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«La rosa»
14 𝖉𝖊 𝖔𝖈𝖙𝖚𝖇𝖗𝖊 𝖉𝖊 2019
—Entonceees... cuéntame todo —lo primero que vio Martha Taffinder la mañana del viernes, una nublada y fresca, fue a la morena de su amiga. Al parecer había cambiado su estilo, pues ahora su cabello se había convertido en una cascada de trencitas pelinegras atadas con gomas para el pelo de color verde fosforescente
—Hey, lindo peinado —le regaló una sonrisa a Bonny luego del cumplido, aún concentrada en el dibujo que inició por la noche y aún no acababa de realizar. Alejando la libreta de ella, ladeó la cabeza para ver de distintos ángulos su trabajo, formando un mohín en su boca rosada debido a la concentración. En cambio, la chica afrocanadiense continuaba degustando de su helado de zanahoria con cacahuate, una combinación extraña, pero de sus preferidas; Martha no pudo evitar pensar que, si Charlie la veía, le daría la "conversación pendiente" para debatir sobre sabores de nieve.
Mierda.
¿Por qué estaba pensando en Charlie? Hacía algunas semanas que no dejaba de hacerlo, y aunque lo evadiera, esos ojos verdes venían una y otra vez a su mente; tanto que incluso en sueños, ahí estaban, y eran los únicos luceros que le ayudaban a salir de la oscuridad que habituaba en sus pesadillas.
Miró con detenimiento lo que había escrito sobre la hoja de papel, llevándole a la conclusión que, desde hacía unos meses, sus pesadillas comenzaban a cambiar. Anteriormente solía escasear la luz (si es que había), pero ahora... siempre contaba con un punto, una especie de ancla, que le ayudaba a persistir.
"No tienes que hacer esto por tu cuenta, como si no hubiera nadie a quien le importaras. No tienes que actuar como si tú tuvieras el control de todo, como si las puertas cerrándose frente a ti estuvieran hechas de simple y blanco papel vacío..."
—Tú tienes que escribir tu propia historia... —pronunció lo que faltaba en aquellas palabras, recordando dos cosas; la voz en su cabeza diciéndole precisamente eso por las noches, y a su abuela en el pasado contándole que todos los sueños, o pesadillas, tenían una razón, no pudo evitar pensar que quizá dentro de estos, señales eran mandadas. Me estoy volviendo loca, pensó
—No te pregunté eso, Martha —la ojiazul rodó los ojos, y hasta que terminó de trazar la nariz de la media cara perteneciente a una mujer desconocida (o más bien, proveniente de su mente), pues nunca la había visto, y realmente ignoraba si al dormir, los engranajes de su cerebro la maquinaban, siendo así producto de su imaginación... como la mayoría de sus dibujos —¿Fue una cita?
—Bonny —dejó de lado la pluma de tinta negra, y miró a su amiga con falsa irritación —Ya te dije que somos amigos, y no son citas —le aclaró por décima vez, pronunciado esto último con lentitud. La pelinegra suspiró decepcionada, como esperara demasiado de Charlie y Martha... quizá porque así era
—Él te gusta, ¿no? Es decir, solo míralo —a través de la ventana lo vieron caminar junto a sus dos amigos, juntos parecían los tres mosqueteros; Martha no pudo evitar reír de solo imaginarlo, ganándose una mirada extrañada de la jovencita a su lado —Después de esa pausa rara en la que ríes sola... prosigo. ¿Has visto esos ojos? —cuestionó a la castaña como si fuera algo obvio, bueno... era Charlie Gillespie, no podía pasar desapercibido lo guapo que era, y mucho menos el verde exótico en su mirada —Y sus manos, por Dioooooos, hacen magia con la guitarra. Sin contar que canta, compone y él sí que habla francés; me he criado en Nuevo Brunswick toda la vida y simplemente no se me da —soltó un bufido con pesadez, tanto que también sus hombros se dejaron caer y su espalda se recargó en el respaldo de la silla. Bonny se cruzó de hombros, molesta con la vida
La ojiazul arqueó una ceja, con clara diversión. De todas las personas que conocía, y aunque no fuera de mucho tiempo, Bonny Allis era la más extrovertida y graciosa que pudo encontrar; era explosiva y una auténtica reina del drama que sabía hacerse delineados de gato perfectos —Creo que estás exagerando, y ¿estás segura de que no tienes un club de fans de él? Charlie Jeffrey Gillespie Worldwide me parece un buen nombre —se burló jadeando una sonrisa, y en consiguiente, ganándose una mala mirada de parte de Bonny, expresión que pronto cambió por una curiosa —A veces creo que tienes un cuarto dedicado a él, como la Señorita Briggs en iCarly y su altar a Randy Jackson.
—Su aroma es hechizante —Bonny imitó la frase, con un tono de voz agudo —Espera, ¿se llama Jeffrey? Pensé que tenía solo un nombre —le preguntó tratando de ocultar su sorpresa, enderezándose en su asiento —Okay, ese es un dato nuevo que definitivamente tengo que anotar —esbozó una sonrisa, dejando a la vista lo blanca que es su dentadura. —Aunque, no olvido que siempre que me ve comiendo helado, me pregunta sobre los sabores del día que escojo. Creo que es raro, y tiene problemas con la nieve.
—Bonny, tú también tienes problemas con el helado.
—Shhhhh, deja de exponerme, Taffinder —la calló mirando a todos lados, como si los pares de ojos dentro del salón estuvieran pendientes solo en las dos mujercitas de baja estatura, Martha siendo la más alta —Así que... ¿es un sí?
—Significa un Es lindo, pero no se fijaría en mí. Y sinceramente no estoy interesada en tener una relación, lo sabes... —su gruñido solo logró darle la razón a Martha —Además, me gusta lo que tengo con él. Una amistad rara entre una chica solitaria y un futuro cantante estrella, de bonitos ojos verdes y un conocimiento sorprendente de la naturaleza.
—El uno para el otro —suspiró Bonny con una sonrisita traviesa
—En serio tú deberías estar en la clase de teatro ahora mismo, y no tratando de aprender a tocar la flauta. Sácales provecho a tus dotes —le motivó ignorando el tema, pues ya no quería tocarlo, suficiente tenía en la cabeza para distraerse en asuntos inferiores como sus sentimientos. Martha lo aceptaba, Charlie era lindo... tal vez demasiado. Pero él no era para ella, creyó, por el hecho de no ser una persona estable para el canadiense. Murmuró un "genial", detestando solo por unos segundos que Bonny sembrara esa tonta idea de chicos en su mente
El timbre sonó, unos minutos más tarde, la clase entera se encontraban ahí, incluyendo al ojiverde y sus amigos. La maestra Clair entró al salón, con una caja de cartón en brazos y de apariencia pesada —Por favor, sus investigaciones sobre la parálisis de las cuerdas vocales. Espero les haya servido, esto va para ti, Lauren —la mayoría rió, a excepción de alumnos como la ojiazul de ascendencia alemana, que se mantenía distraída. Al hurgar en su mochila, una servilleta rosa en forma de helado cayó al suelo
—¿Qué es eso? —Bonny recogió el ligero detalle y se lo tendió, su mejor amiga le agradeció y continuó contemplando. Una sonrisa escapó de sus labios al recordar la boba teoría de Charlie —Te lo dije, estás riendo sola de nuevo. Y él no deja de observarte, como de costumbre. ¿Segura que no son nada? —se burló para luego continuar prestando atención a la clase
—Sí somos algo —susurró para ella misma. No eran "mejores amigos", y mucho menos una pareja sentimental... pero eran algo. Y ese algo les gustaba a ambos
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Una vez que el receso terminó y salieron a tomar el almuerzo, aproximadamente al mediodía, Bonny y Martha buscaron un árbol bajo el cual poder sentarse y comer. A pesar de que el cielo se encontraba nublado y el viento que corría era lo suficientemente helado para querer envolverte en una manta, el día era tranquilo. La ojiazul se sintió bien al notar que estaba siendo mejor de lo que solían ser.
—¿Qué harás hoy? —Bonny dio un buen mordisco a su manzana, causando que un chorrito de jugo corriera por sus dedos y empapando su mano —Nina me invitó a jugar ping pong con burbujas, ¿puedes creerlo? Bur-bu-jas rebotando.
—Bonny, sé cómo se deletrea —Martha frunció el ceño, y dejó de lado su galleta —¿Acaso dijiste con burbujas? —en su corta vida nunca se le pasó por la cabeza hacer eso, es decir, no era muy lógico hacerlo ¿no? Sonaba más como un reto tonto en el cual perder el tiempo
—Sí... ya sabes... el chiste es que no revienten con el golpe, ¿de acuerdo? —una vez que lo decía en voz alta, pensó la chica, no se escuchaba tan divertido e inteligente como ella lo consideraba. Martha prefirió no decir más, puesto que sabía que, aunque los juegos fueran estúpidos, lo único que su mejor amiga quería era pasar tiempo con la misma niña que conoció a los seis años y comenzó a gustar de ella a los quince —Uh uh, bombón a la vista —canturreó en voz baja, tan inaudible que la castaña no entendió lo que dijo —Iré a la cafetería a ver si aún queda helado de aguacate —sin más, Bonny tomó sus cosas y salió huyendo de ahí, a tiempo para que un lindo ojiverde sobresaltara a Martha con el clásico "Boo"
A sus espaldas, lo sintió posarse como de costumbre, cantando cerca de su oreja —But I got you this rose, and I need to know. Will you let it die or let it grow? (✩) —ella sonrió al oírlo, siendo completamente cierto que le gustaba la manera en que Charlie vocalizaba. Martha ocultó con su cabello el color en sus mejillas, era de un rojizo chillón, y lucía casi ridícula por el contraste que hacía entre su pálido tono de piel. Gillespie estiró un brazo, y delante de la mujercita de orbes celestes, esta pudo ver una rosa hecha de servilleta roja —No pude evitar darme cuenta de que en clase jugabas con el helado, y déjame confesarte que no es la obra más estética que he hecho con papel ligero —el aliento fresco de él causó cosquillas en su nuca. Martha soltó una risita, ¿quién decía "papel ligero?" Solo Charlie.
—Tampoco me dijiste que te gustaba la música pop, ¿así que Shawn Mendes? —disimuladamente, tomó distancia de él para poder mirarlo. Charlie esbozaba una sonrisa brillante, gesto que le contagió
—¿A ti no?
Se encogió de hombros, restándole importancia —Yo no soy quien crea grupos para idolatrar cantantes, esa es Bonny —aquello hizo reír al de cabello marrón, quien tomó asiento a un costado de ella. —En serio, deberías entrar a su cuarto. Las paredes no tienen ni un solo espacio vacío de tantos posters que colecciona. —se mantuvieron en silencio por un rato, mirando a cualquier punto que no fuera ellos
—Escuché que irás con Car a buscar disfraces, ¿así que finalmente te decidiste por ir a la fiesta?
Martha asintió, ocupada en masticar el postre casero que su madre preparó: galletas veganas de avena con chispas de chocolate. Tendió el paquetito en dirección a Charlie —¿Gustas? ¿Ya comiste?
El chico rechazó amablemente —Estoy bien así —sin embargo, su respuesta no convenció del todo a la castaña. El ojiverde recostó su cabeza en el tronco del árbol, y cerró los ojos, impidiéndole así ver los dos luceros brillantes que aguardaban en su mirada; ojeras pronunciadas, incluso... no se veía tan feliz como de costumbre, su apariencia era cansada, como si sonreír fuera agotador. Martha no pudo evitar preguntarse si realmente estaba comiendo, o si siquiera descansaba un poco —No he dormido muy bien —fue como si le hubiera leído la mente
—Parece que no has dormido nada —le dio ella la razón, comiendo el resto de las galletas con mente pensativa. Él siempre sabía ayudarla, pero ¿y ella? No tenía idea de por dónde comenzar —¿Qué tal todo en casa? —maldijo por lo bajo, un gran error era meterse en asuntos ajenos a ella
—Mmm... mejor, sí —asintió frunciendo los labios, ¿realmente a quién quería convencer? ¿A Martha? ¿A él mismo? —Mis hermanos vendrán a pasar la Navidad con nosotros, y ese ya es un avance, hace mucho que no los vemos. ¿Te veo después? —tenía la sospecha que las preguntas continuarían, y no se sentía con el suficiente ánimo para contestarlas. Sin decir más, y sintiéndose como un completo idiota, se puso en pie marchándose rápidamente de ahí
—Fantástico, Martha. Y así piensas que se podría fijar en... cállate —habló con su yo interior, antes de tomar sus cosas y también irse, de todas formas, el timbre no tardaba en sonar y necesitaba encontrar a Bonny antes de que el cerebro se le congelara por comer helado muy rápido... cosa que usualmente ocurría
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A las cuatro y media en punto, Carolynn Rowland estacionó su camioneta color plata frente a la casa de su nueva amiga; el claxon fue suficiente para que Martha, quien llevaba lista desde hacía cosa de media hora, tomara su mochila de pequeño tamaño y saliera de casa, asegurándose de cerrar bien antes de entrar al auto.
La bailarina encendió la calefacción, pues la temperatura bajó durante la tarde en lugar de subir; a este paso, todo Dieppe se cubriría de hielo y las personas se convertirían en paletas de hielo. Platicando sobre temas triviales, llegaron al centro comercial, sin embargo, la tienda de disfraces estaba cerrada y con ese frío, no a todos les apetecía estar fuera de casa. Para matar el tiempo, caminaron a una cafetería y pidieron chocolate caliente; la ojiazul parecía muy interesada en la amistad que mantenían Martha y Charlie, lo que incomodó a la mencionada, ¿por qué todos hablaban con ese tono de voz cuando les preguntaban por ambos? Era raro, e incómodo. ¿Por qué a las personas les gustaba deducir cosas? Como si solo esperaran a poner etiquetas a todo lo que encontraran.
Cuarto para las seis, Martha se despidió de Carolynn y entró a casa, extrañándose que la banqueta estuviera alumbrada por la luz que salía de una ventana abierta. Mallory Schneider nunca abría las ventanas; el polvo de la calle era propenso a entrar, y eso afectaba en diversas maneras, comenzando por tener que limpiar la casa seguido, y ser dañino para su salud ya deteriorada.
Escuchó risas en la cocina, lo cual tornó la situación aún más desconcertante; no solían recibir visitas que no fueran del médico o Amelia, la enfermera personal de Mallory. Era como si de repente, todo dentro del hogar fuera luz, alegría y... ¿un olor fuerte a limpiador de lavanda mezclado con el aroma a pastel de chocolate?
—¿Mama? —preguntó Martha en voz alta, dejando sobre el sofá viejo su bolso. Delilah, la gatita anciana de pelaje blanco con manchas negras, la recibió con cierto aburrimiento
—In der Küche, honig. —acatando las indicaciones de su madre, se dirigió a la cocina, encontrándose con la escena que ni en mil años habría imaginado
Amelia, Mallory y Charlie Gillespie estaban riendo con fuerza, los tres bebían té en tazas con el estampado de flores ya borroneado y de esquinas astilladas; al centro de la barra de madera, un pastel de buen tamaño y aún caliente le esperaba en un plato. El ojiverde le sonrió con timidez detrás de su bebida humeante.
Pero Martha se sentía mal que él estuviera ahí. No le regresó la sonrisa. Lo único que ella quería era ocultar su verdad, no quería compartir su dolor con nadie más; pocas veces Gillespie había ido a su casa, y tan solo esperaba en la sala a que ella recogiera alguna que otra cosa que se le olvidara, para luego marcharse juntos a su tan preciada colina.
—Ahí está la palita, sírvete una rebanada —la mujer de cabeza calva le sonrió. A pesar de llevar más de quince años viviendo en Canadá, ella aún no perdía su ligero acento alemán. Sintiendo las piernas como dos rocas de varios kilos, se obligó a servirse té y beberlo de un trago, con la garganta quemándole; al menos eso ayudaría a que entendiera esa no era su realidad —Este adorable muchacho ha venido a buscarte, pero no estabas. Así que lo invité a beber té con nosotras.
—¿Amelia lo preparó? —preguntó de golpe, señalando con su mirada azul el postre sin decorar. Mallory borró su sonrisa por unos segundos, pues la recuperó en un abrir y cerrar de ojos
—Me siento mucho mejor que bien, querida, así que horneé un pastel y hemos bailado algunas melodías de Frank Sinatra. ¿Sabías que el tocadiscos aún funcionaba? Tan solo lo desempolvé con ayuda de este apuesto jovencito, y estuvo como nuevo —presumió la mujer, con los ojos brillando más de lo que lo habían hecho desde hacía más de dos años. Y aquello dolió en lo más profundo de Martha; no negaba que sufría verlos tristes e idos... hasta ahora
Sacudió su cabeza, prestando atención a su madre —Sí, no... es decir. Sí sabía que funcionaba —su voz sonaba lejana, tan pero tan lejana...
—Quita esa cara, mein kleiner Vogel, y escucha —la tomó de las manos, meciéndose a ambas al lento ritmo de la música —No es tanto la canción, sino los recuerdos que nos trae. —la enfermera tomó a Charlie, y lo jaló hacia ella para bailar también. Pero Martha seguía sin lucir muy contenta. Mallory lo podía notar, tomó el mentón de su hija con un dedo y lo levantó; Martha había heredado sus ojos —Liebe dreht sich um mich und ich drehe mich um ihn. Siempre hay más amor del que pensamos se fue, y siempre llega más del que creímos perder, mi niña —besó su frente, ocultando su mirada cristalina de Martha. La jovencita abrió mucho los ojos, entiendo a la perfección el significado que le daba su madre a esas palabras
Los ojos azules de ella se perdieron en los verdes de él, pero esta vez, ella no le sostuvo la mirada. Y Mallory sintió una profunda tristeza al notarlo.
«El amor gira en torno a mí, y yo giro entorno a él»
(✩)TR: Pero te conseguí esta rosa, y necesito saber, ¿dejarás que muera o que crezca?)
꧁· Por esta noche — Charlie Gillespie ·꧂
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También paso para recordarles que ya está disponible la playlist oficial de Por esta noche, que, aunque no lo crean, sí son importantes para darse una idea de lo que podría suceder o no en la historia.
Frida
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*cualquier error ortográfico/de dedo será corregido posteriormente
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