III. ━━ Incontri inaspettati
Todo estaba demasiado silencioso para el joven, ni siquiera creía estar acompañado de los peces ovejas. Miró hacia el pastizal, percatándose de que, efectivamente, los peces no estaban, se habían escapado.
—hay no. Mamá me matará —dijo con preocupación, apresurándose a tomar su bastón para comenzar con la búsqueda de peces ovejas —. Operación: "Búsqueda de peces ovejas", en curso.
Comenzó a nadar apresuradamente, tal vez, si lograba encontrar a todos los peces ovejas antes de la cena, no se llevaría un enorme sermón o un castigo tan grande.
Buscó por un lado y por el otro, desesperado. No fue hasta que logró localizar a una pececita que su estrés se calmó un poco.
—¡Caterina, espera! —exclamó intentando llamarla, siendo ignorado, la pececita continuó nadando hasta el lugar donde se encontraba la señora Branzino, quien alimentaba a sus cangrejos.
El niño acuático nadó hasta el lugar y tomó a Caterina para intentar llevarla al pastizal que servía de corral para continuar en la búsqueda de los otros peces.
—Buenos días, señora Branzino —saludó Luca apresuradamente sin recibir más que una mirada severa por parte de la mujer —. Disculpe,... —añadió mientras forcejeaba con Caterina para intentar llevarla de vuelta al pastizal —...¿Y el señor Branzino?
No volvió a recibir respuesta, solo dió una última sonrisa y se llevó a la pececita, apenado por la reciente situación, y algo cansado de que siempre fuese lo mismo; los peces ovejas siempre se escapaban, pero tan solo era un niño de once años, en cierto sentido, era algo un poco incongruente, sugiriendo que su madre temía que un humano o "monstruo de tierra", como le llamaba ella, se lo llevase y, a veces, algunas embarcaciones pasaban cerca. Finalmente, la señora Branzino soltó un suspiro seco.
—hola, Luca
El joven Luca llevó a Caterina hasta el pastizal y, después de darle un sermón que la pececita ni siquiera entendía, pasó al lado de la señora Gamberetto.
—disculpe, señora —comenzó amablemente y un poco de preocupación en su tono de voz —, ¿Ha visto a mi...?
—si —respondió con sequedad mientras se daba la vuelta para dejar ver cómo uno de los peces del rebaño mordisqueaba la parte trasera de su cabeza, el menor solo pudo soltar una risa nerviosa y tomar apresuradamente al pez.
Estaba a punto de disculparse, cuando vió por el rabillo del ojo a Giuseppe, otro de los peces oveja del rebaño.
—¡Giuseppe! ¡Espera! —lo llamó el monstruo marino, comenzando a nadar en dirección de este, se avalanzó e intentó no dejar que se escapara mientras Giuseppe luchaba por liberarse.
Ambos seres marinos forcejeaban, y, aunque los dos de alguna manera querían lo mismo, Luca evitaba que se fuera o ganara en aquella lucha un poco rara.
—¿Quieres escapar como tu amigo Enrico? —preguntó el de escamas azuladas con enojo —porque te tengo noticias; o ya está muerto, o está allá afuera. Viendo el mundo.
Su voz se apagaba cada vez más mientras imaginaba lo grandioso que sería viajar por el mundo de los "monstruos de tierra". Le parecía fascinante, y aún más lo era cuando sus padres le tenían estrictamente prohibido subir a su mundo o convivir con uno de ellos.
—¡Pero seguramente ya esté muerto! —agregó al salir de su ensoñación.
El niño llevó a Giuseppe al pastizal y continuó con la búsqueda hasta que estuvieron todos. Cuando por fin terminó, hizo un conteo rápido del rebaño.
—¡Uf! —exclamó con alivio —están todos.
De repente, noto que uno de los peces oveja esbozaba una gran sonrisa. Algo extraño.
—Mona lisa, ¿Por qué sonríes? —preguntó elevando una ceja. Mona lisa solo se quedó observando como un pez más pequeño salía nadando de su boca.
El pequeño monstruo marino volcó los ojos y suspiró mientras negaba con la cabeza un poco exhausto y estresado por el rebaño de peces. Deseaba que aquellos animales entendieran o al menos hicieran caso.
—¿Hay alguien más ahí dentro? —preguntó de brazos cruzados y un tono severo de voz, algunos cuantos peces más lograron escapar.
Luca estaba tan distraído con Mona lisa que demoró en percatarse de que Giuseppe intentaba escapar, de nuevo, separándose del rebaño.
—¡Giuseppe! —exclamó con exasperación —¿Qué te acabo de decir?
El pez ignoró al monstruo marino y continuó nadando.
—Giuseppe —dijo entre dientes con gran enojo —. Esperen aquí, no se muevan. Coman todo lo que quieran —les dijo al rebaño de peces oveja, estos solo lo miraron con expresiones vacías. El oji-marron sonrió, esperando que hubieran acatado las indicaciones.
Se giró y comenzó a perseguir al pez a gran velocidad, pero este lo era mucho más y le sacaba ventaja.
Luca comenzaba a desesperarse, no faltaba demasiado para llegar a un muelle y Giuseppe continuaba nadando en dirección a éste.
Eceleró el nado, pero fue imposible alcanzarlo, finalmente se rindió y dejó que el pez oveja se alejara.
—¡Bien! —le gritó al pez con rabia —¡Vete, recorre el mundo, y, si encuentras a Enrico, salúdalo por mí!
Furioso, vio como se alejaba, le estaba dando toda la libertad de irse a recorrer el mundo, mientras él se iba a quedar ahí, con su aburrida vida, atrapado en una rutina que se repetía día a día, quedándose con las ganas de ir a ver lo que había allá arriba.
Se dispuso a regresar a vigilar al rebaño, pero hubo algo que captó su atención, un fuerte estruendo que resonó entre las rocas y llegó a sus oídos, alarmándolo.
Estaba por echarse a nadar lo más rápido que pudiera, pero quería saber qué era lo que había pasado, qué cosa había causado aquel ruido, y, si era algo de la superficie, quedárselo para al menos darse una idea de cómo era todo allí arriba.
Un poco indeciso y con miedo, comenzó a acercarse a la bola de espuma que había causado el estruendo, aquello parecía moverse o tener vida, lo cual asustó aún más al pequeño. Aún así, estaba decidido a averiguar qué era esa cosa.
Una vez que aquello dejó de moverse, él comenzó a acortar la distancia que lo separaba del objeto misterioso. Cada vez se acercaba más y más, y la cosa misteriosa no se parecía a ningún objeto que él conociera, incluso, parecía alguien, alguien como él.
Cuando toda la espuma y las burbujas se esfumaron, el terror invadió al joven semiacuático. Lo que había caído al mar no era una cosa o algún objeto, ni un animal, sino un monstruo de tierra.
Se quedó estático, esperando su final, pero la persona no hizo nada, ni siquiera se movía, en aquel momento se percató de que el monstruo de tierra lo miraba, aunque sus ojos no estuvieran totalmente abiertos.
La mirada del ser humano atravesaba una cortina de hilos negros, parecía ser suplicante, eran unos resplandecientes ojos esmeraldas que rogaban ayuda, la más mínima aunque fuera, compadeciendo al de escamas.
Cautivado por su mirada, Luca comenzó a acercarse aún más a pesar del miedo.
—¿Hola? —saludó, dudoso, sin recibir respuesta.
El niño no sabía que hacer con el monstruo de tierra. Hasta que, cuando este intentó hablar y sacó burbujas de su boca, recordó que ellos necesitaban aire de la superficie para respirar, basándose en los casuales comentarios de su abuela, que alguna vez había subido.
—necesitas aire para vivir, ¿No es así? —cuestionó, señalando hacia arriba. No volvió a recibir respuesta, pero su preocupación despertó al ver que el monstruo de tierra ya ni siquiera tenía los ojos abiertos. Necesitaba urgentemente respirar —. Santas perlas.
Rápidamente, preocupado por el estado de la persona, la tomó entre sus brazos y comenzó a nadar lo más rápido que podía, el ser humano no era muy pesado, lo cual no le dificultaba mucho aquella acción.
Él recordaba que su abuela le había contado que el sol, en exceso, a los humanos les causaba daño y quemaduras, así que era mejor llevarla a donde hubiera sombra.
Aunque él no tenía ni idea de dónde había sombra para la persona, por suerte, cuando se acercó a la costa, pudo distinguir la sombra de algo. Se apresuró a llevar al monstruo de tierra.
Cuando ya estaba por salir, se detuvo, sin saber si era buena idea salir para salvarle la vida a aquel ser que ni siquiera conocía, o si valía la pena un sermón o castigo a cambio de que la persona viviese.
Miró a la persona inconsciente, recordando los bellos ojos verdes que había podido distinguir. Por alguna razón deseaba volver a verlos.
Luca, finalmente, se armó de valor y, sin pensarlo más, salió a la superficie, asomando su cabeza a esta.
Miró a su alrededor, todo era muy bonito, pero no tenía tiempo para admirar el paisaje o todo lo que había, le importaba más la vida de la persona que aún se encontraba entre sus brazos.
Con gran esfuerzo salió por completo junto al monstruo de tierra, lo recostó en el césped, bajo un gran árbol que le brindaba sombra.
Ya había logrado su cometido, ya podía volver con sus labores, pero había algo que se lo impedía, quería ver más de cerca al humano, inspeccionarlo, sentía gran curiosidad.
Lo pensó un poco, pero al final la curiosidad lo venció.
Con cautela, y arrastrándose por el césped, se acercó al monstruo de tierra, se recostó a su lado y comenzó a mirarlo.
Apartó la gran cortina de hilos negros que cubría su rostro y encontró lo más hermoso que pudiera haber contemplado en su vida.
Era una niña, una niña muy bonita de piel bronceada, con unas largas pestañas, hermosas facciones y, lo más importante, sus ojos verdes esmeralda, pero en aquel momento no se encontraban disponibles.
—es... Bonita. —aquello se le escapó de los labios. No veía nada malo en ella, se veía dulce y amable. Ella parecía un ángel caído del cielo. No tenía una aureola, ni mucho menos un par de alas, pero sus rasgos y la tranquilidad con la que aún descansaba lo hacían pensar aquello.
El joven Paguro estaba muy cerca de la niña, observando cada centímetro de su rostro. Inconscientemente, sus mejillas se colorearon de un tono escarlata, pues era la primera niña que había visto en su vida, se sentía afortunado de que el primer monstruo de tierra que contemplara fuera tan bello.
Re inspirada que me sentía ajskshakshsjs /c va
El capítulo llegó tarde porque ayer me traían como mendiga esclava jsjdjsjj
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro