«La feria navideña»
04 𝖉𝖊 𝖉𝖎𝖈𝖎𝖊𝖒𝖇𝖗𝖊 𝖉𝖊 2019
Las mañanas eran más heladas que de costumbre, sin embargo, por la alguna extraña razón (Bonny Martínez insistía en que se debía al calentamiento global), la nieve se rehusaba a aparecer. La mayoría de las personas que habitaban Dieppe, esperaban con ansias el día en que amaneciera toda la ciudad cubierta de blanco. En general, el paisaje solía mejorar con ello.
Aquella tarde en particular, Charlie Gillespie se aseguró de estar desocupado, lo que conllevó varias noches sin dormir con tal de acabar los deberes pendientes, adelantando unos y avanzando otros. Al cabo de unas semanas, en las cuales logró terminar casi en su totalidad las tareas, pudo suspirar sabiendo que se iría dormir tan solo con tres trabajos pendientes.
Si algo sabía, es que nada ni mucho menos nadie, podía arruinarle ese día.
Meghan, su hermana menor con la compartía facciones y color de ojos, se encontraba fuera de casa, pues el ballet al que se inscribió montaría una presentación en la plaza principal del pueblo junto a los compañeros de colegio de Charlie. Sí, no era el único que estaba estresado a más no poder.
—Ma, ya me voy —la relación entre el ojiverde y su madre no había progresado en gran medida, no obstante al menos ella podía tomarse toda la taza de café antes de dejarlo enfriarse y salir huyendo a su cuarto, y Charlie no tenía que aguantar más de dos gritos posteriores a que la rubia comenzara a llorar por el más mínimo motivo; siempre fue una persona sensible
Jeanette, quien se presumía era una mujer amorosa y de familia (ya no tanto), alzó su vista del periódico que se encontraba leyendo —¿Ocasión especial? —le preguntó a su hijo, a la vez que se quitaba del puente de la nariz sus gafas, que le ayudaban a mejorar su visión, solo que con una de las varillas rota. Charlie frunció el ceño, confundido por lo que había dicho —Hasta acá puedo oler la colonia impregnada en tu cuello, y lavaste tus Converse estando a seis grados —apuntó con una sonrisita cómplice —Una suerte que la mano no se te haya congelado dentro del agua.
—¿Qué? —frunció el ceño, esperando que su rostro calentándose no fuese obvio a la luz de las llamas que crepitaban en la chimenea de la sala. Incluso desde ahí, Charlie podía distinguir las bolsas oscuras bajo los ojos de Jeanette, yaciendo sentada en una de las sillas pertenecientes a la mesa de comedor —No, claro que no... solo me dio por... —comenzó a balbucear, en un intento (inútil) de negación
—Es esa niña, ¿verdad? Mar... ¿Martha? —lo cortó sin dejar de sonreír; suficientemente atrapada en la novedad del día, bajó el diario de papel para observarlo mejor. El cabello del ojiverde estaba más largo, por lo que lo miró desaprobatoriamente —Jeffrey, te urge un corte. Ya te he dicho que si no quieres ir con Olive a la peluquería, siempre te ofrezco mis tijeras de costura, están en los cajones de la cocina.
—Ay mamá... —rezongó en un quejido. Si algo detestaba Charlie, además de la impuntualidad y la gata de Owen, era tener que arreglarse el cabello; quizá no era tan diferente a Martha Taffinder, después de todo. No quería que continuara riñéndolo —Se llama Martha y...
—En la encimera hay dinero, por si necesitas, y...
—Ma, estoy bien —ahora fue él quien la interrumpió, frunciendo los labios en una fina línea rosada. No le gustaba ser cortante con ella, pero era imposible evitar pensar en cómo lo había tratado desde hacía semanas, sin razón alguna; Charlie sabía bien qué merecía o no, y definitivamente, aquello no entraba en su lista de sí. Lo siguiente fue un incómodo silencio que perduró por largos segundos, hasta que se sacudió las manos y tomó la chapa girándola —Bueno... vuelvo más tarde, trataré de llegar temprano.
Antes de que su cuerpo desapareciera en su totalidad detrás de la puerta, la voz de su madre hecha un hilo, lo detuvo —Te quiero, Charlie.
Giró su cuerpo tan solo para responder —Yo a ti, mamá —los Gillespie tenían una regla, probablemente la más importante de todas: Nunca te vayas sin decir Te quiero. Bajo ninguna circunstancia —Cuida a Meghan, hace frío y no quiero que se vuelva a regresar sola. —irónicamente, él no obedecía en el aspecto de irse a oscuras en la noche, sabiendo que la situación en Dieppe no estaba siendo la mejor; Jeanette decía que no tardaría en volver todo a la normalidad, es decir, un lugar seguro para todos
Cerró tras de él y frotó sus manos teniendo contacto al instante con el viento gélido que corría; Charlie miró la hora en su reloj de bolsillo, sin resultado alguno, por consiguiente recurriendo a la pantalla de su móvil.
Finalmente se decidió por ocultar sus manos en los bolsillos de su abrigo soso y marrón, en todo caso estarían calientitas así; el camino de su casa a la feria navideña, que ya se encontraba montada cerca de la plaza del pueblo, era relativamente más corto que el que tomó el día que fue a buscar a Martha.
Martha.
¿Por qué siempre tenía que pensar en ella? La respuesta era fácil, y también conocida, mas aún le resultaba extraño volver a sentir algo tan poderoso como aquello; no, no era la primera vez que se enamoraba o que quería dentro de esa magnitud, pero solo él sabía lo que había resultado en veces pasadas.
"No hay nadie que desee al menos un poco de amor" recordó sus palabras en la clase de la señora May; ¿realmente lo quería en su vida?
...Sí, pero no cualquiera, porque la quería a ella en la suya.
A pesar de aún no saber con certeza a qué grado llegaría con tal de poder ayudarla, sabía que siempre podría hacer más y más con tal de que Martha llegara al máximo punto, y era tenerse a sí misma, lo suficiente para querer quedarse y vivir. No iba a descansar hasta lograrlo. Con aquel rayito de luz en su mente, continuó recorriendo en su bicicleta las calles, fue entonces que se percató no solo de las desiertas vías en que se encontraban en esa fecha, sino también de la espesa penumbra dentro de ellas.
Evitando pensar de más, apuró el paso constantemente mirando a sus espaldas; debía de admitir que tenía miedo, pues no le causaba buena espina nadita. Varios minutos después, vislumbró a lo lejos las luces de los juegos y puestos de comida de la que suponía era la feria; sonrió y dio vuelta a la esquina siguiente, cuando una sombra se posó delante de él, apenas logrando no estamparse con esta.
Se trataba de un chico muy alto y aproximadamente de su edad —Uy, lo siento, hermano... —se disculpó arrepentido, bajándose de su transporte para asegurarse que la persona estuviera bien. Las palabras quedaron flotando entre ellos cuando sus ojos verdes conectaron con aquellos grises. El chico ya no tan desconocido torció una sonrisa desdeñosa
—No lo puedo creer, ¡CHARLIE GILLESPIE! —exclamó aproximándose a él para abrazarlo, palmeando su espalda. Detrás suya, había otros dos de sus amigos, igual que siempre; Charlie nunca había deseado tanto estar rodeado de personas y no siendo sociable. Se separó del ojiverde, mas su sonrisa se borró —Oh no... ¿no me reconoces? —formó una gran O con su boca, disque sorprendido. Sin embargo, para mala suerte del castaño, quizá lo conocía más de lo que le gustaría
—Hendrick, hola —lo saludó con un ligero asentimiento de cabeza, incómodo. Ahora deseaba más que antes irse de ahí; nada que tuviera que ver con Hendrick podía ser bueno, y algo le decía que las cosas no habían cambiado de rumbo todavía
—Vamos Charles, dame algo más, ¿solo "hola"? —miró al de estatura más baja con ojos oscuros de canica —Así no se saluda a un amigo de la infancia. Viejo, han pasado años que no nos vemos, eh. Garret, dame uno —el único rubio del grupito, de cabello casi blanco como las orbes de Hendrick, rebuscó en su sudadera beige de talla grande y sacó una cajetilla de cigarros —Las cosas han cambiado en Dieppe, Charlie. Hey, ¿quieres? —le ofreció extendiéndole la caja de tamaño pequeño
—No, gracias —rechazó amablemente, tratando de contenerse, ¿lo estaba provocando?
—¿Qué le ha pasado a nuestro Charlie, eh? —preguntó volviendo a sonreír, calando del cigarro entre sus labios —Dime, ¿cómo está la pequeña Meg? ¿Sigue babeando por Thomas? —los de atrás y él comenzaron a reír. Las orejas de Charlie se colorearon de rojo, no toleraría que se metieran con su hermanita —Ya no está tan pequeña, ¿cierto? Tampoco tardará en ser mayor de edad. —silbó, Hendrick disfrutaba de ver las pequeñas señales de su viejo amigo, que ni con el tiempo se iban, a comparación de la gente a su alrededor. Le habría encantado decirle eso, mas lo guardaría para otra ocasión; porque sí, Hendrick Foster no pensaba soltarlo tan fácil
—Mejor dime tú, ¿qué tal Mike? —sí, el mismo con el que Charlie tenía un conflicto en la secundaria. La sonrisa de Hendrick se borró al escuchar el nombre de su hermano, el chico Gillespie le regresó una respuesta dándole de probar su propia medicina
—Bueno, te contaré que tu influencia sobre la gente cobró un poco de su autoestima, pero está mejor —apretó su mano en un puño, y lo barrió con la mirada, buscando otro punto para poder desquitarse. Charlie ya lo sabía, escuchó de boca de Owen que el chico se marchó el mismo año que él a los Estados Unidos —Nunca entendí su inseguridad... me refiero a que, ¿compararse con un niñato que anda en bicicleta? Qué mono, aún la conservas —le regaló una sonrisa sarcástica, señalando el velocípedo del color de un taxi amarillo en Nueva York
—Es mejor que no tener nada.
—Supongo que tienes razón, ¿entonces no quieres? —reiteró jugando con el cigarro. Tan solo el humo noqueaba a Charlie, haciéndolo arrugar su fina naricita que a Martha tanto le gustaba —Debo de admitir que estoy decepcionado.
—¿Ah sí?, ¿por qué? —no le interesaba en lo más mínimo, pero no era un adolescente maleducado; sus valores estaban primero que nada. A veces te jugaban en contra.
—Qué aburrido te has vuelto... —siseó entre dientes, saliendo apenas como un ronco y cruel murmullo
Charlie se encogió de hombros, le tenía sin cuidado que alguien le dijera algo por el estilo, pues siempre se mantendría fiel a sí mismo —O quizá tú te has hecho más idiota, no lo sé.
—Uhhhh, te acaba de patear las bolas —se burlaron los amigos de Hendrick, hablando específicamente Garret
Hendrick jadeó una sonrisa chueca, asintiendo levemente —Fue un gusto verte, Jeffrey —fue su despedida, antes de marcharse con sus perritos falderos haciéndoles una seña con la cabeza.
Charlie se quedó ahí de pie aún con las manos frías, estaba seguro de que no se debía solo al frío; tardó unos minutos en que el alma le volviera al cuerpo para montarse nuevamente en su bicicleta que podía verse a metros de distancia gracias a su tonalidad canaria. Aún con un mal sabor de boca, pedaleó y pedaleó cuesta abajo hasta que la feria navideña fue una realidad y no un sueño.
No pudo evitar pensar que sería perfecta si la nieve ya hubiera llegado.
Sonrió al divisar con la mirada una forma particular... ¿¡era esa una rueda de la fortuna!? Solo le faltaba un poco más... ya casi... El cansancio se esfumó cuando contempló lo que tenía a unos metros. La plaza había sido reemplazada totalmente por una pequeña pero no menos pavorosa ciudad navideña; y es que en Dieppe, al ser un lugar concurrido, les gustaba ser espléndidos en fechas como la presente.
Charlie aseguró su bici junto a algunas que había en un área especial del estacionamiento, y con una sonrisita bailando entre sus labios, se adentró en la multitud; estaba siendo un éxito.
Desde la entrada, miles de lucecitas sobre ellos colgaban titilando; las series eras de distintas formas y colores, y el olor a pino y chocolate caliente impregnaba el aire. Absolutamente cada espacio se encontraba decorado de manera adecuada y combinable. A los lados había villitas bien iluminadas con sorpresas dentro que podías visitar, fuentes con nochebuenas flotando en el agua dorada por las lámparas, estantes de comida entre otros artículos a la venta como arbolitos navideños naturales, escaparates de juguetes novedosos y hechos de madera (los preferidos de Charlie), incluso un letrero chueco y viejo que decía "Venta de deseos, ¡cumple los tuyos para este nuevo año!" colgando del aparador polvoso de una tienda que parecía estar ahí siempre. No recordaba haberla visto, quizá se debía a su aspecto de abandono.
¿Venta de deseos? ¿Cómo era posible?, pensó, ¿acaso tendrían una lista junto a un tónico que haría aparecer un genio? ¿o tendría que frotar una antigua lámpara?
Se paseó entre los niños corriendo con paletas de caramelo gigantes en sus manos, y bocas manchadas de dulce, dirigiéndose a los juegos infantiles. A diferencias de muchos, Charlie adoraba a los niños y en un futuro le gustaría formar una familia, siempre lo tuvo en mente: uno o dos hijos, varios perritos, y claro, quien lo hiciera creer en el amor más puro. Él cocinaría por las mañanas mientras ella ve la televisión, y juntos irían a hacer las compras al supermercado, volverían con bolsas cargadas de patatas para el puré de Nochebuena.
Charlie se detuvo a poca distancia de los puestos de manualidades montados debajo de una carpa roja, realmente necesitaba pasar por uno antes de irse. Cada pasillo era una masa de personas recorriendo lo más que podían el festival.
—Hey —sintió a alguien picar su espalda. Al girarse, sus ojos verdes se encontraron con los azules de ella —¿Llevas mucho tiempo esperando?
—No mucho, tuve ciertos percances en el transcurso, pero todo bien —añadió esto último al verla arquear sus cejas, preocupada. Charlie soltó una risa nerviosa, y se llevó las manos a su cabello, revolviéndolo todavía con las mejillas rojizas —Recordé que no te dije dónde nos encontraríamos, perdón —se disculpó sin poder dejar de mirarla, tampoco es que planeara hacerlo, hacía meses comprendió que no le apetecía parar
—Descuida, yo también estaba un poco perdida. ¿Viste la rueda de la fortuna? Es gigante, y llena de luces —era de esas mínimas veces en que Charlie podía ver a Martha brillar, con ojitos relucientes y una gran sonrisa acompañada de su tono emocionado perfectos para pintar en un lienzo —Incluso mira, un elfo me regaló esto —de su gabardina, extrajo una caja de madera; no era muy grande, pero la habían tallado a mano
—¿Un elfo? ¿Qué tiene dentro?
Se encogió de hombros —No lo sé, estaba descansando a lado de un árbol cuando escuché su voz rarita diciéndome con estas palabras: "No abrir hasta la medianoche en la villa del abuelo Claus", y después huyó —ambos comenzaron a reír —Supongo que tendré que averiguarlo más tarde, ¿qué puede ser peor a que me haya dado una bomba o una especie de caja de Pandora en diciembre?
—Buen punto, entonces... ¿quieres subir a esa rueda que tanto te fascinó?
—En realidad, creo que deberíamos de esperarnos al final. Oí que a medianoche habrá fuegos artificiales y espectáculo de luces 3D por la apertura. Si nos montamos en la noria a esa hora, tendremos un show completo, ¿no crees? —inquirió esperando la opinión de él, la salida era para ambos, no quería hacer solo lo que a ella le placía, debía ser algo mutuo
—Me parece bien, ahora andando que perdemos el tiempo aquí y quiero verlo tooooodo... —su mirada brillando a todo lo que daba, enterneció a Martha, sin contar el tono de niño chiquito en su habla. La jaló suavemente tomando su mano, y casi corriendo entre la gente; la ojiazul se detenía de vez en cuando a tomar aire, y disculparse con los habitantes que chocaban de repente
—Pero Charlie, estarán aquí hasta mediados de enero —insistió cuando pararon a comprar chocolate caliente con bombones luego de una intensa maratón —No puedo tomar...
—Sé que no es bueno, y no significa que lo harás seguido, pero debemos de quitar miedos del camino, ¿no? Mira —dio un sorbo a la bebida caliente —Delicioso, sí que ayuda con el frío, una al año no hace daño. Y a tu comentario, no importa, la primera vez nunca es la misma que el resto. Además, ¿te diste cuenta de lo lindo que es todo? El presupuesto este año fue bueno, cuando me fui de Nuevo Brunswick no se comparaba en nada.
Después de que Martha pagara a regañadientes de Charlie, se dirigieron a un pequeño estanque donde el juego era recoger patitos de goma con unos aritos colgando a cierta distancia —Bueeeeeeno, pagas tú la cena. Pero las chicas también invitan —lo miró de reojo por una fracción de segundo antes de volver la vista a su pato. Charlie aún fruncía los labios, concentrado en ganar a su contrincante
—¡JÁ! Gané —infantilmente, sacó su lengua a modo de burla. Al momento de descubrir el premio debajo del pato, recibió una esfera de agua que nevaba si la revolvías
Pasaron a todas las atracciones que se encontraban a su paso, incluyendo las tacitas giratorias, golpear topos con un martillo y claro, no podían faltar los carritos chocones; hicieron de todo un poco en lo que se podía, desde decorar arbolitos navideños hasta un Charlie enredado en una serie de luces, ¿lo positivo? El Santa Claus sentado esperando por los niños, le prometió que si le hacía una carta en ese momento, le traería el regalo que pidiera, esto como compensación de los perritos traviesos con diademas de reno que habían causado el gracioso incidente; ambos decidieron sentarse a jugar con ellos, quizá demasiado.
Sin creer mucho, terminó haciéndola con una hoja arrancada del cuaderno de un vendedor de bollos rellenos de crema pastelera, y la entregó al hombre barbón.
—¿Qué pediste? —preguntó Martha con curiosidad una vez que se alejaron, no sin antes desear una Feliz Navidad al mismísimo Santa Claus, conocido por llevar regalos a todos los niños del mundo en vísperas decembrinas
Charlie sonrió, chasqueando su lengua restándole importancia al asunto —Es una sorpresa. Recuerda que los deseos no se dicen en voz alta, de lo contrario no se cumplen. Guárdalos para ti. —eso era lo que su madre decía, pero ahora no estaba muy seguro de si todo lo que alguna vez le escuchó contar, había sido cierto
Asintió comprendiendo, no obstante, seguía sin estar convencida —¿Y si quieres compartir ese deseo? —sí que la miró, pues no tenía una respuesta concreta; había dejado a Charlie sin palabras. Conforme se adentraban más y más a la feria, parecía no ceder de amplitud; Martha se compró una paleta de caramelo, y señalaba con emoción casi todo lo que veía, mas su acompañante no dejaba de darle vueltas al asunto —Aquiiii, andaaaaa, por favoooooor —achinó sus ojitos mirándolo
"Sabes que no te puedo decir que no" El ojiverde hizo un mohín con su boca —Voy a patearte el trasero —Martha esbozó una gran sonrisa para posteriormente tomar asiento en uno de los banquitos del puesto que tenía frente a sus ojos. Las lucecitas de colores le daban vida al apretado espacio, reflejándose en la vidriosa mirada de sus concursantes
El encargado, un joven pelirrojo de bigote largo, se acercó a explicarles las reglas a todos aquellos que se encontraban listos —Cuando jale la palanca, los caballos comenzarán a moverse y ustedes dispararán agua hacia ellos con estas pistolas. Quien logre derribar todos, gana y podrá escoger uno de esos premios —señaló la pared trasera a él, repleta desde peluches de todos los colores y formas hasta juguetes envueltos en bonitas bolsas de celofán
La insignificante competición dio inicio, Martha y Charlie miraban sus avances mutuos, y es que si los juntabas, era una guerra de nunca acabar, tomando en cuenta lo serio que se tomaban la rivalidad de los juegos. Tras varios segundos, ambos iban a la delantera, eliminando la mayor parte de los caballos hechos de un material ligero aunque no menos tramposo; tan solo le faltaban unos cuantos a Martha... cinco a Charlie... tres... dos...
De fondo, la musiquita de un carrusel acompañada de las bocinas instaladas en los postes que rodeaban el área, sonaban tranquilamente. El ojo derecho de Martha se cerró, con un lúcido destello azulado, apuntando directo a lo que sería el torso del animal hecho de madera.
Martha soltó la pistola adherida a la superficie de la tabla cuando el último caballito fue derribado —¡GANÉ! ¿QUÉ? ¡GANÉ! —no podía creerse que realmente derrotó a Charlie luego de varias partidas en distintos puestos, con él siempre venciendo, consiguiendo desde esferas de nieve hasta sombreros locos y huevos sorpresa. El ojiverde bufó aparentemente molesto a pesar de no estarlo, pues hacer berrinches era una rutina para él —Yo te pateé el trasero —se burló de él haciendo un bailecito ridículo, y levantando una pierna para pegar sin fuerza a Charlie
—Felicidades, escoge tu premio —le sonrió el chico pelirrojo, haciéndose a un lado para que tuviera una vista completa de lo que podía llevarse. Martha frunció los labios, esta era la parte más difícil en la vida cuando uno debía tomar decisiones difíciles como aquella; es decir, el panda gigante era simplemente adorable, pero la bola mágica lucía tentadora con esos brillitos morados flotando dentro. Entonces la vio: ahí estaba, al final y detrás de unas vacas afelpadas
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—¿Es en serio? ¿Escogiste una cabeza de unicornio? —en lo personal, él habría optado por la bola mágica de adivinación
Martha iba con una gran sonrisa, esquivando los abarrotados pasillos —Sí, Charlie, lo repito por décima vez. ¿A que es bonita? Además, es de plástico inflable, ¿ves? —con su mano libre palmeó el unicornio bajo su brazo —¡Y SE PUEDE COLGAR EN LA PARED!, tendré que poner clavitos —dijo esto último con expresión pensativa, ¿quién le podía prestar un martillo? Seguramente Jeremy tenía uno en casa. El ojiverde blanqueó su mirada sin perder la sonrisita tonta que brotaba cada que estaba con ella —¡Mira todos los colores que tiene! Son tan bonitos... —soltó en un murmullo más para sí misma
—Incluso gris —recalcó él señalando el particular objeto —No sabía que te gustaban los unicornios.
—Me gustan tanto como detesto ciertos colores: el negro, gris, magenta, tonos fosforescentes... Hay muchas cosas que aún no sabes de mí —lo miró con una ceja arqueada, subiéndose al carrusel por el que tuvieron que atravesar la mitad de todo el terreno plagado de personas y olor a churros rellenos de cajeta.
Martha se colocó en el lomo de un unicornio, dejando sus piernas colgando con el cuerpo ladeando, no le gustaba mucho tener que poner un pie acá y otro por allá. A comparación de ella, Charlie montó el caballo de yeso, de pintura café y cubierto de acrílico transparente. El carrusel comenzó a girar lentamente, con su música tétrica e infantil, y sus infinitas luces fulgurando de distintas tonalidades de aspecto mágico. Al cabo de varios minutos, se miraron y comenzaron a sonreír, estirándose para sostenerse mutuamente de la mando a la vez que andaban sobre sus animales irreales.
Con su mano libre, manteniendo el equilibrio, el chico sacó de su abrigo una pequeña cámara de poca memoria, sin embargo era suficiente para lo que buscaba guardar. Se trataba de su sonrisa, nada más ni nada menos.
Ya con sus piernas cansadas, prosiguieron con su tour a lo largo de todo el festejo. Una vieja señal de STOP permanecía a medio caer.
—¿Charlie? —notó cómo se perdió en esta
—Cúbreme si alguien viene —le pidió a Martha, dejándola más confundida que nada. Rebuscó en sus cosas, hasta dar con un marcador negro permanente, que usó para escribir debajo de la señal "judging", refiriéndose a que se dejara de hacer prejuicios tontos contra el resto, ¿qué se ganaba con juzgar a alguien? —Ahora sí, a correr. —era como ver a dos niños huyendo de una travesura, solo que esta podía costarles terminar en la comisaría
Colándose en lugares que quizá no debían, dieron con un pasillo que bien Martha llamaría magia pura. ¿Cómo es que se encontraba tan solitario? Entre los arbustos y naturaleza creciendo a sus costados, sobre un camino irregular de tierra roja, colgaban miles de lucecitas enredadas entre los cables.
—¿Qué es esto?
Charlie negó, igual de estupefacto que su compañera —No tengo ni idea, vamos —entrelazó sus dedos con los de la castaña, caminando a la par —Cuidado ahí —le advirtió mirando hacia una franja partida en el suelo. Tuvieron que pasar minutos para que vieran a varios metros la salida, fue entonces que se miraron con dos grandes sonrisas que poco a poco fueron acercándose luego de que él apartara unos mechones de cabello quebradizo del rostro de Martha
—¡CHARLIE! —ambos dieron un brinco sobre sus propios ejes, separándose de golpe y mirando en la dirección que provenía la voz. Owen y Savannah se acercaban a ellos, muy sonrientes y pegados. Los cuatro se saludaron, con Charlie y Martha tratando de calmar sus mejillas calientes. Finalmente regresaron a donde deberían, ignorando lo que sucedió momentos atrás, pero es que realmente se preguntaban ¿qué se supone que fue lo que ocurrió?
—Iré a buscar a mamá —Owen se adentró en un círculo de personas bailando al ritmo de música de gaita. El ojiverde y la castaña permanecieron de pie, sonriendo al verlos danzando y brindando con tarros de cerveza caliente belga
—¿Te apetece unirte? —bromeó Charlie con seriedad, Martha le regresó la mirada y negó con la cabeza
—Quizá el próximo año.
Charlie asintió, y con un ademán apuntó hacia la rueda de la fortuna posteriormente a revisar la hora en su móvil —Faltan veinte para la medianoche, deberíamos de irnos ya si queremos alcanzar cupo, aún debemos hacer fila. Pero primero, vamos por aperitivos, se me antoja un helado. —confesó relamiéndose los labios fríos por el clima
Martha lo miró divertida —¿Helado, en serio? ¿Quién come helado cuando estamos a menos de diez grados?
Fue el turno de Charlie de mirarla como si le hubiera dicho el más complicado de los trabalenguas, lo cual no estaba muy alejado, pues el ojiverde disfrutaba de decirlos —Yo, duh. —y no mintió; terminaron en un puesto destinado a postres —Así es como se prepara un verdadero helado, déjame mostrarte —colocó dos esferas dulces, una de fresa y la otra de vainilla, sobre una galleta gigante, cubrió su superficie con chispas de colores y jarabe de chocolate. Charlie insistió en pagar por sus manjares, antes de montarse en una de las canastas de la noria
El tiempo aquella noche iba pasando más rápido de lo que les gustaría, y es que querían guardarlo muy bien en ellos. Después de una corta espera, se sintieron avanzar hasta que afortunadamente (como si el universo estuviera a su favor ese día en particular), subiendo a la punta máxima de la atracción.
Las manecillas doradas del reloj de Dieppe anunciaron la medianoche, y el cielo sobre ellos, tan cerca que creerías ser capaz de tocarlo, se iluminó de fuegos artificiales de distintos colores y diseños junto al espectáculo de luces 3D. Era como una explosión de brillitos entre la espesa oscuridad de la noche.
—Geborgenheit. —Charlie se volvió a ella al escucharla hablar, mas no comprendió la palabra que dijo —Del alemán, y se traduce como una mezcla perfecta entre acogedor, cómodo, cálido... y seguro —"o también existir y sentir intensamente en el momento", mas no lo dijo; le sonrió tímidamente, desviando su azul de él, con el nerviosismo plasmado en su boca llena de marcas de sus dientes por las mordidas —Wow —susurró Martha sin aliento, admirando lo que sus ojos eran afortunados de presenciar. La vista era simplemente magnífica, luminosa y alegre: Dieppe estaba de fiesta. —Es hermosa.
—Sí, lo es —pero Charlie no estaba mirando las coloridas bombas, ni mucho menos el panorama
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—¿Por qué siempre que regresas de salir con ese chico, llegas manchada de pintura? —fue lo primero que Mallory le dijo a Martha cuando la vio atravesar la puerta de su habitación de hospital
Agotada, más despeinada que de costumbre, y con una cabeza de unicornio entre sus brazos, se dejó caer sobre el sillón —No lo sé, , debió de ser del puesto de manualidad, eso no es alo que iba. Ya ni siquiera recuerdo qué iba a contarte ¡pero fue hermooooosoooo, mamá! Debiste ver cómo el cielo se llenó de fantasías vivas. —suspiró como colegiala, dejándose caer en el respaldo de la pieza de mobiliario
—Pude verlo, no tan bien como tú, pero incluso hasta acá llegó tu alegría —estiró un brazo para acariciar el cabello de su hija —La contagias a donde quiera que vayas. Pero ese no es mi punto hoy, en realidad, espero que hayas visto cómo hasta la noche es hermosa a su manera.
Recordó las palabras de Charlie sobre su unicornio —Igual que los colores —susurró pensativa. "Negro, gris..." tan apagados y odiados por su simplicidad, e ironías de relacionarlo a lo negativo.
Mallory levantó su vista, un tanto sorprendida de que hubiera captado su referencia —Exacto.
"La mayoría se pregunta la manera en que surgió el día, existen distintos mitos y leyendas de cómo el sol lo alumbró todo. Pero nadie se ha cuestionado lo sola que se sintió la noche al ser olvidada junto a la luna, sumida en su propia oscuridad."
꧁· Por esta noche — Charlie Gillespie ·꧂
Lo mismo que la vez anterior, tardé 1. por lo ocupada que estoy con la universidad 2. quería que quedara lo mejor posible, ya que les prometo este capítulo será igual de importante y memorable que el anterior.♡
Ayer fue mi cumpleaños así que espero que la edad también influya en que actualice más seguido jaja
Recuerden votar, comentar y compartir la novela con sus conocidos para que se unan a esta historia+
Como siempre, agradecería comentaran qué les parece etcétera etcéteraaaa, esto con el propósito de mejorar :) Gracias por el apoyo
Frida
tw/ig: @glownandi
*cualquier error ortográfico/de dedo será corregido posteriormente
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