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Cuando ya pasó una semana completa, el doctor Min Seok llegó a su habitación con los resultados de sus exámenes entre las manos, aparentemente el escáner cerebral volvió a resultar bien, no tenía ninguna anomalía preocupante en su cráneo. Por otra parte, sus fracturas estaban mejorando considerablemente, sólo tendría que usar una bota ortopédica que le cubriría desde el dedo gordo del pie hasta la rodilla, pero eso cuando lo dejen salir del hospital y caminar.

—Los daños que recibió tu cuerpo fueron bastante suaves considerando el tipo de accidente que tuviste— le dijo el médico el día en que fue a dejarle los resultados, como Jimin ya era mayor de edad, no necesitaba la presencia continua de su madre para esas cosas, ella podría verlos y analizarlos cuando llegara a visitar a su hijo —Te irás a casa en una semana más, como acordamos, tu madre ya está al tanto.

En ese momento, Jimin sintió sus ojos cristalizarse, pero no fue hasta que el médico se retiró del lugar, que él soltó las lágrimas y lloró por primera vez desde que había despertado. Si le hubieran preguntado el porqué lloraba, Jimin no habría sabido qué contestar, su corazón albergaba demasiadas emociones, desde la certeza continua de que se había escapado de la muerte, hasta la incertidumbre de si volvería a ver a Yoongi alguna vez en su vida.

Aún recordaba cuando lo abrazaba y el olor a café y tierra húmeda que tenía el pelinegro impregnado en su cuerpo lo rodeaba por completo, refugiándolo, Jimin suponía que el olor a café era originario de este mundo, del mundo real, y que el olor a tierra húmeda era del mundo decisivo, y que la mezcla tan fascinante y extraña a la vez era lo que lograba tranquilizar a su corazón, lo que indicaba también la unión entre ambos mundos.

Cuando recobró la compostura, se restregó los ojos con la manga de su mano para disipar todo rastro de lágrimas, y asumió que sólo le quedaba una semana, y que en una semana, debía encontrar a Yoongi, no sabía cómo, sólo sabía que tenía que hacerlo, porque si no lo encontraba, estaría desperdiciando la segunda oportunidad que le dio el destino de ser feliz. Y sólo un idiota o un cobarde permitiría aquello. El único problema, es que sus amigos no lograban dar con Yoongi, siempre les faltaba una característica, y cuando por fin una persona coincidía con todas ellas, el nombre y el porqué estaba ahí volvían a tirar sus esperanzas al suelo.

Por más que lo intentaran, Min Yoongi no aparecía por ninguna parte.

El otro tema es que su madre iba día por medio a verlo al hospital, siempre llegaba con dulces que Jimin no podía ingerir pero que de todas formas se los recibía, y al final del día se los daba a sus amigos para que ellos pudieran disfrutar de aquellas delicias como recompensa por el arduo trabajo que estaban realizando al buscar a su ser amado. Pero por lo general, ella retenía a sus amigos por dos o tres horas para entablar conversación, quitándoles tiempo valioso. Estaba consciente de que aquello sonaba profundamente egoísta, pero de momento, era lo único que podía sentir.

Jimin no quería contarle a su madre el asunto de Yoongi, porque estaba seguro de que ella no sería tan comprensible como sus amigos, y seguramente lo enviaría a un psicólogo, quería mantenerla alejada todo el tiempo que fuera posible, luego buscaría una forma no tan directa de explicarle que había conocido a un tal Min Yoongi mientras estaba inconsciente.

O tal vez, sólo tal vez, omitiría el hecho de que lo conoció estando en coma, pero tener que mentirle a su madre nunca había sido una opción para Jimin, sería triste que tuviera que serlo ahora.

Yoongi estaba tirado en la cama de su departamento, mirando el techo y sopesando las posibilidades. Había pasado uns semana completa, donde el sábado y el domingo no había podido ir por la carga académica que tenía en la universidad. Y hoy era lunes por la tarde nuevamente, tendría que esperar al fin de semana para poder viajar a Busan otra vez, y ahí se cumplirían oficialmente dos semanas desde que había sido expulsado del mundo decisivo para encontrar a Jimin.

—Bae, dios, sé que no eres mi hermana, pero por un momento así lo sentí —le susurró al techo —Tal vez ni siquiera puedas oírme...pero siento que se me agota el tiempo, no sé cuantas semanas se quedará Jimin en el hospital— cerró los ojos y suspiró, recordando que incluso gracias al implante de recuerdos del vidente, Yoongi pensaba que había pasado toda su infancia y posterior adolescencia en esa aldea, menuda manipulación de recuerdos —Necesito tu ayuda...y también la del Abuelo. Una señal, una pista, un olor, cualquier cosa...por favor.

No obtuvo respuesta, ni hoy, ni durante el resto de la semana.

—¿Por qué le estás hablando al techo, Min?— preguntó Jin ingresando a la estancia. Llevaba entre las manos dos bolsas de comida y dos vasos desechables con café en el interior.

Yoongi se incorporó y revolvió su propio cabello en un acto reflejo —Hyung, no te sentí entrar, lo siento— dijo mientras se acercaba y lo ayudaba torpemente con las bolsas, tomó una y vio el interior, era ramen de pollo con huevo y cebolla.

—Traje comida, mañana somos el primer dúo en presentar, así que es mejor que practiquemos— levantó la otra bolsa y los cafés —Pero luego de que comamos. El café es para cuando nos estemos quedando dormidos, ni se te ocurra tomarlo antes.

Yoongi rio bajito y asintió, quería a Jin más de lo que se imaginaba, siempre estaba preocupado de que ambos comieran, siempre estaba pendiente de si él necesitaba algo, Jin era como el hermano mayor que nunca tuvo, y lo amaba con vehemencia por eso.

Practicaron hasta que el reloj blanco colgado en la pared de la habitación marcó las doce de la noche. Yoongi se trababa en algunas ocasiones por estar pensando en otras cosas y Jin lo regañaba por eso, en ciertos momentos la presentación fluía muy bien, en otros demasiado rápido o muy agudo debido a los nervios. Hasta que encontraron la manera perfecta de coincidir; con un café en la mano y una varilla en la otra para apuntar hacia la pizarra e ir señalando lo que explicaban, problema resuelto.

—Nunca creí seguir el consejo de mi profesora de básica que decía que cada vez que presentemos tengamos algo en las manos para disminuir los nervios— murmuró Jin cuando terminaron el décimo intento, el primero de todos que resultaba casi perfecto, salvo por el tartamudeo del final.

—Yo tampoco— le respondió Yoongi —Pero funciona muy bien.

Le dio un sorbo a su café y se sentó en la cama, esperar cinco días más para volver a la búsqueda sería horriblemente tedioso y desesperante, pero tampoco podía hacer otra cosa, la universidad lo consumía, sin embargo, no podía arriesgarse -por ningún motivo- a dejar su carrera olvidada por buscar a una persona.

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