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«Después de que las flamas se apagaran»

25 𝖉𝖊 𝖆𝖇𝖗𝖎𝖑 𝖉𝖊 2020



El inicio de semana no había sido tan bueno, pues gran parte de la punta ataviada de naturaleza en el parque Rotary St-Anselme terminó por derrumbarse a causa del incendio que mantuvo a todo Dieppe despierto esa noche; aunque se iniciaron las investigaciones, fue imposible confirmar que alguien lo hubiese provocado, sin embargo, Charlie Gillespie, acostado en la camilla del hospital, sabía que no fue así.

Afortunadamente los estragos que dejó el desastre sobre él fueron moretones, algunos cortes en el rostro, tobillo izquierdo torcido (realmente esto fue por tropezar con una piedra en la oscuridad) y un esguince de segundo grado en su brazo derecho debido a un tronco que casi le caía encima... no obstante, también quedaba en él una profunda tristeza de solo pensar la cantidad de arrendajos grises que se desplazarían ahora que quedaban sin hogar, y cómo aquella colina que le era tan especial, no podría salvarse. 

Para el viernes 25 de abril, y a regañadientes de Jeanette, el ojiverde insistió en que nada le haría mejor que volver a sus mañanas rutinarias en las que desayunaba huevo frito junto a tostadas con aguacate previo a marcharse al único lugar donde podía ser él mismo: la Academia de Artes Pete's. Siempre era mejor fingir que nada había sucedido cuando en realidad todo pasó; pero ya no quería cargar con un dolor que también se le había vuelto tan costumbre como el andar en bicicleta, que, por cierto, ya no podía montarla hasta nuevo aviso.

Con ayuda de Owen Joyner y Jeremy Shada, terminó de vestirse y acomodar el cabestrillo en su brazo, que, de a momentos, le provocaba espasmos dolorosos extendiéndose hasta su espalda y punta de los dedos de la mano. Tener una parte del cuerpo inmovilizada es una mierda, solo alguien que lo ha padecido sabe a qué me refiero.

Por alguna extraña razón, que hasta el día de hoy se preguntan, lo recibieron en la entrada del colegio con regalos, palabras de aliento y una que otra felicitación, como si hubiese sido el héroe de alguna victoria.


—Solo sonríe, disfruta y dame esos chocolates si no piensas comerlos —claro que el chico de melena dorada le sacaría provecho a la reciente popularidad, su sonrisa resplandecía atrayendo miradas de chicas. Jeremy y Charlie se miraron cómplices, negando la cabeza desaprobatoriamente. A duras penas lograron abrirse paso entre el gentío que se aglomeraba al inicio de las clases, con flores, peluches, carteles y muchas golosinas en brazos (Charlie no, claro está, pues estaba lastimado y eso le venía bien a Owen de usarlo como excusa para ser prioridad en la fila de la cafetería) —Gracias a ti recibieron la llamada de emergencia y lograron contener el fuego que pudo arrasar con todo el pueblo, Charlie. Por supuesto que eres un héroe, y... MI mejor amigo, sí señores, Big G —al instante, quienes escuchar al rubio hablar en voz demasiado alta, vitorearon. Para Charlie era sumamente embarazoso vivirlo

—¡Yo pido las plantitas! —todos recibían los premios que el ojiverde merecía, aunque realmente le daba igual. Jeremy no dejaba de parlotear a las macetas que regaló la profesora de Biología y encargada del huerto orgánico e invernadero que instalaron en el patio más escondido de la institución como apoyo al medio ambiente, fomentar las tres R y alimentos orgánicos —Mira, esta ya tiene un tomatito bebé.

Charlie torció la mirada —Como sea, comienzo a pensar que mamá tenía razón sobre quedarme reposando. Me tienen ya harto de gritarme casi en el oído, la cabeza me punza —exageró tumbándose en una butaca de al fondo, pero ni así dejaba de llamar la atención. De hecho, uno de los obsequios guardaba un papelito con un número telefónico —No puede ser.

—¡Hey! Si no te sirve a ti, a mí sí —Owen guiñó el ojo con picardía a un grupo de niñas que cuchicheaban soltando risitas tontas para llamar la atención —Señoritas —las saludó con un tono silboso —¿En serio no te gusta esto, ser el centro? Por favor, Charlie, no me digas que prefieres volver a ese aburrido papel en el que...

—¿En el que todos me odian y toman por monstruo? —cuestionó arqueando una ceja, sin gracia. Sus amigos guardaron silencio y bajaron la vista al suelo —Esto es solo el inicio, Owen, como si no supieras que ya que se les baje la fiebre agradecida empezarán de hipócritas a esparcir rumores y decir que era lo menos que podía hacer para empezar a enmendar mis imperdonables errores. En una semana volveré a ser el Charlie Gillespie del que todos hablan . No me extrañaría que se inventaran, nada nuevo, que yo fui quien provocó el incendio —admitió con pesadez, soltando un hondo suspiro que movió con suavidad los pétalos de un ramo de flores que le causaban alergia

—Yo ya lo he escuchado —dijo esta vez Jeremy con toda la sinceridad, mejor prevenir que lamentar, pensó

—¿Ves? —el rubio esbozó una mueca y asintió arrepentido —Tampoco falta el que no se traga las palabrerías y me sigue tirando pestes, así es la gente, llenan sus bocas de veneno pero se ahogan con su propia saliva después. —bajó las piernas del asiento vacío de enfrente y calló. La maestra encargada del taller de poesía entró al salón, educadamente saludando a todos y alabando a Charlie 

—No no no, mira acá —los tres amigos vislumbraron el atisbo azul que cruzó cerca de ellos —Creí que ya habían hecho las pases.

—Bueno, ciertamente no la entiendo. Un día estamos bien y al siguiente somos desconocidos, como sea... —aunque Charlie la seguía mirando, cada movimiento despistado de Martha; su mandíbula de apretó, tan dura como la frialdad con que veía a su amiga —La primavera ya no existe para mí.

—¿Y entonces por qué aún la miras como si lo fuera? —la pregunta quedó flotando entre ellos, pues, justo cuando el ojiverde pensaba responderla, la profesora se dirigió a él, mencionando algo sobre una tarea que asignó a inicio de semana

—Tranquilo, cariño, entiendo que no hayas podido hacer el trabajo...

—De hecho, sí lo hice, profesora —dijo respetuosamente interrumpiéndola; por los siguientes cinco minutos, la mujer no dejó de poner a Charlie como un ejemplo a seguir, etcétera etcétera, sus palabras tomarían varios párrafos, así que omitamos esa parte

—Martha, cariño, ¿has hecho el trabajo? —cabizbaja, y con un asentimiento tímido de cabeza, tomó una buena bocanada de aire para armarse de valor y caminar hasta el centro de la clase, con una hoja de papel en manos que realmente no necesitaba, pues se había repetido los tristes versos una y otra vez

—En los primeros días que el sol iluminó la bahía de Dieppe, encorvada, y sobre un acantilado infinito, se encontró una figura vestida de blanco, con cabellos rizados y brillantes volando al viento. Era una mujer hermosa con la forma de un ángel carente de alas, alguien se las había cortado tiempo atrás, esperando que, sin él, no pudiera volar por sí sola. La gente murmuraba cómo podía existir tanta belleza en las ruinas, y es que ellos aún no entendían... —en ese instante, su azul cruzó con el verde de la persona que sí le causaba mariposas en el estómago —No tenían suficiente imaginación que les dejara ir más allá... Siempre ver más allá, y si al menos hubieran intentado, habrían encontrado maravillas de las que no se percataron antes. Quizá, si las cosas hubiesen sido diferentes, se preocuparían en juzgar menos la sensatez de caminar habiendo perdido su regalo más preciado, que la hacía ser un ángel, y más en preguntarse por qué casi se podían ver sus alas sangrando por la espalda, y cómo estaban tan frágiles que podrían romperse como papel. Alguien necesitaba con urgencia pegarlas por ella, pero, al no haber nadie dispuesto a meterse en problemas, creyendo que había sido expulsada del cielo, ella concibió con las últimas gotas escarlata que brotaban de ella, una criatura diminuta que la hacía más fuerte. Lo que no sabían, es que el ángel aprendió a volar de nuevo. Y, cuando llegó su momento, se quitó las plumas restantes para dárselas a ese pequeño ser, y así, completarle las alas por las que volaría en favor de ambas —al terminar de relatar esas últimas palabras, Martha se enjuagó en lágrimas y, disculpándose, pidió permiso en salir; sus pies iban corriendo, presurosos de marcharse

—¿Qué haces?

—Ella no está bien, Owen —se deshizo con su brazo libre de la mano del rubio enroscada en su muñeca, y también él abandonó el aula; la señorita Clair llegó a entenderlo, pues todos se habían enterado de la muerte de Mallory


Mientras Charlie buscaba a Martha en los lugares más lógicos, por otro lado se presentaba una escena distinta a lo que alguien pensaba que encontraría.

La ojiazul, en la azotea de la casa de su abuela, poco a polvo empolvándose, sostenía una botella de licor junto a unas cuantas pastillas en su otra mano. A su lado, Delilah maullaba con tristeza... ella también extrañaba a Mallory. A esa Mallory que le compraba su alimento preferido y le hacía mimos en la panza cuando Martha no estaba de buenas, la que le regalaba bonitos lazos que presumir en su cuello, y, de vez en cuando, le limaba las uñas y rascaba detrás de las orejas.

Para adentrarnos un poco a cómo se sentía Martha después de una emboscada como aquella, necesitamos plantearnos una metáfora que, si bien no a todos gustará, era simple y sencillamente la verdad de sus emociones: imaginemos las páginas de un libro, una tras otra sin parecer tener un fin, vacías y blancas, esperando por ser escrito así no fuera perfecto, sin importar qué tantos errores podían cometerse como poner un punto final equívoco, o la coma en el lugar erróneo. ¿Se entiende mejor?

Martha pasó su azulada vista por el alcohol y las píldoras de colores chillones. ¿Qué opción escogía? Muchos dirían que la más fácil, y que quitarse la vida es de cobardes. Pero no, uno jamás lo entenderá si no has vivido tanta mierda como ella, que día a día tenía que aguantarla hasta quedarse sola cargándola; si no has pasado por situaciones similares, mucho menos comprenderás la presión en su pecho. Su vida era como una balanza de sacrificios, siempre se daría una cosa por obtener la otra. Y Martha, oh, nuestra querida Martha estaba cansada de nadar contra corriente, de cualquier forma... nunca tuvo muchas opciones.

Su canción favorita sonaba de fondo en el viejo teléfono, ¡Qué fácil era terminar con todo!, se dijo dando un largo trago, degustando aquel familiar sabor fuerte que quemaba su garganta. ¿Así se sentía ser libre? ¿o aún necesitaba saltar al vacío? Esa oscura nada plagada de niebla.

Estaba lo suficientemente agotada como para también tener que lidiar con su propia muerte en un día, así que, dejándolo para la próxima ocasión, guardó las pastillas en su suéter, y tambaleándose, logró abrirse paso entre las escaleras que la devolvían al interior de la casa, y se sirvió un buen plato de cereal con leche. Justo cuando tomaba el primer bocado, la puerta se abrió, y, sobresaltándola un poco, unos segundos más tarde, Charlie estaba en el umbral de la cocina.


Martha arqueó una ceja, buscando explicaciones —¿Ahora irrumpes mi casa? —el alcohol noqueaba parte de la seriedad

—¿Por qué no me visitaste? —soltó de golpe primero que nada; la chica esbozó una mueca, sin embargo contestó su pregunta, después de todo, se lo debía

—Podría enumerar las veces en que te he fallado, pero jamás cuándo tú lo has hecho... porque, a diferencia de mí, no ha sucedido, al menos aún no. Realmente creo que decías la verdad sobre que nunca lo harías —sonrió de lado antes de proseguir —Arruiné nuestro lugar preferido, he preferido a otra persona antes que a ti, y ahora por mi culpa casi mueres. Charlie... sí fui al hospital, llegué hasta la puerta de tu habitación, pero me arrepentía, así que cada mañana decidía marcharme. Porque no tengo ningún derecho de estar ahí, no lo merezco después de cómo te he tratado. —admitió nada orgullosa, ahora Charlie no estaba seguro de si había querido escucharla o no

—Creo que a estas alturas deberías saber que no pienso huirte —le tendió una mano, y, aunque en ese momento no se estaba despidiendo, el contacto entre sus dedos sobre los de ella fue sumamente cálido —Pasé al supermercado y encontré gelatina con brillos, supongo que se prepara igual que la normal, espero que tenga buen sabor. También podemos leer esto y... 

—Necesito decirte algo —lamentó Martha con culpabilidad, extendiendo un sobre. Charlie no era el único que escribía cartas. Y justo como la primera vez, solo que esta vez con propósito, la ojiazul vació los bolsillos de su abrigo dejando caer las píldoras de colores una por una, tintineando sobre el podrido suelo de madera

El ánimo de Charlie decayó en un milisegundo —¿Planeabas hacerlo? —Martha asintió sin bajar la mirada, y empinó la leche que quedaba en el cuenco, ahora chocolatosa por los granos del cereal —Mar...

—Por favor no sigamos, porque si lo hacemos, temo que terminemos lastimándonos —le interrumpió con cansada pesadez 

—Martha, yo nunca te lastimaría.

Lo estás haciendo... lo estamos haciendo a ambos, pensó. Y ese no es el punto de querer, no si duelen mutuamente —No me refería a ti —se sorbió la nariz —¿Por qué volviste? Pensé que te habías ido definitivamente... creo que así nos habríamos evitado esta clase de situaciones comprometedoras. —su cielo volvía a nublarse 

—No sé por qué sigues pensando que me quiero ir —Charlie frunció el entrecejo —Cada día es una nueva aventura que no sé qué esperar en absoluto; tal vez quieras comer lechuga con mantequilla de maní, a veces te da por tejer algún suéter para Delilah y Mint o quieres ir a un centro acuático a pesar de tenerle miedo a los toboganes y que haga mucho frío. —aquello le sacó una sonrisa a Martha, junto a esas orbes azules empañadas de lágrimas —¿En serio no lo ves? Me gustas tú y solo tú. Te prometí que nunca te dejaría, y pienso cumplir mi promesa. Quiero quedarme... aún si eso significa que no me escojas a mí, yo siempre seguiré aquí para ti. Porque soy tu amigo.

—Mi mejor amigo. —le corrigió al tiempo que se lanzaba a sus brazos. Charlie la estrechó con fuerza, transmitiéndose a ambos la fuerza que les quedaba —¿Te planté, te rechacé, y aun así sigues aquí?

—Nadie decide de quién enamorarse. No sé qué somos exactamente, pero lo que sea que seamos, es especial para mí y pase lo que pase me aseguraré de que siempre estés bien. Yo no soy como tu padre, o Adam, ni ningún idiota que hayas conocido.

—Sí eres idiota.

—Bien, eso es cierto, pero un idiota lindo con bonita sonrisa y sentimientos puros. Nunca dije que la Física sea mi fuerte. —se defendió, y bueno, hay que admitir que es un argumento válido —No puedes hacer nada por cambiar el pasado. Así que no gastes tu tiempo presente en arreglar lo roto y céntrate en no romperte en el futuro.

Pasado. Detestaba arruinar el momento, pero Martha recordó lo que vio los últimos días, y claro, lo que su abuela se encargaba de contarle —¿Quién es Ellis?

—¿Qué?

—Siempre hablas del pasado y sobre no poder arreglarlo, como si lo conocieras tan bien... ¿qué sucedió en realidad, Charlie? ¿por qué tú también escapas de él con igual o más urgencia que yo? —fue directa, con sus manos escondidas en el suéter para que el ojiverde no notara su temblor

—¿De dónde sacaste eso? —la voz de Charlie sonaba vacía, e inconscientemente, caminaba hacia atrás, alejándose de ella

—He investigado por mi cuenta —no era una completa mentira, tenía que aceptar que en parte se convirtió en una especie de Enola Holmes —¿El nombre tachado sobre la piedra en el escondite de Caos? ¿Que tus amigos siempre te excusen a ti sobre algo que no quieren contar? ¿Savannah y Carolynn? ¿Sus reuniones secretas en las que no me invitan y se excusan con que no pueden contármelo, y que recurra a ti? ¿Los rumores que se dicen? —okay, suficiente información para que Charlie la asimilara en una situación como la que se presentaba

—Los has escuchado —se veía molesto, y ofendido, no le gustaba que escarbaran en su basura

—Sí, lo he hecho. —Martha se cruzó de brazos: había dado en el clavo —Quieres que confíe en ti, pero últimamente me es imposible hacerlo al recordar todo lo que dicen. Se portan como si hubieran cometido el peor error, ¡como si hubieran asesinado a alguien! —Charlie permaneció callado, y ella, se llevó ambas manos a la boca. El joven que tenía enfrente lucía muy diferente al que conocía, pues este tenía los labios hechos una fina línea, el entrecejo fruncido, mirada oscurecida y un aspecto temible —Ustedes... tú... Ellis está muerta, ¿cierto? Y tienen que ver con eso.

Charlie dio un paso hacia Martha, pero ella retrocedió, temiéndole; claro que él lo notó, sintiéndose mal... sin embargo no quería decir nada, no aún —No lo entenderías.

—Por supuesto que no lo haré si no me explicas, ¿en serio pretendes que después de esto confíe en ti? —reclamó ya furiosa, cruzándose de brazos del otro lado del comedor —Te he contado mis cosas más personales, dijiste que podíamos ser nuestro lugar seguro. Te he visto sufrir y sin embargo, entre más intento recordar, no sé nada de ti. No lo importante. Tú nunca contestas mis preguntas y quiero comprender el por qué. Solo quiero ayudarte...

—¡Pues no lo hagas! —explotó gritando al igual que ella; a este paso no sabría decir quién se encontraba más molesto —No me ayudes, Martha. Después de todo, quizá tengan razón en que soy un monstruo. —por primera vez desde que lo conocía, se sintió herida —No sé de dónde has sacado toda esa información, pero créeme, ahí no hallarás ninguna respuesta. Y te aseguro que, si sigues indagando, no creo que te guste lo que encuentres —le advirtió con mirada severa, llevándose una mano a su revoltoso cabello —Es la última vez que te lo digo, y no, no pienso hablar del tema. Son mis asuntos y es una falta de respeto que estés jugando a ser Sherlock Holmes....

—Enola Holmes —lo corrigió cortante; Charlie simplemente puso los ojos en blanco, siempre tan testaruda a pesar de estar enojada —Que, para tu información (te digo que debes de leer más), es su versión femenina puesto que es su hermana menor. —presumió chasqueando la lengua

—Es en serio, Martha. No tienes idea de que te estás metiendo con fuego —y no, realmente no lo decía por él

—¿Tan malo es lo que hiciste?

—No tienes ni idea. —confesó con la voz hecha un hilo, y una sonrisita odiosa. Suspiró cansado y, en lugar de golpearla o algo parecido (Martha ya estaba alucinando con un asesino en serie que, ya que sabía su secreto, acabaría con ella), le sorprendió besando su frente —Nunca te vayas o te despidas, sin decir te quiero. Nunca.

Seguía paralizada cuando Charlie caminó, así que, sin poder evitarlo, lo detuvo. Porque no importaba lo que hubiera hecho (en ese momento no se lo dijo), ella jamás podría odiarlo. Porque lo quería, y nunca temió enamorarse de él —Estaba rota, ¿y aun así te gusté? —su pregunta tomó desprevenido al ojiverde, pues lo primero que pensó sería que le diría una desfachatez de insultos y amenazas. Pero no. Ella le estaba preguntando por sus sentimientos, los reales hacia su persona

—Desde el día uno supe que eras tú, sin siquiera pretenderlo, solo entendí que me tenías a tus pies. Aún lo haces y sé que deberé acostumbrarme a que así sea siempre, aunque no me quieras contigo. Y si me preguntaran mil veces a qué tiempo me gustaría regresar, mil veces les diría que al día en que nos conocimos. —sus palabras causaron en Martha un hormigueo que casi la hacía caer de bruces —Yo también estoy partido en mil pedazos a mi manera, Martha. Y a pesar de eso, te amo hasta con el corazón roto.

—Entonces supongo que otro corazón roto no cambia mucho ¿no? —murmuró ella con una sonrisa triste. Sus mejillas se humedecieron, y él frunció el ceño, confundido —No puedo estar contigo, Charlie. Te quiero, pero estoy harta de que toda mi vida siempre me hayan mentido, y si no puedo confiar en ti...

—Lo entiendo, y créeme, no pudiste tomar una mejor decisión —esta vez fue turno de Martha al desconcertarse, ¿ahí quedaba todo? ¿no lucharía? —Perdón por no ser lo que quieres. Lo intenté.

Martha negó —Lo eres. Pero no soy lo que yo quiero. Y también yo he sido quien la ha cagado, por primera vez creo que yo soy la responsable del desastre que he convertido mi vida, y Charlie, no tienes que cambiar por alguien. No si no es para bien. —le dijo con madurez, tragando grueso —De todas formas, no creo que hubiera funcionado. Soy una persona inestable, y mereces algo mejor en tu vida; perdón. Espero que puedas entenderme que lo nuestro no puede ser.

—Tú aun no lo has entendido. —Martha no estuvo presente cuando el castaño tomó la chapa de la puerta al mismo tiempo que esta se abría, y, tras ella, llegaba Eliza Schneider. La mujer se mostró incrédula de que él se tomara el atrevimiento en haber ido —Ya no se tiene que preocupar por mí, pero, por favor, ¿al menos podría darle esto?


Sus labios arrugados sonrieron con cinismo y asintió, tomando una carta con preciosos y delicados dibujos pintados a mano en el sobre, y cerrando tras el chico. Espió hasta que se aseguró de que nadie veía.

Entonces, tiró la carta en el bote de basura de su habitación, y se limpió las manos para ir a preparar una cena rancia.




"Un día me dijiste que te parecía extraño cómo el mundo se detenía dentro de tu dolor, pero para el resto nada cambiaba. No te equivocaste, mi Mar, porque mi mundo se detuvo desde el día en que te conocí, para rodearte a ti y solo a ti."







꧁· Por esta noche — Charlie Gillespie ·꧂


Chan chan chan... les voy a spoilear algo chiquiiito: en el próximo capítulo se define algo que se han estado preguntando muuucho

Y también pongan MUCHA atención a las frases finales y las que están en negritas en los caps

Recuerden que me ayudarían MUCHO votando, comentando, compartiendo la novela y agregándola a sus bibliotecas y listas+


Frida


tw: glowraeken

ig: fridainandi


*cualquier error ortográfico/de dedo será corregido posteriormente

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