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«Nictofobia, un miedo más, un miedo menos»
4 𝖉𝖊 𝖓𝖔𝖛𝖎𝖊𝖒𝖇𝖗𝖊 𝖉𝖊 2019
Se llegó el primero de noviembre, fecha en que Charlie tampoco apareció, pero Martha no quería seguir incomodándolo pues creía saber las razones de su ausencia. En cambio, le sacó provecho a aquel tiempo para finalmente sentarse frente a la pobre chimenea de su casa, con Delilah a su lado robándole las galletas, mientras ella escribía y tachaba consecutivamente las palabras que iba formando en cortos estribillos, que, tras unos segundos de tararearlas, terminaba borrando sin estar convencida del resultado.
Lo que Martha Taffinder no sabía, era que simple y sencillamente no era la única que estaba sufriendo de bloqueos artísticos.
Conforme los días pasaban, su reserva de lápices y tapita de bolis desaparecían bajo la cama cada que se rompían al morderlos demasiado, un signo claro de la ansiedad que estaba sintiendo. Y es que mucho menos ayudaban las llamadas constantes que hacía su padre, era como si una fecha se acercara y el resto a su alrededor se prepararan menos ella, Martha estaba consciente de lo que se avecinaba y aquello consistía en su mayor miedo. El día que mamá tuviera que partir, y ella, dejarla ir.
Evadiendo los pensamientos que la carcomían viva, se obligó a terminar la avena que se había enfriado en el cuenco que Amelia sirvió delante de ella; apuró la cantidad mínima de jugo de melocotón preparado, empinándolo de un trago, para partir a la Academia de Artes Pete's. Si no se apuraba, llegaría tarde, de nuevo.
—¿Tarde otra vez, mein kleiner Vogel? —Mallory llevaba mirándola ya un rato recargada en el umbral de la puerta, con una remendada bata de dormir que apenas le abrigaba, no por nada tenían que envolverla en varias mantas y prendas en fechas frías como aquella. Martha se sobresaltó al oír la voz femenina a sus espaldas, lo suficiente para dejar caer uno de sus libros; a tientas logró recogerlo —Hace unos meses aún eras puntual.
Claro, tiempo pasado. Entrecerró sus ojos azules, mirando acusadoramente a su madre —¿Desde cuándo estás espiándome? —la mujer se encogió de hombros, escondiendo una sonrisa diminuta burlándose de su hija
Se acercó caminando con cuidado (incluso, podría decirse que con cierto dolor), hasta llegar con ella —Ist egal, ahora date prisa y ten un buen día —tomó el pálido rostro de Martha entre sus manos, y besó su frente, traspasándole lo fríos y secos que estaban sus labios. Martha tragó grueso —Y recuerda escuchar —le indicó como de costumbre, picando la zona en que previamente dejó una caricia llena de amor
—Y tú no olvides descansar y tomar el medicamento, ¡nos vemos, Ame! —se despidió de la enfermera con un ademán, antes de salir corriendo por el suelo resbaladizo del exterior (a punto de perder el equilibro varias veces) si no fuera por los afortunados objetos que se encontraban cerca de ella para poder sostenerse en estos —¡Scheiße! —maldijo por lo bajo al apenas conseguir no caer
—¿Cuándo piensas decirle? —la joven enfermera consideraba egoístas las decisiones que su paciente estaba tomando, pero, a fin de cuentas, solo una madre sabe lo que es capaz de hacer por cuidar a los que ama
Mallory no se inmutó en devolverle la mirada —Las niñas pequeñas con gran imaginación se convierten en mujeres con visiones, ¿no te parece cierto, Amelia? —evadir una pregunta justo como la mayor lo estaba haciendo, era la mejor manera dé
Por otro lado, Martha no se detuvo ni un momento que no fuera para prevenir caídas que fácil pudieran ser mortales según su perspectiva, como el perro bravo en la casa de los Welters, la oruga que esquivó por un pelo y terminó ayudando a colocarla en un árbol, o el clásico idiota en moto que no se fijaba por dónde iba y mucho menos usaba casco.
Entre travesías peligrosas que al regresar a casa contaría a Delilah, la castaña alcanzó a poner un pie dentro de la escuela justo cuando el timbre sonó. Ella lucía rojiza por el cansancio de la maratón, pero los demás lucían como si nada, lo cual era lógico pues no tuvieron que salvar sus propias vidas en repetidas ocasiones en una sola mañana. Martha ajustó los cordones de sus botitas rojas previo de buscar el aula correspondiente para su primera clase del día: canto, en la cual recibían entrenamiento y técnicas vocales.
Encontró un sitio junto a Bonny, quien continuaba con el mismo semblante embobado desde la fiesta. Martha pasó sus manos por enfrente de sus ojos, mas nada funcionaba para sacarla de esa ensoñación que debía ser muy interesante, basto para ese trance.
Sonrió divertida, rindiéndose en el intento —Si no cierras la boca, se te van a meter las moscas —se burló de la chica de rastas, en tanto que sacaba de su mochila el cuaderno donde dibujaba sus garabatos. Al abrirlo, la hoja con una esquina doblada para apartar la página, carecía de su bolígrafo preferido —¿Dónde está? No puede ser, estoy segura de que lo puse aquí... —comenzó a decir, agachando la mitad de su cuerpo en busca del dichoso utensilio, hasta que...
—¿Se te perdió algo? —Martha podría jurar que la persona que habló, estaba sonriendo. Levantando la mirada, se encontró con los mismos magníficos ojos verdes de los que se rehusaba a aceptar que la ponían nerviosa, por más que Bonny Martínez la fastidiara con lo mismo a diario —Ten —Charlie se enderezó y le extendió la pluma de tinta negra. Aunque la tomó, sus orbes azuladas continuaban fijos en él, como si quisiera asegurarse de que todo se encontraba en orden con su amigo —¿Estás bien?
—Creo que yo debería de hacerte esa pregunta —sonrió ella escondiendo a medias su rostro detrás del pelo esponjado. Charlie volvió a sonreír, y, por ende, Martha querer morirse de las cosquillas que sentía en su estómago, era como si tuviera todo un zoológico dentro —¡Pero sí desayuné!
—No lo sé, supongo que sí, tú eres la única que puede saberlo —rió el muchacho al oírla. Martha quería que la tierra se la tragara en ese preciso instante por haber pensado en voz alta, culpando al instante sus pláticas con la gata
—Me refiero a que... luces bien, y me alegra —se corrigió con incomodidad, quizá no escogió las palabras adecuadas. No pudo evitar recordar las primeras veces que se encontró con Charlie, y él balbuceaba cosas sin sentido. Bueno, Owen tenía razón, compartir tantas horas con él hacía que acabaras pareciéndote; una de dos, denominando a los animales por sus nombres científicos, o adoptando la personalidad del chico Gillespie
—Gracias, mmm... ¿tú también? —respondió no muy seguro, rascándose la nunca con inquietud. El silencio se prolongó por unos segundos —Le prometí a la señora Clair que tocaría algo para ella con tal de que no me contara todas las faltas del semestre, ¿te veo en el receso? —le preguntó sin dejarla responder, pues se dirigió al fondo del salón, donde se hallaban los instrumentos. Tomó asiento en el banquillo con el que contaba el piano, reluciente de todo el brillo que le sacaban
De repente, Bonny parecía estar más despierta que de costumbre —¿Qué esperas? —se giró hacia Martha, sin entender su duda —Saca tu teléfono y graba, seguro te viene bien para el club de fans de Charlie —soltó unas risitas antes de prestar toda su atención al ojiverde
Comenzó con una sonoridad profunda, atrayendo el interés de todo el grupo —My love. There's so many ways I want to say I love you. Let me hold you in my arms forever more. (1✩)—fue una de las frases que Martha capturó conforme él cantaba, reconociendo la canción como Lady ("Señorita") escrita por Lionel Richie e interpretada por el gran Kenny Rogers —And oh, we belong together. Won't you believe in my song? (2✩)—Charlie acompañaba la composición junto a la melodía que regalaba el piano, con sus dedos danzando entre las teclas con precisión; como un ciego reconocería las líneas de sus palmas —For so many years I thought I'd never find you... (3✩)
(✩TR1: Mi amor, hay tantas maneras en las que quiero decir te amo. Déjame sostenerte en mis brazos para siempre.)
(✩TR2: Y oh, nos pertenecemos, ¿No crees en mi canción?)
(✩TR3: Por tantos años pensé que nunca te encontraría...)
Martha tarareó mentalmente la lírica que se aproximaba, y como si de una sincronización se tratase, la mirada de ella y Charlie se juntaron por una fracción de segundo; lo más parecido a si el azul del cielo y el verde de la naturaleza se juntaran una vez más. "And in my eyes, I see no one else but you..." (4✩)
(✩TR4: Y en mis ojos, no veo a nadie más que tú.)
—¿Soy yo, o te estaba mirando?
La ojiazul se giró hacia su amiga, negando divertida —Definitivamente eres tú. —ni en mil años él podría fijarse en ella, tuvo que recordarse
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—¿Segura que no quieres probarlo?
—Bonny, te lo diré por última vez de la manera más amable posible —Martha tuvo que tomar una gran bocanada de aire antes de dirigirse a su amiga —Aleja eso de mí. —le amenazó entrecerrando los ojos
Bonny se encogió de hombros —Solo es helado. Pero bueeeeeno, tú te lo pierdes —tomó una cucharada de su postre, degustando del sabor a elote que, a diferencia de Martha, a ella no le causaba alergias —¿Sabes de qué tengo ganas?
—¿Que los labios de Nina tengan sabor a helado de elote? —inquirió la más alta de ambas, escudriñando sus ojos azules en busca de algo, o más bien, de alguien. Sin éxito alguno, continuó con sus oídos atentos a lo que Bonny le dijera
—¡No! Bueno sí, pero aparte de eso —negó y corrigió rápidamente, todo esto en menos de cinco segundos —De ir a México.
—¿A México?
—Quiero probar el helado de cerveza, he escuchado que tienen un festival donde sirven de sabor a camarón y de tequila con limón, ¿puedes creerlo? —le dijo a Martha con un tono de voz que denotaba sorpresa innata. La castaña sonrió divertida, dejándola hablar todo lo que quisiera, era un tema serio sobretodo tratándose de nieves
—Lo que sí puedo creer, es que las probabilidades de que yo termine embarrada en eso es casi del cien por ciento, y si tomamos en cuento que seré quien te lleve casi en brazos al hotel por exceso de alcohol en tu sangre...
—Oh, calla —la interrumpió rodando los ojos, escondiendo una risa, pues sabía Martha estaba en lo cierto como casi siempre. El receso se sintió más corto que de costumbre, o quizá se debía a la impaciencia de la que estaba sufriendo —Si no dejas de mover así el pie, te juro que te estamparé mi helado para que al menos se te congele el cuerpo.
—Muy amable de tu parte, gracias Bonny, lo tomaré en cuenta —dirigió una sonrisa sarcástica a su amiga, ignorando el almuerzo que tuvo que comprar en la cafetería; las galletas sabían a plástico con chocolate rancio, y el jugo de naranja estaba demasiado rebajado en agua
—¿A quién buscas?
—¿Quién dijo que buscaba a alguien? —le regresó la pregunta aparentado indiferencia. Bonny blanqueó su mirada unos segundos
—Es a Charlie, ¿cierto?
Tan solo escuchar su nombre, miró de golpe a Bonny —¿Por qué? ¿Lo has visto? Dime —habló tan rápido que llegó a asustarla
—Tranquila, desesperada. Y no, pero viene para acá con sus otros mosqueteros —meneó la cabeza de manera negativa, para luego señalar con esta misma en la dirección contraria a ambas. Efectivamente, un rubio y dos castaños, los tres siendo ojiverdes de distintas subtonalidades, llegaron hasta ellas —Hola, ¿se les perdió algo?
—A él sí —Jeremy señaló al más bajito de todos, ganándose un codazo de parte de este. —...Auch.
—Hola chicos —los saludó Martha con un gesto amable, los chicos le devolvieron el gesto añadiendo uno que otro ademán como Owen. Se levantó quedando de frente a ellos, de todas formas, quedaba poco para que su descanso terminara; disimuladamente se sacudió el vestido rojo con estampado de flores diminutas que combinaban con su calzado a excepción de las medias negras que llevaba, o el abrigo pesado que le quitaba la gracia al conjunto. Quizá no era la mejor opción para el clima, pero sí que era su vestido favorito a usar en días como ese —Tengo algo para ti, no había podido dártelo —se refirió a Charlie, hurgando en su mochila hasta dar con un libro de pasta gruesa, mismo que extrajo y tendió hacia él
—Gracias, en serio no tenías que haberte molestado —el ojiverde sonrió tomándolo, y mirando la portada. En el título rezaba "La paradoja del tiempo: la nueva psicología del tiempo", supuso que era de los tantos escritos que Martha le prometió buscar para ayudarlo en su investigación
Por detrás, Owen, Jeremy y Bonny los miraban con sonrisas traviesas —Explica sobre el fenómeno del tiempo desde un punto de vista más psicológico y social, justo como me dijiste que buscabas —interpretó por él, mordiéndose el interior de su mejilla gracias al nerviosismo que le provocaba Charlie sin siquiera saberlo —Su importancia en nuestras vidas y cómo la psicología y las ciencias del comportamiento nos pueden ayudar a mejorar nuestra relación con él, entre otras cosas.
Charlie leyó en voz alta los nombres de los autores —¿Philip Zimbardo no es quien lideró el experimento de la prisión de Stanford?
—¿Qué es eso? —cuestionó Jeremy en un susurro a sus espaldas
Owen se acercó a su oído —Ni idea.
Martha se volvió a ellos, tomando aire para compartirles un poco de su conocimiento —Fue un estudio psicológico que le permitiría observar de qué manera personas que no habían tenido conexión con ese tipo de entorno, se adaptaban a una situación de extrema vulnerabilidad frente a otros.
—Básicamente quería ver cómo actuaba la naturaleza del mal en ellos —siguió diciendo Charle, regalándole a su amiga una sonrisa cómplice, él también había escuchado sobre eso, puesto que era un tema sonado —Que personas comunes y corrientes como nosotros, con el más mínimo pretexto, podemos volvernos malévolos, e inclusive sádicos.
—Si no mal recuerdo, eran veinticuatro estudiantes de clase media tratados como conejillos de indias, y a diario les pagaban quince dólares por unirse a esa traumática experiencia —Owen no pudo evitar pensar que eran el uno para el otro, hablando de temas que en su vida él podría tomar el coraje de investigar antes de quedarse dormido sobre el portátil
Jeremy alargó un gesto alegre —Yo quiero ganar quince dólares.
—No creo que quieras hacerlo así —lo detuvo Bonny con una sonrisa asqueada, ya ni siquiera tenía ganas de terminarse su helado
—¿De qué sabor es?
Bonny miró a Charlie con ojos brillantes, haciendo bufar a su mejor amiga —Elote —el de cabellera parda arrugó la nariz con su respuesta —Es delicioso, pero tú no estás listo para tener esta conversación.
Para eso, Owen y Martha habían comenzado a platicar sobre las clases, con el rubio dándole el avión justo cuando mencionó sobre los deberes —¿Siguen con el mismo trauma de helados?
—Ni que lo digas —rió Martha, lista para aguantarlos hablar (de nueva cuenta) sobre el tema que algún día les causaría un coma diabético si no paraban de consumir tanto dulce. —Por cierto, Jeremy, ¿qué tal el regalo de Carolynn?
—El conejo ya tiene nombre, se llama Lola y usa vestidos para tomar el té.
Charlie estaba atento a ambas conversaciones, más pendiente de qué hablaba su mejor amigo con la nueva —¿Lo del conejo iba en serio? —Jeremy asintió y sacó su móvil, pasando una tras otra las fotos en su galería —Uy, usa boinas.
—En serio, ¿con qué cara se burlan de Mint? —se quejó Owen cruzándose de brazos al verlos tan fascinados con la mascota —Mi gata también usa vestidos.
—Tu gata es obesa y se comió al hámster de Jeremy.
El mencionado abrió mucho los ojos —¿QUÉ? ¿FUE EN SERIO?
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Charlie se disculpó con ella por haberse retrasado en el receso, argumentando que tenía que afinar ciertos detalles con la presentación próxima que tendrían él y sus amigos en el festejo navideño anual organizado por parte de la academia.
Saliendo de la escuela, todos juntos fueron a comprar chocolate caliente (a excepción de Martha, quien pidió té y rosquillas con coco) y se sentaron toda la tarde a conversar junto a Savannah y Carolynn, quienes se unieron al grupo después. Era agradable pasar el tiempo con ellos, tomando en cuenta las discusiones estúpidas que tenían sobre suéteres feos y gustos de música muy particulares, con Owen y Savannah compartiendo cigarrillos entre ambos.
Estaba anocheciendo, y, por ende, las calles se volvían oscuras a pesar del servicio de alumbrado público con el que contaba Dieppe. A pesar de no estar sola en esos momentos, la mirada nerviosa de Martha se paseaba por los alrededores; claro está, Charlie se percató de la situación, acercándose a ella una vez que sus amigos estaban distraídos de ellos dos.
—¿Ocurre algo? —Martha se sobresaltó al oír su voz tan pegada a su nuca, siendo para nada discreta con el resto, fijaron su vista sobre ella
—Es la oscuridad.
Savannah la miró con curiosidad, el temblor de las manos de la ojiazul le delataban —¿Te da miedo? —la joven asintió bajando sus ojos al suelo —No tiene que avergonzarte, es normal. A mí también me aterra, es seguramente la fobia más común entre las personas.
Su comentario le mejoró el ánimo lo suficiente para explicar lo que sucedía —En general no me gusta el invierno, es frío, las noches más largas... y, por ende, oscuras. Prefiero la primavera —ante esto último, Charlie sonrió concordando en silencio con ella
—De todas formas, ya es hora de que nos vayamos, el reloj sí que va avanzando en el mío —Charlie entendió la indirecta del rubio, mostrándole el dedo medio como contestación. Owen torció una sonrisa burlona. Los adolescentes se levantaron y empezaron a andar en grupito, pegados para mantener sus cuerpos en calor —A propósito, ya que estamos tocando el tema, ¿qué planes tenemos para las fiestas decembrinas? —pasó un brazo por encima de los hombros de los otros dos varones, colgándose en ellos
—Paso, no me gustan.
—¿Qué dices? —Owen miró con ojos muy abiertos a la castaña, no fue el único, pues los demás se mostraban atónitos por sus palabras; ¿es que acaso a Martha Taffinder nada le agradaba? —¡Navidad es la mejor época de todas! —exclamó con indignación, lanzándole a Charlie una de esas miradas que decían ¿De dónde la sacaste?
—Ese no es su caso, Joyner, no todos tendrán los mismos gustos que tú —la defendió Carolynn acompañando lo que dijo con una pequeña sonrisa que reconfortó a la chica de casi el mismo color de ojos —Decidimos este año pasarla todos juntos, especialmente porque Charlie volvió, y hace mucho que no convivíamos como en los viejos tiempos —el silencio inundó el ambiente
—Tenemos una tradición de hacer concurso de casas de jengibre, en vísperas de Navidad cenamos en casa de alguno, nos turnamos, por ejemplo, el último año fue en la mía —más relajado, Owen le contó a Martha lo que les gustaba hacer en fechas como esa —Es divertido, deberías de venir. Sabes que las invitaciones a nuestros planes las incluyen a ti y Bonny. —la morena dio un vistazo a su mejor amiga, sonriente. Continuaron hablando de temas triviales por el resto del camino, pasando por la casa de cada uno despidiéndose, hasta que la última parada fue Martha junto a Charlie, quien se ofreció a acompañarla pues era quien vivía más lejos del resto
Permanecieron callados, expulsando vaho por la boca —La Navidad no me gusta porque solo me deja ver lo sola que estoy —confesó mirándolo fijamente. Charlie sonrió estupefacto con la vista que tenía, pues aún en la oscuridad, sus orbes seguían siendo tan (o más) azules de lo que podía admirar durante el día —Peeeero, no creo que sea tan mala. Solo no es mi preferida, es todo.
—¿No hacen nada? —se tuvo que obligar a apartar su mirada de la de ella, suficiente obvio ya lo era. Martha omitió la parte en que confesaba no podían darse el lujo de gastar en una cena, por lo que solo tomaban chocolate con tarta de manzana y luego se iban a la cama; en últimas fechas, ella sabía que el mejor regalo era no tener malas noticias sobre la salud de Mallory, a pesar de conocer bien el destino que tendría. Meneó la cabeza de forma negativa —Ya no más. —extendió una de sus manos para unirla con la de la ojiazul, recorriendo sus dedos con los suyos como la señal de despedida que mantenían ambos solo para ellos —Supongo que ya es hora, te veré después —tensó los labios en una ligera sonrisa antes de darse vuelta
—Tschüss. —Charlie detuvo su paso, mirando sobre su ojo sin entender lo que había dicho. Martha continuaba de pie a unos metros de él con los hombros caídos y el cabello revuelto en una maraña de color castaño que la hacía ver adorable a su parecer —Significa adiós —el ojiverde asintió sonriendo, recordando que le había prometido enseñarle alemán en un nivel básico
Al cabo de unos minutos, perdiendo de vista a su amigo, fue que se giró encontrándose con un panorama gélido y oscuro, percatándose de la camioneta roja aparcada justo frente a la casa. Las ventanas yacían cerradas con las cortinas puestas, ni una sola gota de luz iluminaba la acera en la que seguía de pie.
Mirando a todos lados, temerosa, tomó las llaves con dedos temblorosos y se dirigió a insertarlas en la cerradura; entonces, la puerta fue abierta desde dentro por alguien más. Por alguien a quien deseaba jamás ver, y que menos esperaba. Era un hombre calvo de la nuez, con el poco cabello que mantenía de color castaño claro, y ojos almendrados. No se parecía en nada a él, mucho menos en personalidad y carácter, y eso la alegraba, pues sería vergonzoso decir que tenía algo en común con el padre que la abandonó antes de cumplir siquiera los siete años.
—¿Qué haces aquí? —su voz salió monótona, de la misma manera en que, a parecer de la mujercita, alguien como él merecía
Milton Schneider frunció el ceño, pues no era el recibimiento que esperaba a pesar de las advertencias que su actual mujer le hizo cuando decidió plantarse en la casa que hacía más de una década no visitaba —Cariño...
—Te hice una pregunta, y no me llames así —lo interrumpió grosera, mirando al fondo, extrañándose aún más. La casa estaba en penumbra, la negrura dentro era tan espesa que Martha recordó las películas de terror en las que saltaba de ella un espíritu llevándose todo a su paso al limbo. Era como si nadie estuviera habitándola. El corazón latía desbocado dentro de su pecho, creyó que en cualquier momento se saldría; puede que el hogar no tuviera un entorno jovial las veinticuatro horas del día, pero al menos se distinguía que estaba habitado con los maullidos de Delilah y los visillos dando paso a la luz cuando las ventanas se abrían
—Te avisé, pero no contestabas... lo cual es lógico —murmuró esto último, ganándose una mala mirada de parte de su primera hija —Lo siento. —el desasosiego era tan penetrante dentro de su cuerpo, que ignoró el hecho de que él consiguió su número de celular
Se llevó una mano a su mochila, sacando el aparato con la pantalla opaca —Tenía el teléfono apagado y... ¿qué pasó? —los labios titiritando a pesar de que el frío fue reemplazado por un ardor contiguo en su nuca, extendiéndose por toda su columna hasta los dedos de los pies
Aquella sensación desapareció, sustituida por una mucho peor; miles de agujas incrustándose en ella, impidiéndole respirar —Tu madre, Martha.
"Era una mujer hermosa con la forma de un ángel carente alas, alguien se las había cortado tiempo atrás, esperando que, sin él, no pudiera volar por sí sola"
꧁· Por esta noche — Charlie Gillespie ·꧂
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Frida
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