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"Pobre Secretaria"

Aunque había despertado muy temprano como era un hábito, no había tiempo de desayunar esa mañana, el baño había tomado gran parte de su tiempo, el agua recorrió cada espacio de su piel dejando ese aroma a lirios y lavanda, porque sí, la fragancia de su jabón era aún mejor que el que propagaba su suave perfume. Varias cremas luego, estaba lista para cautivar su mayor ambición y, a diferencia de otras veces, en esta oportunidad no habría marcha atrás, o eso se había prometido a sí misma una decidida Yoo Jeongyeon.

Luego de un último vistazo al outfit que había preparado y extendido prolijamente sobre la cama, siguió corriendo percheros en el armario sabiendo que no había modo de superar el regalo de su amiga Jihyo.

"Es lo más que puedo hacer por ti, Jeongyeonnie. Atrévete a meterte por sus ojos y deja de pensar en tantas cursilerías que no sucederán..."

¡Maldita sea! Había acabado con toda su decencia con ese regalo, y ella sabía que nada en su armario tendría mas gracia que aquella prenda que ya la había cautivado a primera vista.

Uñas de rojo ¿desde cuándo utilizaba colores tan llamativos?, labios carmesí ¿Su boca se veía más grande?, el rizador de pestañas y el fino delineado profundizaron su mirada y la hicieron ver mas encantadora ¿o más atractiva? Estaba segura que ambos. Sus altos zapatos negros complementarían muy bien con el conjunto de oficina de falda negro, "su color favorito" se recordó, mientras se pasaba las medias de seda acariciando sus piernas en trayecto, pero no se animó a usar negras, jamás lo hacía, ¡Ya deja esa timidez Jeongyeon! Pudo oír la voz de Jihyo en su mente. Se regañó internamente, pero sabía que no podría ir contra los estándares que debía de cumplir en sociedad, ser sexy jamás era una opción y menos en su puesto de trabajo. Lo que estaba haciendo ya le suponía una barbaridad.

Luego de estarse detallando frente al espejo por largo rato, no podía creer que sí se pondría esa prenda tan íntima y atrevida. Pero por más de que quisiera fingir que su hazaña no la haría ver diferente, que no pasaría desapercibida por quien le diera un simple vistazo, no era el momento de pensar en si alguno de sus compañeros de trabajo opinaban mal o peor que mal, porque estaba más concentrada en su decisión de llamar la atención de la CEO, su anhelo prohibido, su mayor ambición, su deseo de libertad.

Una vez se puso la pieza de lencería de encaje rojo que le cubría todo el torso y se ajustaba a su cuerpo perfectamente, lo abrochó en su entrepierna y regreso al espejo. Ladeó la cabeza mientras se analizaba, bueno, no iba a negar que se le veía muy bien, hasta encontraba elegante los detalles y transparencias.

—Ow... —Musitó al ver toda su espalda descubierta. Hasta sus omóplatos se veían bien rodeados del delicado encaje. Que prenda más reveladora, todo en ella gritaba 'erotismo'.

No pudo analizar más y finalmente lo aprobó al ver el horario en el tradicional reloj de agujas que colgaba sobre la puerta en su habitación. Se amarró el lazo de raso del que sostenía toda la prenda alrededor de su cuello con un gran moño sugestivo, ajustó la falda alrededor de su cintura y escondió su espalda desnuda con el saco para, finalmente, disimular el pronunciado escote que no sabía que poseía, prendiendo todos los botones que pudiera hasta que estuviera a salvo junto a su escritorio.

Cuando enfrentó la luz del día, su falda amenazaba con llamar la atención de todos a su alrededor, pero ella no lo supo a ciencia cierta hasta que estuvo de pie junto a la calle y los cumplidos a su apariencia fueron más perversos que de costumbre. Se miró en las puertas de cristal de un edificio tan alto como en el que trabajaba, mientras esperaba el taxi que la dejaría en su puesto de trabajo, y la imagen que le devolvió su reflejo la hizo ruborizarse.

¡Oh no Yoo Jeongyeon! Un gemido de desconcierto se escapó de su boca ¿En qué demonios estabas pensando cuando decidió salir así a la calle? Ya comenzaba a arrepentirse de su decisión, pensando en regresar a casa y vestirse con normalidad al ver cuan pálida se le veía la piel en colores tan oscuros, cuando un susto de muerte la obligó a hacerse hacia atrás. Tres taxis, ¡Tres! Fueron los que se detuvieron por ella esa mañana. La joven tomó un lugar en el asiento de pasajero frente al hombre al volante, que la observó con una sonrisa seductora. Ella decidió que si no estuviera tan enamorada de su CEO, caería ante esa tentación.

—¿A dónde te llevo, preciosa? —Preguntó dejándole un guiño incitador y levantó una ceja atractiva mientras observaba sus piernas dobladas.

—A IHcorporation, por favor... —Indicó casi tartamudeando de incomodidad.

Luego de una breve, agradable e inesperada conversación con quien tomó como a su conductor favorito esa semana y quizás todo el año, concluyó que debería de sacar a su femme fatal más seguido a pasear por la ciudad de Seúl, los hombres eran más intensos sí, pero también eran más amables y detallistas, decidió Jeongyeon mientras el hombre se bajaba del volante y le abría la puerta, cual chófer de limusina. Ella sonrió tomando su mano y saliendo de allí brindándole un saludo amable de despedida. ¡Diablos! Se había estado perdidiendo de toda la diversión ocultándose bajo esa chica buena, serena y corregida. Jeongyeon se regañó por ocultar sus encantos, era demasiado introvertida para el planeta tierra, lamentó.

—Adelante preciosa... —Dijo su compañero de seguridad y extendió los ojos al reconocerla —¿Jeo-Jeo-Jeongyeonnie? —Preguntó viéndola casi que sin creérselo. —Creí que eras una ejecutiva de visita, ¿qué has hecho contigo? —Preguntó el muchacho, viéndola ir, sin detener el paso. Ella sonrió removiendo sus dedos en un saludo encantador.

—Te veo luego Jiminnie... —Le guiñó un ojo y por primera vez oyó a un hombre suspirar.

¡Y no fue al último! Jeongyeon pensó que por aquel motivo las mujeres eran el género superior, ¿acaso no comprendían la definición de la palabra 'disimular'? El humor bailó en su sonrisa.

Las miradas intensas, pesadas, hechizantes recorrían toda su persona sin compasión, pero ella no sabía como reaccionar al respecto debido a que jamás había tenido tanta atención a la vez. Siempre había sido algo sosa y sencilla como para tentar al gusto de los demás, por eso no había tenido tantos amigos en la universidad además de Jihyo, suponía que ese era el motivo que la hacía muy poco sociable.

En su área de trabajo eran ella, su jefa y la licenciada Momo y si bajaba era para almorzar, pero sus compañeros no eran muy sociables que digamos. Aunque se sentía más incómoda de lo normal, no podía evitar disfrutarlo ¡Le encantaba esa atención! Y ella sí sabía disimular su satisfacción, porque aunque le gustase, ese no era su gran interés, aquel ya tenía nombre y apellido, y no debía desconcentrarse de ello.

Una vez tomó autoridad de su puesto, rápidamente atendió el teléfono anotando una nueva cita. Ni su encantador nuevo aspecto la salvaba de sus obligaciones y los teléfonos de sus superiores acostumbraban a sonar prácticamente toda la mañana. Una vez pudo tomar asiento, prendió el ordenador y, con su americano en la mano, inició de inmediato con todos sus pendientes.

La licenciada Hirai Momo, una de sus superiores, estuvo frente a ella poco tiempo después de que había llegado al piso, pidiendo un documento que ella tenía bajo su poder, mientras hacía una llamada rápida al departamento de Recursos Humanos desde su interno.

—Perfecto Jihyo, estaré esperando ese informe. Recuerda que lo necesito cuanto antes, la junta puede comenzar en cualquier momento, ya sabes como es Minatozaki Sana-ssi, puede aparecer en cualquier momento... —Señaló a una de las ejecutivas y, próximamente nueva inversora de la compañía.

Cuando Momo colgó el interno de Jeongyeon, comenzó a dar una retahíla de directivas, pero notó que realmente no había sido del todo escuchada cuando esperó por una respuesta que jamás obtuvo. La secretaria no hizo por responderle en lo absoluto, llamando completamente la atención de la nipona. Definitivamente Jeongyeon parecía estar perdida en la luna de Valencia.

—¡Oye Jeongyeon! —La llamó chasqueando sus dedos frente a sus ojos, espabilando a la joven.

—¿Sí? —Preguntó y la miró adormecida entre sus pensamientos. Como si regresara de entre sus sueños, Jeongyeon se estrelló contra la tierra.

¡Oh no! Estaba en horario de trabajo y acababa de ignorar a la socia de la CEO. La pelinegra le miraba totalmente asombrada, como si la que estuviera fuera de sí ahora fuera ella.

—Di-discúlpeme Sunbaenim, estaba pensando en los pendientes antes de que se me olviden y... —Pero fue Momo quien parecía no prestar atención a sus palabras esta vez. —¿Sunbaenim? —Le llamó la rubia, totalmente retraída y se inquietó bajo la mirada de la licenciada, quien asintió algo confundida.

—Sí. Discúlpame... —Respondió al fin, sin dejar de ver sus bellos ojos castaños que jamás habían llamado tanto su atención hasta que los encontró en aquel delicado maquillaje.

¿Qué se había hecho esa muchacha? Siempre había sido dueña de una belleza muy sutil, sencilla, dulce y hasta desapercibida, pero ese día se veía despampanante, seductora, agresivamente atractiva ¿acaso la habían cambiado?

—¿Jeongyeon-ah, eres tu? —Consultó Momo algo confundida y pudo responderse a sí misma esa pregunta, al notar el intenso rubor que tiño las mejillas de la antes nombrada, instantáneamente. Sí, efectivamente era Jeongyeon.

—Si, dígame Sunbae... —Susurró ahora y Momo supo que reconocía esa timidez tan propia de ella. Tragó cuando tomó los papeles que la secretaria le entregaba, aún apenada.

—Sí. Por favor Jeongyeon, avísale a Im cuando llegue, que necesito verla antes de la junta. Estaré esperando que llegue en mi oficina, creo que se retrasó en el tráfico. —Dedujo viendo el horario en su reloj de mano y alzó la mirada hacia la empleada a quien, poco a poco le iba intensificando el color en el rostro. Momo sonrió sin poder evitarlo y decidió retirarse antes de incomodarla peor.

—Por supuesto, Sunbae. —Respondió Jeongyeon, totalmente avergonzada bajo la insistente mirada de la japonesa.

—Y Jeongyeon... —Le recorrió con atención una última vez —... lo que sea que hayas hecho hoy, déjame decir... wuaw... —Admiró, moviendo su índice frente a ella con aprobación antes de retirarse metida en sus pensamientos, removiendo los papeles en sus manos y encerrarse en su oficina.

Jeongyeon dejó ir un largo suspiro, echándose aire con unos papeles que tenía a mano, luego de aquel incómodo instante. Vaya, sí que había hecho bien... se aduló mientras proseguía con sus pendientes.

Si la hermosa Hirai Momo se le había quedado viendo con tanto asombro y hasta le había aprobado su cambio, entonces ¿qué diría la CEO cuando llegara? Jeongyeon se mordisqueó los labios con ansiedad de conocer su reacción.

El tiempo se había ido muy de prisa y ya contaban las nueve de la mañana, una hora exactamente desde que Jeongyeon había llegado, cuando el ascensor llamó toda su atención quitándole todas las ganas de mover un solo músculo. Ahí llegaba ella otra vez, la verdadera diosa del Olimpo, ¿de dónde demonios había sacado tanta belleza aquella condenada? Se preguntó Jeongyeon posando su mentón sobre la mano para observarla cruzar el elevador con la nariz metida en su teléfono, la expresión engreída y tensa que acostumbraban a traer cuando estaba molesta y, estaba más que segura, que pronto pediría un café negro, como siempre.

Ese día se veía tan condenadamente sensual, impetuosa y tan ocupada como cada mañana, decidió recibiendo el fresco aroma de su perfume francés, mientras la recorría por enésima vez con su mirada lasciva. Creía que si esa mujer pudiera leer sus pensamientos, no la hubiera contratado, pues desde el primer instante vio en ella a la mujer más perfecta y atractiva de toda la existencia, y su imaginación no dejaba de torturarla cuando sabía que ella estaba cerca, procreando los escenarios más deliciosos en los que era protagonista entre sus brazos, con ella entre sus piernas.

—Buenos días Jeongyeon, ven a mi oficina por favor. —Indicó Im Nayeon, siendo dueña de esa intensa voz que hacía que todas las bragas del edificio se cayeran a sus pies con devoción. Pasó frente a su escritorio casi que sin mirarla como cada mañana, dándole esa innecesaria indicación pues, cada día Jeongyeon iba detrás de ella para notificarle el destino de su agenda.

La rubia tragó saliva antes de apurar sus movimientos, tomar su agenda, su lápiz y correr tras ella, cual súbdita. Una vez estuvo firme frente a ella, observó detalladamente como ocupaba su escritorio y se apresuró a relatar sus pendientes antes de volver a perderse en su perfecto cuerpo y quedar sin habla.

—Buenos días Sunbaenim. Hasta ahora no tiene citas hasta que Minatozaki Sana-ssi llegue de Tokio para almorzar con usted en la junta que tienen pactada para hoy, y Momo Sunbaenim quería hablar con usted, me dejó dicho que la buscara al llegar ¿le digo que ya está aquí? —Consultó la secretaria.

Im asintió cuando dejó su móvil a un lado, prendió el ordenador y se quitó el saco, esperando que la computadora procese el encendido.

Jeongyeon se remojó los labios con inconsciencia, al ver como los pechos de la castaña de cabello corto se ceñían bajo aquella blusa color crema y se imaginó soltando el maldito anotador, poniéndose sobre su escritorio, abriendo sus piernas frente a ella y tirado del cuello de su blusa hasta que la tomara allí mismo con toda pasión.

—Sí y tráeme un café negro sin endulzar. Eso es todo Jeongyeon, gracias. —Acabó poniendo su vista en el ordenador, trayéndola cruelmente de aquella maravillosa fantasía.

—S-si Sunbaenim, que tenga buena mañana. —Salió de allí desconcertada y más ruborizada que cuando obtuvo la mirada de Hirai sobre ella.

¿Qué demonios esperaba? Era una mujer sumamente ocupada, ser la CEO de su propia compañía le dejaba todo el peso de ese edificio sobre los hombros y sabía que era casi imposible que la castaña quitara los ojos de su ordenador. ¡Y sí!, estaba justificando que ella sea una idiota y la haya ignorado por completo sin piedad.

Luego de sentirse totalmente humillada por la única persona de la cual le interesaba tener los ojos encima, exhaló con decepción antes de llamar por el interno a Hirai, para notificarle la llegada de su socia.

La Licenciada Hirai Momo era dueña de un paquete de acciones favorecedores en esa compañía y la hacía la segunda al mando. La mujer de expresiones siempre alegres y amables, estaba felizmente casada con su maravillosa esposa Dahyun, quien le había regalado un precioso hijo que ya tenía tres años. Era una mujer felíz definitivamente, pero eso no quitaba que tuvieras ojos y que no pudiera notar un cambio tan sugerente como el que tenía la secretaria ese día.

Luego de que Jennie, su antigua secretaria, había dejado su puesto y se había quedado sin asistente intempestivamente, Momo había estado solicitando de la ayuda de la asistente de Im más seguido de lo que querría, y aunque había decidido comenzar con las entrevistas a partir del día después de la visita de Minatozaki, no podría dejar de precisar a la secretaria de su amiga hasta que cubriera ese puesto. Jeongyeon había sido muy amable aquella ultima semana y jamás le había hecho saber que estaba disconforme con que tuviera que ayudarle, lo que había hecho de ella alguien indispensable, sobresaliente y casi esencial para la nipona, quien estaba satisfecha con su desempeño. Pero eso aumentaba aun más la intriga en la pelinegra que carecía de respuestas ¿para llamar la atención de qué o quién, era el cambio tan sugerente de esa muchacha?

Una vez en la oficina de la licenciada Im Nayeon, accionista mayoritaria y CEO de IHcorporation, claramente la empresa de ambas, su mejor amiga o simplemente 'Nayeon-ah' como le llamaba en la intimidad, ingresó pero no antes de tocar y echar una última mirada a la rubia que relucía de esplendor sentada elegantemente en su escritorio.

—¡Nayeon-ah no vas a creer lo que...! —Hizo silencio al ver la expresión de seriedad en el teléfono de su amiga.

—Claro que si Minatozaki, entonces la esperaremos aquí... No es un problema, hasta entonces. —Colgó con brusquedad y miró a la recien llegada con molestia. —Va a llegar por la tarde. —Notificó con claro fastidio.

—¿Y ahora...? —Consultó Momo, tomando asiento en la silla en frente de la coreana.

—Ella está usando mi valioso tiempo a su antojo, Momo. Dijo que mejor haremos la junta aquí mismo y más tarde de lo acordado, porque su vuelo se retrasó y no sé cuanto más ¡No me están gustando los imprevistos de esta mujer! —Se quejó y alzó los ojos al cielo en búsqueda de paciencia divina.

—Calma amiga, estamos listas para esa junta, ahora o dentro de una semana ella seguirá deseando ser parte de esta compañía, así que olvida eso —Señaló hacia afuera con insistencia. —¿Qué rayos se hizo tu secretaria? ¿La viste ya? —Preguntó de una vez, con la intriga removiendo insistentemente en sus entrañas.

Y es que para Momo, esa joven tímida y discreta que siempre estaba detrás del escritorio, que acostumbraban a vestir colores claros y básicos, y no llevar más que un suave brillo en los labios, esa mañana literalmente había echado la casa por la ventana y estaba segura que Nayeon debía de saber algo, o por lo menos eso quería creer.

—¿De qué estas hablando Momo-yah? —Cuestionó dejando ver su fastidio de esa mañana, mientras sus pensamientos rondaban en la dichosa junta para concretar esa interesante negociación. —Jeongyeon está igual que siempre ¿Qué podría haber cambiado en ella? —Comentó despectiva con una sonrisa incrédula, mientras seguía ocupando su mente en lo que le molestaba en ese momento. ¿Y Jeongyeonnie? De seguro que seguiría siendo la misma dulce y discreta secretaria a quien adoraba sentir con tanta calidez, no había tiempo en ver como estaba o que se pondría si siempre vestía del mismo modo y se veía tan bella del modo que fuera.

—¡Aysh, Nayeon-ah!, lo que quiero decir es que esta vez esa niña se esmeró y de veras que si no me encontrara felizmente casada, en este mismo instante estaría a su lado intentado llamar su... —Calló nuevamente al ver la expresión gélida que le devolvió su amiga.

—Oye, oye. Detente ¿no? Más respeto con ella, ante todo se trata de una empleada respetable y vital de estas oficinas. —Le indicó con demasiado ímpetu, pero Momo no pudo evitar cuestionar el significado de esa reacción de parte de su amiga, con su curiosa mirada.

—Vaya, vaya Nayeon-ah... ¿Estás celosa de que tan sólo imagine pretender a Jeongyeon? —Preguntó divertida y rápidamente se ganó una mirada fulminante de parte de la castaña.

—¡Ay por favor! —Resopló mientras removía el mouse de su computador aunque, si Momo pudiera ver, sabría que no estaba haciendo nada en específico.

—¿Entonces no te molestaría que me acerqué a ella y la convierta en mi amante? ¿O sí? —Preguntó sonriéndole con travesura brillando en sus ojos y Nayeon supo a donde quería llegar con esas simulaciones.

—No serías tan imbécil como para hacer una estupidez de esas, además Dahyun te arrancaría la cabeza y créeme que sería yo misma quien se lo haga saber, con todo gusto... —Musitó la mayor, con tensión en la mandíbula.

Momo no pudo evitar carcajear, aunque esas palabras le habían hecho remover en escalosfríos, perder a su esposa no era un buen plan, ni en la peor de sus pesadillas.

—¿Qué ocultas? Creí que ya había pasado tu estado de enamoramiento con ella... ¿aún sigues interesada? —Preguntó tomándose el labio inferior con diversión. Nayeon volteó los ojos con fastidio, ese día Momo estaba más intensa que de costumbre, pensó.

—Estoy muy ocupada ahora para tus confabulaciones y tus malos chistes Momo-yah, llegué tarde hoy y tengo mucho que hacer. Si no tienes nada más importante que decir, estás invitada a dejar la oficina... —Señaló la puerta con la punta de su bolígrafo y la nipona carcajeó antes de darle la razón. Ella estaba de los pelos.

—De acuerdo grinch Im, ¡A lo que vine! —Musitó con una sonrisa traviesa. —Vaya, ¡que genio! —Murmuró por lo bajo, mientras removía algunos papeles que tenía entre sus manos, ganándose un gruñido de parte de la ejecutiva.

Corría la hora del almuerzo, cuando Jeongyeon ingresaba al comedor de la empresa, ganándose una que otra mirada indiscreta que ignoró por completo, al ubicar a su incondicional Jihyo.

La empleada de Recursos humanos de la compañía y ella se habían conocido estudiando dominio empresarial en la universidad y solían compartir momentos agradables desde que la menor había sido tan amable de hacerle su estadía más sencilla y agradable luego de que había llegado desde otra ciudad. Al poco tiempo después se habían convertido en roomies, hasta que Jihyo le había postulado para el puesto en la compañía en donde trabajaba y Jeongyeon lo obtuvo por sus excelentes calificaciones.

Una vez Jeongyeon tomó una bandeja y se posicionó al lado de su compañera, esta le miró con esa seriedad que la caracterizaba y retiró la mirada desinteresada. La rubia frunció el entrecejo y le dio un empujón con la cadera.

—¡Oye no seas grosera y salúdame! —Reclamó, ganándose una expresión de asombro de parte de la misma.

—¿Jeongyeon-ah? —Exclamó abriendo la boca al recorrerla con la mirada. Esta se sonrojó al instante, antes de darle un empujón y taparse la boca. —Vaya, te ves tan-tan... atractiva —Aceptó sin poder evitarlo y su amiga bajó la mirada hacia su aspecto.

—¿Tu crees? ¿No crees que es muy... demasiado, todo esto? —Se señaló la más alta, aún con desaprobación y su amiga le palmeó la espalda mientras mecía la cabeza.

—Claro que no. Ahora dime, ¿ella ya te vió? ¿Qué dijo? —Habló precipitadamente con todo emoción y Jeongyeon ladeó la mirada desanimada, antes de mecer la cabeza.

—No, claro que no. Ella jamás me ve, no sé que me hizo creer que de este modo lograría lo contrario. Sunbaenim siempre está tan ocupada... —Musitó con esa misma tonta justificación y Jihyo pronunció un mohín molesta.

—Pues que idiota de su parte, ¿tu has hecho algo para que ella tenga que verte? A veces puedes pasar desapercibida de lo centrada que eres, ¿Sabes? —Explicó Hyo con una risilla divertida y su amiga le reprochó dejando un suave empujón en su hombro.

—¡Oye! Solo me gusta hacer bien mi trabajo... —Meció la cabeza desanimada. —Haga lo que haga Hyo, ella jamás tendrá ojos para alguien como yo. Hasta el café que se bebe cada mañana es mucho más importante que yo... —Susurró desanimada, apoyando la bandeja y tomando asiento a su lado.

—No comiences con tu pesimismo y mejor haz algo, cualquier cosa... estoy más que segura que si ella te viera una sola vez, no despegaría los ojos de ti. Eres muy su estilo así... toda delicada y sensible, hay siempre mucho que descubrir en ti... —Ennumeró la menor y Jeongyeon le miró alzando una ceja ante sus palabras.

—¿Y tu como rayos sabes cuál es su tipo? —Preguntó más alto de lo que debía. Jihyo le indicó que bajara la voz cuando todos comenzaron a murmurar al ver a su compañera.

—Aysh. Baja la voz... —Le regañó —Es sencillo. Los polos opuestos se atraen Jeongyeonnie, y totalmente ella y tu, son agua y aceite... —Musitó Jihyo, orgullosa por su deducción.

Jeongyeon se remojo los labios ante sus palabras. Si ella estaba en lo cierto, tenía muchas posibilidades con Im Nayeon. Definitivamente ambas eran bastante opuestas, hasta en lo más mínimo, ¿Qué como lo sabía ella? Llevar el orden de su agenda y vida personal la hacían dueña de la razón.

Con esos pensamientos rondando en su cabeza, Jeongyeon bajaba por el elevador en el piso en donde trabajaba de regreso del almuerzo, dispuesta a volver a sus ocupaciones, mientras en sus pensamientos rondaban la idea de cómo llamar la atención de la CEO. Pero cuando estuvo allí, se encontró a una hermosa y elegante mujer de cabello claro como la miel que vestía un impecable Chanel y aromatizaba todo el piso con su dulce perfume. Jeongyeon arrugó la nariz ante el fuerte aroma y admiró a quien esperaba junto a su escritorio, algo disconforme.

—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarle? —Preguntó la rubia desplegando su encantadora sonrisa servicial, haciendo sonreír a la mujer frente a ella.

—Oh sí, mi nombre es Minatozaki Sana, tengo dispuesta una junta con las licenciadas Im y Hirai...

—¡Oh sí! —Musitó Jeongyeon con preocupación al no saber si las antes nombradas estaban en sus oficinas o si habían salido a almorzar, y si era así, si ya estaban de regreso. Tragó y se quedó en blanco por un instante. ¿Que deberías hacer Jeongyeon?

—¿Me da un momento que dispongo la sala para usted y ubico a las licenciadas? —Musitó la joven algo nerviosa. La japonesa le regaló un guiño simpático mientras atendía su teléfono.

—¡Ponle atención Nayeon-ah! —Insistía Momo caminando a su lado, mientras la castaña caminaba de un lado al otro con los palillos en mano, sin usar.

—Toma esto, no tengo hambre. —Le puso los palillos en una mano, mientras se estrujaba suavemente los labios con sus dedos, de modo analítico.

Momo volteó los ojos comenzando a levantar las bandejas de comida. Su amiga venían rechazando el almuerzo desde hacía dos días, más precisamente desde que ese contrato internacional se había dispuesto como una posibilidad.

Nayeon se fregó la frente con los dedos, como muestra de frustración mientras analizaba lo que pensaba que tenía que decir. Aquello de quedar en ridículo siempre era un problema para esa mujer. Cayó sentada nuevamente en su silla y se desinfló en un suspiro largo.

—Oye, pero tiene que haber una respuesta, ella no es así. Deberías de preocuparte un poco más por tus empleados y lo que sucede a tu alrededor... —Señaló Momo, preocupada y Nayeon alzó la mirada fastidiada ante sus palabras.

—¡Por amor a la patria, Hirai Momo! —Se puso de pie con la intención de ver con sus propios ojos de lo que se trataba tanto alboroto de su parte. —Es Jeongyeon, siempre se ve del mismo... —Las palabras se fueron de su mente cuando, luego de abrir la puerta y buscarla, la encontró más despampanante que nunca.

Pero el semblante decayó cuando atendió que estaba ofreciéndole un café a Minatozaki mientras esta le acariciaba una mano y le agradecía con un apretón interesado y descarado. Nayeon presionó la mandíbula luego que la recorrió completamente, con la misma mirada cargada de lujuria que aquella poderosa empresaria japonesa lo hacía.

—Te ves despampanante esta tarde, cariño ¿cómo es tu nombre? —Preguntó la rubia con una sonrisa lobuna. Su sonrisa incitadora resplandeció entre dientes blancos y Jeongyeon se ruborizó al apartar la mano que le ofrecía la taza de café, más no pudo evitar sonreír apenada.

—Yoo Jeongyeon, mucho gusto —Murmuró la joven siempre tan tímida, mientras le hacía un espacio frente a su escritorio para que endulzara su café a gusto.

—Igual Jeongyeon. Tienes una voz encantadora... —Preguntó con descarada amabilidad la mujer, viéndola pausadamente mientras revolvía la taza. Jeongyeon se ruborizó con más intensidad.

—Oh, le agradezco mucho el cumplido Minatozaki Sana-ssi. Ya pude ubicar a las licenciadas, iré de inmediato, para hacerles saber que usted está aquí... —Hizo una breve reverencia en dirección a la japonesa y cuando volteó aún con su sonrisa amable en sus labios, allí estaba ella, viéndola con su dura mirada y sus bellos ojos color chocolate se habían vuelto tan oscuros como su futuro laboral. ¿Acaso estaba molesta? ¿Qué es lo que había hecho mal? —Sunbaenim... —Dudó al decir y tragó —... ya está aquí Minatozaki Sana-ssi. Le he ofrecí algo de beber y dijo que está dispuesta a comenzar la junta de inmediato. —Intentó ser tan eficiente como siempre, pero al parecer ofrecer una taza de café fuera de la sala de juntas no fue buena idea. Im desvió la mirada de su nerviosa secretaria hacia la extranjera mujer a su lado, con demasiada brusquedad.

—Claro que sí Jeongyeon. Buenos tardes Minatozaki —Hizo una reverencia que fue más un asentimiento y la misma asintió del mismo modo con una sonrisa estúpida que Nayeon deseaba quitarle a golpes. —Jeongyeon ve y prepara la sala, nos vemos allí en cinco minutos. —Dijo viéndola pasar de inmediato en dirección a sus órdenes y luego de estrechar las manos y pasar unas palabras con su futuro nuevo negocio millonario en persona, se dirigieron hacia la sala acompañadas por Momo, listas para iniciar la dichosa reunión.

Había pasado largo rato en el que Jeongyeon tomaba nota de lo que oía, dispuesta a seguir aprendiendo del tema. La estudiante, llevaba siete meses trabajando para aquella compañía y pese a que la habían tomado por pasantías desde un principio, aquello había terminado hacía meses, mas Nayeon la había tomado como su secretaria ejecutiva indefinidamente, por su excelente desempeño en el puesto.

Lo demás, fue historia, analizó la mujer mientras hacía un repaso de sus últimos siete meses, a la vez que detallaba la belleza de Jeongyeon, el ángulo de su pequeña nariz redonda, cada bucle de su abundante cabello rubio acariciando sus mejillas, e instantes después notó como miró confundida a la empresaria extranjera, cuando notó que esta le estaba hablando. Entonces Nayeon comprendió que tampoco había estado oyendo lo que la japonesa decía, podría observar y alimentarse de la belleza de Yoo por horas.

—¿O no? ¿Tú que opinas, preciosa Yoo Jeongyeon? —Preguntó Minatozaki, una vez dio a conocer sus condiciones para aceptar el negocio dispuesto.

Jeongyeon tragó al notar que había perdido el hilo de la conversación y asintió por inercia acompañada con media sonrisa nerviosa, la cual acabó cuando sintió una mano firme de largos dedos presionar contra su rodilla, haciéndole sentir cosquillas. Tragó nuevamente al hallar la presión insistente y exigente de la dueña de esa mano. ¡Era Nayeon! Exigiendo, vaya a saber el universo que cosa, con esa mirada absorbente, sexy mirada, sobre la empresaria japonesa, mientras respondía a sus palabras con profesionalidad.

La secretaria parpadeó asombrada y sintió como su cuerpo vibraba al notar como todos sus sentidos se reducían a ese toque en su rodilla ¿Qué quería decirle? Jamás le habían tomado bajo una mesa ¿Qué significaba? ¿Había hecho algo mal? Se removió inquieta, pero ella no apartó el agarre, por el contrario, presionó, enviando una oleada calurosa por todo su cuerpo ¡Qué indecencia tan deliciosa! Esa mujer no tenía idea de lo que lograba en su cuerpo con una sola mirada, ¿Cuánto más con su inigualable toque?

Jeongyeon quiso temblar exagerada y turbulentamente, pero detuvo sus deseos para regresar su atención a la conversación de Hirai y Minatozaki, quienes se ponían de acuerdo en varios puntos del contrato, a la vez que ambas de sus rodillas temblaban y sentía sus mejillas tan calientes como si estuviera bajo el vivo sol de mediodía de verano, a causa de ese mero toque. Cerró los ojos cuando la mayor le recorrió el muslo con su sedosa mano de dedos largos, e inconscientemente la menor presionó las piernas.

¡Oh no! ¿Qué hubiera hecho si no detenía la caricia? ¿La hubiera tocado sin su consentimiento? Jeongyeon suspiró sintiéndose defrauda consigo misma cuando la castaña apartó la mano, y todo aquello sin ponerle una sola mirada encima. ¿Cómo rayos hacía para ser tan diabólica y verse como si no hubiera estado a punto de tocarla íntimamente?

Jeongyeon bajó la mirada y se mantuvo con las manos entrelazadas sobre la falda, profundamente decepcionada de su estupidez. Al final concluyó que definitivamente había hecho algo malo y pues, su jefa se dejaba ver molesta por primera vez desde que trabajaba para ella.

La junta parecía concluir una vez que las licenciadas y la japonesa millonaria, firmaran los papeles. La señorita Minatozaki se despidió decepcionada de no poder recibir un último saludo de la "encantadora Jeongyeon" porque Nayeon casi que la arrastró hacia su oficina.

—¿Pero qué demonios crees que estabas haciendo allá, Yoo Jeongyeon? —Preguntó removiendo las manos en el aire, en señal de que estaba muy molesta, una vez había cerrado la puerta detras de ellas.

Jeongyeon se apoyó contra el escritorio, algo intimidada por la brusquedad con la que cambió todo el semblante de la castaña mayor.

—No entiendo a que se refiere sunbaenim... —Respondió la chica con la mirada baja, pues no podía sostenerle la mirada un solo segundos ante su intensidad.

Nayeon casi se golpea cuando fantaseó que profanaba la tranquilidad de esa remarcada boca por donde salían esas pocas y suaves palabras, con su húmeda lengua.

—¡Estabas coqueteando con ella! ¡No te hagas tonta conmigo, chica! —Exclamó evidenciando su molestia.

Jeongyeon alzó la mirada al oír ese reclamo, como si le hubiera propiciado una bofetada. ¿Ella estaba acusándola desconsideradamente? ¿Quién diablos se creía?

—No, eso no es cierto y no voy a permitir que usted, ni nadie me falte el respeto de este modo ¿quién se cree que es para hablarme y difamarme de este modo? —Le reclamó la rubia, ya colapsada de tanta presión.

Y es que había caído en la desesperación como tantas veces temió. Pero entendió que era totalmente normal, luego de todo lo que había hecho para llamar su maldita atención ¿Y ella la acusaba de querer seducir a otra mujer? ¡Era el colmo más grande del planeta! ¿Donde rayos vivía esa mujer?, pensó la rubia, presionando los dientes de la impotencia.

—¿Entonces por qué sonreías de ese modo con ella? ¡Explícame! ¿Qué esperas que piense cuando veía como te miraba y como tu te ruborizabas con sus palabras tontas? Además este cambio... —Nayeon se acercó como una fiera hacia ella, acabando con el par de pies de distancia que las apartaba y sacudió la cabeza, claramente agobiada al sentir su aroma. Jeongyeon se hallaba anclada contra la madera del mueble con las manos tomadas detrás de su espalda, indefensa —¿Estabas esperando que Minatozaki llegara? ¡Responde Jeongyeon! —Le recriminó tomando uno de sus brazos y removiéndola en su agarre.

Definitivamente era una reacción que la joven jamás hubiera esperado de esa mujer tan seria y serena con la que trabajaba a diario, su corazón nunca había estado tan acelerado como en ese instante.

—¡¿Pero qué rayos le sucede?! ¡Suélteme! —Exigió intentando escapar de sus garras, pero Nayeon fue más rápida y en pocos segundos la ciñó contra su cuerpo, sosteniéndo su codo con presión, sujetándola contra su pecho y reclamando una excitante cercanía.

Jeongyeon luchó internamente consigo misma por varios segundos, pero supo que había perdido todos los sentidos al hallarse en su mirada, la cual se había puesto tan oscura como la noche. La rubia hubiera querido no tener que parpadear, para poder seguir viéndose en esos ojos dilatados y mordaces.

—Jeongyeonnie... —Murmuró la mayor, mientras se iba acercando a sus labios como si estos atrayeran a los suyos con magnetismo propio.

Nayeon bajó la mirada por la línea que pintaba su nariz, hasta llegar a sus preciosos labios los cuales deseó absorber y saborear, se veían apetitosos como una fresa con el color que llevaban ese día.

—Sunbae... —Suspiró la menor como respuesta, cuando los labios de esa mujer rozaban los suyos. Jeongyeon cerró los ojos y se entregó a ella. Su respiración se aceleró y casi se descompuso cuando la mayor deslizó su cálida lengua por la línea de su mandíbula, hundiéndose en el hueco de su cuello.

—Hueles demasiado bien, Jeongyeonnie... —Expresó con los labios aún sobre su cuello, una vez tomó su cintura con sus brazos y la aprisionó contra su cuerpo con más firmeza.

Al sentir el contacto de sus labios contra su piel, la excitación creció dentro del cuerpo de Jeongyeon en sobremanera, arrancándole un jadeo de su boca que no pudo detener, mientras estiraba su cuello para darle más acceso. Nayeon persiguió su espina dorsal de su secretaria con la punta de sus dedos, mientras fundía la lengua contra su clavícula y chupaba como si se le fuera la vida en ello, ¿Cuándo habían llegado hasta allí?

—¿Qué hiciste conmigo? ¿Desde cuándo, tu...? —Gimoteó la castaña embriagada con el aroma que desprendía y se intensificaba allí, en la unión de su mejilla y cuello. Intentó acabar la pregunta, pero ya había probado su piel y no deseaba apartarse de allí.

—Oh... —Musitó la joven de cabello claro al sentir como ella absorbía su piel y la recorría con sus labios. Tembló de deseo y rodeó el cuello de la mayor con sus brazos para sostenerse de no caer allí, a la vez que pegando su boca más contra su piel, deseaba que la devorara de una maldita vez.

Nayeon sonrió atraíada por esa respuesta y, sin esperar más palabras, la elevó, dejándola sentada sobre el escritorio. Deslizando sus inquietas manos por la extensa y delicada piel de su espalda que halló descubierta debajo del saco que la cubría, recorriéndola sin pudor, sin apartar sus hambrientos labios de su mentón.

La secretaria gimió nuevamente, extasiada. Estar entre sus brazos, recibir sus caricias y sus besos era mejor de lo que hubiera podido imaginar. El alucinante sabor al café que había hecho con sus propias manos muchos minutos atrás, se percibió perfectamente en el aliento de su deliciosa boca cuando se decidió a probar de sus labios, y sólo con aquello, ya se sintió tan excitada como no lo estuvo antes, jamás.

Perdida en el recorrido de sus manos ahora por sus muslos, Jeongyeon tomó su nuca y se apoderó de su boca con posesión, deseosa de ver sus fantasías hacerse realidad con ella. La castaña respondió con más entusiasmo del que hubiera deseado, nada se comparaba con ese instante, el sabor de sus suaves labios siempre muy humectados, de su aliento caliente contra su boca, todo de ella le quemaba como lava ardiente y Jeongyeon creía que se derretiría en sus brazos muy pronto.

—Oh cielos... —Musitó la joven, cuando se apartó de la castaña por falta de aire. Sus mejillas resplandecían de pasión, al abrir los ojos y hallar que la mujer de sus sueños más húmedos se había hecho un espacio entre sus piernas, sostenía sus muslos y regresaba a deslizar los labios, ahora por su pecho, pero esta vez sin detener el ascendente de su sendero.

Nayeon deslizó el saco que cubría sus hombros y admiró su bello torso adornado solamente con aquella tela semitransparente que dejaba ver demasiado frente a sus ojos.

Jeongyeon no supo en que instante le había desabotonado la prenda, pero a esas altura ya no le importaba absolutamente más nada que esa mujer que se había apoderado de ella desde el instante en que la había visto por primera vez.

—Esto... todo esto, era para usted y sólo para usted sunbaenim... —Confesó la secretaria, sintiendo que el rubor le quemaba en la piel, luego de reproducir su gran anhelo en voz alta, para a ella. —Sólo para usted. —Aseguró la chica, lo que había dicho y Nayeon quiso perseguir las dominutas pecas que poblaban su rostro con sus labios cuando la miró con satisfacción, mientras acercaba su cuerpo al suyo y sentía la desnudez de su espalda, seduciéndola. Sus manos inquietas, que pasaban de su cintura a sus largas piernas y ahora subían por su espalda nuevamente. Nayeon no sabía con que ocuparse primero, todo de ella la atraía.

—Jeongyeonnie... eres-eres increíblemente bella tal y como eres, eso es lo que pensé desde el primer día en que te vi... —Respondió ahora tomando su mentón con sus manos, buscando su mirada que de seguro estaba tan o más dilatada que la de ella —Eres tan bella, dentro y fuera de ti, que creí que ya eras una mujer comprometida en una relación, ¿Cómo no me lo habías dicho antes? —Reprochó con aquella voz ronca, ante sus palabras.

Saber que Nayeon la encontraba bella antes de aquel cambio, le daba aún más placer que lo que fueran a hacer luego de ese instante. ¿Qué debía responder ante esas palabras? ¿Qué temía a su rechazo? O peor aún ¿Qué creía que ella jamás la vería más allá de su escritorio?

—Se lo estoy diciendo ahora mismo, sunbae... —Respondió con aquella voz tan grave y suave a la vez, musitando una sonrisa nerviosa y Nayeon se sintió desfallecer ante el movimiento de sus labios ya hinchados, deseaba volver a tomarlos entre sus dientes —Me muero por que me tome aquí mismo, en su escritorio y ser suya del modo que usted desee, que me llame como quiera, que me haga lo que quiera... —Tiró del cuello de su blusa, mientras ella se hacía más en el medio del escritorio. Nayeon recuperó el largo camino entre sus pechos, deteniendo las palabras sucias en sus pensamientos.

—Eso haré Jeongyeonnie, eso haré... —Prometió la ejecutiva, mientras recorría su vientre con sus labios, humedeciendo la fina tela que le cubría el cuerpo. Una sonrisa malévola se dibujó en sus labios, cuando recorrió su cintura con sus manos y tomó el cierre de la falda. Deslizó la prenda fuera de su cuerpo, cuando la joven cooperó y pronto la tuvo semi desnuda frente a sus ojos.

—Házme tuya, no sé si pueda aguantar un segundo más... —Dijo ella con sus húmedos labios entreabiertos por la falta de aliento que de seguro le generaba la adrenalina del instante.

Nayeon estudió su figura con la mirada, hasta divisar el nudo del moño que se sostenía alrededor de su nuca. Desarmó el lazo y al instante la prenda se escurrió por su pecho, inerte. Al final la retiró fuera de su cuerpo por completo, para admirar la belleza que tenía por cuerpo al desnudo y se apartó para verla mejor y, sin dejar de admirarla, fue desabrochándose la blusa, sometiéndola con su ferviente mirada que echaba chispas de deseo por apoderarse de su piel.

Jeongyeon acercó sus suaves manos a sus hombros y, por cada ojal que la castaña desprendía, iba dejando un beso húmedo sobre su piel, realizando ese excitante recorrido con el que le había hecho nublar la vista por un breve instante, segundos atrás.

Nayeon cerró los ojos resintiendo el contacto por sus piel, dejando caer la prenda al suelo. Jeongyeon se remojó los labios antes de fundirlos sobre su piel como tanto lo había deseado, luego de admirarla brevemente.

—Me gustas tanto... —Murmuró la rubia, mientras recorría su pecho cubierto tan solo por el sujetador de encaje negro que tan bien contrastaba en su color de piel, ella amaba ese color, Jeongyeon lo sabía.

Nayeon volvió a sonreír, antes de acercar nuevamente su cuerpo al de ella. Jeongyeon presionó la piel de sus hombros, llenando sus manos de ella, para ceñirla contra su cuerpo y algo presionó contra su estómago con urgencia.

—¿Tienes miedo? —Preguntó la mayor cuando ella sintió su erección, a la vez que deslizaba suavemente sus uñas por el largo de su espalda hasta cubrir su trasero con sus manos, ella sabía muy bien lo que generaba en su cuerpo con cada una de sus caricias premeditadas.

—Por supuesto que no... —Presionó su mejilla interna, mientras ella masajeaba en donde tocaba —Tómame, soy tuya... —Musitó con una sonrisa traviesa. Si ella creía que no había notado su discreción, pues que equivocada estaba, eso solo había hecho trabajar su mente con más perversión.

—Jeongyeon, Jeongyeon... me sorprendes... —Admitió la mayor deslizando varios de sus besos por el largo de uno de sus brazos.

Jeongyeon apoyó uno de sus largos dedos sobre sus labios y la castaña presionó un beso sobre su yema. La menor supo que podría morir con sus caricias y lo haría muy feliz.

—Lo sé todo sobre usted... —Admitió mientras la pelicorta se acercaba a un pecho desnudo y lo tomaba entre sus labios. Un gemido ahogado se escapó de sus labios entreabiertos y ella buscó su mirada luego de tomar sus mejillas.

—¿Lo sabes todo? —Acentuó y la rubia asintió mientras deslizaba su mano sobre su vientre hacia su entrepierna en donde tomó su miembro sobre la tela, plenamente con su mano. La castaña gimió entre sus labios.

—Todo. Y siempre me pregunto, ¿en donde estuvo, toda mi vida? —Preguntó la menor, haciendo reír a Nayeon.

Se fundieron en un nuevo beso ansioso y hambriento. Jeongyeon gimió cuando su lengua presionó contra la suya y su cuerpo cobró vida propia al sentir uno de sus dedos traviesos acariciando suavemente la unión de sus muslos.

—Vaya, de veras te agrado... —Murmuró la mayor con humor, mientras removía los dedos hábilmente alrededor de su centro el cual empapaba sus dedos de su esencia.

—Más que eso... —Jadeó la menor removiéndose en frenesí.

Nayeon descendió desde su talón que se sostenían sobre el mueble y le daba una imagen completa de su centro expuesto a su merced y tragó ante la imagen, anticipando todo lo que dentro de su cuerpo parecía cosquillear de un deseo incesante y abrazador.

—Ahora te demostraré cuanto me agradas tu a mi ¿de acuerdo? —Musitó con aquel inconfundible timbre de voz con el que Jeongyeon tanto había fantaseado, pegando su cálido aliento en donde la ansiaba.

La CEO se replanteó si sería buena idea cogerse o no a su secretaria en su oficina, se dijo a sí misma que no era correcto dejarse llevar por el deseo sin saber que es lo que realmente encabezaba la entrega desenfrenada de esa chica, tampoco quería abusarse de lo que había incitado una tonta discusión, después de todo era la mayor allí. Pero Jeongyeon acabó con todas sus dudas cuando musitó esas pocas y dificultosas palabras.

—No sabes cuantas veces al día, fantaseo con que me tomas en este mismo escritorio... —Su voz se oyó baja y sus mejillas daban fe de su pena, pero su expresión era de un anhelo casi mordaz.

Nayeon la recorrió con su mirada nuevamente y sin demorarlo más, probó del sabor que le ofrecía, únicamente para ella, y vaya que no se arrepentía. Sabía como olía, a flores de primavera.

Jeongyeon gritó involutariamente cuando sintió como apresaba su clítoris con sus calientes labios, haciendo que su cerebro envíe llamaradas de fuego a todo su ser, acto que se reflejó en la forma tan sensual en la que arqueó su espalda en un vano intento de sobrellevar la excitación.

La traviesa lengua de Nayeon serpenteaba por entre su piel más sensible, absorbiendo todo lo que emanaba de ella, a la vez que con sus caricias la iba elevando cada vez más a ese punto de 'sin retorno', así se lo dejaba ver las incipientes contracciones de sus paredes internas. Pero ella no desistió, por el contrario continuó estimulándola hasta que la sintió contraerse toda, para luego estallar en el más dulce de los orgasmos.

Nayeon sonrió al notarla tan entregada a las intensas sensaciones que atropellaban dentro de ella, sus hermosos ojos estaban cerrados, su boca entreabierta intentando recuperar el aliento, sus manos tomaban el borde del escritorio, suponía que para no caer, pues parecía que perdería la voluntad en cualquier momento, sus pechos llenos subían y bajaban a una velocidad vertiginosa intentando recuperar el aire que había huido de sus pulmones, se veía preciosa al llegar al orgasmo.

¿Existían palabras para describir lo mucho que le hacía sentir esa mujer? Jeongyeon no estaba segura de aquello cuando los labios de la mayor subían deslizando besos húmedos y cortos por su vientre, entre sus pechos en donde se detuvo para hacerla retorcerse un poco más, serpenteando en dirección a su boca.

—¿Estás bien? —Preguntó la castaña, con una sonrisa satisfecha, una vez estuvo frente a su rostro, otra vez.

Jeongyeon se obligó a abrir los ojos para verla. Nayeon deslizaba uno de sus dedos alrededor de uno de sus pechos. Mientras el otro la sostenía del mentón suavemente. Sus labios brillosos y promiscuos delataban lo que había estado haciendo hacia unos momentos atrás.

—Sunbae yo... estoy maravillosamente... —Su voz fue más baja, relajada y aguda está vez. Nayeon se sintió más excitada al oír como insistía en llamarle.

—Me gustas tanto, Jeongyeon, eres tan hermosa de admirar... —Continuó la caricia, notando como su cuerpo se arqueaba sobre el escritorio nuevamente, el mismo en donde perdería la cabeza con esos recuerdos.

Una vez la tomó por las mejillas con ambas manos, le enseñó lo que había disfrutado con el sabor del centro de su ser y Jeongyeon supo que jamás en la vida había recibido un beso tan erótico como ese.

Se volvieron a apartar faltas de oxígeno y Jeongyeon notó que aún había mucho que hacer, cuando la fricción entre sus cuerpos se hizo más insoportable. Encabezada de tremulidad y torpeza, como era de esperar, o por lo menos para ella, tomó del botón que desprendía sus pantalones y se apresuró a bajar la tela sin demora. Nayeon sonrió cuando su hinchada boca se abrió con asombro.

—¿Te gusta lo que ves? —Preguntó orgullosa y la chica tragó antes de buscar su mirada y asentir varias veces.

—Yyyyo... sí... digo-digo... sí. Sí a todo. —Murmuró decidida a tomar lo que fuera que le quisiera dar, estaba lista para lo que sea. ¿Acaso no es lo que realmente quería sacar de todo eso? Se recordó y su cuerpo tembló, sensible y a la expectativa, nuevamente.

—¿A todo? —Se sonrió la castaña, mientras recorría el largo de su cuello con la punta de su nariz. Jeongyeon asintió dejándose llevar por esa seguridad que implantaba en ella con tanta facilidad.

Nayeon se apartó por un instante para tomar acceso a su cartera y de ahí sacó un condón. Varios segundos después lo deslizaba en su longitud, todo aquello bajo la atenta mirada de la joven quien no podía dejar de detallar su tamaño con la respiración dificultosa. Cuando volvió a poner su atención en ella, acercó a su cuerpo y de un solo tirón se fundió en su estrecho interior. Jeongyeon maldijo por lo bajo antes de mirarla. ¿Qué rayos se creía? Por supuesto que ella se daría cuenta. ¿Cómo iba a creer que no iba a notarlo?

—Soy una mujer apasionada... —Se justificó al ver la culpa nacer en los ojos de Nayeon quien le miraba jadeante y abrumada con el descubrimiento.

—¡Eres una mujer virgen! —Le reclamó frunciendo el ceño con desapruebo y Jeongyeon le arrancó el labio inferior, provocándola a continuar.

—Lo era, ahora soy tuya... —Dijo uniendo su cadera en esa unión que le regaló una excitación inigualable, ninguna de las veces que se propició placer en su nombre, daban crédito a aquel instante.

—Jeogyeonnie... no... no quiero hacerte daño... —Presionó la carne de su muslo desnudo con fuerza, falta de autovoluntad y a Jeongyeon no le molestó, porque estaba tan lista para sentirla, no podía esperar más, no podía. ¿Acaso no habían sido suficientes aquellos siete meses que la deseó en estricto secreto?

—Sigue por favor, muévete sin culpa... —Suplicó en el suave tono, mientras se sostenía de sus hombros.

Nayeon podía ver el deseo flameando en su mirada y el modo tan sencillo en el que su cuerpo la recibió, ella estaba tan excitada y lista, como si verdaderamente hubiera estado esperado por ella, o quizás solo había hecho un buen trabajo previo con el orgasmo anterior.

La extendió en el escritorio una vez se deshizo de todo lo que podría molestar, y se rodeó la cintura con sus piernas, empujó suave sin intenciones de hacerle daño y ella correspondió con un gemido ahogado. Delicados besos húmedos recorrían por su cuello y clavícula, propiciando caricias firmes a sus senos, mientras sentía que su centro se humedecía a su alrededor y gimió una vez ella contrajo los músculos a su alrededor.

—Jeongyeon, Jeongyeon vas a volverme loca... —Musitó junto a su oído y regresó para tomar uno de sus pechos entre sus labios.

La sensación era fabulosa. Jeongyeon jamas había sentido algo parecido. ¿Había sido el deseo que creció secretamente en lo más profundo de su ser lo que lo hacía todo tan intenso? Su piel se erizó por completo mediante las acciones de su boca y no pudo seguir pensando en respuestas, cuando nuevamente se movía en su interior, está vez con movimiento circulares intentando acomodarse en ella ¿Acaso no entendía que ya estaba muy cómoda con ella en lo más profundo de su piel?

—No, no. No te detengas... —Suplicó sintiendo que algo se cargaba en su vientre y amenazaba con desbordar, pero no lo lograría si ella se detenía.

—Claro que no... —Susurró, inclinada sobre su cuerpo, con la boca en la cúspide de su pezón y recorriendo su pecho hacia el otro.

Jeongyeon tenía un aroma embriagador y una mirada tan caliente se escondía bajo toda esa timidez diaria con la que le gustaba ocultarse. Se apartó escuchandola quejarse, pero nada se comparó con aquel sonido que formuló su pequeña boca cuando embarcó dos de sus dedos por la sensibilidad de su centro y los removió, mientras la estimulaba a la vez con sus labios. Estaba tan preocupada por ese estrecho y suave canal.

—Rayos, unnie... —Su voz fue más baja, relajada y aguda está vez. —No deje de tocarme, por favor... —Suplicó la joven con aquellos adorables labios hinchados. Cuando su mayor apartó sus caricias, la puso de pie, luego de espaldas a ella y de frente hacia su escritorio.

—Claro que no dejarás de sentirme... —Habló sobre su oído y le arrancó el lóbulo. Luego de una caricia en la cadera, llegó a sus costillas y tomó sus manos para ponerlas sobre la robusta madera del escritorio —Sostente, cariño. —Indicó antes de tomar unas de sus piernas e ingresarse de inmediato en su fascinante interior.

—Si... —Fue Jeongyeon quien aprobó esa acción mientras pegaba su espalda contra su pecho caliente el cual aún tenía el sujetador.

Nayeon recorría su hombro y su cuello con sus labios, sosteniendo su bonito cabello rubio como el sol, con una de sus manos de dedos largos. El sudor recorrió sus cuerpos en pocos segundos, cuando las estocadas se hicieron más aceleradas y precisas.

Jeongyeon no detuvo ninguno de sus sentidos, y cuando sintió que el mundo acabaría debajo de sus pies, levantó la vista y el gran espejo en el techo reflejaba el pecado que estaba cometiendo. ¿Qué más daba? Lejos de sentir remordimientos aquello la excitó aún más, acabando por alcanzar lo que tanto deseaba, el éxtasis en los brazos de su superior.

—Eso es... —Festejó la castaña mientras proseguía con la estocada contra su estilizado cuerpo y pocos segundos después la alcanzó provocada por la presión y deliciosa contracción de sus músculos internos.

Nayeon la rodeó con sus brazos cuando creyó que el cuerpo le pesaba entre sus brazos pues. Jeongyeon literalmente se había derretido en sus brazos.

—Esto se siente... increíble... —Susurró apoyando su cuerpo contra el mueble, sus rodillas temblaban como si fueran a dejarla caer y Nayeon sostuvo el agarre en su cintura, esperando que se recupere.

—Tu eres increíble, mi dulce Jeongyeonnie... —Repitió junto a su oído, descansando su mejilla contra su hombro.

—Hagamoslo otra vez... —Musitó la joven y la mayor acomodó su mentón contra su hombro para dirigirle toda su atención.

—¿Otra... vez? —Preguntó confundida y Jeongyeon se apartó para estar frente a ella y la rodeó para quitarle el sujetador y admirar su desnudez por primera vez.

—Otra vez, unnie. —Determinó y de un pequeño brinco rodeó la cadera de su mayor con sus piernas mientras la reclamaba en un beso hambriento de más, mucho más.

Dicen por ahí, que una vez te metes en un vicio, no puedes dejarlo ir fácilmente. Los siguientes tres meses llegaron con tanta rapidez, más no fueron diferentes a lo que sucedió esa primera tarde en la oficina de Im Nayeon. Sigilosamente, cuando acababa el horario laboral, a veces antes, a veces durante, una traviesa Jeongyeon apagaba su ordenador, se aseguraba de que ya nadie estuviera en el piso y se daba un ultimo vistazo en el espejo, antes de ingresar en la oficina de la CEO, para fundirse entre sus brazos como caramelo en el fuego.

Esa tarde en particular, Nayeon la observó ingresando a su oficina a hurtadillas mientras estaba en el teléfono, curiosamente hablaba con Minatozaki de lo satisfactorio que había sido para ambas partes haber compartido un proyecto con su compañía, cuando detalló como su deliciosa mujer de cabellos claros comenzaba a quitarse la ropa frente a su exigente mirada, desvergonzada y deseosa de recibir su dosis diaria.

—Desde luego Sana-ssi, nos veremos pronto... estaremos ansiosas por recibir esos informes... Adiós. —Acabó aparentando tranquilidad, mientras ella se acercaba en ropa interior, dispuesta a subirse a su regazo —No Jeongyeon, está vez necesito que hablemos primero... —Susurró sintiéndose débil de detener su seductora pasión. Todo era tan natural en ella y se le hacía tan irresistible a la castaña, que rechazarla le parecía casi doloroso.

—¿Por qué? ¿Sucede algo, unnie? —Preguntó Jeongyeon con desconcierto.

Nayeon sintió ternura al ver su expresión confundida, pero necesitaba decirle lo que venía proyectando desde aquella primera vez.

—No podemos seguir con esto antes de que hablemos, Jeongyeonnie. —Dijo tomando sus manos y llevándolas hasta sus labios para besarlas.

—¿Qué sucede, ya no le gusto? Es eso... sabía que sucedería. —Susurró casi que con dolor cerrándole la garganta y estrujando corazón.

¿Cómo podría suceder algo así? Pensó Nayeon en responder, pero al final no lo hizo.

—No, no es eso. No especules, cariño... —Apartó una de sus manos de su cuerpo que parecían atraerla como imán y la metió en su bolsillo creyendo que sino, no podría detenerse y la haría suya por milésima vez antes de decirle lo que deseaba decirle —Estuve pensado que no es correcto que sigamos haciendo esto, sin que sepas lo que pienso... —Habló al fin mirándola con tal seriedad, que ella parecía hundirse lentamente en una angustia insoportable, le dolía tener que ver esa expresión en su hermoso rostro, pero estaba segura que merecería la pena.

—¿De qué habla, unnie? No estamos haciendo nada malo. Por favor... —Respondió con esa voz que parecía llamarla como el canto de una sirena, tan tentador todo en ella, coincidió Nayeon.

—No, no Jeongyeon. —Se apartó, para voltearse frustrada y quitar las manos de sus bolsillos. Jeongyeon casi se desmaya ante esa actitud, pero definitivamente no se espero ver que la mayor regresaba a ella y se arrodillaba a sus pies. —Es que no puedo seguir sin saber si quieres ser mi esposa, primero. —Y abrió una caja con un anillo dentro, justo frente a sus ojos. Y con ella semidesnuda, que pena...

—No hablas en serio... —Dijo ella con todas las lágrimas de su vida colmando de sus ojos. Nayeon sonrió encantadora como era su naturaleza y asintió con la cabeza como respuesta.

—Hablo muy en serio cariño, porque ya no soporto que me llames Sunbae o unnie cada que estas a mi lado, y porque deseo tu cuerpo en mi cama cada noche al amarte y cada mañana al despertar, lo que me resta de vida. ¿Qué dices Jeongyeonnie? Anda, cásate conmigo. —Casi que se oyó como una súplica, una vez ella tomaba la caja con el anillo y la ponía sobre sus manos. Un anillo que se veía costoso y brillante, pero sencillo, tan sencillo y delicado, como ella.

—Ay Sunbnm... Nayeon... —Murmuró con dificultad haciendo reír a la ejecutiva, quien seguía arrodillada frente a ella, para dejar caer sus lágrimas y sin más asintió como respuesta.

Nayeon no esperó un solo segundo y se puso en pie, para tomar su mano y deslizar el anillo en su dedo anular. Jeongyeon admiró su obra y sonrió con alegría pegando su cuerpo al suyo, la castaña la rodeo de inmediato entre sus brazos, para unirlas en un abrazo sin fin.

—Eres la mujer de mi vida y de todos mis sueños, Jeongyeonnie... Te amo. —Prometió por primera vez y Jeongyeon sintió que el corazón se saldría de adentro de su pecho, y que si no lo hacía, le dañaría las costillas mediante.

—Yo también te amo, Nayeon. Cielos, te he amado desde que pusiste tus ojos sobre mi esa tarde y me hiciste tuya... —Correspondió ella sintiendo como le dedicaba una nueva sonrisa y luego la besaba tan dulce y amorosa como siempre era. Amor... —Hazme tuya otra vez, Nayeon, por favor. —Pidió está vez y la dueña de ese nombre enloqueció al ver el anillo en su dedo y su delicioso cuerpo alejarse de ella, con claras intenciones de que fuera por ella.

—Repítame eso una vez más y no respondo, Yoo Jeongyeon-ssi... —Respondió yendo tras ella con una sonrisa atractiva mientras la hermosa mujer le llamaba con un dedo indice y el labio inferior entre sus dientes.

¿Puedes creer que originalmente este OS tenía alrededor de 3000 palabras solamente? Cuando lo pensé para el Jeongmi obtuvo 9000 y ahora para el 2yeon (al cual sería desde un principio) quedó con +10000. Honestamente, si lo sigo tocando, puede tener más palabras pero, me siento satisfecha con cada nueva versión.

¿Conoces la canción del título?

Necesitamos más 2yeon con Nayeon top♡

Me gusta tanto que hasta le haría segunda parte alguna vez...

Te dejo descansar. Un besito, tu JazUnnie 🌻

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