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Capitulo 8 💜

Gracias por el apoyo que le
Han dado a la historia
No saben lo orgullosa que me hacen
💗💗💗

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Capitulo 8

Stanley

El sol se oculta en el horizonte pintando el cielo de un color rojo anaranjado. Al llegar a casa, lo único que quiero es ducharme y olvidar el mal rato que me hizo pasar la castaña insoportable. Esa sonrisa burlona y esa mirada desafiante no puedo sacarla de mi cabeza. Y me odio, odio sentirme intimidado por ella. Es desesperante y lo peor de todo es que tengo que tropezarme con ella por los pasillos del instituto y en la clase de Química. Es como si la vida me jugara una mala pasada. Ella cree que es divertido que las personas se burlen de mi por ser como soy. No soy ningún Nerd que sea estudioso y que tengas muchas capacidades intelectuales no significa que sea un Nerd. No se porque las personas son tan hipócritas y egoístas. Es por esa razón por la cual no me acerco a nadie, no necesito de amigos o personas desconocidas para ser feliz. Soy feliz solo, o bueno, es eso lo que quiero creer. La soledad no es tan mala después de todo. Prefiero la soledad que a tener personas a mi lado que solo finjan sentir algo por mi. No importa como me llamen, como me tachen. Yo soy feliz así como soy y eso nadie lo puede cambiar. Bajo del auto y las puertas de cristal de la mansión se abren automáticamente. Veo a una mujer vestida elegantemente y con un perfecto maquillaje en el rostro hablando con mara. Rostro que conozco a la perfección. Suelto un suspiro y me encamino a saludar.

—¡Cariño! —exclama mi madre con una sonrisa radiante en el rostro y se acerca a mi, caminando con sus enormes tacones. Me recibe con un beso en la mejilla.

—Hola, Mamá. — me abraza y veo a Mara sonreír, le saco la lengua. Gesto que no me gusta expresar pero Mara es mi confidente, si podría llamarlo así, y con ella no me importa hablar o actuar como un niño. Ella me conoce mejor que nadie y ha vivido desde que tengo uso de razón en esta casa.

—¿Que tal el viaje?. —le pregunto a mi madre. — ¿Y Papá?.

—¡Estuvo increíble!. —responde entusiasmada. — Londres es un lugar fantástico, la próxima vez te llevaré conmigo. —Asiento y le sonrío de boca cerrada. — tu padre está en la oficina hablando por teléfono.

De pronto mi madre parece sorprendida mientras me observa. Frunzo el ceño.

—Cariño, ¿Pero que te ha pasado? ¿Has estado peleando en el instituto?. —sujeta mi rostro y observa mi labio roto detenidamente. Me tenso al instante.

Si tan solo supiera. Seguro que moriría de la emoción. Aparto mi rostro lentamente de sus manos.

—No he peleado con nadie, Mamá. Solo que... —intento buscar una excusa y veo a Mara apretando los labios para no reír. La fulmino con la mirada. —Solo...no es nada, Mamá. —termino diciendo porque no consigo una excusa que sea creíble.  

—¿Estas seguro?. —me pregunta preocupada.

—Si, Mamá. Nunca me pelearía con nadie y lo sabes. No soy agresivo. Además, si eso hubiera pasado seguro el Director Benson te habría llamado.

—Tienes razón, Cariño.

Veo a mi padre salir de la oficina aun con el teléfono sobre su oído.

—Sí, allí estaré. —lo escucho decir y luego cuelga.

—¿Pasa algo?. —le pregunta Mamá curiosa.

—No, querida. Solo debo ir al despacho para firmar unos papeles de suma importancia. —Le responde. —¿Que tal la escuela, hijo?.

—Ah...pues bien. —me encojo de hombros. Me sonríe y se acerca a mi. Palmea mi hombro con una sonrisa.

—Eso me alegra, hijo.

Al menos está de buen humor.

—Debo ir a la oficina. —explica. —Me esperan para cenar, enseguida regreso.

 Le da un beso a Mamá en la mejilla y se va.

—Voy a ducharme. —anuncio y subo las escaleras hacia mi habitación. Dejo mi mochila en el piso y me saco camiseta de lana gris que traigo puesta. Me desabrocho los botones de mi vaquero y detengo la acción cuando mi teléfono comienza a sonar. Veo la pantalla y el número es desconocido, arrugo las cejas y contesto:

—¿Bueno?.

—Hola.

No reconozco la voz, pero sin duda es una voz femenina.

—Ah...¿Quien habla?. —le pregunto mientras me quito el pantalón.

—El amor de tu vida. —me dice y yo dejo caer el pantalón al piso quedando solo en bóxer.

Resoplo.

—¿Quién eres?. No estoy para juegos.

—Soy tu admiradora.

¿Admiradora?.

—Ahmm...¿Disculpa?. —Pregunto totalmente desconcertado y luego escucho uno sonara carcajada detrás del teléfono.

—¡Estoy bromeando, Rarito!.

Ahora si reconozco la voz.  Esa voz chillona la reconocería en cualquier lugar del mundo.

—¿Que quieres, Niñata? ¿Cómo conseguiste mi número?.

—De ti no quiero nada. No creo que tengas algo interesante que ofrecerme

Muerdo el interior de mi mejilla conteniendo las ganas de decirle lo insoportable que es.

— Y lo de tu número no fue tan difícil de conseguir, se lo pedí a tu amigo.

¿Gerson?

Juro que lo asesinaré.

—¿Vas a decirme que quieres? Porque sinceramente no quiero perder mi valioso tiempo contigo.

—Parece que estas de mal humor. Solo pasaba a saludar, no te enojes.

—Al grano, Morrison. No tengo tiempo para tus jueguitos de niña tonta.

—¿Niña tonta?. —inquiere ofendida y luego la escucho reír.

—No te soporto.

—El sentimiento es mutuo, idiota.  

Pongo los ojos en blanco hastiado de la situación.

—Adiós, Morrison.

Cuelgo y dejo el teléfono sobre la cama. Este vuelve a sonar, lo que supongo que es de nuevo la castaña, así que lo ignoro y me meto a la ducha. Luego de media hora salgo con una toalla alrededor de mi cintura y me sobresalto al ver a Gerson sentado en la cama con mi teléfono en su oído.

Levanta su vista y me observa. ¿Qué hace el aquí? Odio cuando se aparece de pronto por mi habitación.

—Se estaba duchando, acaba de salir. —le dice a la otra persona detrás de la línea. —¿Te lo paso? ¡Claro!. —asiente y se aparta el celular de su oído un momento. —Dice Nicolle que si no hablas con ella le va a decir a todo el mundo que eres…ya sabes.

—¿Qué?

—Gay. —Susurra. Furioso le arrebato el teléfono a Gerson.

—Escucha, Niña. ¿Porque no vas a molestar a alguien más?.

—Uhmm...no quiero. Me gusta molestarte a ti. Y lo que le dije a tu amigo es muy enserio, Rarito.

Como la odio.

—Pues no me importa. Haz lo que quieras, pero déjame en paz.

—¡Cálmate, Einstein!. —La escucho reír.

Tengo el pulso acelerado y la cara me arde del enojo y ella quiere que yo me calme.

—Solo quería pedirte un favor. Me lo debes por haberme dejado tirada, ¿Recuerdas?.

 —Y tu me avergonzaste frente a todo el mundo. Creo que estamos a mano, Morrison.

—¿Podemos dejar el pasado atrás y empezar de nuevo? Hagamos una tregua.

¿Cree que voy a olvidarme de todo lo que me hizo? Claro que no.

—No me interesa nada que tenga ver contigo, ya te lo he dicho.

Suelta un suspiro con molestia.

—Solo quiero que me ayudes con Química, Stanley.

—Puedes pedírselo a alguien más. No voy a ayudarte.

Cuelgo. Gerson me mira divertido desde mi cama.  

—¡Quita tus sucios pies de mi cama!. —le ordeno molesto.

—¿Nicolle te ha puesto de mal humor?. —me pregunta divertido.

—Todo esto es tu culpa. ¿Porque le diste mi número?. —le cuestiono.

—No pensé que te molestaría.

—¿No me molestaría?. —repito indignado. —Sabes que odio a esa chica y tu vas y le das mi numero para que me joda la existencia.

—No es para tanto, Stan.

Suspiro y controlo mis impulsos. Me provoca caerle a golpes, dejarlo inconsciente y lanzarlo por la ventana. Cada vez me sorprende mas este instinto asesino que crece dentro de mi. Cada vez que ella me habla, se acerca o si quiera me mira, yo enfurezco. Y no se porque reacciono de esa manera.

Somos como el agua y el aceite, el caliente y el frío, que estando juntos no pueden llevarse de la mano porque se repelen. Somos cargas negativas, que unidas harían una explosión. Gerson saca sus pies de mi cama y yo busco ropa para vestirme.

—No se porque te cae tan mal. Ella es linda y...

—Un tumor en el trasero. —Añado sin voltear a verlo. —No. Creo que un tumor en el culo sería mas agradable que ella. —Lo escucho reír mientras que a mi no me causa gracia mi propio chiste.

—¡Vamos, Stan!. No es tan insoportable. Solo que ella es mas divertida que tú. —termino de colocarme el vaquero y volteo a verlo.

—¿De que lado estas, Gerson?. —lo fulmino con la mirada.

—Del mío. Solo digo que deberías darte una oportunidad de conocerla y no se...de seguro tienen algo en común.

—Cuando necesite de tus sabios consejos, te avisaré.

Salgo de la habitación colocándome una sudadera blanca de algodón. Gerson camina detrás de mi.

—¿Que hay de cenar?.

—Tu lengua si no cierras la boca.

Ya anochecido y veo a mi madre en el comedor ayudando a Mara a poner la mesa.

—Hola, pequitas. —exclama mi madre y se acerca a Gerson para besar su mejilla.

—¿Cómo está, Señora Aurora?. —le responde Gerson sonriente.

—Muy bien. ¡Como has crecido!. Y llámame Aurora, lo de señora me hace sentir anciana

—Claro.

—¿Te quedarás para la cena?. —le pregunta.

—¡Por supuesto!.

—Tomen asiento. —nos pide mi madre amablemente.

Tomo asiento y Gerson se sienta a mi lado. Se acerca a mi y me susurra.

—Amo a tu madre. —bromea. Le doy un codazo en su costilla por debajo de la mesa. Gerson siempre bromea sobre mi madre; dice que ella podría ser su Sugar Mommy y cada vez que dice algo al respecto, lo golpeo. Mi madre no aparenta su edad, apenas tienes cuarenta y luce como una de esas actrices elegantes de telenovelas. Su cabello negro lo lleva recogido en un moño con una peineta que brilla sobre su cabeza, usa trajes elegantes como toda una ejecutiva, sus ojos son verdes y su piel tan blanca como la mía. Obviamente, saque los ojos y el carácter de mi padre. Mi madre es muy dulce y amable, yo también lo soy pero a mi manera y solo con personas que me agradan. No soy amable con todo el mundo. Soy el tipo de chico que pone su cara de culo, solo para que nadie se me acerque. Así de amable soy.

Escucho la puerta abrirse y veo a mi padre entrar. Tiene el ceño fruncido al igual que su mandíbula, solo espero que no esté de mal humor. Se acerca a la mesa y toma asiento sin decir ni una palabra. Gerson me mira y yo me encojo de hombros. Ahora ya se a quien saque mi cara de culo. Terminamos de cenar y me despido de Gerson en la puerta. Lo amenazo con dejarlo inválido si vuelve hacer alguna estupidez. Aunque obviamente el no me cree y solo se echa a reír. No mataría ni a una mosca, esa es la realidad.

Subo las escaleras después de despedirme de Mamá y de Mara por supuesto, que es como mi segunda madre. Mi padre después de comer se levanto del comedor con la excusa de que le dolía la cabeza y se fue a su habitación.

Veo la hora en mi celular, son las nueve de la noche. Voy directo a mi habitación, pero me desvió subo las escaleras al tercer piso hasta llegar al ático, mi lugar favorito de toda la casa. Abro la puerta con mi llave, no me gusta que nadie vea mis cosas. Esta oscuro, pero las luces de estrellas brillando en la pared y en el techo me dejan ver con claridad el lugar. Me dirijo a mi pequeña biblioteca y saco un libro. Quiero despejar mi mente de todo el caos y dejar de pensar. Tomo mi libro y abro la pequeña ventana donde está el mueble. Me siento y veo las estrellas iluminando el cielo. Una brisa fresca se estampa en mi rostro y me siento sobre el mueble con cojines de colores. Enciendo la pequeña lámpara que está al lado en una mesita de noche y comienzo a leer Una Corte de Rosas y Espinas.

Mi celular vibra interrumpiendo mi lectura. Lo tomo y veo el mensaje sin abrirlo. Es un número desconocido.

Puede ser ella...

Feliz Noche, Einstein.

Definitivamente, es ella.

Eres irritante, Nicolle Morrison.

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