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IV.

A la mañana siguiente, Noé se despertó algo más temprano de lo normal. Una punzada en su hombro lo alarmó e hizo cambiar su rostro apacible por una expresión algo dolorosa; él sabía la razón, pero debía aguantar aquello, el tiempo que fuese necesario.

Se incorporó levemente sobre sus antebrazos, y observó al de ojos cielo dormir en posición fetal. Se apreciaba algo de tranquilidad en su rostro, mientras su torso se mecía con su respiración, por lo que bostezó al querer regresar a dormir.

Se levantó, dispuesto a darse una ducha. Tras salir cambiado, vistiendo una blusa oscura, algo abierta en el pecho, con unos pantalones de la misma tonalidad, se dispuso a bajar al hostal y tomar los desayunos, regalando una última mirada al de ojos cielo, que seguía durmiendo.

Había retirado las vendas que su compañero tendría que volver a cambiar, y por ende no debía tardar en regresar.

Caminó por los pasillos algo aún soñoliento, y se encontró con algunas personas a las cuales saludó con su bella sonrisa. El hostal había preparado un desayuno para todos los clientes, algo sencillo; él tomó todo en mano, guardando unas manzanas de más para sus caballos, a los que les esperaba un largo viaje.

Al subir a la habitación de nuevo, sintió que algo lo seguía. A veces miraba por el rabillo del ojo, sin embargo, aquello se sabía ocultar bien, por lo que dejó la bandeja en el suelo para abrir dicha puerta, y retomando todo en mano, sintió que al arrodillarse algo se subió a sus hombros, lo cual le habría sorprendido sino hubiera sabido lo que era.

Un minino de pelaje blanco, sus ojos eran heterocromáticos, siendo azul y violetas correspondientes sus colores, parecía de alguna raza alta, algo que llamó su atención. No vestía algún colgante, y este se acomodó en sus hombros para ronronear seguido.

Tras cerrar, observó como Vanitas estaba sentado, su cabello revuelto y su cejo fruncido. —Buenos días, Vanitas. —añadió el moreno, dejando la bandeja sobre la cama del ojiazul.

—Pensé que me habías abandonado. —comentó este, enfurruñado. No se había levantado de buenas maneras, y eso le producía ternura al moreno.

Vanitas veía la comida frente a sus ojos, y parecía que su rostro enfurruñado se tornaba a un deje de sorpresa, para luego verlo de nuevo a los ojos y ver al gato en sus hombros. —¿Qué es eso?

Noé sonrió con tranquilidad. —Un amiguito que me ha estado acompañando en la mañana. —dijo el moreno para acariciar su cabecita. —Lo llamaré...Murr. 

—No nos lo vamos a quedar. El viaje es solo para dos personas. —dijo Vanitas tomando el té.

En ese mismo instante Noé se ofendió y comenzó a hacerle pucheros. —¡Por favor! ¡Mira la ternurita de mon trésor*! 

Vanitas rodó los ojos, y con la rebana de tostada en su boca, simplemente dijo. —Puede estar unos días, pero luego te desharás de él.

Noé pareció bailar en una pata, y tomando su parte del desayuno, marchó hacia su cama, donde el minino se despatarró como si fuera suya. Vanitas veía de reojo al moreno, vestía una blusa algo abierta, dejando entrever su pecho; este no pensó en nada extraño, simplemente que ya no llevaba las vendas y tendría que cambiarlas. Era cierto que este dauphin*, tenía una piel bronceada bastante perfecta, y sus pestañas y cabello blanco hacían que resaltase aún más entre el pueblo.

—¿Cómo ves tu herida? ¿Has sentido alguna molestia? —preguntó el de cabello oscuro.

—No he sentido ninguna extrañeza, me encuentro mucho mejor. —añadió este, mintiendo a su vez.

—Terminamos esto, deja que me arregle y nos vamos de inmediato. —comentó algo demandante el oji-azul, mientras el moreno asentía acariciando al gato.

Esperando tiempo más tarde, lavando ya sus dientes, esperaba que este se bañase pacientemente. Se sentó en el ventanal con el gato en su regazo, veía el paisaje tan lejano a lo que acostumbraba en su hogar, era tan vívido y exótico, alentaba a su alma a correr por las laderas y enredarse en la tierra y sus bellezas, sin embargo, debía regresar a su palacio y observar todo aquello como siempre había hecho, desde la distancia.

Se fijo en su carruaje, en el que pronto viajarían y como unos hombres lo estaban sacando con sus caballos; estarían dejándolo a disposición para salir tan pronto como pudieran, como hacían en palacio, pensó este, aunque, algún sentimiento extraño se instaló en su pecho.

Estos hombres desaparecieron con él, quizá a imaginaciones de Noé para dejarlo en la entrada y tan pronto como salió Vanitas, se lo comentó. —Vanitas, unos caballeros han sacado nuestro carruaje a disposición.

Este cambió su rostro relajado a uno de preocupación extrema. —¡Noé, no están atracando! —dijo este para tomar sus maletas y salir con prisa de la habitación.

Noé tomó al gato y salió tras él. —¡Espera, Vanitas! ¡¿No lo están dejando preparado en la entrada?!

Este corría bastante rápido pero el moreno lo alcanzó con rapidez. —¡Esto no es como en palacio, es la vida real! ¡Nadie hace nada por nadie, lo quiere decir, que no están robando sino es que lo han hecho ya!

Noé se preocupo en demasía, no entendía bien las reglas en la sociedad, pero al menos suponía que dentro de un hostal no pasaría nada extraño. Salieron ambos a ojos de algunos clientes que andaban con tranquilidad, y sin embargo, ya no había nada; se acercaron al establo, habiendo solamente el rastro de sus caballos, por lo que el moreno se quedó con las dos manzanas en mano.

Vanitas a ojos de Noé, parecía que echaba humo y se acercó al dependiente del hostal. —¡¿Cómo puede ser que nos hayan robado el carruaje dentro de su propiedad?! ¡Usted es el responsable de lo que suceda aquí! ¡Han robado nuestro carruaje bajo su protección! —gritaba Vanitas con el rostro algo ensombrecido.

Este hombre, expresó una facción de total despreocupación por aquello y con unas simples palabras se deshizo de la responsabilidad. —Bien les comenté el día de ayer que quedarían en una habitación en la noche y tan pronto como amaneciese, tendrían que abandonar el hostal. Y según tengo entendido, el sol salió hace bastante.

Vanitas suspiró forzosamente, y acomodando sus manos en las caderas, se alejó a las fueras, terminando la discusión. Noé salió tras él, algo decaído. —Lo siento, Vanitas, ha sido mi culpa.

Este lo vio a los ojos, y dejando un largo suspiro, sonrió algo cansado, con una mirada de afabilidad. —Está bien, Noé. No ha sido tu culpa, me relajé demasiado. —dijo este algo decepcionado.

—Bueno. —dijo el moreno, regalándole un golpe en el hombro, algo suave. —Podremos seguir nuestro viaje a pie, o podríamos conseguir otro, con alguna joya de mi traje, o con todo el.

Vanitas negó. —Más cerca de palacio no podemos estar comprando carruajes a diestro y siniestro sin que se den cuenta de nuestra presencia. Tendremos que ir a pie.

Tras un corto silencio, se escuchó el ronroneo del gato sobre los hombros de Noé. —¿Quieres una manzana? —preguntó el moreno.

Vanitas dejó un deje de risa, y la tomó. —Iniciemos entonces, Noé.

Una joven con un vestido largo y pomposo, teñido de un cielo azulado, y un moño que ataba todo su cabello de forma elegante, caminaba exasperada por la sala. Decía palabras sin sentido una y otra vez, hasta que un joven se acercó y la sujetó por el hombro. —Domi, estará bien, sabe cuidarse solo.

Ella lo vio exasperada. —¡¿Tú crees que mi querido Noé, sabrá apañárselas solo, cuando ha sido cuidado por los demás toda su vida?!

El joven de ojos dorados, negó. —Ambos somos conscientes de la situación, y Noé aunque no lo parezca sabe cuidarse así mismo, además, aquel otro joven según los rumores de los últimos que huyeron de la sala, lo acompañó. Recemos porque se apiade de él y lo acompañe a palacio.

Domi se sentó sobre su alfombra, con extremo cuidado, dejando que su vestido se extendiera por todo el suelo, mientras sujetaba una de las cartas que Noé a temprana edad, escribió para ella, tenía algunos dibujos de monigotes ahora incapaces de poder descifrar.

Soltó una risa suave, con algo de tristeza; ella jamás había sido capaz de entender del todo a Noé. No iba a negar que había percibido aquella mirada, aquella que mostraba sus ansias de algo de más, de libertad, muchas veces, esta aparecía con los pajarillos que solían alimentar en el jardín, los cuáles simplemente volaban y podía ir donde quisieran. 

No podía entender aquel sentimiento de libertad, ella era libre, podía hacer y realizar todo lo que su corazón ansiase, pero lo único que más codiciaba, jamás iba a poder retenerlo para ella. Noé, aquel joven de tez oscura, había robado todo lo que era ella, y no podía estar tranquila sin saber su paradero y su bienestar.

Louis, aquel sirviente que estaba presente con ella, se arrodilló a su lado, y acarició su espalda en busca de transmitir algún apoyo. —Lo están buscando los guardias más capaces y entrenados, lo encontrarán antes de que aquellos sicarios puedan siquiera saber su paradero. —añadió este en un tono suave. —Además, ambos sabemos la fortaleza única de los Archiviste.

Domi sostuvo su mano con aprecio, y le sonrió con gentileza. —Gracias, Louis.

Este era un sirviente en la corte, para algunos era uno más, pero especialmente en el palacio de Francia, era un sujeto especial para ambos personajes de la realeza. Trabajaba principalmente como ayudante de Noé, su fiel servidor y compañero; y al haber estado reuniéndose con Domi desde temprana edad al estar comprometidos, se conocían perfectamente los tres, siendo los mejores amigos y creciendo juntos.

Noé recordaba algunos momentos vividos con Louis y Domi, mientras caminaba junto aquel extraño personaje que había conocido en los últimos días. Su caminar, su forma de hablar, sus costumbres y aquel ceño serio, era algo a lo que no estaba acostumbrado, después de todo, en palacio siempre vestían sonrisas y rostros joviales.

—Vanitas, ¿Si continuamos el viaje a pie, tardaremos en llegar más? —cuestionó Noé, algo ansioso.

Este lo vio con una mirada indescifrable, y continuó con un suspiro cansado. —Si seguimos por este camino, podemos llegar como mucho uno u dos días más tarde. —simplemente añadió.

—Nuestro trato consistía en llegar antes de terminar la semana. —murmuró Noé, algo preocupado. 

"No lograré llegar a tiempo."—Pensó. No esperaba que todo se torciera a tal magnitud, tendría que haberle comentado lo del carruaje a su compañero antes de suponer nada, y por su tranquilidad, podría ser que sucederían cosas impensables hasta para él.

Recibió un golpe en su espalda. —Pero, ¡No te preocupes, trataremos de llegar a tiempo! —comentó el oji-azul.

Noé solo lo vio, el tiempo era lo que le preocupaba. Cruzaron finalmente los fines de la aldea, saliendo a la incertidumbre del bosque, los secretos que guardaba y los que guardaría ahora con ambos personajes.

Sin embargo, un hombre tocó la espalda del llamado Vanitas, este se giró y sus mirares se tornaron algo opacos. Noé giró a ver al extraño sosteniendo con fuerza las maletas en sus manos. —¡Querido Vanitas, es un placer poder encontrarnos de nuevo! —añadió este.

—El placer no es mutuo, Roland. —añadió Vanitas.

Mientras el moreno veía la escena algo extrañado, sintió aquella punzada de nuevo en su hombro. Esta vez le había dolido algo más, y comenzó a nacer aquella sensación en su estómago, preocupación y ansiedad.

Frente a ellos se encontraba un rubio, vestía un traje color bordó, con una parte inferior oscura; en su pecho tenía algunas condecoraciones, y sus ojos verdes, color parecido a las esmeraldas asemejaban cariño hacia el pelinegro.

—Creo que no nos han presentado, soy Roland Fortis, Lord de nuestra bella Inglaterra. Estoy aquí en un viaje de negocios. —decía este con una mirada bastante analizadora sobre el moreno, con el gato en sus hombros. —¿Y vos sois?

Noé carraspeó, mientras Vanitas lo vio con un rostro de total negación. —Soy Pierre...Pierre Blois. —añadió, dudando levemente al inventarse el nombre, debía proteger su identidad.

Vanitas sintió que tenía ganas de golpear al moreno al querer formalizar una conversación banal con el rubio, por lo que tomó del brazo a su compañero, acto que sorprendió al de ojos violetas y añadió. —Bueno, siendo no más molestia, nos despedimos, lord. No queremos abusar de su importante tiempo, así que, ¡Bonne Journée*!

Terminó diciendo Vanitas, para tomar con fuerza al peliblanco y tirar de el hacia el frondoso bosque, cuando este extraño regresó su llamado.

—¿Cuál es el afán por querer marcharse? Por vuestra rapidez y las maletas en mano, emprendéis un viaje, ¿No es cierto? 

Vanitas susurró a Noé que no dijese nada, además de apretar con fuerza su brazo. —Puedo llevaros en mi carruaje, si no es molestia, por supuesto. —añadió el de cabellos rubios.

Noé observó con aquellos mirares amatistas al más bajo. —Es una gran oportunidad, Vanitas. Debemos aprovecharla.

—¡¿Estás demente?! ¡No vamos a ir a palacio con el lord a nuestro lado, debemos ser discretos y no gritar a los cuatro vientos que el príncipe de Francia está aquí! —gritó susurrando para el moreno.

—Estoy seguro de que todo saldrá bien, confía en mi decisión. —añadió el moreno viendo aquellos zafiros observarlo con desprecio.

—Nos vamos a pie. 

—Me rehusó. —contestó el de cabello blanquecino.

—Me rehúso a que te rehúses. —añadió el contrario.

Por lo que Noé, algo cansado observó con desafío al más bajo, lo tomó por el cuello con su antebrazo, asemejando una cercanía amistosa, aún con maletas en mano y los giró a la fuerza. —Debemos llegar antes. —añadió para terminar en un susurro, y con una sonrisa forzada,  comentó. 

—Será un placer, Roland, tener su compañía en nuestro corto —dijo apretando al más bajo, quien forcejeaba tratando de escapar. — y rápido viaje.

Este pareció aclamar a los dioses y corrió a tomar las maletas de ambos viajeros. —Acompañadme, así podré conoceros mejor, al joven Blois, ¡Y realizaremos un viaje interesante Vanitas, así pasaremos más tiempo juntos!

Aquellas palabras parecieron arder en la expresión de Vanitas, a lo que el joven Noé solo pudo reírse con un leve sonrojo, tras fijarse en aquella facción tan divertida. Aquella aventura parecía hacerse cada vez más interesante.

Sin embargo, pese a querer disfrutar aquel viaje, tenía algo muy claro, no quería arriesgar la vida de personas inocentes, por lo que debía regresar con prisa, además de que se lo recordaba aquella herida latiente en su hombro, lo que le amargó un poco la experiencia.

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¡Nueva actualización, adoro de verdad esta historia! Ya podemos ver la entrada de un nuevo personaje, por lo que sin más dilación quiero decir que en el siguiente habrá algo de acción. Y ya hemos conocido a nuestro hermosos Murr y Roland. ¡Estoy emocionada!

Traducciones:

-Mon trésor: Mi tesoro.

- Dauphin: Muy alto, poderoso y excelente príncipe. 

-Bonne Journée: ¡Qué tenga buen día!

¡Nos leemos, All the love, Ella!

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