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XX




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—¡Puja! ¡Puja! —gritaba Nusayba con autoridad. En la habitación de Catalina De Aragón, la curandera era la reina. Era la ordenaba.

El parto de la Reina de Inglaterra se había adelantado por unas semanas. Aquello no era bueno para los bebés. Nusayba había tomado todas las precauciones sobre la hermana menor de su reina, pero no contaba que la presencia de Alfonso Balmaceda la sorprendiera de tal manera que provocará el adelante del parto de los herederos a la corona inglesa.

—Vamos Catalina, no es momento para descansar...—musito Maria de Aragon a su hermana en el oído. Catalina estaba cansada. Su cuerpo no era el mismo que en su juventud. No recordaba que le doliera tanto dar a luz—. Piensa que pronto tendrás a tus hijos en tus brazos.

—Eso es lo que pienso —gimoteo la Reina de Inglaterra sintiendo como las gotas de transpiración llegaban a sus ojos, incomodando —. Es lo único que pienso.

—Catalina no es momento para conversar, debes pujar. Veo su cabeza. —Esas palabras tuvieron el efecto esperado para la Reina de Inglaterra. Catalina empujó con todas fuerzas al pensar que sus hijos estaban a segundos de salir de su vientre—. Aquí está. —Catalina levantó su cabeza para observar a su hijo, y en esos pequeños segundos rezó que su hijo estuviera vivo.

"Dios escucha mi plegaria"

Pero no hubo necesidad de observar, su hijo lloró, Fuertemente, que Catalina estaba segura que se escucharía por todo el castillo.

—Es hermoso —expresó Maria De Aragon extendiendo sus manos para tomar a su sobrino, mientras Nusayba volvía nuevamente a observar la intimidad de Catalina, para recibir al próximo heredero.

La Reina de Portugal acercó al pequeño al rostro de su hermana menor, Catalina le dio un beso en la mejilla de su hijo, el cual aun seguía llorando. Unas de las parteras que había atendido varias veces a Catalina se acercó para solicitar al niño. Debía limpiarlo y mostrárselo al Rey.

—¡Puja! !Debes seguir pujando! —gritaba la curandera al ver como la cabeza del otro heredero se aproximaba.

—Que no muera, que no muera...—Repetía una y otra vez la Reina de Inglaterra al observar el camino por donde se había retirado su ex curandera con su hijo en sus brazos.

—¡Otro niño! —anunció la curandera con felicidad. Dos niños eran perfectos para mantener el matrimonio de los reyes de Inglaterra unido.

La Reina de Inglaterra giró su cabeza con rapidez para observar al niño que estaba en los brazos de Nusayba. El bebe estaba manchado con sangre y con el líquido de ella, pero aun así era el ser más hermoso que había visto. El pequeño niño gimoteaba, nada de llanto. Estaba tranquilo.

—Felicitaciones Catalina, has tenido dos niños hermosos. —Felicito María De Aragón a su hermana menor. Ambas se miraron por unos segundos para luego sonreír. Habían logrado su objetivo.

—Indicaré que dejen entrar a Enrique. —La Reina de Portugal desbordaba felicidad, y quería mostrarle a Enrique la fuerza de su hermana menor.

Catalina De Aragón recibió a su hijo en sus brazos. El bebe era tranquilo, respiraba pausadamente. Y con lentitud Catalina bajo su camisón para ponerle el pezón al bebe. Y el pequeño empezó a succionar con euforia. La leche materna le despertó todos sus instintos.

—Catalina —bramo eufórico de felicidad. Enrique tenía en sus brazos a su primogénito, el cual se había calmado al estar en brazos de su padre—. Ohh Catalina...—gimoteaba el Rey sin creer el Rey lo que estaba al frente de sus ojos. Dos niños, dos herederos Tudors.

Los Reyes de Inglaterra se quedaron observando a sus hijos, ambos calmados en los brazos de sus padres. Por fin la Reina de Inglaterra había dado a los niños lo que prometió desde el día que se casó con Enrique. Pero no todo era felicidad para Catalina, al pasar los minutos su mente no paro de imaginar las muertes de sus bebés, como había ocurrido en el pasado. Pero su mente dejó de trabajar y un dolor atravesó su cuerpo.

El grito de Catalina provoco el llanto del bebe de que tenia en sus brazos.

—!¿Qué sucede?! —fritó Enrique, pero nadie respondió. Maria De Aragon con rapidez sacó a su sobrino de los brazos de su hermana menor, para dejar trabajar a Nusayba—. Retírense, saquen a los bebés —ordenó la curandera con autoridad. Maria, y Enrique salieron con los niños en los brazos.

—¿Qué sucede? ¿moriré? —preguntó la reina de Inglaterra con nerviosismo. El dolor era intenso. Demasiado para creer que era algo bueno—. Nusayba no quiero morir, quiero ver a mis niños crecer...

—Lo harás —le prometió la curandera sin dejar de mirar la intimidad de la hermana menor de María De Aragón. No había sangre, debería ser la placenta, pero el dolor era demasiado intenso para ser aquello. Pero algo extraño vio en la cavidad de Catalina.— ¿Qué demonios? —susurro confusa la curandera, tardó varios segundos en comprender lo que sucedía. Otra cabeza se asomaba por el agujero de la Reina de Inglaterra.

—¡Ah! —gritó Catalina sin entender lo que sucedía.

—Catalina, es otro niño. Empuja con toda tus fuerzas...—La Reina de Inglaterra empujó con todas sus fuerzas, y gritó a todo pulmón. Su dolor aumentaba cada vez más, ni siquiera escuchó las palabras de Nusayba. No sabía que estaba pariendo otro niño, ella pensaba que estaba apunto de cruzar el umbral para llegar al cielo.



El tercer hijo de Catalina De Aragón, era tan grande como un oso. El niño que nadie esperaba, era robusto y alto a comparación de los otros dos.

Enrique IX, el primogénito de los reyes de Inglaterra.

Felipe III, el segundo hijo de Enrique.

Harry el gigante. El último hijo de los Tudor.

Mary, princesa de Inglaterra. Primera hija de Enrique y Catalina.


Los reyes tenían una hija hace unas horas, y de un momento a otro tres niños estaban ya en el linaje Tudor. Inglaterra tiene tres herederos varones para la corona. Enrique estaba tranquilo, al igual que la corte.

Dos semanas de descanso habían pasado desde el nacimiento de los herederos. La Reina había sufrido un desgarro por el último heredero al pasar por su cavidad. La curandera debía coser la vagina de la hermana de su reina.

—Ya puedes levantarte —indicó la curandera al dar el último vistazo debajo de las faldas de Catalina—. Está todo bien. Se ha curado bien.

—Que buena noticia —murmuró Maria con alivio al escuchar esas palabras. La Reina de Portugal había pasado las dos semanas con su hermana cuidando de su salud, dejando de lado a su esposo. Manuel, pacientemente esperaba cada noche la presencia de su esposa en la habitación.

—¿Te duele? —Catalina negó con su cabeza ante esa pregunta. Ya nada le dolía, solo quería levantarse de esta cama e ir a la demostración de sus hijos ante la corte—. Entonces tienes mi permiso para levantarte.

—Te ayudaré a arreglarte —puntualizó Maria con suavidad. Estaba feliz por su hermana, estaba viva y con tres herederos. Esos niños debían vivir.

—¿Mis hijos? —preguntó Maria sentándose lentamente en la cama.

—Con Enrique, él no se ha movido del lado de ellos. —Catalina sonrió al imaginar a su esposo dichoso con los niños que habían nacido de ella.

—Será una gran tarde —indicó Catalina posando una sonrisa en su cara. Después de aquel acto, de mostrar a su hijos como trofeos, podría estar con ellos por unos días, más minutos de lo que usaban para darle de mamar. Los tendría el tiempo que durará su leche en sus senos.

—Te ves hermosa —expresó María De Aragón con tono dulce en su voz—. Es momento de ir.

Las hermanas de Aragón caminaron juntas por el pasillo del castillo con lentitud. Maria afirmaba a su hermana por su brazo, disfrutando aquel paseo. Disfrutando del bienestar de su hermana. Pero su caminata se detuvo, al ver a Alfonso Balmaceda entre los nobles que se arrodillaban al verlas pasar.

—Alfonso...—susurro Catalina sintiendo como su corazón latía con rapidez al ver aquellos ojos negros como la noche. Maria, escuchó la voz de su hermana y vio a donde se dirigía su mirada.

—Volverá a ser Embajador en Inglaterra —murmuró María en el oído de su hermana menor. Y una sonrisa apareció en la cara de la Reina de Inglaterra. Al ver a su amante una calidez recorrió su cuerpo—. Vamos, debemos seguir. —La Reina de Portugal agarró con firmeza el brazo de Catalina para moverla.

Catalina De Aragón llegó al salón principal del castillo, donde su trono la esperaba. Y su esposo, Enrique la esperaba sonriente. El Rey de Inglaterra con rapidez se acercó a su esposa, estaba dichoso por lo que Catalina le había dado. Tres varones para su linaje, tres varones y una mujer.

Su dicha era completa.

Los Reyes de Inglaterra caminaron lentamente a sus respectivos tronos. Enrique con suavidad sujetaba a su esposa de su brazo. Catalina aún estaba delicada, aunque había demostrada una fortaleza que él mismo se había sorprendido, de la fuerza de su amada y dulce Catalina.

La fuerza, la valentía de Catalina no queda en duda. Nuestra amada, y bella Catalina nos ha dado tres hermosos herederos. Tres ingleses, fuertes y hambrientos. —Unas risas se escucharon en la corte—. Dos semanas de gritos, y leche. —Más risas se escucharon en la corte—. Pero estos bellos niños, son nuestro futuro. Un futuro fuerte entre Inglaterra, España y Portugal. Estos niños... Nuestros hijos son el futuro. Jamas Inglaterra tuvo unos herederos tan fuertes, como estos. Y es momento de que el mundo los vea.

Al momento de decir aquellas palabras, unas de las puertas se abrió para dejar pasar a sus damas con sus tres hijos, y la bella princesa Maria. Su pequeña hija estaba sonriente caminando, estaba feliz por tener tres hermanos menores.

—Enrique y Felipe —indicó Enrique bajando los peldaños de su trono para llegar donde estaban sus hijos, pero tomó en sus brazos al menor de ellos—. Y él es Harry... Harry el gigante. —Catalina río, le daba risa cada vez que escuchaba ese apodo de su hijo menor.

—Y Maria, vuestra Princesa —manifestó Catalina alzando su voz llamando la atención de los presentes.

—Vuestro futuro —concluyó Enrique alzando a su hijo a los aires.

Los nobles aplaudieron eufóricamente por los hijos de los reyes. Los aplausos se combinaban con los gritos, los nobles estaban felices, al igual que Enrique octavo. Su sonrisa era tan amplia, que Catalina pensó que su rostro sería capaz de romperse. Pero la sonrisa de su esposo desapareció de un momento a otro, y un quejido de dolor salió de su boca.

Alfonso se lanzó para agarrar al gigante Harry que Enrique había dejado caer. Y Charles Brandon se lanzaba para sujetar a su amiga, su mejor amigo que caía con las manos en el pecho.

—¡El Rey! ¡El Rey! —gritaban los presentes al ver caer al Rey.

—Ha muerto —susurro Catalina para ella. Su esposo había muerto, estaba seguro de ello. La felicidad que tanto había esperado, lo mató.

Catalina De Aragón estuvo apunto a reír a carcajadas.









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Y hemos llegado al final.

Escribí esta historia con la imagen de Enrique muerto por la felicidad. Su deseo, su sueño cumplido, pero sin poder verlo.

Karma, Bitch.

El siguiente capitulo será el epilogo de esta historia, y por supuesto será un final feliz para nuestra amada y bella Reina.

Larga vida a la Reina Catalina De Aragón.










Pd: Díganme que les pareció el final, si bueno o malo. O no era lo que esperaban, cualquier comentario con respeto es bienvenido.

❤️❤️❤️

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