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*como recomendación, repitan la canción todas las veces que sean necesarias



«Bioluminiscencia»

18 𝖉𝖊 𝖒𝖆𝖗𝖟𝖔 𝖉𝖊 2021



Y así como el tiempo pasaba, nuevas personas llegaban... y otras se iban. A fin de cuentas de eso se trata la vida, de ganar y perder... de dar las gracias y dejar ir.

Como Owen y Savannah, quienes terminaron su relación por cuarta vez en el mes, aunque esta parecía la definitiva, sin embargo, en cada receso continuaban discutiendo. Bonny decía que era contaminación auditiva, pero Martha la callaba antes de que la castaña clara se pusiera de peor humor si es que era posible.

También faltaba muy poco tiempo para el fin del curso, de hecho, del último. Solo les quedaba dar otro empujoncito más para graduarse, y con suerte, triunfar en el medio musical; todos tenían planes distintos, y es que Carolynn ya se dedicaba al ballet clásico profesional, y después de que contrajera nupcias con Jeremy dentro de unos meses, ambos se marcharían a Londres, donde la ojiazul asistiría a una de las mejores academias, y Jeremy grabaría su primer disco en un estudio de grabación que poseía un buen amigo de su padre.

Savannah ya tenía un sinfín de audiciones en la lista de espera, lo cual la tenía emocionada, mas también estresada y practicando todo el tiempo las líneas que se había aprendido desde hacía unos meses cuando las oportunidades se presentaron. Por otro lado, Owen se mudaría a Ottawa en busca de un grupo musical, ya que uno de sus covers había recibido buena respuesta y unos productores le contactaron. Bonny, a diferencia del resto, estaría viajando con su novia por un año entero, conociendo los distintos estilos musicales de los países, y filmar un documental de la riqueza de culturas, analizando profundamente cada tradición; Nina adoraba bailar y hacer cortometrajes, Abonny amaba hacer locuras... eran simplemente el dúo perfecto.

Pero Charlie y Martha... 

En realidad tenían mucho de qué platicar, y justo por ello, se reunirían a ver la puesta del sol en la playa, pues un fenómeno espectacular de bioluminiscencia se presentaría por primera vez en Nuevo Brunswick; escogieron una playa lejos del centro de la ciudad que Neil les recomendó, pues estaba oculta en el bosque, y un pequeño río que conectaba al mar, atravesaba los árboles. Según el hombre, en sus tiempos llevaba ahí a la madre de Charlie, para tener más privacidad y volverla un secreto más. Tenían un plan: tomar una cena romántica bajo las estrellas, sin móviles, y contemplar una de sus cosas preferidas.

Era el plan perfecto.

Así que a las seis en punto, Martha terminó de colocarse una sudadera por encima de su blusa primaveral, lo que le recordaba que en unos días cumpliría veintitrés años; el ojiverde y ella habían adquirido boletos para viajar a un concierto de su banda preferida. Alisó inútilmente su cabello y alimentó a Delilah antes de marcharse. Fue un camino largo, pero le gustaban los paseos entre los bosques de Dieppe, pues le recordaban su aroma preferido. Como Charlie siempre se quejaba de su tardanza, decidió llegar temprano, por lo que se vio obligada a soportar veinte minutos hasta que él arribara.


—Hey —lo saludó sentada a unos cuantos metros de la orilla, donde la espuma de mar apenas y tocaba sus dedos —Tardaste, chico.

—Estaba con papá perfeccionando unos detalles —contestó tomando asiento a su lado y robándole un beso. El ojiverde usaba una hoodie gris varias tallas más grande, unos shorts y sus tenis algo percudidos; el cabello le había vuelto a crecer con esos mechones más claros luego de que se diera por vencido y Jeanette se lo recortara; sinceramente, también le sentaba bien aquel look, pues remarcaba su mandíbula y sus ojos verdes ayudaban al atractivo

—¿Cómo va todo con él?

—Sinceramente, muy bien —era la primera vez que lo veía sonreír así; tan sanado de sus heridas, y contento por el presente. —¿Y con Milton?

—Bueno, al menos ahora no le grito cada que lo veo —esbozó Martha una sonrisa de lado, permaneciendo ambos en silencio por varios minutos

—¿Hay algo que nunca podrás perdonarle? 

—Ella dejó de cantar. Por él —contestó secamente —Pero ya no importa, ella ya no está y no puedo estancarme, ¿cierto? —juntos habían madurado demasiado los últimos meses, lo que volvía su relación aún más cómoda. La puesta del sol comenzó, iluminando los rostros de ambos en un tono rosado con naranja; Charlie la abrazó, reconfortándola

—¿Viste eso?

—¿Qué cosa?

—El rayo verde —Martha hizo un puchero, pues nunca había podido distinguirlo por más que prestara atención; él comenzó a reír enternecido —Sabías que... en los atardeceres con buena visibilidad como éste —señaló el que se veía —Cuando el sol se pone, hay un instante muy breve en el que se ve lo que es conocido como "el rayo verde". La luz se aprecia gracias a que la longitud de onda correspondiente al color verde lo permite curvarse mejor para ser el único color visible justo antes de que el sol se esconda —se detuvo un momento, mirándola y sonriendo —El caso es que, aunque fuera consciente de que estuviera a punto de presenciar un fenómeno tan bonito como el que acabo de contarte, no podría dejar de mirarte a ti. —empero la ojiazul sabía a la perfección esas palabras, jamás le interrumpía, pues le encantaba escucharlo

—Si pudieras pedir un deseo, ahora mismo, ¿cuál sería?

Sin rechistar, con seguridad, Charlie besó su frente y contestó: —Cambiar el tiempo que tardé en llegar hacia ti.

—Pero me hablaste desde el día uno.

—Sí, pero ¿y si no hubiera dejado Canadá? Te pude haber conocido desde antes —dijo frunciendo el ceño y desviando la mirada al cielo, sin despegar su brazo de los hombros de Martha

—Hablando de eso... no me has dicho, ¿qué harás después de terminar el colegio? —con aún más razón, él esquivó su mirada, tensándose y separando su brazo de ella —El programa ofrece una sola oportunidad, quizá tú y yo podamos ser un gran dúo. 

—No es como que tengo muchas oportunidades, ¿no? —jadeó una sonrisa seca —Lo que sé con certeza, es que te quiero a ti por el resto en mi vida.

Ignorando sus palabras bonitas, Martha se percató de algo alejándose lo suficiente para comprobar que él no le mentía, pues si ese fuera el caso, no sería capaz de mirarla. No obstante, obtuvo el resultado contrario, aquel que no quería presenciar —¿A qué te refieres?

—¿Que te quiero? Estamos técnicamente casados así que...

No sirvió de nada su intento de tontear el tema, pues Martha le interrumpió —No, Charlie. Lo otro. —lo enfrentó. El ojiverde cerró los ojos con fuerza y tomó una buena bocanada de aire antes de soltar la verdad

—Todos estos meses te he estado mintiendo y dando largas porque estoy jodido. —se giró, así no tendría que ver su semblante decepcionado; no podría soportar verla rota por él —Me dejaron libre solo si permanecía aquí... tengo prohibido salir de Dieppe. Australia fue un plan B que tuvimos pero no funcionó, es por eso que regresé... o más bien me obligaron a hacerlo. Me joden de todos lados, a cada momento. Incluso si alguien me espía, no me extrañaría nada.

—Pero creí que... —su voz quedó atorada en su garganta, como una bola de algodón secándole la boca —¿Y qué pasa con nuestros planes? Charlie...

—Todos esos planes son solo tuyos, Martha. No me cuentes en ellos —escupió él con sequedad, hiriéndola aún más

—Pero...

—¡Pero nada! No puedo detenerte, ¿de acuerdo? —le respondió subiendo el tono de voz. Al verla encogerse en su lugar, se sintió culpable, pues sabía que no le gustaba. Lentamente se acercó a ella, pero Martha se distanció dolorosamente —Sé cuánto ansías ir a Francia con la beca, y es obvio que tú la recibirás. Escucha, iba a pasar de todas formas, ¿no? Nosotros. Tú misma lo dijiste.

Negó sintiendo las lágrimas caer —No uses mis palabras en mi contra, y por favor deja de decir eso, no pienso escucharte —se levantó con los ojos empañados —¡Lo prometiste! Tú nunca rompes una promesa —el ojiverde se acercó a envolverla en sus brazos, sintiéndola llorar contra su pecho vibrando —Por favor no lo hagas. Encontraremos una manera, Charlie. Y volveré.

—No puedo pedirte que hagas eso.

—Lo estoy escogiendo yo, y no puedes hacer nada por evitarlo —reprochó ella —¡No puedes solo quererme alejar de ti, no! No lo haré... por favor. Dime que encontraremos una manera —suplicó tomándolo de las manos. Charlie le limpió las mejillas húmedas, y al ver esos ojos azules, entendió que jamás podría dejarlos ir

—¿Sabías que el complemento de la primavera es una mariposa? Como un colibrí y una flor. Tienes unas alas preciosas, solo que no te has dado cuenta. Así que... encontraremos una manera —Martha soltó un suspiro de alivio —Perdón por ser tan idiota, es solo que... se supone que debo darte la vida que te prometí y... —la ojiazul lo calló con un beso, y al separarse, señaló sus anillos de madera

—Y lo haremos, estamos juntos en esto, ¿recuerdas? —eso le recordó algo a Charlie, trayéndolo de vuelta a la realidad

—Espera aquí, necesito mostrarte algo que había olvidado, pero debo ver que esté listo.

—Pero la bioluminiscencia no tarda en aparecer —lo detuvo tomándolo con fuerza de la muñeca, impidiendo que se marchara

—Y yo no tardaré nada.

—¿Lo prometes?

—¿Alguna vez he roto una promesa? —sonrió divertido. Y antes de que terminara de darse vuelta, Martha lo atrajo a ella dándole un beso profundo y lleno de amor, dejándolo ir


El sol ya terminaba de esconderse, y media hora había transcurrido; la Martha del pasado estaría impaciente por estar sola una vez que la noche cayera, pero ya no más, porque ahora compartía estas con Charlie, y solo él sabía hacerlas especiales. La ojiazul se encontraba jugando con unos hilos sueltos de su sudadera cuando escuchó un particular canto inundar el interior boscoso de la pequeña playa en que se encontraban. Al girarse, atisbó borrones grises en las copas de los árboles, y sonrió. Él debía encontrarse muy cerca, justo a tiempo para contemplar la bioluminiscencia.

Charlie estaba de vuelta, caminando hacia ella por la orilla de la playa (ambos ya descalzos pues anteriormente humedecieron sus pies), y una sonrisa deslumbrante con el sol detrás suya, recordándole el momento exacto en que le pidió matrimonio... uno, de hecho, no legal. Pero para ellos era suficiente, ella nunca fue fanática de usar un vestido de novia, así que le daba igual.

Se acercó a él, y estando a unos metros del ojiverde, distinguió una sombra a lo lejos. Una silueta que trastabillaba saliendo del follaje, y aproximándose hasta ellos, Martha lo reconoció: Hendrick Foster. Tenía la camiseta sucia, los pantalones arrugados y las cadenas de sus botines mal abrochadas. No obstante, lo que más llamó la atención de Martha Taffinder, fue la botella que sostenía en una mano, y la pistola en la otra.


—¡Charlie, cuidado! —el chico borró su sonrisa al ver el semblante aterrorizado de ella, y se giró. 

Hendrick sonrió y levantó la botella —Salud —brindó con una sonrisa desencajada —Por todas las veces que me quitaste lo que quería, y me hiciste sentir menos. El chico perfecto, con la vida perfecta, talentoso y con buen futuro. Tonterías, ¡a la mierda el futuro! —rió sin gracia, jugando peligrosamente con el arma, sin dejarlos tratar con él —No te acerques, hijo de la gran puta y controla a tu perra que no se mueva o ya mismo le daré un tiro entre las cejas.

—Quédate donde estás —susurró Charlie haciéndole señas a la ojiazul

—Y Ellis... joder, ¡tú tenías a Ellis! Y por tu culpa está muerta. —le gritó furioso, derramando lágrimas reales de dolor —Han pasado los años, pero yo jamás olvido los zapatos que me aplastaron como gusano. Jamás. Tuve que obligarme a esperar mucho hasta tener el plan correcto y poder terminarlo por Mike... y ahora podré cobrar mi venganza; tu querida noviecita no fue de mucha ayuda, siempre metiéndose en lugares donde no debía y siendo tan despistada que nunca notó que la aseché por meses, así que dale las gracias. ... una colina, qué ridículo lugar. Disfruté tanto hacerlo trizas.

—¡FUISTE TÚ!

—Martha —insistió el chico con el terror de punta

—Ojo por ojo. Te lo dije, Charlie. Te dije que esta sería la última vez que me pisoteabas —apenas dio tiempo a que Martha llegara hasta él, abrazándolo, cuando Hendrick dio un largo trago a su bebida, ebrio y probablemente drogado, y levantó el arma

—¡MARTHA, NO!


Un ruido estruendoso hizo eco, asustando a las aves que descansaban plácidamente en los árboles. Fue un sonido que se dispersó rápido, pero para ellos, duró toda una eternidad. Martha estaba esperando a que el dolor se esparciera en su estómago, y pronto, al llevar su mano al área, una mancha de sangre se extendía en su ropa.

Mierda.

La bala debió de dar al medio, con tan malditamente buena puntería.

Quizá era la adrenalina o quizá que en ese momento no pensaba nada, lo que disipaba cualquier dolor que tuviese. Se miró con Charlie, ambos boquiabiertos, sin comprender qué acababa de pasar... qué acababa de hacer ella.

Pero entonces, al separar sus dedos, lo entendió.

No era su sangre.

Era de alguien más. 

De la persona que aún se mantenía abrazada a ella, y que estropeó su plan al lograr girarse en el último segundo para evitar que diera frente al castaño. Los labios de Martha, ahora pálidos, temblaron al carburar la situación. 

Ella no estaba sangrando... él lo estaba haciéndolo por ella.

Las cosas no siempre tienen que cambiar, ¿no?


—Charlie... —murmuró soltando un sollozo, cuando miró los ojos verdes del chico, que se mantenía estático. Se llevó él mismo una mano al torso, donde la bala había atravesado impactando en su espalda. Poco a poco, su cuerpo aflojó, precipitándose al suelo; Martha lo sostuvo para amortiguar el golpe, dejándolo sobre sus piernas

—Y ahora es tu turno, perra mocosa —esta vez Hendrick no pudo disparar, pues otra sombra apareció por los árboles, y lo golpeó en la cabeza tirándolo al suelo. Forcejearon dando disparos al aire hasta que el chico, borracho, no tuvo fuerza de levantarse y permaneció ido contra la arena. Martha no escuchó nada, el tiempo estaba detenido para ella, pero Adam corrió al rescate

—Hey, mírame. Charlie, joder, no dejes de mirarme —sus manos ensangrentadas presionaron la herida, mas era inútil, pues la sangre no dejaba de brotar de ella, y pronto, también de la boca del chico —¿¡POR QUÉ LO HICISTE!? ¡YO ESTABA AHÍ! ¿QUÉ HICISTE, IDIOTA? ¡Yo iba a hacerlo por ti! —gritó histérica, ignorando la llamada de emergencia que hacía Adam Melnik. ¿Qué hacía él ahí?, se preguntó, pero ahora eso no importaba —Adam, ¡TENEMOS QUE LLEVARLO A UN HOSPITAL! TENEMOS QUE...

Un apretón suave en su mano la trajo a la realidad. —Sabía que eras tú —tosió un poco, con los ojos aun brillando —Lo supe desde que te vi, que me ibas a enamorar y jamás podría sacarte de mí. Y no me equivoqué.

—Cállate —gruñó sintiendo su pecho estrujarse —Cállate, necesitas mantener fuerzas hasta que llegue la ayuda —le dijo tratando de mantener la compostura, pero continuaba hipando. Adam sabía que la herida era profunda, y probablemente había perforado algún órgano; no tenían ningún transporte, y estaban muy lejos de la ciudad. La ayuda no llegaría a tiempo, era casi imposible

—La pestaña... lo que pedí, ¿recuerdas? —hablaba con voz ahogada. Relamió sus labios secos —Mi deseo... tienes que saberlo... era que tu mundo fuera de colores. —confesó tratando de reír —¿Te he amado bien? ¿Pude hacerlo?

—Lo has hecho perfecto —respondió ella entre sollozos

Por unos segundos, Charlie giró su cabeza mirando la marea subir y tornarse de un tono brillantemente... —Mi Mar —dijo él, estirando una mano, que al instante brilló con la bioluminiscencia —Mi azul... azul... azul... azul...

—Por favor no —le rogó sosteniéndolo con fuerza, y aspirando el olor a bosque impregnado de él, pero que ahora tenía un toque metálico desagradable junto a la espuma del mar

—Está bien... todo está bien —recordó las últimas palabras de Ellis antes de soltarse al mar —Un día me dijiste que te parecía extraño cómo el mundo se detenía dentro de tu dolor, pero para el resto nada cambiaba. No te equivocaste, mi Mar, porque mi mundo se detuvo desde el día en que te conocí, para rodearte a ti y solo a ti. —una sola lágrima brotó de sus ojos verdes. Una que era suficiente para despedirse —Sobre nuestra primera cita —Martha ni siquiera recordaba que jamás contestó su pregunta —Mi respuesta sería que nuestra primera cita fue desde el momento que nuestras miradas conectaron, pero si quieres una más elaborada, entonces fue el día en que fuimos al mirador y nos sinceramos —humedeció su boca, ahogándose más con su sangre —Tardaste demasiado en llegar, pero valió la pena. Te conté sobre los arrendajos grises, porque tú me hacías contado sobre las leyendas en la Bahía de Fundy, y regresado la corcholata. Recuerdo que cuando te hice la invitación la llamé cita, y al final de esa tarde, dibujé mariposas en tus antebrazos. Esa fue nuestra primera cita. ¿Cierto o falso?

Martha rió sorbiéndose la nariz —Mil veces cierto. —Charlie sonrió, sintiéndose ganar

Él sonrió, estirando su mano libre para acariciarle la mejilla empapada de lágrimas, manchando esta de color escarlata; ella sollozó y llevó la suya cubriendo la de él —Tu es mon claire de lune. 


Con el mar centellando de partículas sus cuerpos, empapados, azul y verde se unieron por última vez. 

Sus luceros verdes, como ella los llamaba, brillaron una vez más antes de apagarse para siempre. Sabía que, si colocaba su cabeza en el pecho de él, no encontraría nada que quedara mas que la sombra de lo que alguna vez fueron. Y si buscaba esa mirada de un verde deleitante, no vería más que un recuerdo que él alguna vez existió.


—¡NO! —Y lo abrazó. Lo abrazó tan fuerte que podría romperlo junto con ella, tal vez eso quería, que él se destrozara justo como ella se encontraba, así quizá los pedazos rotos se mezclarían hasta buscar unirse en un solo rompecabezas, y entonces la vida no tendría más opción que dejarla ir con él. Juntos. Como se suponía que las cosas debían ser.


Pero la pequeña Martha, a pesar de todas sus desgracias, continuaba sin comprender que la vida no es justa.

Juntó su frente con la de él, y con sus dedos, le cerró los ojos; también limpió la sangre de sus comisuras y le besó. Sus labios aún permanecían tibios y suaves... su cuerpo en general, era cálido y cómodo. Y aunque lo estaba abrazando como de costumbre... no podía encontrar su latido. Donde ella colocaba su oreja para escucharlos hasta quedarse dormida.

Y después... ya no hay después. Porque entonces lo que nos dio vida en algún momento, se ha terminado, y con ello, la nuestra también



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*recomendación: darle play aquí a la canción


Cuando la ambulancia llegó, ya era muy tarde; se pudo arrestar a Hendrick, quien ya tenía antecedentes penales, y a estos se añadió la venta de drogas, denuncias de abuso sexual, y ahora cargos por homicidio.

La ciudad se encontraba consternada por la muerte de Charlie, así que por la noche, antes de que su cuerpo fuera cremado, la casa estaba repleta de gente... pero nada jamás podría llenar ese vacío que todos estaban sufriendo al enterarse. Jeanette estaba destrozada, al igual que sus hijos. 

Y el Caos... sí que estaban dentro de un auténtico caos. Martha, después de que la separaran del cuerpo de Charlie cuando los servicios de emergencia llegaron, fue llevada al hospital para una revisión, y sola, tuvo que enjuagar de sus manos la sangre del ojiverde. En toda la noche, no dijo ni una palabra, y fue Adam quien explicó todo como testigo. Pero la ojiazul... ya no tenías más verde.

Antes de que se lo llevaran, Martha caminó hasta la caja, y acarició el cabello largo del ojiverde, con un semblante tan pacífico que parecía estaba dormido.


—Lo hiciste, Charlie. Me enamoraste cada día, incluso cuando no me podía amar a mí misma. Y fue tan perfecto, que lograste que me quisiera de la misma forma en que tú lo hacías —se acercó y depositó un beso en su frente —Nadie te va a volver a lastimar, y estarás con ella; ¿recuerdas lo mucho que me repetías que querías ir? Y yo te juro que lo terminaré, lo haré por ambos, mi cuenta estará saldada contigo y no hay nada que perdonar —acercó su mano a los dedos del chico y los cerró, acariciando superficialmente el anillo de madera que mantenía con él. —Pensé que tendríamos más tiempo, pero supongo que mi error fue pensar que duraríamos por siempre, como lo juraste aquella tarde en la playa. Ahora descansa, amor, eso eres para mí... hasta pronto, mi chico de ojitos bonitos.


Al día siguiente, reunidos en el cementerio, colocaron una parte de las cenizas en el nicho que guardaba la parte trasera en un jardincito. Los Gillespie decidieron darle el resto de éstas a Martha. Al menos la mitad de Dieppe se encontraba acompañándolos, con flores y velas en sus manos.


—Y entonces dijo, Te extrañaré por siempre. —se escuchaban las últimas palabras del cura —Como el sol extraña a la luna por las mañanas, como las estrellas echan de menos a su luna, como a las flores les faltan las gotas de rocío, como los rayos van en busca de una corriente con la que puedan ser compatibles... como ahora yo te echo de menos a ti. —se dio por finalizada la ceremonia, pero a lado de Martha, una figura se acercó y colocó su mano sobre el hombro de la jovencita

—¿Qué se supone que debo buscar después de él? ¿Qué nos queda hacer ahora?

Owen, con arrugas bajo los ojos por la falta de sueño, y mirada perdida, le respondió conectando su vista con la de ella —Seguir. —poco a poco, el resto del Caos les acompañó. Carolynn sorbió su nariz y Jeremy colocó una sola rosa blanca

—Se relaciona con la inocencia de quien se fue, y su felicidad durante el tiempo que estuvo con nosotros —explicó con voz apagada. Nunca Jeremy se había visto tan desanimado y callado, pareciera que le habían cortado la lengua y quitado la alegría de su sonrisa

—Te prometo que ya no me quejaré que te guste el helado con dos esferas de vainilla y fresa, también dejaré de comer helado mentolado porque tienes razón, es horrible, y cuidaré consumir tanto azúcar —sollozó Bonny acurrucándose en los brazos de Owen

—Lamento que tengas que tengas que decirle adiós, y pasar por esto de nuevo —dijo Savannah refiriéndose a la pérdida de Mallory. Entonces, Martha extrajo de su abrigo una fotografía que había encontrado en la ropa de Charlie, dejándola a vista de los demás

—Cuando la hallé, pensé que lo ideal es que esté aquí, donde pertenece —la pegó con cinta adhesiva al cajón y se separó para contemplar la triste escena. El ojiverde y la ojiazul sonriendo... ahora haciéndolo en un lugar muy lejano —Están juntos, justo como debían, Charlie. Yo no te pude llevar a la luna, pero sé que ella lo hará en mi lugar —dicho esto, derramó unas cuantas lágrimas silenciosas y se marcharon de ahí


Al girarse, vio que en un árbol descansaba apoyado un joven de cabello azabache y grasiento, fumando un cigarrillo y mirando en su dirección. Tomando un respiro, Martha se armó de valor para caminar hasta él. Adam Melnik arqueó una ceja, esperando que ella le dijera algo. La pregunta que sabía era cuestión de tiempo que ella se hiciera.


—¿Qué hacías ahí, Bobby? —inquirió cruzándose de brazos. El chico dejó caer el cigarro y lo apagó, tomándose su tiempo —¿Por qué siempre tienes que quitarme todo lo que quiero? Donde tú estás, siempre causas problemas y...

—Lo de Ariana fue un accidente, y lo sabes. No me metas en esto —sus ojos, que eran naturalmente de un tono casi negro, se oscurecieron a más no poder —¿Quieres saber qué hacía ahí? Papá me corrió de la casa, así que fui al único lugar donde podía aclarar un poco mi mente. Decidí fumarme un cigarro cuando vi a Hendrick caminando por el bosque, se me hizo extraño, hasta que escuché el sonido de un disparo y fui a investigar... estaban cerca de mi puesto, así que no fue difícil hallarlos —metió sus manos a los bolsillos de su pantalón —Lamento, de verdad, la muerte de Charlie. Él no lo merecía. Era un buen chico.

Bajó la mirada, apenada —Gracias, y... lo siento, es solo que... no sé cómo sentirme, y no tengo por qué descargarlo sobre ti. Tú me salvaste la vida, y aunque no estoy segura de si quiero seguir con ella, gracias. Te arriesgaste tú también.

Adam asintió con seriedad —Tampoco es que fuera a perder mucho si algo me sucedía, o que a alguien fuera a importarle —jadeó una sonrisa sin gracia —Aún tienes muchas que vivir Martha, y debes hacerlo por él. No dio su vida en vano, recuérdalo. Aunque tú no se lo pidieras —dio unos cuantas pasas antes de detenerse —Yo en verdad quería a Ariana. —admitió terminando de alejarse


Después de la partida de Charlie, pareciera que todos los colores brillantes y cosas buenas del mundo se las había llevado el viento. Podría jurar incluso, que los pájaros dejaron de cantar, los instrumentos en la Academia fueron callados, y ahora solo un memorial yacía en frente de esta.

Porque uno nunca piensa que cuando te despides, esa realmente será la última vez, creemos que habrá más y más oportunidades. Pero la realidad es que no, ninguno tiene el poder del para siempre.

Y cuando volviera a casa, las partes rotas le estarían esperando en la oscuridad. Las mismas que él le entregó, y eran lo único que quedaba, solo que las suyas habían sido reemplazadas por unas más dolorosas, y esta vez él no estaría para unirlas.

Martha estaba segura de algo: siempre lo daría todo por él. Aun cuando no quedara nada en ella.




"Él se había llevado la primavera consigo. Y ella no sabía si algún día podría verla de nuevo"




꧁· Por esta noche — Charlie Gillespie ·꧂


Sí bno me retiro a llorar, digo, a dormir. Wenas noches

Recuerden que me ayudarían MUCHO votando, comentando, compartiendo la novela y agregándola a sus bibliotecas y listas+


Frida

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*cualquier error ortográfico/de dedo será corregido posteriormente






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