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XVII ━━ Consiglio amorevole

El chisporroteo de la fogata era el único sonido presente en el lugar, mientras tanto, Luca y Bianca estaban recostados en el suelo, el castaño sobre su acompañante, en silencio absoluto, simplemente contemplándola mientras ella miraba a la nada. Le resultaba inevitable sonreír, cosa que no debía ser así, al menos no según la pelinegra y el intento de "caida" para ayudarlo a conquistar a Harriet.

—Entonces..., ¿solo hago como que me caigo y quedó sobre ella? ¿nada más? —cuestionó el niño, interrumpiendo el silencio.

—¡Exacto! Ahora, ¿te puedes levantar, por favor? La verdad es que ya me empezó a doler la espalda —pidió con pena, pues parecía que él estaba bastante cómodo en esa posición.

Luca se giró para caer al suelo delicadamente, quedando al lado de la femenina, y tomó su mano, acariciando ésta con suavidad.

—¿Ésto cuenta como intento de coqueteo? —preguntó ahora.

—Si quieres coquetear, creo que, más bien, sería algo así —dijo antes de hacer un intento por levantarse para luego quedar ella sobre el contrario, acariciar su mejilla y dejar un beso en la misma.

Al alejarse, le sonrió con dulzura.

—¿Te han dicho lo lindo que eres? —indagó, volviendo a plantar otro beso en la mejilla de Luca, quien deseaba que durase la mayor cantidad de tiempo posible —, ¿o te has preguntado lo preciosos que son tus ojos? —tomó el rostro del mayor entre sus manos y le besó en la otra mejilla —. Todo en ti es tan hermoso como las historias de los libros en los estantes de una biblioteca.

Bianca se alejó, mirando al pecoso com detenimiento, quien estaba completamente hipnotizado por el tacto de la niña, anonado con sus besos e internamente implorando por más.

—Bianca... —intentó formular algo, pero dejó la frase en el aire cuando la nombrada clavó su mirada en él.

—¿Mhm? —la pelinegra estaba en espera de su respuesta.

No respondió, ¿cómo ella podía ser tan preciosa y perfecta? Con ese par de ojos verdes cual esmeraldas, piel canela de porcelana, pecas con similitud a los peces en el cielo por las noches, todo en ella era simplemente hermoso y, a sus ojos, sin defecto alguno.
Quería comerle la cara a besos, acariciar cada parte de su delicado cuerpo. Quería que Bianca fuera suya.

Las fantasías crecían con rapidez en la mente de Luca, que, al tomar conciencia de todo lo que le estaba pasando por la cabeza, quitó a la europea de encima de él y salió corriendo del lugar.

—¿Luca...? —Bianca solo pudo quedar desconcertada ante su extraña acción.

El castaño bajó de la torre con gran velocidad, corriendo hasta la costa y lanzándose al agua para nadar hacia su hogar lo más rápido que sus aletas se los permitieron. Al entrar a su casa, se encontró con su abuela, que estaba sentada en el comedor, tal vez en espera de él.

—Abuela... —la llamó el joven con timidez.

—¿Necesitas algo, Burbujita? —la mujer lo miró, sonriéndole con ternura — te ves alterado, cariño, deberías meditar para relajar tu conciencia.

—No es eso, abuela —negó el rizado, mostrando nerviosismo en su tono de voz —... Yo... tengo que pedirte un consejo.

—Soy muy buena en eso, suéltalo, Luca.

El menor estaba nervioso por lo que su abuela pudiera decirle, sin embargo, sabía que ella era la única que podía ayudarlo. Los sentimientos que tenía hacia Bianca eran cada vez más intensos y lo estaban consumiendo. ¿De qué se suponía que se trataba? ¿de que lo mataran? ¿que lo hicieran caer en la locura?

—Me gusta una chica. —soltó tan alto como el nudo en su garganta se lo permitió, bajando la cabeza, en espera de una reprendida.

La adulta se mantuvo callada, mirándolo fijamente, Luca no supo si era con enojo, decepción o perturbación, a lo que él no tuvo más remedio que tragar con dificultad y fruncir los labios.

—Yo... Perdón... Creo que... Solo,... olvídalo —suspiró y se llevó ambas manos a cubrir su rostro.

Intentó retirarse, no queriendo hacer la situación aún más incómoda.

—Luca. —el llamado de su abuela lo hizo detenerse y girarse hacia ella en silencio —. Creo que tenemos que hablar.

El semiacuático tomó una gran bocanada de aire y acercose para sentarse al lado de la mujer. La miró por el rabillo del ojo, esperando que hablara, sintiendo los nervios de punta.

—Pensé que no tendríamos esta conversación hasta uno o dos años más, pero creo que no puedo atrasarla —Libera habló con calma, demostrando que no estaba enfadada ni mucho menos decepcionada —. Sentir este tipo de cosas en normal a tu edad, Burbujita, y no debes avergonzarte de ello. Es un sentimiento como cualquier otro. Ahora dime, ¿quién es la afortunada?

Al escuchar la cuestión de la de escamas moradas, Luca sintió el nudo de si garganta agrandarse.

—Ella... —se quedó sin habla, preguntándose en su mente si era buena idea decir el nombre de la niña que le sacaba suspiros.

—No debes sentirte presionado —ella le sonrió.

Luca se armó de valor, sabía que podía confiar en su abuela.

—Es Bianca, la niña humana que salvé de ahogarse —dijo por fin sin darle más vueltas a lo que rondaba en su cabeza una y otra vez. Elevó la mirada, encontrando la expresión de sorpresa en el rostro de la mayor —. Perdón.

La sorpresa en la cara de Libera rápidamente pasó a confusión por la disculpa de su nieto.

—¿Por qué te disculpas? —cuestionó en un semblante demandante —, es verdad que eso no me lo esperaba, Burbujita, pero no me enoja.

—¿En serio? —una leve sonrisa se asomó en los labios del niño.

—Por supuesto que no —ella rió levemente —. Cuéntame, ¿cómo es ella?, ¿es bonita?

—Ella es hermosa, abuela —comenzó en un suspiro, delatando lo encantado que estaba con la europea —. Tiene unos ojos verdes tan bonitos... ¡Y su piel morena!... Un cabello negro tan largo y suave... Y pecas... tiene algunas pecas que cubren sus mejillas y nariz... Y... Y es tan pero tan inteligente... Lista... Astuta... Encantadora... Y algo obstinada —una carcajada amenazó con escaparse de su boca.

La abuela de Luca distinguió un gran brillo en sus ojos cuando hablaba de la niña humana, él estaba increíblemente hipnotizado por ella.

—Y, dime, ¿qué te gusta de ella? —preguntó con una sonrisa.

—¡Todo! ¡Absolutamente todo! —respondió él en un salto. Unos segundos después, se quedó callado, pensando — Bueno... Tal vez no el que se burle de mi cuando me equivoco al leer, o cuando juega con mis orejas.

—Ya. Pero, fuera de eso, ¿es una niña buena?

—Bianca es una lindura, abuela, ha pasado por mucho, pero eso no quita que sea una buena persona —dijo con seguridad.

La mujer asintió con la cabeza, gustosa de que Luca descubriera nuevas emociones. Él era un buen niño, y la niña, Bianca, parecía serlo, pero lo que a ella más le importaba era que él fuera feliz con esa persona especial. Seguía siendo joven, no obstante, no era razón para que sus sentimientos quedaran descartados.

—Me alegro, Burbujita —acarició la mejilla del menor con suavidad —. El mejor consejo que puedo darte, es que le demuestres cuánto la quieres, y si no es suficiente, entonces no es la persona indicada.

—Gracias, abuela —Luca abrazó a la mayor con fuerza, agradeciendo por su consejo. Al separarse, dejó un beso en su mejilla y se fue a su habitación compartida, tirándose en su cama.

Por más que quisiera conciliar el sueño, no lo lograba, estaba demasiado ocupado pensando en las mejores maneras para demostrarle a Bianca cuan grande era su amor por ella.
¿Más abrazos?, ¿besos?, ¿decirle directamente que la quería?

Ninguna de las maneras que ya usaba para intentar delatar ese infinito sentimiento por ella alcanza para expresar todos sus sentimientos por ella.
¿Cómo expresar lo agradecido que estaba por mostrarle su mundo, su compañía, mejorar su vida y enseñarle tantas cosas al igual que sentir amor por alguien con solo palabras, abrazos y besos?

De pronto, la idea llegó a su mente como una gran corriente eléctrica.

—Perlas —murmuró, una sonrisa formándose en sus labios, seguido del rubor en el rostro al recordar la alegría de Bianca cuando le dio su regalo de cumpleaños.

Las perlas eran perfectas para darle a entender lo mucho que le amaba. Tan valiosas y hermosas como ella. Difíciles y raras de conseguir como lo había sido ella para Luca de lograr que se abriera ante él. Qué forma más perfecta de amarla.

Sonaba materialista, realmente lo era, sin embargo, para un niño sin dinero ni recursos para idear alguna otra manera de expresar su sentir, resultaba viable.

Y conociendo a Bianca, él podría miles de rocas diciéndole que se parecían a ella y la niña se conformaría. Y él no iba a dejar que Bianca se conformara con tan poco. No. Ella no era una roca. Era mucho más valiosa que todas las rocas del mundo; mucho más que todas las perlas del universo, inclusive.

Bianca lo era todo para Luca.

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