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XV.

Noé caminaba al frente de Vanitas, la mujer de cabello oscuro sujetaba con fuerza su brazo, con su cuerpo lo más cerca que podía del moreno. Ella realmente era preciosa, una mujer de esbelta figura y rostro de delicadas facciones..., era una mujer adecuada para el albino, de eso estaba seguro. 

Al otro lado iba aquel sirviente/amigo llamado Louis, del que Noé le había hablado vagamente, y debía admitir que poseía un gran parecido con la doncella. Él iba detrás, observando el gran palacio bajo sus ojos, la cristalera que ocupaba casi todas las paredes, con luces capaces de reflejar colores azules y violetas producidos por el sol. El suelo era de mármol, tan pulcro que casi podía verse a sí mismo reflejado; realmente era grandiosa la infraestructura, un lugar apto para aquel príncipe de deslumbrante sonrisa.

Comenzó a verle nuevamente, mientras los tres seguían absorbidos en su atmósfera de calidez y familia, algo que le hizo sentirse..., molesto. El moreno tan pronto pararon su caminar, trató de soltar el agarre de su doncella, y tornó para ver al lechoso, cruzaron miradas y Vanitas tragó grueso. —Ven conmigo, te mostraré el lugar donde te asearán —añadió, bajo el vistazo de Dominique y Louis.

La mujer mantuvo su sonrisa cálida y tras acomodar su largo cabello, le dijo: —Mon Chéri, tan pronto que os desocupéis y habléis con el maestro, nos reuniremos en el comedor. —le dijo, para susurrar algo a los oídos de Louis, para que con una reverencia saliera despedido hacia otro de los pasillos que rodeaban los alrededores. 

Noé asintió, dejó una sonrisa suave, para ver como esta se marchaba con alegría en sus pasos. Tras que el moreno se fijo en que desapareció de la sala, su sonrisa se desvaneció y tornó a ver aquellos ojos azulados, que estaba extrañando con fuerza. Se sentía pesado de que el lechoso hubiera tenido que ver aquel reencuentro, y aún más, si se había sentido desplazado o remplazado. —Vanitas...

Este observó aquellos mirares amatistas en los que tantos días se había perdido, y dejando un suspiro que llevaba conteniendo, mostró una mueca de disgusto —Indícame el lugar, Noé. No quiero perder más tiempo en esto de asearnos y cambiarnos..., recuerda que tu abuela y el resto de neófitos, esperan fuera. 

El albino negó con un mirar triste, tratando de tomar las manos del lechoso y estrechándolas entre las suyas —¿Seguro que estás bien con esto? —este contrario simplemente asintió repetidas veces, acto que hizo desconfiar de sus verdaderos sentimientos. El moreno lo vio con un mirar triste, y soltando una de sus manos para acercarla al rostro contrario, tomo la mandíbula contraria, acariciando con su pulgar el hueso bajo la piel, le gustaba sentir el tacto del humano.

Vanitas quiso rehuir de la cercanía del otro, de la forma en que lo veía o acariciaba su rostro, le dolía, sentía que su corazón ardía con fuerza y su cabeza daba mareos. Pero no podía apartar su delicada caricia, adoraba que lo tocase, pero esa mirada llena de tristeza le recodaba donde estaban y con quienes estaban. —Noé..., por favor. —le pidió para verlo con sus ojos azules tímidos. 

El moreno lo vio, con una verdad que trataba de ocultar pero que era demasiado fácil de descifrar con solo verle. Dejó una última caricia, lánguida, con algo de presión y se alejó para iniciar a caminar. —Os mostraré donde seréis aseado y cambiado —le dijo escuchando como el otro caminaba tras el.

Vanitas sentía que su corazón se estrujaba en su pecho, le dolía rehusar del moreno, de sus caricias o sus palabras bonitas, pero era lo único que podía hacer, no debía estar con él, no debía seguir haciendo que aquellos sentimientos continuarán floreciendo. Apretaba sus manos y las mangas bajo sus muñecas, mientras observaba la espalda de su príncipe y próximo rey..., era tan hermoso con su andar característico y su porte real.

Lo guío por varios pasillos y bajaron un par de escaleras, abrió unas puertas blancas con picaportes de oro, y bordeados de plata; ahí estaba una sala repleta de estancias de agua, dónde suponía que se aseaban los personajes importantes de la corte. El moreno invitó a pasar al lechoso, acercándose a un guardia que permanecía como protector al otro lado de la sala, y al que pidió que llevase al lechoso, al terminar, hacia la sala del trono; también solicitó la ayuda de doncellas para que lo atendieran y sin dedicarle alguna mirada, se marchó por una puerta contraria. Esos eran los baños del piso superior, y él se dirigiría al que estaba dispuesto únicamente para él. 

Sus pensamientos volaban de un lado para el otro, se atascaban, buscaban una forma de enredarse y parecían explotar en su mente, y todos ellos, referentes al lechoso, a la mirada melancólica que le ofreció al rozar su mano con su mejilla, y, no pudo evitar sentir tristeza.

Mientras, Noé era atendido en las aguas, solo podía recordar con añoranza todo lo vivido y la libertad que lo había rodeado durante aquellos días. Tras ser lavado con los mejores jabones, apartando de él cualquier olor del bosque o fragancia que el lechoso hubiera podido dejar en él, aquel aroma que lo había caracterizado regresaba a su piel.., un olor a aceite de rosas y amapolas. 

Lo arreglaron con uno de los trajes que tanto había acostumbrado a llevar y con un suspiro cansado, envainó su espada; observando como se llevaban los harapos que había llevado durante los últimos días para destruirlo o desparecerlo en alguna parte. Se observó arreglado como el príncipe que siempre había sido, y con un suspiro, se dio cuenta de lo lejos que había estado y de lo mucho que había cambiado en ese pequeño viaje. Había adelgazado y su rostro se veía distinto, más maduro..., suponía que era lo mejor para lo que debía ser ahora, y poder dejar atrás al niño inocente que era protegido por su abuelo. Recuperando su erguida postura y acomodando unos cabellos tras su oreja, solo esperaba ver a Vanitas, aun cuando fuese doloroso.

Salió, ahora esta vez con sus guardias, quienes se alegraron de poder ver nuevamente la apariencia cuidada de su señor. Caminó solo con el propósito de ver al lechoso, ni siquiera había preparado sus palabras frente a su abuelo o la forma en que debía acusarle por traición, tan solo el verle de nuevo a los ojos, le producía escalofríos. 

Acercándose a la entrada de la sala del trono, se fijo en que su compañero estaba ahí, con un traje oscuro ceñido a su pequeña figura, tenía pequeños decorados azules y su cabello estaba recogido en una cola alta, algo que le sorprendió. 

Carraspeando, llamó la atención del lechoso quien se le quedó viendo con aquellos cielos azules que llevaba por ojos —Entraremos en este instante ante la presencia del rey —le dijo el albino para seguir viendo su pálida piel bajo aquel traje —, y aunque te presente, en caso de que él te dirija la palabra, no digas absolutamente nada. Seré el que dialogué con él.

Vanitas asintió con rapidez. —Está bien, Noé. Haz lo que debas..., y, si es incómodo, podría quedarme aquí. 

Noé le negó para sostener su hombro, bajo la mirada de los guardias que esperaban la ordenes de su dauphin. —Quiero presentarte ante él, Vanitas. Todo estará bien, siempre que hagas lo que digo.

El lechoso tragó grueso y relamió sus labios con rapidez: —¿Estás seguro de confiar en tu abuela? Siento repetirme, pero, ¿Es todo esto lo correcto? ¿Tu abuelo realmente fue capaz de algo así?

Noé lo observó y sintiendo que temblaban sus labios al recordar el pasado tan trágico mostrado por su abuela, quería dudar de todo aquello, y seguir confiando en su abuelo, pero no estaba seguro de nada. —No lo sé, de verdad, no lo sé. Pero aquel pasado mostrado por mi abuela, es lo único seguro que tengo y debo confiar en ello.

Vanitas lo observó y regresó su vista al suelo. —Sea lo que sea que hagas, te apoyaré y estaré a tu lado.

Noé dejó una sonrisa y tras dar un leve apretón en el hombro contrario, soltó todo el aire retenido en sus pulmones y observó con atención aquella puerta para dejar un pequeño asentimiento. —Será toda una sorpresa para vuestro abuelo, mi señor. —le dijo uno de los guardias para abrir con rapidez.

Con la madera rechinando, aparece una gran sala; había una alfombra bordó desde la entrada hasta las escaleras que llevaban al trono, grandes pilares de mármol sostenían el tejado de una gran cúspide fortificada en cristalería violeta. El repiqueteo de los tacones en las botas de Noé se fue haciendo más presente, y Vanitas junto a los guardias iban tras él. El trono, un asiento formado en bronce y oro, de extenso tamaño sobre la última base de escaleras, con un hombre en él, sentado con la mirada cabizbaja..., al ver a Noé, su rostro se iluminó y levantó de un golpe. —¡Mi querido, Noé! ¡Habéis regresado!

Noé dejó salir un suspiro rápido y apretó sus puños, los nervios parecían carcomerle por dentro, tenía ganas de olvidar lo que había descubierto y regresar el tiempo atrás. —¡Maestro! —vociferó Noé dando unos pasos adelante, con el que había sido su amado abuelo, bajando las escaleras con prisa para recibir su bienvenida. 

Se sintió acunado por sus brazos, y el moreno acurrucó su rostro en el hueco del cuello del otro hombre, para sentir aquella fragancia de hierba buena en el que había sido un padre para él. Sentía que sus ojitos se llenaban de lágrimas y su pecho se arrugaba con fuerza. La única persona que había amado en toda su vida, era un traidor y mentiroso, artífice de la muerte de sus padres y hermana.

Escuchaba como este agradecía mientras lo sostenía del cabello sin poder creerlo, y separándose levemente, beso su frente repetidas veces. Lo sostuvo de las mejillas y observó a su nieto atentamente con aquellos mirares heterocromáticos. —¡Mi pequeño Noé! He rezado tantas noches por tu regreso, por tu bienestar... —le decía con una lágrima circulando en la pálida y blanca piel de su abuelo, de tan grata y joven apariencia, con esos cabellos rubios y delgadez en su cuerpo, ceñido de un traje oscuro con condecoraciones. Los guardias eran los únicos que sabían de su apariencia joven y la razón tras esto, era el mayor secreto bien guardado del reino.

—La alegría es mutua..., abuelo. —le dijo el moreno, sonriendo con pesar, experimentando las caricias en sus mejillas por parte del otro. —Os veo, diferente, mi Noé. —le dijo viendo aquellos amatistas que adoraba tanto por parte de su nieto.

Este se puso nervioso y separando sus manos con gentileza, dejó una sonrisa melancólica, nunca había sido bueno en ocultar sus sentimientos, después de todo, estaba sufriendo más de lo que había hecho nunca al regresar a casa. Su abuelo era una mentira, y la persona que estaba destinada a amar, era imposible, y tendría que quedarse así para siempre. Solo quería arrodillarse, llorar y llorar, estaba tan harto de todo y solo quería que todo regresase a ser como antes.

—Tengo que presentaros al que me ha permitido regresar a casa —le indicó Noé con algo de dolor en su voz.

Su maestre pareció extrañarse de la tristeza y pesadumbre en el rostro de su nieto, pero haciendo caso omiso, se fijo en el humano que había junto a los guardias; y pudo identificar la razón de inmediato, una razón que jamás había visto en Dominique. Este de más baja altura, con piel lechosa y mirada cerúlea, poseía un brillo especial y a sus ojos, una bruma violeta lo rodeaba..., su nieto había encontrado al que realmente era su destinado, y su compromiso con Domi lo impedía. 

Vanitas tragó grueso, tras ver la mirada seria del maestre, y carraspeó. —Un placer conoceros rey regente. —habló el lechoso dejando una baja reverencia.

Este dejó una larga sonrisa y sonriendo a su nieto, se acercó al más bajo, sosteniéndolo de sus hombros. —Os agradezco el haber podido salvar a mi nieto, y traerlo a casa. Es lo único que tengo y no podía permitirme perderlo. 

Vanitas sonrió con un asentimiento tras sus palabras —El honor fue mío, aún cuando Noé resultó ser muy curioso en el trayecto, me sorprendió con sus dotes de supervivencia. —le indicó el humano.

Este otro dejó una carcajada grande y con un apretón en sus hombros, regresó junto a su nieto. —Me alegro de que hayas vuelto, querido Monsieur. —el moreno respiró tras sus palabras, y aún dudando, habló. —El que esté aquí, contigo es todo gracias a él..., también recibí distintas ayudas en el camino, de personas que ojalá no hubieran muerto por mi necedad. Pero especialmente, pudimos regresar hoy, gracias a los caballeros que están en la entrada de palacio, nos dieron cobijo, alimento y nos permitieron regresar en sus carruajes. 

El maestre asintió y regresó al trono escuchando las palabras de su amado nieto. —Entiendo. Que los hagan pasar para atenderles como es debido y poder regresarles mi gratitud, también. —le indicó al sentarse de nuevo en el trono. —Podéis pedir todo lo que deseéis —dejó en el aire hacia el humano, quien dictó con la mano para que dijese su nombre. 

—Vanitas.

—Vanitas, todo lo que queráis os será concedido. —le dictó el rey regente —Y Noé, ya que habéis vuelto, tu coronación será tan pronto como se pueda, después de este incidente, se ha retrasado en demasía.

El moreno arrugó su nariz y apretó sus manos, se sentía tan pequeño frente al que era ahora su rey, ¿Cómo podría ahora viéndolo a los ojos, llamarlo traidor y ordenar su muerte? —Como deseéis, querido abuelo. 

Los guardias salieron a realizar las órdenes de traer a los invitados de Noé, mientras este quería llorar y negarlo todo. Con prisa, se acercó a Vanitas y le susurró: —Encontrad a un guardia, pedidle que os lleve a mis aposentos, y resguardaos en el. —le comentó acomodando un mechón tras su oreja.

Vanitas se extrañó y sus orbes mostraron confusión. —Pero, Noé, ¿No quieres que esté contigo? Os dije que estaría a vuestro lado.

—Lo sé, lo sé..., pero necesito intimidad con mi maestro, por favor, Vanitas, no quiero que te veas afectado con nada. 

Este asintió y dejando una sonrisa, salió de la gran sala con prisa. El rey carraspeó, llamando la atención de su nieto, ahora encontrándose únicamente los dos. —¿Es vuestro destinado, no es cierto?

Noé tragó con fuerza, sintió su cuerpo desestabilizarse, un escalofrío recorriendo su espalda y manos. —¿Perdón, abuelo?

—Sé que es él vuestro destinado. —le indicó con suavidad.

Ya está, Noé había sido demasiado estúpido, desconocía las habilidades de su abuelo, y le rogó a Vanitas que no pensase en nada, por supuesto el lechoso desconocía la verdad de que este era su destinado, ¿Entonces, cómo lo había descubierto? ¿Ahora sabía que Domi no era más que una humana con la que se había comprometido? 

—Siempre supe que Dominique no era vuestra destinada, y sin equivocarme, puedo afirmar que es este joven y que también lo sabéis. 

—¿Y qué supondrá esto para ti, abuelo?

—Solo deseo que seáis feliz, y ese joven, es lo único que necesitáis, querido Monsieur. —le dijo con una sonrisa. —Si deseas romper el compromiso con Dominique, te seguiré dando mi apoyo en cualquier decisión. 

Noé sintió que su corazón brillaba tras sus palabras, y solo pudo bajar su cabeza, con las lágrimas circulando por su rostro, le dolía tanto todo esto, y aún así, su maestre seguía teniendo compasión de él. 

Cayó arrodillado sosteniendo su pecho. —¡Abuelo, ¡¿Por qué tuviste que matarlos a todos?! ¡¿Por qué me has estado mintiendo desde el principio?! ¡Tu amor es falso y obsesivo! —le gritó con amargura en su pecho y náuseas en su garganta al recordar a los neófitos muertos. 

Sintió una brisa fría acercarse a él, y como la mano enguantada de su abuelo lo sostenía de la barbilla con suavidad para hacerle cruzar miradas. —¿De qué habláis, mi Noé?

El moreno se fijo en la confusión de los otros ojos. —¡No os hagáis el desatendido! ¡Vos fuisteis el asesino de mis padres y hermana! ¡Formasteis un genocidio entero, solo por quererme a vuestro lado! —le vociferó fijándose en como los orbes heterocromáticos se cristalizaban y su rostro tomaba una expresión dolorosa. 

—Pero, ¿Cómo es posible qué sepas todo eso? Os equivocáis mi Noé, es- 

Sin embargo sus palabras fueron interrumpidas por la puerta que se abría de golpe; el maestre soltó a su nieto para fijarse en la mujer que entraba seguida de un montón de hombres, con un gato sobre sus brazos, caminaba erguida con todo su cabello rubio recayendo cerca de su cintura y sus profundos índigos azules lo veían desde la entrada. —Maestre, es un placer veros de nuevo.

Este tomó una expresión pasmada casi llena de terror que tornó rápidamente a una tiránica envuelta en melancólica. —¡Vos! ¡¿Cómo os atrevéis a pisar de nuevo el palacio?!

Noé se fijo en todos los movimientos de su abuelo, recordando su mirada triste que le había hecho dudar; cuando se fijo en su abuela entrando y en aquellas acusaciones que le hacía cómo si fuera culpable de algo. ¿Qué debía hacer? ¿A quién debía creer? 

Su abuela le mostró una verdad de su pasado, le explicó como salvar al lechoso y le mostró sus poderes reales. Pero su abuelo, le había mostrado el amor desde que tenía conciencia y ni siquiera se había molestado por descubrir que Vanitas era su destinado. ¿Qué debía hacer?

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¡Nueva actualización! Dejando la tensión para el próximo capítulo. :D En fin, muchas gracias por todo el apoyo que he estado recibiendo, les quiero decir que son ese granito de arena que me impulsa a seguir andando, aunque duela y queme a causa del agotador sol, hasta que pueda encontrar mi extenso e infinito océano.

Les quería avisar que ya está subido mi one-shot, es decir, una historia de un solo capítulo de la pareja Vanoé, para su disfrute. El nombre es: Owe a debt; y que voy a subir una historia completamente nueva, también Vanoé, llamada Destiny, ya está un primer vistazo subido, para que también se vayan y lo lean, aquí en esta cuenta de maravillosos sueños por cumplir. Muchas gracias y espero se cuiden. 

All the love, Ella.

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