VIII.
Las palabras del oji-azul se repetían en su cabeza:
"Bebe"
¿Trataba de burlarse de él? ¿Qué buscaba con aquello? Noé sabía perfectamente muchas aptitudes que compartían los humanos, y entre ellas la más común era el egoísmo.
—No sé si recordarás Vanitas, pero cuando estuvimos en el hostal y aquellos ladrones nos robaron el carruaje, tú mismo afirmaste que nadie realizaba acciones de forma altruista sin esperar nada a cambio..., simplemente no puedo creerte.
Vanitas aún extendiendo su camisa, dejando entrever las clavículas en su pálida piel, refunfuñó nuevamente. —¡Me da igual lo que creas! Esa situación era distinta, ¡Yo soy distinto! No quiero perder a alguien que en mis manos esta salvarlo, si lo dije aquella vez, en todo caso, no me estaba incluyendo.
Habló el lechoso para inclinarse un poco y tomar la mano del moreno que parecía temblar a cada movimiento suyo, la llevó a su pecho, sintiendo su palma sobre su corazón latiente. —Por favor, Noé, no quiero perderte. —admitió finalmente el de ojos celestes, aún no sabiendo con certeza aquel anhelante deseo de mantenerlo con vida.
Noé sintió como las lágrimas seguían cayendo de sus rubíes ojos, y con pesar, recordando a las personas más queridas en su vida, junto al ahora presente, se dio cuenta de que aún quería vivir más tiempo, debía seguir con su legado.
Apretó la mano del contrario, entrelazando sus dedos junto a la pálida piel, fijándose en lo grande que era su mano, mientras la otra era pequeña y delicada. Había sentido el corazón de Vanitas latir con fuerza tras esas palabras, no había manera de que fuese mentira, y realmente estaba haciendo un gran esfuerzo al no morderle el cuello en aquel instante.
Sus colmillos dolían, su hombro seguía gorgoteando y ahí estaba Vanitas, con sus ideas claras y sin miedo alguno sobre el monstruo frente a sus ojos.
Debía creerle.
—Está bien, Vanitas. Aún no sé con claridad si eres consciente de la situación, empero, en cualquier momento que te sientas incómodo, que te moleste o quieras parar, por favor, dímelo. —añadió este, viéndolo con aquellos rubíes ojos y las lágrimas deslizándose con rapidez. —Dímelo, otra vez, ¿Estás seguro de esto?
Vanitas lo observaba atentamente. Fijándose en cómo sus ojitos lloraban, sus labios temblaban pese a tener aquellos feroces colmillos que pedían de su sangre, pero el no veía un monstruo, veía solamente a Noé.
Aquella expresión tan dolorosa en el moreno, hería su alma..., esto no era una historia o leyenda que hubiera escuchado en su juventud, sobre un monstruo que bebía sangre; este ser frente a sus ojos, era real, tenía sentimientos y era incluso más persona, que muchos otros.
Sujetó de las mejillas, algo inconscientemente, al de piel morena y añadió: —Está bien Noé. Haz lo que puedas y yo daré mi mejor trabajo..., estoy seguro de querer salvarte. —indicó con su mirada brillosa. —Estamos juntos en esto.
Atrajo lentamente el rostro contrario cerca de su cuello, un poco en contra de la voluntad del otro, pues Noé no se sentía completamente seguro de aquella decisión. Su piel, su cuerpo, sudaba y temblaba, las heridas sangraban y su pecho dolía..., por mucho que lo pensara, había una parte que quería continuar por sus seres queridos.
Otra que renunciaba a todo, con tal de dejar todo ese dolor, con tal de dejar de ser el causante de muertes, como había sucedido con Roland..., o como, quizá, en su pasado olvidado, lo fue de sus padres.
Noé elevó su rostro un poco, queriendo acercarse más al cuello de Vanitas, para seguido ver los ojos celestes a muy pocos centímetros, sintiendo su respiración cálida sobre su labio. —Lo siento, Vanitas. De verdad, lo siento.
Este sonrió ladinamente, y añadió observando con furor los rubíes que reflejaban su rostro. —Algo de sangre que pierda, no me va a hacer menos increíble.
Noé dejó una risa leve, sabía que Vanitas estaba tratando de darle confianza y calmarlo, pero algo dolía en su pecho. Se sentía mal de aprovecharse de él, de utilizarlo, aún cuando sus acciones pudieran ser sinceras.
Sin pensarlo más, con algunas lágrimas, sus colmillos se extendieron unos centímetros más, abrió sus labios, ahora fríos por su destemplada temperatura, y con rapidez tomó de la mano a Vanitas, entrelazando sus dedos, tratando de reconfortarlo, y a su vez también. Este la tomó con fuerza, cerrando sus ojos tratando de pasar el mal trago con rapidez.
"No quería que se diera cuenta del monstruo que era, quería que me siguiera viendo cómo un príncipe algo inútil y descuidado..., no como esto." —Fueron las palabras que se cruzaron vagamente por la mente morena.
Pero su sangre, aquel olor dulce mezclado entre un canela y vainilla, se introducían en su ser, en su sangre, en su piel y todo de él, aclamaba por ella. No desde ahora, no desde el hostal; su cuerpo pedía de ella, desde la primera vez que se acercaba con el carruaje a la gran mansión.
Su olor le llegó de forma suave y cálida, como queriendo imitar un oleaje de las suaves mareas..., a medida que bajaba y se acercaba a la gran sala, este se intensificaba, a medida que bailaban, entre tantos gratos personajes, lo hacía aún más, hasta el punto en el que tocaron sus manos. Sintió que aquel olor, por fin había tomado forma, en una persona, y al tocarlo, extrañamente también sintió calma, libertad, una especie de conexión que fue incapaz de explicar.
Cómo si un destello de colores, violetas en su gran magnitud lo hubiera golpeado, y su suave aleteo lo hubiera infundado de algún sentimiento. De algún deseo.
Regresó a su situación actual y con suavidad, incrustó sus colmillos en la lechosa piel, de forma rápida, tratando de que no fuera doloroso, aún así, escuchó los quejidos por parte del otro.
Quiso frenar todo, alejarse, pero sintió como Vanitas sujetaba su cabeza por el lado posterior, con su mano libre, no quería que se alejase. Por lo tanto, Noé continuó, muy a su pesar con la acción, comenzó a extraer los primeros fluidos, sintiendo aquel dulce sabor, y sorprendido, apretaba su mano con la de Vanitas aún más fuerte, además de tomando, de forma inconsciente, la cintura del otro, acercando sus cuerpos.
Apretando su agarre, acercándolo más, succionó y succionó..., algo extraño inició, era una especie de sensación en su estómago, sus heridas sabía que se estaban sanando, pero no era aquello.
Era como si su sangre aceptase aquella contraria, como si la quisiera apretar contra ella, mantenerla con fuerza..., jamás había sentido aquello. Parecía que algo lo llamaba, sentía mariposas revolotear al paso de la sangre, cosquillas en su garganta. Ni siquiera con Domi lo había sentido, y tras ese pensamiento negó al instante, estaba seguro de que era algo normal, y no aquello de lo que una vez le habló su abuelo.
Vanitas al principio sintió una especie de gran dolor en su piel, después de todo aquellos colmillos se aferraban con fuerza, y extraían su sangre. Pero extrañamente, y lo que no podía creer, es que aquel dolor duró tan solo unos instantes, después comenzó con un oleaje de sensaciones que desconocía, comenzaba a sentirse demasiado bien, de una forma que no entendía, que no había experimentado nunca.
Sus pies se arrugaban al paso, su estómago era un revoltijo, su pecho cosquilleaba, su mano sujetaba con fuerza la otra, mientras con la libre que mantenía en la cabeza de Noé para que no se alejase, comenzó a sujetar su cabello.
Comenzó a respirar de forma entrecortada, algo que sentía muy fuera de lugar hasta para el mismo, y unos extraños sonidos salían de sus labios, pero se sentía demasiado bien.
Noé sentía como el otro tiraba de su cabello con suavidad, y suspiraba con rapidez; no podía ser cierto, no podía serlo.
Era distinto, muy distinto a lo que se había acostumbrado..., su abuelo siempre le había explicado que al extraer sangre de los humanos, ellos sufrían, con el tiempo, si seguían siendo fuentes para ellos, se acostumbraban, pero aún algo de dolor se mantenía, mezclado con leves tonos de placer.
Eso sucedió con Domi y Louis las primeras veces, le dejaron beber, pero a los minutos le pedían que parase al no soportar el dolor. Con los años se fueron acostumbrando, e incluso habían conseguido sentir placer ambos con ello, de lo que Noé podía sentirse más tranquilo.
Recordó cómo su abuelo le preguntó si la primera vez que bebió de Domi (desconocía que lo hacía de Louis), había sentido aquella explosión de sensaciones, como su sangre pedía más de ella y sus sentidos la aclamaban..., si su olor, antes de conocerla, lo había infundado.
El mintió afirmando que sí lo había hecho, no entendía lo que su abuelo decía, era muy joven y algo distraído, así que no recordaba lo sucedido en el tiempo en el que llegó Domi la primera vez, pero, sabía que no había sido nada fuera de lo normal. Es decir, le pareció muy linda, y era muy risueña, algo que le encantó y con lo que hicieron muy rápido migas, pero nada más allá.
Y cuando hablaron con ella en privado, tiempo después, su abuelo junto a él, le explicaron la verdad, pues ya había sido escogida como su prometida. Su abuelo, creyó que como él le había confirmado que había sentido aquello, era ella la elegida, y su abuelo sin esperar, los comprometió al instante buscando su felicidad.
Al principio Domi se asustó, y a solas Noé se puso a llorar con ella, le confesó que le daba miedo lo que era y que no quería hacerle daño, como siempre había sido el moreno con su noble corazón; ella se conmovió y se dejó hacer, encantada y enamorada de aquel pequeño que no quería herirla.
El tiempo pasó, su abuelo siguió creyendo que era su elegida, y Noé no se preocupó de ello, porque no lo entendía, además le gustaba mucho Domi, y con eso estaba satisfecho. Fue cuando Louis se dio cuenta una vez que no mantuvieron mucho cuidado, y tras una situación extraña, donde este se asustó, Domi y Noé se lo explicaron, al tenerle cariño ya al príncipe, decidió mantener el secreto y compartir con él, su sangre.
Su abuelo siempre le había dicho que podían beber de más personas, era incluso beneficioso, pero siempre que se encontrase con su persona destinada, aquello cambiaría, nada sabría igual.., y él estaba tan feliz de que su amado nieto la hubiera encontrado tan rápido, que al hacerse mayor y darse cuenta de que no era lo que su abuelo le había explicado, no pudo desmentirlo, ya era muy tarde.
Domi sufría, y Louis también, y Noé sabía que ninguno de ellos era su destinado. Por su mentira, su abuelo solo la hacía beber de ella, claro estaba, no abusando, era con mucha discontinuidad; ellos pueden vivir varios meses sin necesidad de la sangre, solo en casos extremos, como la sanación que era con urgencia.
Pero al estar en crecimiento, si necesitaba hacer varios encuentros con su doncella, y muchas veces también con Louis, de lo que ambos estaban conscientes y de acuerdo con ello.
Claro estaba, Domi no sabía de la verdad sobre la sangre destinada, simplemente le habían dicho que él necesitaba beber su sangre y que como sería su prometida, ella debería concedérselo, no como una obligación pues esperaron pacientes por su respuesta, y tras ella verlo llorar, y probar aquella sensación por primera vez, fue ella la que aceptó.
Su abuelo siempre había pensado que ella no sufría..., una mentira que siempre había guardado bien Noé. Y Domi no contaba sus intimidades, lo que continuaría siempre siendo algo que jamás debía saber, pues estaba seguro de que eso de los destinados no existía.
Pero todo estaba mal ahora mismo, el olor lo había sentido por primera vez muchos kilómetros alejados de la mansión, lo había sentido con aquel caballero de extraño carácter, aquel que lo había salvado y habían convivido juntos varios días..., aquel del que bebía sangre en aquel instante.
Había deseado tanto beber de ella, y eso jamás le había pasado con todos los humanos que convivían en la corte. Vanitas era diferente, lo sabía, lo estaba entendiendo ahora, Vanitas era su des...no. No lo era, pensaba Noé, negándose así mismo.
Pero su cuerpo indicaba lo contrario, cuyo tomó más fuerte al lechoso de la cintura, este se dejaba pues estaba en un trance de excitación que ni el comprendía. Noé tiró de su menudo cuerpo, y lo fue posicionado en el suelo, de forma suave, con gentileza.
Soltando su mano de la cintura y tomando la sabana cercana a sus piernas (la que Vanitas había dejado bajo la cabeza de Noé en su desmayo), algo a tientas, mientras seguía en su trance de beber sangre. La dejo algo arrugada en el suelo, y puso la cabeza contraria sobre esta.
Vanitas estaba algo asustado de lo bien que se sentía, era incapaz de controlar su cuerpo que se contraía de forma inesperada en respuesta de la excitación, no pensó que se sentiría tan bien, imaginaba un dolor insufrible que pensaba aguantar para que el moreno sanase.
Ni bien se dio cuenta de la posición en la que estaba ahora..., Noé estaba sobre el, aprisionando con sus piernas su menudo cuerpo, sintiendo su calor, y observando su cabello blanco, sintió que su rostro comenzaba a colorearse de la vergüenza, dándose cuenta del agarre aún de sus manos.
Noé no quería sentir eso, no quería que él fuera su destinado.., principalmente estaba mal, había mentido a su abuelo, ahora tenía una relación con Domi que no tardaba en formalizarse, tenía que tener una familia con ella, esperando ser feliz..., pero ahora, habiendo encontrado a su destinado, habiendo probado su sangre, tenía miedo.
Tenía miedo por que él siempre había amado a los pájaros extraños, que volaban y eran libres; así era Vanitas, y aunque quisiera volar en su mundo, no podía hacerlo.
Su cuerpo aclamaba por el otro, con urgencia, como una nueva necesidad y deseo en su vida, pero estaba mal. Estaba muy mal y su corazón dolía, lo había encontrado, pero aquello jamás podría suceder. Lo mejor era que se alejaran después del viaje, aunque eso acabará con su vida.
Y forzosamente separó sus colmillos, dejando un doloroso gemido, pues quería seguir con la acción, y sin quererlo, dejó una suave lamida en la sangre que gorgoteaba, para separar su mano del lechoso y levantarse sobre sus dos brazos, observando con lágrimas a su extraña ave, ahora propietario de su alma.
El pelinegro estaba en un placer infinito, no quería que terminase, quería continuar aquello, fuera donde fuera a terminar, pero sintió como este separó sus colmillos y sintió como un vacío se arremolinaba en su cuerpo.
Como última instancia (antes de conocer a Domi), su abuelo le confesó que la persona contraria, su destinado, en caso de encontrarse, si tuvieran que estar separados fuera por la muerte u otra razón, este también sufriría, y en muchos casos habían fallecido..., al beber por primera vez, quedaban conectados, marcados por el destino.
Juntos, serían libres, eternos; separados, estarían condenados, atados a la muerte.
Vanitas observó los restos de sangre en el moreno, y sus lágrimas, cayendo sobre él, con una expresión aún más dolorosa que antes. —Lo siento, Vanitas, perdóname...Lo siento de verdad.
Este no comprendía, y aún con la respiración agitada y con un coloreo tenue en sus mejillas, que Noé notaba aún en la borrosidad de sus lágrimas, este lo acarició. —Noé, no pasa nada, no me ha dolido a fin de cuentas...
Y Noé sintió morder su labio, aún queriendo seguir bebiendo, la tristeza en su pecho calmó su bestia, los colmillos regresaron a su normalidad y su color amatista apareció en sus orbes.
Vanitas lo observaba, con admiración y Noé no podía con aquello. Se separó y dándole la espalda, continuó llorando y aprisionando su pecho entre sus manos, como si quiera arrancarse su corazón.
Había hecho que Vanitas sufriera por el resto de su vida..., pese a sus rivalidades y discusiones, el lechoso había hecho todo lo posible para salvarle, hasta darle su sangre, y ahora lo condenaría a un sufrimiento del que no tenía ni idea.
Vanitas aún en su desconcierto de emociones, se incorporó algo débil tras las inesperadas y fuertes emociones. Acomodó su cabello, y bastante avergonzado por las reacciones de su cuerpo, sin evitar el coloreo en sus pómulos, hablo:
—¿Noé? ¿Quieres hablar? De verdad que estoy bien, solo me molestó un poco al principio, pero después...—carraspeó con pena—, Estuvo bien. Se sintió...muy bien.
Noé se afligió más al escuchar sus palabras, lo que afirmaba aquello que jamás había creído de su abuelo. Sintió como Vanitas se acercaba de rodillas, algo tembloroso; escuchaba su corazón que latía con prisa, y se relajaba de apoco. —Noé, estoy bien de verdad.
Este negó, y se abrazó a sí mismo. —Lo siento tanto...
Repitió una vez más, y Vanitas se extrañó, estaba claro que Noé se culpaba de beber su sangre, por lo que se acercó y tomó su rostro entre sus manos, viendo de nuevo el color amatista desbordante de lágrimas.
—Noé, ¿Quieres hablar?
Este lo vio, observó sus azules brillantes, sus mejillas y nariz sonrojadas, la sangre en su cuello, la marca de sus colmillos.
—No. Está bien así, tenemos que descansar.
—¿Y tus heridas? Déjame verlas. —añadió el oji-azul tratando de apartar los brazos del moreno, mientras este se dejaba en su tristeza.
La herida del hombro se había cerrado, salía algo de sangre pero era normal al haber estado tantos días abierta y sufriendo cambios, pero una gran señal de esta es que era sangre rojiza, normal, algo que hizo tranquilizar a Vanitas. Las venas negras, ya no estaban, otro signo que llenó de alegría al lechoso.
Siendo el ser que era Noé, estaba muy claro que habían hecho la flecha del arma contra él, a conciencia, por lo que alguien fuera de palacio debía saber el secreto, pensaba Vanitas, haciendo sus suposiciones.
La pierna de su herida estaba cerrada, y la sangre ya no salía. Vanitas fue a por su maletín, y sacó una venda corta para poner en su pecho, limpiando la sangre, y tras eso, tomó una camisa blanca que había dejado en el fuego y se la puso al moreno con suavidad, aún cuando esté seguía llorando, y algo ido. No entendía que le sucedía.
Le tendió sus pantalones, y se arrodilló nuevamente junto a él. —Noé, reacciona, todo está bien. Descansaremos y seguiremos con el viaje, si te molesta tanto haber bebido mi sangre, no tendrás que volver a hacerlo, ya pronto regresarás a palacio.
Este negó. —No es tu sangre, Vanitas. El problema está en mi. —simplemente dijo.
Vanitas lo observó con ternura, se veía pequeño al sentirse culpable y dolido de lo que era. Inclinándose, juntó su frente con la otra. —No eres un monstruo, eres Noé Archiviste. Es lo único que veo y veré siempre en ti.
Este lo vio a los ojos, recuperando un brillo desconocido, aquel oleaje sonaba de nuevo en sus oídos, un suave aleteo de su corazón, apareciendo una sonrisa triste y nerviosa.
"Lo siento Vanitas."
||
¡Nueva actualización! Espero que la adoren tanto como ello, espero que hubiese quedado claro, pero Noé no puede ver memorias en esta historia; sin embargo, hay un poder muy fuerte atado a su don, la unión de dos almas destinadas para siempre. Ah, que lindo omggg
Espero haber sido capaz de expresar bien las emociones y perdonen si hay faltas, trato de hacerlo lo más perfecto posible.
Bueno, espero que estén todos bien, y les mandó muchos abrazos, recuerden hidratarse y nos vemos en el siguiente.
¡All the love, Ella!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro