XII.
Estaba tranquilo. De alguna forma, era mejor estar en alguna especie de tregua con estos bandidos y, mi..., abuela, que seguir en una persecución sin fin. Al menos, eso pensaba, trataba de focalizarme en algo que sabía. Ya no huíamos, ya no recorríamos los bosques como desquiciados que trataban de sobrevivir, aunque debía admitir que había tenido su gracia y diversión.
Tras una larga charla con su abuela, donde le confesó muchos secretos sobre su don..., como romper el hilo del destinado, entre otros; un carruaje los había recogido. Aquellos cuerpos que descabezó fueron enterrados, y sintió alguna especie de culpa, pues simplemente habían sido utilizados para servirle como motor de su don.
Ahora, se encontraban en una estancia, había algunas tiendas de campaña, y muchos de esos bandidos con rostros ocultos, reían en la hoguera, con rostros joviales y colmillos brillando bajo sus labios. Todos eran neófitos, igual a él.
Vanitas descansaba en la tienda que les habían ofrecido a ambos, y Noé lo resguardaba sentado desde fuera. No lo dejaría solo ni por todo el oro de su reino. Había mucho en lo que pensar; resultaba que todo lo creído por su abuelo era mentira, había vivido encerrado casi toda su vida por él, porque tenía miedo de que el resto de revolucionarios le arrebataran lo más preciado, a él, su único heredero.
Se escuchaba aquel crepitar, donde la ceniza ardía y su vida parecía eliminar todo lo que sabía. Y, se sentía tan ajeno a todo lo que había conocido, las comodidades, la riqueza, la amabilidad excesiva y cumplidos incontables, a Domi, a Louis...su abuelo. Se sentía como una marioneta, a la que ataron los hilos y manejaron a su gusto.
Lo único que sabía ahora, era la gran importancia que había tomado a la persona que descansaba en el interior de aquella campaña algo endeble. Sus ojitos azules, su mirada melancólica, su cabello oscuro y largo, aquella piel lechosa..., sus comentarios sarcásticos, sus pequeñas muestras de cariño. Nunca en toda su vida había tenido tanto miedo como el perderlo. Era su destinado, después de todo, además de su compañero.
Le habían ofrecido una bebida con algo de licor, y la tomaba a pequeños sorbos. En aquel instante, se sentía algo perdido, y en sus más oscuros pensamientos, deseaba que todo regresara a ser como antes, cuando podía salir de vez en cuando de palacio, y se la pasaba con Domi y Louis jugando a las cartas.
Por otra parte, debía afrontar la verdad, debía afrontar a su abuelo y tomar aquel reino con un gobernante sincero y verdadero. Escuchó un ligero quejido en el interior de la campaña, y se tornó con rapidez, derramando la bebida en el verdoso césped.
Acercándose al durmiente, sonrió con tristeza y preocupación. —¡Vanitas, ¿Cómo te sientes?! —vociferó observando como este abría lentamente sus párpados.
—No me grites en el oído. —susurró algo adormilado. —He tenido un sueño horrible... —habló, tratando de incorporarse, con la ayuda del moreno.
—¿Qué has soñado, Vanitas?
—Que moría, Noé. Creo hasta poder recordar cada sensación, la forma en la que rebanaron mi cuello, tú frente a mí, llorando. —explicó con un rostro algo sombrío y espabilándose poco a poco.
Noé lo observó con curiosidad. —No ha sido un sueño, Vanitas. Has muerto de verdad. —admitió tratando de que se fuera dando cuenta de la peligrosa situación que pasaron.
Este quedó perplejo tras sus palabras. —No seas mamerto, Noé. Estoy vivo, no puedo estar muerto.
El moreno mordió su labio algo inseguro. Sabía que podía confiar en él, pero no estaba seguro de que fuera a seguir a su lado, y tenía miedo de que tras confesar lo que era en verdad, se fuera. Así que lo estrechó en sus brazos en un movimiento rápido, respirando con fuerza aquel aroma a té. —Te traje de la muerte, Vanitas. De verdad, te fuiste de este mundo, fue culpa mía, y lo único que pude hacer fue traerte de vuelta. Lo siento tanto. Todo es culpa mía.
Vanitas estaba extrañado de aquella respuesta. Y comenzaba a recordar vagamente, su pequeño baile, la forma en que Noé rehuyó de él, aquel joven vampiro de cabello rosado, como huyó y lo atraparon; como le rebanaron el cuello y Noé estuvo junto a él, hasta su último latir. Su estómago dolió y se asustó. Había cruzado los mares del Hades y había regresado con el poder de Noé.
Tuvo que separarse, para ver con incertidumbre al moreno, que tenía algunas lágrimas circulando por sus mejillas. —¿Cómo...cómo es posible? —preguntó algo asustado.
Noé sorbió de su nariz. —Resulta que soy un neófito original, y tengo dones inmensurables. —admitió este. —De verdad, espero que puedas perdonarme Vanitas, y si quieres huir de mi lado y-
Este lo calló con un abrazo, dejando los brazos del otro atrapados, y apoyando su mejilla en el hombro contrario. —No puedo creer, lo increíble que eres Noé. Tampoco puedo entender con certeza lo sucedido, pero estoy feliz de verte de nuevo. —habló con una lágrima en el rabillo de su ojo, pero que no dejó escapar.
El albino se mostró incomprendido, pero no discutiría en aquel reencuentro con su pequeño ser especial. Se removió para poder abrazarlo mutuamente, ambos sintiendo el vaho de sus narices sobre el cuello contrario, y aquella sensación, fue como si pudieran respirar de nuevo, juntos.
—¿Podrás enseñarme esta habilidad tuya? —cuestionó Vanitas aún en sus brazos, siendo el moreno quién acariciaba su larga cabellera.
Noé rio por lo bajo. —Por supuesto que si, Vanitas.
Aún absortos el uno en el otro, escucharon el carraspeo de una fémina, que los sorprendió y los hizo separarse de inmediato. Noé la observó y dejó un rostro tranquilo. —¡Amelia, que bueno verte! ¡Mi querido Vanitas ha despertado, necesito poder traerle alimento enseguida!
Ella sonrió con ligero coloreo al haber interrumpido aquel instante. —Por supuesto, Noé. En un momento lo traigo. —y se marchó tan veloz como había aparecido.
"¿Mi querido Vanitas? " Repitió el lechoso en su mente, sintiendo golpecitos en su estómago, y cuando el lechoso se extraño de aquella mujer, pudo fijarse en el lugar que estaban. —¿Noé, dónde estamos? ¿Qué sucedió tras...mi muerte? —añadió, tragando grueso tras lo último.
El albino lo vio con seriedad, debía confesarle muchas cosas y no sabría si este estaría de acuerdo, aunque trataría de ir siempre con la verdad. —Tras..., verte morir, aquel don pareció despertar, y los hombres que nos atacaron acabaron...muertos. —confesó tras su mirada sorprendida. —La líder de aquellos bandidos se acercó a mí, y me confesó la manera en la que podría salvarte.
Vanitas escuchaba atento, preocupado, ya que su ineptitud acaeció en que el moreno se enfrentase a todo aquello..., solo. Escuchó como había atravesado su pecho, tocado su corazón, regresando la vida a su ser. Escuchó sobre su pasado, sobre la verdad de su abuelo, el motivo de tanta persecución, que aquella mujer era su abuela, y que ahora estaban seguros, con aquellos que los habían querido matar desde un inicio.
Pero, Noé, siguió evadiendo la verdad sobre su ser destinado; por lo que Vanitas, seguía creyendo que Dominique era su alma destinada. —Es..., demasiada información para asimilar. —habló el de cabello oscuro, sujetando su sien.
—Para mí, fue la misma situación, pero después de tres días, he logrado asimilar bastantes cosas.
—¡¿Llevo durmiendo tres días?! —exclamó el de zafiros azules.
Noé rio tras eso, después de tantos días extrañando sus ocurrencias. —Y te he protegido de cualquier extraño, no me he apartado ni un solo segundo de tu lado.
Aquello pilló desprevenido al lechoso, y un ligero rubor apareció sobre sus pómulos y orejas. —G-gracias, supongo.
El moreno regresó a verlo con cariño, y revolvió su cabello. —No te preocupes por nada, Vanitas. A partir de aquí, seré yo el que te proteja, y quien se ocupará de todo para que regresemos a nuestros destinos.
Vanitas aún en sus emociones algo alteradas, le afectó el recordar que sus caminos, llegado el momento, partirían por mares distintos. Los pasos se hicieron presentes, y Amelia, aquella joven de cabello corto castaño, un vestido azul cielo con zapatos a juego, se hacía ver con un plato de comida. Noé corrió en su ayuda, y tomó la bandeja de sus manos, con una sonrisa. Una sonrisa que después de haber compartido tanto el albino hacia él, le molestó ver que era para otra persona.
La mujer tras una corta conversación se marchó, y el moreno regresó a su lado. —Ten. Debes alimentarte, Vani. —añadió, sentándose frente al recién levantado.
Nuevamente, el de cabello oscuro se sorprendió por el apodo, aún sintiendo calor recorriendo su espalda. Observó como el moreno, acomodaba la bandeja sobre una pequeña mesa cercana, como acomodaba unos ligeros mechones tras su oreja, y como sus pestañas acariciaban con suavidad sus párpados, para cruzar conexión con aquellos amatistas que tanto había extrañado.
—Noé, lo siento. —expresó el más bajo, algo apenado. Se sentía verdaderamente nefasto tras lo sucedido, y de haberle causado tantos problemas.
Este se extrañó, y surco una media sonrisa en su rostro. —¿Por qué pides disculpas, querido Vanitas? —cuestionó con aquella dulce voz. Aquella dulce voz que parecía hacerlo descansar tranquilo.
—Por lo sucedido, y por todos los problemas que he ocasionado. —añadió el lechoso, con su pena humana, desalentadora e infinita que se abría en su alma como un gran abismo.
Noé se extrañó por ese cambio tan repentino de actitud, pero aquello, era algo que le interesaba en demasía de aquel humano. —Sino fuera por ti y todo lo que hemos vivido en estos días, no habría descubierto la verdad de mi pasado. —habló con suavidad, relamiendo sus labios en un movimiento rápido. —Tú me has salvado de un futuro incierto, repleto de mentiras.
Al de cabello oscuro se le encendieron las mejillas, y una punzada de anhelo punteó una cuerda dulce y triste en su estómago. Se sentía más vivo que nunca, en un mundo que ya no parecía estacando, sino cargado de una promesa apasionante. Noé, él era todo aquello que pensaba y sentía.
Se vieron con sinceridad, con un sentimiento tan puro que sentía que todas las emociones negativas desparecían de sus cuerpos.
El tiempo se detuvo, incluso daba la impresión de que las motas de polvo que brillaban en el aire se habían quedado inmóviles. Al mirarse de aquel modo, sentía que una verdad salía a la luz de forma inequívoca. Sentía que la conexión era tangible, como un apretón de manos o un golpe en la cabeza. Pero no sabía, si Noé sintiera lo mismo.
Con el paso de los días, nuestra relación se había relajado peligrosamente, hasta el punto que no se había dado cuenta en qué momento, su corazón latía ahora por el suyo. Sintió leves mareos, y cerró la puerta a todo aquello. Él era un príncipe, y estaba comprometido, amaba a Domi, y sus caminos estaban destinados a separarse.
Noé pareció regresar a la realidad, y comenzó a preparar el plato para tendérselo en su regazo, dando leves vueltas a el tazón de sopa que echaba calor. Vanitas, aún queriendo cerrar la puerta a todo, sentía que debía formular la frase, y con ello, olvidarlo. ¿Pero cómo podría decir algo de lo que no estaba seguro sentir? ¿O algo que jamás había sentido pero que con tantas fuerzas necesitaba decir?
—Noé, yo, tengo algo que decirte... —habló pausadamente, evadiendo la mirada violeta del otro que lo veía fijamente. Sus pómulos comenzaron a colorearse y su corazón estaba agitado.
Entonces, tras mis palabras se detuvo, mirándome solamente, esperando mi continuación. Y aún cuando mis labios querían terminar aquello, me di cuenta, sin la menor sombra de duda, que llegado el momento, él desparecería de mi vida, de la vida humana, y totalmente, en lo que respectaba a mi vida mortal. ¿Cómo sería? Conocer a alguien, darte cuenta de que para ti pasaban, los minutos, las horas, los días, los años; y que, en algún momento (ignorando el hecho de que ya había sucedido) estaría muerto antes del amanecer, y él seguiría viviendo eternamente como vampiro que era. Un dolor mudo y punzante le retorció el corazón.
No podía decir nada. Ni siquiera sabía si era mutuo, por lo que no debía. No quería perder al único amigo y compañero de confianza que había conseguido, menos, entremezclarlo con sentimientos extraños, y sobre todo, que no deben sentirse hacia hombres.
El contrario sonrió y casi de forma imperceptible acomodó un mechón tras la oreja del lechoso, y levantó su barbilla para que cruzarán miradas. —¿Qué ocurre, Vanitas? —añadió para ver como su rostro estaba coloreado, y sus ojitos algo lagrimosos, por lo que se extrañó, y tocó su frente, cerciorándose de que no tuviese temperatura alta.
Este estaba avergonzado a más no poder, y se sentía asfixiado, siendo que la única forma de respirar, era soltando aquellas palabras. —¿Vanitas? —volvió a hablar el moreno.
—Yo... —trató de recomponerse, cerrando a la fuerza aquella puerta. —Lo siento tanto, Noé. —habló, sintiendo que algunas lágrimas se escapaban de sus ojos. —Lo siento tanto, de verdad.
El albino limpió su rostro, mientras lo observaba con cariño. Sabía que había algo que no encajaba, algo que parecía ocultarle, pero, no podía forzarlo. Así que con gentileza, se acercó y depositó un beso en su frente. —Todo está bien, Vani. No pidas perdón.
Este no podía creer que estaba llorando por algo que su corazón jamás había anhelado por nadie. Observaba su cabello albino removerse, sus ojitos cariñosos verlo con tranquilidad, limpiando sus lágrimas y repitiendo aquellas palabras.
Le dolía tanto verle de aquella manera, aquella forma que sabía que jamás podría corresponder el moreno. Aquella forma tan aborrecida que había escogido su corazón para destruir lo único que quedaba en él. Y de una forma que el resto de mundo odiaría, pues, jamás se había visto la relación entre hombres como algo correcto, y menos entre dos de la nobleza y clase alta.
Noé no entendía la razón de sus lágrimas, pero le dañaba no poder comprenderle o que tuviera la suficiente confianza para contárselo. Lo único que daba por hecho, era que lo protegería contra todo, y después de lo vivido, era natural la forma en que su corazón se desahogaba. Le hacía tan feliz poder verlo de nuevo, que su corazón latía con fuerza, simplemente viéndolo moquear. Tenía miedo de lo rápido que pasaban los días, y de lo rápido que daría fin aquel viaje juntos.
||
¡Nuevo capítulo! Cada vez más cerca de los acontecimientos más interesantes, así que muchas gracias por todo el amor y apoyo recibido en esta pequeña historia. Pronto nueva actualización, gracias por la espera.
¡All the love, Ella!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro