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«Fröhliche Weihnachten»

24 𝖉𝖊 𝖉𝖎𝖈𝖎𝖊𝖒𝖇𝖗𝖊 𝖉𝖊 2019



Vísperas de Nochebuena.

Finalmente.

Para la suerte (o no) de los estudiantes de la Academia de Artes Pete's, el final del semestre ya no solo estaba a la vuelta de la esquina, sino que el sábado 24 de diciembre, a las ocho de la mañana en punto, todos se encontraban reunidos en las instalaciones, divididos en grupos que se dirigían a la plaza del pueblo mientras el resto hacía los últimos ajustes dentro del colegio. Cuando el último carro con la escenografía salió, Owen Joyner soltó un suspiro y se echó sobre una de las butacas, finalmente descansando.


—¿Qué esperas? —abrió los ojos al sentir que alguien se ponía frente a él. Savannah Lee May, castaña clara y de mirada redonda, lo veía mal

Frunció el ceño, mirando a su alrededor, sin entender a qué se refería —¿Cómo que qué espero? —le regresó la pregunta, desperezándose y soltando un bostezo. La chica sostenía entre sus delgados brazos dos cajas de tamaño mediano. Owen abrió la boca para seguir hablando —Por si no te das cuenta, estaba descansado luego de toda la explotación laboral y estudiantil por parte de tu madre y su comitiva, así que si me disculpas. Espera, ¿para qué es...? —no pudo terminar, pues un peso encima le quitó el aire

—No es mi problema. Te falta esto, ups —Savannah dejó caer las cosas sobre el regazo de él, lastimándole sin daños graves más de una parte. 

— ...eso? AUCH —se quejó el rubio, arrugando la cara dolorosamente —¡DOLIÓ! ¿ESO ERA NECESARIO? Loca desquiciada —le recriminó con molestia, mientras la chica esbozaba una sonrisa complacida

—Déjate de holgazanerías y anda a dejar eso, pedazo de teñido barato —lo regañó pasando de él

Owen trató de ignorar lo bien que se veía Savannah con esos leggins negros y un suéter ombliguero de color blanco a juego con su beanie —¿Y tú qué? A mí no me lo dieron.

—Yo estoy más ocupada que tú. —se defendió cruzándose de brazos, y dándose vuelta para enfrentarlo. Una de sus cejas bien depiladas, se arqueó amenazadoramente —No te quejes, entre más deprisa, acabas temprano. Yo me retiro, tengo que ir a un último ensayo —hizo una reverencia de princesa para luego marcharse a la cafetería, donde compró un rico chocolate caliente con malvaviscos diminutos flotando en la superficie —Qué estafa—. salió al jardín más cercano, y caminó hasta una enmarañada melena marrón que conocía bien —Hey —saludó sentándose a un lado de Martha, quien parecía ocupada en terminar de escribir algo

Se sobresaltó un poco, pues estaba tan inmersa en sus pensamiento —¡Hey! ¿Qué tal todo? —le regresó la sonrisa a Savannah; Martha la escudriñó con la mirada —¿No estabas acarreando unas cajas a las camionetas? —inquirió sonriendo divertida. Su amiga abrió y cerró la boca sin saber bien qué decir —Okay, suéltalo.

—¿Quizá mandé a Owen con quizá dos cajas pesadas porque quizás estoy cansada? —Martha negó, soltando unas risitas por la ocurrencia de Savannah —Le dije que iría a un ensayo, y no mentí, pero da la casualidad de que se me olvidó que fue cancelado, y me pareció importante darle un gustito a mi barriga. —dijo palmeando el área mencionada

—Seguro... Owen es lindo, ¿no? —insinuó Martha, tratando de confirmar sus sospechas. Como consecuencia a su pregunta, Savannah se atragantó con la bebida humeante —¿Ya estás mejor? —dijo tímidamente una vez que la jovencita dejó de toser. Savannah asintió, aún con carraspera en la garganta

—Hablando de chicos, ¿qué tal tu cita con Charlie? Bonny me comentó algo—evadió rápidamente el tema, escondiéndose detrás de su termo, pues negó de manera rotunda que le sirvieran en un vaso de poliéster; además de contaminar, era fácil quemarse los dedos al sostenerlo. Ese "Me comentó algo" viniendo de la morena, solo significaba una cosa: miles de historias inventadas y exageradas, culminando en un feliz para siempre —No creas que no los vi, ya sabes, abajo de las lucecitas... —canturreó sus palabras, haciendo bailar sus cejas cómplice

Martha negó, desviando la mirada para ocultar sus mejillas rojizas —No fue una cita.

—¿Ah sí? ¿Entonces qué fue?

—Una salida de amigos —dijo Martha con tono insistente, aunque aún sonrojada. 

—Claro —se rió Savannah, mirando más allá de ellas. Tres jóvenes de su misma edad ayudaban a acarrear unas tablas de madera, sus carcajadas llegaban hasta donde ambas se encontraban. Una sonrisa boba se instaló en los labios de Martha una vez que distinguió una mirada verdosa a unos metros; el color era tan intenso que juraría podía verlo desde esa distancia —Hablando del rey de Roma. Como si no fuera obvia la manera en que Charlie te mira, ¿ves? —el mencionado dio con sus amigas, y las saludó, aunque claro, a una más afectuosamente que a la otra

—¿E-Eso crees?

—Puede parecer que no nos toleramos, pero créeme, lo conozco como la palma de mi mano —le aseguró Savannah, deseando poder sacar un cigarro y fumarlo, sirve que ayudaba con el frío que hacía. Pero si algún maestro la veía, o peor tantito, su madre, su castigo sería mil veces terrible —Escucha, te daré un consejo. Las personas saben querer poco, Martha, pero cuando realmente lo hacen, uno nota la diferencia. En el estómago, por canciones... en la mirada; pero son chicos, no esperes mucho de ellos —volvieron a reír, juntas.

—¿Qué se traen, ¿eh? —preguntó Jeremy dejando de lado su pompero de burbujas. Owen, al igual que él al otro extremo del patio, las miró acusadoramente aun arreglándoselas con tantas cajas

—No sé, mujeres —le restó importancia, encogiéndome de hombros. Señaló particularmente a Lee May —Ella es una mentirosa y abusiva.

—Claro, y a ti te molesta tanto que te mande —se burló Charlie, dándole un empujón que casi le cuesta los dos brazos y tirar el contenido de las cajas. Al mismo tiempo, Jeremy dejó flotar unas burbujas hacia él, reventándose en su cara y una logrando filtrarse a su boca abierta

El rubio comenzó a toser, y le dio un manotazo a Jeremy —Aleja tus estúpidas pompitas de mí —se quejó limpiándose, aún podía sentir el sabor del jabón en su lengua, sabía asqueroso —Los detesto, en lugar de estar mirándolas, podrían ayudarme con las cajas. Ya es la segunda vuelta que doy en menos de cinco minutos.

—Mmmm —Los dos castaños se miraron, pensándoselo —No —contestaron al unísono, ganándose una mirada llena de odio de parte de Owen. 

—¿Me dirás que no te gusta? —lo único que Savannah quería, a pesar de que no lo admitía en voz alta, era que sus amigos fueran felices; que algo o alguien les traje de vuelta la misma alegría que perdieron hacía tiempo

La ojiazul miró nuevamente a Charlie —Nop, digo, no es que sea feo o algo, yo no creo que los estereotipos pero... —sin darse cuenta, ya estaba balbuceando como signo de su nerviosismo. Charlie, al fondo, volvió a reír quizá por algún chiste. Martha maldijo por lo bajo —Su sonrisa, ah... Su maldita perfecta sonrisa —era la primera vez que lo confesaba a alguien, y en voz alta —¿Tan obvio es? —cuestionó con preocupación.

Savannah, frunciendo una sonrisa, colocó sus manos sobre los hombros de su nueva amiga, apoyándola —Si te reconforta, yo creo que son el uno para el otro.

Martha soltó un suspiro cansado —Eso no sirve de nada si él no lo siente también —dijo con más tristeza de lo que buscaba demostrar y sentir —Entonces, ¿mariposas? —Martha revisó la hora en su móvil, percatándose de que se hacía tarde. Comenzó a guardar sus cosas en la mochila que usaba a diario 

—Sí, esas malditas y supuestas mariposas que yo nunca he sentido y cuestiono su existencia —asintió a su pregunta —Espera, ¿ya te vas?

Martha asintió, colgándose la mochila sobre el hombro —Sí, tengo que prepararme para la presentación. Mmm, suerte en la obra, ¿te veré al rato? 

—Yep, rómpete una pierna —dijo Savannah deseándole suerte, antes de dejarla ir a casa, o al menos lo que quedaba de ella



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Gracias a que la salud de Mallory parecía estable, insistió tanto en que le dejaran ir a ver el espectáculo, que terminaron cediendo el permiso en el hospital, no sin previamente advertirle que tuviera cuidado, y asignándole su cuidado una vez más a Amelia, una joven enfermera que disfrutaba de teñirse el cabello; en ese momento, caireles pelinegros formaban un halo alrededor de su redondo rostro, luciendo tan exótica junto a su escotado vestido rojo combinando con sus labios por debajo de la gabardina.

Amelia terminó de vestir a su paciente, y corrió a la habitación de Martha a apurarla; desde hacía dos años que llegó al hogar de las solitarias y pobres Taffinder, se convirtió en una hermana menor para la ojiazul.


—Toc toc, ¿ya todo listo? —se asomó por la puerta, la privacidad ante todo. 


Sus ojos cafés dieron con la silueta de la menor; Martha llevaba el cabello suelto, como de costumbre, cayendo sobre su espalda con sus ondulaciones naturales, la diferencia era que esa noche decidió cepillarlo. Un bonito vestido verde con motitas brillantes decoraba su cuerpo delgado. Y por último pero no menos destacable, había colocado suficiente maquillaje para destacar sus facciones marcadas, sacándole provecho a esa mirada eléctrica.

Las manos de la ojiazul se movían por ahí y por allá con nerviosismo, mientras Delilah, su gata, daba vueltas alrededor de ella, era como si pudiera transmitirle la ansiedad del momento.


—Sí, yo, mmm... ¿me veo bien? Luzco ridícula, ¿cierto? —hablaba tan rápido y sus labios temblaban tanto que apenas y se lograba entender lo que decía. —Tú luces divina, claro, digo es que eres preciosa, Ame. Ojalá fuera un poco de lo que eres tú.

Amelia, riendo, se acercó a ella colocándose a sus espaldas —¿Tú qué piensas? —uno mismo debería ser el único que juzgase, en su opinión

—Ridícula, definitivamente —la pelinegra rodó los ojos, estaba esperando una respuesta diferente a la que escuchó —¿Y si mejor no voy? Dudo que alguien se...

—Ni lo pienses, señorita. Es una noche importante, y sabes por qué, además tu madre y yo estamos emocionadas. No querrás dejarnos plantadas, ¿o sí? —Martha entrecerró sus ojos

—Olvidaba que ustedes dos juntas son un dúo de manipuladoras —triunfante, Amelia tomó a la joven de su brazo y caminaron fuera, entrando al Lada Niva de la enfermera; era más bien una carcacha, que, sorprendentemente, se mantenía en buen estado. Cuando la pelinegra encendió el motor, un ruido sonó bajo ellas —No es nada malo, lo consulté con Berny —aclaró refiriéndose al mecánico del pueblo

—Ame, ¿por qué no te compras otro coche? Digo, cuando le cambian una cosa, resulta fallar otra.

—Ya te dije, Mar, fue un regalo de mi abuelo. Además, me viene bien, y combina con mi cabello. —la plaza, aún decorada y con el festival a tope, estaba ocupada por todos los coches que se encontraban. En años pasados, Dieppe nunca había visto una celebración como aquella. Amelia aseguró el auto con el control, y ayudó a Mallory a bajar; muy a pesar de su enfermedad, seguía manteniendo esa belleza genuina

—Suerte mein kleiner Vogel, iremos a buscar asientos —Mallory le dio su bendición a su hija, y se despidió de ella con un beso en la frente; Martha las perdió de vista con un borrón de colores, pues cada uno de los presentes iban vestidos formalmente, y cómo no, si eran vísperas de Navidad


La escenografía era absolutamente fenomenal, muy a pesar de que el presupuesto entregado a Pete's no era alto, supieron arreglárselas para que fuera digno de la obra montada. No solo se trataba de lo visual, sino también de todo el esfuerzo, sacrificio, noches en vela y meses sin descanso que había detrás de ese reloj al fondo, con manecillas doradas inspiradas en el de Dieppe. El equipo de luces y sonido también hizo un gran trabajo, pues se encontraban en tiempo cuando era necesario, y la sincronización de reflectores daba un aspecto misterioso cuando todo quedó a oscuras y la función dio su tercera llamada para comenzar.

El hielo seco se hizo presente, cegándolo todo, y causando sonidos de exclamación entre el público. Los personajes salieron en acción, y conforme el tiempo pasaba, las canciones también; el ballet se lucía con sus giros Chaine y pas de bourreé dentro de esos tutús plate apretados y bien confeccionados; desde el tul encrespado hasta los volantes de malla meneándose con cada movimiento.

Charlie Gillespie sonrió al ver a su hermanita entregar el alma en cada paso, sabía que era importante para ella, a pesar de los prejuicios que sufría por su estatura y tipo de cuerpo, algo regularmente juzgado en el baile. Era como ver un hada rubia con la misma forma de su madre.


—¡Savy! —Carolynn abrazó a su amiga, quien aún tenía brillitos en su cara y el vestuario que usó en su escena final —¡Fue asombroso!

—Shhh baja la voz, y gracias —sonrió a sus amigos detrás de bambalinas. Continuaron viendo el desenlace de la historia representada, con otros del staff acompañándolos. Como número final y sorpresa, una chica castaña subió al escenario, tomando asiento frente al piano en una esquina. —Esa es mi bebé —susurró Savannah con orgullo, sus amigos abrieron mucho los ojos 

—¿Es Martha? —entre la penumbra, Adam Melnik se coló mirando hacia su exnovia. Martha arrugó la mirada cuando el reflector la iluminó, una vez que se acostumbró, sus dedos decorados con anillos metálicos se pasearon por las teclas

Una melodiosa voz sonó e hizo eco entre la plaza, que de repente, quedó en silencio, como si fuera solo para ella. Bonny miró al pelinegro —Sí, y está brillando. Sin ti —escupió con resentimiento, pues sabía todo el abuso psicológico que su mejor amiga vivió dentro de esa relación de la que ahora no quedaba nada 

En la primera fila, Mallory secaba disimuladamente las lágrimas con el dorso de la mano, al tiempo que Amelia le acariciaba la espalda —Lo hizo —murmuró con su voz cortada por la emoción

—La chica rara ya no es tan rara —admitió un chico pelirrojo, asombrado con lo que veían sus ojos. Martha Taffinder, la misma niña que por dos años se mantuvo callada y escondida en su pupitre al fondo del salón, había dejado salir su voz 

Yo no la llamaría rara, más bien, única. Tan solo mírala, emana luz propia ahí arriba, y te aseguro que los ojos de Charlie no son los únicos que la ven —se burló Jeremy, dándole un codazo a su amigo ojiverde, que continuaba embelesado con la presentación

Martha terminó de cantar, y el público rompió en aplausos. Lastimosamente, la chica salió por el lado contrario el escenario, y no la vieron, en cambio, entre lágrimas emotivas por el éxito, los actores y bailarines salieron a dar las gracias —Es una lástima que Taffinder no haya aceptado recibir parte del crédito.

Owen miró al pelirrojo —¿A qué te refieres?

—¿No saben?

—No si no dices nada —Adam se encogió de hombros cuando las miradas se posaron en él —Bueno, ¿lo dirás o no?

 El pelirrojo, que tenía el rostro pecoso, señaló el exterior —Ella reescribió al menos la mitad de las canciones para que fuera una versión propia de la original de Wicked en Broadway. Hizo ajustes, en fin una maravilla. Si no fuese por ella, no habría sido posible la obra, lo sé porque estoy en el equipo de producción —el resto se mantuvieron en silencio, ¿cómo fue que Martha logró ocultarlo sin que nadie se diera cuenta? 

—Es buena escondiendo cosas.

Bonny le dio la razón a Savannah, con un asentimiento —Te sorprendería. —con ello en mente, todos fueron a reunirse con sus respectivas familias, excepto Charlie

—¿No quisiste recibir créditos? —habló al ver de espaldas a Martha. La ojiazul se giró, alejándose de su madre, que entablaba conversación con padres de familia —Estuviste fenomenal ahí arriba.

—Más bien le hui a los cumplidos y ser parte del centro de atención. Pero gracias —soltó con una sonrisa ladeada. Aunque ambos guardaron silencio, era uno que disfrutaban, pues así podían contemplarse el uno al otro —Bueno, debo llevar a mamá a casa, supongo que te veré después. —lo tomó de la mano, recreando la despedida que se habían inventado

—Y Martha.

—¿Ajá? —se giró tan solo para verlo

—Feliz Navidad.



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—Podemos preparar pollo rosti...

—Ame —la detuvo Mallory —No hemos comprado nada para la cena, perdón. Pero debemos de escatimar gastos, y Martha dijo que estaba bien con eso. Y te he mencionado que no tienes por qué quedarte, anda con tu familia, ¡es Nochebuena!

—Además, está sobrevalorada —opinó Martha sacando del coche su mochila, y mascando la última galleta. Se acercó al bote de basura afuera de su casa, y echó el empaque vacío dentro de este 

Amelia rodó los ojos, inconforme —Mallory, sabe usted que no le haré caso —se había convertido también como en una madre para ella. La pelinegra giró la llave en la cerradura, y entraron a la fría casa (aunque menos que el exterior). Una ráfaga de viento gélido se filtró por una ventana —Martha, ¿qué no te dije que aseguraras todo? —las cortinas se movían fantasmales

—Lo hice, en serio. Cerré todo —frunció el ceño confundida, aún a oscuras. Amelia soltó un "Auch!" cuando tropezó con algo —¿Qué pasa?

—Me golpeé el pie con no sé qué, no veo nada —cuando se acercó a encender el interruptor, la humilde casa se iluminó completamente, revelando su cambio.


Parecía que la Navidad llegó antes de tiempo a esa casa, o mejor dicho, que ahí nació, pues todo estaba decorado. Las paredes estaban decoradas por guirnaldas naturales que desprendían un olor aromático a flores, la chimenea tenía botas colgando repletas de sorpresas en su interior, y al fondo de la salita, un enorme árbol navideño yacía encima de varias cajas de regalo.

El olor a pino inundó las fosas nasales de Martha, quien estupefacta, miraba las series de luces y decoraciones que colgaban de este. Incluso sobre la mesa había un mantelito con estampado de renos, y sobre este una corona de velas. 

Pero la pregunta que las tres mujeres se hacían...


—¿Cómo llegó todo esto aquí? —¿cabía la posibilidad de que uno de esos programas de interiores estadounidenses hubiera llegado hasta ellas? No, ¿o sí?

La respuesta es no, puesto que la puerta de la cocina fue abierta, y de ella salieron rostros conocidos, todos luciendo gorritos de Navidad y orejas de reno con luces y que se movían —Dijiste que no celebrabas la Navidad, así que nosotras la trajimos a ti —le sonrió Owen. 

—Ahora eres parte de nuestro grupo, y definitivamente el mejor regalo de este año, lo mereces —siguió diciendo Savannah, acercándose hasta ella con Delilah en brazos, luciendo un suéter tejido

No eran los únicos, pues también algunos adultos estaban ahí —Soy Jeanette, madre de Charlie, un gusto conocerla —Mallory les agradeció a todos, y aceptó una taza de té mientras le hacía señas a su hija

—¿Cómo entraron?

—Bonny fue nuestro plan maestro para eso —contestó Owen yendo a encender la chimenea y las velas. Desde la cocina, la madre de Savannah preparaba la cena, y les servía tentempiés en lo que estaba lista; Delilah robó una salchicha. Al menos no es una rata, pensó Martha

—Owen, aleja a tu gata de mí, va a aplastarme —a Charlie le encantaba fastidiar a su mejor amigo. La gata pelirroja era una bola dentro de ese suéter feo navideño —Todos tenemos uno. La mamá de Owen los hizo, no te quejes y finge que te gusta —le susurró el ojiverde, pasándole un paquete ligero envuelto en papel de regalo. Martha soltó una carcajada, que escondió rápidamente con su mano; no tenía que fingir nada, le gustó su regalo, hacía años que no recibía uno.. Por unos segundos contempló el verde del chico antes de lanzarse a abrazarlo 

¡TRAJE MI GUITARRA!  Y Amelia, una disculpa, casi te hago caer con ella —Jeremy levantó una acústica que formaba parte de su colección. Si algo les gustaba, eran los villancicos navideños. Poco a poco los familiares restantes de los presentes, fueron llegando acompañados de regalos, desde tartas rellenas de melaza y frutos rojos, hasta botellas de brandi e inflables

El papá de Shada, que parecía ser un hombre muy serio, se presentó en la casa con un suéter navideño horroroso, y subió al tejado para inflar un luminoso hombre de nieve y un Santa Claus —¿Se ve bien?

—¡Sí, pa! —Jeremy le dio su aprobación —Estaban en Austria, pero decidieron venir porque les conté del plan. Oh por Dios, ¿esos son bombones de menta? —corrió dentro, persiguiendo a Carolynn, quien sostenía una charola con postres

—¿Recuerdas el concurso de casitas de jengibre del que te hablamos? —le preguntó Savannah colocando unas cajas sobre la mesa del comedor —Bueno, aquí ya vienen los materiales, ¿te unes? Carolynn va a hacerla al estilo The Nightmare Before Christmas. —a ellas se les unió Jeremy, disponiéndose a competir por la mejor casita de jengibre de todas



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—Charlie, cariño, ven a ayudarme con el puré de papa. Te encantará, a Charlie le fascina, su parte favorita de la cena —le sonrió Jeanette a Martha, quien revolvía una mezcla de caramelo. En lo que la rubia se descuidó, el ojiverde llegó y robó del dulce, cogiendo un poco y dibujando una carita feliz en la mejilla de la castaña 

—Se ve linda en ti.

—Eres un payaso —ella también le manchó la punta de su nariz finita. Para cuando Jeanette regresó, su hijo ya estaba ocupado en pelar las papas, parecía que estaban preparando un motín para más de dos familias, pues la cantidad de comida preparada y servida era sorprendente

—Mi casita hubiera ganado si no fuese que cierto idiota la arruinó, esta va para ti, Owen —tomándolo desprevenido, le quitó la silla justo cuando buscó sentarse, cayendo de tope al suelo 

—Savannah, discúlpate. ¿Qué te he dicho de decir groserías?

La castaña clara rodó los ojos, sin sentirlo realmente —Perdón, mamá. Y perdón, Owen —fingió una sonrisa cuando el rubio se burló de ella. La chica extendió una mano para ayudarlo, mas terminó soltándolo —Ay, se resbaló. —Yanika soltó un suspiro rendido

—Mejor vengan, vamos a repartir los regalos.

Martha se acercó al oído de Charlie —No tenemos nada que dar. —dijo con preocupación

—Oh, créeme que sí —le aseguró, disfrutando de la vista azulada de la cual no podía quejarse. Porque con solo mirarla, ya lo tenía todo —Además, hoy nos toca consentirla a ustedes. —comenzaron a entregar los obsequios, que iban desde calzado hasta luces LED para decorar todo un cuarto 

—Savannah, ¿qué es esto? —el rubio levantó frente a sus ojos un racimo amarillo de frutas

—¿Plátanos? Feliz Navidad, Owen, y gracias por la bolsa, me ha encantado —los adultos rieron, mientras otra discusión comenzaba entre Joyner y Lee May, hecho que no les parecía extraño, pues regularmente ocurría. La cena había transcurrido entre risas y anécdotas, Jeanette no se equivocó cuando dijo que el puré era delicioso, pensó Martha


Al final resultó que Savannah sí le tenía un regalo serio a Owen, lo que les permitió tener calma por unos momentos más; de paso, les entregó a todos collares con distintas notas musicales e instrumentos. Encendieron bengalas, cantaron villancicos alrededor de la chimenea mientras empinaban copas con vino blanco, y comieron más de las sobras de la cena (trozos restantes de tarta, y galletas de jengibre bien decoradas de figuras emblemáticas navideñas). Martha también se atrevió a tocar el piano frente a ellos.

Por su parte, la ojiazul se mantuvo sentada en la ventana abierta, mirando el exterior. Aunque todo estaba oscuro, al menos la mayor parte de las casas en Dieppe, decoraban sus tejados de maneras ocurrentes infinitas, como arbustos podados en forma de reno. Martha disfrutaba de las vistas, y aunque hacía frío estando ahí, era una buena noche. Sintió movimiento a su lado, las llamas de la chimenea se reflejaban en los ojos de Charlie Gillespie, que le parecieron más verdes y brillantes que nunca.


—Tengo algo para ti, pero no quería que lo vieran —de detrás de su abrigo, Charlie extrajo una cajita pequeña con un simple listón rojo hecho moño, lo extendió a la ojiazul —Anda, ábrelo.

—Sabes que no era necesario, Charlie —le sonrió tomando la cajita y acatando su petición, tan solo de un tiro ligero el moño se deshizo y quitó la tapa. Dentro yacía una mariposa hecha de yeso, y pintada con los más bellos colores —Es preciosa, ¿dónde la compraste?

—Eso no se dice.

—Oh vamos, es solo que no es común ver estar artesanías por acá, me encanta. Gracias —con su mano libre, Martha buscó la de él, entrelazando los dedos de ambos —¿Por qué una mariposa?

Se encogió de hombros —Me gustan tus alas —dijo simplemente. Martha frunció el ceño, desconcertada

—No tengo alas, bobo.

—Eso crees tú —la contradijo con una sonrisa traviesa —A veces siento que te conozco mejor que el resto, y otras veces no. Por ejemplo, sé parte de tu pasado, pero irónicamente no hemos compartido detalles básicos como el no saber tu color favorito, o qué dulces prefieres, si el café te gusta con una taza de leche o una pizquita de azúcar. —no importaba si era superficial o no, eran detalles pequeños que sí importaban —Porque déjame decirte que lo mínimo, es lo que termina importando más.

—El rojo... y el verde —finalizó ella escondiendo las ganas de sonreír —¿Y el tuyo? —Charlie entreabrió la boca, sin embargo un alboroto en la sala se hizo presente —Iré a ver —se puso de pie, caminando hacia el resto. Charlie solo sonrió a pesar de que ella se había ido

—El azul —contestó en un silbido sabiendo que ella —Las cosas que más me gustan lo tienen; el cielo, el mar... y tú —negó con diversión, sin creer lo que estaba diciendo —Eres patético, Charlie Gillespie, en serio das pena —se unió a los demás, que al parecer el ruido se derivó de ellos moviendo los muebles del centro, y convirtiendo la alfombra raída en una pista de baile. Incluso Delilah y Mint parecían pasarla bien, con bolas de estambre con las que jugar a un costado de la chimenea, en la cual el fuego crepitaba con fuerza

No había nadie que no estuviera uniéndose a la música, Martha le hizo una seña y él se acercó gustoso —¿Quieres? —le ofreció de su copa, mas el ojiverde se negó 

—No tomo, peeeeero... podrías aceptarme esta pieza, al menos por hoy —añadió esto último al no verla muy convencida —Anda, tómalo como mi regalo de Navidad —la ojiazul soltó un suspiro, mas terminó aceptando su mano y pegándose al cuerpo de él

Tras unos segundos, dio un veredicto final —Eres un desastre en el baile —se rió, levantando sus pies lo suficiente para igualarse al tamaño de Charlie, ambos eran de baja estatura, pero Martha lo era más. Su vestido verde arrastraba conforme se movía —Solo sigue mis pasos, ¿ves? —a unos metros de los dos adolescentes, Mallory y Jeanette conversaban mirándolos desde el umbral de la cocina 

—Estará en buenas manos —le aseguró la rubia, dándole un apretón reconfortante en el hombro a la mujer calva. Mallory asintió, con ojos brillantes solo para su hija

—Ya lo creo. Charlie es un gran niño.

—El mejor, y por eso no deberás de preocuparte. Cuidaremos bien de ella —si bien era triste pensarlo, Mallory sintió el alivio instalarse en su pecho; Martha había encontrado a los mejores amigos que alguien pudiera tener, y solo por eso, ya sabía que todo estaría bien para su pequeña de veintiún años

Al dar la medianoche, las manecillas doradas del antiguo reloj de Dieppe se hicieron sonar junto a las campanadas de la capilla. Los buenos deseos no faltaron, y el amor, tampoco —Ich liebe dich, mama. —un nudo se formó en la garganta de ambas, mas se prometieron no llorar

Ich liebe dich, mein kleiner Vogel —Mallory abrazó a su hija con todas las fuerzas que tenía, respirando el aroma a vainilla que desprendía su cabello desarreglado. Continuaron con las muestras afectivas hasta que...

¡ESTÁ NEVANDO! —anunció Savannah mirando por la ventana. Con emoción, y asombrados, incluso los adultos corrieron fuera de la casa, al patio carente de naturaleza, disfrutando de la nieve que caía. Carolynn y Bonny extendieron sus manos y lenguas, palpando los copitos diminutos que caían


A diferencia de ellos, Charlie y Martha se mantuvieron en el umbral de la puerta, mirando a sus amigos lanzarse bolas de nieve y crear muñecos decorándolos con bufandas; Jeremy hizo un ángel de nieve. 

Entonces ambos, como si se hubiesen sincronizado, miraron hacia arriba. Una planta de muérdago colgaba de la entrada precisamente sobre ellos. Charlie estiró un brazo, rozándola con el dorso de su mano.


—La tradición dice que quien recibe un beso bajo el muérdago en Nochebuena, encontrará el amor que busca o conservará el que ya tiene —y tú puedes conservar el mío. Sus rostros fueron acercándose, y cuando sus labios estuvieron a punto de unirse, un grito los separó por segunda vez: Owen.

Con el rostro caliente, Martha lo tomó de la mano guiándolo afuera, cautivada porque justo a las doce, la nieve había comenzado a caer. Era como si el universo estuviera de su lado, y los quisiera felices —Luftschloss. Un sueño irreal —le tradujo a Charlie, uniendo el verde con el azul, si aquella colisión tuviera sonido, probablemente sería como un clic instantáneo —Yo no sabía dónde quería estar, hasta que estuve contigo. —confesó con una bonita sonrisa que le contagió a él —Hace mucho que no encontraba la felicidad, pero soy feliz, aquí y ahora.

Se puso de frente a ella, echándoles los mechones de cabello detrás de sus orejas —Y yo contigo —fueron palabras suficientes para que ella recuperara la seguridad que le faltaba —Feliz Navidad, Martha.

Y porque era digna del adjetivo... —Feliz Navidad, Charlie. —sí que lo era. Estaba en casa, porque un hogar no se define por lo material que te rodee, sino quien vive en él; es lo que lo hace llamar justo eso, hogar




"Aún me debes una razón de por qué me abandonaste. Porque mis sueños murieron contigo, y creo que yo también. Pero supongo que Feliz Navidad"








· Por esta noche — Charlie Gillespie ·


Recién salido del horno, les traigo este bebé que me gustó muchísimo. Gracias por su paciencia, y bienvenidxs a lxs nuevxs lectorxs. Recuerden votar, comentar, compartir la novela y agregarla a sus bibliotecas y listas+

No olviden dejarme su comentario, gracias y nos vemos pronto!


Frida

tw/ig: @glownandi


*cualquier error ortográfico/de dedo será corregido posteriormente

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