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«El ojo del huracán»
18 𝖉𝖊 𝖆𝖇𝖗𝖎𝖑 𝖉𝖊 2020
—¡Charlie, espera! —gritó inútilmente, pues él no miró atrás y siguió su camino como si el viento no se hubiese visto sacudido por un hilo de voz. Habría seguido corriendo tras él si no fuera porque se encontraban a una buena distancia, y sus piernas cortas no lograrían llegar a tiempo, además, tenía una cosa pendiente aún que hacer —Y se fue.
—Yo también me habría ido —admitió la afrocanadiense tirando a la basura la envoltura de un chocolate
Martha, con cara de pocos amigos, la volteó a ver —Okay, ¿de qué lado estás Abonny? —le preguntó cruzándose de brazos, claramente irritada, y es que desde la discusión que tuvo con Charlie Gillespie, habían dejado de hablarse y todo parecía ir cuesta abajo las últimas semanas. Extrañaba sus ojos verdes, pues además, el chico tenía varias faltas en clase
Bonny rodó los ojos, detestaba que la llamaran por su nombre completo aunque la diferencia fuera de tan solo una letra que para ella marcaba la diferencia —Del tuyo, claro... excepto esta vez y ya te dije por qué, no me hagas repetirlo, ese chocolate me ha dejado sedienta y olvidé mi botella de agua —respondió cruzándose de brazos y siguiendo el paso rápido de Martha —¿Y ahora qué?
—¿Me vas a acompañar entonces?
La morena soltó un suspiro profundo —No puede ser, ¿sigues con lo mismo? —aunque se quejaba, no dejó pasar la oportunidad de ir a la par de su mejor amiga, pues por muy en desacuerdo que se encontrara con ella, prometió siempre estar ahí
—Sí —dijo francamente Martha, rebuscando algo en su mochila —Escucha, Bonny. Ellos nos están ocultando un secreto, algo grueso. ¿Qué tal si son una especie de secta y nos quieren usar para un ritual? Eso explicaría por qué nos pidieron pertenencias, algo con que sintiéramos conectadas.
—Mmm... dudo que te quieran a ti, digo, eres blanca. En cambio, yo no, pero sigo sin creer que sea el caso. —a continuación, Bonny le enumeró los motivos que las mantendrían vivas —Por lo contrario, pienso que si están escondiendo algo es por una buena razón, y nosotras no deberíamos de meternos en sus cosas, capaz la persona que viste su nombre ya ni siquiera se lleva con ellos y es por eso por lo que la olvidaron. Yo también lo habría hecho.
—¿Me olvidarías a mí?
—Sabes a qué me refiero —la ojiazul comenzó a jugar con unas piedritas en el suelo, empujándolas con cada paso que daba, mientras Bonny trataba de mantener el equilibrio sobre el filo de banqueta por el que andaba, esperando que los años tomando clases de gimnasia surtieran efecto
—Será rápido, lo prometo.
Aún sin estar muy convencida, no rechistó (casi) durante todo el trayecto tomando buses y taxis hasta llegar a una zona conocida de Dieppe; se trataba de un conjunto de casas elegantes pintadas en tonos claros, con porches delanteros de jardines esplendidos y tejas color tabique, sin embargo, lo que alguna vez fue un vecindario nuevo que solo los más ricos podían costear permanecer en una de esas pocas viviendas, terminó siendo reemplazada, pues con la tecnología y modernización al paso de los años, el lugar perdió popularidad y otras constructoras ofrecieron mejorías en distintas áreas de la ciudad, en zonas céntricas y remodeladas. Ahora, las residencias frente a ellas se trataban de viejas anécdotas que perdieron valor, el cual podías comprobar al contactarte con los números de todos esos carteles que decían EN VENTA adornando los patios.
Sin embargo, aquella casa frente a la que yacían, era una de las pocas que aún conservaban sus dueños.
—Vamos, toca. —Martha, nerviosa, miró mal a Bonny —¿Qué? Me pediste que te acompañara, diciendo que sería rápido, y no pienso perderme el festín que pidió Amelia ahora que tu madre volvió a casa —silencio, así que, a regañadientes, la morena tomó la mano de su amiga guiándola al timbre. A Bonny no le causaba gracia estar ahí, pues además de ser un lugar solitario, Dieppe no era tan seguro como antes —Excelente, no están, vámonos —le sonrió dándose vuelta después de varios minutos sin obtener respuesta, dispuesta a marcharse cuanto más rápido de ahí
—No, espera —los ojos azules de la única hija Taffinder se asomaron por las ventanas cerradas y con cortinas corridas, sin embargo, la casa por dentro lucía deshabitada, inclusive algunos muebles yacían tapados con mantas, dejándola más confundida de lo que ya estaba. —No entiendo...
—No necesitas entender, muchachita —ambas jóvenes se sobresaltaron al escuchar una voz ronca y cansada interrumpiéndolas. Girándose, quedaron de frente a una viejita de piel muy arrugada que vestía una bata rosa y sandalias de plástico que con tremendo sol, serían calientes contra el suelo —Se marcharon hace mucho tiempo.
—Ave María Purísima —internamente, Bonny pensó que la mujer que lucía tan flacucha era la mismísima calaca dándoles un buen susto por entrometidas. Se persignó tratando de recobrar la respiración
—¿Usted los conoce? —Martha se atrevió a hablar, acercándose a la anciana. Bonny tenía ganas de gritarle que dejara de ser tan confiada, no quería ser raptada
—Los conocía, esos Gagnon eran una familia numerosa y adinerada —comenzó a decir caminando hacia lo que era su casa. Les hizo señas de que la siguieran —Venían de Francia, con sus pertenencias costosas y reliquias. Pero es lógico que después de la tragedia con su única hija, se fueran de aquí, sobre todo con las habladurías de la gente y las conjeturas que se inventaron en ese entonces, aunque nunca se supo qué ocurrió exactamente —Bonny suspiró, deseando tener al alcance su inhalador, pues ya pensaba ella que nada de eso le traía buena pinta: su teoría era que esas casas estaban embrujadas, razón perfecta del por qué nadie las compraba —Entren, vamos, me llamo Susan pero pueden decirme Susy —les abrió la puerta a la vez que se presentaba
Bonny le lanzó nuevamente una mirada acusadora a Martha —Espero no terminar dentro del caldero de una bruja solo por aceptar unos dulces —dijo quitándole la envoltura a unos caramelos y llevándose todos a la boca
—¿Unos dulces...? —junto a la puerta, en una mesita de entrada, había un bowl de golosinas para las visitas, supuso. Bonny ya había tomado varios en un puño y discretamente los guardó en su bolso —¡Bonny! —la regañó en voz muy baja
—¿Qué? Ya está grande, dudo que aún pueda escuchar bien y que alguien la visite —al final, terminó por verter todos los caramelos para ella, con Martha negando desaprobatoriamente
—¿Gustan un poco de té?
—No, gracias —y es que dentro de la casa, el clima era bochornoso y caliente, muy caliente, como un hervidero con olor a jengibre —Entonces, ¿nadie vive ahí? Es una lástima, mi amiga y yo pensábamos hacerles algunas preguntas... sobre un nombre. Ellis, ¿usted sabe quién es? —Martha tendió una fotografía a Susy, partida por la mitad
Parecía que el efecto Ellis que Martha había visto en el rostro de varias personas, se contagiaba, pues la viejita se veía más pálida de lo que ya —¿No se saben la historia? —Susy les miró con un aire misterioso, antes de caminar con su joroba hasta una mecedora de cara a ellas. ¿De qué historia hablaba? —Me temo que es impertinente de mi parte traer recuerdos del pasado, por respeto a la familia. No sé qué estén buscando aquí, señoritas, pero les aseguro que no encontrarán las respuestas en este lugar. Los Gagnon eran famosos por su jugosa fortuna, sin embargo, la mala suerte también les acompañó siempre, y se les relacionó mucho con justa razón a la familia Gillespie. Yo tenía catorce años cuando los Gagnon llegaron a Dieppe, de eso yace mucho tiempo, como se habrán dado cuenta. —rió con ternura
Entonces, Bonny miró la fotografía, frunciendo el entrecejo —Ellisiare Gagnon —Susy y Martha la miraron, extrañadas, mas la chica permanecía casi estupefacta. —No puede ser... —recuerdos nítidos y especulaciones arrastradas por el viento eran sus únicas memorias de ese tiempo, tan inmadura y distraída para percatarse de los rumores a su alrededor —Sé lo que decían, y puedo asegurarle que Charlie no tiene nada que ver.
Susy sonrió con gentileza, y asintió —Veo que conocen a la familia Gillespie.
—Gracias por su tiempo, pero creo que debemos irnos. Andando, Martha, tu madre espera —sin detenerse, tomó a su mejor amiga de la muñeca jalándola a la puerta
—A ustedes, gracias por venir. Disfruta los dulces, cielo, son bajos en azúcar, y es verdad, casi no tengo visitas.
—¿Podrías explicarme qué fue eso allá dentro? —la ojiazul se soltó de su agarre una vez que estuvieron afuera
Bonny la tomó de los hombros, mirándole con seriedad —Martha, ¿de dónde sacaste ese pedazo de fotografía?
—Mi abuela la tenía escondida.
Con un mal sabor de boca, Martha y Bonny regresaron a casa, donde Mallory y Amelia las esperaban con la comida lista y música de fondo; el ambiente estaba tan animado, que la ojiazul dejó de pensar en el nuevo embrollo que se había metido. La madre de Martha se veía ligeramente mejor, un bonito turbante cubría su calva, y varios collares de tonos brillantes rodeaban su cuello, con las cuentas tintineando en cada movimiento que hacía al cocinar y bailar.
Todas se movieron al ritmo de Don't Stop Believin' luego de recoger la mesa (Bonny aun masticando un trozo de alita de pollo a la BBQ), y Mallory hizo magia con sus dedos sobre el piano.
Se llegó la medianoche cuando decidieron que era hora de acostarse; Martha seguía dándole vueltas al asunto, denotando su ansiedad en sus uñas mordidas y la manera en que sus dientes se aferraban a sus labios. Sin embargo, eso no le impidió acompañar a Mallory a la cama, acostándose a su lado justo como cuando era pequeña, con la diferencia que ahora su madre estaba hasta los huesos, y sus brazos delgaduchos la rodeaban.
—¿Estás bien, mein kleiner Vogel? Conozco esos ojitos cuando estás sobre pensando algo.
—Mamá, ¿tú que pensarías si crees que conoces a una persona, que termina siendo alguien completamente diferente a lo que te gustaba de ella? ¿que te oculta secretos muy muy muy malos?
—Me estás describiendo a tu padre —bromeó, pero Martha la miró con seriedad —¿Qué tan malos, Mar?
—Que haya sido capaz de lastimar a alguien.
Mallory tomó un buen respiro antes de hablar, comenzando a acariciar el cabello de Martha que ya crecía desde la última vez que lo recortó —Cariño, a veces tenemos que tomar decisiones que nos van a partir el corazón, pero también nos van a dar paz. También creo en las segundas oportunidades, y en que debemos escuchar las dos versiones de la historia, sobre todo tomando en cuenta quién te dio la primera. Sé que soltar a Charlie sería difícil... pero recuerda que necesitas pensar en ambos... en ti, y después en ti. Y no me mires así, ¿crees que me he tragado ese cuento? Por favor, he notado lo triste que está tu mirada desde que Charlie de la nada dejó de aparecerse por aquí... me estuvo visitando, en secreto, y se veía igual o peor —entreabrió la boca, dispuesta a hablar, mas volvió a cerrarla —Las madres lo sabemos todo, Martha —la mujercita de veintidós años desvió su vista arriba, mezclando su azul con el mismo que heredó de su progenitora; se sentía tan feliz de compartir aquella conexión con ella —Antes de conocer a Milton, en ese entonces estaba ya "demasiado mayor" para que alguien se fijara en mí, pero yo solo tenía la certeza de una cosa: no quería terminar viviendo una vida que no me gustara, que mis dedos no vibraran con el viento. Tu padre me hizo tantas promesas y solo me cumplió una, tenerte a ti, y en su momento, me hizo feliz. Y no importa cuán rota me haya dejado, mi corazón ha sobrevivido, y nunca más volverá a latir igual por alguien que no sea él. El amor gira en torno a mí, y yo giro en torno a él. —murmuró besando la frente de su hija, ambas cerraron los ojos, y Martha suspiró una vez más antes de caer dormida, con su cabeza apoyada justo donde podía escuchar los latidos de la mujer.
Pum. Pum.
Era un corazón, que a pesar de estar roto por los años, seguía latiendo sin cesar.
Martha Taffinder pudo dormir bien por primera vez desde hacía mucho. Y es que en los brazos de mamá, todo tenía sentido.
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A la mañana siguiente, fue una llamada rápida y breve la que alertó a todos. Charlie Gillespie no dudó ni un segundo en buscar sus viejos Converse antes de salir corriendo de casa de Jeremy, en la cual se había estado quedando desde que Neil, su padre, pareció resurgir a la vida. El cabello se pegaba a su frente por la lluvia que corría, habiendo hecho caso omiso de su bicicleta, pues en esos momentos tenía prioridades.
Sus zapatos patinaron en la acera húmeda justo cuando la puerta se abría, y de ella, salían paramédicos con un cuerpo sobre una camilla, sin embargo, este se encontraba cubierto por una sábana blanca.
Los ojos del joven se humedecieron antes de entrar, encontrándose con dos mujeres, una abrazando a la otra. Entonces, verde y azul se unieron por una fracción de segundo, justo como la primera vez. Martha negó con la cabeza, y un sollozo escapó de su boca antes de llevarse ambas manos a esta, dejándose envolver por Charlie en un caluroso abrazo, de esos que te hacían descansar el alma, sabiendo que si esta se congelaba, estarían ahí para devolverla a su forma original. Una preciosa y brillante.
Las noticias no tardaron en esparcirse, no obstante, era sorprendente lo tranquila que se encontraba Martha. Sus ojos cristalinos, hinchados por el llanto inicial, miraban vacíos a todos lados. La ojiazul, caminó hasta el ataúd, y suspiró; Mallory mostraba tanta calma en su rostro, parecía que estaba durmiendo, y esos brillitos en sus párpados se veían preciosos en ella. Su hija sonrió al mirarla, a pesar de tener el corazón ardiendo, y se inclinó para besar su frente.
—Cuando sientas que no encajas en este mundo, es porque fuiste hecha para crear uno nuevo. Uno mágico, donde los sueños se cumplen y los corazones jamás se apagan. Donde el mar... mi Mar... es inmenso, sus aguas son cristalinas, tan tranquilas yendo a su ritmo sin presión, y nos zambulliremos en ellas como los pájaros vuelan en el cielo que combina con su azul... mi azul. Y el tiempo, no existirá. Porque caray, sus manecillas van muy aprisa que nos hacen tropezar más de lo que deberíamos —citó recordando una repetitiva frase de Mallory —Pero mamá, olvidaste mencionar que incluso en medio de ese océano estaría el ojo del huracán, que me encontraría sola dentro del remolino del oleaje que cada vez me ahoga más y más llenando mi garganta, impidiéndome respirar y salir a la superficie, para solo encontrarme con unas nubes grises y esponjosas sin esperanza de ver el sol que una vez nos alumbró a ambas. Y, siendo sincera, no sé qué hacer con la tormenta que llueve dentro de mí ahora mismo... pero ya no tienes de qué preocuparte, es hora de que dejes de doler, porque crearé un mundo solo para nosotras, y ahí tú nunca te irás. Ich liebe dich, mama, ich liebe dich.
Lo que restó de la noche se basó en condolencias, algunas falsas, otras realmente sentidas; velas encendidas al cielo, flores esparcidas sobre el suelo, y un manto de estrellas gigantes al cual se le había añadido una muy especial.
Martha realmente no pudo dormir, pero, al menos, su madre era lo único que estuvo en su mente hasta que se llegó el momento de decir adiós, a la mañana siguiente de su partida, cuando todos se reunieron en el cementerio principal de Dieppe. Fue una ceremonia corta pero significativa, con pocas personas, mas las suficientes para despedir a Mallory; la mayoría se marchó, tan solo algunos permanecieron ahí, como Eliza y Martha, esta última sin haber dicho ni una sola palabra aún... hasta que Charlie se acercó hasta ella, poniéndose en cuclillas frente a la tumba.
—Mamá me dijo que la estuviste visitando —cada que pronunciaba esa palabra, "mamá", sentía su garganta quemar y un nudo formarse en ella, bloqueándola. El ojiverde asintió —Está bien.
—¿Qué?
—Me regaló momentos, adoptó a Delilah, cuando me sentía triste preparaba helado vegano y cuando aún teníamos algo de dinero, me compraba muñecas y jugábamos juntas. Los domingos practicábamos waterpolo, a veces eran retas de fútbol, y podíamos pasar toda una Navidad sin luz, con un solo candil... pero éramos felices, porque la velada se basaba en tocar el piano, comer restos fríos de comidas pasadas y pintar a oscuras los más tontos retratos. Me cuidó por veintidós años, y aunque he sufrido, me sentí tan malditamente feliz con ella. Y nunca podré dejar de estar tan agradecida por todo lo que hizo por mí. —Martha asintió para sí misma, ignorando las lágrimas acumuladas en sus bonitos ojos azules, uno de los pocos recuerdos que le quedarían de su madre —Ahora es tiempo de que descanse, y está bien. Ella estará bien, al igual que yo. —hacía unos meses, jamás se le habría pasado por la cabeza decir esto último
Justo cuando Charlie pensaba hablar, una voz detrás de ellos les interrumpió —Martha. —Milton Schneider, de mirada almendrada, se posó detrás de ellos, vistiendo prendas blancas al igual que la gente que asistió —Es hora de ir a casa.
Milton no debió de atreverse a decir aquello.
Con las mejillas húmedas y pegajosas, Martha se levantó quedando de frente a su padre, con sus orbes tan frías que helaban con solo un vistazo; tuvo que obligarse a solo apretar los puños para no saltar sobre él. En cambio, tomó un suspiro antes de volver a hablar.
—¿Casa? ¿Me vas a llegar a casa? —hizo un sonido gutural, una mezcla entre risa y sollozo. La voz volvía a fallarle, y gotitas inundaban una vez más su rostro rojizo por el llanto y el frío que hacía —Mi madre acaba de morir, a donde sea que vaya nunca podré llamarlo un hogar, o una casa, porque ella ya no estará y fue la única persona que la conformó conmigo después de que te fueras.
—Martha, por favor, no montes un espectáculo —gruñó el hombre notando cómo algunos se giraban a ver qué estaba ocurriendo
—¿Te avergüenza que saque a la luz lo que hiciste? —se secó inútilmente las lágrimas que continuaban brotando sin censura —¿Sabes cuál es mi color favorito? ¿El sabor de helado que prefiero? Porque te aseguro que ni siquiera estás enterado de lo básico en mi vida, y hoy simplemente vienes porque es tu obligación hacerte cargo de mí, no porque te interese realmente, pero a ojos de tus socios buscas verte como un hombre responsable que llevará a su primera hija a vivir con él junto a la familia por la que las abandonó a ella y su mujer. ¿Dónde estuviste el día que me fracturé y tuve que dejar el ballet? ¿La primera vez que atenté contra mi vida? ¿El día en que a mamá le detectaron el tumor? Seamos realistas, nunca te importé. Y de corazón espero que esto sea temporal. Te necesité por más de la mitad de mi vida. Ya no. Así que no pienses ni por un segundo que ahora lo haré. Porque nunca te deberé algo.
Milton, tragando grueso, caminó hasta ella tomándola del hombro —Cariño, estás alterada, entiendo que te esté afectando la muerte de tu madre, pero si quieres hablar algo hagámoslo en el coche.
Se soltó de él, señalando la tumba —Esa mujer, maldita sea, se partió el lomo por mí hasta el último jodido segundo de su vida. Ella fue quien veló por mí cuando me enfermaba, ella era la que dormía conmigo en el sofá roto las noches de tormenta... siempre fuimos ella y yo, solas, contra el mundo. Porque cierto hombre decidió ir a poner su amigo en otro hoyo y abandonar a su familia. Dime papá, ¿alguna vez mi madre no te recibió con un beso y una cena caliente? ¿Camisas lavadas y pantalones planchados? Para que fueras a quitártelos con otra mujer mientras ella creía estabas en el trabajo. Y para colmo, ni siquiera pudiste hacerte cargo. —gente se detuvo, comenzando a cuchichear sobre el pasado del arquitecto Schneider, un hombre supuestamente de prestigio y con algunos rumores flotando que ahora se confirmaban —Yo vi a mi madre sangrar de las manos con tal de obtener dinero para darme de comer, la vi llorar por noches seguidas, extrañándote... e ideando qué haría para que al siguiente día mi estómago no estuviera vacío a costa del de ella. Si tú no te hubieras ido, quizá las cosas no habrían tenido que ser así y ella seguiría aquí. Pero la vida no es justa y uno no recibe lo que da, porque ella lo dio todo y mira cómo terminó, bajo tierra cuando tenía toda la vida que yo quisiera sentir ahora... Por mientras, es a ti a quien tengo enfrente, y ella no volverá. Ojalá fueras tú quien estuviera ahí, y no mi madre —dicho esto, la ojiazul buscó huir, mas una mano arrugada la hizo parar
—No importa qué tanto desees volver el tiempo atrás, y vivirlo de nuevo. O lo mucho que quieras poder cambiar algo que ocurrió. No puedes volver atrás, necesitas seguir —citó Eliza con la cabeza erguida, y mirando fríamente a uno de sus tantos hijos. Martha tampoco sabía qué pensar de ella, a quien mucho menos debía de estar agradecida, sin embargo, no podía evitar recordar que tenía tantas preguntas que merecían ser respondidas, y solo la abuela podría contestarlas
El ojiverde, desde cierta distancia, cuidaba a Martha; la conocía lo suficiente para saber que quería marcharse. Martha llegó hasta ellos, refugiándose en otros brazos... unos que no le pertenecían a él, sino a un teñido de orbes claras. Charlie, con el corazón ardiendo de dolor, supo entender que ella no le pertenecía a él, ni mucho menos era un objeto por el cual debía pelear ganar. Martha era tan humana como el resto, y la dejaría ser feliz.
Se despidió la ojiazul con un murmullo, cabizbaja. A Charlie, una mano palmeó su pecho, impidiéndole seguirla.
—Vamos Charlie, ¿en serio crees que tenías oportunidad con ella? —sus ojos esmeralda se fijaron en Zion —Sé que eres más inteligente como para pensar lo contrario, eres mejor que eso... aunque... no sé si realmente seas mejor que el niñato asesino de Dieppe. Ya sabes, los rumores corren, y así como se entierran, pueden salir a la luz. Y créeme cuando te digo que nunca he visto un historial tan sucio como el tuyo... nadie quiere cerca a alguien con tu pasado. Bueno, ¡nos vemos! —burlón, y fingiendo alegría, fue tras Martha
Nunca verías en sus ojos el dolor que reflejaba cada palabra, como una estocada al corazón. Pero poco a poco, se iba rompiendo.
"Te llevo a todos lados, ¿recuerdas? A donde tú vayas, yo iré. Lamento no haberlo cumplido"
꧁· Por esta noche — Charlie Gillespie ·꧂
He tenido semanas difíciles a pesar de estar de vacaciones, mil perdones por tardar en actualizar:(
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De paso otra cosa que les quería preguntar, es si les llegan las notificaciones de Wattpad cuando actualizo, es súper importante si me pudieran decir jeje
Frida
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*cualquier error ortográfico/de dedo será corregido posteriormente
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