Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

XVI.━━ Sentimenti misti

Bianca asentía con rapidez, frunciendo los labios y cerrado sus ojos con una tremenda fuerza, mientras esperaba el siguiente impacto del cinto contra su pequeño cuerpo desnudo.

Sus manos estabas apoyadas en la pared, dándole la espalda a su madre quien estaba teniendo uno de los ataques de ira que se presentaban cada vez con más frecuencia, con su rostro empapado en gruesas lágrimas que brotaban de sus ojos sin parar, gemidos de dolor se le escapaban, rogando para que Chiara no los escuchase, y las heridas en su espalda, de las cuales emanaban cataratas de sangre, le dolían a más no poder.

Estaba en el infierno sin siquiera haber muerto y sido juzgada justamente.

El siguiente golpe la agarró desprevenida, haciéndola gritar de dolor y soltar más lágrimas.

—¡CÁLLATE! —ordenó la mujer sin compasión, con voz arisca; ella no era su madre, era algún demonio que la había poseído y la estaba haciendo pagar por algo o, simplemente, quería hacerla sufrir.

—¡Basta! —pidió la niña, aún sabiendo que ella no pararía hasta que creyese que era suficiente, y otro azote dio contra su adolorida espalda —¡BASTA!

Su respiración era agitada, deseaba que, de una vez por todas y debido a tanta ira, su madre acabara con su vida, así fuese a golpes, y se quedase con el remordimiento para toda la vida.

Otro azote, y otro, y otro.

¡Mátame de una maldita vez! Pensó Bianca ya cansada de tener que soportar esas reprendidas y el dolor insoportable que se expandía por su cuerpo. ¡Mátame!

«¡Mátame de una puta vez si en
verdad soy una carga por mojar
mi cama aunque, por más que lo
intente, no puedo evitarlo!»

—¡BASTA...!

[...]

Luca nadaba hacia su hogar con una boba sonrisa en su rostro, con el corazón bailando de regocijo y un sonrojo en su rostro al recordar el bello rostro de Bianca al ver la perla que le había regalado.

Al entrar a la residencia, Luca cuidó que nadie lo viera, tuvo suerte al ser que su familia había salido a cenar a casa de unos amigos y él se encontraba completamente solo.
Entró a la habitación que compartía con su abuela, se recostó en su cama y suspiró; buscó debajo de su almohada de algas para sacar la piedra que Bianca le había regalado y volvió a suspirar.

—tenías razón, Bianca, tengo la roca que me regalaste debajo de mi almohada —aceptó con una sonrisa. Tomó la piedra con ambas manos y la apretó contra su pecho.

¿Por qué él se sentía tan en paz al estar a su lado? ¿Por qué razón hacía que sonriera de manera inconsciente con tan solo pensar en ella? ¿Qué había en ese hermoso rostro lleno de luz que lo hacía sonrojarse desde el primer día? Ella era tan dulce y encantadora, con esos ojos verdes esmeralda que le sacaban suspiros; no podía negarlo, la quería, y mucho.

«¿Qué es éste sentimiento?
Ésta sensación que siento en el pecho»

—¿Y si es...? —dejó la frase en el aire mientras sacudía la cabeza y jugaba con la piedra en forma de corazón que tenía entre sus manos.

No podía ser eso, no tan pronto, no era correcto, siquiera. No a tan temprana edad ni en la situación en la que se encontraba ella. Era algo que no quería aceptar.

«cuando me miras,
me pierdo en tus ojos ...»

No. Debías estar siendo un sueño. Ese sentimiento no existía y era producto de su imaginación.

—¿Y si sí...? No...

Se negaba a aceptar ese sentimiento tan bonito que le causaba la niña pelinegra de ojos verdes, bellísima piel morena y pecas que cubrían sus mejillas. Pero era inevitable para su corazón negarse a estar a sus pies con esa inocencia y amabilidad que poseía.

« y, cuando me miras,
me sonrojo. »

Luca se sentó de golpe en su cama, con la respiración agitada, los ojos abiertos como platos y su rostro rojo a más no poder.

—es amor... —murmuró con toda seguridad, sorprendido y desconcertado de esa nueva emoción de la que se había percatado —. Amor...

Volvió a tenderse en la cama, ahora con una leve sonrisa en su rostro mientras volvía a ruborizarse, y no pudo evitar pensar que se sentía tan bien gustar de Bianca, esa preciosa niña que lo que tenía de bonita lo tenía de inteligencia, pero también sintió algo de temor por el hecho de que él era un monstruo marino y ella una humana, y tan solo eran unos niños de doce años que se habían conocido hacía cinco meses. Los sentimientos eran confusos y agobiantes, en especial el amor.

Pero ¿qué tal que ese amor era correspondido? ¿Y si en verdad ellos podían estar juntos?

Tenía que dejarse de tonterías, eso era el mundo real y no la dulce fantasía con la que soñaba todos los días; Bianca parecía ser una de esas dulces fantasías, tenía que aceptar que ellos nunca podrían estar juntos, ni siquiera se fijaría en él, parecía no tener interés en los hombres.

El semiacuático se quedó con la mira fija en el techo, intentando convencerse de que aquel descubrimiento tan solo fuese un sueño del que despertaría pronto. Aunque no lo fuera, aún así se sintiera como uno, y concilió el suelo.

Bianca estaba recostada sobre el suelo de madera de la torre en la que vivía mientras contemplaba la perla que Luca le había regalado.

—¿Por qué, Luca? ¿Por qué yo? —se preguntó con aflicción mientras giraba la perla entre sus manos y el destello se reflejaba en sus ojos, no lo merecía a él.

No entendía por qué o cómo es que sabía todo de ella, o al menos la mayoría, como si se conocieran desde que nacieron o algo parecido. Sentía como si no lo mereciese; él, tan lindo y tierno, inocente e inteligente, la persona más dulce que había conocido en su estúpida y miserable vida, quien había sido su luz en la obscuridad.

Se giró para quedar boca abajo y acomodó su barbilla entre sus brazos para mirar a su alrededor. Todo estaba en completo silencio y no la ayudaba a calmar sus pensamientos.

—¿Por qué yo?...

Se cubrió con la vela y comenzó a rodar de un lado a otro. Boca arriba, boca abajo, de costado. No sabía qué pensar acerca de lo que ahora vivía, solo tenía contacto con una persona, que no era un humano del todo, y aún así era feliz. No se sentía merecedora de esa felicidad. No la merecía después de haber robado y mucho menos escapado de la ley.

Quería a Luca, lo quería muchísimo, mas le era complicado definir cómo se sentía al no poder ayudarlo. Como si hubiera fallado en el papel de amiga al no conocer todo de él.

Cuando menos se lo esperó, Luca, que acababa de llegar, le quitó la vela de encima, se recostó a su lado y dejó que el gran trozo de tela volviera a caer, esta vez cubriéndolos a ambos.

Ella lo miró con los ojos bien abiertos, pareciendo que la hubiera encontrado haciendo algo malo, pues parecía conmocionada. En realidad, era el hecho de que perturbaran en medio de su silencio de reflexión, interrumpiendo sus pensamientos.

—¿Pasa algo? —cuestionó el rizado a la femenina al ver que aún se mantenía inmóvil.

Ella sacudió la cabeza y se recostó boca arriba,  suspirando.

—no, no. Estoy bien —aseguró, esbozando la sonrisa que tanto le encantaba al joven Paguro —. ¿Tú necesitas algo? Te ves agitado.

Ella tenía razón, Luca estaba agitado, pues había ido a con ella lo más rápido que le fue posible, debido a que, al darse cuenta de que gustaba de Bianca, no supo a quién más recurrir para hablar del tema, aunque no le diría exactamente que era ella hacia quien tenía tal sentimiento.

—yo... yo... —balbuceó el pecoso, sin saber con qué palabras expresar, informar o dar la noticia de ese sentimiento.

La morena lo miró con una ceja enarcada, expectante de lo que fuera a salir de los labios del contrario.

—Creo que me gusta alguien —murmuró por lo bajo, tornándose rojo por la vergüenza. Un segundo después de haber pronunciado eso, Bianca se sentó de golpe, causando un sobresalto en el mayor.

—¿Quién es? ¿es niña o niño? Cuéntamelo todo —habló tan rápido que Luca apenas pudo captar la información, mientras que ella sonreía, emocionada de que él comenzara a desarrollar sentimientos.

El de tez blanca se relamió los labios y notó que comenzaba a sudar, arrepintiéndose de haber hablado. No tenía ni la más mínima idea de qué excusa inventar, simplemente había ido con ella en un repentino impulso por hablar de esa nueva sensación que tenía. No se sentía seguro de comentar el tema con nadie más que fuera ella, aferrado a su mente abierta.

—Es una niña de mi aldea —comunicó en otro murmullo, quedándose acostado y jugando con sus manos debido a los nervios. El silencio volvió a reinar por unos instantes.

—Pedí detalles —se quejó ella, cruzándose de brazos y mirándolo con los ojos entrecerrados.

Él suspiró detenidamente, haciendo tiempo para formular una mentira gigantesca. Sería complicado, pues nunca antes le había mentido a la niña que estaba a su lado.

—Se llama Harriet, es hermana de un amigo, Harry —comenzó, intentando sonar lo más convincente que fuera posible. Tenía que lograr que la pelinegra se creyera eso —. Ni siquiera me preguntes cómo fue que pasó, ¿está bien? Simplemente... ¡puf! Pasó...

La niña le exigió con la mirada más información, queriendo saber más sobre la situación de Luca, quien intentó sonreír, consiguiendo plasmar una mueca en su rostro.

Rendida ante la expresión del niño, la morena suspiró y volvió a recostarse junto a él, ésta vez acurrucándose en su hombro, cosa que causó un cosquilleo en el estómago de Luca. Saber que gustaba de Bianca lo hacía sentirse raro, ahora sabiendo que desde quién sabe cuándo la había estado mirando con ojos de amor, y le resultaba inevitable que toda acción que conllevara interactuar con ella le hiciera sentir nervioso.

—¿Y qué es lo que te gusta de Harriet? Si se puede saber, claro —mencionó la pecosa, suavizando su tono de voz.

Él se mantuvo en silencio durante unos instantes, mirando por el rabillo del ojo a la femenina, sabiendo que le gustaba todo de ella, pero se tenía que guardar las ganas de describirla, debía mencionar los rasgos de la hermana de Harry.

—Ella es bonita, muy bonita, la niña más bonita que he visto en los siete mares —suspiró, aún contemplando a Bianca, con una sonrisa ladeada en sus finos labios, sin que ella se percatase —. Es amable, comprensiva, dulce, tierna, graciosa y tan pero tan inteligente; es tan ella. Tiene unos ojos azules preciosos, una sonrisa que te derrite y...

—En pocas palabras, te encanta —supuso la oji-verde, dirigiéndole una mirada intrigada a su acompañante, quien asintió, ruborizándose al instante —. Felicidades, Luca, encontraste nuevos sentimientos.

Le dió un leve codazo al costado de su estómago y sonrió con picardía.
Él solo pudo, de alguna manera, sentirse culpable por hablar de otra niña que no fuera Bianca, sabiendo que de quien gustaba realmente era de la jovencita de piel bronceada, ojos esmeraldas, cabellera oscura e inocencia de ángel. Los sentimientos no habían sido encontrados en Harriet, sino en Bianca, y era parte de lo que más le agradaba.

No diré nada porque luego me funan *desaparece*

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro