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V

Noé observaba con atención los guardias que acompañaban más adelante al lord británico, de facciones joviales y mirada amable, mientras, él iba casi arrastrando a su compañero de viaje que por alguna razón, parecía no querer compartir ni un solo instante con el rubio.

Fueron guiados hasta el lujoso carruaje de Roland, teñido de un color violeta, mezclas doradas en sus bordes y unos corceles pura sangre, una raza muy elegante de Inglaterra. Él lo sabía, al haber leído tantos libros en su infancia sobre toda clase de tradiciones, popularidades y costumbres de otros reinos. 

Estos corceles se podían reconocer desde lejos, con aquellos cuerpos largos y estilizados, sus pelajes bronceados, con poco músculo sobre sus mandíbulas, sus extremidades musculosas, largas y delgadas con los cuartos traseros, capaces de soportar el vigor del galope. Cuatro de estas bellezas, al frente de aquel extravagante carruaje.

No pudo resistirse y soltando a Vanitas, se acercó a acariciar a dichos caballos. Roland lo acompañó dejando una leve risa. —Veo que sabes apreciar una belleza, Pierre. Son los mejores caballos del reino. —habló el rubiales.

Noé sonrió. —Elegantes, aportan una gran presencia.

Roland elevó su ceja al notar sus expresiones, y sonriendo lo atrajo junto a él para invitarlo a pasar, junto al peli-negro, y el minino, al interior de la carroza. Este se adentró, y aún siendo algo más pequeño con lo que acostumbraba a viajar Noé en sus travesías por el reino, no le importó.

Se sentó junto al de zafiros, y con el rubio frente a ellos, dejando su equipaje bajo sus pies. —¿Dónde os dirigís? Nosotros debemos llegar al palacio, queremos otorgar nuestra ayuda para proteger al heredero al trono y regresarlo a casa, sano y salvo.

Aquello hizo que los mirares violetas del moreno brillarán, y cuando quiso hablar, tomando la confianza para confesar ser él, el príncipe, el oji-azul le dio un leve codazo en el costado, acto que apreció el rubio y fingió no hacerlo. —Es buena vuestra intención, lord. —habló Vanitas tras carraspear y tomar la palabra. —Nuestra viaje lleva el destino en París, por suerte también, pero, algo lejos de palacio. —mintió este.

El rubio aplaudió con algarabía. —¡Perfecto, señores! Los dejaremos al entrar en la zona. —soltó el lord. —Si mantenemos este camino sin retrasos, llegaremos en menos de cuatro días. —añadió para golpear el techo y comenzar el viaje sin más preámbulos.

"Perfecto" Pensó Noé para sus adentros, para perderse en sus pensamientos, y poder observar el sol mecerse entre las nubes, escuchando un suave oleaje a lo lejos, así se dio cuenta de que había pasado bastante tiempo, probablemente medio día. Al ser más en el grupo, habían guardado las provisiones para la cena, y comerían todos al descansar del largo viaje.

Se fijo en como Vanitas asentía a Roland, mientras habían estado compartiendo una conversación banal con el rubio durante aquel tiempo, sobre que había estado haciendo durante este tiempo, a lo mismo que Vanitas, quien había asentado cabeza y se había comprometido con la condesa Ruthven.

—¿Te has comprometido? ¡Grandes son mis alegrías sobre este acontecimiento! Pienso traer el mejor de los regalos a la noche de bodas, mi querido amigo. —exclamó Roland.

El oji-celeste asintió, aún no estando muy cómodo con todo ello, algo que se atisbó en su mirada, una especie de decepción, y que pudo apreciar el moreno. —¿Cómo sucedió el día de su primer encuentro? —cuestionó Noé, tratando de integrarse en la conversación, y sin saberlo, hacer que Vanitas desviará sus preocupaciones matrimoniales, para rodar los ojos con un deje de dolor al rememorar.

—¡Vanidoso el día fue, mi querido Pierre! Sucedió en un casto día, en el que en otra cuestión de negocios, viajaba a las colinas, cerca de donde están asentados los marqueses, duques, y condes. —inició contando la experiencia Roland. —Debía atender un problema de propiedades, y te preguntarás como alguien de lejanas tierras, se encarga de banalidades como estas, la respuesta es que por mucho que ame mi querida patria, y la proteja siempre que suceda algo, siempre he querido viajar y vivir aventuras. 

Relataba el joven rubio, con un moreno muy ilusionado de escuchar historias ajenas, por lo menos, más interesantes que la suya. —Tras un tiempo, me acerqué a palacio, y el rey de este hermoso reino, me aceptó como uno de sus caballeros, y me encargó solucionar estos problemas, mientras, yo viajo por las tierras de esta hermosa Francia, saciando mi curiosidad, y para cuando termine, seguir mi camino hacia otro destino. —añadió con ilusión en sus esmeraldas.

—Todavía sigo conociendo estas tierras, así que aún queda mucho para que prosiga mi camino. El caso, es que llegue a estas colinas, y resultaba que tras arreglar ese problema, me encontré con un joven, que huía de su padre, y se escondía bajo unos escombros que nadie revisaba. Si mal no recuerdo, fue hace varios años ya, cuando Vanitas era simplemente un joven sin madurez, y como gran caballero lo rescaté de su situación.

Vanitas rechistó. —Solo me ayudaste a salir de allí, en ningún momento dije que no pudiese hacerlo por mi propia mano. 

Roland rió. —También recuerdo lo bien que te aferraste a mí, al ser tu salvador. —continuó este. —Sin embargo, me mintió y me confesó que era un campesino normal, por lo que lo invité a pasar la tarde en aventuras de caballeros junto a mí, y mi querido amigo, Olivier.

—Querrás decir, que me secuestrasteis toda la tarde, para ayudar a gente algo, inútil y chicas que buscaban pasar noches junto a ustedes. —indicó Vanitas, rodando sus ojos nuevamente.

Aquello hizo carraspear al rubio, con un leve sonrojo en sus pómulos, mientras al moreno se le escapó una leve risa, que Vanitas pudo apreciar. Murr mientras se recostaba en los hombros del moreno, y descansaba plácidamente.

—E-eso, no viene al caso, resultaba al final que su padre lo estuvo buscando y otros caballeros nos avisaron de que él era el hijo, y que otro duque llevaba buscándolo desde el día anterior.

Noé se sorprendió por ende. —¿Eras travieso, no es así, Vanitas? —comentó este, viéndolo a los ojos con aquella mirada que incitaba a las travesuras.

Vanitas negó. —Solo me había escapado, no era algo extraño para un joven de mi edad.

—¡Y eso es lo que me sorprende, querido Vanitas! —añadió Roland. —Pese a nuestro extraño encuentro, observé que tu eras alguien libre, y se me hace muy extraña tu decisión, pese compartir mi alegría con el compromiso. No está mal, perseguir tus propios deseos. —murmuró algo bajo el rubio.

Aquellas palabras parecieron clavarse en ambos corazones, aquel violeta que palpitaba cada vez más al descubrir nuevas historias y personas, y aquel azulado y frío que las arrugó antes de entrar en su pecho. Él no podía perseguir sueños banales, debía asentar cabeza, tanto como su padre le había dicho, aún cuando se hubiera aventurado junto a este príncipe en busca de quien sabe que razón.

—Es lo mejor para alguien como yo. —añadió el duque de cabello largo.

Roland lo observó unos segundos. —Bueno, y así fue como nos conocimos el joven Vanitas y yo, después solía visitarlo aunque muchas veces no lo encontraba, y hacía bastante que ya no nos veíamos. —divagó el rubio, con alegría en su mirada, y como termino de su largo relato.

Noé sonrió algo entusiasmado, quería conocer más, más sobre sus vidas, sobre Vanitas y sobre aquel mundo que tan lejano parecía de él. Aún cuando se extraño por las últimas palabras de su compañero: "¿Lo mejor para alguien como él?" 

Eso es lo que podía decir de si mismo, después de todo era un príncipe, heredero a un trono, poca escapatoria tenía de aquella situación, pero, Vanitas parecía ser alguien libre, y tampoco era algo normal que fuera a cortar sus alas de aquella forma.

Sin embargo se extrañó de sus pensamientos, desde cuando había querido tener una escapatoria del trono, aquel era su destino y no había nada más fuera de eso.

—Bueno, estar comprometido tampoco significa que no pueda realizar sus viajes, además de que lo haría en compañía. —comentó Noé.

Vanitas lo observó con un temple serio. —En eso, no te equivocas joven Pierre, sin embargo, también llevaría otras consecuencias, cuando afianzas tu relación con algo tan grande como el matrimonio, vienen las familias, el hogar y muchas veces se deben dejar los sueños atrás.

Noé asintió, y fue cuando tras meditarlo un tiempo, el carruaje frenó, uno de los soldados llamó la atención de Roland para algún problema, por lo que él salió con rapidez, dejando a los jóvenes dentro, con la puerta abierta pues no pensaba tardar.

El moreno escuchó como se iniciaba una conversación en las afueras entre Roland, con otras personas, y desviando su atención de aquello, se centró en su compañero.

—Solo que no es la compañía que quiero. —murmuró Vanitas algo bajo, observando la gran ventana.

—¿No es la compañía que deseáis, Vanitas? Recuerdo que comentaste sobre el haber sido un compromiso arreglado, pero estoy seguro de que a ella no le importaría viajar con vos.

Vanitas tornó su rostro hacia él, para verlo con una mirada algo triste. —No lo entenderías, Noé.

—Entonces, ayúdame a entender, somos compañeros, ¿No es así?

Vanitas tomó un rostro frío. —Pero solo por este viaje y por conseguir que regreses al trono de una pieza, nada más. No tenemos que conocernos, y extrañamente, has conseguido sacarle información a Roland sobre mi pasado.

Noé se extrañó. —E-esa no era mi intención, Vanitas. Solo quería integrarme. —añadió Noé, tratando de excusar aquellas suposiciones erróneas hacia el moreno.

—No somos amigos, Noé. Espero recuerdes nuestro trato. —habló por último el peli-negro, para regresar su mirada al paisaje, con su corazón algo arrugado por sus palabras.

Noé lo escuchó y tras abrir levemente sus labios para cuestionar sobre ello, sus sentidos se activaron, escuchó el suave golpeteo de unas espadas; al haber prestado su atención al joven contrario, desatendió al exterior. 

Tomó de la cintura a su compañero y se lanzó hacia el otro lado del carruaje, donde antes se había sentado Roland, mientras sostenía a Vanitas sobre su regazo, y observó con horror la flecha que había atravesado la puerta y estaba clavada en todo el flanco del carruaje, aquel sonido que parece cortar el aire se había escuchado en sus oídos en aquellos instantes anteriores.

En todo aquello, se escuchó a Vanitas quejarse del agarre fuerte de este, pero al estar sentado sobre el moreno y ver la flecha, tragó grueso. Rápidamente Noé, lo bajó y tomo ambos maletines, junto al gato, para tenderlos sobre el pecho del pelinegro que seguía algo en shock.

—¡Sujétalos fuerte, voy a ver que ha sucedido! ¡Yo me ocuparé, tú preocúpate por quedarte aquí! —exclamó Noé con sus orbes violetas brillando, para salir con rapidez por la puerta y cerrarla tras de sí.

—¡Esper... —comenzó Vanitas, para solo ver la puerta cerrada. Al final el que debía ser el protector, terminaba siendo el protegido.

Mientras, Noé salió, observó como algunos de los guardias estaban en posición de ataque, Roland al frente de ellos, y unos bandidos en su contra. Lejos de ellos, en la soledad del camino que ya habían abarcado, aquel personaje de la faz rojiza, con una sonrisa siniestra sobre sus labios, sin embargo, esta vez pudo visualizar con la luz de día a aquel personaje, y por la estrechez de su cuerpo y la figura enmarcada, se dio cuenta de que era una mujer. 

Observó al cochero, estaba muerto y su sangre se escurría por todo el banco, mientras algunas salpicaduras habían manchado el pelaje de los corceles. Roland se dio cuenta de su presencia, y ensartando su espada en uno de los bandidos, se giró y lo llamó. —¡Pierre, escapa junto a Vanitas! ¡Vienen a por vosotros, aún cuando desconozco las razones! ¡Toma el mando de los caballos, y llévate el carruaje! —decía este, ensartándolo en otro de aquellos hombres.

—¡No lo haré, no dañaré vuestro honor, siendo un cobarde y dejándolos tirados! —gritó el moreno, tomando el arma de uno de los soldados muertos y empuñándola con fuerza. —¡No dejaré morir a otros, por mí!

Roland en ello, sintió sus ojos brillar, aquello había confirmado sus sospechas, y mandando a otro tomar su puesto, se acercó a él para tomarlo de los hombros. —Escucha, no está mal huir cuando se puede, y estoy seguro que nuestros destinos se volverán a cruzar. ¡No pienso dejar que hieren tampoco a Vanitas! ¡Hazlo, ahora! —gritó este para empujarlo con fuerza.

Noé sintió como su corazón se arrugaba, no quería poner a personas en peligro, y sintiendo como las lágrimas aparecían en su rostro, observó como apuñalaban algunos de los hombres de Roland, y como este regresaba con un grito de valor.

Apretó el agarre en la espada, y corriendo hacia los caballos, cortó la cuerda de dos, para apartarlos del camino con rapidez, tomar la riendas, mientras se sentaba en el banco. —¡Roland, los dejó a vuestro disposición y pido disculpas por abandonaros! 

Exclamó este entre lágrimas, para tomar el mano, y desaparecer con prisa del camino. —Los detendré todo lo que pueda, príncipe. —reconoció el rubio, para seguir en su batalla.

Los bandidos enfrentados con los soldados, afianzaron sus agarres al observar como el príncipe huía con rapidez por aquel camino, el líder, aquel de la faz en su rostro, ordenó a dos avanzar sobre el bosque, quienes tomaron sus caballos y los persiguieron a través de la maleza.

Roland, observó aquello y tomando el arco de uno de sus compañeros, apuntó a uno de estos, dándole justo en la cabeza y tirándolo del caballo, cuando se giró a apuntar al otro, recibió una estocada en su costado, este se giró para ver aquel que lo había empalado, y observó como aquella de la faz rojiza sobre el puente de su nariz, sonreía siniestramente bajo sus ojos. —Aunque trates de detenerlo, su destino ya está escrito, y su sangre estará en mis manos. —dijo esta mujer que lideraba aquellos bandidos.

Roland solo pudo dejar un gemido de dolor, al sentir la espada más enterrada, y sus preocupaciones llegaban al pensar en el otro bandido que había dejado escapar. Con fuerza, tomó su espada y logró hacerle un corte profundo en una de las piernas a su contraria.

Por otro lado, Noé afianzó el agarre en las cuerdas, y con una expresión de dolor recorrió con rapidez aquel camino. Vanitas abrió la compuerta del carruaje para observar al moreno a través de la ventanilla. —¡¿Qué demonios ha sucedido?! ¡¿Dónde está Roland?!

—¡Se ha sacrificado por nosotros y se ha quedado luchando contra los asesinos que nos persiguen! —exclamó Noé, con dolor en su pecho.

Vanitas arrugó su entrecejo, y apretando sus manos, dirigió a Noé. —¡No sigas por este camino, nos van a seguir, atraviesa la maleza! —gritó este.

Para cuando Noé estaba dispuesto a torcer las riendas, y guiar a los caballos, se fijo en aquel bandido que los perseguía a caballo. —¡Ya es tarde, nos persigue uno de ellos!

Vanitas lo observó por la ventana. —¡No importa, tú sigue!

Noé hizo caso al joven, y giró todo aquel carruaje hacia la maleza. Las ruedas resonaban contra piedras, y cargaban con dureza aquel vehículo que se dirigía a prisa; en el caso más extremo, el moreno sabía que tenían una posibilidad de salvarse, aun cuando fuera desvelar aquel secreto más bien guardado del reino.

Vanitas se sostenía fuerte a través de la ventanilla, observando todo aquello, mientras Murr había clavado sus garras en los asientos caros del lord. Noé se fijo en como este bandido soltó las cuerdas del caballo, y apuntó con su arco nuevamente, lo que hizo que Noé pensase si lo único que tenían eran arcos.

Veía con fiereza aquella punta de metal dirigirse a su cabeza, algo que le hizo tener una posibilidad, y que si continuaba con vida después de eso, se lo plantearía a Vanitas. Noé al centrar toda su atención en el bandido que tensaba la cuerda bajo sus manos, no se dio cuenta del gran barranco que se presentaba frente a ellos.

—¡Noé, corta las cuerdas de los caballos, ahora! —fue cuando este se giró, y realizó aquello sin esperar, para fijarse en aquel barranco y tornar su expresión a una horrorizada. Los caballos frenaron su trote con rapidez, mientras el vehículo giraba sobre sus ruedas tratando de estabilizarse con pocas posibilidades. 

El bandido al ver que su campo de visión fue opacado por el carruaje, continuó el trote evadiendo a los caballos que lo entorpecieron en grande.

Fue cuando Vanitas abrió la puerta de un golpe, con los maletines en mano y el gato arraigado a sus hombros. —¡Noé, ya conoces esto, salta! —gritó el pelinegro para saltar hacia el barranco sin fondo, y desparecer de la vista del moreno.

—¡Maldita sea, Vanitas! —exclamó para estabilizarse en la punta y saltar del carruaje, cuando este pareció chocar con algo y dar una vuelta de 180° sobre Noé que caía hacia el fondo, bajo la sombra de este vehículo.

Observó como Vanitas desaparecía entre la niebla, y fue cuando se dio cuenta del sonido de las agua bajo él, repentinamente tuvo un gran amor hacia el mar y sus derivados. Con fuerza del impulso se dirigió en el aire hacia el oji-azul, quien caía de una forma estrepitosa, el moreno sabía que esta caída no era igual a la de la mansión, esta era de una mayor magnitud, pues frente a ellos había una manantial y sabía que cualquier persona, moriría con aquel golpe y además teniendo un carruaje sobre ellos.

—¡Vanitas, extiende tu mano! —le gritó Noé en el aire, tendiendo su mano hacia el otro.

El oji-azul tornó su mirada hacia este, soltando los maletines para tender su propia hacia él, y de alguna forma, ver aquel rostro frente a sus ojos, en el completo cielo azulado que tendía a oscurecerse. Sintió algo en su pecho, efímero, casi inexistente, pero aquella sensación pareció quemar su oscura y gruesa coraza.

Sus manos se unieron, y sintió como el moreno tiró de él, para abrazarlo, junto al minino entre sus cuerpos, y tras sentir la protección del más alto, tomando aire, sintió como este tornaba su cuerpo para ser el quien recibiría el golpe del agua, y así se hundieron, dejándose atrapar, una vez más, entre las mareas frías.

Fueron hasta lo más recóndito de las profundidades, siendo Noé quien nadó con rapidez y fuerza, tratando de alejarse lo más posible de la superficie, cuando otro golpe resonó, y el gran carruaje del lord inglés cayó, casi rozándolos. 

El moreno tiró del cuerpo más bajo, tomándolo de las axilas, mientras este veía algo borroso a su compañero, quien nadaba con fuerza, alejándolo del vehículo que se hundía. Un metal pareció desencajarse del carruaje, y Noé cubrió una vez más al menudo oji-azul, y tratando de esquivarlo, aquello cortó su pierna. 

El gato, se soltó de Vanitas y nadó hacia la superficie, lejos del carruaje, tratando de salir con mayor rapidez, algo que le pareció traición al propio oji-azul, quien se preocupó por el moreno. Y tras ello, ambos nadaron juntos, lejos de la superficie, tratando de buscar una salida que no fuera vista por el bandido desde la cima.

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¡Nueva actualización, espero que les guste y puedan dejar sus comentarios y lindas estrellas que me ayudan mucho! Quería decir que al principio dije que habrían canciones basadas en la época, cosa que es verdad, pero sentía que esta quedaba perfecta en el capítulo. (Sino pueden verla es Youth-Daughter).

Me pensaré si haré un dibujo de la escena final, en todo caso sería puesto al final de los capítulos siguientes, también podrían verlo antes en mi cuenta de dibujos de instagram, antes que nadie: (synangell) 

Sí, cambié de usuario.

No quiero que pienses que es rebuscado que caen de nuevo por un barranco, era muy necesario y además me encanta; la primera vez caen como desconocidos, y aquí con un naciente sentimiento entre ambos, que se buscan sin saberlo.

En todo caso, espero estén teniendo un lindo día/noche.

¡Nos leemos! 

¡All the love, Ella!

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