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III










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—Lady Nusayba. — El sirviente presentó a la curandera de su hermana al momento que entraba a la habitación de la Reina de Inglaterra.

—Majestad. —La curandera realizó una reverencia ante Catalina.

—Retirense —ordenó la reina hacia sus damas. La curandera observó como Ana Bolena se retiró mirándola atentamente. La curandera sabía de su existencia por las conversaciones del día anterior con Maria De Aragon.

—Mi hermana está agradecida de sus servicios —comentó la Reina volviéndose a sentar en su cómodo sillón—. Gracias a ti el Rey de Portugal tiene diez hijos.

—Solo he cumplido con el deber que me recomendó sus padres. —Esa respuesta le sorprendió a Catalina.

—Quizás debieron enviarla conmigo —sugirió Catalina con pesar.

—Pero he arribado aquí en Inglaterra mi Reina, y le ayudaré a aliviar su pesar —confesó Lady Nusayba con tranquilidad—. He aprendido en el arte de la curación desde muy joven —comunicó la curandera. La reina con un gesto le ofreció el asiento que estaba delante de ella—. Lo aprendí de mi padre. El fue un doctor que atendió a decenas de personas. Fue muy conocido en Granada.

—¿Aún vive? —preguntó la Reina cálidamente.

—No, pero aprendí absolutamente todo de él —puntualizó la curandera—. Me enseñó la importancia del cuerpo de la mujer. Y en ciertas ocasiones necesita una pequeña ayuda.

—Deseo que me ayudes. Lo necesito —suplico la Reina.

—La ayudaré mi reina. Lo prometo —prometió Lady Nusayba con una gran sonrisa—. Pero deberá seguir cada unas de mis instrucciones...

—Lo haré —interrumpió con rapidez la Reina de Inglaterra.

—Y deberá conseguir que el rey visite sus aposentos. –La Reina abrió sus ojos por las palabras de la curandera—. Debe seducirlo. Es la Reina, pero antes es una mujer. Debe recordarselo.

—Esos son temas privados —refuto la Reina con incomodidad.

—Deberá confiar en mí sus más íntimos secretos en mi Majestad —manifestó la curandera tratando de tranquilizar a Catalina De Aragón.

—Jamás he contado mis secretos desde que llegué a Inglaterra —admitió la Reina con su mirada perdida recordando de su llegada a Londres—. Soy una extranjera. Carezco de amigos y confidentes. Y estoy segura que el Cardenal ha puesto espías entre mis damas.

—Ya no está sola —musito Lady Nusayba acongojada por las palabras de la Reina. Porque la curandera sabía lo que era sentirse extranjera, pero en realidad nunca estuvo sola. María De Aragón era su fiel amiga, su confidente y su reina.





El siguiente banquete se realizó junto a una obra. Una obra que avergonzaría a las hermanas De Aragón. El rey actuó en la obra mostrando su obvio interés hacia la hermana mayor de Maria Bolena.

—Tranquila —susurró Maria al oído de Catalina al momento que aplaudían por el término de la obra.

—¡Bravo! —Aplaude Catalina con alegría por la obra del Rey. Una alegría falsa, una alegría que rompía su corazón y su felicidad—. Espléndida Obra esposo —gritaba alegremente la Reina al momento que Enrique se acercaba a sentarse en la mesa principal.

—Mi reina —saludó Enrique a su esposo dándole un beso en la mejilla. El Rey irradiaba felicidad por participar en una obra.

—Palhaço. —"Payaso" Murmuró María de Aragón por el actuar del Rey de Inglaterra. Un hombre infantil que le interesaba estar debajo de las faldas de las bellas doncellas. Aún no podía creer Maria el comportamiento del Rey. Y agradeció internamente a sus padres por haber elegido a Manuel I como su esposo.

Los siguientes minutos del banquete transcurrieron con miradas entre el Rey y Ana Bolena. Todas las personas del banquete se percataron de las miradas, pero actuaba con ignorancia ante esa acción. Y Catalina De Aragón debía disimular felicidad ante la próxima amante del Rey.

—¿Estás bien? —preguntó Maria quien estaba al lado de su hermana. Catalina le entregó una gran sonrisa disimulando la tristeza de sus ojos.

—No es la primera vez —susurro Catalina sin quitar su sonrisa. Maria, no respondió a aquella acción. No estaba acostumbrada a fingir. En su corte era feliz, pero era una dicha verdadera.

—No mereces esto —murmuró Maria al oído de su hermana, observando las miradas que le entregaban los nobles de la corte Inglesa.

—No le he entregado a Inglaterra su heredero. —Catalina giró su rostro para observar a las parejas bailando. Principalmente el Rey bailando con su dama Ana Bolena—. Claro que lo merezco.

—Majestades. —El cardenal se posicionó delante de ella para realizar una reverencia—. Es un honor para Inglaterra tener a dos hijas de España.

—Gracias Cardenal. —Agradeció Catalina con un rostro severo. Maria giró su rostro para observar a su hermana, quien fruncía su ceño ante la presencia del cardenal. El cual era un hombre viejo, pero con una mirada de astucia.

—Para mí es un honor estar en presencia de un amigo fiel del Rey. — El Cardenal realizó una pequeña reverencia ante ellas para luego desaparecer—. No es de tu agrado —opinó Maria mirando a su hermana menor.

—No —pronunció Catalina sin quitar su ceño fruncido—. Nadie de aquí es de mi agrado.

—¿Por qué? —preguntó Maria con curiosidad. Ella tenía confianza en varios de los amigos de su esposo.

—El que está al lado del Rey es Charles Brandon. —Maria observó hacia la dirección del Rey. El cual reía estruendosamente junto a un joven alto, de cuerpo ancho y bella sonrisa—. Es bueno, pero impulsivo. No le entrega buenos consejos al Rey. Después está el Cardenal Thomas.

—¿Viejo, pero astuto? —preguntó Maria sin quitar la mirada del joven Charles.

—Si. Lucha por sus propios intereses. Tiene una gran fortuna en Inglaterra. —Continuó Catalina sonriendo ampliamente en cada persona que realizaba una reverencia ante las infantas de España—. Sir Thomas Bolena y duque de Norfolk. — Catalina levantó su copa en dirección de aquellos hombres que permanecían juntos. Ambos observaron a la Reina de Inglaterra con una gran sonrisa e imitaron su gesto de levantar su copa—. Ambos buscan que las hermanas Bolena estén en la cama del Rey.

—Una lo logró —puntualizó Maria sin dejar de observar aquellos hombres.

—Si. Y le dio un hijo —confesó Catalina con tranquilidad—. Pero es un bastardo. —La reina bebió vino girando su rostro para enfocar su mirada en su hermana mayor—. Solo falta Thomas More, pero él no está aquí. No le gustan los banquetes.

—¿Y es de tu agrado? —preguntó Maria esperando una respuesta negativa por parte de su hermana menor.

—Si. Es un servidor fiel a la Iglesia Católica —enfatizó la Reina de Inglaterra.

—No debería ser la única característica para que tenga tu agrado —preciso Maria sin evitar colocar los ojos en blanco por las palabras de la Reina de Inglaterra.

—Para mi lo es —aclaró la Reina despegando su mirada del rostro de Maria.

—Cambiarás de opinión en estos días —admitió Maria levantándose del asiento para partir a su habitación con tranquilidad, pero antes se despidió del Rey de Inglaterra con una bella reverencia. Enrique y los amigos de él respondieron la reverencia ante ella con una gran sonrisa.

Maria no podía dejar de observar al apuesto amigo del Rey. Charles Brandon.

-




Nusayba planteó una pequeña consulta en la habitación donde dormía con Maria. Ambas decidieron quedarse juntas ante cualquier peligro. No confiaban en nadie, y Nusayba sabía que podía estar en peligro si descubrieran su verdadera religión.

El objetivo de la curandera era de lograr que Catalina quedara embarazada. Para Nusayaba era fácil que las mujeres tuvieran bebés con las pócimas que realizaba, con la dieta correcta y con el hombre correcto. Pero esta vez Nusayba estaba insegura, la edad de Catalina era un factor que complicaba su tarea, pero el factor que complicaba todo su plan, era la ausencia de atracción del Rey Enrique hacia su esposa. El no deseaba compartir la cama con ella.

—He realizado las pócimas. Solo necesito ir al bosque para completar el ritual —comentó Nusayba en el momento que ambas intentaban dormir.

—Debes tener cuidado —confesó Maria preocupada ante la idea de que Nusayba saliera del castillo.

—Catalina debe ir conmigo. —Maria frunció su ceño al escuchar a su curandera. Volteo su cuerpo para quedar al frente de Nusayba.

—Jamás hiciste aquello conmigo. Solo me dabas la poción y el cuidado correspondiente —comentó Maria con cautela, tratando de distinguir entre la oscuridad el cuerpo de su compañera.

—Catalina es diferente. Debo hacer todo lo que esté en mi poder —puntualizó Nusayba evadiendo la mirada de su Reina—. Quizás necesitemos un milagro. Y se a quien pedirselo.

—Catalina no aceptara. Su fe no lo aceptara —musito Maria tratando de idear un plan para convencer a su hermana menor.

—Su fe no ha realizado nada por ella. Quizás necesite un poco de mi fe para realizar su sueño —comentó Nusayba bostezando entre medias de las palabras.

—Buscaré el modo de que Catalina acceda. Pero debemos tener cuidado...Si alguien nos ve. —Maria tembló de miedo ante esa idea. Si alguien las consideraba Pagana, sus cabezas iban a estar separadas de su cuerpo en unos segundos.

—Lo tendremos.








Catalina caminaba con lentitud con su mano entrelazada con la de su hermana. El que tuviera sus ojos vendados no era una sensación de agrado, pero por la insistencia de su hermana accedió ante la idea. Prometió que realizaría todo lo que tuviera a su alcance para quedar embarazada. Incluso entregar su alma y su vida.

—Estamos cerca del Río Támesis. ¿Lo escucha Majestad? —preguntó Nusayba con tranquilidad.

—Si. —Catalina trató de agudizar su audición ante la pregunta de la curandera.

—Debe bañarse. Sumergirse nueve veces en ella —comentó con tranquilidad Nusayba tratando de que la Reina de Inglaterra se ofuscara por su petición—. Y deberá repetir mis palabras...

—No se si podré —musito Catalina interrumpiendo a la curandera ante la idea de una acción pagana.

—Catalina. La luna llena tiene un poder gigante, si no accede a realizarlo ahora tendremos que esperar un mes más. —Nusayba trató de convencer a la reina de permanecer a su lado.

—No tenemos mucho tiempo Catalina —murmuró Maria hacía su hermana menor—. Te aseguro que saldrá todo bien y tendrás a tu pequeño hijo entre tus brazos. —Aquellas palabras fueron la única que necesitaba la Reina de Inglaterra para obedecer a la curandera.

—Lo haré. —Catalina con sus ojos vendados aun se dejó guiar por su hermana y la curandera al río con pasos cortos. La reina de Inglaterra no recordaba la última vez que había confiado en alguien. La hermana menor de Maria percibió el frío del agua, pero le entregó una sensación agradable. Casi de Libertad.

—Estaré detrás de Usted Majestad —murmuró Nusayba posicionado detrás del cuerpo de Catalina—. Debe sumergirse nueve veces con tranquilidad. No hay prisa en esta acción mi reina. Solo existe el agua, la luna y usted.

La Reina de Inglaterra tomó una gran bocanada de aire asimilando lo que iba a realizar.

—Que Dios me perdone —susurro antes de sumergirse por primera vez.

—Nace en el campo una yerba, qu' es una yerba mu rara; quien pasa encima de ella

luego se encuentra preñada — susurro inmediatamente Nusayba al momento que Catalina se sumergió—. Si supieran las mujeres qué hierba es la borrasca, no harían falta los hombres, que ellas solas se preñaran.

Nusayba siguió relatando con lentitud mientras observaba como se sumergia la Reina de Inglaterra.

Con tu dulce invocación de los frutos de la tierra toda plaga se destierra y viene la bendición; a la casada la sucesión da el vuestro merecimiento; por ti logramos, Alá, los frutos del sacramento. —Nusayba con la mirada le indicó a María de Aragón lo que necesitaba. La Reina de Portugal se acercó con una gallina entre sus manos, la cual se la entregó a Nusayba con tranquilidad. La curandera sacó la cuchilla que guardaba en su delantal para cortar el cuello del animal. La gallina no realizó sonido alguno.

La sangre brotó del animal tiñendo el color del río y acariciando el cuerpo de Catalina de Aragón. La cual estaba concentrada en su acción. Y no se percató de la sangre que manchaba su camisón blanco.

—Catalina acercate —susurro Nusayba al contar las nueve sumergidas de la Reina. Catalina se giró aún con sus ojos vendados. Su cuerpo tiritaba de frío y el camisón se había apegado a su cuerpo. La curandera le tomó la mano para que se acercara a ella. Con la sangre del animal en sus manos manchó los labios de la Reina de Inglaterra, sus senos, el vientre y su intimidad. —¡O madre de las aguas!. Grande es tu poder tu fuerza y tu luz Grande es tu amor por tus hijos Como lo es la sabiduría con que gobiernas

Desde todos los océanos y mares. Haz que llegue a ti mi pedido Y hazme los favores De alejar de mi rumbo a mis enemigos Y ahogar en mí, mis temores.

Que no llegue a mi hogar la tristeza ni rencores o pesares. Que sea tu grandeza la mayor riqueza que me dispensares. Mi fe en ti deposito como parte de la creación de Dios en la tierra. Y es por eso que te pido,Sé que mi ruego será atendido Si es justo y bien por mí merecido.

Catalina quiso sacarse la venda de sus ojos, pero su miedo de ver el rostro de una Pagana ante ella provocó el rechazo de su idea.

—Esto aún no termina Catalina —expresó Nusayba en un susurro bajo.

—Lo sé.




Catalina se recostó en su cama en soledad. Sin sus damas, ni hermana, ni curandera a su alrededor dejó su cuerpo desnudo. Aún sentía el frío del agua helada del río, pero la sensación de libertad aun estaba en su cuerpo. Por un momento se sintió feliz, se sintió como Catalina De Aragón la mujer e hija de los Reyes de España.

Inglaterra no le había entregado felicidad prolongada. Su dicha duró cinco años hasta el nacimiento de Maria. Y desde ese momento el Rey dejó de amarla, dejó de desearla y dejó de respetarla. Pero eso cambiaría. Catalina tenía una fe en suchermana y en la curandera.

Maria había tenido diez hijos gracias a las pócimas de Nusayba. No debería ser distinto en ella.

Amado Dios, en esta hora y en este momento te invoco para pedir tu poderosa intercepción; me encuentro locamente enamorada, no me desampares, cúbreme con tus encantos y haz que Enrique se fije en mí nuevamente; confió en ti Dios del amor. Dame tus poderes para lograr el amor perfecto, que en mi relación nunca falte la pasión, que el deseo sexual de mi amado nunca se duerma ni que se valla a otras mujeres. —Rezo Catalina las palabras que Nusayba le había escrito en una hoja. Pero cambió la palabra Alá, por su Dios. La Reina jamás podría nombrar esa palabra pagana, pero quizás su fe con la fe de Nusayba podría cumplir su objetivo con Inglaterra.

Solo el tiempo dirá si los rezos, los rituales y las pócimas funcionarán para Catalina De Aragón.


















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