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VI






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Catalina de Aragón cabalgaba con tranquilidad por el bosque de Londres junto a su hermana menor. Ambas estaban en silencio disfrutando los rayos de sol que caían en sus cuerpos. La Reina de Inglaterra extrañaba el sol de su tierra natal. Odiaba la palidez que tenía en su cuerpo.

—¿Recuerdas que mi piel no era tan blanca? —preguntó alzando la voz la reina de Inglaterra para ser escuchada por Maria.

—Lo recuerdo —respondió Maria deteniendo el paso de su caballo—. Envidiaba su piel. La mía siempre fue blanca.

—Y se convertia en roja cuando el sol quemaba tu cuerpo. —Rio Catalina al recordar los gemidos de dolor de su hermana menor cuando el sol quemaba su cuerpo.

—No recuerdo que fuera gracioso —masculló María de Aragón ofendida por la risa de su hermana mayor. La risa de la reina incrementó al ver el rostro de la reina de Inglaterra, contagiando a Maria—. Me gusta verte así.

—¿Así como? —preguntó Catalina terminando de reír para fruncir su ceño.

—Risueña, alegre y vivaz —mencionó Maria bajando del caballo al sentir dolencia en su intimidad por la posición—. Cuando te vi por primera vez aquí, no pude reconocerte. —Catalina imitó la acción de su hermana para posicionarse a su lado.

—Me has dado vida hermana —agradeció Catalina besando la mejilla de Maria—. Me siento en casa cuando estoy contigo.

—Me gustaría volver a España algún día —musito Maria cerrando sus ojos al sentir los labios de su hermana en su mejilla. Por un segundo imagino que era el tacto de su madre.

—Al igual que a mí —confesó Catalina—. Sigamos cabalgando —ordenó Catalina con alegría para subir nuevamente al caballo junto a su hermana. Ambas siguieron cabalgando disfrutando el aire fresco y el sol que le entregaba Inglaterra.

—¿Dónde está Enrique? —preguntó Maria al momento que llegaban al jardín del castillo en sus respectivos caballos. Catalina se encogió de hombros desconociendo el paradero de su esposo.

—¡No puede cabalgar! —bramo Nusayba caminando con rapidez hacia ellas, evitando pisar las flores del jardín—.  No es el deporte adecuado para después de la intimidad.

—Es para antes de la intimidad —expresó una voz masculina apareciendo entre los arbustos. Catalina giró su rostro al escuchar esa voz que reconoció a la perfección. Alfonso Balmaceda se encaminaba hacia ella con un traje color mostaza. Catalina sonrió al verlo con ese traje, el mercenario siempre fue llamativo con su vestimenta.

—No sonrías tanto —musitó en voz baja para su hermana. Catalina estaba actuando con obviedad ante la presencia de su viejo amigo. 

—Mi Reina. —Nusayba llamó la atención de la reina de Inglaterra al llegar a su lado y tocar su pierna—. Baje del caballo por favor.

—Si. —Catalina reaccionó ante la voz de Nusayba. Se bajó con rapidez del caballo al momento que sintió la presencia de Alfonso cerca de ella—. Alfonso. —Catalina saludó al hombre inclinando su cabeza en modo de saludo.

—Mi Reina. —Alfonso se acercó a la Reina de Inglaterra para tomar su mano y besar el dorso—.  Maria. —El mercenario giró su cabeza para observar a la menor de las Aragon, la cual sonrió ante su saludo.

—¿Nos acompañas al establo? —preguntó María de Aragón bajándose del caballo tratando de juntar a su viejo amigo con su hermana.

—Será un honor —respondió Alfonso con una sonrisa admirando la belleza de la reina de Inglaterra.

—No seas tan condescendiente —musito Catalina de Aragón caminando con las riendas de su caballo a sus manos—. No recordaba que fuera tan...protocolar.

—El Protocolo es lo único que la salva que no sea capaz de estamparte a la pared con un beso. —Maria de Aragón y Nauysaba rieron estruendosamente ante esa declaración de Alfonso. Catalina solo pudo sonreír ante esas palabras y girar su rostro en dirección contraria para ser observada por Alfonso. —¿Es así como me recuerda?

—Si —respondió Catalina esperando que el sonrojo en su rostro desapareciera para girar su rostro y observar el perfil de Alfonso en cual sonreía.

—Deberías almorzar con nosotras, y cenar también —ordenó Maria de Aragón con una sonrisa.

—¡María! —La Reina de Catalina regañó a su hermana menor con autoridad, provocando la risa de Alfonso.

—Como en los viejos tiempos —musito Alfonso disfrutando la discusión entre las hermanas.





El almuerzo entre los cuatros, fue diferente, casi familiar para Catalina. La Reina de Inglaterra estaba en una esquina y Alfonso en la otra, casi como un matrimonio. Catalina de Aragón no recordaba cuál había sido su último almuerzo con su esposo, pero no importaba. Aquel almuerzo le entregaba más amor de lo que Enrique fue capaz de entregarle en los últimos años de matrimonio.

—La acompañó a su recamara –expresó Alfonso al momento que Maria salió del comedor junto a su curandera. Los sirvientes limpiaban el almuerzo con una sonrisa. La sonrisa que la misma Reina de Inglaterra les había contagiado.

—Estaré encantada —respondió Catalina con alegría. El vino había realizado un efecto eufórico en ella, se había relajado aun mas de lo que correspondía. Ambos caminaron por silencio unos segundos, escuchando como diferentes hombres de la aristocracia los saludaban.

—¿Mi sobrino está por llegar? —preguntó Catalina en inglés, tratando de entablar una conversación con su bello mercenario.

—Si. En unos días pisará suelo inglés —respondió Alfonso colocando sus manos hacia atrás, tratando de contener sus ganas de tocar a la Reina.

—Con el favor de Dios —musitó Catalina al escuchar la proximidad de la llegada de su sobrino—. ¿Cómo es él?

—Es... ambicioso, pero inteligente en todos sus planes —respondió en Español Alfonso para que la gente alrededor no escuchara su descripción—. Es un buen hombre, y un buen emperador para España, pero le falta una cosa.

—¿Qué cosa? —preguntó Catalina frunciendo su ceño ante esa revelación.

—Le falta una Isabel Castilla en su vida. —La Reina de Inglaterra rió con gracia ante esa confesión—. Quizás su hija sea esa mujer.

—Maria será mejor que mi madre —añadió Catalina segura de sus propias palabras.

—Estoy seguro que sí —comentó Alfonso suspirando al oler el perfume de Catalina. El mismo perfume que usaba en su juventud—. Catalina... —Alfonso observó que la caminata los había llevado a un silencioso pasillo.

—¿Recuerdas del estanque de agua que adornaba mi habitación? —preguntó Catalina en español caminando con tranquilidad.

—Si. Me encantaba —respondió Alfonso frunciendo su ceño ante esa pregunta. Claro que recordaba la habitación de Catalina, era la única recámara que pisaba en las últimas noches que vivió en Granada.

—Lo sé —comentó Catalina sin parar de caminar—. Después que se marchó, ordene que la quitaran. Te fuiste buscando tu destino, siempre tenias la inquietud por volar. Recorrer todos los caminos del mundo...

—Se equivoca. Ese no fue mi motivo —bramó Alfonso deteniendo su paso, pero Catalina siguió caminando. Ella debía doblar a la izquierda para llegar a su habitación, pero su corazón le ordenó que doblara a la derecha, de un modo no quería que la conversación terminara—. ¿Crees que fue fácil para mí irme lejos de ti, de sus besos dulces?

—Calla —reprendió Catalina ante la osadía de mencionar esas palabras en el castillo—. Soy la Reina de Inglaterra, no debes decir esas palabras.

—Sé que eres la Reina de Inglaterra desde Granada. Me lo recordabas cada día princesa de Gale —murmuró Alfonso las palabras de Catalina en su juventud. El pacto con Inglaterra estaba desde que Catalina era pequeña. Ella creció con el conocimiento que se convertiría en Reina de Inglaterra.

—Era la realidad —musito Catalina con culpa al recordar esos momentos. La Reina de Inglaterra recordaba que fue ella quien buscó a Alfonso esa noche de su primer beso y de las demás noches siguientes. No le interesaron los sentimientos del mercenario, solo quería saciar su necesidad del tacto de sus labios con los de Alfonso.

—Aun lo es —señaló Alfonso observando a la Reina que estaba a su lado. Una de las reinas más poderosas de Europa—. Querida y respetada por su pueblo, pero no por su Rey. —Catalina se sorprendió ante esas hirientes palabras, giró su rostro con rapidez para golpear aquel hombre, pero Alfonso le señaló con su dedo lo que estaba delante de él. Catalina giró su rostro dejando su mano en el aire, para observar cómo su esposo se besaba con Ana Bolena en la esquina del pasillo.

—Enrique. —Catalina quiso correr y golpear a aquel hombre que era su esposo. Quiso ver su cuerpo sangrar, el de su rey y el de su dama, pero se contuvo. Enrique no escuchó su voz. El Rey besaba a Ana Bolena como jamás la besó. —¡Enrique! —bramo la Reina de Inglaterra con autoridad. El rey se alejó con rapidez del cuerpo de Ana al momento de su grito. Catalina observó como la boca de su esposo estaba roja por el labial de su dama—. Hay habitaciones para eso.

—Catalina... —Enrique por un segundo nombró el nombre de su esposa con culpa, pero se percató de la presencia de Alfonso de Balmaceda.

—Vamos. —Catalina giró sus pies para encaminarse a su habitación en silencio, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos, pero su llanto no era de tristeza. Era un llanto de rabia, el llanto de la humillación que sentía.

—Merece un hombre mejor —expresó en español Alfonso al momento que llegaban a las afueras de la habitación de la Reina.

—¿Cenamos esta noche? —preguntó Catalina dándose vuelta para observar el rostro severo de su primer amor—. Su compañía me complace.

—Me encantaría. —Alfonso le realizó una reverencia para ella para luego desaparecer por el pasillo. Catalina cerró la puerta al dejar de escuchar los pasos del Mercenario.

La Reina de Inglaterra se recostó en su suave colchón colocando su manos en su vientre, al momento que las lágrimas empezaban a caer por su cara. Era la primera vez que veía a su esposo con otra mujer de esa forma. Ella prefería vivir en la ignorancia ante los rumores del engaño de su esposo, pero al verlo con sus propios ojos su perspectiva de mantenerse alejada y de respetar los deseos de Enrique se esfumó.

Ella debía actuar, y dejar de ocultarse en las sombras de Enrique. Se convertiría en la Reina que fue su madre, solo debía encontrar el modo de llegar a manipular a su esposo. Debía tener aquellos hijos que tanto deseaba, y si no era con él, lo haría con otro. Iba a quedar embarazada aunque le costara la vida en ello


















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!Hola! Primero quisiera disculparme por estar ausente un mes de esta historia, prometo actualizar mas seguido.
Recibo comentarios, sugerencia de esta historia Alternativa de Catalina De Aragón.

¿Cómo les gustaría que terminara? ¿Catalina con su primer amor o con Enrique VIII?

Los leo. <3

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