XII. ━━ Insegnami ad amarti
"Muéstrame la desnudez
de tu alma para saber
cómo arroparla"
Luca perseguía a Bianca alrededor de la isla, ambos corrían sobre la arena caliente sin importarles cuánto doliera, las risas invadían el lugar y algunos grititos se podían percibir entre el alboroto que el par de niños ocasionaban.
—¡Eh, ven aquí! —exigió el rizado, corriendo detrás de la femenina, extendiendo los brazos en dirección a ella.
—¡No! —respondió entre carcajadas al mismo tiempo que aceleraba el paso.
El de hebras castañas tuvo una idea brillante al caer en la cuenta de que nunca la alcanzaría así. Por lo que, haciendo el papel de víctima, hizo como si se tropezara al estar cerca de un pequeño risco, cayendo de sentón y después hacia atrás, y se sumergió en el mar.
Al escuchar el chapuzón, Bianca frenó de golpe y se giró hacia atrás. Se alarmó al ver cómo uno de los pies de Luca estaba aún fuera de agua y luego también desapareció.
Corrió hasta el lugar del incidente y se arrodilló para intentar localizar al niño.
No había señal de él.
—¿Luca? —lo llamó la oji-verde con una voz temblorosa y angustiada —¿Luca...?
Cuando menos se lo esperó entre ese preocupante silencio, el mencionado salió del agua de un salto en su forma de monstruo marino y tiró de la cintura de la niña para llevarla consigo al momento de volver a sumergirse antes de que ella pudiera reaccionar.
Unos segundos después, la morena asomó su cabeza y escupió un trago de agua salada que había llegado a su boca, seguido de una mueca.
Se mantuvo a flote hasta que Luca volvió a subir y le sonrió tímidamente, ganándose una mirada seria por parte de ella.
—debí recordar que eres un monstruo marino y que respiras bajo el agua —admitió dando un resoplo, intentando quitar un mechón de cabello que cubría su rostro y no le permitía ver del todo sin obtener éxito en ello.
El mayor tuvo la valentía de quitarlo por ella y luego posó esa misma mano en su mejilla. Sin otra opción, Bianca solo recargó su rostro en esa mano, volcó los ojos y sonrió a medias.
—¡Ja! ¡Lo sabía! ¡Eres débil a las caricias! —exclamó él con victoria, volviendo a ser fulminado por la mirada de la contraria. Su sonrisa se desvaneció y sus cejas de encorvaron —es decir...
Bianca negó con la cabeza mientras la quitaba de sobre la mano del oji-marron y, posteriormente, lo tomó del rostro para acercarlo a ella y besar su mejilla, a lo que él sonrió de oreja a oreja.
—y tú a los besos —se burló la niña, esbozando una sonrisa lánguida para estirar ambas mejillas del escamoso como si fuese una abuela que no hubiera visto a su nieto en mucho tiempo.
Al soltarlo, él se sobó ambas mejillas mientras se quejaba.
—eso dolió. —recrimió, haciendo un puchero, se cruzó de brazos y la miró con enfado. Mentira. No podía enojarse con ella por algo así de estúpido.
—ya. Tranquilo, bebé. Ah, y mientes, tus ojos no saben mentir sobre lo que sientes —dijo brevemente, alejándose, flotando hasta la costa y saliendo del agua para secarse con la brisa.
Luca solo la miraba con impresión, desconcertado de lo astuta que era para adivinar cuando le mentían, cuando él le mentía. La siguió hasta el hermoso árbol que tanto adoraban y se sentó a su lado.
Debía admitir que amaba estar con ella. La amaba tanto como a su mamá pero ella no era parte de su familia, más la sentía como un miembro más.
Bianca, de repente, le dirigió una mirada suplicante que Luca no supo descifrar al instante pero sí segundos después.
—si insistes —dijo con modestia mientras elevaba ambas cejas para mostrarse más varonil, tomó por el mentón a la menor y dejó un beso en su frente, a lo que ella rió levemente —. ¿Qué es tan gracioso?
Frunció el entrecejo sin haber soltado a Bianca, ella apartó con cautela esa mano que aún la sostenía al tiempo que aguantaba las ganas de estallar en carcajadas.
—eso de ser "varonil" no te queda, eres demasiado tierno como para dar ese tipo de vibras —expuso, tomó ambas mejillas del castaño y se acercó para dejar un corto beso en su nariz, él solo miró hacia otro lado con las mejillas ruborizadas —. Ese sí es el Luca que conozco.
Conocer. Esa palabra, a ella, le parecía un tanto complicada de ejecutar. Conocer personas, monstruos marinos. Para ella, "conocer" era algo más allá de identificar a tal persona o interactuar con ella, era saber, saber sus alegrías, penas, disgustos y todo aquello que se relacionaba a ella.
Conocía a Luca, al monstruo marino que la había salvado de ahogarse un día de verano, amante de la lectura y las estrellas, sediento de saber más sobre el mundo, hijo de pastores de ovejas con quienes no se sentía comprendido ante sus deseos de saber. Un niño terco y rebelde al verse obligado a siempre seguir órdenes estrictas y una rutina diaria. Anhelante de aventuras y emociones nuevas. Deseoso de descubrir el mundo bajo el que vivía.
Ese espíritu libre era de lo que más le gustaba de él. Debía admitirlo, envidiaba esa seguridad y despreocupación que tenía al vivir, el hecho de que, si quería hacer algo: lo hacía, sin pensar en el futuro, simplemente existía y lo disfrutaba. No era el manojo de nervios que ella.
Luca nadaba hacia su hogar con prisa, regresando de la jornada de trabajo de la que llevaba zafandose durante más de dos meses. Su mente estaba muy ocupada, pensante de cómo aprender a querer a Bianca. Ella no se sabía expresar y sus emociones le controlaban de vez en cuando, cosa que había comprobado cuando la encontró temblorosa y con todo su cuerpecito lleno de heridas. Las emociones eran complicadas. El ser humano era todo un misterio.
El semiacuático se adentró en su hogar después de haber llevado el rebaño al granero, tomó de la mesa una alga hecha bolita y le dió un mordisco para masticarla con detenimiento, aún pensando en su querida amiga y todo el amor que necesitaba.
De repente, sintió una presencia en el lugar, se giró y dio un sobresalto al ver a su abuela frente a él, el bocadillo que tenía casi se le resbalaba de las manos e intentó salvarlo, lográndolo con éxito. Ahogó un grito e intentó tranquilizarse, suspirando profundamente.
—hola, abuela —saludó el niño a la mujer, meciendo su mano ligeramente, dándole otro mordisco a la alga que tenía en mano. Le dió la espalda para ordenar algunos cuencos que había en la mesa.
—hola, burbujita, ¿qué tal tu día? —cuestionó con voz serena, sin presión.
—bien, supongo —dijo él, encogiéndose de hombros, continuando con su tarea.
—¿Supones?
Al escuchar eso, Luca intentó inventarse una mentira infalible, pero se sentía vagamente cansado como para pensar con tal rapidez y en la cara de su abuela.
—de hecho, abuela, quiero contarte algo —admitió después de suspirar y terminar de ordenar la cocina. Recibió una mirada serena acompañada de una sonrisa de parte de la mayor, quien le hizo una seña para que se sentase a su lado.
El niño hizo caso y recostó su mejilla en la mesa, soltando todo su cuerpo. Otro suspiro se escapó de sus labios.
—¿Qué es eso que me quieres contar? —Libera ladeó la cabeza para mirar a su nieto a los ojos, cosa que el menor intentaba evadir.
Debía admitirlo, comenzaba a arrepentirse de haberle dicho a su abuela que quería contarle algo, ya era muy tarde para retornar o decir algo muy poco relevante. No quedaba de otra. El oji-marron se armó de valentía y por fin habló.
—he estado saliendo a la superficie a escondidas, todos los días, y solo para ver y pasar el día con una humana a la que salvé de ahogarse hace tiempo —escupió sobre la mesa aquello que llevaba guardándose más de dos meses —. Ella está sola y no me gusta esa idea, por eso la visito diario. Pero no sé qué más hacer, ella es tan... "ella", no habla de su vida ni su familia, nada personal y yo solo estoy esperando que lo haga para saber cómo quererla, mientras ella me de afecto de la manera más correcta que puede existir.
—tal vez deberías darle la confianza para que te lo diga, mostrarle que se puede abrir ante ti sin avergonzarse —aconsejó ella, acariciando con suavidad las escamas de la cabeza de Luca.
La respuesta que Libera le dio al niño no fue la que él esperaba, pero sintió como si un peso se quitara de sus hombros al escuchar su voz en un tono tan sereno y con gran tacto.
—¿No te molesta que haya subido? —le preguntó, desconcertado.
—¿Enojarme, por eso? —indagó la anciana con incredulidad — Luca, es parte del mundo y es tanto necesario como extraordinario el conocerlo. No es como que tus padres pudieran alejarte de él para siempre.
Volvió a sonreír ampliamente, dando a entender que estaba bien y ella lo encubriría.
El mencionado asintió con la cabeza, sonriendo levemente. Seguido de esto, se acercó a su abuela y la abrazó, acto que fue correspondido, para después dejar un beso en su mejilla.
—gracias, abuela. Buenas noches.
Se retiró del lugar para ir a la cama, echándose en ella al instante en que estuvo lo suficientemente cerca. Se quedó pensante, mirando al techo de la habitación.
Pasó su mano por debajo de su almohada y sacó el guante hecho de césped con el que Bianca le había vendado la mano hace tiempo. Lo observó con detenimiento y apretó contra su pecho.
—quiero quererte correctamente, pero muéstrate ante mí —murmuró antes de conciliar el sueño.
Al día siguiente, Luca despertó de buen ánimo, desayunó rápidamente y sacó a pastar al rebaño hasta el almuerzo, toda la mañana la pasó pensando en cómo hacer sentir segura a su amada amiga y que le dejara ver detrás de las cortinas que cubrían su ser que tanta curiosidad le daba conocer.
Lo único que tenía en mente era tomarla por sorpresa con la misma pregunta: "¿Cómo llegaste aquí?" Pero no tenía un plan 'b'.
Pasado el medio día, el joven Paguro encontró la respuesta al enigma que tantas horas le había costado resolver. Diálogo. Era la única manera de saber todo sobre su pasado. Explicando la situación y pidiéndolo directamente. Bianca era razonable, de mente abierta, por lo que sería fácil que accediera a contarle su pasado.
Nadó hacia la superficie, dejando al rebaño a cargo de un cangrejo que había por ahí, y llegó a la isla de la niña, al menos él pensaba que era suya, y corrió hasta la torre para subir por la escalera de cuerda. Al verla sentada mientras le daba un mordisco a un pedazo de pan, no pudo evitar sonreír, le encantaba verla así, tan inocente y con las mejillas llenas de un bocado de pan.
La morena paseó la mirada entre el niño y el pan y se lo extendió. Él lo aceptó y lo cortó en dos partes para devolverle el pedazo más grande a la oji-verde, ella se lo merecía.
Tomó asiento a su lado para comer en silencio. Tragó otro bocado del pan y fue al grano de lo que quería hablar con ella.
—¿Cómo llegaste aquí? —cuestionó, dirigiéndole una mirada seria antes de que ella pudiera hacerlo primero — No me incumbe, tienes razón, pero me importa y me interesas tú. Quiero quererte como es debido y para eso tengo que saber cómo fue que no te quisieron anteriormente.
Bianca se quedó sin habla, atónita de que en verdad le importase tanto su vida antes de conocerse. No supo qué sentir, simplemente se le encogió el corazón y sintió como se le revolvía el estómago. Se relamió los labios y suspiró.
—no me voy a librar de ti, entonces, supongo que no tengo opción —dijo rendida, ahora sintiendo como el cariño que le tenía a Luca se agrandaba después de esa breve explicación ante su cuestión —. En resumen: mamá y papá eran alcohólicos y drogadictos, él casi no estuvo en mi infancia y ella se encargó de mí, tenía un carácter muy fuerte...
Y le contó todo acerca de ella y su familia.
𝐴𝑐𝑡𝑢𝑎𝑙𝑖𝑧𝑎𝑐𝑖𝑜𝑛 𝑡𝑒𝑚𝑝𝑟𝑎𝑛𝑜 𝑝𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑖, ¿𝑣𝑎?
♡︎♡︎♡︎♡︎♡︎
— 𝙿𝚊𝚝𝚘 ꨄ︎.
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