Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

13




«Luz de candil»

05 𝖉𝖊 𝖔𝖈𝖙𝖚𝖇𝖗𝖊 𝖉𝖊 2019



—Pronosticaron tormentas y una parte de la ciudad ya se quedó sin electricidad, sin contar los incidentes con árboles caídos. Debería de ir a visitar a tu tío Ben —la mujer veía detenidamente el clima fuera, la lluvia empeoraría dentro de un rato —Tuvo una cirugía de ojo hace cosa de una semana, y Susan necesitará ayuda para cuidarlo.

—Martha me ayudará a estudiar Física —comentó Charlie con cierta incomodidad, y la castaña a su lado moviendo constantemente su pie —¿E-Está bien si subimos a mi cuarto? —disimuladamente señaló a su madre, quien parecía no tener intenciones de dejarlos ir. Jeanette Gillespie era una mujer a la que le encantaban las conversaciones

—Por supuesto cariño, yo saldré como te dije. Si la tormenta empeora, me quedaré allá —desapareció detrás de la cocina, aunque sin dejar de hablar —Meghan dormirá en casa de una amiga, ¿recuerdas? —la ojiverde, al igual que su hijo, volvió a la sala con bolso en mano —Hace años que Dieppe no ve algo así, la última vez yo tenía doce años... así que ya se imaginarán —bromeó haciéndolos sonreír a ambos —Charles, aún recuerdas dónde está el kit de emergencia, ¿cierto? —el castaño asintió al ver la expresión amenazantemente materna de Jeanette —Tengan cuidado, si la luz se va, desconecten todo.

La ojiazul asintió, mirando a la rubia —Con permiso —Charlie se despidió de su madre antes de subir junto a Martha. La casa era algo oscura, y la madera predominaba en casi toda ella, sin embargo, seguía teniendo ese toque campestre y elegante; chimenea encendida, buena decoración, y un constante olor a naturaleza ahí dentro, lo cual no estaba muy alejado de la realidad pues las plantas predominaban ahí dentro 

—Son las hierbas aromáticas de mi madre —fue como si el chico hubiera adivinado sus pensamientos

—Huele como a bosque... como a primavera —dijo Martha mirando sus ojos verdes. Charlie sonrió y abrió la puerta de la habitación; el sitio no era muy grande, mas lo suficiente para que él tuviera cuarto propio

La miró desconcertado, acompañado de una sonrisa divertida —Supongo, mamá dice que las plantas también alejan las malas energías. Ponte cómoda en lo que nos preparo un poco de avena, ¿te gusta? ¿o prefieres otra cosa? —le preguntó caminando hacia la puerta

—Te sorprenderá que me encanta —por una fracción de segundo, Charlie no pudo evitar pensar que era perfecta, es decir... ¡le gustaba la avena! Todo el mundo detesta la avena, ¿no?

Martha reacomodó unas cosas sobre el escritorio de su amigo, para hacer espacio y poder colocar los apuntes que requerían para estudiar Física; tarareando una vieja canción de cuna, pasó las páginas una por una, repasando algunas fórmulas y analizando procedimientos —Un ruiseñor te arrullará con su canto... otro esparcirá su magia sobre ti. Las hadas levantando sus copas, brindando por ti, augurando la luz eterna... —las melodías brotaban de su boca, aprendidas de memoria, tanto que no debía de esforzarse por recordar la lírica 

—Hey, mira lo que encontré —la chica centró su atención en el joven que regresaba, ¿cuánto tiempo había pasado? Miró su reloj de mano, percatándose que quince minutos se escurrieron como el agua —Traje películas de zombies. —la sonrisa de Charlie se ensanchó denotando emoción, por lo que Martha consideró era su cinematografía preferida

—Todo lo que una chica quiere ver, ah —rodó los ojos con diversión, y poniéndose de pie para ayudarlo con la charola que llevaba cargando. Miró lo que contenía; entre los tazones de avena, también había paquetitos de galletas saladas y dulces, dos manzanas verdes de apariencia jugosa, unos cuantos emparedados, una única bolsa de papitas y al final, una barra de chocolate

 —Al menos tú sí, ¿crees que no he husmeado entre tus cd's? —aunque solo acompañó a Martha dos veces a su casa, e ingresó únicamente a la sala, pudo notar que sobre el mueble principal apenas y había cosas 

Rodó sus ojos azules, y colocando la comida sobre otra de las mesitas, levantando la golosina —Te he dicho que no puedo comer chocolate —le recordó arqueando una ceja, Charlie sonrió y lo tomó con una mano, sacudiendo este tentadoramente

—Podemos partirlo a la mitad, y compartirlo —propuso inocentemente, con sus lindos ojos verdes brillando con la poca luz anaranjada que iluminaba la habitación —Además, sabes que nunca haría algo que pudiera lastimarte —se sentó en una de las sillas, mirando los apuntes —Mierda, detesto Física.

—Si te sirve de consuelo, siempre y cuando termines temprano, podemos ver algo —trató de animarlo, apartando su cabello enredado de la cara, algo común en ella. 

—¿No es broma?

Martha negó con una sonrisa —Hoy no tengo cita —dijo abriendo el libro y pasando por el primer capítulo —A propósito, ¿no te llamas Charles?

—Charles Jeffrey Gillespie —ladeó una sonrisa, casi avergonzado.

—¿Por qué no lo sabía?

—¿Por qué no preguntaste? 

—Touché.



.

.

.



—¿EN VERDAD NO HAS VISTO FIRST 50 DATES? —Martha lo miró incrédula, terminando de comer su sándwich 

—Noup —negó Charlie encogiéndose de hombros —Nunca escuché hablar de ella, y créeme, tengo a Meghan de hermana.

—¿Drew Barrymore? ¿Adam Sandler? —volvió a intentar, sin embargo, el ojiverde continuaba con una expresión confundida que le daba más la apariencia de un gatito enojado —¿Nada?

—Nada, ¿manzana? —estiró el fruto hacia la chica, quien se detuvo a observarlo antes de terminar aceptándolo 

La ojiazul le dio una mordida al tiempo que se sentaba a un lado de él, en el suelo, chocando hombro con hombro. La conversación derivó de la película que estaban pasando en ese momento: Si tuviera treinta —Es una comedia romántica, sobre un biólogo marino que no busca comprometerse con nadie hasta que conoce a "la chica de sus sueños"—dio inicio a la explicación de la trama, haciendo comillas con sus dedos en eso último. Charlie le prestaba suma atención al relato —El problema es que ella padece de amnesia anterógrada, o sea que presenta pérdida en la memoria a largo plazo... y cada mañana que se despierta, no recuerda nada del día anterior.

Gillespie frunció el ceño —Eso es malditamente triste —soltó con completa sinceridad, tan consternado que dejó de lado su manzana —No veré esa película en mi vida.

—Sí, bueno, si yo tuviera un accidente o algo por el estilo y me dieran la opción de, despertar con amnesia o simplemente desconectarme... creo que elegiría la última —ambos permanecieron en silencio, analizando los pros y contras —¿Te imaginas lo cansado que debe ser una vida así? Y peor aún, no poder recordar a la gente que te ama.

—Yo no... sí, ese es un buen punto —admitió Charlie sin estar conforme con la trama de la película —Prefiero quedarme con The Notebook.

—¿The Notebook?

Fue el turno de Charlie al mirarla boquiabierto —Necesitamos tener una conversación sobre películas, seriamente.

Martha negó divertida, soltando una corta risita —Adam Sandler sabe plasmar muy bien cómo debes de enamorar a la persona que amas cada día, no solo el catorce de febrero o el día de tu aniversario. —continuó diciendo sin dejar de jugar con las pulseritas que llevaba en mano

—¿Sabes? Tomaré en cuenta tus palabras. —la castaña lo miró desentendida, mas no insistió. Ya daban las ocho de la noche, recién habiendo terminado los deberes, cuando la luz se cortó justo antes de poder introducir el CD en el viejo reproductor, heredado por el abuelo, que tanto le gustaba —Demonios, ¿era necesario eso? —se quejó en un puchero, dejándose caer sobre el suelo y recargándose en la cama

—Probablemente cortaron la energía antes que la tormenta tocara tierra —indagó Martha mirando a la nada, puesto que ahora se encontraban en penumbra. Charlie se levantó y sacó su móvil del bolsillo trasero de sus jeans, encendiendo la linterna para alumbrar el cuarto lo suficiente para poder moverse entre la oscuridad de la pequeña casa —¿Me acompañas o prefieres quedarte aquí?

La chica se lo pensó bien, ¿qué era peor, quedarse sola entre la oscuridad a la que tanto temía, o estar en la misma pero acompañada? —Voy contigo —se puso de pie de un salto y lo siguió. Ambos caminaban en silencio entre los estrechos pasillos, tratando de no caer; el único sonido que se escuchaba era el de la lluvia caer con fuerza sobre el techo, además del viento amenazando a la naturaleza, y uno que otro relámpago iluminando los cielos grises —¡Auch! —aunque el chico hacía su mejor intento por dar pasos firmes, sus pies fallaban entre la lobreguez que inspiraba temor —Charlie, ¿te da miedo la oscuridad?

—Pfff... claro que no —contestó él al instante, esbozando una sonrisa más parecida a una mueca; no fue necesario ver su rostro, pues el tono de voz lo delataba. Martha se detuvo justo cuando la luz de la linterna la apuntó —Bien, tal vez un poco. No te rías.

—No me río —la jovencita se estaba riendo. Los ojos verdes de Charlie se blanquearon un momento, antes de tomarla de la mano y retomar el camino —¿Qué haces? ¿Qué tan abajo está lo que sea que necesitamos? ¿No era más fácil haber ido por eso antes? —tantas preguntas lo bombardearon, que se detuvo de golpe, haciendo que ella chocara contra su espalda 

—Shhh hablas mucho —la calló sin ser grosero, llevándose un dedo a la boca como señal de silencio. Hasta llegar al sótano, no dejaron de quejarse debido a los trompicones que se daban mutuamente —Podría jurar que mis pobres dedos están inflamados de tanto que me pisaste, Taffinder.

—Calla y recoge lo que necesitas, acá abajo está muy frío —se abrazó a sí misma, pues justo aquel día se había decidido por usar un suéter finísimo. Aunque no podía ver, lograba escuchar a Charlie removiendo cosas de un baúl

—Quizá si me ayudaras a alumbrar, sería más rápido —gruñendo, se acercó y tomó el móvil de él. ¿Esas eran herramientas? ¿Qué hacía una botarga de conejo ahí dentro? A pesar de deducir que seguramente ahí abajo lo utilizaban como bodega de cosas viejas y húmedas por el moho, no pudo evitar sentir escalofríos en su espalda por lo tétricos que eran esas orejitas sucias. El pelaje de esa cosa ahora era grisáceo y tenía agujeros que quizá un ratón había roído 

—Ew no, deja de pensar en eso. Ratas fuera de aquí —Charlie se detuvo a mirarla con confusión —Estoy hablando conmigo misma, tú sigue en lo tuyo.

—¡Listo! Lo tengo —al tiempo que levantó a la vista de ambos una caja que parecía de artilugios, la puerta se cerró en lo alto de las escaleras. Ambos se sobresaltaron ante el sonido, mismo que hizo eco dentro del pequeño cuarto, tanto que Martha dejó caer el teléfono —Oh oh.

—¿Oh oh, ¿qué? ¿Eso es malo? No me gustan los Oh oh, nuncatraen nada bueno. ¿Gillespie? —no le gustó nada la mueca de Charlie. Se agachó a levantar el aparato, e iluminarlos, sin embargo éste emitió un pitido y dejó de encender —Charlie, ¿cargaste tu teléfono?

—¿Ah?

—¿Que si cargaste tu teléfono? —le mostró la pantalla, la cual avisaba que el porcentaje de batería era bajo —Genial, ¿sabes qué? Me voy ya mismo —subió los pocos peldaños y trató de abrir, pero la puerta estaba atascada —Scheiße —maldijo por lo bajo. Entonces escuchó una respiración entrecortada, y al volverse, el ojiverde se encontraba hecho ovillo de espaldas al baúl, con la frente cubierta de sudor e hiperventilando —¿Charlie? —rápidamente se acercó a él, poniéndose en cuclillas a su altura, y apartándole unos cabellos del rostro —¿Qué sucede? ¿Gillespie?

—Prefiero cuando me llamas niño bonito —jadeó tratando de verle el lado positivo, sin embargo entre más hablaba, peor se sentía —Claustrofobia —fue todo lo que dijo en un susurro. 

—Oh Charlie —tomó sus mejillas entre sus manos, al verlo tan ido —Charlie, concéntrate en mi voz, ¿de acuerdo? —sus ojos buscaron desesperadamente los suyos, de un verde casi parecido al esmeralda. Aunque, para ser sincera, Martha seguía sin poder describirlos... eran simplemente fascinantes. —Mírame, por favor —se oía tan lejana, pero él dio un último intento, solo por ella. Su mirada buscó aquel azul, y al lograrlo, una parte de él volvió a encontrarse. —Eso, muy bien —le sonrió con nerviosismo, sin dejar de hablarle —Dime, ¿qué saco de ahí?

—H-hay... hay velas, y encendedores —señaló el kit de un material naranja encendido, su mano no dejaba de temblar, y eso le avergonzaba —Ten cuidado —Martha asintió, y abrió la caja de plástico duro. No tardó nada en encender el candil, con una llama pequeña titilando entre ambos —Tus ojos se ven aún más lindos así —le sonrió desvaídamente, haciendo sonrojar a ambos

Si aquello ayudaba a mantenerlo distraído, entonces estaba bien —¿Qué tanto hay aquí abajo? ¿Y por qué tu madre tiene una botarga de conejo? Creo que a partir de ahora tendré pesadillas. —dijo sin exagerar

Charlie soltó una carcajada, acto que sacó a Martha una sonrisa —La compró para la fiesta de cumpleaños número cuatro de Meghan, así se ahorraría contratarlas. A nadie le gustó, y los niños terminaron llorando... trató de venderla, pero tampoco funcionó —rodó los ojos con diversión —Mi madre está algo loca.

—A mí me agradó.

—Y tú a ella, no me lo dijo, pero pude verlo en su mirada —le aseguró, sintiéndose mejor, tanto que sus dedos podrían fácilmente tomar un hilo y agua y coser a la perfección. Martha se levantó y comenzó a husmear entre los objetos olvidando, señaló serpentinas y varias guirnaldas navideñas —Como podrás darte cuenta, aquí guardamos todos los adornos. Nos encantan las fiestas decembrinas, en general cualquier festividad —explicó poniéndose en pie, y tomando una linterna para colocarle las pilas de emergencia que su madre siempre cuidaba

—¡Mira! Pinturas —exclamó Martha inclinándose a una caja de cartón, y revisándolas una por una, pues eran varias —Y no están secas.

—¿Te gusta pintar?

Asintió —Se me da mejor dibujar, pero sí, me gusta.

—Entonces pintemos —propuso él sosteniendo un botecito con contenido azul cielo

—¿Qué? —y así fue como terminaron sacando lienzos blancos y empolvados, para convertirlos en caritas felices y salpicaduras de colores brillantes. 

—Mira esto —Charlie hundió sus manos en una cubeta de pintura azul, y colocó una sobre un rincón de la pared de manera, marcándola con su palma. Martha entreabrió la boca

—¿Qué haces? ¡Tú madre se va a molestar!

—Mi madre nunca se molesta, Marthiux, y de cualquier manera nadie baja aquí —sonrió alegre, y le tendió otra cubeta —Anda, hazlo.

—No.

—Hazlo.

Se cruzó de brazos, rehusándose —Que no.

—Gallina —canturreó el castaño con sorna

—¡No soy gallina!

—Entonces hazlo. —la miró de manera retadora, Martha le sostuvo la mirada

—No me vas a retar a mí, Charles Jeffrey Gillespie —dijo con seguridad, enderezándose desde su lugar

—Eres una aburrida —fue todo lo que necesitó para no solo salpicar la mejilla de él con un tono verde, sino también para poner su mano a un costado de la palma que Charlie marcó —¿Mejor?

—Mucho.

—¿Por qué está todo esto aquí? —después de reír tanto que el estómago les dolió, se volvieron a sentar en el suelo, sin importar qué tan polvoriento estaba

—Ah... no sé, alguien más debió de utilizar estos cachivaches —desvió su mirada, rascándose la nuca con nerviosismo —Antes solía venir a menudo, hay un calentador y es cómodo para sentarse a leer. Puedes llevarte eso si quieres.  Aquí abajo hay dos sentimientos muy contrarios: nostalgia, y alegría. Mamá nunca pudo deshacerse de las cosas de mi padre, así que también están almacenadas en algún rincón. Supongo que guardamos lo que nos lastima, porque una parte de nosotros no puede dejarlas ir.

—Mantengámoslo como nuestro secreto, así quizá me anime a volverte a ayudar —sus palabras lo hicieron sonreír. ¿Cuánto tiempo pasó? No estuvieron seguros, no obstante la pasaron mucho mejor de lo que creyeron —Te prometo que no te hará daño comer un trozo, anda —partió el chocolate a la mitad y le tendió un pedacito —No rompo mis promesas.

Martha entrecerró los ojos, para luego terminar aceptando —Gracias —agradeció en un susurro. Ese era el primer chocolate que compartían, se sintió ridícula de haber pensado eso, pues él estaba concentrado en un mosquito pegado al foco encendido... ¿encendido? —Charlie, la luz volvió.

El ojiverde pareció volver a la realidad —Intentemos abrir la puerta antes de que vuelvan a cortarla —no fue necesario, pues escucharon pasos, y pronto, Jeanette Gillespie los rescató 

—¿Qué están haciendo ahí abajo? Suban, ¿qué esperan? Traje galletas de calabaza. Cuando las terminen, te llevaré a casa —se dirigió a Martha, hablándole con dulzura —La lluvia bajó y no dejaré que vuelvas caminando, cariño. Sobre todo, después de ayudar a mi niño —la ojiazul se mostró con gratitud antes de subir. Pero la rubia, no dejó que su hijo avanzara más —Alto ahí. Me encontré a la madre de Owen y... —miró sus manos pintadas, frunciendo el ceño —¿Debería de...?

Charlie negó, haciendo un mohín con los labios —No preguntes —dijo quedito, palmeando los hombros de su progenitora antes de seguir a Martha. Ya arriba, degustaron del postre y una buena taza de leche tibia; una vez terminado, los tres se dirigieron a la entrada

—Iré a buscar las llaves, esperen aquí —Jeanette le lanzó una miradita extraña al morocho, misma que él le devolvió entrecerradamente

—Gracias por hoy, en verdad. Debo de admitirlo, la pasé mejor de lo que creí —se acomodó su cabello enredado, sin mucho éxito, pues siempre volvía a tapar su cara. Charlie se acercó a ella y, escondiendo una sonrisa, lo apartó colocándolo detrás de sus orejas 

—Creo que la Física puede ser muy divertida —esta vez fue ella quien torció los ojos

—Claro —lo siguiente fue un silencio, no tan incómodo como los anteriores —Adiós —alzó la mano sin saber qué hacer para despedirse

—Awww tienes una mano pequeña —juntó la suya con la de ella, midiéndola detenidamente —No me gusta el adiós. Así que, hasta pronto —dio un apretón antes de dejarla ir

Cuando la madre de Charlie volvió una vez de llevar a Martha sana y salva a casa, se sentó frente a la chimenea junto al castaño; no eran tan parecidos físicamente, pero estabas conectados por el mismo corazón pasional y bondadoso —¿Entonces, quién es ella, ¿eh?

—No empieces, ma —negó divertido. No fue una respuesta sensata para Jeanette, por lo que lo codeó —Estamos en el mismo curso, y creo que somos amigos, no lo sé —contestó finalmente a su insistencia

—Para ser solo compañeros de clase, te saca una sonrisa muy bonita, cariño.



.

.

.



—Ich bin hier, mama —anunció la pequeña castaña, dejando sobre un cesto de entrada el paraguas que la señora Gillespie le prestó. —¿Mama?

—Estamos por aquí, Martha —escuchó la voz de la enfermera, Amelia, llamarla desde la habitación de su madre. La mujercita de cabello largo y negro le leía un cuento alemán a Mallory, quien lucía más cansada de lo habitual —Tuvo algunas molestias hace un rato, así que le dimos sedante. Pero ella está bien —¿cómo iba a estar bien si dolía? Imposible. Se acercó a su madre y tomó asiento en la segunda silla vacía, acariciando su mano entre la de ella

—¿Cómo estuvo tu día, mein kleiner vogel? —le regaló una débil sonrisa tanto como su voz —Der Himmel scheint wütend zu sein —susurró la mujer mirando a través de un filo que dejaba la cortina a la vista, la ventana estaba salpicada de gotas una tras otra —Los tiempos se han vuelto extraños.

Ja —la ojiazul le dio la razón, sin apartarse ni un centímetro; a su lado, Amelia escuchaba atentamente las palabras comprendiendo tan solo algunas que le era común decir a la señora, dos años acudiendo con la misma paciente le había traído también un poco de conocimiento en el alemán

—Dame una frase, Martha. Recuerda, no lo pienses demasiado —Mallory cerró los ojos, sin desconcentrar su oído enfocado a la voz de su única hija 

Die Welt... daß die... —no podía recordar con claridad lo que quería decir, se sintió tan inútil en ese momento

Nein —la cortó su madre luego de unos segundos, viéndola de reojo —Die Welt ist so eingerichtet, daß die dämlichsten Sprichwörter recht behalten, ¿quién lo dijo, Martha?

—Alfred Döblin —respondió en un murmullo, apartándose el pelo de la cara. La pelinegra de uniforme blanco le sonrió de lado, tratando de hacerla sentir mejor

—Voz clara y fuerte, Martha. Sin dubitaciones —se aclaró la garganta para poder hablar, llamando la atención de las dos más jóvenes en ese cuarto —Tradúcela, y haz como te dije.

—El mundo está montado de manera que los proverbios más estúpidos tienen razón.

—Genau —asintió con completa sabiduría —Von nun an kann alles passieren, Martha. Así que no te extrañes de ver un triángulo hecho pizza, o escuchar a alguien decir que la tierra es cuadrada. De la manera en que ahora yo te pregunto, ¿por qué tienes pintura en el cabello y las botas, cariño?




"Me dijiste adiós. Esa es probablemente una de las decisiones más valientes que te he visto tomar."








꧁· Por esta noche — Charlie Gillespie ·꧂


Ya sé que el capítulo está algo largo jeje ¡pero era algo merecedor! Muchísimas gracias por el apoyo que le están dando a la novela, somos #1 en trágico y eso es algo muuuuy grande, especialmente tomando en cuenta que publiqué por esta noche hace apenas dos meses

Me tardé en subirlo porque la extensión de este capítulo en específico será muy importa en cierta parte de la historia que se desarrollará después, así que recuerden que hasta los detalles más pequeños son los importantes

Me ayudarían mucho votando, comentando, y agregando la novela a sus bibliotecas y listas+

¿Qué les gustaría ver en la novela? ¿Tienen alguna teoría?


Frida

tw/ig: @glownandi 


*cualquier error ortográfico/de dedo será corregido posteriormente


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro