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XIV.

Todavía estaba oscuro, la noche seguía en su máxima amplitud, y lo único que se escuchaba, era el ruido de los carruajes cruzando la tierra, golpeándose contra las rocas, los pasos de los caballos a gran velocidad, y el único corazón latiente entre tantos vampiros. Latía con prisa, desenfrenado, mientras un ceño fruncido permanecía clavado en sus cejas. Sus índigos ojos seguían de este tono azul que tanto tiempo había observado, pero permanecían oscuros, sin verle ni un momento.

Tan solo hacía unos instantes habían subido a los vehículos, y habían hablado con su abuela sobre lo que harían al llegar a palacio. Todos entrarían dentro de los jardines, pero, el único que pasaría al interior sería el moreno, el hablaría con su abuelo, explicándole la situación y que aquellos que lo acompañaban eran sus salvadores, no solamente el lechoso. Tenía que alejar toda sospecha de que ellos habían sido los intrusos y sus perseguidores, para que así, los dejarán entrar y, de alguna forma, revelarle la verdad, la actual posición de su abuela y rebelarse contra él.

Tratando de alejar lo que debía hacer al terminar el camino; Noé removía sus manos inquieto, después de haber realizado tantos viajes, ya solo quedaba regresar a casa. Pero ya no estaba tan seguro de considerar aquel palacio como su hogar.

Quería hablar con él, o tan solo preguntarle si quería dormir un rato, pues aunque hubiera estado inconsciente tres días, debía seguir durmiendo, como humano que era. Solamente deseaba compartir algo con él, antes de que el camino se acabará y todo fuera a regresar a la normalidad.

Era cierto que se habían desviado mucho en el principio, pero, con todo lo sucedido estaban cerca de palacio, más de lo que imaginaban y según las conversaciones con su abuela, en lo más pronto posible, llegarían la mañana del día siguiente, si solo paraban para alguna necesidad. 

No quería llegar, no quería discutir con su abuelo, solo buscaba permanecer con aquel lechoso y seguir viviendo aventuras. Ni siquiera se había puesto a pensar realmente en Dominique o Louis, en como reaccionaría al hablar con ellos de nuevo, en como sería capaz de fingir que su destinada seguía siendo ella cuando, en realidad, lo era aquel joven de largos cabellos y facciones finas.

O en como enfrentaría al rey regente, aquel que tanto había adorado y el que había sido el único causante de la muerte de sus padres. ¿Cómo podría llevar a cabo todo ello, cuándo lo único que deseaba lo tenía frente a él y era incapaz de admitirlo en voz alta?

Suspiró cansado, y removió su cabello hacia atrás. Sus orbes habían vuelto a ser violetas, pero su pecho seguía sin calmarse, quería abrazar al más bajo, tenerlo en sus brazos, contarle la verdad.

Regresó a verle, este seguía en silencio, viendo por la ventana con añoranza. Daba gracias que su abuela les había dado un carruaje para ambos, pues era solo para él y su compañero iría con otros vampiros, pero él renegó y al final acabaron juntos, más que todo por la protección del humano con tantos neófitos novatos.

Carraspeó vagamente. —¿No quieres descansar, Vanitas?

Este negó, sin siquiera mover sus labios. Aquellos rosados por el frío, que muchas veces se había quedando viendo de más. —Dime algo, Vanitas. No me hace bien estar en esta situación, contigo.

Este lo vio, fijamente y en silencio. —Por favor, no me veas de esta manera. Durante toda mi vida, lo único que he hecho ha sido vivir como una marioneta de alguien más, he estado sobreviviendo en un mundo que parece no ser mío, y por una vez, que tengo algo que..., —acalló para apretar sus puños, no podía dejar que sus emociones intervinieran y era algo que le habían enseñado desde siempre. —No quiero estar así contigo.

Vanitas mordió su labio inferior, estaba lleno de rabia, de impotencia y un sentimiento tan amargo que a la larga acabaría vomitando o se echaría a llorar. Por esto, jamás había deseado enamorarse, por que él siempre supo que no hace más que dañarte; y lo que más le sorprendía, era que había sido cuestión de días para caer bajo los pies de aquel albino. Su viaje había terminado, ya no había nada más que pudieran hacer o que pudiera retrasar el final, ya no había nadie quien los perseguía y debían, como nobles que eran, regresar a sus responsabilidades.

Pero su corazón latía y latía, tan solo con oler la fragancia de aquel moreno, removía sensaciones que aligeraban su pesar, aún cuando él fuera el causante de esta molestia desgarradora. —Noé. Con sinceridad, no sé que es lo que me sucede cuando estoy cerca tuyo, estas emociones no son naturales y, —suspiró con fuerza— Me duele, me duele demasiado. 

Noé tan solo se fijo en sus ojos tristes, y acudió inmediatamente cerca suyo, se arrodilló frente a él, aún cuando el carruaje se movía por las piedras, él supo mantener la estabilidad. Sujetó con suavidad las carnosas y cálidas mejillas contrarias, manteniéndose cerca del rostro contrario. 

—Vanitas, no sufras, esto también me hace daño..., no tienes idea de lo que me has hecho. —susurró mientras veía sus ojitos con tristeza.

No debían estar cerca, lo sabía perfectamente, pero tan solo ver como el lamento de su destinado aumentaba cada vez, solo quería calmarlo, darle amor y tranquilidad. No debía estar cerca de él, no debía oler su fragancia desde tan cerca, no debía verle a los ojos, esto estaba mal y sería peor para ambos.

—Lo siento mucho Vanitas, todo esto es culpa mía. Me tomé demasiada confianza, excedí límites que están impuestos en nuestra sociedad, e hice un sufrimiento que podría haberse evitado. —continuó con pasividad, limpiando las lágrimas que salían del contrario.

El lechoso quería entender sus palabras, quería sentir que se referían a su mismo sentimiento, después de todo, tener al príncipe de Francia a tus pies, pidiendo perdón y expresando algo más allá de su amistad, debía significar algo. —Noé, yo..., —y fue cuando el moreno lo chistó con tristeza.

—No lo digas. No es necesario. —indicó con suavidad, acariciando aquellas mejillas dulces y sonrosadas.

Solo podían verse a los ojos, lo hacían con tristeza, sabían que eran el uno para el otro, pero no era el momento, no podía ser. Aunque estuvieran atados a la historia que debían contar, sabían que lo harían bien; con cada susurro y miradas dirigidas, sabían que debían domar mares viciosos y calmar sentimientos no correctos, pues habían una pluma que debía traer un reino a sus pies. Sin embargo, sus corazones latían con prisa, ¿Cómo podrían cumplir con las expectativas cuando deseaban volar libres? Un toque, una caricia, una simple mirada..., y era todo lo que podían ser.

Noé se acercó más al otro, y cerrando sus párpados, acarició la nariz contraria. Sabía lo que tenía en frente, con cada respiración, con cada paso más cerca, sabía lo que acontecía. Noé sentía que había muerto cada día esperando por aquel humano, y que podría haber esperando eones por escuchar su corazón.

Vanitas seguía lagrimeando, se sentía patético, pero esta vez, quería dejar salir todo lo que su corazón guardaba. Veía sus movimientos hacia él, gentiles, suaves, cálidos, y él sentía que podría morir (de nuevo) en aquel instante.

Fue el más bajo quien posó con gentileza sus manos en el pecho contrario, respirando con pesar. —Noé... —escuchó el vampiro del contrario; sentía que su pecho ardía y no pudo evitar sentirse nefasto, iba a perder lo único que necesitaba en su vida.

—Yo nunca pedí esto..., nunca pedí tener toda esta responsabilidad sobre mí, ni si quiera soy capaz de conseguir lo único que anhelo. —habló pausadamente el moreno, para depositar un casto beso en las manos del lechoso, que tomo entre las suyas, y regresando a su asiento, para solo verse, envueltos en aquel ambiente trágico. Donde no hacían falta las palabras, pues todo había quedado claro.

Vanitas sintió que las lágrimas salían de sus índigos, no quería afirmarlo pero estaba seguro de que Noé, estaba cerrando la puerta a cualquier sentimiento efímero, y él no podía hacer nada para evitarlo. Bajo la luz de la luna, trató de calmarse, sintiendo la mirada melancólica del príncipe sobre su piel. Arrugando sus manos sobre su ropa, sujetó la única emoción que lo había hecho quien era, su orgullo. 

Con tristeza le regaló una sonrisa y añadió: —Sé, Noé, que serás un gran rey, y espero, permanecer con vida mucho tiempo para seguirte hasta el final.

El albino arrugó su nariz, tratando de evitar llorar. —Todo esto, te será recompensando, y prometo que vivirás una larga vida, llena de lujos, sin que nadie te toqué un cabello y jamás carezcas de nada. —indicó con seriedad y el corazón en la mano.

Vanitas sonrió con pesadumbre, y le comentó que descansaría lo que quedaba de noche. Pensando únicamente en sus últimas palabras: "Lo único que me faltará, serás tú", las cuales se repitieron una y otra vez, entre lágrimas silenciosas, que Noé escuchó durante todo el trayecto.

"Y prometo amarte, y protegerte, durante mis últimos días."  Se juró Noé, mientras observaba como el humano caía dormido.

La llegada a palacio pasó casi en un cerrar y abrir de ojos, después de pasar tantos días tratando de encontrar la forma de ir, le dolía haber desaprovechado cualquier segundo con el humano frente a él. Seguía dormido, con sus ojitos enrojecidos de llorar la pasada noche, y solo podía suspirar al verlo.

Podía ver el gran castillo ya frente a él, como los carruajes se abrían paso entre las callejuelas de París, los caballeros del reino paraban los vehículos y según lo que suponía, su abuela confesaría que en uno de estos llegaba el príncipe, por lo que dejaban pasar a todos los dichos. Cuando cruzó su carruaje frente a los guardias reales, le vieron tras la ventanilla y sus rostros se iluminaron, después de todo, regresaba su príncipe y podía entender su jovialidad. También se fijaron en el Vanitas durmiente, algo extrañados, pero lo dejaron pasar tras el mirar serio del príncipe. 

Era mío después de todo, aunque sabía perfectamente que después de cruzar la reja, nuestra relación se daría por terminada, y no quería eso. No quería despertarlo y hacerle entrar en su mundo anterior, quería crear un nuevo mundo junto a él, junto a su pequeña alma destinada.

En la entrada todos los carruajes se frenaron, iba a entrar al castillo, y él debía ser el primero en pasar para que su abuelo dejase entrar a sus invitados (donde ocultarían a su abuela hasta que todo estuviera listo para dejarla ver ante la presencia de su maestro). Cuando se detuvo, se acercó a Vanitas, removiéndolo con suavidad y acomodando un mechón de su frente. Este se removió algo perezoso y Noé dejó una suave risa.

—Vanitas. Despierta, hemos llegado a Palacio. —añadió el moreno.

Este instantáneamente abrió sus párpados, pues había escuchado con claridad las palabras del otro. —¡No! —exclamó, y tras darse cuenta se sonrojó y desvío su mirada. —L-lo siento. 

Noé suspiro, sabía que significa aquella respuesta. Acomodando unos mechones tras su oreja, dejó una sonrisa algo triste. —Quiero que pases conmigo.

Vanitas se extrañó y acomodó su cabello algo inconsciente. —Pero, tu abuela dijo que debías entrar solo y tras eso, entraríamos los demás. 

—Pero tú no eres parte de los demás. —añadió Noé, para tenderla la mano y tras que su puerta fuese abierta por un guardia, lo ayudó a salir. Cargándolo por la cintura, puesto era bastante alta la altura del carruaje, siendo observados por unos cuantos guardias.

Vanitas odiaba que le diese aquella atención, no quería que lo hiciese más doloroso de lo que ya era. Aún así, observó todo a su alrededor, mientras sentía como el moreno lo atraía desde su espalda. Observó el castillo, era antiguo, situado en el suroeste de París, a simple vista poseía unos espléndidos jardines, todo fastuoso y desmesurado, el llamado: Château de Versailles*.

Noé le dio un leve empujón para que iniciasen a andar..., mientras, Vanitas observó como el resto de neófitos se bajaron de sus carruajes, junto a su abuela, y se quedaron junto a la entrada esperando el acceder de Noé, tras hablarlo con su abuelo. Uno de los guardias detuvo al príncipe, y solicitó su atención. —Querido dauphin, es un gran alivio verlo regresar a palacio de una pieza. Aún no se ha notificado a su abuelo de su llegada, por lo que será una gran sorpresa para este. 

Noé le sonrió con cordialidad. —Pido disculpas de mi tardanza, y pese a las dificultades, logré regresar a casa —añadió este, sacudiendo sus ropajes. —Me gustaría cambiarme antes de estos harapos, esperando ver a mi abuelo en un mejor aspecto. 

—Como deseéis. —añadió, deteniendo al humano detrás del moreno. Y Noé, apartó su mano con gentileza, atrayendo a Vanitas cerca suyo. —Él es mi salvador. Gracias a él, puedo estar hoy aquí, solicitó que lo limpien y cambien sus ropajes para que se reúna junto a mi ante la presencia del rey.

Este guardia lo observó con cuidado y realizó una reverencia hacia el humano. —Agradezco vuestro arduo trabajo por proteger a nuestro heredero, toda nuestra patria siempre estará con vos, noble caballero.

Vanitas sonrió sin saber que decir, se sentía halagado y le avergonzaba que algunos de los otros guardias se arrodillarán de igual forma. Noé les sonrió y continuó su andar, tironeando de él. 

—¡Los baños estarán listos para cuándo entréis, mi señor! —exclamó uno de los guardias, y el príncipe simplemente sonrió en agradecimiento.

Caminaron por las largas escaleras, bajo aquel cielo azul, y Vanitas aún no podía creer aquello. Estar tan cerca de Noé, le había hecho olvidar varias veces que pertenecía a la realeza, y que él era simplemente un marqués. Tanta sofisticación al simplemente entrar, le estaba dando dolor de cabeza. —Noé. No es necesario que tratéis de recompensarme con un baño, estoy bien así.

Este lo atisbó con el rabillo del ojo. —No quiero que me hables con tanta formalidad, Vanitas. Lo único que busco es que pertenezcas de nuevo, a uno más de la aristocracia, y no mi gran..., amigo de aventuras —añadió con seriedad. —Por supuesto que te mereces ese baño, y nuevos ropajes. Te lo mereces todo, querido Vanitas. —indicó con una sonrisa ladina.

Vanitas se sonrojó nuevamente, y asintió sin tratar de renegar a su príncipe. Lo único que pedía era estar lo que les quedaba de tiempo, juntos.

Casi habían llegado a los límites de las escaleras, cuando sintió como si estuviera a punto de traspasar el cerco de luz emitido por un faro y adentrarse en una oscuridad sin fin colmada de horrores. No, no lo sentía, era la realidad. 

—Una vez que entremos, y tras nuestra limpieza, te presentaré con él pero, —añadió con algo de seriedad —no pienses en nada. Mantén tu mente en blanco, aún desconozco todas sus capacidades. —habló el moreno.

Vanitas tragó grueso y un escalofrío le recorrió el cuerpo. Lo único que sabía del rey regente era que reinaba la corte desde la muerte de los padres de Noé, muerte que el moreno le confesó que ocasionó él. Los límites de su influencia se habían extendido casi por toda Francia, y aún no sabía con exactitud como su compañero se enfrentaría a él. 

—Noé esperad —le pidió el lechoso, y este fue ralentizando su paso hasta detenerse. Mi propia marcha continuó hasta que me hallé detrás de él. 

El moreno se extrañó y giró levemente sus talones para atenderle, la puerta de decoraciones doradas ya estaba abierta, con algunos sirvientes frente a este, y sus rostros joviales de ver al príncipe a salvo. —¿Estás seguro de qué lo dicho por tu abuela..., es la verdad? Trató de asesinarnos desde el inicio del viaje, ¿No te parece extraño?

—Confía en mi, Vanitas. Sabré tomar la decisión correcta cuando llegué el momento, y antes de hablar con él, reúnete conmigo. —le pidió con aquella mirada amatista que tantas veces el lechoso había adorado ver.

Vanitas asintió tras sus palabras, y regresando a ver hacia el portón, una mujer de largos cabellos negros se acercó corriendo. Sus delgados tobillos se lograban ver, gracias a la forma en que recogía su vestido para correr, dejando vislumbrar unos preciosos zapatos dorados. Su vestido rebotaba, hasta saltar en los brazos del moreno, quien la recogió con sorpresa.

—Dominique. —dijo con voz áspera, preso de una agonía que estrangulaba cada una de sus sílabas.

El sirviente (compañero fiel del moreno) también se acercaba corriendo, las lágrimas discurrían por sus ojos y tomaba las manos del moreno con alegría.

—¡Mi querido Monsieur! —exclamó la bella doncella, prometida del príncipe.

Noé estaba algo callado, después de haber compartido esas dulces palabras con su destinado, no estaba en sus planes aún reencontrarse con Domi o Louis. Ya tenía mucho pensando en su abuelo, y no quería involucrarse en reencuentros que aún no eran necesarios, por mucho que doliera, ahora Vanitas era el único que carcomía su cabeza.

Esta se separó con una sonrisa y lágrimas en sus pómulos, sus orbes dorados brillaban, y su cabello relucía bajo el sol. —¡Querido Noé, me alegra tanto verte bien! —añadió esta, para ver como el moreno sonreía algo nervioso.

Domi dirigió su mirada a Vanitas, y tras un leve vistazo supo identificarlo de la fiesta, de aquel que había luchado junto a su prometido. —Os debo la vida mi señor, juró que todo esto será recompensando por mi casa. El haber traído a mi querido Noé, no tiene precio que pueda pagar jamás pero que trataré de cumplir. —añadió la joven, limpiando sus lágrimas.

Vanitas tragó saliva, se agarró su traje, algo viejo y mugroso, e hizo una torpe reverencia para la doncella, bajo los ojos de aquella familia de tres. Estaba nervioso, sobre todo por que estaba enamorado de su prometido, y era un amor que jamás podría ocurrir.

Dominique se acercó al lechoso y lo levantó con rapidez. —Ni se os ocurre hacer esto frente a mi, os debo todo. Y con mucha alegría puedo admitir que os consideró ahora como un hermano, el protector de nuestro dauphin. —le dijo para abrazarlo con sinceridad en sus sentimientos.

Vanitas se sorprendió, y trató de corresponderla, cruzando un vistazo con el moreno, para ver sus amatistas apesadumbradas y tristes, solo viéndolo a él.

Quería gritarle al mundo que lo amaba, que era suyo aquel moreno de cabellos blancos..., pero debía callar, sonreír y como siempre había hecho, ocultar sus verdaderos sentimientos y renunciar a lo que amaba.


♛♛♛



¡Omg, nuevo capítulo! Estoy también emocionada por esto, y espero sea de su total agrado. Reencuentros, casi confesión en voz alta del amor de Vanitas y Noé, pero que ambos supieron entender..., demasiado en un simple capítulo.

Amo demasiado esta historia y jamás me cansaré de decirlo, gracias por todo su apoyo. Perdonen cualquier falta o error.

Con mucha ilusión, les comentó también que voy a participar en un concurso de historias mitológicas y he sido seleccionada para escribir una sobre un amor en guerra o una guerra por amor, en base a la diosa Afrodita; que por supuesto, será con Vanitas y Noé. Será un one-shot (historia corta de un capítulo), que pronto estará publicado y su nombre es: Owe a debt. Cuando esté lista, espero que también se pasen.

Traducción: *Château de Versailles: Castillo de Versalles.

¡All the love, Ella!

¡Nos leemos en el siguiente!

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