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«El escondite»

24 𝖉𝖊 𝖆𝖌𝖔𝖘𝖙𝖔 𝖉𝖊 2019 

Por la tarde...



El ojiverde partió de la casa en punto de las seis, después de años sin haber estado en aquel lugar, deseaba ir al que tanta tranquilidad le daba... el mismo donde podías sentirte en la cima, y esta, al llegar, poseía la más hermosa de las vistas. Charlie casi podría jurar que, si levantabas una mano, podrías tocar las esponjosas nubes. Era una buena analogía que le gustaba repetirse, pues esperaba sentirla el día que se cumpliera hasta el último de sus sueños. 

Lo que Charlie no sabía, es que pronto, uno se sumaría a la lista, y se posicionaría en el puesto número uno.

Con una pequeña mochila colgando de su espalda, bien equipada para pasar el resto de la tarde y parte de la noche ahí, se dio a la tarea de partir pues no quería que la puesta del sol le ganara. Cuando Gillespie tenía catorce años, descubrió con su mejor amiga el sitio al que se dirigía en ese momento: un pequeño escondite en lo alto del parque Rotary St-Anselme. En invierno, al nevar, era aún más precioso.

Naturalmente, las familias visitaban en dicha locación las áreas de juegos o paseaban en bicicleta, dependía mucho de la temporada en la que se encontraran. Pero esos dos chiquillos se fueron por algo diferente. Caminando entre los amplios y frescos senderos con los que contaba, se perdieron; fue entonces que dieron con una pequeña colina formada en los límites del lugar. Era un mirador al aire libre, y los barandales oxidados no importaban mucho; daba la apariencia que estaba abandonado, y la gente lo dejó en el olvido. El castaño aún podía recordar cómo fue que hallarlo, los ayudó a volver a casa después de tal aventura. 

Casa...

Cuarenta minutos más tarde, alejándose del resto y embelesado con los alrededores —justo como la primera vez— subió el empinado cerrito en la punta más elevada de St-Anselme; desde su arribo, finalmente regresaba a la misma vieja rutina. Y el mirador, era como retroceder al pasado, posicionarse en un recuerdo mas no en un paraje.

Para su sorpresa, alguien más había acertado con su lugar favorito.

La persona, cubierta del frío con una campera negra y la capucha puesta, ni siquiera se inmutó en moverse de ahí. Como si no estuviera nadie más que ella.

Charlie decidió dejarlo pasar, evitando pensar que era algún malandrín; su madre le comentó como últimas noticias, que las cosas en el pueblo habían cambiado... y tornado extrañas. Sabía que debió de haber avisado de su salida, pero el escondite seguía siendo un secreto para él, y así lo mantendría por siempre. Por fortuna, el espacio era amplio, murmuró un inaudible saludo y se sentó en el otro extremo, pasando sus piernas por debajo del frío pasamanos y dejándolas colgar en el vacío. No le preocupaba la distancia, pues una caída hacia el barranco sería corta y este solo hecho de tierra.

Analizando el paisaje, notó ciertas variaciones en el ambiente. Habían talado algunos pinos, pues extendieron las áreas dentro: ahora, se contaba con numerosos lugares para comer, así como áreas de picnic y juegos. Creyó recordar que Jeremy comentó sobre una zona acuática con toboganes incluidos.

Charlie jadeó una sonrisa, rememorando la resbaladilla de pintura rojo brillante en la que solía jugar cuando iba de paseo con su familia todos los domingos; ahora, no era más que una de las diversiones olvidadas, con el color craquelado y destartalándose del material. ¡Y los columpios en los que Meghan se enredó! Ahogó una carcajada. Vaya que fueron buenos momentos; una punzada de nostalgia invadió su pecho. Los tiempos no eran los mismos, y las personas tampoco.

Después de un rato en silencio, optó por colocarse sus auriculares, sin embargo, un llanto se lo impidió. Comenzaba a oscurecer, no obstante, Charlie distinguió a la figura que yacía a unos metros de él. Era una chica.

Cabello café oscuro y algo corto, aunque lo suficientemente largo para escapar de la prenda que cubría el resto de su rostro. Dio algunos hipidos, dejando a la vista las lágrimas que surcaban sus pálidas mejillas. 


Estaba consciente que no debía de meterse en los asuntos de los demás, pero el joven de ojos verdes era tan empático que ver a alguien sufrir o llorar, a él también lo partía en mil pedazos —Hey —la llamó con timidez, preocupado por la desconocida —Sé que... no es de mi incumbencia pero.. no tienes que decirme —añadió rápidamente esto último, asustado por la reacción que ganaría gracias a su nerviosismo —Solo... mmm... por lo que sea que estés pasando, no durará por siempre. Estarás bien. —le aseguró con tranquilidad, casi compartiendo el mismo dejo materno de su madre al hablarle

Lo siguiente, aunque era lo que esperaba, lo sobresaltó un tanto —¡Cállate! —gritó la mujercita, comenzando a sollozar. Ocultó el triste semblante entre sus dedos —Todos dicen eso y nada mejora... —su voz era apenas un silbido parecido al viento, su presencia también. Entonces, un pequeño frasco con pastillas escapó de uno de los bolsillos de la campera

La mirada de él se ensanchó al notar lo que ocurría... él había interrumpido el escalofriante cometido de ella. De solo pensarlo, los vellos se le pusieron de punta —Y-yo... —su mente viajó a otra parte lejana a ambos, su pecho parecía apretarse ante lo sucedido. Acercó una mano para guardar rápidamente el botecito, pensando en que quizá ella querría tomarlo; pero eso no ocurrió. Ni siquiera se molestó en mostrar otra expresión que no estuviera destruida. En cambio, descubrió una conocida y azulada vista que lo dejó estupefacto —Ah-h y-y-o... déjame ayudarte —volvió a extender el brazo en su dirección, ofreciéndole un soporte definitivo, en sus planes no estaba abandonarla

—Búscate tus propios problemas y déjame en paz. Lo que fuera a hacer, es algo que te no te concierne, niño bonito —escupió ella con clara molestia, poniéndose en pie dispuesta a bajar por la colina, pasándolo a traer. Sin embargo, la voz de Charlie la detuvo una vez que salió del trance

—A veces la segunda oportunidad te la tienes que dar a ti, no a otra persona —la llamó en un tono alto, haciéndose escuchar; pareció funcionar, pues se giró de reojo a verlo

Frunció el ceño, confundida —¿Quién dice eso? —omitió finalizar con un "porque es idiota". Pese a que la fémina le agradó escucharlo; era su mal humor quien funcionaba por ella esos instantes, y el día tampoco ayudaba mucho

—Un viejo amigo —contestó Charlie, esperanzado de poder hacer algo por ella; sabía que después de esa tarde, le costaría demasiado recuperarse, y él estaba dispuesto a no dejarla caer. Al darse cuenta de sus palabras, quiso echarse a reír... claaaaaaro, ¿Mario Benedetti fue su amigo? ¡Qué va! —A propósito, me llamo Charlie. Charlie Gillespie.

No supo descifrar lo que mostraban los ojos de la callada niña, y esta se limitó en asentir —Lo sé. Yo soy Martha —se presentó, sorprendiéndolo pues parecía que sus palabras lograron un buen resultado —Martha Taffinder —dicho esto, volvió a darse vuelta y él, pararla

—Es válido brillar con el alma rota —le dijo esbozando una pequeña sonrisa —Es posible hacerlo.

—Gracias —los dos adolescentes miraron hacia la oscuridad de los senderos, le gustaría acompañarla, pero el ojiverde consideró que ya la había molestado lo suficiente y ella era probable a negarse; quizá no la conocía, pero con presenciar su sola actitud, empezaba a hacerlo

—Ve con cuidado, supongo que te veré mañana, en la escuela —mordió el interior de su boca a causa, desviando su atención a los zapatos deportivos que decidió usar esa tarde —Si te pierdes, yo te encuentro... —Martha arqueó una ceja, en su interior admitiendo que le había causado gracia el chico nuevo —Digo... digo... me refiero a que, los senderos son confusos —se corrigió torpemente, rascando su nuca sin razón aparente —N-no... a que... ya sabes... yo... —cerró la boca, era la mejor opción cuando los nervios lo traicionaban

—Tranquilo, estaré bien —le aseguró ella, interrumpiéndolo y tan solo aludiendo al comentario anteriormente mencionado

—Ya he escuchado eso antes.

—¿Qué?

Mierda. Debía dejar de pensar en voz alta —Que nada —rió un poco, maldiciéndose a sí mismo por verse como un bobo completo. Que esta vez, no dejaré que alguien se pierda.




"Tú. Mi lugar favorito eres tú"







꧁· Por esta noche — Charlie Gillespie ·꧂ 


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Frida

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 *cualquier error ortográfico/de dedo será corregido posteriormente

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