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«¿Has logrado ser feliz»
31 𝖉𝖊 𝖒𝖆𝖗𝖟𝖔 𝖉𝖊 2020
Eran finales del mes de marzo, y, aunque la primavera ya había llegado, particularmente esa mañana el frío azotó la ciudad en una magnitud, que, si bien no estaba nevando, el gélido aire de afuera te podía congelar los dedos.
Charlie Gillespie, con la nariz roja debido al clima y el cabello más largo y alborotado que de costumbre, lo que le traía pequeñas discusiones con su madre, y varias amenazas de ser trasquilado con unas tijeras de costura al dormir, terminó de retachar con clavos un banquito que serviría para la fiesta de la pequeña (no tanto) Meghan, su cumpleaños número veintiuno se acercaba, y al estar a punto de cumplir la mayoría de edad, la celebración se llevaría a cabo en una placita cerca de la casa familiar.
Como todo, su familia estaba acostumbrada a festejar y apasionarse con las decoraciones, por lo que inclusive sus amigos Owen y Jeremy se encontraban ayudando a elaborar ciertos objetos improvisados que utilizarían para la temática hawaiana por la que Meghan optó. Las manos del ojiverde estaban hinchadas, rojas y algo dañadas por el mal cálculo del martillo; no era nada nuevo que hiciera lo inalcanzable por hacerla feliz a ella y las personas que le importan. Agotado, limpió la capa de sudor de su frente y consideró ya había sido suficiente por ese día, aún quedaban algunas semanas, mas no les daría tiempo de acabar con los preparativos en caso de comenzar después.
Owen pasó sus brazos por encima de los hombros de Jeremy y Charlie —¿Saben qué? Se me antoja una cerveza del pub de El viejo Gánster.
El susodicho se trataba de un hombre nacido en el año de 1923 que participó en la Guerra Civil Canadiense de 1941 y la Dieppe Riad teniendo solo dieciocho años; Bob Chan, de espalda encorvada y ojos rasgados y arrugados en la actualidad, fue uno de los tantos prisioneros de guerra que Alemania tomó en su ataque, sin embargo logró sobrevivir, y a su corta edad, la gente que lo conoció lo dio por haber quedado loco debido a las batallas y la cantidad de muertes que presenció. Bob, años más tarde y honrado por las fuerzas armadas, se retiró al haber quedado cojo de la pierna izquierda y tuerto en su ojo derecho como estragos de lucha, mas eso no lo detuvo a abrir el primer pub y más antiguo de Dieppe. Desde entonces, en la barra de su local, junto a su fiel pipa y tosidos roncos por la edad, se dedicó a contar historias sobre la guerra y su vida, como el hecho de formar parte de una familia de Gánsteres, no obstante no se sabe a ciencia cierta si fue verdad o no, ya que pocas personas de dicha época se mantenían vivas para este entonces; algunos dicen que es parte de sus delirios para no recaer en la locura, otros afirman que es verdad, pues la manera en que ingresó al ejército fue peculiar y poco se sabe de sus parientes, además de él poseer una buena cantidad de dinero, especialmente jugosa en esas fechas de desastre, ganándose el ser nombrado por sus relatos como El viejo Gánster.
—Cerveza de raíz —Shada le dio la razón con una sonrisita boba
—Qué asco —Owen arrugó la nariz, pues personalmente detestaba aquella bebida. Miró a Charlie, que se mantenía más callado de lo normal desde hacía días —¿Qué opinas, Big G? ¿Vienes con nosotros?
Charlie sonrió de lado y negó con la cabeza —Saben que me encanta la limonada de ese pub —y que él no ingería bebidas alcohólicas; lo tenía prohibido por ciertas razones que solo unos pocos conocían, mas ese tema también no debían tocarlo —Pero tengo que ir por Meghan al estudio de baile —respondió lamentándose, pues le encantaba pasar tiempo con sus amigos; siempre habían sido ellos tres contra el mundo, algo así como los Tres Mosqueteros —Aunque... creo que podría escaparme un ratito después de dejarla en casa. —Jeremy y Owen se miraron cómplices dándose cinco mutuamente
—Creí que tu madre le prohibió ir.
—Bueno, las madres dicen muchas cosas cuando están enojadas. Y nunca subestimes a una mujer de 1.60 de estatura.
—Ajúaaa, en realidad nunca subestimes a una mujer —lo corrigió dándole la razón —Entonces te esperamos allá, no tardes —el rubio, encendiendo un cigarro y exhalando el humo, se despidió con un ademán, perdiéndose entre la esquina de una calle junto al otro ojiverde, a quien molestaba despeinando su cabello bien lamido del copete con mucho gel
—¡Hey! El hecho de que a ti tampoco te guste peinarte no te da derecho a arruinarme el estilo, ¡me tardé media hora en verme bien para Carolynn en nuestro aniversario! —Charlie sonrió una última vez antes de que sus voces se ahogaran en la lejanía
Poniéndose manos a la obra, se montó en su bicicleta amarilla y pedaleó tan fácilmente acostumbrado a su fiel compañera, tomando la calle contraria a Owen y Jeremy, cruzando con cuidado no sin previamente mirar a ambos sentidos, pues nunca se sabía qué loco podía ir ebrio al volante o decidir no respetar los semáforos; desde que Charlie consiguió el velocípedo, Jeanette no dejaba de repetirle que tuviera cuidado.
Disfrutó del oxígeno que le transmitían los cientos de árboles bailando en la vereda unos minutos antes de detenerse frente al estudio de baile de Jeanie, aquel que frecuentaba desde que su hermana decidió inscribirse. No aseguró la bicicleta, pues no pensaba tardar. Y justo a tiempo, con el reloj de Dieppe marcando el tiempo, jovencitas y chicos abrieron la puerta y comenzaron a salir.
Pero ninguna de las niñas era Meghan.
—No puede ser, le dije que no se tardara —se pasó una mano por la cara, alborotándose las cejas con frustración. Charlie detestaba la impuntualidad, le generaba ansiedad, y sabía que su hermana se inspiraba tanto que a veces se demoraba más de lo que debía. No la culpaba por ello, pero tenía planeado regresar con sus amigos, y temía que no le esperasen pensando que no llegaría después de todo
—Hey —una vocecita tímida llamó su atención. Se trataba de Leslie, una bailarina mayor que él por dos años y cercana a Meghan, y, a ojos de muchos, secretamente gustando del menor varón Gillespie, es decir, ¿quién no?
La miró con esos brillantes ojos verdes que podían hacerla temblar con tanta facilidad —Hola Les —saludó con su apodo a la pelirroja, quien se llevó los dedos a un mechón de cabello y lo pasó por detrás de una de sus orejas perforadas con varios aretes delicados
—¿Qué te trae por aquí, Charles Gillespie? —se cruzó de brazos juguetonamente, mofándose de su nombre a modo de burla. Él sonrió divertido
—A tomar algunas clases de ballet —bromeó haciéndola reír como si hubiese sido el mejor chiste del mundo —Creo que es obvio que vengo por moffo, todos sabemos que soy torpe en el baile.
—¿Meghan? —los brazos de Leslie cayeron a sus costados, y su entrecejo se frunció —Ella se fue sola hace un buen rato, Charlie. Dijo que sucedió en casa una emergencia, salió corriendo, parecía que había visto un fantasma. Rafa, su novio, se ofreció a llevarla pero no aceptó y se marchó por su cuenta a media clase —le explicó rápidamente con preocupación.
Charlie sintió que sus pulmones fallaban.
¿Una emergencia en casa? ¿Su hermanita sola por las calles a esa hora?... ¿MEGHAN TENÍA NOVIO?
Desesperado, y ¿por qué no decirlo? Un tanto ofendido, le agradeció a la pelirroja y regresó por su bicicleta. Distraído, por primera vez no respetó ciertas señales de tránsito y mucho menos se detuvo hasta que estuvo frente al buen vecindario en el que vivía. Dejó el transporte tirado en la acera húmeda, al parecer alguien había regado recientemente las flores de la entrada y podado los arbustos.
Sin saber qué le esperaba ahí dentro, tomó una buena bocanada de aire antes de subir los cinco escalones hacia la puerta, y giró la chapa. Una ráfaga de viento helado se abrió paso haciendo mover ferozmente las cortinas en el interior, atrayendo la mirada de siete personas sentadas en la salita principal. Incluso las llamas que crepitaban en la chimenea temblaron, y algunas velas encendidas se apagaron con un susurro dándoles un aspecto tétrico en sombras a las caras que miraban a Charlie.
Todas con algo en común: ojos verdes, mas ningún par tan bello y exótico como los del menor.
En cámara lenta, y como si el tiempo se hubiese detenido, el chico repasó cada rostro de diferente forma, uno por uno.
Apenas y reconocía a Michael con su barba crecida, mirada hundida y su usual corbata dentro del traje estaba chueca, parecía que había hecho todos los intentos en jugar con ella hasta que se deshiciese el nudo que la sujetaba.
Patrick también estaba cambiado desde la última vez que lo vio, años desde que sus hermanos no se dignaban a volver a Dieppe; tal vez Eliza tenía razón después de todo. Mangas de la camisa remangadas y el cabello despeinado.
Ryan, quien estudió historia y posteriormente decidió explorar el mundo de mochilero con su novia, sostenía la mano de la rubia, Danny, que ahora gozaba de un vientre abultado claramente por un embarazo avanzado. ¡¿Primero Meghan con novio y ahora iba a ser tío?!
¿Qué mierda está pasando con el mundo?, se preguntó mentalmente. Pero sobre todo, ¿qué hacían ellos ahí? La familia parecía completa, incluso una persona sobraba, ¿es que había muerto un pariente lejano o algo por el estilo? ¿La emergencia era que Danielle estaba esperando un bebé de Ryan, su pareja por los últimos siete años...acaso se iban a comprometer? Su hermano nunca había querido casarse ni siquieraestando de novio con ella.
También, en un sillón reposaban Meghan y Jeanette, tan parecidas como una gota de agua, eran quienes más se asemejaban a Charlie.
—¿Qué pasa, por qué tan callados? Meghan, fui por ti al estudio y no estabas, ¿es que no podías avisarme? Me preocupé, quedé de ir con los chicos al pub, no siempre tengo mucho tiempo ¿sabes? Que sea la última vez que...
—Hay alguien que quiere verte, Charlie —lo interrumpió de esas pocas veces que hablaba con tono severo. Realmente su rostro tenía el color de hojas blancas de papel, y sus ojos estaban hinchados, lo que la delataba de haber llorado. Pero no se veía triste.
Entonces, la séptima persona, y desconocida para Charlie Gillespie, se levantó.
Era un hombre sumamente alto, quizá 1.90 de estatura. Tenía el mismo tipo de barba que Michael, solo que la de él estaba canosa por los años y el peso que estos conllevaban sobre su físico. Cejas pobladas y claras, y, al igual que su barba, el cabello entre blanco y un poco de castaño, y una nariz puntiaguda y afilada. Sin embargo, Neil Gillespie seguía siendo un hombre apuesto y fornido que llamaría la atención de cualquiera que caminara tranquilamente en la calle, pues tenía una postura intimidante y su presencia llenaba huecos en las habitaciones.
Charlie sintió que no respiraba, y además, que el corazón y el tiempo se había detenido dentro de la casa si es que eso era posible.
La última vez que vio a su padre... ni siquiera la recordaba con claridad, pero Neil aún mantenía esos ojos verdes vidriosos que lo miraban con adoración, esa sonrisa vieja que recordaba el pasado entre excursiones a las montañas y libros de especies exuberantes. Su cabello también había crecido, pero verlo seguía despertando en Charlie un dolor agonizante, la clase de dolor que te hace caer de rodillas y bloquea tus sentidos. La caída más hermosamente dolorosa de todas.
—Has crecido tanto —se atrevió a hablar dejando escapar unas lágrimas. Dicen que los padres no tienen preferencia, pero vaya que Charlie y Meghan fueron los únicos de sus hijos que lo acompañaban a donde fuera, y que, los últimos años, no se avergonzaban de lo raro que podía ser su padre con las pequeñas cosas, como caminar en público y exclamar en voz alta el nombre científico de un pájaro, o cantar junto a su pequeña niña canciones infantiles al tomar el autobús —Sé que esto te parecerá extraño, pero puedo explicarlo.
Lo siguiente fue la reacción de Charlie, devolviéndolo a la realidad; una realidad que nadie se esperaba. Su cuerpo se fue sobre el del hombre aún a pesar de saber que no le ganaba en fuerza y altura, pero no podía evitar el remolino de emociones en su estómago, el mismo que le provocaba náuseas. Sus uñas rasguñaron el rostro de Neil y dio un golpe seco contra su pómulo; la espalda del hombre chocó contra la pared trasera luego de que su hijo empujara los cuerpos de ambos casi haciéndolos caer. Inclusive sintiendo piel contra piel, su tacto, su calidez... seguía pareciéndole irreal que estuviera.
—¡Charlie! ¡Por Dios! ¿QUÉ HACES? ¡Suéltalo, es tu padre!
—¿EXTRAÑO? ¿QUE ME PARECERÁ EXTRAÑO? ¡Esto es inhumano! ¿Cómo puedes siquiera tener la sensatez de decir que una explicación bastará para entender esto? —le recriminó sin soltarlo del cuello de su camisa. Neil ya no ponía resistencia, solo miraba y asentía, con su mujer inútilmente tratando de apartar a Charlie
—Estás en todo tu derecho de encontrarte molesto...
—¡POR SUPUESTO QUE LO ESTOY! —los bonitos ojos de Charlie sí, volvían a brillar, de nuevas lágrimas formándose en ellos cada de unas caían —¿¡Dónde estuviste todos estos años, eh!? ¿EH? Abandonaste a tu familia, a tus hijos, a tu niña pequeña. Nos dejaste, solos, en la quiebra. Todos estos años llorándole a literalmente una maldita tumba vacía intentando sobrevivir, ¿eso te parece justo? ¿EH? ¡Contesta, no te quedes callado! —volvió a estamparlo contra la pared, Jeanette gritó detrás pidiéndole detenerse. Las tardes depositando flores en jarrones, las madrugadas pidiendo consejos a una lápida, el llanto contra la piedra, ahora lo hacían sentir estúpido —Dime, ¿has sido feliz? ¿HAS LOGRADO SER FELIZ? Porque acá todo se ha ido al carajo, ¡todos nosotros! Tu esposa, tus hijos... yo, papá, yo.
—Y estoy aquí para reponerlo.
—¿Cómo siquiera piensas que podrás reponer casi doce años de ausencia, de mentiras? No tienes ni puta idea de mi vida. —exclamó con la garganta desgarrándose en dolor y coraje —¡Hace cinco minutos te creía muerto! ...Se suponía que estabas muerto —su voz se quebró en esto último, señalando hacia afuera
Neil intentó colocar una mano sobre su hombro —Sé que te dejé cuando eras solo un niño. Pero la recuerdo a ella. Desde que me fui he estado al pendiente de ustedes aunque no lo creas, Charlie... no me marché del todo, necesitas escuchar la verdad, tus hermanos y tu madre ya lo han hecho, te juro que cuando lo sepas entenderás, confía en mí. ¿Cuándo te he menti...? —se cortó a sí mismo, pues la pregunta en ese momento no era el indicado —Jeffrey, supe cuando ocurrió lo de...
Jeffrey. El nombre que solo su padre usaba, el que él supiese eso... —No te atrevas. —soltó su cuello de golpe, dejando al hombre respirar, mientras él se alejaba de un salto como si sus palabras le hubieran quemado las manos —Porque no lo sabes, papá, no lo sabes. No puedes solo irte y volver, pretendiendo que todo estará bien. —poco a poco fue dando pasos hacia atrás, acercándose a la puerta —¿Que confíe en ti? —soltó una risa carente de emociones, frío como un hielo, oscuro como un agujero negro, vacío —Puedes ahorrarte tus malditos años, promesas y palabras conmigo, yo no te acepto, y no te las creo. Ni siquiera me interesa que lo expliques, sigue siendo lo mismo para mí. Sigues siendo el mismo hombre que un día me prometió un mundo solo para nosotros, lleno de aventuras, y al siguiente se marchó. —para ese momento, incluso Jeanette se había alejado de Neil, y cubría su boca con las manos ahogando su llanto —¿Sabes lo que sentí cuando desperté y tú no estabas a lado de mi cama? ¿Con un muffin y tocando la armónica? ¿Cuando supe que no habría más aventuras a las que juraste llevarme contigo? Sea lo que sea que haya pasado, tú lo sabías. —volvió a acercarse a él, y tomándolo fuertemente del rostro, apretó las heridas que le causó, haciendo que estas supuraran hilos de sangre entre sus dedos —Mírala. Y mírala bien, maldita sea —se aseguró que aquellos ojos que tanto detestaba haber heredado, se fijaran en su madre —Tú no estuviste para ver cómo esa mujer caía de rodillas, cómo lo dio todo para sacar adelante a cinco caritas que la esperaban a diario con más comida de la que les podía dar... nada me hará olvidar los gritos de mi madre por las noches, los llantos ahogados en las paredes, las veces que debía de correr a cambiar la cama de Meg porque las pesadillas le provocaban vómitos y mojar las sábanas, soportar que mis hermanos prefirieran irse a la primera oportunidad. Pero está bien, al menos aprendí a ganarme la vida miserable que nos dejaste. —le sonrió con amargura antes de soltarle bruscamente, haciéndole daño en los rasguños —Si lo que buscas es que te dé las gracias, lo haré, porque tengo mucho de dónde comenzar. Gracias por romper a las únicas personas que tenían tu respeto, gracias por apagar nuestra luz y desgraciarnos, gracias por haber destruido a tu familia. Ellos podrán perdonarte, ¿pero yo? Y escúchame bien. Yo, jamás.
—Sé que te duele, pero haré que vuelvas a confiar en mí. Sanaremos juntos, Charlie.
—Inténtalo en vano, no funcionará.
Neil, con el borde de su playera, se limpió el líquido escarlata que aún brotaba —El viejo Charlie sabía que no debía subestimarme.
—Así fue hasta que rompiste la promesa más importante. Lo que conociste, lo que creías conocer, las personas en tu vida, ese viejo Charlie... no están más. —a él también le escocía decirlo en voz alta, puesto que no estaba mintiendo —Hazte la idea que te fuiste por más de una década, las cosas no ibas a encontrarlas justo como las dejaste. La gente también tiene que seguir ¿sabes? No tienen que detenerse ni siquiera por y para ti; no les quites también ese derecho, suficiente vida y felicidad ya les has robado para que un futuro también. —la pequeña Meg sollozó en los brazos de Danny —El mundo se detuvo cuando te marchaste, por mucho tiempo, pero al final, volvió a girar y a cobrar sentido. Sí tenías razón en una cosa: que siempre llega algo mejor, y por eso tú te fuiste. Porque no lo eres, y merecemos más que lo que te convertiste. Tú tampoco eres el hombre que yo conocí; no eres el padre amoroso que daba todo por sus hijos, el que cargaba a Meg en sus hombros y compraba helados los domingos a todas las personas que estaban ahí... sino el que los dejó a ellos por conseguir un todo para él solo. A fin de cuentas, todos somos egoístas, ¿no?
—Charlie...
—Hazte a un lado, Meghan —apartó la mano pálida de su hermana y salió corriendo, ignorando la bicicleta y prefiriendo desahogar sus silenciosas lágrimas al tiempo que recorría las calles a paso veloz; con la vista empañada, tecleó un mensaje rápidamente antes de retomar su camino. Trotó tanto hasta posarse en esa casa y tocar repetidamente al timbre hasta que la mujer abriera —Usted lo sabía, ¿cierto? ¿¡A eso se refería!? —insistió sacudiéndola de los brazos.
Eliza solo sonrió, haciendo que él la soltara —Mi hija y yo reímos con gusto en su cara cuando fue a buscarla —fue suficiente para que el ojiverde huyera arrepentido
Pero parecía que aquel día, la suerte no estaba de lado de Charlie.
Sabiendo a qué lugar se dirigía, y con quién esperaba verse, a pesar de la hora optó por tomar los callejones oscuros y solitarios que acortarían el trayecto, sin embargo, justo al girar la última esquina para poder ver el parque a la lejanía, chocó contra un cuerpo visiblemente más alto que él.
Cabello café oscuro, ojos clarísimos y una sonrisa socarrona que apestaba a cigarro entre sus labios delgados y rojizos. El chico apartó de su boca un porro y acomodó el pelo largo cayéndole sobre la frente, antes de hablar:
—Oh oh, ¿a dónde tan rápido? Tranquilo, estás en buenas manos —lo detuvo con sus amigos detrás inspeccionando si podían aprovecharse de aquel jovencito. Entonces, notó de quién se trataba y chasqueó la lengua complacido —Charlie Gillespie, parece que el destino sigue juntándonos, quiere que volvamos a ser inseparables ¿recuerdas? Como en los buenos tiempos, principito —saludó de entrada, burlándose al hacer una reverencia frente a él, haciendo reír al resto excepto al ojiverde
—No estoy de humor, Hendrick —murmuró con seriedad, tratando de pasar de él, empujando su hombro. Los amigos del castaño soltaron audibles "Oh", con un tono incitador a pelea
Escuchó al ojiazul caminar tras él —Ay, ¡no puede ser! ¿el bebé de mamá está llorando? ¿dije algo que te lastimara, malos recuerdos? ¿mami no te ha dado teta? —rieron de nuevo, como si se tratase de una gran broma —¿O eres el niño de papá? Ah, cierto, olvidé que no tienes, perdón —se disculpó fingidamente. Al escuchar sus palabras, sintió el impulso de golpearlo —Murió hace unos años, ¿no? Recuerdo cuando mi madre sacó a tu familia de la casa porque no podían seguir costeando una renta. Hay ciertas cosas que no cambian, ¿cierto, Charlie? —siguió diciendo al tiempo que encendía otro porro y se recargaba en un poste de luz a su lado, gozando el momento —Que con el tiempo no se van, a diferencia de las personas a tu alrededor. ¿Cómo era ese dicho? Algunos tienen todo, pero a la vez nada. Me pregunto cómo aguanta tu pobre corazón todo eso, primero él... después ella. Eres una desgracia —dijo escupiendo a los pies del ojiverde
Charlie no soportó más la humillación y el coraje que debía de pasar desde hacía tiempo... sus puños tampoco lo hicieron, y los nudillos en sus manos se rompieron cuando acertó un buen golpe directo en la nariz respingada (ya no tanto), de Hendrick, haciendo que su cabeza rebotara en el tubo y haciéndolo dar traspiés antes de acabar en el suelo.
Sin esperar a que alguno de los acompañantes del castaño lo apremiaran a golpes en bola, aprovechó su distracción ayudando a Hendrick a levantarse, antes de echarse a correr como cobarde; una bala era insignificante en comparación de la velocidad de Charlie. Ya imaginándolo, escuchó pasos tras él; el chico no se detuvo hasta que se coló a través de una rendija caída del parque Rotary St-Anselme.
Temeroso, pues sabía no era el único que buscaría escurrirse a las instalaciones aunque con distintos fines, se adentró a los caminos entre el bosque hasta llegar a una colina en particular escondida a ojos de todos, pues además de ser muy empinada y de aspecto peligroso para subir, la seguridad del parque y Dieppe en general no era la misma de antes, por lo que nadie buscaría llegar hasta ahí.
—¡Maldita sea! —azotó sus palmas en el fierro del barandal oxidado y flojo, mirando al cielo con sus esmeraldas cristalinas, aceptando lo roto que estaba, dejando fluir sus emociones contenidas en gotitas y sangre en sus manos —¿Por qué no me fui contigo cuando lo pediste? —se lamentó a las estrellas con dolor en su voz —... porque soy un maldito cobarde.
Una vez que se desahogó a medias contra el viento y el suelo, se dejó caer bajo el árbol. Había esperado por tanto tiempo a una persona, pero ella no se había aparecido en el lugar. Rendido, y sabiendo que debía buscar dónde pasar la noche, puesto que por más molesto que estuviese no podía quedarse a dormir ahí (ganas no le faltaban).
Sorbiéndose la nariz y limpiando sus mejillas con el dorso de su ropa, se puso en pie y caminó cuesta abajo, con sus zapatos arrastrando la tierra y el césped. Cuando llegó al inicio del camino, y miró la motita de luz entre la lámpara que iluminaba solo una parte, escuchó un murmullo a sus espaldas.
—Charlie —los ojos azules de Martha lo miraron mientras trataba de recuperar el aliento. Ya que su respiración se reguló tan solo un poco, caminó hasta él sin percatarse de las heridas y las lágrimas en la mirada triste de su amigo —Perdón... pensaba venir antes, pero estaba con Zion. ¡El lado positivo es que ya estoy aquí y...!
—¿Con Zion? —la interrumpió frunciendo el ceño, y sintiendo sus orejas palpitar —Por una vez te pedí que vinieras porque necesitaba apoyo... ¿y estabas con Zion?
—Yo no sabía, digo, no sé qué sucede y tampoco te explicaste, no sabía que era urgente —se excusó rápidamente adquiriendo la misma expresión que él. Fue que vislumbró gracias a la luz las lágrimas que volvían a agolparse en él, cayendo como cascadas silenciosas salpicando su ropa —Charlie... ¿qué pa...?
Trató de acariciar su mejillas, pero, de nuevo, él huyó de cualquier clase de contacto; era como si ahora fueran una señal de peligro... como si solo un toque pudiera hacer que las grietas terminaran de romperlo sin opción de iniciar desde cero, aunque ¿en serio quería volver a intentarlo? —No es importante —respondió con dureza y se alejó, ignorando los llamados de Martha —Supongo que no todas las personas pueden darlo todo —le dijo girándose lo suficiente antes de dejarla sola
Sus pasos hicieron eco en el silencio de la noche... una noche que ahora recorría solo. Porque ella ni siquiera había intentado enmendarlo e ir tras él, simplemente lo dejó ir, como si no lo valiera.
Los recuerdos del pasado lo atormentaban... lo llevaban de vuelta a esas madrugadas entre peleas, bebida y entumir el dolor; no eran las mejores maneras, pero al menos podía descansar de él por unas horas hasta que el efecto del alcohol y otras sustancias nocivas dejaran de adormecerlo al despertar en una banca pública.
El pub aún tenía gente, pero Owen y Jeremy no se veían por ningún lado, así que, aprovechando que no había nadie que pudiera impedirle hacerlo, ni siquiera él mismo, tomó asiento frente a la barra y pidió el primer trago.
"—Porque tú me quitaste todos mis colores.
—¿A dónde vas?
—Con alguien que me los devuelva."
꧁· Por esta noche — Charlie Gillespie ·꧂
Lamento si me ausenté unos días, he tenido una semana muy difícil que no me permitió concentrarme para avanzar capítulos, además que en mi ciudad ha estado con tormentas y los servicios de luz e internet fallaban mucho:( De corazón lamento la demora a esas personitas que, aunque son pocas, siguen ahí leyendo lo que escribo humildemente y con mucho esfuerzo u-u muchas gracias
Recuerden que me ayudarían MUCHO votando, comentando, compartiendo la novela y agregándola a sus bibliotecas y listas+
Frida
tw: glownandi/glowraeken
ig: glownandi/fridainandi
*cualquier error ortográfico/de dedo será corregido posteriormente
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