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VI.

Ambos jóvenes tosían sobre la tierra, tratando de que sus pulmones pudieron atrapar todo el oxígeno que parecía entrar con gran fuerza por sus fosas nasales; se encontraban tirados sobre el césped. Habían nadado bastantes metros, alejándose lo suficiente de la vista del bandido y dejando atrás el vehículo, que los podría haber ayudado a alcanzar la meta de llegar en los restantes días al palacio.

Murr se sacudía el agua, algo lejos de ellos mientras se relamía en su intimidad. Habían atravesado la cascada y el manantial, acabando en la ladera contraria de la zona en la que se encontraban; el cielo estaba oscuro y ellos tan helados y empapados como la primera vez en la que cayeron del acantilado.

—Creo que nunca antes había adorado tanto el agua. —declaró Vanitas.

Noé dejó una leve risa sobre sus palabras, sintiendo como la sangre gorgoteaba sobre su pierna, de inmediato se arrodilló, y rompió parte del pantalón ya algo andrajoso, para atarlo en esta. —Debemos seguir, Vanitas. Buscar un refugio donde poder descansar.

Vanitas lo observó e instantáneamente su mirada se dirigió hacia la cortada en su pierna. —Debemos tratar primero esa herida.

Noé negó. —¡No hay tiempo, no quiero que mueras! ¡¿Puedes entenderlo?! 

El oji-azul lo observó, sintiendo como aquella sensación palpitaba en su pecho, y con la misma rapidez se levantó para encararlo. —¡No necesito que me protejas, puedo cuidarme solo y trataremos esa herida antes que nada!

Noé quiso exprimir algo con todas sus fuerzas, y cojeando levemente, se acercó a la orilla del agua que los había escupido, tomando los maletines que por suerte flotaban cerca. Se los tendió con fuerza al oji-azul, y tomándolo como un saco de papas, todo en contra de él, inició su camino. —No tenemos tiempo para eso. —simplemente murmuró el moreno.

Murr comenzó a seguir a su ahora dueño, para subirse por su espalda, y apoyarse en el hombro contrario del de Vanitas, mientras este pataleaba y le obligaba a soltarlo. —¡Noé, no puedo dejar que sangres por esa herida, estás cojeando!

Este lo ignoraba mientras lo aferraba con más fuerza en su contra, y Vanitas, extrañamente sorprendido de la fuerza contraria, se dejó, mientras veía al gato que se burlaba de él, con aquellos ojos heterocromáticos. 

Noé caminaba firma aún tambaleando levemente la pierna herida, su ceño estaba fruncido, expresión que muy pocas veces acostumbraba a llevar. Su pecho le dolía, estaba sintiendo algo de resequedad en su garganta, sentía como si fuera pez fuera del agua, y aquello sabía que pronto le traería problemas, y aquella herida solo había adelantado las cosas.

Había algo que no entendía el peli-negro, y mientras era cargado en contra de su voluntad, observando como se alejaban del manantial para atravesar la arboleda, se puso a pensar. ¿Cómo podía ser que alguien con tal magnitud de caída, se levantase tan tranquilo y sin ninguna dolencia en su espalda? Es decir, si hubiera sido él, probablemente se estaría revolcando en el suelo.

Teniendo en cuenta además como había cargado con él bajo el agua y aún herido de una pierna, lo llevaba como un costal sin quejarse de su espalda, la cual desde su posición, era ancha y vestía una cintura bastante delgada; aún así, su gran cuerpo o fuerza, no podían justificar el no estar sufriendo ahora.

—¿Noé, te duele la espalda? —preguntó Vanitas.

Este desfrunció su ceño para escuchar a su compañero. —No, ¿Por qué?

Vanitas se extrañó. —Bueno, después de tal caída yo me estaría retorciendo en el suelo.

Noé dejó un silencio tras esas palabras, para añadir: —De pequeño solía tirarme desde los árboles, mientras Louis se reía de mi, creía que hacía solo el tonto, pero sirvió para algo, supongo. —mintió, aunque la historia era cierta.

Vanitas observó su cabellera blanca. —¿Louis?

Distracción, reconducir la conversación a temas lejanos de la verdad, una táctica que le enseñó su abuelo. —Louis es uno de mis mejores amigos, trabaja en la corte como mi fiel ayudante.

—¿Te refieres a un sirviente?

—Yo no lo considero como tal, es mi amigo. —declaró el moreno.

Vanitas dejó un silencio por su parte tras sus palabras, para escuchar los golpeteos de las botas del príncipe contra el suelo. 

El tiempo pasó, probablemente una media hora, en la que Noé siguió un camino recto, atravesó la arboleda y terminaron en una cueva protegida por la maleza.

Tras llegar, Noé sujetó de la cintura al más bajo y lo depositó con cuidado en el suelo, para bajar al gato por consiguiente. —Prepararemos un fuego, Vanitas. Debemos entrar en calor, y cambiarnos de trajes.

Añadió el moreno para limpiar una zona de piedras, y comenzar a recoger pequeñas ramas y colocarlas en el sitio, bastante serio para lo que acostumbraba el oji-azul. Este estaba quieto en su sitio, con los maletines en mano, únicamente observando al moreno y la rapidez de sus movimientos, en el que en un solo pestañeo, el fuego ya estaba frente a sus ojos.

—Noé, ¿estás bien?

Este no lo observó y tomó los maletines de sus manos, para sacar la ropa que estaba algo húmeda de agua, pero gloriosamente con un poco de calor estaría perfecta. —Si. —añadió.

Vanitas se extrañó aún más, y regresó a escucharlo. —Date prisa, sácate la ropa mientras se seca esta. Supongo que querrás tu intimidad, así que puedo esperar hasta que ya estés cambiado, iré a buscar más madera. —simplemente dejó en el aire, y se marchó con la misma rapidez, depositando gotas de agua mezcladas con sangre en el suelo.

Vanitas quiso refutar, ahora si que no entendía que narices pasaba con su compañero, y aún más se extrañaba de él mismo, alguien quien siempre había tenido la facilidad para mandar y ser él quien era escuchado, no al revés. Quería tratar su herida de la pierna, y además revisar la de su hombro, después de todo aquel ajetreo probablemente necesitase algún cuidado, pero este no estaba quieto.

Sacó la blusa ajustada en su piel, para sentir el frío acariciar su lechoso cuerpo; seguido de los pantalones, y ropa interior, para tomar la dejada por su compañero cerca del fuego. 

Mientras unos orbes rubíes lo veían desde la lejanía, tratando de darle su intimidad muy ciertamente, pero, de la misma forma, protegiéndolo del monstruo que era él.

Su pecho dolía, su hombro parecía arder en fuego..., bajó levemente su blusa y observó como toda la herida de aquella flecha estaba cubierta de sangre negra, y se esparcían venas en todo su pecho. 

Sus colmillos dolían al ver la sangre palpitante de su compañero, sintiendo que su aroma dulce se clavaba en sus fosas; todo este tiempo lo había controlado, pero la herida en su hombro lo único que había conseguido era fortalecer el deseo de beber sangre para el moreno.

Su método de sanación y curación no era igual al de los humanos, si sufría una herida de gravedad, la única forma de poder tratarlo era con sangre, y Noé, lo sabía perfectamente. Por eso, era la incesante necesidad de llegar antes de terminar la semana, porque sabía que aquella herida no era normal, aquel metal forjado en la punta de la flecha era distinto, y solo la sangre podía sanarlo.

Imaginó que podría controlarlo hasta regresar a palacio, pero se equivocaba; aquella aventura del día, y la herida en su pierna, lo único que había conseguido era evolucionar sus ganas de morder aquel cuello pálido, (que había sabido ocultar bien en los últimos días), del joven que veía el fuego refunfuñando sandeces.

Su deber era proteger aquel secreto, nadie podía darse cuenta, y ya había incumplido aquello con Louis y Domi, que durante su infancia se dieron cuenta, pero habían sabido ocultarlo y compartir el secreto con él, además de ser fuentes de alimento para el moreno.

Apretó sus colmillos que sobresalían de sus labios con fuerza, sintiendo un dolor profundo en su pecho; debía calmarse, pero el ambiente, la ropa mojada..., lo único que hacían era aumentar el hedor del humano.

Él era un monstruo, él lo sabía; podría haberlo controlado, si continuaran en el carruaje del lord y nada hubiera ocurrido, pero, todo lo había agotado, tenía pocas fuerzas, y sus defensas estaban bajando en creces.

Solo quería beber, chupar aquel líquido rojo de quien fuese, alimentar su bestia, y recuperar su fuerza; pero no debía, tan solo tenía que aguantar, un poco más.

Más calmado, recuperando sus orbes amatistas, y sus colmillos en su estado normal, regresó a paso despacio junto al humano. Vanitas lo observó, estaba pálido, muy pálido.

—¡¿Noé, estás bien?! ¡¿Qué te ocurre?! —exclamó Vanitas, quien se acercaba corriendo, ya cambiado.

Para observar como los ojos del moreno se cerraron de golpe, temblaron sus rodillas y cayó al suelo, inconsciente.

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¡Uy, por fin tenemos nueva actualización! No podía evitar hacer a Noé vampiro, aaa es que es tan KANSADBHJBFAKSL.

Espero que les guste y nos leemos en el siguiente, que será bastante...interesante :) Siento si es algo corto, pero ando algo ocupada, me aceptaron en la uni wiii, aunque no era la carrera que quería.

¡All the love, Ella!

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