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|02| ✔

—¿Qué?

Si alguna vez Jimin había sentido miedo, definitivamente no se comparaba con esta ocasión, porque una cosa es que supieran tu nombre, pero otra muy distinta es que te dijieran "te estábamos esperando" ¿Cómo se supone que interpretas esa mierda? ¿Por qué sabían de su llegada cuando él ni siquiera conocías este lugar? Sí, Park Jimin  estaba prácticamente muerto de susto.

—El castillo nos avisó de tu llegada hace un par de semanas— le dijo la chica, aún sin soltarlo —Aunque te retrasaste un poco, porque se supone que debías llegar ayer.

Jimin la alejó de su cuerpo, se sentía un poco extraño, como si realmente no estuviera ahí —¿El castillo? ¿El de la entrada?— su acompañante asintió —¿Pero cómo sabía el castillo que yo llegaría?

Ella se encogió de hombros, restándole importancia al asunto —No te espantes demasiado, ni te esfuerces en pensar, ya habrá tiempo para las preguntas— la chica caminó hacia la puerta que había al lado del gran sillón, y antes de abrirla, volteó a mirarlo —Querías ver al abuelo ¿verdad?—. Jimin asintió —Entonces sígueme— tomó la manija y abrió la puerta, desapareciendo en su interior.

Jimin suspiró, cansado y derrotado. Tenía millones de preguntas en su cabeza, pero para su propia desgracia, no podía hacer absolutamente nada, no recordaba como fue que el autobús terminó en esa aldea, ni mucho menos sabía como volver, y por lo que tenía entendido, su única esperanza era ese hombre llamado "El abuelo" y si quería respuestas, tenía que esperar.

«Santa mierda en la que me vine a meter»

Resigando, siguió a la chica al interior de esa puerta.

Lo primero que lo recibió al entrar fue el calor sofocante proveniente del fuego crepitante de la chimenea que había ahí dentro, estaba ubicada en una de las esquina de la cabaña y a su lado había un gran ventanal, en el centro del hogar reposaba una mesa que tenía seis sillas. Y al lado izquierdo de él estaba la cocina conectada con el segundo piso gracias a una escalera de madera.

Jimin se acercó a la chimenea, recibiendo aún más de cerca el calor y apreciando la hermosa vista que le ofrecía el ventanal. A cincuenta metros bajo la cabaña había una bahía de aguas tremendamente claras, mucho más claras y preciosas que las aguas de Busan, y en caso de que llegaras a romper ese ventanal y saltar, tendrías una muerte segura contra la arena.

Jimin se alejó del ventanal un poco asustado al sentir los pasos provenientes de la escalera, la primera persona en aparecer fue la chica, y detrás de ella venía un hombre de unos setenta años aproximadamente, quien caminaba siendo ayudado por un viejo bastón de madera.

—Él es Jimin— dijo la chica cuando se posicionó a su lado y lo señaló, tenían una diferencia de altura de una cabeza. —Es el que tuvo que haber llegado ayer, pero se retrasó un poco, ¿Verdad que es muy bonito?—. Jimin se sonrojó por inercia, no estaba acostumbrado a los cumplidos.

El Abuelo lo escudriñó con una severa mirada durante un buen rato, y al acercarse a él le examinó la cabeza de izquierda a derecha, le levantó los brazos y le separó las piernas, le golpeó una pantorrilla con su bastón y le apretó un pezón, haciendo que Jimin siseara de dolor. Midió la flexibilidad de sus dedos y le tomó el pulso. —Te ves bastante saludable ¿Cuántos años tienes?

—Veinte— respondió a regañadientes mientras seguía siendo víctima de ese anciano loco. —¿Eres un médico o algo así?— su cuerpo tuvo un pequeño espasmo al sentir el dedo del Abuelo en sus costillas, Jimin era muy cosquilloso y ese era el punto más débil que tenía.

—No, pero me encargo del bienestar del pueblo— le abrió la boca y le revisó diente por diente. —Tienes unos dientes muy bonitos y tus encías se ven sanas— la siguiente víctima fueron sus oídos y por último su nariz. —Estás completamente saludable, ahora dime ¿en qué puedo ayudarte?— Jimin se tocó la mandíbula, se sentía muy raro que te examinaran de esa forma. 

—Me dormí en el bus y llegué a parar aquí, y ahora no sé como volver a Busan, me dijieron que tu podías ayudarme— el Abuelo caminó hacia la cocina y colocó agua a hervir —¿Busan? ¿Estás seguro de que eso existe?— Jimin comenzó a perder la paciencia, ¿Cómo era posible que nadie conociera Busan cuando quedaba tan cerca? ¿Es que esta gente vive en cuarentena?

—Yo sé que tu puedes, Abuelo, debes conocer Busan, tú conoces todo— dijo la joven cuyo nombre aún desconocía mientras le daba un beso en la mejilla a Jimin y le sonreía —Vuelvo pronto.

—Busan, Busan, Busan— murmuraba el Abuelo mientras se movía de aquí para allá dentro de la cocina, buscando quizás que cosa. —¿Dónde vi ese nombre?— no fue que recordó hasta que se pegó en la cabeza con la puerta de un mueble que accidentalmente dejó abierta —La parada de autobús tiene escrito ese nombre— dijo mientras se sobaba el cráneo.

Jimin sonrió en grande —¿Dónde puedo encontrar esa parada?

—Yo puedo llevarte, pero tendrá que ser mañana— le pasó cuatro individuales hechos a base de hojas y madera, Jimin lo miró confundido —Anda, colocalos sobre la mesa, ya es hora de la cena— Jimin titubeó, pero de igual forma terminó dejándolos en la mesa.

—¿No podemos ir hoy?— cuestionó Jimin mientras le recibía las tazas de madera con interior metálico y las depositaba sobre la mesa, cada una sobre un individual.

—No, si vamos a esta hora no alcanzaremos el bus, tiene que ser mucho más temprano, hay que salir con la primera hora del alba.

Jimin bufó —Pero aún es temprano, y no tengo donde dormir, ni mucho menos ropa de cambio— el Abuelo se acercó con un artefacto parecido a un hervidor y lo dejó en el centro de la mesa.

—¿Cómo que no? Tú vas a dormir aquí, todos los que llegan como profecía del castillo se alojan en esta cabaña, y con el tema de la ropa, el hermano de Bae puede prestarte algunas prendas, aunque...no serán como las que traes tú—. Jimin se miró, su vestimenta para él era normal, un jeans y un suéter de lana negro, pero el abuelo vestía con pantalones de chandal blancos y una remera de lino también blanca.

«Parece una persona en rehabilitación médica»

—¿Quién es Bae?

El Abuelo le pasó tres mermeladas y muchos palillos de madera, los cuales Jimin tuvo que repartir entre los puestos de la mesa. —La chica que te trajo aquí, la del ostentoso vestido azul.

En ese momento la puerta se abrió y Bae entró con una canasta de arroz en sus brazos, seguida muy de cerca por un chico que al igual que ella, era blanco como la nieve y de pelo negro con unos cuantos rulitos. Jimin se quedó mirándolo, y estaba muy seguro, de que nunca antes en su vida, había visto a una persona tan hermosa e irreal como él.

—Hablando de la reina de roma, ya era hora de que llegaras con el arroz— masculló el abuelo quitándole la canasta de las manos y colocándola en el centro de la mesa, al lado del hervidor.

El chico pálido sonrió, haciendo que sus pequeños dientes salieran a la luz y mostrara sus encías, logrando que el corazón de Jimin sufriera un mini infarto por lo tierno de la imágen.

—Abuelo, no seas tan gruñón, era Yoongi el que no quería venirse— bufó Bae mientras se sentaba en una silla de la mesa. Aún sonriendo, Yoongi rodó los ojos, luego se sentó al lado de quien Jimin suponía era su hermana.

—Yoongi, tu hermana encontró al chico que el castillo dijo que llegaría este mes, su nombre es Jimin— lo presentó el Abuelo mientras le golpeaba la espalda en forma amistosa. —Jimin, ellos son los hermanos Min.

Por alguna razón que desconocía, la sonrisa que anteriormente había en el rostro del chico que respondía al nombre de Yoongi se esfumó completamente al conectar su mirada con la de Jimin. Algo no estaba bien con las emociones del chico pelinegro ¿pero qué? Si apenas se conocieron ahora.

¿Verdad?

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