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XI .━━ Piangi piccola

Bianca moría por dentro, se sentía tan humillada de que su madre la bañara aún con diez años de edad, no podía resistir esa vergüenza que le causaba el estar desnuda frente a ella y repugnancia al sentir como frotaba sus manos contra su cuerpo.

Se sentía tan mal.

¿La estaba limpiando o ensuciando?

Ella se sentía sucia ante tal acción.

Pareces reemplazar
tu cerebro con tu corazón

Las manos de la mujer bajaron hasta las piernas de la niña, causandole escalofríos y conteniendo esas lágrimas aperladas que se le querían escapar de los ojos, pasó a la parte interna de éstas y acarició los muslos, se estremeció e intentó cerrar las piernas en vano, subió un poco más para frotar en su intimidad y dejarla tan limpia como lo había estado cuando llegó al mundo.

Unas pesadas y dolorosas lágrimas resbalaron por sus mejillas y cayeron al agua de la tina, salpicando un poco sus piernas, poco a poco, fueron aumentando.

Te tomas las cosas tan a pecho
y luego te desmoronas

No era malo lo que hacía, era una muestra de afecto, ¿No? ¡¿No?! ¿No era acaso la mejor forma que tenía para demostrarle su amor incondicional?

Qué mal se sentía ser amada por ella.

Tratas de explicarlo
pero antes de que puedas empezar

basta, mamá, basta —imploró con una voz débil y temblorosa cuando percibió el tacto de los fríos y largos dedos de su madre en su zona íntima, acariciándola. Más lágrimas cristalinas se desbordaron de sus orbes verdes.

Ella no hizo caso, continuó con esa acción, dándole a entender que era para dejarla tan limpia como una bebé.

Esas lágrimas de bebé llorón
salen de la oscuridad.

Bianca despertó, estaba empapada en sudor frío, lo primero que hizo fue levantarse y desnudarse, bajó de la torre y corrió hasta la costa para meterse al agua sin importarle la temperatura de ésta.
En cuanto entró, sintió como todo su cuerpo se paralizó pero no le importó, comenzó a rasguñar su piel con sus uñas para limpiarse, aunque aquello más bien parecía un intento desesperado por matarse.

Los rasguños sin piedad que hacía en su piel poco a poco fueron abriendo paso a la sangre y, al tiempo que el agua salada tocaba la herida, comenzaban a arder.

Ella continuó rasgando su delicada piel, intentando deshacerse y olvidar todas las caricias maliciosas que su madre había incrustado.
Debía admitirlo, eso era sucio, eso era estar sucio. Se sentía sucia. Su propia madre le había hecho eso, lo cual lo hacía ver aún más asqueroso y desagradable. ¿No había podido ella darle solo besitos en su rostro y caricias acompañadas de sonrisas que en verdad demostraran afecto maternal? Los únicos besos que le había dado eran en presencia de visitas.

—estoy sucia. Estoy sucia —repetía entre murmullos una y otra vez mientras continuaba lesionándose a sí misma. Sin piedad. Como su madre.

Su alrededor era sangre, el agua estaba llena de sangre, misma que flotaba hasta la costa y manchaba la arena y rocas.

Un par de lágrimas recorrieron sus mejillas al sentir como sus manos eran poseídas por su madre y ahora le causaban daño. Solo que ahora ella no estaba y se lo causaba a sí misma.

Cuando todo su cuerpo se tiñó de rojo y dolió lo suficiente como para llorar más, salió del agua y subió de nuevo a la torre, se puso de nuevo su blusa y envolvió en la vela de barco para sentarse, recargar su espalda en la pared de la estructura y mecerse de adelante hacia atrás mientras temblaba, abrazaba sus rodillas e intentaba controlar el impulso por gritar y morder su piel.

Alguien está girando la manija
de la llave en tus ojos.

Sus ojos ardían se tanto llorar y lo único que podía hacer era dejar que todo saliera.

Adelante, atrás. Adelante, atrás.

El sonido de las gaviotas retumbando en sus oídos y las lágrimas recorriendo sus mejillas era lo único distinguible.
El dolor era descartado, al menos el físico, esas heridas que ahora cubrían todo su cuerpo no le hacían un gran favor.

Te estás derramando
donde todos te pueden ver.

¿Qué acaso no podía no llorar? ¿por qué esos pensamientos y recuerdos le llegaban a la mente cuando podía comenzar como una nueva persona? podía comenzar de cero, ¿por qué no lo hacía?
Tal vez su locura la llevaba a recordar tales sucesos y quedarse apegada a ellos, como si se fuera a repetir, cuando no era ni siquiera seguro que fuera así.

Tu corazón es demasiado grande para tu cuerpo
Es donde tus sentimientos se esconden.

Los 'dichosos' sentimientos que tenía como ser humano eran despreciados por ella misma y no le ayudaban a intentar realizar una nueva vida. Familia, amigos, una vida digna de una niña que ya había pasado por bastante. Una de dos, su subconsciente no quería que lo hiciera o era que en verdad no servía para nada.

La segunda la convencía más de lo esperado. Estaba demasiado acostumbrada a recibir ese insulto de 'no sirves para nada' y no en forma de broma como lo hacían en la escuela con sus compañeros, sino que era real. En verdad decían que no servía para nada. Ni para la más mínima acción o tarea.

Te estás derramando
Donde todos te pueden ver.

De repente, escuchó como alguien llegaba, sabía con certeza que se trataba de Luca, por lo que se secó las lágrimas con la vela que aún estaba enroscada en su cuerpo e hizo lo posible por que sus heridas no fueran visibles a los ojos del niño.

Disimula, se dijo a sí misma en sus pensamientos, tratando de parecer solo una huérfana que se cubría del frío, sentada en un rincón de su hogar.

Cuando Luca llegó hasta la cima de la torre, se acercó a ella con una gran sonrisa pero, al ver sus ojos tan rojos y con el rostro lleno de indicios de llanto, ésta se desvaneció y se arrodilló frente a ella, confundido, sin saber qué le pasaba. Dió una leve y suave caricia a su rostro, demostrando compasión y cariño, seguida de un abrazo un tanto incómodo, considerando la posición en la que se encontraban, el cual no fue correspondido.

En ningún momento lo miró, solo intentaba ocultarse.

El rizado apartó un poco la vela que cubría el cuello de la menor y ahogó un grito al ver un montón de rasguños en su delicada piel de porcelana marrón. Quitó parte de su camiseta para descubrir más rasguños sangrantes en su hombro y le arrebató la vela de su diminuto y delgado cuerpo; un jadeo se le escapó de sus labios al ver todo su cuerpecito lleno de sangre y heridas.
Por reflejo, volvió a abrazarla, ésta vez con más fuerza, a lo que ella solo se soltó a llorar.

El pecoso contuvo las ganas de preguntar por qué lo había hecho, al menos por el momento, y solo dejó que continuara sollozando mientras él intentaba calmarla, dando caricias en su cabeza. Ella correspondió el abrazo, con las manos temblorosas y un nudo gigante en la garganta. Estaba paralizada, inmóvil. Sus ojos lo único que hacían era soltar gruesas lágrimas saladas que mojaban el hombro del contrario y sus labios desprendían gemidos y gritos, mismos que eran ahogados por el castaño.

Por más que intentase que el llanto cesara, no lograba contenerlo o frenarlo, se estaba derramando como catarata; todo le daba vueltas y sentía como si no pudiera respirar, así que comenzó a dar grandes bocanadas de aire. Se aferró aún más al de tez blanca cuando sintió como si su madre estuviera ahí, lista para atacarle y lastimarla; lista para llevarla a casa, para llevarla al infierno. La piel de la nuca se le erizó al sentir tal presencia.

Luca, desesperado por no poder ayudarla, acarició la espalda de la contraria, formando círculos imaginarios con la palma de su mano, sintiendo por sobre la tela de su camisa la humedad de la sangre que emanaba de las heridas hechas en esa parte de su cuerpo.

Después, todo se calmó.

—chst, chst, chst, chst, chst —escuchó como Luca hacia un ruido peculiar y un tanto similar al canto de un grillo al tiempo que acariciaba su cabello, ahora suelto. No se había percatado de cuándo le había desatado el cabello —. Tranquila, linda. Todo va a estar bien.

Suspiró, llena de alivio. Las últimas lágrimas recorrían su rostro y el cuerpo dejaba de temblarle.

Ambos se quedaron en silencio hasta que la morena se separó y limpió por completo el rostro. Miró al mayor, apenada. Odiaba que él la hubiera encontrado en tal estado. Deseaba que eso nunca hubiera pasado.

Él volvió a acercarse y tomó ambas manos de la femenina, a lo que ella jadeó por los rasguños en ellas, para acariciarlas con delicadeza. Volvió la vista hacia sus ojos esmeraldas.

—¿Por qué lo hiciste? —cuestionó con pesar, una voz afligida, con las palabras enredadas y casi inaudibles.

—si lo supiera con certeza, te lo diría —respondió en un murmullo tan apagado y melancólico que lo único que pudo hacer el oji-marron fue suspirar, atraerla hacia él para, posteriormente, envolverla de nuevo en la vela y acurrucarla junto a él —. Lo lamento mucho.

Al escuchar eso, el semiacuático frunció el entrecejo. No comprendía por qué se disculpaba. Parecía meramente estúpida la razón por lo que lo hacía.

—no tienes por qué disculparte —dijo con firmeza y suavidad —. Llorar es natural, y más cuando estás con todo el cuerpo lastimado.

La pegó aún más a su cuerpo y dejó un besito en su cabeza, a lo que ella la apoyó en su hombro para quedarse dormida.
Llorar la agotaba demasiado y hacía bastante que no pasaba de tal manera.

Luca solo dejó que descansara, se lo merecía. Ella se merecía el mundo a pesar de no saber mucho de su pasado.

La de hebras negras ya respiraba con normalidad y sonreía levemente mientras dormitaba sobre el hombro del mayor. Le gustaba poder estar en paz después del incidente, nunca la había sentido. Lo normal era que, después de la tormenta, viniera el huracán.



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