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«Hooky Spooky»

31 𝖉𝖊 𝖔𝖈𝖙𝖚𝖇𝖗𝖊 𝖉𝖊 2019



Solamente a la ojiazul de Carolynn Rowland se le ocurría que un lunes 31 de octubre era el día perfecto para organizar una fiesta de Halloween; es decir, claramente la fecha era exacta para la clásica y terrorífica celebración, sin embargo, había un gran pero entremedio... ¡Al día siguiente había clases! 

La mayoría de los invitados prefirió pensar que la idea era fantástica tomando en cuenta que el lunes era precisamente la jornada que todos detestaban, ignorando el hecho de ser adolescentes que acabarían con una gran resaca; sí... los ensayos que estaban próximos a diciembre habían comenzado, no sabían lo que decían hasta que hubieren escuchado la batería y el saxofón retumbar en sus oídos sufriendo de jaqueca por beber demasiado una noche antes.

Para Martha solo sería una fiesta más, no comprendía por qué la gente hacía tanto alboroto; quizá influía el constante pensamiento que cierta persona llamada Charlie Gillespie, un chico de veintiún años al igual que ella (y con unos magníficos ojos verdes, por cierto), no se había aparecido en el colegio durante toda la semana. Jeremy y Owen le dijeron que ellos tampoco sabían nada, aunque ella logró distinguir un atisbo de nervios en la mirada clara de ambos, mas no insistió y se marchó. Tan solo esperaba que su amigo estuviera bien... dudaba que fuera el caso, tomando en cuenta que la música era su refugio y en esos momentos parecía pasar de ella.


Suspirando, se giró nuevamente hacia el adolescente de ojos tan oscuros que bien podrían ser negros, como su grasiento cabello —Ya dime qué quieres, te he dicho que el trato se acabó. No iré a ese lugar —le repitió por décima vez, mirándolo de manera desdeñosa y alejando el folleto de su cuerpo. Él caló de su porro y expulsó el aire directo a la cara de ella; estaba tan acostumbrada que ni siquiera tosió

—Estás pensando demasiado en algo, ¿cierto? —se burló de ella, esbozando una sonrisa ladeada y cargada de ironía. Martha blanqueó su mirada unos segundos, sin prestar demasiada atención a las idioteces que decía —Me doy cuenta porque pones esa estúpida expresión boquiabierta, luces realmente boba con ella.

—Vete a la mierda —le mostró el dedo medio pasando de él; hacía frío afuera, pero la ojiazul sabía que su madre nunca permitiría que Adam volviera a pisar un pie dentro de esa casa después de todo el desastre que le había causado, incluyendo el deterioro de su salud mental


Martha estaba sentada en las escaleritas, con el pelinegro recargado en las barandillas de la entrada. Eran aproximadamente las seis de la tarde, hora en que recién llegaba de sus regulares citas al psicólogo cuando se encontró con él esperándola, ¿desde cuándo Adam siquiera se molestaba en buscarla? La respuesta era nunca, por lo que seguramente quería algo de ella. No era dinero ni mucho menos marihuana, deduciendo que eran dos de las siguientes opciones: la primera, tratarla mal como uno de sus hobbies preferidos, y la segunda, sacarle información, pero ¿de qué?

Unos ancianitos pasaron por su lado, alternadamente viendo a los dos jóvenes; la mujer desaprobó con la mirada que ella estuviera juntándose con tal tipejo de ojeras y una larga lista de multas que nunca pagaba, pero siempre lograba (de una u otra forma) librarse de ellas para cometer nuevas y mejor preparadas. Dieppe no era un lugar grande, por lo que se podía saber con quiénes juntarte o no; los rumores corrían rápido.


—¿Es en ese niño escuálido? Sí, definitivamente —se respondió a él mismo, soltando una sonora carcajada; Adam siempre se reía de todo y todos, pero solo con una risa como aquella podías entender lo mal que estaba —Dime, ¿cómo te conquistó? ¿pedaleando su ridícula bicicleta? Ojalá se cayera de cabeza para que entrara en razón que no te va a meter su... —se ganó una bofetada, Martha tuvo que esconder el dolor que sintió en su mano al estamparla contra él, son embargo una punzada de orgullo por aprender a golpear se instaló en su cuerpo. A diferencia de la última vez, el idiota... digo, el chico, sonrió divertido —¿Lo verás en tu patética fiesta de niños de primaria? ¿Va a ir vestida de una delicadita hada? —caminó hasta ella tratando de tomarla de la cintura 

—Estás drogado —se removió en sus brazos, el olor a hierba era tan intenso que la mareaba, ¿cuánto estuvo consumiendo que no se dio cuenta? Poco cuerdo estaba. Martha miró hacia las ventanas encendidas de su humilde hogar. No quería que su mamá se despertara, mucho menos preocuparla y obligarla a ir por ella, pero Adam hablaba muy alto —Vas a despertar a mi madre, imbécil.

—¿Desde cuándo le importas a alguien, ¿eh? —era un mezquino al por mayor; pero ya no le importaba qué tanto se mofara de ella. Su agarre se apretó en las muñecas, y Martha pudo sentir el caliente aliento de su ex estamparse contra su cara —Ese chico, aléjate de él. —¿por qué estaba haciendo todo eso? se preguntó, de todo lo que esperaba de Adam (no está de más decir que era algo mínimo), jamás se planteó escuchar eso

Esta vez fue ella quien sonrió, y sus ojos azules lo atravesaron —No —pronunció con voz clara y segura, acercándose cínicamente a los labios de él

—¿Qué?

—Ya no te necesito, Adam —se encogió de hombros, apartándose de él con facilidad pues había quedado indefenso; nadie se esperaría que alguien tan solitaria y "patética" como ella, fuera a ponerle un límite

—¿De qué hablas? No seas tonta y quítate eso —escupió la orden señalando su atuendo de gladiadora a medio arreglar —Vine por ti y ya me hiciste perder media hora, Noah se va a molestar. Ahora, date prisa.

—Nunca te necesité —continuó ella diciendo, ignorando en su totalidad lo que él le mandaba —Pero estaba tan aferrada a ti que no quería aceptar que cambiaste. O solo demostraste el monstruo que eres, lastimando y jodiendo vidas ajenas. —le dolía admitirlo, puesto que fue una parte importante en su vida. Sin embargo, ahora las palabras de Charlie tomaban lugar, casi podía escucharlo susurrar a su lado. "Un lugar donde te humillan y no saben apreciar tu valor, donde te lastiman con intención solo para romperte. Donde apagan tu luz sabiendo que temes a la oscuridad. Eso nunca va a ser casa" —Tú no conoces el amor, Adam, y nunca lo harás. Porque nadie va a querer estar con alguien como tú, ni siquiera lo intentarían.

A simple vista, nadie notaría el dolor en sus ojos orbes color azabache —Jódete, tu escuadrón pendejo de amigos inútiles que piensan son perfectos y pueden salvar el mundo. Y de paso, tú también vete al carajo, perra —jadeó una sonrisa impregnada de coraje. —¿Sabes qué harán cuando te tengan completamente? Te darán una puñada por la espalda, y yo no estaré ahí para que vengas a lloriquearme. —terminó de hacer sus ademanes, picando con un dedo el pecho de Martha

Lo empujó escaleras abajo, haciéndolo tambalearse como si de dos pies izquierdos se tratase —Lárgate, y no regreses, ¿oíste? ¡Vete, Adam! —su dedo medio se dirigió a ella antes de desaparecer entre la poco alumbrada calle en que vivían las Taffinder. Ya sola, se permitió derramar las lágrimas contenidas, simplemente porque él no las merecía. Se enjuagó los ojos pensando que su tranquilidad volvería al cerrar la puerta tras ella, por tanto, requería alistarse para la fiesta, pero Martha estaba equivocada. Mallory se encontraba de pie en el umbral de la cocina, bebiendo una taza de té —Pensé que estarías dormida —murmuró pasando por su lado para servirse un vaso de agua, con la mirada de la mujer clavada en su nuca. Seguramente quería saber qué sucedió, los gritos se escucharon casi por toda la cuadra

—Iba a esperar que te fueras, además, sabes que no podría hacerlo sabiendo que Melnik estaba contigo a solas —le recordó dando un sorbo a su bebida humeante, un paso para su proceso de relajación antes de irse a descansar

Martha suspiró, dejando el recipiente con forma de cilindro sobre la isla —Ya no es mi amigo, mamá, acabo de...

—Lo sé, escuché todo —la cortó con un asentimiento de cabeza, no quería incomodar a su hija con un asunto controversial como era Adam. La ojiazul entrecerró los ojos, analizando el rostro de su madre, tenía esa cara que las mamás ponen cuando... —Tengo que decirte algo —bingo. Habría sonreído si no fuera por los nervios que solían ausentarse en Mallory y justo en ese instante aparecieron —Él preguntó por ti... y si es posible, que le regreses la llamada. —se aclaró la garganta en un intento de aminorar la presión que sentía

—¿Y? 

—Mandará algunas cosas para ti...

Sonrió de la misma forma que Adam lo hacía; irónica y arrogante —Dile que puede metérselas por...

—Martha.

—No quiero saber nada de él, ¿es tan difícil comprenderlo, mamá? —su molestia era tanta que olvidó lo seca que se encontraba su boca, adquiriendo un sabor metálico desagradable y espeso —Quizá tú has dejado pasar lo que nos hizo, pero yo no.

Mein kleiner Vogel, sé que te duele. —caminó hasta su niña, tomándola de las mejillas y acariciándola. —Pero han pasado años ya, Martha, debes dejarlo ir o seguirás amargándote. Míranos, hemos sabido apañárnosla bien —le regaló una maternal sonrisa a su hija, empero ocasionó que la herida escociendo aumentara su ardor

—Y solas —añadió por ella, sin poder evadir, contemplar el gesto de su madre —¿Sabes cuánto pudimos habernos evitado si no se hubiera ido? Quizá mi depresión y ansiedad no fueran tan difíciles de sobrellevar, mis traumas serían menores, y tú. Mamá, tú no tendrías por qué enfrentarte a esto, estarías bien y no llevaríamos esta odiosa charla sobre cuánto te queda.

—Lo que te digo no es regaño, Martha. Solo te hago más fuerte —le explicó con seriedad, la suficiente para helar a la castaña —Necesito asegurarme de dejarte lista para la vida cuando yo me vaya, y entonces debas de seguir por tu cuenta. Sabes lo que sucederá, y no hay cambios, fue una promesa y debes cumplirla.


Martha Taffinder se tuvo que obligar a no llorar, y seguir un tutorial de maquillaje sencillo; la razón por la que no solía usarlo era que realmente le iba y venía qué tan bien o mal lucía físicamente, cuando sabía que por dentro su desastre era tan caótico que ningún corrector podría ocultarlo. Y eso estaba bien. 

Picándose repetidas veces el ojo, y limpiando el delineador mal colocado, el resultado no estuvo nada mal si no ponías suma atención a la aplicación de la sombra aperlada. Anudó las agujetas de sus Converse doradas y fue en busca de su madre.


Mama, ich gehe weg —avisó quedito, entreabriendo la puerta. Amelia señaló en silencio a Mallory, quien yacía acostada con los ojos cerrados. Martha se tragó el nudo en su garganta y se aproximó, besando la calva de su madre y sonriendo con los labios apretados 

—No llegues tarde —musitó la enfermera, despidiéndose de la niña que consideraba una hermana, pues no tenía ninguna. La chica asintió y tomó de la mano de Amy, las llaves de la casa, así evitaría despertar a nadie cuando regresara de la fiesta


Con el dinero que previamente Amelia le dio, hizo la parada a un taxi que la trasladaría hasta las afueras de Dieppe. Carolynn había cambiado de planes a última hora, rentando una casa campestre; para Martha eso significaba que el trayecto sería largo, y con suerte estaría en el lugar antes de las nueve. Contando los minutos y moviendo nerviosamente su pie en un ritmo constante, apenas notó el momento en que se detuvieron frente a la hacienda, porque sí, aquella no resultó ser una casita; el reloj marcaba cuarto para las ocho.

Agradeció al hombre barbón que conducía el transporte grisáceo característico de Nuevo Brunswick y bajó sintiendo sus piernas temblar como gelatinas pálidas; quizá se debía al frío, o solo era su ansiedad social haciendo la entrada triunfal de la noche.

Los varios árboles frondosos creaban sombras fantasmagóricas en el solitario camino, pero ella podía escuchar la música desde ahí, hecho que la relajó un poco. Unos minutos más tarde se encontró con una inmensa fogata en el que parecía ser el jardín principal, que contaba con zonas arbóreas más extensas que las que recorrió. Martha escudriñó el panorama, topándose con algunos compañeros de la clase de dibujo, sin embargo, no vislumbraba a ninguno de sus amigos muy a pesar de que Bonny le había enviado un mensaje que la estaría esperando en la entrada.

Las chispitas que soltaba la hoguera capturó su mirada, perdiéndose en los cuerpos disfrazados que bailaban alrededor con gráciles movimientos de ballet (uno que otro extraño y disparejo), pues no faltaba el que solo se dejaba llevar por la música.

Payasos, ninfas, brujas blancas, caballeros y varones del XVIII eran por mencionar una parte de los atuendos que alcanzaba a distinguir. Entonces, unos brazos agitándose atrajeron su atención.


Sonriendo, se abrió paso entre la multitud hasta llegar hacia su mejor amiga —Hey, ¿dónde te metiste? —le reclamó arqueado una ceja, a la vez que se cruzaba de brazos fingiendo una postura amenazante

—En ningún lado, te dije que estaría en la entrada —respondió con obviedad, señalando las escaleras y pilares en los que estaban paradas —Esta, es la entrada a la casa, duh —nuevamente se llevó su paleta de caramelo a la boca, dejando un tinte azulado en sus gruesos labios morenos

—Bien, tú ganas —rodó los ojos y miró tras ella, la gente se amontonaba tanto que Martha temió alguno terminara dentro del fuego por estar tan borracho o ser descuidados con sus juegos —¿Qué tal la fiesta? ¿Es buena, al menos? —le preguntó a su amiga de rastas, fue cuando se fijó en el disfraz que usaba, si es que así se podía llamar —Bonny, ¿qué se supone que eres?

—Soy una... vendedora de tickets de metro —sonrió con orgullo, sin embargo, su mejor amiga continuaba sin creerle. La chica de ascendencia afroamericana blanqueó su mirada por unos segundos y con su mano libre sacó de su bolsillo de los shorts unos boletos con pega-pega y los adhirió a su mono —¿Lo ves?

—Claro —las dos se soltaron a reír, y Bonny la llevó dentro en busca de botanas y bebidas. Por dentro de la casa no había mucha diferencia, pues estudiantes bailaban y se inventaban juegos que incluyeran varios tarros de cerveza —¿No quieres ganarte un dinerito? —bromeó Martha señalando con la mirada la diversión que le veían al beer pong 

Su amiga se encogió de hombros —No me vendría mal, vamos —la jaló de un brazo hacia la mesa, donde las recibieron con varitas de luz y rellenaron de bebida sus inmensas copas de plástico neón


Habiendo pasado un rato desde que Bonny se guardó veinte dólares canadienses, Martha la ayudó a sentarse sobre uno de los sofás. Bonny Martínez era una joven divertida y adicta a los helados, sin embargo su resistencia al alcohol nunca fue buena y esa noche era evidente: apenas y podía mantenerse en pie. Carolynn, la festejada, a quien encontraron hacía unos minutos vestida de Tauriel junto a Jeremy (un apuesto hot dog con tocino), le preparó una taza de café; al parecer estaba huyendo de su novio nada contenta, pues no había entendido el concepto de disfraz que ella le explicó. Jeremy Shada, por alguna razón extraña y sin sentido, entendió Hot Dog en lugar de The Hobbit. 


—Legolas, Jeremy. Te dije LE-GO-LAS —repitió molesta, con el ojiverde siguiéndola con semblante arrepentido; Martha lo imaginó como un cachorrito indefenso —Eso te pasa por prestarle más atención a tus estúpidas suculentas.

Aquello fue la gota que derramó el vaso para que el chico se ofendiera —¡NO LO DIJISTE!

—¡SÍ LO DIJE!

—Y aquí vamos de nuevo —la mismísima Savannah Lee May se paró a un costado de Martha, bebiendo un largo trago de su ponche —En un rato los verás besándose en la esquina de la cocina como si nada hubiera pasado, siempre lo hacen —se burló de sus amigos —¿Podrías por favor dejar de mirarme así? Es incómodo.

Martha asintió, desviando la vista con sus mejillas enrojecidas por la vergüenza —Sí, lo siento, yo... es que pensé que...

—¿Que no vendría? Sé lo que dije —interrumpió con una sonrisa seca —Pero es una de mis mejores amigas y ya había comprado el regalo, ¿ves? Medias para el ballet y condones. Y... te debo a ti también una disculpa —confesó de repente girándose hacia ella. La ojiazul no pudo evitar mostrarse sorprendida ante la castaña clara —Te he juzgado sin siquiera conocerte... ya sabes, a veces uno se detiene a pensar las cosas, y entiendo que no debo dejar que mi pasado con Charlie cause esto. Tú... eres agradable —tuvo que admitir sosteniéndole la mirada

—Gracias... tú también. Eres muy talentosa, te he visto bailar y realmente es sorprendente, yo jamás podría hacerlo tan bien —la halagó en un intento de eliminar la tensión del ambiente, pareció funcionar pues la ojimiel sonrió —¿Así que todo fue por Charlie?

—Es una larga historia, Martha, que no es necesario que escuches. —la tranquilizó poniendo una mano sobre su hombro, la punta de sus uñas acrílicas rozándole provocaban una extraña sensación —Lo único que debes de saber es que Gillespie es un gran mentiroso, pero él hace todo por cuidar de los suyos, y no es tan idiota como yo te lo planteo —no supo si tomárselo como algo bueno o malo, pues su confianza estaba puesta en él

—¡Llegó el momento de jugar a las escondidas! —ambas miraron en la dirección que provino el grito; era un tipo pelirrojo con el rostro corrido de lo que fue un maquillaje de escamas de dragón, lo cual las confundió puesto que su ropa era de pirata 

—Es el juego más estúpido que puede haber, vamos —tomó su muñeca llevándolas afuera. Martha paró en seco —Ella estará bien, mírala, Nina se queda con ella —le aseguró indicando con la mirada a Bonny Martínez, siendo cuidada y riendo junto a una rubia de brazos tatuados. 


Convencida y prometiendo que al terminar regresaría por su amiga, pues se le veía cómodamente ocupada en ligar con su amor platónico de media vida, y ella no la interrumpiría, salieron juntándose en el círculo que organizó el chico. Les explicó las instrucciones básicas, donde dos mujeres y él mismo serían quienes irían a la caza de los jugadores, tenían veinte minutos para encontrarlos antes de que sonara el temporizador que daría por finalizado el entretenimiento.

En un principio, Savannah y Martha se escondieron detrás de un tronco lleno de musgo, cercano a un columpio casero que colgaba de una de las ramas gruesas y verdosas; así fue hasta que un brillo dorado se movió detrás de ellas, cerca del acceso al laberinto vegetal que rodeaba una fuente de mármol con el que contaba la finca, lo sabía porque prestó oídos a lo que se decía.


Con mirada nerviosa que la ojiazul pudo descifrar, Lee May se levantó y sacudió su pantalón de estrella de rock —Tú espera aquí, después te alcanzo si te vas —prometió acomodándose los lentes y la bufanda emplumada antes de desaparecer tras los altos arbustos. Martha creyó era un sitio común en el que varios estarían ocultos, y por ende, serían descubiertos fácilmente


Efectivamente se dio por terminado el juego y Savannah no regresaba, optando por la orden de marcharse y unirse a los demás danzantes, con los que rió y ¿por qué no? Ingirió unos tragos sentada en el columpio, estaba sedienta. Para ser su primera fiesta después de años, no estaba tan mal. Entró a la casa para asegurarse que Bonny siguiera bien, y lo confirmó al verla risueña junto a Nina; de paso, rió al confirmar lo que escuchó decir sobre Jeremy y Carolynn.


—¿Aburrida?

—¡Charlie! —lo saludó con una sonrisa al girarse. El ojiverde no estaba disfrazado, pero seguramente alguien le había regalado las orejitas que llevaba puestas junto a un collar hawaiano. Era la primera vez que lo veía en toda la semana —¿Vienes llegando?

—Sí, finalmente pude colarme por la ventana —le devolvió el gesto, meciéndose sobre su mismo eje —Gladiadora, es lindo —dijo mirándola discretamente, pues no quería incomodarla

Todo lo contrario, Martha solo estaba igual de nerviosa que cada vez que respiraban el mismo aire —Gracias —le agradeció con el rostro sonrojado, haciéndolo reír. En silencio, caminaron por los alrededores hasta detenerse frente al laberinto; Charlie la miró con ojos brillantes, los mismos que solo eran para ella —Oh no, ya está oscuro y podemos perdernos. Además, nos hemos alejado de la fiesta y no se darían cuenta —con una sonrisa traviesa, sacó su móvil y encendió la linterna. Lo miró con cara de pocos amigos —¿Te recuerdo el día de tormenta que se quedó sin batería?

Charlie dejó caer los hombros —No seas aguafiestas, solo fue esa tarde. Ven, te prometo que si te da miedo nos regresaremos. Vas conmigo, sabes que nunca dejaría que nada malo te pasara —levantó una ceja acercándose hasta ella. Por unos segundos Martha contuvo la respiración, en un trance por la cercanía de él. Sonaba tan seguro... entonces las palabras de Savannah regresaron a su mente "Es un gran mentiroso"

Rezando porque la noche estuviera de su lado, tomó la mano del ojiverde —Tú ganas, pero quedas advertido. —el chico sonrió victorioso, y juntos emprendieron una aventura dentro de los pasajes —Así que... ¿has estado bien? ¿comes a tus horas? ¿duermes siquiera, Jeffrey? —el castaño esbozó una mueca, consciente que ella lo llamaba por su segundo nombre únicamente cuando estaba molesta o resentida

—Suenas como... mamá —era un tema delicado que incluso Martha sabía no le gustaba tocar, y justo por ello se cerraba contundente —No, no y no —respondió a cada una de sus preguntan con el mismo monosílabo, ganándose un bufido de su parte —¿Qué? Solo soy sincero, no puedes culparme —ese era un gran punto del que ella no podría protestar

Entrecerró sus ojos —Touché —Charlie festejó con un ridículo movimiento de manos y brazos. Para estar entre tantas plantas y flores, el olor que predominaba era el de una fragancia aceitosa que la hacía arrugar la nariz

—¡Hey, mira! Ahí está la fuente —fue lo primero que uno de los dos dijo luego de permanecer callados por un buen rato, el mutismo prevaleció cuando se sentaron en el borde de la fina construcción, con el agua salpicándoles. Podría jurar que vio una estrella fugaz pasar, hecho que confirmó a medias al notar la mirada de Martha sobre él. Rieron sin razón alguna, probablemente por lo tímidos que se encontraban —Nous cherchons tous le bonheur, mais sans savoir où, comme des ivrognes qui cherchent leur maison, sachant confusément qu'ils en ont une —pronunció con lentitud para que pudiera entenderle. Escucharlo hablar francés hizo que la piel de Martha se erizara, pues nunca lo había oído

—Buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo confusamente que tienen una —tradujo ella moviendo la cabeza de manera afirmativa. Charlie le dio una ojeada divertida —¿Qué? Mi madre acostumbra a decirme frases y yo las interpreto, sé que esa es de Voltaire. Quizá no es alemán, pero vivimos en Nuevo Brunswick, ojitos bonitos.

—No he estado bien, y podría ser más feliz de lo que soy ahora. Tal vez solo deberíamos dejar de buscar la felicidad y que llegue sola, así estaríamos menos estresados. Este mes no es mi preferido, es por eso por lo que no he ido a clases, por suerte ya es el último día —le explicó con voz ronca. A esa hora el viento se volvía más fresco, Charlie se sacó la campera y la colocó sobre las piernas descubiertas de su amiga —¿Sabes? No es tan divertido sabiendo que tú sí puedes entenderme, pero yo no cuando hablas alemán.

—Te enseñaré. —dio la propuesta haciéndose ovillo subiendo las piernas para abrazarlas contra su torso

La miró abriendo mucho los ojos —¿En serio?

—Sí, será más fácil que explicarte física sin electricidad —se burló en un canturreo, obteniendo un suave choque de hombros con él

—¡Oh vamos ya supéralo! —para el tiempo, sus voces y risas se perdieron en el entorno que revolvió sus cabellos, dando la apariencia que manos invisibles jugaban con ellos


El punto en que dio la medianoche y las manecillas doradas del reloj de Dieppe se movieron, la luna alcanzó en el cielo estrellado, tal resplandor sobre ellos, que sus ojos cambiaron. Quizá se estaban volviendo eternos. Martha miró a Charlie con el aire soplando contra ellos, y él entreabrió la boca admirando el efecto que causaba la luz lunar con el azul de ella. Le recordó un término que su padre utilizaba en noches como esa que iban a acampar y había luna llena. De manera precisa, su memoria lo situó en un coyuntura que hacía picar sus ojos.

Aquella fue la primera noche que se entregaron. Y Charlie no solo encontró el apodo perfecto para Martha Taffinder, sino que también entendió las palabras del sabio Víctor Hugo "Amar es saber decir te quiero sin hablar". El ojiverde pudo comprender la situación, y es que, sin haberlo esperado, se estaba enamorando de ella.




"Él sonrió, estirando su mano libre para acariciarle la mejilla empapada de lágrimas —Tu es mon claire de lune."








꧁· Por esta noche — Charlie Gillespie ·꧂


¡Gracias infinitamente por los 10k! Las invito a pasarse por Charlie Gillespie is the type of boyfriend.

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Frida

tw/ig: @glownandi


*cualquier error ortográfico/de dedo será corregido posteriormente

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