Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

II.

El joven príncipe a ojos de Vanitas parecía apenas poder mantenerse en pie tras la herida en su hombro, pues al salir del agua y pese él mismo ayudarse, Vanitas tuvo que hacer casi todo el trabajo para sacarlo. Se encontraban en una pequeña cueva, que él había encontrado una vez en sus múltiples visitas con Jeanne a la mansión, y donde él muchas veces había querido escapar, por lo que en una de estas, acabó en aquel lugar, tan solitario y pacífico, donde las aguas chocaban contras las rocas y el aire era fresco, y algo tímido.

Siendo las aguas algo más oscuras y violentas en las noches, pues había permanecido allí bastante tiempo como para saberlo, pero lo que realmente le preocupaba era que el príncipe estaba herido, y parecía que la temperatura se le estaba subiendo con creces.

—Oye, ¿estás bien? —preguntó el de ojos cielo, al verlo recostado en la roca, en posición lateral para evitar clavarse más el arma incrustada. Su respiración era algo irregular a ojos del marques.

—¡Tengo una flecha enterrada en el hombro! ¿Se supone que debería encontrarme bien? —respondió el de tez morena con los nervios que afloraban, sobre todo por la preocupación naciente sobre el paradero de sus queridos amigos.

—Igual no tenemos tiempo, tenemos que salir de aquí cuanto antes. ¡Debemos correr hasta la salida de esta cueva y tomar algún carruaje extraviado!

—¡¿Qué?! —preguntó el de ojos amatista bajo la máscara pintada en oro sobre el puente de su nariz.

—¡Piensas quedarte aquí, sabiendo que quieren matarte y, muy probablemente, estén bajando en este instante de la mansión! —gritó el de ojos azulados, quien se levantaba para escurrir su blusa con el agua impregnada.

Noé observaba al otro, era bastante escuálido y menudo, aquel cabello, aquellos mirares tan azules como el océano le parecían extraños. Veía sus clavículas a través de la blusa, y al pensar estar delirando, dejó de observarlo. —¿Por qué quieres ayudarme? No me conoces de nada.

Vanitas se le quedó observando y se agachó junto a él. —Eres el próximo heredero al trono, sería una traición si te abandonase. —le dijo este.

El de tez morena sonrió ladinamente con pocas fuerzas, realmente se sentía muy débil. —Entonces debemos salir de aquí.

Vanitas sonrió antes su determinación en medio de su estado moribundo, y lo ayudó a levantarse, cargándolo sobre el hombro. Caminaron sobre las rocas, de vez en cuando el de ojos azulados sentía que este resbalaba con la humedad de la zona, y no podía de ninguna forma dejarlo caer.

Tras salir con rapidez, llegaron a una zona de arboleda donde Vanitas observó la cima de la montaña, algunos carruajes se preparaban para salir en aquel instante, no sabría decir si eran los invitados o los asesinos en busca de perseguirlos; Por lo que dejó al apuesto príncipe apoyado en un árbol, mientras se acercaba a un pequeño carruaje que pasaba por la zona, se delimitó a pararse en mitad del camino, haciendo que el cochero frenase de inmediato sus caballos.

Sacó el arma que había guardado de los anteriores agresores, y apuntó al cochero con este para obligarlo a bajarse junto a los propietarios que estaban dentro. Era un pareja de marqueses, lo sabía porque eran vecinos, quienes reconocieron su rostro al instante y sin embargo, acataron las órdenes del joven armado. Ahora le importaba poco que lo reconociesen, siempre había sido un chico revoltoso desde que lo conocieron. 

Los obligó a bajar por la ladera, y no regresar hasta que oyeran de nuevo el galope de los caballos, y con rapidez, fue hacia el joven príncipe para introducirlo en el interior y dejarlo reposar, mientras Vanitas se dispuso a conducir el vehículo, dirigiéndose con prisa a la zona campesina.

El de ojos celestes observaban de vez en cuando tras la cortina al príncipe, estaba sudando, y transpiraba más de lo normal, se había desabrochado levemente el traje por el calor, y Vanitas realmente estaba preocupado por aquel personaje y su herida.

Después de largas horas, llegaron a la zona del pueblo, donde con este carruaje se acercó a la casa de un amigo que guardaba algunas de las propiedades que su padre no le permitía en su hogar. Se alegraba de que este tuviera un pequeño cuartizo donde guardaría aquel carruaje para no dejarlo a la vista, tratando de avisar al de tez morena que su viaje estaba pronto por terminar, se dio cuenta de que estaba inconsciente en el interior.

Al llegar bajo de un salto al lugar, tocó reiteradas veces la puerta, asustando a los propietarios quienes tras varios instantes abrieron la puerta algo sorprendidos, siendo su amigo de cabello anaranjado quien apareció primero.

—¿Vanitas? ¿Qué razón te hace estar aquí a estas horas? —dijo observando como vestía un ropaje empapado y algo descubierto a lo que siempre acostumbraba, además de que a su espalda, estaba un carruaje que desconocía.

—¡Eso no importa necesito que me dejes pasar y entres el carruaje en tu choza antes de que alguien nos vea! —gritó exasperado el de ojos azulados, corriendo hacia el interior del carruaje y con sus pocas fuerza, llamando al que sabía con certeza que estaría ahí también.

—¡Johann, ven a ayudarme! —vociferó este, llamando al compañero especial de su amigo.

Este apareció corriendo con un vestido de dormir, y sacó junto a este a ese joven de largas piernas y tez morena. —¡¿Se puede saber quién diablos es este! —dijo al ver al joven con la flecha clavada en su hombro y la sangre por todo su cuerpo. —¡Oh, creo que me voy a desmayar! —comentó este, cargando el cuerpo junto al otro joven.

—¡Lo explicaré todo dentro! ¡Vamos! —gritó el del pendiente azulado, llevando por fin al de tez morena al interior, dejándolo sobre una mesa, en la cual habían muchos artefactos que Vanitas apartó con rapidez.

Al recordar que este había arrancado la mitad frontal de la flecha para protegerlo, antes de acostarlo, le quitó todo el traje superior dejando su pecho a la vista con la sangrienta herida en su hombro; también le quitó la máscara sobre sus ojos dejando ver aún más aquellas pestañas que lo interesaban tanto.

—¡Está ardiendo! —gritó Johann, aquel joven de tez pálida y cabello blanquecino, quien siempre había tenido algo de riña con el ojiazul, pero también había cariño por ambas partes.

—¡Lo sé, acuéstalo boca abajo por favor, necesito desenterrarle esa flecha! —dijo Vanitas mientras el otro hacía lo dicho por este. El oji-azul, corrió hacia un dormitorio que le habían dejado estos en caso de que quisiera huir en algún momento y donde guardaba sus artefactos, trajo el maletín lavando sus manos con antelación, dejando todo a un lado de la mesa.

Al ser la mesa tan elevada y el cuerpo ajeno más largo de lo que esperaba, le tocó subirse a la mesa para arrancar la flecha aprovechando que estaba inconsciente. Tomó la punta de la flecha y la quitó con cuidado para tomar la vara de madera, y sacarlo muy despacio, tratando de no dejarle alguna astilla clavada en el interior.

Esta flecha lo había atravesado de punta a punta, y se estaba preocupando en demasía por la incesante sangre que tenía; su compañero, fue a ver como iba el otro guardando el carruaje ya que no soportaba ver todo ese escenario. Siendo una misión exitosa, y con rapidez se acercó Dante a querer ayudar en algo.

—No importa, de esto me encargó yo. —contestó Vanitas.

Lo cierto es que su padre creía que él era un vagabundo que no hacía nada más que malgastar dinero, pero lo que no sabía es que él había sido amigo de un doctor muy famoso en el pueblo, y este durante muchos años le impartió clases, era algo así como un médico profesional tras el tiempo, pero no era capaz de comentárselo al enfurruñado de su creador.

Se dispuso a limpiar la herida, esta vez si pidiendo a Dante que lo ayudase a sujetar al joven de espalda muy formada, para poder tratar la herida frontal y trasera, habiéndolo realizado, se dispuso a vendar todo el pecho, con la clara seguridad de que la herida ya estaba curada y desinfectada, ahora solo necesitaba reposo.

Sin embargo, el joven estaba ardiendo, por lo que junto a sus compañeros lo dejaron en el sofá, tratando de calmarle la fiebre con toallas frías que cambió toda la noche Vanitas, quien solo se dio una ducha caliente en unos segundos para quitarse el frío que tanto odiaba y se vistió con un traje, que guardaba en su propio dormitorio.

Tras eso también le preocupaba la ropa mojada del príncipe, por lo que cambió aquellos pantalones de gran costura con unos que poseía su amigo Johann, al ser de gran altura también, y pese a eso le quedaron algo cortos. Lo arropó durante aquella noche, y estuvo a su cuidado aún sin entender bien la razón de aquella preocupación naciente en su pecho por el joven.

También limpió el rostro sucio de este, dejando ver aquella piel tan pulcra y además tomó el atrevimiento de acariciar aquellas pestañas, repitiéndose una y otra vez, lo extrañas que eran.

Pasó la noche, siendo Vanitas quien pudo deleitarse de un nuevo amanecer, no sabiendo con claridad que aventura le esperaba junto aquel joven, de expresión relajada. 

Cerca del mediodía, Noé abrió forzosamente sus ojos, al sentir como le dolía el hombro con gran desesperación, viéndose rápidamente en un hogar extraño, con una toalla sobre su frente y un joven dormido sobre su vientre.

Aquel joven era el mismo que lo había ayudado toda la noche anterior, sin saber exactamente porque eran sus razones, recordó como había iniciado aquella noche, con un simple baile, y unas sonrisas de rostros que desconocía.

Por una vez que su abuelo le había permitido asistir a una de estas reuniones, tuvieron la osadía de querer asesinarlo, y solamente le había tendido su ayuda aquel joven que dormía plácidamente sobre él.

Notó como su pecho estaba vendado, y sus pantalones habían sido intercambiados, algo que le hizo sonrojarse con creces, estaba apenado con toda la ayuda que le había tendido aquel joven, y no había hecho nada por este.

Lo observó con aquel rostro apacible, sus pestañas parecían brillar bajo la luz que entraba; tenía una piel muy clara, la cual podía observar mejor sin la máscara sobre sus ojos. Vestía un pendiente de una piedra azulada, y podría jurar que jamás había tenido una imagen de tal magnitud frente a él, tan tranquila.

Tendió su mano hacia el cabello contrario, meciendo este varias veces al sentir sus piernas dormidas. Este pareció ronronear como un gato, sin querer despertarse, por lo que aclaró sus garganta. —Oye, despierta. —dijo tomándose el atrevimiento de acariciar aquella joya en su oreja, sintiendo como este despertaba al instante y se alejaba con rapidez.

—¡Con cuidado! Acabas de despertar. —dijo el de violetas orbes, al pensar que se había aprovechado de la situación para invadir el espacio personal de otro. —Disculpa mi impertinencia.

Escuchó el de ojos azules, apenándose levemente de su reacción, sabiendo que se había quedado dormido en sus piernas. —Está bien, solo no vuelvas a hacerlo. —dijo este observando de nuevo aquellos mirares amatistas.

—¿Tu nombre? —preguntó el de pestañas blanquecinas, algo avergonzado de toda la situación.

—Vanitas. Puedes decirme Vanitas.

—Soy Noé, aunque probablemente es algo que sepas, al saber que pertenezco a los Archiviste. —comentó este apartando su cabello del rostro.

Vanitas lo observó, estaba algo pálido, y su venda estaba ensangrentada. —Necesito, si puedes que te un baño caliente, para establecer tu temperatura y así poder cambiar de nuevo tus vendas.

—Claro. —dijo este, levantándose con gran esfuerzo. —G-gracias por su ayuda y atención. —jadeó con fuerza el joven de tez morena al sentir un ardor en su pecho.

—No me las des. —respondió este, ayudándolo a levantarse y acompañarlo al servicio.

—¿No le importa que lo use? —preguntó Noé. —Esta casa no es mía, es de un amigo mío, no se preocupe. —comentó Vanitas.

Noé entró con demasiadas pausas, y tras cerrar la puerta, escuchó que este le decía que si necesitaba alguna ayuda podía llamarlo. El de tez morena entró el agua sintiendo como muchas de sus preocupaciones se iban con las gotas resbaladizas, retiró la venda y observó como su herida aún estaba latiente, entendía porque lo estaba, pero no estaba en su castillo para poder solucionarlo, Domi o Louis a su lado, y tenía miedo de lo que podía suceder sino conseguía regresar al castillo con rapidez.

Tras salir, volvió a colocarse aquel ropaje que le había ofrecido, dejando su pecho al descubierto para sanarlo nuevamente, por suerte aún no estaba del todo mal, y tampoco estaba en sus planes permanecer más de una semana lejos de su hogar. No podía arriesgar la vida de aquel joven que le había tendido la mano, él tenía que solucionar sus problemas y regresar junto a su abuelo.

—V-vanitas. —comentó este saliendo mientras secaba su cabello, estaba algo avergonzado de llamar a un joven por su nombre. Lo únicos amigos de su edad que acostumbraba a llamar probablemente ya estuviesen en el castillo, y no tenía a nadie más que ellos.

Este se giró y lo llamó para que se sentase y curar su herida nuevamente. El de tez morena hizo lo que este le decía, en completo silencio, pensando en todo lo que debía hacer ahora en adelante, estaba muy lejos de casa y apenas sabía llegar al castillo sin perderse por su poca atención y excesiva curiosidad.

Tras limpiarle la herida, de la que Vanitas se sorprendió con la rapidez que se había cerrado aún saliendo algo de sangre, no se dejó extrañar por esto, pensaría que este tenía unas buenas defensas. Vendó nuevamente todo su torso, mientras Noé sentía las manos frías contrarias, acariciando su piel con suavidad.

—¿Eres médico? —preguntó Noé.

—Algo así. —respondió este con un deje tranquilo. —Ahora te voy a tender una hierba medicinal, y te lo tomarás todo sin pensar en el mal sabor.

Noé sintió que sus ojos brillaron. —¿Tendré que comerme una hierba sin más? ¿Acaso es eso posible?

Vanitas lo observó al terminar con algo de incredulidad. "¿Era posible que alguien fuera tan...inocente? ¿O estúpido? ¿Jamás se había puesto enfermo? " —No. Es un té de hierbas. —respondió, dirigiéndose a la cocina con rapidez.

El de tez morena se sintió demasiado avergonzado, este pensaría que era un idiota.  Y tras unos minutos, regresó el otro con la taza en sus manos. —Ten.

Este tomó aquella bebida con rapidez, pareciendo que relajaba sus músculos, y templaba su piel. —Gracias. —le respondió al terminar. —Por todo, pero debo irme.

Vanitas quien tomaba otro té, pareció escupir todo lo que llevaba en su boca. —¡¿Qué?! —exclamó este sorprendido.

Noé se sorprendió y se fijo en que este vestía una blusa azulada, ceñida al cuerpo, con unos pantalones oscuros y botas largas, llevaba atada una capa fina en el hombro, también oscura y otro distintivo lazo que ataba su largo cabello oscuro. —Agradezco tu amabilidad, pero lo más seguro es que yo regresé por mi parte al reino, y no te veas involucrado en este asunto.

—Querido, estoy más que involucrado ahora, todos me han visto y han reconocido que soy el marques Vanitas, estoy tan metido en esto como tú.

Noé arrugó un poco su nariz al comprender lo que decía, no quería que personas inocentes se vieran involucradas, y temía por la vida contraria. —¿Entonces se supone qué me vas a llevar a mi castillo siendo un fiel acompañante, o, pretendes qué nos quedemos aquí mientras nos buscan para matarnos ? —preguntó el de tez morena.

—Mi idea es llevarte al castillo, no puedes ir solo, eso se nota a leguas, seguro que estás muy acostumbrado a que te guíen y lleven que no tendrás idea alguna de como llegar. —comentó este, algo que Noé confirmo en su cabeza.

—Y tras meditarlo en la noche, no puedo dejar que una persona sufra todo ese camino, además con una herida que alguien debe atender todas las noches. —dijo este levantándose y acercándose al ventanal que iluminaba su rostro. —De momento, viendo la situación, también ayudar al príncipe de Francia puede estar en mi favor, soy alguien de un bajo estatus y necesito de alguna forma subir de clase para poder hacer lo que realmente he querido siempre, y aún no siendo gustoso para ti, voy a utilizarte. —comentó este viéndolo al rostro.

Noé sintió arrugarse su corazón. Estaba claro que nadie lo ayudaría sin nada a cambio, todo era como su abuelo le había advertido, este mundo era oscuro y cruel, y él solo era un peón que utilizarían los grandes jugadores en su contra. Por ende, su abuelo jamás lo dejaba ir a las fiestas, pero tras su insistencia lo conmovió, y al final sucedió lo que tanto le preocupó a su querido abuelo.

—Estaba tan claro como el agua. Busques lo que busques o desees lo que desees, ten en cuenta que te será concedido siempre que me llevas a mi reino y castillo, de una pieza, y en menos de lo que acabe esta semana.

Vanitas lo observó con aquellos mirares azulados tan indescifrables, en aquel instante, para el de ojos violetas, y tras su asentimiento, escucharon como otras personas bajaban por las escaleras. Noé se sorprendió de que hubieran más personas en esto, y temía por la seguridad de ellos.

Antes de llegar, observó de nuevo los mirares azulados contrarios que veían el cielo con tristeza, y por alguna razón, quiso comprender...lo que ocultaba tras ese mirar envuelto en aguas melancólicas.

||

Espero que les gusten las primeras interacciones de nuestros protagonistas después del accidente del baile, y que Noé se desmayase. Siento si es algo corto, pero prometo actualizar el siguiente en menos de lo que acaba esta semana. ¡Gracias por sus lindos comentarios, me hacen extremadamente feliz!

¡Nos leemos, Ella!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro