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«El ratón y el trozo de queso»
20 𝖉𝖊 𝖒𝖆𝖗𝖟𝖔 𝖉𝖊 2021
Charlie miró la hora en su teléfono por décima vez en los últimos diez minutos; sabía que si la buscaba en su reloj de bolsillo, no encontraría nada, pues ni siquiera poseía manecillas; aún le causaba mucho interés el peculiar objeto con el que había dado hacía un tiempo.
Suspiró.
Y es que trataba de pensar en todo, incluso en sus problemas personales, con tal de no gastar su mente en ella: suficiente ya lo hacía la mayor parte del día. Se suponía que hacía una hora que debía de haber salido por la puerta roja a unos metros de él para reunirse, pero no había sido así, y tampoco ayudaba en algo que no respondiera al teléfono, al grado que Charlie estaba preocupado de si algo le ocurrió, pero su pregunta sería resuelta unos minutos más tarde.
Owen, con el cuerpo sudado por las clases de baile a las que Savannah lo metió sin su autorización, tomó un largo sorbo de agua de su termo y caminó hasta el ojiverde, negando para sí con la cabeza —¿Te volvió a dejar plantado? —preguntó directo, pues lamentablemente no era la primera vez que ocurría desde que apareció ese chico Zion en sus vidas, o mejor dicho, en la de Martha Taffinder
Charlie sonrió de lado con tristeza, y trató de apaciguar su voz para que no se notase lo decaído que se encontraba —Qué va, no... seguro se le hizo tarde —rápidamente encontró una excusa para que el rubio no lo mirara con lástima.
—Claro, ¿también ayer? ¿y hace dos días? ¿y las veces que ha estado cancelado las últimas semanas? ¿Debo de recordártelo siempre? —no tenía nada en contra de ella, pero Joyner detestaba ver a su amigo sufriendo por alguien que no mostraba interés en el esfuerzo de Charlie, dejando de lado lo romántico, sino la amistad que estaba pasando por alto. Martha a su vez había plantado al Caos en varias reuniones, y la mayoría ni siquiera se había acordado del error que cometió, que jamás se disculpó y ellos no se lo hicieron saber, ¿para qué? No cambiaba nada —En verdad espero que valga la pena, Jeffrey —la situación era seria si Owen lo llamaba por su segundo nombre, algo así como Martha diciéndole Charles... ¡Mierda! ¿Por qué volvía a pensar en ella?
—Sabes que ella es mi único escape de... de todo.
—¿Entonces dónde está? —Owen extendió los brazos a sus lados, mirando alrededor —Tú siempre estás, ¿pero ella lo hace realmente? —con ese pensamiento en mente, se despidió reuniéndose con el resto de sus amigos, que lanzaron una mirada triste a Charlie antes de marcharse. Pero ahí no acaba todo, pues el ojiverde pronto obtuvo la respuesta que esperaba desde hacía un buen rato
Las risas de dos jovencitas resonaron por la puerta roja, y de ella distinguió dos cuerpos: uno de tez negra y cabello peinado a rastas con un bonito bucket hat de estampado de piñas, y una chica rubia con chonguitos y diversos tatuajes en sus brazos —Espera aquí —Bonny Martínez dejó de reír cuando divisó a Charlie. Caminó hasta él con una sonrisa no muy feliz —¿Buscas a Martha?
—¿Tan obvio soy? —preguntó cansino, dejando reposar su cabeza en el tronco; tanto tiempo ahí sentado le provocó calambres y dolor de cuello
—Un poco —admitió ella sintiéndose mal por él —Charlie... ella se fue desde hace más de dos horas.
Martha lo había olvidado de nuevo.
Tragó grueso y se atrevió a preguntar, sabiendo que quizá no le gustaría nada la respuesta —¿Sabes dónde...?
—Charlie... —Bonny no sentía correcto que fuera ella quien le dijera la verdad después de todo. El ojiverde asintió, y con el rostro más pálido de lo normal, se levantó con pesadez colgándose la mochila en un hombro y el estuche de la guitarra en otra; su cuerpo dolía más que antes, el cansancio lo estaba agotando a diario, y nadie notaba esa tensión en su espalda encorvándose por un peso que no merecía cargar
—No importa, de todas formas ya me iba —trató de sonreír, pero salió más como una mueca esbozada —Gracias Bonny, nos vemos después —le dijo adiós con un ademán, y fue a paso veloz hacia la salida, lo único que quería era marcharse de ahí en busca de respuestas.
Respuestas que no encontraba en ningún lado.
Respuestas que tal vez ahora sabía dónde encontrarlas.
Charlie estaba consciente que si sus amigos se enteraban de lo que estaba a punto de hacer, no estarían de acuerdo, pero ¿acaso lo estaban alguna vez? Quizá, pero él quería oírlo de su boca, él necesitaba saberlo; no tenía derecho en reclamar nada, sin embargo, solo quería recuperarla a ella y la esperanza que le brindaba a su vida. Con la poca fuerza que le quedaba del día, usó su energía para montarse en esa bicicleta de color vistoso, y pedaleó hasta llegar al vecindario más desolado de Dieppe.
Cuando aquella mujer de ojos vidriosos abrió la puerta, Charlie, tan inocente como de costumbre, no pudo evitar pensar en que la tierna viejecita le invitaría a tomar el té y platicar un poco sobre su nieta, de hecho, le ponía nervioso que ella, como varias personas, se hubieran dado cuenta de sus verdaderos sentimientos hacia cierta chica de cabello desaliñado.
Martha, aunque trataba de ocultarlo, tenía un revoltijo de emociones en el estómago que no la dejaba comer, desde el día en que supo que estaba viva, después de años dándola por muerta. Sin embargo, y algo que disfrutaba el ojiverde en gran medida, era que compartiese con él de esos pocos recuerdos felices que la ataban con el pasado. Había escuchado que su abuela cocinaba postres exquisitos, talento culinario que en algún momento compartió con la buena Mallory.
Arreglándose torpemente el cabello largo (casi podía escuchar a Jeanette amenazándolo con las tijeras de costura), tocó a la puerta y se aseguró que el humilde ramito de flores que llevaba se vieran presentable; las había cortado en un matorral silvestre que encontró por el camino. Lo siguiente fue un sonido hueco, de un objeto golpeando secamente los tablones de manera, y entonces, la entrada se abrió dejando a la vista una mujer canosa y vieja, esta vez luciendo un vestido de seda morado de apariencia muy antigua.
Eliza Schneider siempre fue una persona elegante y deseada entre sus admiradores, claro está, hacía mucho tiempo atrás. El chico no podía evitar mirarla y pensar en que le recordaba a alguien, esos ojos, la postura... era como si una persona conocida hubiera reencarnado en ella.
Charlie sonrió educadamente —Buenas tardes...
—Pasa —secamente lo interrumpió, con sus ojos verdes mirando hacia afuera, como si quisiese asegurarse de que nadie estuviera presenciando la escena. Algo extrañado, mas tranquilo, el chico ingresó a la vivienda; ya con la puerta cerrada, señaló las flores
—Déjalas por ahí —ni siquiera agradeció el gesto, solo hizo un ademán a una mesita cerca de él que parecía no había sido limpiada en... años, pues la capa de polvo sobre esta era tan gruesa que el color original de su madera no se apreciaba a simple vista, al igual que las figuritas de cerámica. En general, Charlie debía admitir que la casa le resultaba muy oscura, fría... y ¿por qué no decirlo? Tétrica —Vamos, niño, toma asiento anda anda —señaló uno de los sillones, sentándose frente a él al otro extremo de la salita con el fuego encendido en la chimenea
Un silencio incómodo se filtró entre ambos, haciendo que se removiera sobre su lugar sin saber bien qué hacer, ¿qué le esperaba si ni siquiera Martha sabía cómo mantener una conversación con su propia abuela que recién apareció de entre las sombras? Charlie frunció los labios, jugando ansiosamente con sus manos —Pensé que Martha estaría aquí...
—Como podrás darte cuenta, no. Pero me alegra que hayas venido, así podemos hablar de ella. De Martha —de repente su mirada se había oscurecido tanto como la habitación, y un tic se hacía notar en la comisura de sus labios, como si le irritara su presencia —Charlie Gillespie. ¿Cómo está tu madre? ¿Sigue llorándole a esa tumba vacía? —soltó de golpe, sin inmutarse en aligerar el inicio de la plática —Siempre pensé que sería muy débil, se vio desde que su hermana murió cuando apenas eran adolescentes y su madre lo dejó todo por ese borracho, no las culpo a ninguna de las dos, yo también habría recurrido a las pastillas de haber vivido eso... sobre todo con el historial de depresión en tu familia. Pero sinceramente creí que demostraría ser más fuerte que eso. ¿Llorarle a un hombre? ¡Qué va!
El ojiverde frunció el ceño. Claramente algo no andaba bien —¿De qué habla? —trató de ocultar su molestia; si algo detestaba era que se metieran con su familia, suficiente había pasado ya los últimos años para que alguien ajeno a ellos los viniera a fastidiar una vez más
—Jeanette nunca se repuso al cien por ciento de la muerte de tu padre, ¿o estoy mintiendo? —Eliza se inclinó a preparar dos tazas y rellenarlas de un té con olor fuerte, una vez que las sirvió le entregó una a Charlie, que claramente decidió no tomar. ¿Quién diablos era esa mujer y qué estaba haciendo? Cuestionar sobre ese tema, sin tacto, no era de buena educación, Jeanette se lo había enseñado bien —¿Aún no sabes a qué quiero llegar?
—¿Qué está buscando con esto?
—O más bien te preguntarás quién soy, ¿no me reconoces? ¿sigues sin acertar? —llevó a sus labios el borde de la taza de cerámica —Te daré tiempo hasta que termine de decir todo lo que he guardado. —Charlie sabía que le era conocida, pero... ¿de dónde? Aún no lograba descifrarlo cuando la mujer volvió a hablar —¿Cómo no lo sospeché antes? Si la familia de tu madre a eso se ha dedicado por generaciones: quitarle a los demás lo que no es suyo.
"Quitarle a los demás lo que no es suyo", esa frase la había escuchado antes, cuando iba contra viento y marea —Ellis —tragó grueso a pesar de que su boca estaba seca como papel. Su mente se transformó en una jodida cámara de recuerdos, repasando foto tras otro en aquella casa campestre y hogareña, donde una repisa de retratos aguardaba una familia entera. Claro, ahora todo tenía sentido.
Eliza no siempre tuvo canas, de hecho, Charlie se atrevería a decir que los cayos recayeron sobre ella justo después de las desgracias, pues la mujer que recordaba aguardaba aún parte de su juventud. Cabello castaño atado en un maño, sus manos delicadas y decoradas de finos anillos de plata y uñas pintadas carmesí reposaban sobre los hombros de una mujer en la foto, ella con un vestido azul turquesa y Rosetta Gagnon mirándole con una encantadora sonrisa dentro de unos pantalones holgados cafés y una blusa de seda color marfil con cuello de holanes.
Claro que cobraba sentido lo que ocurría.
Pero sus ojos verdes aún no se atrevían a mirarla, a enfrentar la misma acusación de hacía años, que le robaba el sueño, quitaba el aliento, nublaba la vista, entumecía sus huesos, golpeaba su espalda, y convertía su corazón en miles de añicos filosos que en cualquier momento se unirían ensartándose en su pecho, donde pertenecieron antes de perder el rumbo, pasando de delicados a punzantes, difíciles de cargar con un peso que otros pensarían era liviano. Pero no, las estocadas dolían cuando se trataba de la verdad, como espejos recordándole el monstruo que era.
—¡No te atrevas a decir su nombre! ¿Ahora lo recuerdas?
—Yo...
Eliza recobró la compostura luego de haber lanzado la taza hacia él, quien apenas logró esquivarla, causándole daño en sus dedos y labio inferior —Sí, tú nos quitaste la alegría, y lo más preciado que teníamos... ustedes... —su voz se quebró llena de añoranza —Éramos tan felices... —de repente los ojos claros de la mujer se perdieron en un punto muy lejano a ella, en una persona que ni siquiera suplicando al viento y levantando los brazos pidiendo misericordia, podría recuperar —Tu bisabuela le quitó el marido a la mía, ¿sabías? Por supuesto que debes, siempre se han burlado de los demás. Y sin estar conforme, tu abuela dándole hijos al infértil del esposo de la mía... y no podía faltar tu madre con el inútil de tu padre. Toda su familia siempre regodeándose en su dinero y felicidad robada. Dime Charles Gillespie, ¿no te da vergüenza? ¿saber el asqueroso hoyo en el que has sido criado, lo que la gente dice de ustedes? ¿lo que han robado? Tus hermanos han sido más listos, con todo ese paquete no llegarían lejos. —se acercó tanto a él que pudo oler el aroma a tabaco que emanaba de los labios maquillados de ella —¿Todavía tienes la sensatez de buscar a mi nieta y no acabar contigo mismo?
—Cada quien es libre de decidir, si no les escogieron debió ser por algo, ¿no ha pensado en eso? —se atrevió finalmente a hablar, con los dientes apretados que apenas se logró entender lo que decía —¿Qué hay de usted avergonzándose de sí misma lo suficiente para cambiar de identidad? Afortunadamente a mí me importa poco lo que las personas hablen. —Charlie se obligó a mantenerse quieto, limpiando su labio como pudo —Yo sé lo que realmente ocurrió. Martha tiene razón cuando dijo que usted solo la buscó para no terminar igual de sola de lo que está ahora, amargada y tratando de afectar vidas ajenas que bien usted sabe no tienen la culpa... tal vez se ha roto igual que yo, que está buscando a quién responsabilizar... yo también la quería, Eliza, usted lo sabe perfectamente. Jamás la habría lastimado.
—¡Tonterías! —Eliza se alteró nuevamente, señalando con un dedo acusador —... pero lo hiciste. Tu familia arruinó la mía, y plañirán niño, te lo prometo. Si la justicia social no los hecho pagar, la divina lo hará.
—Si eso es todo, me retiro —sus uñas de los dedos algo crecidas, le hacían daño al empuñar sus manos en un intento de controlar la ira y tristeza que sentía en ese instante. Había sido un error ir ahí, pues además de la pena que sentía, estaba casi seguro de que traería consecuencias a su familia... de nuevo, por él... por ella
Aún no acababa, se recordó Eliza al tomarlo de la playera y hacerla un puño atrayéndola a ella —Polvo eres, y en polvo te convertirás —recitó con dureza —Nunca dejarás de ser un asesino.
—Su Dios se encargará de juzgar, no usted. ¿Qué es lo que quiere? —le habló con el respeto que Jeanette le enseñó a pesar de que hubiera personas que no lo merecieran, le dijo una vez
—Fácil, quizá lo más sencillo que puedas hacer en tu vida —comenzó a decir encendiendo una pipa y llevándose a la boca luego de soltarlo bruscamente, haciéndolo trastabillar —Aléjate de ella.
—No. —sabía a quién se refería, y no, no podía dejarla luego de haberle dado todo de él... aún le faltaba mucho que entregar
—Cuando uno de verdad ama a alguien, no le haces daño —continuó diciendo, deteniéndose frente a una ventana trasera, abriéndola y dejando que el aire mezclara los olores a especias dentro junto al humo, que era de un aroma extraño. —Y tú vas a lastimarla... tu familia se ha dedicado a eso, ya basta.
—¿Le ha preguntado si eso es lo que ella quiere? —ni siquiera se molestó en preguntar si Martha sabía todo, pues era obvio; tal vez por eso le evitaba, y con lo poco que la conocía, era suficiente para saber que jamás perdonaría lo que él hizo —Dígame, ¿lo hizo?
—Solo le estoy ahorrando dolor y preservando una vida. No después de que una ya se haya perdido. —una fría lágrima brotó de sus orbes aguadas —Vete, y no mires atrás. No te atrevas a mirarla con esos ojos engañosos, suficiente has causado ya; podrás mentirle con ellos a todos... pero no a mí. Te conozco, Charlie Gillespie, y a tu familia de ricos destroza-familias.
—Yo no...
—No lo creo, sé que vas a lastimarla... es lo que le hiciste a ella, que decías era tu otra mitad. Tu alma gemela. Nunca olvides que yo estuve ahí presente cuando le susurrabas promesas al oído que la hacían sonreír, cuando la veías con amor pasajero y tomabas su mano como su soporte eterno... pero como cualquier amor estúpido y adolescente, ambos pasaron por alto un detalle: se les olvidó que todo es efímero, y te caíste... caíste y la llevaste contigo sin importarte, y con ella a todos nosotros. —siseó con veneno. Aquellas eran las palabras más duras que alguien le hubiese dicho, terminándolo de romper y llenándole sus bonitos ojos esmeralda de lágrimas
La puerta resonó con tres toquidos que la hicieron darse prisa a abrir. Por ella, entró un chico alto, delgaducho y de cabello blanco, que al ver a su compañero de escuela en la casa, lo hizo abrir la boca sorprendido —¿Qué está pa...?
—Bienvenido, Zion —el susodicho miró el labio lastimado de Charlie, por otro lado, la abuela sonrió desdeñosamente al ojiverde —Zion ya es parte de la familia, Charlie, espero que con eso te quede claro —aunque no entendía qué sucedía, el teñido sonrió, pues conocía el historial del chico, y disfrutaba que alguien presumiese de él
Sin embargo, no contaban con que una castaña de preciosos ojos azules llegaría precisamente en ese instante, encontrándose con tres de sus personas favoritas y más cercanas a ella, mirándose retadoramente con la puerta abierta —¿Charlie? ¿Zion? ... ¿abuela? —la mujer parecía echar fuego por los ojos —¿Qué está pasando? Charlie, tienes sangre en el labio —rápidamente se acercó preocupada a él, y acarició su boca, haciéndolo suspirar disimuladamente y cerrar los ojos, ignorando a Zion quien mostró claro enfado. ¿Era la última vez que la vería? Aún le quedaban promesas que cumplir
—No te preocupes, solo venía a verte, pero ya me voy —se obligó a tomarla de sus antebrazos y separarla de él para poder salir huyendo de ahí. La ojiazul percibió la frialdad en su voz, mirada y tacto. Zion y Eliza se dedicaron miradas cómplices, y justo cuando la anciana pensaba hablar, Martha se dispuso a seguirlo. Él no estaba bien, estaba segura de eso
—Martha, no —la detuvo Eliza, mientras Zion le tomaba del brazo, mas ella se deshizo del agarre y corrió fuera, justo a tiempo para que sus pies patinaran en el suelo al tratar de detenerlo
—¡Hey, espera! ¿Qué pasa? —intentó acariciar su hombro, pero Charlie se giró con el rostro húmedo y labios temblorosos, sosteniéndola con fuerza de las muñecas
¿Valía la pena arriesgarlo todo? Porque quería, ansiaba hacerlo con tan de estar su lado, justo como antes alguna vez ocurrió. La miró fijamente, admirando un océano. Ahí teníala respuesta. Lo valía. —Si me lastimas está bien, puedo reconstruirme con los pedazos. Pero por favor mata esta maldita ilusión.
—¿Qué?
La sacudió un poco, no por lastimarla, sino intentando regresarse a él a la cruda realidad que le tocó —Solo sé sincera, Martha, es lo único que te pido —suplicó con las palabras colgando de un hilo —No sé a qué pretendemos que jugamos, pero ya no quiero ser el ratón detrás del trozo de queso. —volvió a moverlos, solo que esta vez, uno de sus brazos acorralaba la cintura de ella, y su mano libre sostenía su cara
—A ti ni siquiera te gusta el queso —susurró Martha paniqueada, ¡no tenía idea de qué hacer! ¿Iba a besarla? Joder todo parecía a que sí, era lo que tanto deseó desde hacía meses...
Charlie la miró fijamente y se relamió los fríos labios, tornándose cálidos cuando rozaron los de ella. Pero eso no estaba bien. Nada estaba bien. ¿Ella no lo odiaba? Jadeó una sonrisa amarga, cerrando los ojos y juntando sus frentes. En contra de su voluntad, se separó solo lo suficiente para murmurar sobre ellos. —Tú.
—Yo —no se molestó en ocultar el temblor que él le hacía correr de pies a cabeza
Charlie pasó su mano al cabello de ella, ocultándolo detrás de su oreja con una delicadeza desconocida para los dos —Una vez me preguntaste cuál era mi lugar favorito —sonrió con tristeza —Tú, Martha. Mi lugar favorito eres tú, joder. —dicho esto, la soltó llevándose las manos dentro de los bolsillos y se apresuró en ir por su bicicleta, pedaleando sin mirar atrás, y dejando a sus espaldas una joven confundida y sonrojada
Martha volvió dentro, encontrándose con su abuela y Zion cuchicheando —¿QUÉ LES PASA A LOS DOS? —reclamó en voz alta llamando la atención de ambos, mirando por último al ojiazul de cejas tupidas —¿Y tú, qué se supone que estás haciendo aquí?
—Te dije que no fueras tras él, Martha.
—Quedamos que nos veríamos mañana, Zion. —suspiró cansada mirándolo y pasando de su abuela, pasándose los dedos por el pelo, exasperada
Rodó los ojos, cruzándose de brazos —Charlie todo, siempre tienes que meterlo a él en nuestras cosas, en cancelarme planes, en conversaciones. Charlie esto, Charlie el otro...
—¡Pero si todo el tiempo estoy contigo! —estaba tan estresada que se echaría a llorar en cualquier momento —Por favor vete, no quiero pelear, hablaremos después —aún tenía pendiente conversar con Eliza. A regañadientes, se despidió luego de que la vieja asintiera con la cabeza —¿Y tú? Con tus movidas raras. Todos parecen saber algo, y nadie dice nada... yo soy la única que no entiende una mierda lo que ocurre —no se disculparía por su vocabulario grosero, pues estaba molesta y deseando poder correr a los labios de un chico que no era suyo
—Cariño, creo que es momento de que platiquemos sobre esto —¡aleluya!, pensó Martha sentándose frente a la abuela. Su secreto fue breve y nada explícito, pues apenas y tocó temas del pasado, tan solo refiriéndose a Charlie como un niño que había hecho algo lo suficientemente delicado para no decirlo, y justo por eso era "peligroso"
Martha no sabía qué creer —Sus amigos... los míos también... ellos siempre hablan sobre un tema, y cuando pregunto, me ignoran o dicen que no lo haga, que no quiero ni debo saberlo. Que solo Charlie es quien puede decirme —era cierto que se comportaban raro y lo hacían repetidas veces a pesar de que se suponía era algo que nadie quería recordar. Sus manos temblaban en su regazo
—Ten cuidado con ellos, no confíes. Pero ahora ya se hizo tarde, ve a dormir —Eliza le besó la frente y se perdió dentro de la cocina, mientras Martha subía a ponerse el pijama, y, sintiéndose relativamente segura debajo de las sábanas, encendió su móvil y tecleó rápidamente entre los mensajes de Bonny "Tenemos una emergencia, una grande, y necesito tu ayuda"
Sin embargo, Martha Taffinder no fue la única persona que no pudo conciliar el sueño, pues a la hora que la gente se suponía dormir, un ojiverde yacía en una especie de acantilado de piedra mirando la marea alta chocar contra las peñitas y salpicarle el rostro y los jeans. Las gotas se confundían con sus lágrimas, y su mano empuñó la botella de alcohol antes de lanzarla con coraje y ver cómo se estrellaba.
Las noches volvían a ser sus amigas solitarias.
La distancia entre su cuerpo y el mar era abismal, un movimiento en brusco a través de esas viejas y oxidadas barandillas podría hacerlo caer y romper sus huesos.
Romperse.
Nada que no estuviera antes.
Con amargura y ojos rojos, sonrió al cielo oscuro, implorando a las estrellas y lo que había detrás de estas, antes de que comenzara a llorar con él —Cuando un ser humano se enamora, el amor le ciega tanto que lo obvio le es imperceptible. En mi caso, descuidé el corazón por un color, ¿quién diría que un arcoíris me traería tanta tristeza, eh? —sabía que uno perfecto se formaría si fuera de día. El ojiverde levantó las mangas de su camisa a cuadros que llevaba por encima de una playera básica, y miró sus muñecas
Charlie Gillespie también tenía cicatrices. Pero nadie nunca había pintado en ellas mariposas, ni mucho menos besado.
"¿Quién sería tan valiente de fijarse en un muñeco roto y suturado con trozos de lo que quedó? ¿Cómo podía prometerle unir sus pedazos rotos, habiendo perdido los suyos?"
꧁· Por esta noche — Charlie Gillespie ·꧂
Nuevo cap = nuevo drama
Cada vez estamos más cerca no del final (todo lo contrario jeje), pero sí de la verdad que todxs estamos esperando saberrrr. Por favor para que pueda continuar, no olviden apoyarme votando, comentando y agregando la novela a sus bibliotecas y listas+ y compartirla para que llegue a más personitas!
Frida
me hice otras cuentas así que pueden seguirme abiertamente en:
tw: glowraeken
ig: fridainandi
(las cuentas con glownandi permanecen y son mías, solo que privadas ya que las uso para cosas equis) (y sí, mi user de tw es por theo raeken de teen wolf jeje)
*cualquier error ortográfico/de dedo será corregido posteriormente
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