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Cuando abrió la puerta de la habitación, su corazón comenzó a latir aceleradamente producto de la emoción y los nervios, se sentía vulnerable, pero al mismo tiempo, lleno de vida. Vio el pálido cuerpo de Yoongi tendido a lo largo de la cama y sintió las famosas mariposas en el estómago, Dios, las yemas de sus dedos picaban por tocarlo, picaban por recorrer su rostro con ellas y descubrir que tan suave era.
Anhelaba tocarlo, es algo que ni él entendía.
Caminó despacio y dejó la vela junto con la taza metálica recubierta de madera en el pequeño velador que reposaba tranquilamente al lado del catre. Recordó que el Abuelo le dijo que Yoongi no iba a despertar a no ser que consiguiesen esa hierba, así que él se sentó en la cama con total confianza, sabiendo que no lo iba a espantar con su repentina presencia.
Inclinó su cabeza y a la luz de la vela recorrió el hermoso rostro de su acompañante, parecía una prolija escultura de porcelana hecha con delicadeza, tan blanco, tan liso, tan perfecto...pero sobre todo, tan cálido. Jimin recordó la primera vez que lo vio, lo conoció sonriendo, con una preciosa curva en sus delgados labios, los cuales dejaba a la vista sus encías junto con sus pequeños y blanquecinos dientes. -Nunca había visto alguien como tú, Yoongi hyung- susurró dulcemente sobre los belfos del pelinegro, no sabía que tan bien estaba aquello. Desconocía totalmente los sentimientos que su mayor tenía hacia él...pero aún así, Jimin no podía evitarlo.
Juntó sus narices y dio un suave roce, pasó su mano izquierda por el brazo de Yoongi y el contacto lo hizo sonreír con alivio. Eso se sentía real, Yoongi se sentía real, era muy diferente a cuando había abrazado a Bae o al Abuelo. Si los tocaba, pareciera que estaba tocando aire, polvo, en cambio el roce de su mano sobre el cuerpo de su mayor se sentía firme, tenía la seguridad de que no se iba a desvanecer en cualquier momento.
—Sigo sin tener respuestas ¿sabes?— volvió a susurrar sin quitar el contacto de sus rostros. De repente y sin darse cuenta, el susurro se había convertido en su cómplice. —Todo parece tan...irreral. A veces dudo de que esté con vida— subió su mano hasta la mejilla de Yoongi y la rozó suavemente, hasta tocarlo era grandioso. —Tengo la esperanza de que cuando despiertes no sepas nada de lo que hice aquí, que no sepas de la atracción que te estoy profesando.
Estaba a tan solo dos centímetros de sus labios, dos centímetros y sus bocas finalmente se encontrarían, dos centímetros y Park Jimin no sabría como mirar a Yoongi a los ojos cuando este despertase.
—Dos centímetros que sin duda valdrán la pena...— juntó su índice y su pulgar bajo la barbilla de su acompañante y la levantó suavemente, humedeció sus propios labios y conteniendo el aliento zanjó la corta distancia que los separaba. Un simple toque como ese y el corazón de Jimin estaba que se salía de su caja torácica, si en su momento creyó que la piel del pelinegro era suave, ahora se daba cuenta de que sus labios poseían el doble de suavidad y eran jodidamente adictivos.
Envuelto en su bruma de deseo, anhelo y lujuria sacó su tibia lengua y lentamente recorrió el labio inferior de Yoongi, se permitió morderlo, saborearlo, deleitarse, se permitió disfrutar de la calidez inhumana que le proporcionaba esa boca ajena. Cuando finalmente se separó, observó con deleite y satisfacción como la tenue luz de la vela reflejaba la humedad que quedó en los labios del joven frente a él -unos años mayor- luego del pequeño beso robado.
Muy en el fondo sabía que no debió haberlo hecho, Yoongi estaba inconsiente y él violó su espacio personal de la forma más siniestra que existe, besándolo sin su consentimiento. Pero si no lo hacía ahora, probablemente no lo habría hecho nunca, porque Jimin no se atrevería a acercarse a Yoongi cuando este esté despierto, mucho menos sabiendo que muestra una actitud arisca y distante hacia él. Esta era la única oportunidad que tenía y no se iba a permitir perderla ni despreciarla.
Admiraría la belleza de su acompañante hasta que el sueño lo dominase por completo y lo obligase a irse a su propia recámara. Pero hasta entonces, Jimin sería un expextador -y tocador- silencioso de una hermosa obra de arte que fue quitada de un museo. Así que como tal, metió su mano derecha en los suaves y negros cabellos de Yoongi, los peinó hacia un lado y luego hacia el otro, eran tan suaves que se deslizaban fácilmente y sin esfuerzo por entremedio de sus dedos. Descubrió que adoraba hacer aquello, mantenía el sentimiento de soledad muy lejos, como si aún continuara en Busan.
—¿Dónde estuviste toda mi vida, Yoongi?— con sumo cuidado de no aplastarlo se recostó a su lado y apoyó su cabeza sobre el hombro de la persona inconsciente, deslizó su mano sobre el torso del pelinegro y se detuvo en su pecho, reafirmó su postura de que el tacto de Yoongi se sentía real. Al descansar su mano en ese lugar sintió como su torso bajaba y subía producto de la respiración constante que mantenía, la última vez que estuvo con alguien de esa misma forma fue hace dos años atrás, con su pareja de ese entonces, pero luego de que terminaron no volvió a tener una relación amorosa, y él realmente dudaba que volviera a tenerla en este momento de su vida.
Cerró los ojos y se permitió relajarse por primera vez desde que llegó a ese pueblo, el olor de Yoongi inundaba sus fosas nasales, un olor a tierra húmeda y a hojas de otoño, un olor a café recién hecho...un olor a hogar. Sí, el pelinegro al cual besó sin su consentimiento olía a hogar, a esos días de inviernos cuando llegabas a tu casa y te preparabas una taza de café o chocolate caliente para entrar en calor. Dios, no sabía si podría resistir el hecho de no tocarlo.
Se acurrucó aún más en el costado de Yoongi y siguió acariciando, tocando, explorando, diría que amando, pero amar es una palabra demasiado fuerte que no se debe pronunciar a la ligera. Jimin solamente se dedicaba a conocer por sobre la ropa de lino el cuerpo de la persona que le atraía, más adelante descubriría si lo amaba o no. —¿Qué viste u oíste para que te sucediera esto?— le preguntó aún sabiendo que no obtendría respuesta alguna, quizás solo quería llenar el silencio, quizás solo quería evitar quedarse dormido y disfrutar de ese momento lo más que pudiera.
Tal vez solo intentaba mantener una conversación normal a sabiendas de que su actitud anterior no había sido para nada común entre dos personas que con suerte se conocen.
Antes de que pudiera decir algo más, un extraño dolor punzante se instauró en su brazo derecho, el mismo brazo con el cual estaba tocando a Yoongi momentos antes. Oyó que alguien llamaba su nombre con voz lastimera, pero al enfocar su vista no había nadie, estaba a punto de levantarse y caminar hacia afuera de la habitación para averiguar si era el Abuelo o Bae quien lo llamaba, pero sintió un extraño pinchazo en su cuello, muy parecido al que se provocó en su brazo. Duró menos de dos segundos y tanto el dolor como la voz que llamaba su nombre se desvanecieron, Jimin se quedó ahí, tendido al lado del cuerpo del pelinegro, preguntándose qué carajos había sido aquello. Miró el rostro de su acompañante y este estaba inexpresivo, ajeno a todo lo que había sentido Jimin. Quizás solo necesitaba dormir un poco.
Volvió a cerrar los ojos y hundió su nariz en el hueco de hombro y cuello de Yoongi, dejó que el olor a hogar que descubrió momentos antes se colara por cada célula de su cuerpo y lo incitara a un profundo y cegador sueño. Debía resolver y entender lo antes posible qué era lo que le estaba sucediendo a su cuerpo, el porqué no podía volver a su hogar, pero ahora, sólo quería pensar en la tersa y suave piel de su acompañante, en el cálido y dulce olor que hemanaba de su cuerpo.
En lo malditamente bien que se sentía junto a él, aunque Yoongi no lo supiera y probablemnte no lo sepa nunca. Las atracciones pocas veces se pueden explicar, llegan sin razón aparente y se mantienen junto a ti todo el tiempo que creen necesario
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