado casi al instante de su encuentro. Nayeon se vió extasiada de haberla atraído con tanta fuerza y algo dentro de su interior descansó, pues se venía atormentando con la estúpida idea de que su omega ya no la amaba, desde hacía largo rato que solo sabía especular y especular sin parar, atormentarse y hacer crecer inseguridades impropias de ella. Era un verdadero alivio.
—¿Quieres ir a cenar hoy? —Musitó la alfa apartando sus ojos al fin.
Jeongyeon alzó su vista del periódico que alcanzó segundos antes para entretenerse y hojearlo sin demasiado interés, y removió saliva antes de asentir.
—Supongo que será bueno que hablemos... —Su voz se oyó ronca cuando se decidió a responder.
Nayeon se relamió los labios y apartó la mirada, cuando la omega le miró con sus hermosos ojos. Lo estaba intentando, ¡Con un demonio! Lo estaba intentando con todas sus fuerzas.
—No tomaste supresores, ¿verdad? —Habló igual de afectada que su omega.
Al parecer, estaban muy sensibles ante la presencia de una con la otra. Eran completamente irreemplazables y al parecer, les afectaba demasiado imponer una nueva distancia, aunque fuera con advertencias, nuevas promesas y más precaución que antes. Una alfa y una omega no entendían de razonamiento humano, solo entendían de atracción, de necesidad espiritual y la añoranza había sido tanta...
La alfa no estaba segura de absolutamente nada cuando de Jeongyeon se trataba, esa omega era una maldita incógnita para ella desde que se había vuelto casi que una extraña, y no podía negar que aún temía que ella regresara a la anterior actitud, esa en la que no parecía encajar en su vida.
—No, cariño. Aún no. —Afirmó, sobre el borde de la taza, antes de beber un sorbo.
Nayeon buscó su mirada, con ese incesante y fluorescente sentir que la involucraba con ella, y se tensó cuando la omega se ruborizó debajo de su mirada.
—Oh Dios Jeonnie, nunca tengo suficiente de ti... —Lamentó sintiendo el rubor extenderse también sobre sus propias mejillas. ¿Por qué rayos no podían detenerse un instante? Ahí estaba esa pregunta otra vez.
Nayeon jamás entendería que era lo que la unía a esa omega, era como un maldito río, siempre desembocaba en el mismo lugar, como si estuviera perdida en el laberinto de esa omega, siempre aparecía en el mismo lugar, atrapada en el ámbar de sus ojos, en la dulzura de sus trazos, en su preciosa presencia.
En un principio, y para una alfa divorciada con el compromiso como lo era Nayeon, la atracción que la unió a su omega la había llegado a abrumar. Pero con el tiempo se había vuelto una adicción, Nayeon deseaba unir su vida a una, ¡A UNA EN UN SIN FIN!, entonces comenzó a alarmarse, a buscarla, a desear más y más de esa relación que había comenzado con una dulce e inocente conversación.
—¿Tienes unos palillos demás? —Preguntó esa tierna omega, apareciendo por el buffet, un almuerzo cualquiera.
—¿Acaso no comes aquí? —Consultó la alfa curiosa.
—Dicen que la comida de aquí no es muy higiénica que digamos... —Respondió la omega, sin imaginar en lo que depararía sus palabras.
—Oye, estoy segura de que me lavé las manos unas muchas veces, el día de hoy. —Se defendió la alfa.
Jeongyeon sonrió apenada y, sin siquiera llegar a meterla en su cama, ya se había deslumbrado con ella. Eso significaba algo descomunal para la castaña, pero estaba encantada con la rubia, con su aroma, con su honestidad, con su buen sentido del humor y su pulcritud. Era perfecta, aunque creía que lo fuera para cualquiera, era perfecta para ella, estaba segura.
Cuando se ganó su confianza, cuando el amor floreció de modo que se había vuelto insoportable, la temporada de celo se había alineado entre ambas, por lo que compartir celo con Jeongyeon, era algo alucinante que la alfa había creído bastante asombroso.
Lo demás llegó con el viento, con el tiempo, con los instantes, con los besos, ¡Vaya! Esos últimos había desatado un maldito caos, la primera vez que la besó parecía una maldita hormonal, no podía tener sus manos lejos de ella, deseaba marcarla, deseaba poseerla y aquello, se ponía mejor con el pasar del tiempo juntas.
Esa joven y dulce omega, de cabellos claros, ojos color ámbar, sonrisa tierna y expresiva, su delicadeza para hablar, para reír, para mirarla y esa intensidad que la encandilaba. Aunque no fuera capaz de decirlo, en un principio, podía leerla, en sus ojos, en sus expresiones, fue amor desde el primer instante.
La primera vez, Nayeon se disculpó con ella durante semanas, hasta que dispuso de una velada acorde a lo que ella creía que su omega merecía. Jeongyeon se había entregado a ella en una sala de cine.
Si, había sido en un cine.
Bueno, solo la tomó con sus dedos ¡Pero fue en el maldito cine! Aquello la había puesto muy mal, pero también la había hecho comprender que el resplandor de su alfa, no era del mismo modo con otra omega o beta, como lo hacía con ella, pues esa dulce, tierna y tímida omega despertaba en ella una pasión incomparable, que sabía que no volvería a encontrar.
—Nayeon... —Reprochó Jeongyeon de inmediato, aunque sus latidos se hubieran acelerado de solo oír lo que ella pensaba y recordaba.
—Te mueres porque te tome sobre la mesa, amor. Admítelo... —Canturreó con aquella sonrisa insolente y Jeongyeon volteó los ojos, deseando huír del magnetismo con el que la seducía. Dejarla ya le parecía un sacrificio descomunal.
—Nayeon, basta. Debo regresar a la oficina y lo sabes. —Advirtió, apenada por tener que repetirlo una vez más. Se habían saltado el lunes y aún así, la omega sabía que algún día debía regresar a sus obligaciones.
—No. No debes. Lo haces porque tu quieres Jeongyeon. —Regresó y su voz se oyó completamente falta de picardía, esta vez.
—Por favor, no comencemos esa estúpida discusión otra vez, cariño...
—Temo a perderte. —Insistió Nayeon, para desesperación de la omega, quien veía su temor como algo completamente irracional.
¿Acaso no era evidente lo que sentía? ¿Qué más le hacía falta para entender que no deseaba vivir sin ella en su vida, que no podía vivir sin ella?
—No me perderás, alfa. ¿A dónde crees que me iré? ¿Acaso crees que pueda huír a un universo paralelo lejos de ti, por mi portapapeles ¿O cuál es el maldito asunto? —Bromeó la omega con ese irritante tono burlón y esos atractivos hoyuelos se pronunciaron sobre sus comesuras. Nayeon bufó como una pequeña frustrada, por todo lo que ella la hizo sentir, debería estar molesta, pero aún por sus sarcasmos, la deseaba, la adoraba y la admiraba aún más.
—Jeongyeon no seas sarcástica ¿Quieres? —Gruñó en su dirección.
—Y tu no seas irracional.
—Yo soy irracional, de acuerdo —Aceptó la castaña —... pero tu no me dejas ir a tu oficina porque la arrastrada de tu secretaria coquetea conmigo. No jodas, omega... —Reclamó la alfa.
—Por todos los cielos, eres una insolente Im. —Le reprendió la rubia, lamentando el instante en el que le respondió. Jeongyeon detestaba discutir con su alfa, porque esta jamás dejaba de ser eso, una alfa terca y testaruda.
—Tonta, exagerada, irracional, insolente... —Ennumeró con sus dedos, la castaña.
—¿Sabes qué? —Presionó los labios cuando echó un vistazo al horario, una vez más —Hablemos ahora mismo sobre esto, alfa. Pero intenta mantener tu voz de mando en línea ¿de acuerdo? —No pudo evitar reprochar, cruzando los brazos.
—Vaya, te habías tardado en hacer ese reclamo... —Nayeon cruzó sus brazos sobre su pecho, imitando su acción igual de molesta. La omega pudo percibirlo en su aroma seco y no pudo evitar evidenciarse de igual modo. Feromonas furiosas, ambiente tenso, miradas belicosas. El buen amanecer había quedado en el pasado.
—No puedes utilizarla en mi, cada vez que te molestas por tal o cual cosa, Nayeon, eso es infantil.
—¿Acaso me estas llamando infantil, omega? ¿A mi, que no he hecho otra cosa que buscarte, mientras tu me evitabas sin motivo alguno? —Se señaló, sin creer su osadía.
—¡No te estuve evitando! —Exclamó lanzando un largo bufido. —¿De dónde diablos sacaste que te estoy evitando Nayeon? ¡Estoy intentando que esa maldita empresa no caiga sobre mi! —Se defendió de inmediato.
Nayeon le miró angosto. La tensión que se hizo en el aire era más agresiva y el ambiente parecía tomar temperatura con demasiada prisa.
—Esas son tus estúpidas excusas de siempre Jeongyeon, entonces ¿Cuál es el motivo? ¡No intentes engañarme omega! Te reprimiste tanto, que tu celo llegó al instante en el que puse un dedo en ti, ¿Cómo le llamas a eso? ¿Mas exageraciones mías? —Nayeon se puso en pie y Jeongyeon la imitó enfrentándola. El debate había comenzado.
—¡No puedes ser tan injusta! ¡Estoy intentando cumplir con todo Nayeon! ¡No puedo partirme en mil pedazos! —Removió los brazos, alzando la voz.
Si había algo que Nayeon odiaba de su omega, eso era que esta le alzara la voz y definitivamente era algo que Jeongyeon no sabía dominar cuando se exaltaba.
—¡Baja la maldita voz, Jeongyeon! —La interrumpió con la voz demasiado dura —¡Solo sabes ubicar tu horario y todos tus tiempos para esa maldita empresa y no terminas por entender que tienes un compromiso conmigo primero y para toda la vida! Debes admitir que tus prioridades cambiaron demasiado desde hace tres años. —Refutó, señalándola con uno de sus dedos largos.
Jeongyeon respiraba con la misma violencia que ella. Ambas de pie, desafiándose con la mirada, devorándose con sus semblantes. ¿Quién era más superior? ¿Quién ganaría ese duelo?
—¡Eres una maldita egoísta Im!
—¡Y tu una maldita desconsiderada Yoo!
Jeongyeon emitió un gruñido ante sus palabras, demostrando su desacuerdo con sus palabras, pero pasaron pocos segundos hasta que Nayeon acabó con el paso que las apartaba, tomó el rostro de esa rubia desconcertada con sus manos y la tomó con sus labios.
Jeongyeon correspondió con hambre, con necesidad, con una ferocidad que la alfa también podía sentir. Nayeon gimió y la menor no dudó en meter su lengua dentro de su cavidad bucal, hurgando, apoderándose de su sabor. Compartieron la satisfacción de unirse de otro modo, de acariciarse, de besarse, de reconocerse por enésima vez.
—Odio que te creas dueña de mi persona, ¿Qué quieres de mi? ¿Qué lo deje todo? ¿Que se caiga al demonio todo por lo que mi padre luchó durante años? Debes comprender... —Reclamó entre dientes, mientras Nayeon desabotonaba su blusa y se apresuraba con descubrir su piel.
—Tu debes comprender que eres el motivo de mi existir...
—Y tu eres el mío, tu-tu eres... —Las palabras se detuvieron dentro de sus labios, cuando Nayeon rodeó uno de sus muslos y la apoyó sobre la mesa, para atraerla contra su cuerpo. No podía dejarla ir fácilmente, no cuando sentía que acababa de recuperarla.
Jeongyeon tomó sus mejillas para buscar su mirada y Nayeon encontró sus ojos colmados. Su loba rugió al ver la angustia que cargaba en su hermosa mirada.
—Dejemos de hacer un gran problema de todo esto cariño, por favor. —Suplicó dejandose rodear por sus manos inquietas y por sus imponentes labios, buscando que espacio de piel redescubrir.
—No sería un maldito problema, si me hicieras un espacio en tu agenda.
—Nayeon... —Sollozó como una queja.
—¿Acaso eso debo de hacer, Jeongyeon? ¿Llamar a Mina y pedirle una cita para poder tenerte en nuestra casa, en nuestra cama? No hablas enserio... —Rugió contra su pecho y se apartó cuando notó que Jeongyeon la apartaba con el empuje de sus manos.
—¿Cómo puedes insinuar que ese es tu valor para mí? ¡Me desvivo por cumplir con todo Nayeon! —Reclamó alzando la voz una vez más, intentando recomendarse la ropa, y recuperar la compostura.
Nayeon cerró los ojos y se mordisqueó la comesura interna, pero falló en no dejarse llevar por sus impulsos, aquello no era algo que pudiera detener cuando estaba tan molesta.
—¡Entonces no me hagas creer que la palabra de tu santo padre vale más que la mía, Jeongyeon! —Exclamó alzando la voz a su par.
La omega jadeó con asombro y se tomó los labios ante sus palabras. Nayeon entendió que había tocado unos hilos demasiado sensibles para la rubia, y deseó golpearse por haberse dejado llevar por la acalorada discusión.
—¡Oh por Dios Nayeon, él está muerto! —Exclamó entre dientes y sus ojos se llenaron de lágrimas casi que al instante.
La alfa siseó cuando notó como el semblante de su cuerpo cambiaba de inmediato a uno renegado y se sintió como una idiota, otra vez.
—Yo... yo-no quise decir eso... —Musitó ahora con los ojos muy abiertos y se acercó a ella. Pero ella se apartó casi de inmediato.
—¡Por supuesto que no quisiste, pero ya lo dijiste como una gran idiota! —Expresó con la voz entrecortada.
Nayeon tragó, y detuvo sus ojos sobre ella, temerosa de que se fuera a derrumbar pues su semblante se había vuelto débil, trémulo y hasta derrotado.
—Perdoname Jeonnie, lo siento... —Musitó corriendo la mirada, intentando hallar las palabras correctas para remendarse. Diablos, era tan torpe para consolar a las personas.
—¿Aún no entiendes porque tomo supresores? Si no puedo detener lo que siento cuando estoy frente a ti ¿Qué te hace creer que podré con todo lo que tengo a mi cargo? Jamás podré seguir adelante con todo lo que está sobre mi, si tu estás en medio de todo lo que hago Nayeon. Y si todo se va al demonio, no puedo permitir que sea por mi maldita culpa, por-porque no me lo perdonaré jamás, ¿no puedes entenderlo? —Jadeó con los labios entrecerrados y los ojos húmedos.
Nayeon sintió que su corazón se oprimía al sentir lo que ella sentía. Inseguridad, desaliento, pesadumbre, temor.
—¿Tanto perjudico tu razonamiento, omega? —Preguntó, agradecida de que la rubia no se dejara llevar por sus torpes palabras anteriores y le permitiera contener todos esos sentimientos que la ensombrecían y que ella parecía ignorar.
—Tu me enloqueces, alfa. —Respondió Jeongyeon, sin pestañear y Nayeon suspiró ante esa confesión.
—Te amo Jeongyeon, cásate conmigo.
—Oh alfa, ya basta... —Sollozó, cuando la vio sonreír entre lagrimas.
—Lo siento omega. Dejame abrazarte, no tienes que llevar todo esto sobre ti sola Jeongyeon, yo estoy contigo, somos un equipo cariño. —Estiró los brazos frente a ella. La omega corrió la mirada una vez las lágrimas se desprendieron del borde de sus ojos, y Nayeon se dio permiso de acercarse unos centímetros más hacia ella.
—Por favor —Susurró asintiendo.
Nayeon no se tardó ni dos segundos en rodearla entre sus brazos y así poder contenerla. Su aroma y el suyo hicieron una fusión fascinante, que hizo a su loba saltar de gusto, aun sobre la preocupación que sentía por la angustia de su omega.
—Lo siento cariño, no sabía que podía suceder algo así, estoy tan frustrada como tú Jeonnie, ¿lo entiendes? No puedo estarme todo ese tiempo sin ti...
—Te amo alfa, mucho, demasiado. Los primeros seis meses en la oficina creí que enloquecería lejos de ti, con todos esos horarios y ocupaciones. —Buscó su mirada y algo en su interior se alivió al hallar comprensión de parte de esos ojos oscuros que adoraba —Pero pensé que era normal, que se trataba del apego de nuestras lobas, y que debía acomodarme a la idea de que mi horario ya no sería igual al de antes, nunca más. —Susurró sin poder enfrentar a esa mirada, nuevamente —Pero aún me duele tanto...
—Cariño yo no quiero vivir toda la vida tan apartada de ti... ¿Acaso no tendremos nuestros propios hijos? —Tomó su rostro, para encontrar su mirada —¿No tendremos una familia tu y yo?
—Alfa, ayúdame... —Sollozó nuevamente y bajó la mirada. La culpa la recorrió por enésima vez y Nayeon le miró ahora más preocupada.
—¿Qué tienes, huh? Dímelo, cariño. Yo comprenderé y te apoyaré sin importar que...
El corazón de Jeongyeon se apachurró y sollozó con más ímpetu, cuando enterró su nariz contra el hombro de la mayor y lloró.
—Lo hice mal. Lo hice muy mal y lo siento... —Lloriqueó al sentir las caricias de la alfa por la extensión de su espalda. Nayeon buscó su mirada una vez más, pero ella huyó esta vez.
—¿De qué hablas omega?
—Hice algo malo Nayeon...
—¿Me engañaste con alguien mejor que yo? —La alfa musitó su peor temor y Jeongyeon se rió bajito, al sorberse la nariz.
—Que tonta eres, claro que no alfa. Eso jamás —Susurró de inmediato y sintió más lágrimas en sus ojos, cuando la alfa la besó en la frente.
—Entonces lo demás tiene solución cariño, ¿Qué más podría ser? ¿Qué tan grave? Si tu me amas y yo a ti, no hay nada más que hablar...
—Aún debemos hablar... —Musitó contra su cuello. Nayeon tembló y meció la cabeza.
—Entonces dilo de una vez, para que podamos dejarlo ir.
—Yeonnie... —Musitó y la buscó con sus ojos. Su loba bailó con inquietud, y ella detalló a la alfa, muy apenada. —Hace un rato tu preguntaste por...
El sonido irrumpió en la habitación y ambas gruñeron hacia el sonido del teléfono móvil de la omega.
—No atiendas, por favor. —Suplicó Nayeon y Jeongyeon le acarició la mejilla, dejando un pequeño beso de labios cerrados sobre los suyos. La cobardía le ganó.
—Cancelé mi agenda dos días, cariño. Debo atender. —Murmuró la omega, respirando su aroma una vez más y apretando suavemente el abrazo, antes de apartarse para tomar la llamada.
—Jeonnie... —Suplicó la alfa, pero la rubia atendió al incesante sonido.
—Si —Habló al final, sin apartar los ojos de su esposa, quien le miraba con demasiada seriedad —Si, estoy en camino —Respondió —Lo veré apenas llegue Hirai. —Murmuró antes de colgar la llamada.
—Te veré por la noche, intentando llegar a la hora de cenar —Musitó la alfa, sin disimular su desánimo, antes de dejarle un beso sobre la frente y negarse a verla a los ojos, o no podría dejarla ir.
—Yeonnie...
—Te amo Jeongyeon, no lo olvides por favor. Por más idiota que pueda ser a veces, te amo y eso no está en discusión. —Musitó luego de un suspiro y cruzó la puerta.
La omega se abrazó a sí misma, ¿Cómo se lo diría? ¿Cuándo se lo diría? Sea cuando sea, debía ser lo antes posible, o jamás podría sobrellevar la culpa.
Hirai Momo se quedó viendo el móvil con el entrecejo fruncido, una vez se acercaba a la oficina de la arquitecta. Había ido a buscar a la rubia, con la intención de atender unos detalles sobre un proyecto muy grande sobre una parcela de lotes, que estaba en sus manos. Ladeó los labios al atender el horario y entendió que aquello no era su maldito problema, pero algo en su interior sencillamente no la dejaba ir, su loba la anhelaba de un modo tan ciego, incondicional y al final, agobiante.
—Vaya, apestas a amargura... —Señaló aquella omega japonesa, al dejar una gran pila de carpetas sobre el escritorio de la omega ausente.
—¿Tu qué haces aquí? —Pronunció la nipona, luego de prender las luces de la oficina. Myoui señaló la pila que había dejado segundos antes.
—Ella dijo que tardaría en llegar hoy, creo que debe de estar en la cama de su esposa. Sabes, por un instante sentí pena por Nayeon ¿Tu no? Todo ese tiempo con una omega como Jeongyeon, que ocupa el suyo en un montón de papeles, muros y dinero. Debe de ser terrible para una alfa como ella... —Musitó la omega, con la mirada perdida en uno de los marcos sobre el escritorio de Yoo.
—No estabas en tu puesto de trabajo y ni siquiera te tomaste la molestia de comunicarlo, como cada día. —Comentó la pelinegra, intentando ignorar toda la retahíla de sus opiniones que nadie le había pedido.
—Estaba haciendo copias... —Musitó la menor, sin pena alguna de poner esa tonta excusa.
—Cada día me pregunto con más efervescencia si tu salario no es solo una molesta carga para esta compañía, ¿Cuanto tiempo más se tardará la Arquitecta en notar lo poco que mereces la pena, Myoui? —Musitó la alfa, con una sonrisa de lado, disfrutaba de fastidiar a aquella omega.
—Eso solo quedará en tu cabeza, Hirai —Canceló la menor, con aquel semblante extraño que Momo no siempre sabía percibir si era de tensión o de total cinismo.
—Llegas tarde cada día, no atiendes los teléfonos, solo sabes entorpecer todo la agenda de la Arquitecta y, por consecuente, el trabajo de la administracion de esta empresa, en fin... —Comentó Momo, con el mismo cinismo.
—¿Aún te gusta, verdad? —Bromeó con aquella sonrisa lobuna.
—¿Tu crees que disfruto de estar aquí más de doce horas al día? —Ladró con los ojos demasiado abiertos, la tensión se hizo en la habitación.
—Aún te gusta... —Admitió sin despegar aquella desagradable expresión de burla.
—A todo esto, ¿Qué haces tu aquí? Hay documentos importantes en el portapapeles, no deberías entrar cuando a ti te de la gana mientras la Arquitecta no está. —Momo volteó los ojos, ignorando las tontas palabras de la menor. Pero su molestia se vio evidenciada en su fuerte aroma y su postura alerta.
—¿Qué es lo que le ven a alguien como ella? Es demasiado cuadrada y maníaca... —Espetó la omega, poniendo su habitual expresión de disgusto. —Además de que se la pasa lloriqueando y quejándose por todo. Yo le dije muy bien al Ingeniero que ella no estaba lista para el puesto...
—¿Y quién si lo estaba? ¿Tu? —Bromeó Momo, viéndole con una sonrisa burlona.
Mina se acercó a ella con su andar seductor, sin apartar los ojos de ella. Momo se puso algo incómoda cuando la omega con aquel fuerte y sensual aroma a lavanda la rodeó y se propuso a acomodar el corbatín del uniforme de la alfa, que se veía algo desprolijo para su gusto.
—¿Y por qué no? No solo soy una tonta secretaria Momorin, hay mucho de mi que ni tu, ni nadie de aquí sabe... —Musitó, así de cerca. Momo tragó ante su cercanía y sintió escalofríos de terror. Esa chica era una psicópata, estaba segura.
—Estás demente, Myoui...
—¿Yo? ¿O tu, que aún sigues deseando a una mujer casada? —Susurró ahora muy cerca de sus labios. Momo la apartó de un empujón y Mina carcajeó ante el gruñido que despidió la alfa.
—¡No te metas en lo que no te incumbe, omega! —Advirtió la pelinegra, ahora dispuesta a dejar la oficina o acabaría perdiendo los impulsos de su loba a la defensiva.
—Ella jamás te verá si te la pasas siendo una complaciente mano derecha Hirai, reacciona de una vez —Comentó la chica con aquella sonrisa burlona en sus labios.
—¿Estás loca? Ella está casada con una alfa, y me comporto como su mano derecha porque lo soy. Eso es lo que soy... —Repitió la alfa con los ojos muy abiertos. Lo era, aunque le oprimiera y la deshiciera como un maldito pedazo de nada, no era nadie más y ella lo sabía. Ya lo había aceptado hacía mucho tiempo.
—¡Pero no tiene que ser así! Puedes llamar su atención, es cuestión de que pongas empeño y dedicación, para que la conquistes, ¿Acaso no eres una alfa pura? —Dudó con descaro y Momo encendió su mirada en contra de esa omega, que se vió muy pequeña ante esa mirada intimidante. —¿Por qué eres tan cobarde?
—Te la pasas de paseo por la planta baja como si fueras intocable, haces y deshaces como te da la maldita gana y aún así, no entiendo que mierda haces aquí Myoui. Dime ¿Acaso tu sabes cual es tu lugar aquí? —Gruñó la alfa y Mina le miró sin remover esa expresión de descaro.
La omega intentó responder, pero su loba se vio demasiado intimidada por esa mirada oscura y violenta que la detuvo en su lugar.
—Llegará el maldito día en el que ella se canse de tus impertinencias, y ese día, yo estaré ahí para abrirte la puerta de salida, porque con cada día te soporto menos. —Señaló la pelinegra, totalmente irritada por la hipocresía de la menor. Mina carcajeó ante sus palabras, que para ella fueron totalmente sin sentido.
—Es mejor que te vayas despidiendo de esas tontas ideas Momorin...
—Cuídate las espaldas Myoui, yo que tu no subestimaba la inteligencia ajena... —Determinó la nipona mayor. Su loba gruñía con desagrado.
—Ahg —Desestimó la menor, mientras salía por la puerta, decidida con que la mayor no tendría remedio.
Momo caminó por la oficina, una vez estuvo segura de que Mina no regresaría a molestar, respirando ese aroma que aún persistía en la habitación, así sea suave y lejano, estaba allí y la antojaba de esa omega rubia, de sonrisa amable y su dulce calidez. La nipona persiguió la oficina con la mirada y admiró el escritorio en perfecto orden, el trío de cuadros junto al ordenador y unas cuantas notas marcadas con resaltador. En un primer cuadro estaba ella y un par de mujeres que identificó como sus hermanas, en otro tenía una foto memorable de su padre y en el último tenía una tierna imagen en la que Im la sostenía de la mano mientras salían de la recepción de su boda.
Momo suspiró cuando su estado de ánimo decayó al ver esa amorosa y sublime imagen. Por más de que las inútiles palabras de Mina hubieran llenado su interior de esperanzas sin sentido, la nipona sabía que siempre habría un impedimento entre ella y su hermosa jefa, y aquello era el evidente amor que la omega sentía por su alfa y que, aunque Mina fuese tan tonta como para negárselo, ella estaba lo suficientemente cuerda como para aceptar la cruda realidad, una en la que no significaba absolutamente nada más allá de una eficiente empleada, para Yoo Jeongyeon.
La noche pasó, Jihyo había llorado hasta tarde deshojando ese frondoso jardín interior que su alfa había sembrado en ella, e intentando recomponerlo luego. Lloraba también arrepentida por haber perdido tanto tiempo en aquellos erráticos pensamientos, en aquellos innecesarios deseos, ¿Qué la había dominado para comportarse de ese modo? ¿Desde cuando se había convertido en esa omega convencional cuidadosa de la opinión ajena? Aún no sabía comprender cómo todo aquello había llegado tan lejos.
Amanecía en la ciudad y la omega apenas y había logrado dormir un par de horas antes de despertar y hallarse sola en la cama, por primera vez después de dos años. Tres años en los que Sana había sido su hogar y refugio, uno en donde ella se había sentido realizada, amada y feliz. ¿Cómo y porque motivo habían cambiado tanto las cosas desde entonces? ¿Cuándo se había dejado corromper por habladurías tontas?
Se dió un baño breve, caminó hacia la cocina encendiendo la cafetera y preparando algunas tostadas para desayunar. No había rastros de su alfa, cuando pasó por la habitación de huéspedes. La hizo ya fuera de casa, hasta que la encontró en el sofá durmiendo desparramada y muy incómoda.
Jihyo suspiró apenada al percibir esa horrible sensación incesante de tristeza multiplicado por dos, al igual que ese aroma amargo impregnando la sala, cuando se acercó y se arrodilló junto a ella.
La observó con determinación, solo dormida se veía relajada, y ni aún así, porque lo hacía incómodamente. Jihyo bordeó su suave mejilla con la yema de sus dedos y acarició su cabello claro. Se sentía culpable, porque sabía que a esas horas Sana ya estaba despierta, aseada y lista para irse, pero al parecer el cansancio le había ganado, y aquello podría ser su entera culpa, una vez más.
—Sana, cariño... —La llamó acariciando su mandíbula. —Despierta, llegarás tarde... —Insistió la omega, dejando un suave beso sobre su mejilla.
—¿Ahora que sucede, Jihyo? —Dió la vuelta, tapándose con una pequeña sábana —Déjame dormir, por favor. —Su voz se oyó de ultratumba, en parte porque dormía y en otra por pura intención.
—Sanari, ya baja la guardia, por favor —Suspiró la pelicorto —Perdóname, no quise... —No sabía que decir, se sentía más que avergonzada por lo que había provocado con su inconsciencia —S-solo, perdóname cariño, por favor ¿Pudes? —Suplicó acariciando su cabello, ya que la alfa le daba su espalda.
Sana hizo una mueca bajo la sabana para después sentarse de poco a poco.
—¿Tienes algo más que decir? No tengo tiempo para escuchar niñerías, se me hará más tarde.. —Se puso de pie yendo en dirección a la habitación. Jihyo la observó ir, desconcertada.
—¿Qué demonios sucede contigo? ¿Es que acaso no dejaras esa actitud? ¡Ya me disculpé contigo! —Se quejó molesta, mientras la perseguía. La alfa se paró en seco y volteó para verla.
—Ya nada volverá a ser como antes, tu todo lo quieres solucionar con un simple perdón, pero eso no cambia nada. No cambia el hecho de que nuestro matrimonio esté vilo por tus decisiones, por tus deseos, por tu inconsciencia. ¿Sabes? Ahora solo somos un par de desconocidas que tienen unas pocas cosas en común. Así se siente desde que tu comenzaste a proyectar sin mi Jihyo —Musitó con frialdad.
Parecía como si la hubiera dejado de amar, ni siquiera le preocupaba si le dolían sus palabras, la alfa solo las soltaba sin más y, aunque lo hubiera deseado, Jihyo intentó disimular lo que le dolían sus palabras, pero falló.
—¿Nada sera como antes Sana? No... —Hizo una breve pausa para limpiarse la nariz —¿No intentarás arreglar lo que acabas de decir? —Cuestionó, sintiendo como su pecho se oprimía. No se arriesgó ni a verla a los ojos, por temor a confirmar que ya no la amaba como antes, porque aquello solo le rompería el corazón y quebrabtaría todas sus esperanzas de poder remendar sus errores.
—¿Arreglarlo? ¿Para qué? ¿Acaso hay algo que se pueda arreglar aquí omega? Al final de cuentas, siempre terminamos discutiendo el mismo asunto una y otra vez. Mira Jihyo, no tengo ánimos de hablar, y menos cuando es algo que no parece tener remedio... —En el fondo le dolía todo lo que estaba pasando, era su esposa, su amorosa y alegre omega, y la amaba con todo su corazón. Pero con aquel último tiempo, se había cansado de esperar por un solo cambio de actitud, aún cuando le había hecho saber una y mil veces lo que sentía. Aquella alfa a quien le enloquecía ver llorar a su omega, ahora parecía haber pedido el rumbo de sus sentimientos.
—¿Ya no me amas? —Susurró Jihyo, ahora levantando la vista por una respuesta.
Sana sintió un nudo en la garganta al escuchar aquella pregunta, nunca antes se lo había cuestionado, pero si había llegado a pensar en algunas ocasiones, cuando sentía que ya no tenía fuerzas para luchar contra los deseos del corazón de Jihyo, si verdaderamente fueran una para la otra. La sola idea de estar sujetando a Jihyo a una vida infeliz, la hacía sentir más amargura.
—Sinceramente, no sé que es lo que siento ahora mismo Jihyo, necesito tiempo... —La miró fijo a los ojos, viendo como con cada palabra que mencionaba, sus ojos se cristalizaban hasta colmarse y rebalsar.
—No haz respondido a mi pregunta, alfa... —Jihyo insistió, viéndola a los ojos fijamente —Responde, por favor.
—Jihyo... —Miró hacia el reloj que llevaba en la mano —Se me hará tarde y tengo que presentar un proyecto muy importante —Musitó, huyendo de esa mirada lluviosa que siempre le ganaba y rápidamente, se dirigió al baño de la habitación.
—Sana... —Susurró, pero su voz ya no se oyó entre su lamento. Su loba aulló de tristeza al percibir esa sensación intensa de angustia y melancolía que se removió en su pecho.
Sentía que la estaba perdiendo, que ya nada era lo mismo y no sentía ni una esperanza de que volviera a ser igual que antes.
Sana se fue mientras Jihyo acababa su café. No se volvió a despedirse de ella, ni siquiera dijo algo antes de irse, ella solo, se fue.
El corazón de aquella omega estaba destrozado. Sentía y tenía la real certeza de que su esposa ya no la amaba y pues, ya no podía seguir sintiendo lo que sentía cuando la alfa estaba por llegar a la casa cada tarde.
Subió a la habitación y la recorrió como si esa fuera la última vez que la vería... El ventanal lleno de luz de sol, el closet, el baño, el armario, la cama... y allí se quedó viendo el mueble, mientras miles de recuerdos la abordaron.
Quizás un tiempo sea lo mejor para ambas. Quizás solo se trataba de un mal momento, pero quizás una respuesta definitiva fuera lo que necesitaba esa relación, para poder encontrar una salida a tal infortunio.
¡Hola tu! Estoy aquí para que sepas que no me morí jajajsjsjaja
Em ¿que te pareció este capítulo? Yo aún no supero mi Sahyo, me sale re sad, no se que onda conmigo.
En fin, si me das mucho amor, estaré aquí más pronto de lo que crees. Buenas noches, tu JazUnnie🌻
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