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XIII.

Capítulo largo y la sinfonía de Beethoven's Silence de fondo para mayor disfrute, por si no pueden escucharla en wattpad, búsquenla.


☾☾☾


Noé no entendía que le sucedía al lechoso, aunque podía suponer que la razón de su llanto se debía a la razón de haber experimentado la muerte, pero tampoco se inmiscuiría en temas que este no quería compartir. Acariciando su delgada espalda, y limpiando sus lágrimas, suspiró con ternura, esperando calmar tanta angustia que reflejaba aquel rostro.

Ahora, comía tranquilo aún sorbiendo sus moqueos. Él estaba retirando mudas nuevas para el lechoso, para que este pudiera asearse tranquilo. Ya había oscurecido bastante, y escuchó como lo llamaban desde fuera de la tienda. —Aguarda Vanitas, ahora regreso. —añadió para tenderle las mudas sobre la mesa, echarle un rápido vistazo a sus zafiros y salir por la tienda.

Vanitas estaba muy apenado de la escena que había ocasionado, y temía que este pensase que no confiaba en él, debido a que no explicó las razones de su malestar emocional. Y estaba más avergonzado de su aspecto actual, jamás se había mostrado tan débil ante alguien, pero, desde que conoció al albino este había roto sus muros desde el principio, y, le había robado lo único que no quería que nadie le arrebatase. Su corazón, herido e inservible, que luchaba por sus propios deseos y sueños como era el ser libre, el no casarse con Jeanne, dedicarse a viajar por todo el mundo; pero que había encadenado, para cumplir con las expectativas de los demás y hacer lo que todos esperaban de él.

¿Amor? Era algo que jamás había deseado tener. Desde que supo el compromiso con Jeanne, se había jurado no enamorarse de ella o alguna otra mujer, que lo atara de forma irremediable a aquel mundo de burguesía y falsas apariencias.

¿Pero, un hombre? ¿El príncipe de Francia? ¿Estando comprometido con otra mujer de casta nobleza? Era casi imposible el hecho de que pudiera suceder algo entre ellos..., primeramente, Noé no contraía sentimiento mutuo con él, más que una verdadera amistad. Y por otro lado, cuando llegarán a su destino, él se casaría con otra princesa, envuelto en su vida anterior, a la que él no pertenecía. 

Debía enterrar todo allí, aún cuando su corazón doliese, y, se odiará a si mismo por lo que le estaba haciendo a su niño de hacía unos años. Era repugnante, la forma en que había atravesado la amistad con sentimientos y atracciones más fuertes a un hombre, aquello no era correcto y lo tenía más que claro. Él era una aberración, un desprolijo, egoísta e inservible ser humano; mientras, aquel albino era la pureza en vida, amabilidad, sencillez y audacia. Eran mundos completamente distintos. 

¿Pero por qué él? ¿Se debía a la forma en que lo había mirado desde el principio, la forma en que lo había protegido sin importar cuál fuera la situación? ¿La atención por su parte, su amabilidad derrochada en alguien como él? ¿Cómo lo cuidaba con tanta paciencia y cariño que lo hacía sentirse demasiado...amado?

No se había dado cuenta de la rapidez en la que terminó aquel plato sumergido en sus pensamientos; trató de estirarse, después de tres días debía trabajar en mover sus músculos. Algo tembloroso, se levantó para tomar las mudas limpias que había dejado el moreno. Escuchando como este hablaba entre risas, con esa tal Amelia, aprovechó para tomarlas, y salir en busca de darse un aseo, se sentía sudoroso y repentinamente, tenía ganas de vaciar su estómago.

Despacio, caminó por la tienda, saliendo de esta. Observó una fogata, habían personas riendo y bailando cerca a esta, se fijó en sus rostros, vestían ojos ceñidos en fuego, y colmillos relucían bajo sus labios. Eran vampiros, más vampiros. Noé estaba cerca, pero de espaldas hablando con la chica de linda y dulce apariencia. Eso era lo normal, una mujer y un hombre. No debía hacerse ilusiones, Noé lo quería como su amigo y ahí acababa todo.

El albino mantenía una conversación entretenida con la chica, aún cuando su mayor preocupación era el humano. No quería dejarlo solo en ningún instante, pero tampoco quería hacer el feo a una de las amigas que había hecho en los últimos días, una de su especie. Sin embargo, aquel olor perteneciente a Vanitas se hizo más presente, y él tornó levemente para verlo.

En aquel instante, habían varios de su especie cerca de él, haciéndole preguntas pero él sabía que se debía a su sangre humana; sabía que algunos de ahí, aún no tenían un destinado, por lo que la sangre humana les atraía. Sin despedirse de Amelia, con su rapidez sobre humana, acudió a su lado, sorprendiendo a todos; pero fue la forma intimidante de sus orbes dorados el que hizo que varios dieran algunos retrocesos bastante notorios. Parecía un felino protegiendo a su presa del resto de depredadores, con colmillos y ganas incesantes de beber sangre. Sangre que él ya había probado y no dejaría que nadie más lo hiciera.

Fue cuestión de segundos, cuando todos aquellos vampiros estaban rodeando al humano. Vanitas se había intimidado levemente al ver a tantos neófitos cerca de él, pero le reconfortó la velocidad de Noé al aparecer a su lado, se fijo en sus orbes rojizos y le sorprendió la forma tan majestuosa que demostraba. Sin embargo no lo veía, tenía el cejo fruncido y veía con rabia al resto de personajes. Carraspeó algo avergonzado de ser el causante de aquella situación, suponía, y con una inmensa incomodidad salió entre un pequeño espacio con el vampiro moreno tras de sí. Fijándose en como los otros seguían viéndole, y Amelia llegaba a dispersarlos para que se marcharán.

Noé estaba en silencio pero estaba tras él, de por si la situación ya era bastante extraña. —Noé, ¿ que acaba de suceder ahí?

Este pareció dejar un largo suspiro, y añadió con algo de pasividad. —La mayoría de vampiros no suelen encontrar a sus destinados a lo largo de muchos eones, por lo tanto tu sangre humana les cautiva. Sobre todo con lo bien que huele, debes estar pendiente y no quedarte a solas con nadie. —habló para acercarse a él, y verlo a los ojos, nuevamente con su mirar violeta.

Aquella explicación pilló desprevenido al humano, quien sintió un calor en su estómago tras escuchar por él, que olía bien, aún cuando era un piropo extraño. —¿Entonces..., te huele bien? —cuestionó el lechoso muy apenado.

Noé se sorprendió y sonrió tímidamente, eliminando cualquier sentimiento extraño en su pecho, al ver cómo amenazaban a su humano. —Pues...si, lo hace. Aún cuando yo tengo a mi destinada..., —explicó desviando su mirada de aquellos zafiros. —Me agrada.

Vanitas no disimuló su sonrisa, no podía evadirla, y Noé lo vio, vio como sus ojitos brillaban y escuchó como su corazón aleteaba más fuerte. Sintió pánico al imaginar lo que le sucedía, no podía permitir que Vanitas sintiese algo por él, ¿Pero acaso él podía controlar lo que también sentía? 

Observó las mudas en sus brazos, y trató de cambiar rápidamente de tema. —Buscabas cambiarte y limpiarte, ¿verdad?

El lechoso asintió. —Ven conmigo. —añadió para tironear de él, y acompañarlo a un espacio un poco más apartado del actual campamento.

Los bosques se acunaban con la dulce brisa, y la luna mecía las sombras en la luz, haciendo sus movimientos suaves y frágiles. Noé le señaló la pequeña cubeta que habían instalado, era extensa, parecida a una tina, sin embargo, pese no ser un baño en grandes condiciones como en palacio, para él fue genuinamente ingenioso.

Vanitas lo observó con cuidado. —¿Todos los presentes se han limpiado en esta? —Sabía perfectamente las condiciones en las que se encontraban, no podía exigir lujos cuando no los había, pero tampoco perdía nada por preguntar.

Noé lo vio algo incrédulo. —No. —dejo con un suave tono. —Los demás usan una que está al otro lado; esta me la dejó mi abuela para que la usáramos ambos. —le confesó acercándose y comprobando que todo estaba correcto. —No es perfecto, pero algo es algo. Las aguas se han cambiado después de mis lavados, por si también te lo preguntas.

Vanitas sonrió con dulzura y le dio un pequeño golpe en el hombro. —Es perfecto así, Noé.

El moreno lo vio a los ojos, sintiendo la pequeña brisa acariciar sus cabellos. —Siendo ese el caso, te dejó en intimidad. Estaré cerca por si cualquier cosa. —explicó, dejando una pequeña sonrisa y girando sobre sus talones para desaparecer por el bosque.

Vanitas se quedó ahí, en la soledad, sonriendo como un tonto, viendo la ancha espalda del moreno irse. Tratando de tomar las cosas con calma, depositó su nueva muda sobre el césped, y retiró las ya llevadas, algo sudadas.

Entrar en el agua fue una de las mejores sensaciones, podía respirar tranquilo, se sentía protegido. Era difícil asimilar el que había dejado aquel mundo de alguna forma, y había renacido por obra de una milagroso vampiro, que resultaba ser un original, primero a todos los de su sangre.

Si se pusiera a pensar en la primera vez que vio al moreno, jamás podría haber imaginado la forma en la que habían continuado las cosas. Noé, era alguien tan maravilloso que no existían las palabras suficientes para explicar todo su agradecimiento.

La luna se reflejaba en el agua clara, y algo enternecido por la forma de Noé en demostrar su protección, un sentimiento, aún en contra, se confirmó en su pecho. No quería separarse de él, no quería que todo aquel viaje terminase, quería permanecer en aquella aventura junto a aquel príncipe de sonrisa amable.

Ni bien se dio cuenta de todo lo que pasó en el agua, limpiando su lechoso cuerpo, su largo cabello, sumido en sus pensamientos, que no escuchó como el moreno regresaba. Estaba con los ojos cerrados, y abrazado a su cuerpo, ignorando el hecho de su piel algo arrugada en manos y pies. —¡¿Vanitas, te encuentras bien?! —exclamó el moreno algo alejado aún del lechoso.

Este se asustó y se agachó lo más que pudo en la cubeta, dejando solo ver sus zafiros y cabello mojado. —¡¿Noé, qué sucede?!

El moreno alejando toda preocupación de que se hubiera desmayado, o sufrido algo en el agua; se ruborizó y giró su espalda, evitando ver al lechoso desnudo en la cubeta. —¡Lo siento, Vanitas! Pensé que te había ocurrido algo...puesto ya ha pasado un largo tiempo —comentó avergonzado.

Este suspiró, y se fijo en sus manos arrugadas. —Lo lamento Noé, ya salgó.

Este ni se inmutó y comenzó a andar para darle, nuevamente, su espacio. —Noé... —escuchó con gentileza la voz del más bajo. —No te vayas...puedes quedarte ahí, mientras termino. —habló pausadamente.

Noé se sorprendió de aquello y su corazón se agito por un instante. —No quiero sentirme solo. —añadió nuevamente el lechoso algo apenado y desconcertado con la forma que se expresaba.

El moreno se paró y habló muy avergonzado. —Por supuesto, Vanitas. Lo que necesites. —respondió, escuchando sus gentiles movimientos en el agua, escuchando como salía, secaba su piel y se vestía en aquel silencio tan agradable.

Para el moreno, aquella situación era algo inesperada, estaba nervioso, y sujetaba sus mangas con extrañeza; aquel humano lo sorprendía y siempre hacía cosas que no podría llegar a imaginar. Pero estar en aquel extremo de intimidad, le producía algo en su pecho, es su estómago.

Escuchó sus pasos, y finalmente aquel aroma cálido proveniente de este, estaba próximo. —Disculpa, si esta situación te haya hecho sentir incomodidad... —habló el más bajo hasta ya estar cerca del otro. —Ciertamente, me desconozco..., no soy capaz de entender lo que siento o lo que digo, al estar cerca de ti. 

Noé volvió a sentirse aún más nervioso, aquello le demostraba que el hilo del destinado estaba causando sentimientos contradictorios con el humano, y todo era culpa suya. No debía dejarle sentir nada, no era lo correcto. 

El moreno por consiguiente le dejó una suave sonrisa. —No te preocupes, Vanitas. No es nada de mi incomodidad, tú eres mi compañero y para lo que necesites, estaré a tu lado.

Aquella simple palabra. Aquel banal adjetivo dirigido a su persona, terminó por obligar al lechoso a poner pies en tierra. No podía hacerse ilusiones, no podía tratar de cambiar la elección del moreno o hacer que lo viese de la forma en que él lo hacía. Era algo imposible de hacer, ya su destino estaba escrito.

—Me alegra saberlo, Noé. —contestó en un tono más serio e intencionalmente distante.

El albino sabía lo que significaba aquello, trataba de mostrar lejanía pero, para ambos era lo mejor. No podían exceder su amistad a sentimientos más profundos, era todo lo que podía y debía ser. Caminaron juntos, bajo la luz suave de la luna, aquella brisa que parecía reconocerlos como parte de aquel bosque después de tantas noches. 

Noé se fijo en unas flores a lo lejos, y caminó hacia estas, eran azules, brillaban con su propio fulgor en todo aquel verde. Vanitas frenó su caminar y lo observó con curiosidad, aún estando molesto por el adjetivo antes impuesto, le causaba intriga lo que cruzara los pensamientos del albino. Por lo que se acercó pausadamente a este, hasta llegar y observar aquellas flores también, fijándose seguido en el rostro contrario, y en los ojos dorados que poseía. Eran sutiles, delicados, incluso parecían poder romperse con un leve movimiento del aire..., tan bellos y tan tristes.

—¿Noé? ¿Qué sucede? —cuestionó el lechoso.

—¿Crees qué..., si hubiera sido humano, podría haber sido todo diferente?

Vanitas extrañado, se fijo en las facciones apesadumbradas del otro. —¿Te refieres al destino de tus padres y todo lo que ha conllevado?

Este negó en gentiles movimientos, fijando su mirada en el más bajo. —Me refiero a nosotros. Esta noche, en esta luna, tú y yo. ¿Si hubiera sido humano, lejos de esta vida..., podría haber resultado?

El más bajo, sintió como su mundo parecía caer a sus pies. Los colores le subieron al rostro, no entendía bien a lo que se refería, había muchas posibilidades que podrían esconder sus palabras, pero no quería fijarlo en sentimientos más allá de una amistad. ¿Se refería a eso? ¿A qué sentía lo mismo, pero, era incapaz de afirmarlo por la situación que lo encadenaba? ¿O...simplemente al haber sido amigos en un mundo normal, lejos de toda la situación real?

Tenía temblores en sus manos, quería creer en la primera opción pero no debía. Su corazón latía con prisa, su mente era un caos y sentía que aquellos orbes de oro lo estaban consumiendo, absolutamente todo de él.

—Yo..., no..., no lo sé. —simplemente contestó el lechoso, sintiendo que sus mejillas ardían.

El moreno se sumió en silencio, simplemente viendo aquel precioso rostro de su destinado; sin prisa, unas mariposas cerúleas comenzaron a revolotear sobre las flores, y seguido, sobre sus manos que veía con añoranza. —¿Podremos tener..., un último baile? —cuestionó el moreno, para ver fijamente sus índigos ojos, que tantas noches le habían robado.

Vanitas abrió con pausa sus labios, tratando de decirle que no sería el último, que podrían compartir más de uno y que bailarían hasta el final de sus días, viéndose infinitamente como hicieron la primera vez. Tocando sus manos, sonriendo como tontos,  y bailando hasta no poder más...

Pero.., le dolía incluso pensarlo, le dolía verlo, sentía que sus ojitos comenzaban a aguarse. Por lo que dio media vuelta, cortando su conexión y dando largos pasos. —Debemos regresar, Noé.

Este lo vio con tristeza, comprendía el dolor pues era mutuo en ambos corazones, pero no podía hacer nada, sabía lo que sentía el humano y ya era incapaz de detener su amor, o incluso el propio hacia aquel irritante y hermoso ser.

Alcanzaron el campamento en rápidos pasos, silenciosos y llenos de dolor, asustados de no poder expresar lo que sentían, de no poder olvidarse tras su viaje y vivir con aquel sentimiento para siempre, pretendiendo ser felices. 

Con rostros apagados, observaron como ya no estaban las tiendas, y el fuego que antes propagaba un calor abrasante estaba reducido a cenizas, por lo que ambos se vieron algo extrañados, aún manteniendo sus corazones alicaídos.

Una mujer de largos cabellos rubios, zafiros en sus ojos y una sonrisa afable se acercaba al moreno. —Abuela. ¿Qué sucede? ¿Dónde están los demás? —habló el albino con prisa.

Esta asintió con tranquilidad, mientras limpiaba el revés de su falda de algunas hojas impregnadas. —Nos vamos Noé, tu compañero ya está despierto y puesto están listos, iniciamos el viaje a Palacio. Debes enfrentar a tu abuelo y reclamar tu trono, ese deber no puede esperar más tiempo.

El moreno tragó grueso, y con un asentimiento de cabeza, le indicó que podía proseguir. Marchándose, giró sobre sus talones hacia el lechoso. —Parece que nuestro viaje ha terminado, Vanitas. Cuando lleguemos a palacio, recibirás una recompensa y serás honorificado por apoyarme y cuidarme en esta travesía. —habló pausadamente, observando el semblante serio del otro.

" Ojalá no hubiera dicho que regresáramos, ojalá nos hubiéramos quedado en aquel bosque, terminando aquella conversación " —pensó el lechoso con prisa. Ya no podían salvarse.

Pudiendo ver de más cerca la abuela del moreno, Vanitas se sorprendió de su jovial apariencia, pero, era algo que se justificaba con sus inmortalidades. Al escuchar sus palabras, su corazón tembló; no estaba preparado para dejarlo ir, pero el destino ya había comenzado a separar sus vidas, y debía aceptarlo.

—Entonces no lo retrasemos más, debes volver a casa, Noé. —habló con distancia, y tras verlo por el rabillo del ojo, avanzó tras la mujer de largos cabellos rubios con destellos dorados.

—Vanitas... —susurró suavemente el moreno, con un deje triste y de melancolía. Observando como su pendiente tintineaba tras sus pasos, lánguidos y suaves.


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¡Nuevo capítulo, aaaa, por fin el inicio del cierre de la novela! Me da alegría pero también nervios de lo que a continuará. Muchas gracias por todo el apoyo recibido, espero hayan captado que las frases en cursiva hacen referencia a la descripción de la novela.

Capítulo más largo y la sinfonía de Beethoven's Silence de fondo para mayor disfrute, por si no pueden escucharla en wattpad, búsquenla.

Nos vemos en la siguiente actualización, ¿quizás reencuentros de personajes casi olvidados para ambos corazones?

Disculpen cualquier falta, y les mando mucho ♥♥♥.

¡All the love, Ella!

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