XVIII.
No era como si todo se hubiera destrozado en aquel instante; desde que perdió a sus padres en aquella noche, Noé siempre supo que algo nunca había estado completamente bien con él. Se había sentido vacío, encerrado en las paredes de su palacio, protegido por su abuelo y apenas pudiendo vislumbrar la libertad con las aves que se acercaban en el jardín y salían de sus murallas.
Siempre el poder ver sus alas brillar bajo la tenue luz de la luna, era algo que había acostumbrado a remover muchas cosas en él; pero, simplemente era en aquel efímero instante. Cuando conoció a Vanitas aquella noche, en aquella fiesta, el misterio que le producía ver a los animales alados, se pudo identificar en él; y por cuestiones del destino, sus caminos se cruzaron, siendo esta vez capaz, de no dejar escapar esta ave sin que lo llevará con él.
Cuando descubrió que el más bajo era su pareja destinada, un miedo creció indescriptiblemente en su pecho; aquel ave que no quería dejar escapar, ahora, estaba enlazada a él por el resto de la eternidad. Y, desde lo más profundo de su corazón, no era eso lo que buscaba; él quería huir, tener alguien que lo pudiese guiar en su escapatoria, no atarlo a una cadena como era él. Pensaba muy interiormente, pues lo único que podría hacer, sería atrapar los deseos del humano y encadenarlo a su lado, con alguien de tan trágico final.
Debía admitir que Vanitas había cambiado muchas cosas en él, le había enseñado que no todos tenían por que ser condescendientes con su persona, únicamente por ser un príncipe heredero; le había mostrado paisajes jamás concebidos para su mente, y, con el pasar de los días, había caído rendido ante sus pies.
Le encantaba la complejidad de su personalidad, su sarcasmo, ironía, su forma de mostrar afecto, su misterio..., le encantaba su largo cabello oscuro, la forma en la que su pequeño pendiente de joya azulada tintineaba con sus movimientos, sus preciosos ojos índigos, que se cohibían mucho cuando cruzaban miradas por un largo tiempo, el leve coloreo en sus pómulos y orejas, su suave sonrisa teñida de curiosidad, y, su pequeño cuerpo, menudo y frágil.
Le encantaba estar junto a él; sin embargo, ahora, no podía creer que su poder, aquel incapaz de controlar, hubiera abusado y herido a su hermoso Vanitas. ¿Cómo podría siquiera ahora verle la cara sin sentirse asqueado de sí mismo? ¿Sin ver como le había sacado casi toda la sangre en su inconsciencia? Eran algunos de los pensamientos que habían cruzado la mente del vampiro en los pasados días, mientras, se la había pasado sentado tras la puerta dónde descasaba su durmiente Vanitas.
Noé fue el que se ocupó de cargar a Vanitas y Dominique, para dejarlos en habitaciones separadas, pudiendo descansar, entre que encontraba a Louis —quien había desaparecido con todos los sirvientes— y solicitó su ayuda para encontrar a los sanadores. Después de eso, no se había vuelto a acercar al humano, más que a los médicos y poder preguntar por su estado.
Habían acudido a los mejores sanadores del reino, esperando que pudiesen estabilizar y tratar al humano, lo cuál costó en demasía, pero no había sido imposible, y ahora descansaba en una de las habitaciones de invitados. Según lo que le habían explicado, era que necesitaba una gran cantidad de sangre para una costosa transfusión, después de todo, había perdido mucha.
Desde la antigüedad distintos pueblos y culturas habían atribuido la sangre a innumerables propiedades, siendo uno de los más importantes elementos mágicos y vitales —especialmente en una cultura como la suya, la de los neófitos—.
Gracias a las innumerables ingestas de sangre por animales salvajes o enemigos, para adquirir fuerza y otras cualidades, había nacido la transfusión. Habían circulado rumores en Francia sobre un filósofo, médico y matemático, Jean Baptiste Denis, que había realizado la primera transfusión a un humano, sin embargo, al utilizar sangre de animal, el resultado fue fatal y su proyecto fue terminado, prohibiendo sus prácticas. A favor de la información que le propició Louis, supo que aún continuaba con sus estudios experimentales, y junto a varios guardias, lo pudieron encontrar.
Usando medidas a las que no estaba acostumbrado, a causa de la fuerte necesidad de sanar a Vanitas de una forma correcta, lo amenazó con quitarle la vida y destruir a toda su familia, sino conseguía salvar a su humano. Este, junto a otros médicos, trabajaron en un proyecto de una noche para hacer una transfusión de sangre con la de Dominique, la cuál, milagrosamente, había resultado ser compatible, y así se había sanado Vanitas.
En un principio, pensó en curarlo con sus poderes, y al intentar concentrar su poder en el humano, el miedo a matarlo, lo impidió. Fue incapaz de ayudarlo, algo que lo hizo sentirse más inútil.
Habían tratado también a los demás heridos, como Domi o su abuelo; quien no podía sanarse de su herida algo grave, pues ya no disponía de la sangre de un destinado para curarse. Él único que estaba en perfectas condiciones era el moreno, pues al haber bebido, en contra de la voluntad de Vanitas, su sangre, todas sus heridas se habían sanado completamente, incluidas las últimas en sus piernas. Una de las maravillosas características que tenía el que fuera su destinado.
Muchos de los sirvientes no habían tardado en regresar, y estaban limpiando el palacio y sus destrozos, junto a unos trabajadores cualificados que arreglarían la catástrofe que había ocurrido; el palacio no tardaría en regresar a la normalidad y de recuperar sus hermosos jardines ahora envueltos en cráteres y tierra revuelta, de eso estaba seguro. Era algo de lo que podían presumir por las riquezas del reino. Cabía recalcar que antes de solicitar la ayuda de nadie, su abuelo junto a Noé se encargaron de eliminar todo el rastro de los cuerpos, y la sangre, quedando para siempre enterrados bajo la tierra, con sus más oscuros secretos.
La luna estaba ya en todo lo alto, incandescente y deleitando la tierra con su pálido color índigo; era la noche del quinto día, finalmente aquel día habían terminado con la reconstrucción de los jardines e infraestructuras del palacio —quedando terminado del trabajo—, y actualmente, se encontraba sentado en su jardín de nenúfares azules, algo que había solicitado explícitamente a su abuelo; un jardín personal envuelto en color azul.
Su abuelo, aquel hombre de cabello rubio, piel pálida y ojos heterocromáticos se acercó con paso sigiloso, y se sentó junto a él. Su único nieto había estado distante los últimos días, y le preocupaba que comenzase a encerrarse en sí mismo y tomar decisiones a la ligera que acabarían por destruirlo. Ni siquiera había compartido tiempo con su doncella Dominique, que hacía días había despertado y caminaba cortos paseos por los jardines junto a Louis, pues debía cuidar mucho su espalda tras el golpe sufrido.
—Monsieur, decidme, ¿Qué os preocupa? —cuestionó este con aquel tono impasible, mientras acariciaba su bastón de empuñadura en oro.
—Quiero que mi coronación sea mañana mismo —dictó el albino.
El rey regente, asintió a su petición: —Estoy de acuerdo, mi Noé, me encargaré de todo. Pero..., hay algo más, ¿no es cierto?
Noé sentía su pecho arremolinado, mientras con tristeza, acariciaba los pétales azules, y dejando un suspiro pesado, añadió: —Desde que he podido conocer a Vanitas, solo he conseguido hacerle daño. Dos veces son ya en las que ha estado inconsciente por varios días, su cuerpo será incapaz de soportar otro agravio de este calibre. Y en uno de ellos, había muerto.
El maestre, quien poco había podido conversar con su nieto de las aventuras de su travesía, se sorprendió por ende, tras aquella confesión. Su mirar se dirigió al cielo, cubierto de pequeñas motas blancas que brillaban junto a la luna azulada
—Mi querido niño, si este humano, no es capaz de comprender que pese a tus actos o las acciones que se han llevado en tu nombre, has conseguido hacer lo imposible para salvarlo, nada podrá hacerlo. Eres mi dauphin, y ese sobrenombre no es un simple título que se te ha otorgado. Te lo has ganado con tu buen corazón.
Noé se sintió avergonzado de sus palabras, pero especialmente en discordia y total desacuerdo —No puedo creeros, maestre. Quizás en un pasado, era bueno, al menos solo era un neófito normal, pero ahora, con este nuevo don y habiendo bebido la sangre de Faustina, no sé que será de mí. ¿Y si termino destruyendo a todos o dejándome consumir por esta maldición?
—No eres como ella, puede que este ser de oro, sea muy desconocido para mí. Pero cada cualidad se mueve especialmente por las convicciones de quien lleva esta gran responsabilidad..., no dejes que te abunden las dudas. Estoy tratando de conseguir información para que no sufras por esto, eso es lo que menos deseo, mi dulce Noé.
Después de lo sucedido con la mujer rubia, el moreno había desechado la idea de siquiera llamarla abuela; por su culpa, su amado maestre había asesinado a su familia y lo había hecho quedarse con una culpabilidad eterna, que jamás podría perdonarse. Por eso lo protegía tanto, por eso no lo había dejado salir de palacio, temía que alguien pudiera arrebatarle lo único que le quedaba.
Con esto, lo observó con una mirada suave, era el único ser con el que podría compartir su larga eternidad —Abuelo, ¿Cómo puedes continuar con esta vida inmortal después de haber, aunque fuera por un hechizo, matar a los que amabas?
Aquel con siempre un semblante serio, dejó escapar un suspiro y una sonrisa suave —Porque me quedabas tú —añadió con melancolía —Cuando desapareció el efecto del hechizo, me di cuenta de lo que había pasado, y lo que había hecho. Me acerqué a los neófitos inocentes muertos, a tu madre, a tu hermana y mi querido hijo, y como pude, me disculpé con ellos y bendije su camino hacia la luz eterna. Como no te hallé, pude recuperar la memoria de que ella te había llevado consigo, algo que no fui capaz de entender en un principio, pero ahora puedo hacerlo.
Noé se confundió por sus palabras —¿A qué te refieres, abuelo?
Este lo vio con aquellos mirares azules y violetas —Me hechizó, para acabar con todos, incluido tú, ya que ella no era capaz por el amor que les profesaba, aún siendo sucumbida por la ambición. Entonces, ¿por qué no me dejó matarte y te llevó consigo?
El moreno comprendió aquella cuestión —En eso tienes razón, abuelo. También hay otra duda en respecto a esas visiones, cuándo pude recordar a mi..., madre y padre muertos, mi hermana no estaba entre ellos. No fue hasta otra visión, en la que recordé el cuerpo muerto de Faustina y el de ella a su lado, el momento en el que me encontraste, entonces, ¿Qué hacía ella también allí?
Este otro asintió a sus palabras —Es a lo que pretendo llegar, Noé. Cuando estaba apunto de asesinarte bajo su hechizo, sacaste tus garras y tus orbes se volvieron bordó, pero, hubo un pequeño destello dorado en ellos, y ella, logró verlo. Pensé que había sido imaginación mía, aunque ahora está claro que no —decía refiriéndose a sus actuales poderes —Siguiendo con el relato, es por eso que te llevó con ella y a tu hermana también. La ambición le hizo creer que ambos tenías el poder de un primordial, que vuestro padre no obtuvo, pero que sin embargo, ella creyó que descendió en ambos. No podía arrancaros el corazón, hasta que fueseis vampiros maduros, y yo no lo iba a permitir. Os iba a salvar a ambos.
»Aquel día, cuando te encontré, quise hablar con ella, que me explicase sus razones y de alguna forma, por el amor que aún le profesaba, perdonarla. Pero al llegar, vi como había matado a tu hermana y tú estabas escondido bajo la mesa, temblando. Creyó que tu hermana también tenía ese poder, pero al averiguarlo con su don, su existencia era simplemente innecesaria. Solo te necesitaba a ti. Y fue, cuando en mi lamento de llegar tarde, traté de matarla y a su gente. Algo imposible pues ella era más poderosa que yo, pero logré debilitarla y poder llevarte conmigo. Cuando sentí que nuestro lazo se cortó, pensé que había muerto, pero aún existía un miedo de que otro neófito quisiera hacerte daño —le explicó el abuelo, dejando todas las dudas aclaradas al moreno.
Noé trató de recopilar la nueva información, esta vez, dejando completos todos los huecos existentes en su memoria. No podía recordar como su abuela mató a su hermana, pero prefería no hacerlo, era mejor así. Después de que había visto el verdadero rostro de su abuela, ahora solo confiaba en su querido maestre. Era lo único real que tenía a su lado.
—Creo que ahora podré dejar descansar ese pasado —habló el albino, para acariciar la mano de su abuelo —Perdona por haber dudado de ti.
Este le sonrió y dando un apretón a su agarre, se dedicó a acariciar las flores azules, con una sensación agradable en su pecho, al confirmar el buen nieto que tenía —Entonces..., ¿Qué harás con el humano? Es tu destinado, al fin de cuentas.
Noé negó viendo la hermosa luna —Nuestra unión no puede ser. No puede existir un final feliz junto a mí, y, llegando a esta conclusión también pienso terminar el compromiso con Dominique. No quiero que estos humanos, a los que quiero, sufran un destino peor a la muerte.
—Autre temps, autres moeurs, Noé —exclamó el mentor.
El albino le observó nuevamente, tras aquel refrán que tiempo hacía que no lo escuchaba —¿Otros tiempos, otros modos? ¿A qué buscas referirte, abuelo?
—Eres libre de hacer lo que desees, Noé. Jamás podré negarte lo que quieras para ser feliz, pero, esta decisión no es la correcta. Domi no querrá alejarse de tu lado, puesto ella te ama profundamente —admitió al haberle tomado cariño a la dulce chica—. Por otro lado, un ser destinado, es el único capaz de ofrecerte esa felicidad que tanto buscas, y el tuyo, está aquí mismo, con un corazón latiente y de buenas intenciones.
El albino le cuestionó de pronto, algo que lo carcomía desde que había llegado a palacio, tras escuchar sus palabras: —¿Cómo descubristeis que Vanitas era mi destinado? Siempre pensé, que creíais que Dominique era la elegida. Por eso me comprometisteis con ella.
El rey regente negó: —Hace mucho tiempo era un joven consciente de todos mis poderes y capacidades, pero después de morir tus padres y aquella tragedia, dejé de usarlos. Más únicamente el beber sangre, ya que a fin de cuentas seguía siendo necesario para mi supervivencia. Pensé que, cuando me confirmaste a tu poca edad, que habías sentido aquella unión del destino con ella, era cierto, y que yo, había perdido facultades al dejar de practicar mis poderes; y te creí, buscando tu felicidad, te enlacé con ella. Pero, cuándo este humano cruzó el umbral de la puerta, mi poder reaccionó, pues no lo había hecho con Dominique, ya que ella no era tu destinada. Observé un aura violeta rodearle, una cualidad única en mis antepasados, y supe que era él, el elegido.
Noé caviló sobre eso —Yo no tengo esa habilidad.
—Era una cualidad que nacía con varias diferencias de generaciones, por lo tanto si la tuve yo, no llegará a nacer de nuevo hasta dentro de mucho tiempo —le explicó este.
—No podré darte descendencia, abuelo. Terminaré mi compromiso a como de lugar con Domi, y en todo caso, si lograse en un futuro afianzar mi relación con Vanitas, es algo imposible.
Este renegó —No importa. Solo quiero que seas feliz, con este humano —señaló su maestre con un rostro cansado —Después de todo lo que has vivido, no seré yo quien te arrebate tu final feliz. Además, Dominique nunca supo sobre las sangres enlazadas y el destino, así que para ella, solo sería un compromiso que se ha terminado, por mucho que contraiga sentimientos hacia ti; y su familia no tardará en enlazarla con otro destinado a rey.
—Es cierto, Domi no sabe sobre lo de la sangre destinada, y aunque Vanitas, por culpa mía se enteró de que eso pasa entre neófitos, cree que es ella. Ninguno sabe nada realmente.
Este lo observó extrañado de sus palabras, no sabiendo que era lo que buscaba proponer —Decidme, Noé, ¿en qué estáis pensando?
—Puedo cortar el lazo —habló rápidamente hacia su abuelo —Ella me explicó cómo hacerlo, al menos, fue algo bueno que puedo rescatar del tiempo junto a Faustina.
Este lo observó atónito, incorporándose con rapidez, sin poder creer lo que acababa de decir, y habló, viendo como su nieto también se levantaba: —No puedes hacer eso, Noé. No pienso dejarte hacerlo. ¿Puedes entender todo el dolor que he estado cargando en este tiempo? El solo haberle quitado la vida a mis más preciados, fue lo más trágico que sufrí, pero además, perdí a mi destinada, aunque fuera una mujer que ni siquiera se merecía ese título. Es un dolor que jamás nadie podrá ocupar, y solo eres capaz de tener uno en toda la eternidad. No lo hagas —le habló con seriedad.
—Abuelo, si todavía me queda algo de mi yo anterior, el que no estaba podrido por la sangre de esa mujer, debo hacerlo. ¡Esto era lo que ella quería! ¡Beber la sangre de un corazón maduro para ser más poderosa y la única neófita primordial viva! ¡Caí en la inconsciencia y lo hice, ¿Quién sabe que podría cometer ahora con este poder?! —vociferó este con una tempestad de emociones en su interior.
—Noé, cálmate. Me repito, este no eres tú, y te prometo que te ayudaré a encontrar alguna solución o mayor conocimiento para que seas capaz de entender este poder, pero no conduzcas tu mente a situaciones que aún no han ocurrido —le habló el señor, mientras se apoyaba en su bastón.
Noé arrugó su entrecejo incapaz de entender del todo a su mentor. Tenía mucho miedo, incluso de poder herir a su único pariente, y regresó a escuchar su voz.
—Este mundo está lleno de dolor y sufrimiento, así que, deberías tener un vida en la que seas útil y querido por la gente. Ama a la gente que vive en la tierra, si eres incapaz de hacerlo, solo conseguirás repetir la historia..., los mismos errores, una y otra vez. Tu abuela ansiaba el poder, y eso la llevó a la ambición y la creencia de ser mejor que los humanos. No quiero que termines en esos mismos pensamientos.
—¡¿Y si terminó por matar a Vanitas con mis propias manos, a Dominique o incluso a ti?! ¡Nadie es capaz de saber lo que este poder puede desencadenar! ¡No quiero matar a la persona que amo y no quiero que permanezca atado por una maldición como el destino! —le gritó el albino, intentando tener sus pensamientos más racionales.
—Noé, no estrés en la desesperación. Sé muy bien el sentimiento por el que estás cruzando; perdiste a tu familia de una forma trágica, encontraste viva a tu abuela y sufriste su traición, fuiste el que la mató con sus propias manos, y ahora-
—¡Lo único que causo y, ha habido siempre alrededor mío, es dolor, maestro! ¡¿Cómo podré darle una vida de felicidad a la persona que amo?! ¡¿Cómo podré entregarle un mundo feliz a Vanitas?! —vociferó Noé, con las lágrimas desbordantes por sus morenas mejillas, para terminar apretando sus puños.
—Noé..., piénsalo mucho antes de cometer este grandísimo error. No podrás recuperar a Vanitas, si lo haces —señaló, sosteniendo su hombro con fuerza.
—Mi objetivo es proteger al pueblo, ese es mi único destino. No quiero uno que esté impuesto, por este horrible ser que llevo en la sangre —terminó Noé, con un semblante serio, y separándose del agarre del otro.
—No cortes el lazo, Noé —dictó este con preocupación en sus ojos, al ver el conflicto que estaba cruzando su nieto.
—Haré, lo que deba hacer; al menos, si sufro este destino, seré solo yo —añadió por último, antes de girar sus talones y marcharse del jardín, dejando a su abuelo bajo la luz de la luna.
Su mirar era tan triste, y lo recalcaba más con las lágrimas frías en sus mejillas. Sentía un vacío increíble en su pecho, no quería perder a Vanitas pero no podía seguir permitiendo que estuviese a su lado. El amor que le profesaba, se lo impedía.
Esto era lo correcto, se dijo incontables veces, mientras, caminaba por el interior del palacio, recorriendo sus pasillos, y recordando las tantas veces que había corrido por ellos con Domi y Louis en su infancia; las veces en las que su maestro los veía y se reía con una dulce melodía.
Ahora, solo podía ver los índigos y hermosos ojos del lechoso verlo, tímidamente. ¿Cómo todo podía haber cambiado tanto? ¿Por qué cuándo debería estar en el momento más feliz de su vida, el momento en el que había encontrado a Vanitas, era tan doloroso?
Entró en una habitación, cubierta de la luna azul, con suaves motas blancas que se dejaban entre ver en sus pálidos rayos. Había una única cama, con la persona que más le importaba ahora, durmiendo en ella. Su cabello negro estaba suelto, y sus delicadas fibras recaían por la almohada. Su pecho se movía pausadamente y se podía escuchar su baja respiración. Se acercó a él, entre que sostenía sus propias manos cruzadas en su tronco.
Rápidamente, comenzó a limpiar las lágrimas en su rostro y trató de cubrir su llanto inconsolable. ¿Por qué había tenido que conocerlo? ¿Por qué tuvo que ir en un principio a aquella fiesta? Sus orbes amatistas, se tornaron con delicadeza a los dorados, de un pálido y fuerte color oro.
Tenía miedo de activar a aquel poder, pero, para cortar el lazo, necesitaba usar de él. Extendió sus manos con sus largas uñas negras, y con un transparente polvo dorado entre ellas, comenzó a hacer lo que tan bien, le había enseñado Faustina. El pecho del humano, brilló, y de él, salió un hilo dorado, que brillaba con una luz cegadora; luz que el abuelo pudo atisbar desde el jardín, pues la veía provenir desde la ventana. Noé sabía que como era un movimiento fácil, no pondría en peligro al humano ni se desataría nada grotesco, aunque la inseguridad persistía.
El albino experimentó como el resto del hilo salió de su propio pecho, uniéndose en un magnífico y perfecto lazo. Debía cortar aquella unión, era lo que debía hacer. Su cabello blanco inició a tornarse en oro, cada fibra de su cabello era dorada, y unas suaves marcas bajo los ojos del moreno, casi parecidas a lágrimas, aparecieron. Quizá debiéndose a que su poder era aún mayor.
Debía sostener el lazo y cortarlo en una perfecta mitad. Pudo escuchar unos suaves gimoteos del humano al sostener el hilo entre sus manos, pero aquello, no parecía detenerlo. Sería fácil que dejarán de ser amigos, que Vanitas dejará sus sentimientos por él y pudiera enamorarse y vivir una vida humana plena y feliz, quizá con algunos hijos correteando por su lado. Siendo varias cosas que él jamás podría darle.
Recordó el día en el fue a aquella celebración, cuando el aroma del humano, envuelto en canela y vainilla, infundo sus fosas nasales, naciendo con este, un golpeteo de confusión y emoción. La forma en la que se vieron en la fiesta, cuando sus manos se rozaron en aquel toque; como aquellos índigos ojos lo vieron con nervios e incertidumbre, y la forma en la que escuchó los golpeteos acelerados de su corazón latiente.
Sus ojos relucían en oro, pero con un aura triste y melancólica. Sus labios se apretaban, tratando de acallar sus sollozos, este destino de tristeza debía vivirlo solo. Cuando lo sostuvo con más fuerza, pudo escuchar un bajo murmuro en los labios rosados del humano.
Trató de ignorarlo, pero, regresó a escucharlo con más entendimiento: —No-Noé... —repetía este, dejando un pequeño puchero en su boca.
Cayó al suelo, rendido y soltando el hilo que aún flotaba sobre ellos; no podía hacerlo, no podía desechar lo único bueno que le había dado la vida para él, únicamente para él. Con lágrimas retiró sus orbes dorados, y todo regresó a la normalidad con sus ojos amatistas, desapareciendo de su vista aquel hilo que aún seguía uniendo sus vidas, sangre y destino. Irguiéndose de nuevo, tomó el rostro del humano y apartando débilmente algunos mechones negros de su frente, depositó un casto beso.
—Lo único que he hecho desde que te conocí, es pedirte disculpas por todo lo malo que te he ocasionado. Y ahora, que tengo en mis manos, el poder para dejarte libre, no puedo ni quiero hacerlo —indicó con suavidad el moreno, mientras se fijaba en el vendaje de su cuello, protegiendo la marca que había hecho con sus colmillos en su piel.
Vanitas, elevó una de sus delgadas manos, tomando con gentileza la que sostenía su mejilla, propia del albino. Sus párpados comenzaron a pestañear lentamente, hasta que una suave sonrisa apareció y sus cerúleos ojos lo enfocaron: —¿Noé? —preguntó este, observando al moreno que lloraba frente a él.
La sala estaba oscura, apenas iluminada con una luz suave azulada. El albino, mordió su labio, asintiendo entre sus lágrimas —Hola, Vanitas.
Este apretó el agarre en la mano morena del chico, y carraspeó al querer encontrar su voz de nuevo: —¿Por qué lloras, Noé? ¿Acaso estabas preocupado por mí? —le dijo tratando de hacer una broma.
El moreno apartó la mano del pálido rostro del humano, temblando, pues seguía con miedo de volver a hacerle daño. Sin embargo, sostuvo una de las manos del humano y la besó repetidas veces, sorprendiendo al más bajo.
—¿Noé? —cuestionó de nuevo, al ver sus castos besos en su mano, y sintiendo como se le aceleraba de apoco el corazón; quiso entender que le sucedía.
—Siento haberte hecho esto, Vanitas, ha sido mi culpa —le habló, cuando dejó su mano sobre su cuerpo, y se alejó apenas unos centímetros. El humano trató de incorporarse, sintiendo un leve mareo, logró sentarse.
Recordó con fuerza todo lo que había ocurrido y la razón de que se encontrase ahí, por lo que apretó débilmente las sábanas. No le había gustado rememorar como su Noé, había sido dominado por un increíble poder.
El moreno observó la blusilla azulada que vestía, un ropaje de descanso mientras estaba inconsciente. Su largo cabello oscuro, recaía como una cascada por todo su cuerpo y rostro —No me des disculpas, Noé. Ese no eras tú, estabas dominado por el poder; el que ahora está frente a mí, es el tonto príncipe que conozco.
El vampiro pudo escuchar los aleteos rápidos del corazón humano, y temía por aquello. Una cosa era que él se hubiera enamorado del lechoso, pero, no podía permitir que este lo hiciese de él, un monstruo.
—Aún así, te hice daño..., te mordí a la fuerza, y no puedo perdonármelo.
—Pero ya estoy bien, no quiero que te martirices. ¿Me oyes? —le habló el de aquellos preciosos ojos azules.
Noé evadió su mirada y apretó uno de sus brazos con fuerza —No sabes todo lo que me costó encontrar a alguien que pudiese salvarte, casi te mueres otra vez, Vanitas. Por mi culpa —añadió el albino con un rostro apesadumbrado.
Vanitas trató de tomar su mano, pero, este se alejó aún más —Noé, no me importa lo que me pase, si tú estás bien y si te quedas conmigo.
—¡Eso es lo que no quiero, Vanitas! ¡No quiero que te preocupes por mí! ¡Deberías estar aterrorizado de estar con alguien que ha ocasionado tu muerte! —le gritó con las manos sobre su pecho.
Vanitas tragó grueso al oírle —¡No me trates como un estúpido, Noé! ¡Te lo dije una vez, hace tiempo que me habría ido de tu lado, si lo único que me traías eran problemas!
—¡Y esa vez, dijiste que solo seguías a mi lado, por qué querías salvarme! ¡Ahora, ¿Qué demonios es lo que te ata a mi lado?! —añadió en respuesta el albino.
Vanitas negó, apretando sus manos, y se levantó de la cama para poder encararlo mejor que desde el asiento del camastro, tambaleó levemente, el mareo era aún persistente, seguramente había pasado varios días allí acostado. Con fuerza, lo encaró: —¡Si todavía estoy junto a ti, es por que me importas, Noé!
Este renegó en su confusión, quiso sostener al humano al verlo algo débil, además que le preocupaba que se hubiera levantado así como así, pero no lo hizo. Vestía un pijama de seda de color cielo, y sus pies estaban descalzos. Mientras, él vestía un traje casual, con sus largas botas blancas.
Ahora que estaba de pie, podía observar de nuevo la gran diferencia de alturas entre ambos —¡Vanitas, estás desquiciado! ¡¿Solo porque te importa un maldito monstruo, vas a querer perseguirlo como un perro?!
—¡¿Entonces, qué quieres que haga?! ¡¿Qué me aleje y te dejé la vida en paz?!
—¡Quizá eso te haría entrar en razón de tus decisiones y, te haga darte cuenta de que no puedes estar a mi lado! —respondió el moreno.
Vanitas apretó su mandíbula y se acercó a él, tomando con fuerza su barbilla para que lo observará atentamente: —Escucha, toda mi vida he estado oyendo como los demás me han obligado a hacer lo que debía hacer. Por una vez, he roto todas las reglas que me han impuesto, y ahora, que estoy seguro de algo, no voy a dejar que nadie, ni siquiera tú, me impida hacer lo que quiera.
Noé tomó con fuerza su mano, apartándola y apretando su muñeca, mientras, lo enfrentaba con aquellos amatistas ojos serios, fríos, fuera ya de cualquier rastro de lágrimas —¡No me importa lo que tú quieras! ¡Esta decisión debo tomarla yo! ¡No está en tus manos, Vanitas!
Este apretó sus dientes y aún cuándo le dolía el agarre en su muñeca, no era capaz de entender la rabia que estaba descargando el moreno en él, por semejante tontería. ¿Por qué no podían regresar a cuándo viajaban en el bosque y se reían de cualquier cosa? ¿Cómo es que había cambiado tanto la forma en qué se veían a los ojos?
—¡Es una decisión que no solo está en tus manos! ¡Si me concierne, también quiero ser parte de al menos, la última cosa que se refiere a ti! —vociferó Vanitas con su entrecejo marcado, y su pendiente repiqueteando.
Noé apretó su agarre y le dictó: —¡¿Por qué tenías que ser tan testarudo?! —terminó, soltando su mano, al ver que se estaba pasando —Ya está decidido, mañana te irás y nada podrá revocar esta decisión.
Vanitas tragó gruesamente y en sus ojos se vio un profundo desequilibrio, un tinte de tristeza y rabia. Aquellos benditos ojos que tanto amaba Noé.
—¡Maldito engreído! —le gritó el lechoso —¡No vas a decidir mi vida sin mi permiso! —vociferó para sujetarlo de las solapas de su camisa y tirar de él, inclinándose de puntillas. Así, cerró sus ojos y juntó sus labios, en un movimiento feroz.
Noé se asustó por aquello, y al ver lo que había hecho, se quedó perplejo. Nadie en toda su vida lo había besado, jamás había experimentado algo así; sin embargo, Dominique le había robado su primer beso, en su total inconsciencia, y tampoco era que pudiese recordarlo pues estaba fuera de sí; solo la observó cuando se separó de sus propios labios. Ahora, con toda la rabia que sentía, de las decisiones que estaba tomando, no esperaba que la reacción de Vanitas fuera besarlo. Esperaba al menos un golpe por su parte.
Instintivamente, Noé tuvo que encorvarse al ver como este había tirado con fuerza de él. Cerró sus párpados cautelosamente, mientras podía experimentar el genuino movimiento de estos, que Noé trató de compaginar, aún en su perplejidad. Podía escuchar los rápidos y fuertes latidos del otro, casi las pulsadas de su corazón a través de su boca.
Vanitas seguía tirando de él y, caía al no poder aguantar mucho de puntillas, por lo que tuvo que separarse, dejando un chasquido sonoro y un jadeo bajo, tomando impulso, atacó de nuevo sus labios, sin dejar al moreno decir algo, y fue cuando el albino, se encorvó completamente para que este no tuviera que hacer el esfuerzo.
Comenzó a dejarse llevar por la experiencia del otro, sintiendo como Vanitas tomó ahora su cuello, y sonreía en la mitad de un beso. Noé no pudo evitar tomar del largo cabello oscuro al otro, y entrelazar sus dedos en aquellas fibras suaves, mientras lo sostenía del lateral.
Vanitas apenas se separó para tomar aire e inclinar su rostro, volviendo a querer acercarse, esta vez, soltando sus solapas, y posando sus delgadas manos en su pecho. Noé se separó unos centímetros al ver como el de cabello oscuro, estiraba levemente sus labios con la intención de volver a besarlos. Por ende, sus ojos se cruzaron, un lechoso de un claro coloreo en sus mejillas y orejas, con labios entre abiertos y unos ojos azules claros, sumidos en aquel extraño sentimiento que los rodeaba.
Noé, vestía una mirada profunda, intrigada y curiosa, y sus labios apenas se movían, sin entender aquella reacción del humano. O más bien, no quería entenderla. Sostuvo su cintura, tratando de mantener quieto al humano, y así, habló: —¿Qué significa esto, Vanitas? —habló suavemente, casi en un susurro.
Este mordió su labio, y removía sus manos inquietas en el pecho del moreno —Significa..., que me has hecho algo que nadie más podrá hacer nunca, Noé.
El albino continuó tomando el cabello del otro entre sus manos, y sintiendo su corazón aletear, por sus palabras, apretó el agarre en la cintura del otro —Dímelo, claramente, Vanitas.
Este se acercó más al encorvado moreno frente a él, y sintiendo escalofríos en su espalda, añadió, con una sonrisa nerviosa —Me gustas, Noé. Por eso no quiero alejarme de ti.
El moreno apretó el agarre en su cintura aún más, no sabía qué hacer. En el fondo esa declaración debería ser la situación más feliz de su vida—algo que ya había supuesto—; después de aquel beso, quería solo tenerlo consigo. Pero, ¿por qué todo tenía que ser tan complicado? ¿No podía simplemente disfrutar de este instante..., al menos unos minutos?
Noé soltó su melena, dejando caer aquel precioso cabello oscuro y tomó su barbilla. Con su pulgar acarició su labio inferior, presionando con algo de fuerza. Escuchó la respiración del más bajo. Arrugó su entrecejo levemente, no sabiendo bien cual sería la decisión correcta. —¿Qué sucede, Noé? ¿Por qué te cuesta tanto estar conmigo? —preguntó el más bajo.
Este continuó acariciando sus labios en un penetrante silencio, que ponía más nervioso al humano —¿No... sientes lo mismo, Noé? —habló nuevamente, ahora con la mirada más frágil.
El moreno separó sus dedos enguantados del labio del más bajo, para depositarlos en su barbilla e inclinarla hacia él. Se acercó suavemente, y cerrando sus ojos, depositó un gentil beso, tratando de imitar lo que había hecho el lechoso. Este sostuvo su muñeca delgada que sostenía su barbilla, y correspondió aquel roce con lentitud. Noé se separó levemente e inclinó su rostro, viendo rápidamente aquellos ojos cubiertos de sus espesas pestañas negras. Vanitas tragó grueso, observando los labios y la mandíbula tan perfilada de su príncipe.
El albino pulsó la barbilla haciendo que abriese despacio su boca, y regresó a darle otro beso, algo más continuado. Vanitas trató de corresponder su suave movimiento, era la primera vez, que de alguien que parecía carecer de experiencia, lo había hipnotizado de aquella forma. Noé pudo escuchar un bajo y pesado jadeo del humano y le dio un último beso, inclinando el rostro del más bajo hacia él; este lo vio con una mirada enamorada y tragó grueso.
Finalmente se alejó, viéndolo con aquel mirar suave y triste, respondiendo a su última pregunta: —No es nada como eso, Vanitas.
El más bajo acomodó un cabello tras su oreja, nervioso, y queriendo acercarse de nuevo, observó como este regresó a alejarse —Lo siento, pero mañana te irás. Te agradezco todo lo que has hecho por mi, Vanitas. Pero esto no puede ser.
Le dijo con quizá, el rostro más triste que jamás había visto el humano —Pero, ¿por qué no? —le cuestionó el más bajo, observando sus hermosas pestañas blancas que acariciaban su pálido cabello.
—Simplemente no puede ser, Vanitas —le explicó viéndolo fijamente a sus índigos ojos, recorriendo aquellas facciones como si quisiera grabárselas a fuego en su mente.
—No me alejes de ti, por favor, jamás he suplicado nada a nadie. Te pido, que me permitas estar a tu lado, incluso sino te agradan estos sentimientos que tengo..., —explicó rápidamente, sintiendo como se aguaban sus ojos— Nunca quise que nuestra relación se dañará por esto, puedo eliminarlos. ¡Sí! Me enamoraré de otra persona, si es lo que quieres, pero no me hagas esto.
Aquello produjo un sentimiento indescifrable en el moreno —Haz lo que quieras, Vanitas, pero te irás del palacio. No te quiero cerca mío —terminó el albino, dejando un corto vistazo al humano que lo había robado todo de él, a la vez que se giraba para dirigirse a la puerta.
Vanitas estaba inquieto, quería llorar, ir tras él; todo aquel tiempo había temido obligar al moreno, a hacer cosas que no quería, imponerle sentimientos que este no compartía, pero, le había correspondido el beso, lo había mirado de aquella forma suave e indulgente. Eso significaba que había algo por parte de él, pero que por alguna razón que desconocía, este no quería confirmarlo. Y no podía creer tampoco, que después de aquella mirada, solo le gustará su apariencia y quisiese besarlo, únicamente.
Escuchó nuevamente su voz, y lo observó en la oscuridad de la habitación, viendo sus ojos amatistas verlo con frialdad —Se me olvidaba, mañana, probablemente en la noche, para alcanzar a invitar a todas las personas, será mi coronación. Se te nombrará caballero de la corte, y ganarás condecoraciones por haberme ayudado. Trataré de contactar a Jeanne para que pueda ser tu acompañante, como tú prometida. Tras la celebración, concertaré una cita con ella y le explicaré la situación con su tío, claramente negando la existencia de los vampiros. Tras eso, os iréis con el resto de invitados. Haré llegar tu nuevo título y tu merecida recompensa.
Vanitas simplemente escuchó sus palabras, tratando de ordenar la información: —No me hagas esto, Noé. Sé que quieres estar conmigo, por eso me has besado, ¿no es cierto? También sientes algo hacia mí. No me hagas volver a ese mundo, sin ti —habló el más bajo.
Este apretó sus puños, tratando de ignorar sus palabras. Lo hago por tu bien. —Y, no se te olvide, que todo lo que sabes del secreto real sobre vampiros, no lo deberás hablar con nadie. O iré yo mismo a encargarme de ti.
Añadió, terminando la conversación y saliendo de la sala, sin espera. Dejando allí el corazón roto de un humano y sus lágrimas revueltas en confusión. Noé se dirigió a sus aposentos, encerrándose en su inmenso cuarto, que ahora parecía tan pequeño. Se sentó tras la puerta, comenzando a llorar amargamente mientras sostenía su pecho, tendría que haber cortado el lazo. Así podría haber evitado toda esta situación, Vanitas solo lo amaba por esa maldición. Y ahora, no estaba seguro de que lo debía hacer; no quería contactar a su prometida, aquella chica de cabello rosado y baja estatura, no la quería ver cerca del humano, no quería que otra mujer se interpusiera entre ellos.
Pero eso era lo que no quería entender, no podía ni debía existir nada entre ellos. Era un monstruo, y sabía que solo conseguiría amargar la vida de aquel príncipe de tiernos ojos azules. Estaba decidido también a terminar su compromiso con Dominique, y preparado para vivir su eternidad solo.
Sabía que si el vampiro y su destinado, sufrían una separación forzosa, ambos tendrían una vida amarga y lamentosa; muchos habían muerto a causa de esto. Caso que no ocurrió con su abuelo, así que creía, que podría ser tan fuerte como él. Pero no sabía que pasaría con Vanitas; tampoco era capaz de eliminarlo completamente de su vida. Quería mantenerlo así, aunque fuera solo un hilo mágico el que pudiera unirlos.
Algo que guardaría con cariño y tristeza, era la certeza de que alcanzó a besar a su destinado, aunque fuera una vez.
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Bueno, muchas gracias por su apoyo, aquí les dejo una nueva actualización de casi siete mil palabras, así que disfruten mucho. Nos leemos en el siguiente, y no se olviden de dejar un comentario que me ayuda mucho a crecer. Perdonen cualquier falta, y sí, parece que todos los capítulos son tristes, pero bueno, la situación conlleva estas emociones, a lo mejor también se ve reflejado algo que me lleva afectando por un tiempo.
¡All the love, Ella!
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